[Teenage Mutant Ninja Turtles] El topo y el mouser - Capítulo III

Poco tendrían que esperar las tortugas para saber que el haber reparado a Seymour había sido todo un acierto.

Gioconda no sólo estaba más contenta si no que trataba a Seymour como si fuera un ser vivo auténtico, mimándole y jugando con él. Y curiosamente el mouser parecía apreciarlo; era juguetón, obediente y adorable pero no a todos les gustaba. Mientras que Gioco y Mikey lo aceptaban sin reservas Raphael no dejaba que se le acercara y lo miraba siempre con desconfianza; solía ordenarle que se alejara y el mouser obedecía al momento. Algunas veces fue motivo de acaloradas discusiones entre la tortuga y Gioconda. Leonardo tampoco interactuaba mucho con él pero no era tan drástico como Raphael. Y Donatello… para él seguía siendo más un artilugio que una mascota.

Nunca abandonaba la alcantarilla, dulce alcantarilla, pero no había transcurrido ni una semana desde que lo tenían que Gioconda expresó su deseo de llevárselo en sus rondas de buscar cosas de utilidad. Donatello no estaba muy convencido.

- Es preferible que no salga de aquí para evitar posibles problemas.

- Pero tú mismo dijiste que estaba todo controlado. Si me topara con algo inesperado me encargaré de que Seymour se porte bien…

- ¿Queréis callaros de una vez? – pidió Raphael mirándolos con cara de pocos amigos - ¡Estoy intentando ver el campeonato de lucha libre!

Donatello suspiró e hizo que Gioconda le siguiera un poco más lejos del televisor para no tener que discutir con Raphael, quien subió el volumen a propósito.

- Sé lo que dije – repuso Donatello, hablando más bajo pero mirando hacia su hermano un tanto molesto – Pero prefiero hacer más pruebas antes de asegurarme.

- ¿Por qué no las haces ahora? – le preguntó Gioco – Vente con nosotros y comprobarás que Seymour es un buen chico que nunca se metería en ningún lío. ¿Verdad? – añadió, mirando hacia el mouser, quien no hizo ningún sonido (Donatello no le había incorporado por el momento una voz) pero sí dio un brinquito mirando hacia la chica, como si con eso quisiera decir que le daba la razón.

La tortuga de antifaz morado no contestó enseguida. Tenía otras cosas que hacer, pero teniendo en cuenta a Raphael viendo el campeonato empezó a dudar: se ponía francamente ruidoso y molesto cuando veía los combates, lo que hacía que fuera difícil concentrarse, y no había quien le dijera nada al respecto. Discutir con Raphael era como pegarle puñetazos a un seto espinoso, sólo conseguías acabar peor de lo que empezaste.

- Está bien – accedió finalmente, pues sería la única forma de aprovechar la tarde – Cojo unas cosas y nos vamos.

Pocos minutos después estaban en marcha. Donatello abría la marcha, cargado con su bo y una bolsa en bandolera que solía llevar a veces en sus incursiones. Le seguía Gioconda con su vieja mochila raída, sus tessen y su kusarigama sujetos a su cinturón. Al lado de ésta trotaba Seymour. El mouser obedecía todo el tiempo los comandos tanto de Donatello como de Gioconda, desde que fuera a un sitio o volviera, que permaneciera en espera o que cogiera determinado objeto, guardándolo en su hueco de almacenaje o llevándoselo a cualquiera de los dos. Incluso Don le dejó roer cierta chatarra que encontraron para comprobar que sus mandíbulas funcionaran bien. La tortuga le llegó a ordenar que siguiera a una rata con la que se cruzaron pero sin atacarla y el mouser así lo hizo, si bien tuvieron un pequeño susto cuando la rata se metió por una tubería estrecha y Seymour, en su afán por continuar el comando que le habían dado, comenzó a destrozar la pared de cemento.

Lamentablemente no consiguieron encontrar gran cosa que pudieran rescatar pero Donatello no estaba realmente interesado en eso si no en comprobar que Seymour no se distraía ante tanto estímulo como era el movimiento y sonido del agua y tuberías, las ratas de las alcantarillas o el ruido que les llegaba de la superficie.

Sonrió para sus adentros. El mouser reprogramado había sido todo un éxito. Pero justo cuando estaba empezando a pensar que deberían regresar Seymour se detuvo abruptamente, elevando su cabeza en cierta dirección. Acto seguido, echó a correr por uno de los túneles de la alcantarilla.

- ¡Eh! ¿Adónde vas? ¡Seymour! – exclamó Gioconda y corrió en pos de él.

- ¡Gioco, espera! – llamó Donatello y fue detrás de ella. Como no sabía a dónde estaba llevando todo esto, decidió dar una orden – Seymour ¡para!

- ¡No! ¡Seymour, sigue! 

- ¿Qué? ¡Gioco! – la riñó Donatello, quien ya la había alcanzado.

Como Seymour era la mascota de Gioconda en principio Donatello lo había programado para que, ante una orden contradictoria, diera preferencia a la de la chica. Anotó mentalmente que según regresaran a casa sería lo primero que solucionaría.

- Ha captado algo. ¿No sientes curiosidad? Porque yo sí.

Donatello no respondió, pero una parte de él sí que tenía curiosidad por lo que habría encontrado Seymour. ¿Qué podría ser y por qué lo estaba haciendo? Quizá hubiera entrado en acción algún algoritmo antiguo que programara Stockman en él. Eso no le gustaba ni un pelo.

- Gioconda…

- No pasará nada, mira. Seymour ¡sigue, pero no rompas nada!

Donatello sacudió la cabeza. Definitivamente arreglaría la prioridad en los comandos de voz para que la que tuviera más prioridad para el mouser fuera la suya y la de Leonardo, que del resto de sus hermanos era el que tenía más sensatez. También pondría al maestro Splinter por encima de ellos y…

No sabía cuánto tiempo habían estado corriendo y cuantos corredores habían doblado e incluso cuántos niveles habían subido pero Donatello se detuvo e hizo un gesto a Gioconda para que hiciera lo mismo. Seymour continuó su avance, disponiéndose a pasar por otro túnel, pero se detuvo cuando Gioconda le dio el alto.

Alzó un dedo, ladeando la cabeza, porque creía haber escuchado un ruido más adelante… ¡sí! Otra vez; un golpe metálico que se repetía. Provenía de más allá de la galería donde Seymour se había detenido.

La tortuga se asomó para echar un vistazo rápido y vio que muy al fondo se veía algo de luz. Gioconda se le aproximó con cautela y miró también por la abertura, apoyándose en la piedra.

- ¿Qué es ese sonido? – preguntó la chica en voz baja, mirando a Donatello.

- No lo sé… parece una especie de… ¿pico?

¿Acaso estaban haciendo obras en las alcantarillas? Le pareció poco probable. Pero si no era eso ¿qué otra cosa podría ser? Justo cuando intentaba dilucidarlo el sonido cesó.

Se preguntó si alguien más viviría aquí abajo como ellos pero le parecía de lo más extraño. En su niñez las cuatro tortugas y Splinter habían recorrido la red de alcantarillado muchísimas veces y nunca se habían topado con nadie más que ellos mismos; aunque para ser justos, Nueva York era una ciudad inmensa que poseía unas alcantarillas igualmente inmensas, algunas de las cuales eran muy antiguas y estaban abandonadas, de modo que era cuestión de probabilidad que esto terminara sucediendo tarde o temprano. Habían llegado a ver cosas raras y extraordinarias, como aquel cocodrilo albino adulto con el que se toparon una vez Leo y Raph*, si bien era algo poco probable.

Ahora bien, la pregunta que a él le parecía más importante era: suponiendo que alguien más viviera aquí abajo ¿sería amigo o enemigo? Donatello no tenía ninguna gana de cruzarse con un desconocido y delatar su presencia pero sentía que tampoco podía marcharse sin saber nada más. Poco después escuchó el sonido inconfundible de unas pisadas que, aunque sonaba lejano, se amplificaba por el propio subterráneo. A continuación, escuchó como si dejaran algo pesado en el suelo, un ligero repiqueteo metálico y luego silencio.

Algo pasaba más adelante y debía averiguar de qué se trataba. 

- Quédate aquí – pidió a Gioco sin apartar la vista del túnel – Iré a echar un vistazo, no hagas ningún ruido y espera a que vuelva.

Dadas esas sencillas instrucciones procedió a entrar en el túnel.

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* Visto en el capítulo 19 de la primera temporada: Historias de Leo.