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[Teenage Mutant Ninja Turtles] Los vigilantes - Capítulo V

 

City Island, situada a unos treinta kilómetros del famoso barrio de Manhattan, es famosa por su cocina marinera, sus casitas de estilo victoriano y por la relativa tranquilidad de sus calles a plena luz del día. Sin embargo, en la ciudad existe todo un submundo por la noche y, al ser temporada baja, los negocios solían cerrar pronto. Además, en la zona donde el trío tuvo que dirigir sus pasos era de las menos transitadas, puesto que más que dedicados al turismo los negocios de allí eran empresas como tal. 

El viaje fue más ameno desde que Chopper yacía inconsciente sobre el suelo de la furgoneta. Sin embargo, cuando el grupo vio que llegaban a destino, las risas y bromas dejaron de lado a la seriedad y a la concentración. 

Chopper les había dicho que su banda escondía el Pimpollo de Rosa en un edificio abandonado de los muelles, con un cartel de una gran langosta roja: a Casey le sonaba levemente el emblema de la época en la que su padre tenía su tienda. Esa marca había distribuido conservas no sólo de langostas si o también de otros peces y mariscos, siendo bastante conocida hasta que quebró a finales de los años noventa por un cambio de gerencia que no supo administrarla lo suficientemente bien como para luchar contra la producción mayorista de la zona. Sabía que si la veía podría reconocerla y así fue cuando, tras dar varias vueltas, vio en la distancia el famoso cartel. Estacionó la furgoneta en un sitio próximo, dejándola en posición por si tenían que salir por patas del sitio.

- ¿Qué hacemos con el bello durmiente? – preguntó Raphael señalando a Chopper con el pulgar una vez habían bajado del vehículo.

El motorista no había recuperado la conciencia desde que la tortuga se la indujera un rato antes. Casey se volvió y lo meditó durante unos instantes.

- Déjalo ahí.

- ¿Y si se despierta? – le preguntó Gioco - ¿No te preocupa que pueda inutilizar la furgoneta?

Casey sacudió la cabeza.

- ¡Nah! Está bien atado con la cadena y tiene los ojos vendados. Mucho no podrá hacer y, aunque consiguiera salir, no llegará muy lejos.

Jones no había cerrado las puertas de la furgoneta con llave puesto que si se daba la posible e hipotética huida precipitada no sería prudente perder el tiempo en entretenerse con cerraduras. Por otra parte, la furgoneta que usaba para el trabajo estaba tan hecha polvo que nadie se molestaría en robarla; como se ha dicho no se veía una mosca, al menos en la zona donde habían estacionado por lo que Casey no consideró que debiera preocuparse por todo esto.



Los tres vigilantes se desplazaron con todo el sigilo del que fueron capaces hasta el lugar que les interesaba, un edificio ruinoso con una pancarta raída de una langosta, descolorida por la acción prolongada de los elementos como la luz solar y la lluvia. Según se fueron aproximando vieron algunos miembros de los Harley’s Demons que parecían montar guardia en las inmediaciones. Casey sonrió detrás de la máscara y le dio un codazo a Raphael.

- Mira si se toman molestias por vigilar el cuadro – susurró - ¡Nos vamos a forrar!

- No hace falta que me claves el codo cada vez que quieras decirme algo ¿sabes? – protestó la tortuga y le hundió a su vez su codo en las costillas a mala leche.

Casey ahogó un quejido y respondió con otro codazo más pronunciado. Gioconda, que ya estaba viendo a dónde iban a parar, decidió intervenir.

- ¿Podéis dejar eso para después? – susurró– Si nos pillan perderemos el factor sorpresa. ¡Además me estáis poniendo nerviosa!

- Ha empezado él – protestó Casey y Raphael le miró sorprendido, pero sonrió.

- Ya veremos quién empieza qué, Case – dijo, pero no hizo ningún amago por continuar con el juego.

La tortuga entonces se centró en la misión, mentalizándose con alegría por lo que tenía por delante. Examinó la fachada y encontró un buen sitio por el que escabullirse sin alterar a los moteros que hacían guardia. Haciendo una serie de señas hizo que tanto Casey como Gioconda le siguieran.


Penetraron por uno de los numerosos agujeros de la fachada del edificio, antiguamente una planta donde se procesaba el marisco y el pescado para enlatarlo y distribuirlo a una gran cantidad de tiendas minoristas de ultramarinos y alimentación de la ciudad de Nueva York y alrededores. 

Caminaron por la pasarela elevada, intentando no hacer ruido, pues pronto localizaron a otros tantos miembros de los Harley’s Demons que estaban jugando una partida de cartas en una mesa iluminados por unos focos portátiles. Estaban muy animados y no prestaban atención a nada más que a su partida: Gioconda se encontró preguntándose por qué todos los matones tenían tendencia a jugar a las cartas, no sabía si era mera casualidad o era por el simple hecho de tener una excusa para apostar dinero. Un poco más allá vieron a un hombre maduro, alto, fornido y de un rubio casi blanco, con una bandana roja en la cabeza; su piel era realmente pálida y contrastaba enormemente con su indumentaria de cuero, casi exclusivamente negra. Estaba Cruzado de brazos y con un mondadientes danzando en sus labios parecía escuchar lo que otro le comentaba, en una postura que sugería confidencialidad.

- ¡Ese tío debe ser el jefe de los Harley’s Demons! – susurró Casey, señalándole mientras el grupo se agazapaba lo más cerca posible, elevados sobre la pasarela, para escucharlos hablar – Al menos de esta filial. Tiene que estar cociéndose dentro de todo ese cuero.

- ¿Ese viejo? – preguntó Raphael, luego se encogió de hombros – Bueno, al menos se mantiene en forma.

- No es ningún viejo chicos – susurró Gioconda, con el ceño fruncido, estudiando al hombre – Vale, rondará los cuarenta, pero si tiene el pelo blanco no es por su edad si no porque es albino...

- ¿Y a quién le importa eso? – preguntó Raphael – Albino o viejo, da lo mismo, le voy a patear el trasero igualmen…

- ¡Shhhh! – les chistó Casey, pues quería oír la conversación. 

- Está confirmado jefe, en veinte minutos estará aquí. Acaba de llamar – indicaba el hombre aún con un teléfono móvil en la mano.

- ¿Trae el dinero? – preguntó el hombre del pelo blanco con una voz áspera y ruda, sacándose el mondadientes de la boca. Sus ojos eran de un color azul rojizo, lo que hacía que casi parecieran violetas.  

- Eso ha dicho. Los cuatrocientos mil, en billetes sin marcar, como usted le exigió…

- ¡Bien! Pues id tomando posiciones, muchachos. No me fío nada de ese tipejo.

- ¿Y qué hacemos con el pimpollo? ¿Lo traemos aquí o no?

El trío, agazapado en los andamios de la nave, agudizó el oído. 

- No, vuelve para vigilarlo y no lo saquéis hasta que os de la señal. Veremos si es cierto lo del dinero, si no…

El hombre de cabello blanco emitió entonces un sonido bastante desagradable, estallando en risotadas a continuación junto con su subordinado.

- ¿Habéis oído eso? – preguntó Casey – ¡Habrán chantajeado al dueño del cuadro y éste ha accedido a pagarles! ¡Eso no lo han dicho en la televisión! ¡Debemos darnos prisa por recuperarlo, devolvérselo a su propietario y cobrar nosotros el dinero!

- Pues será mejor que sigamos al tipo aquel – dijo Raphael, señalando al subordinado, que se alejaba de su jefe - El copón de Navidad ha dicho que vuelva a vigilarlo. No se me ocurre mejor forma de encontrarlo de una manera rápida que esa.

Mientras hablaban Gioconda meditaba seriamente si un cuadro tan valiosísimo como ese valdría tan sólo cuatrocientos mil dólares. No es que fuera una entendida de arte, pero como afeccionada había leído cosas sobre colecciones, artistas y obras en ciertas revistas y libros que las tortugas tenían por casa. No conocía el Pimpollo de Rosa así que ignoraba si sus sospechas eran fundadas. Pero sumado a lo que había dicho Chopper en la furgoneta antes, sobre que “todos eran iguales, hasta su viejo”, hacía que le diera la sensación de que se le escapaba algo pero no sabía el qué. Cuando los chicos se movieron ella les siguió sin casi prestarles atención, elucubrando y dando vueltas a todo ese asunto.



Mientras tanto y no muy lejos de allí Chopper se sentía asfixiado. Gracias a esa desagradable sensación volvió a la conciencia, abriendo los ojos a una oscuridad harto incómoda puesto que tenía la boca obstruida por algo asqueroso que por suerte consiguió escupir. Sin embargo, el mal sabor a aceite de motor hizo que sufriera un acceso de arcadas y de tos que le duró un par de minutos. Consiguió quitarse parte del sabor escupiendo como una alpaca y fue cuando se dio cuenta de que nadie se lo había impedido. Se quedó quieto unos instantes a la escucha, pero los únicos sonidos que escuchaba eran los que él mismo hacía. Aquel trío de suicidas le había dejado solo.

Se incorporó rápidamente haciendo muecas de asco. Esos hijo putas le habían atado las manos y antebrazos a conciencia pero por suerte lo habían hecho por delante, de modo que pudo quitarse el otro trapo que habían usado para vendarle los ojos. Gracias a eso supo, aunque se lo imaginaba por el olor, que seguía en la camioneta en la que le habían metido al salir del Eva’s Sin. Miró hacia la parte delantera, hacia el asiento del conductor, y como era de esperar vio que se encontraba en los muelles. 

Chopper no sabía cuánto tiempo había estado inconsciente, ni siquiera recordaba cómo se había quedado en ese estado, pero daba lo mismo. Lo importante ahora era que tenía que avisar a Snowflake y al resto para prevenirles de que unos anormales iban a intentar boicotear su plan.

Sin pensárselo dos veces la emprendió a patadas con las puertas dobles de la parte trasera y como Chopper era un tipo grandote y bruto no le llevó nada más que un par de golpes para abrir las puertas de par en par. También le resultó más sencillo porque Casey no había cerrado la furgoneta con llave.

Chopper sonrió. A pesar de seguir atado por las cadenas se las podía apañar perfectamente para llegar hasta donde se escondía la banda y avisarles. Una vez tuviera de nuevo sus manos libres cómo iba a disfrutar usándolas para destrozar a esos tres metomentodos asquerosos. ¡En especial a aquel hombre tortuga!

Su sonrisa se había vuelto cruel, pero permaneció en su rostro cuando se adentró en los muelles pocos segundos después.



- Ahí deben de guardarlo – señaló Casey a lo que parecía una especie de despacho, por cuya puerta había desaparecido el motero.

En la entrada había otro haciendo guardia, un tipo gordo con cara de pocos amigos. A pesar de que había una ventana no pudieron ver el cuadro desde su posición, parapetados detrás de un montón de cajas de madera que olían a humedad. 

Casey se estaba impacientando. ¡Tenían un cuadro que costaba una fortuna a pocos pasos de distancia! Sería sencillísimo entrar, repartir estopa y salir pitando con el cuadro bajo las manos. El Pimpollo de Rosa no era un cuadro muy grande (estimaba un tamaño similar al de la Mona Lisa de Da Vinci) por lo que sería bastante sencillo sacarlo de allí y sin que sufriera ningún daño. Se volvió a mirar a Raphael pero éste ya había tomado la iniciativa, acercándose con sigilo y sin ser visto hasta el vigilante de la puerta. Salió de detrás de las cajas dando un par de saltos y justo cuando el hombre le vio Raphael le asestó un puñetazo, luego un rodillazo en el estómago y por último un golpe con el canto de su mano en la nuca, haciendo que el motero quedara inconsciente; todo esto con la mayor discreción y sin hacer casi ningún ruido puesto que el hombre no llegó a caer al suelo porque la tortuga lo sujetó en vilo. Aunque era bastante más bajito que el hombre tenía mucha más fuerza. Sostuvo el cuerpo inconsciente y lo arrastró detrás de unas cajas, lejos de la vista de miradas indiscretas e inoportunas.

- Mira por dónde – susurró Casey, alabando la destreza de su amigo y tanto él como Gioconda se acercaron hasta la puerta de la pequeña oficina un tanto inclinados para disimular sus pasos, apostándose a un lado. Raphael regresó junto a ellos y se apostó al otro, en cuclillas, puesto que sobre él tenía una ventana.

- ¿Cuánta gente puede haber ahí dentro? – susurró Casey, mirando significativamente a Raphael.

Éste asintió y se incorporó apenas, echando un vistazo por el cristal de apenas un par de segundos. Sonrió.

- Más de lo que crees.

- ¿Tres?

- Cinco.

- ¿Y el cuadro? 

- No lo he visto.

- ¡Bueno! – dijo Casey apretando un puño y sacó de su bolsa el palo de golf. Giró levemente la cabeza hacia Gioconda - ¿Lista, nena?

Ella asintió distraídamente, con el ceño fruncido y los tassen ya en la mano. Raphael tenía sus sais y se plantó delante de la puerta.

Sin mediar palabra, pues no era su estilo, la abrió de una contundente patada y el grupo se precipitó hacia dentro.


El despacho era un sitio pequeño y atestado de muebles en mal estado. A pesar de que no querían hacer mucho ruido no pudieron evitarlo; por suerte estaba en una parte del almacén mucho más apartada de donde se encontraba el resto de la banda.

Aunque la acción duró poco fue intensa y tanto Casey como Raphael sólo tuvieron atención para los Harley’s Demons que allí se encontraban. Habían sido pillados desprevenidos y el factor sorpresa jugó un papel importante de cara a que no tuvieran tiempo ni de dar la alarma. 

Sin embargo los dos vigilantes habían obviado algo muy importante que se encontraba en el centro de la habitación y que Raphael había contado como un motero más. Gioconda sí que lo vio y por ello no participó en la pelea, pues se quedó mirándolo por unos instantes con la más absoluta sorpresa en su rostro, los tassen a medio abrir en sus manos, que permanecieron bajas a ambos lados de su cuerpo. ¡Ahora todo tenía sentido para ella! ¿Cómo podía haber sido tan estúpida de no darse cuenta antes? Hubiera permanecido de esa manera tan tonta mucho más tiempo de no ser por la violencia de la pelea que se desataba alrededor; esto la hizo reaccionar sacándola de su estupor, guardó los tassen y se abalanzó sobre lo que acababa de descubrir para que no sufriera ningún daño.


Apenas un minuto había durado la pelea de la oficina y Casey alzó su máscara para respirar y ver mejor, admirando el destrozo y los cuerpos inconscientes de sus adversarios. Raphael hizo lo propio y ambos chocaron palmas. 

- ¡Yuhu! – exclamó Casey y miró alrededor, a las paredes – Y ahora… ¿dónde está el Pimpollo?

En su cabeza de chorlito no se había parado a pensar que de haber habido un cuadro ahí muy probablemente hubiera quedado destrozado por su forma de entrar y ponerse a dar mamporros a diestro y siniestro.

Raphael se dio cuenta entonces de que Gioconda estaba echada en el suelo sobre sus brazos y rodillas y se alarmó pensando en que quizá la chica hubiera sufrido alguna herida; los tipos a los que acababan de zurrar habían portado armas blancas pero contundentes. Pero había algo en la postura de la chica que no era natural: no yacía extendida si no que se sostenía como si no quisiera tocarlo, como si quisiera que hubiera un espacio entre ella y el suelo.

- ¿Gioco? – preguntó con cierta duda.

- ¡Estáis fatal de lo vuestro! – exclamó la chica, temblando ligeramente. Alzó el rostro y les mostró una expresión de furia - ¿Cómo se os ocurre entrar de ese modo visto el panorama? - Raphael y Casey intercambiaron una breve mirada de desconcierto. La chica lagarto miró a la tortuga - ¿Y qué clase de forma de contar es esa? ¿Estás ciego o qué te pasa?

Raphael enarcó una ceja y miró a las… cinco, efectivamente, cinco figuras que yacían por el suelo. Lo que él había dicho: cinco. Entonces se rascó la cabeza, visiblemente contrariado.

- ¿Pero qué estás diciendo, Gio? He contado bien y… oops.

Se interrumpió y entonces se dio cuenta, horrorizado, porque la chica tenía razón. Si hubiera podido palidecer lo habría hecho. Porque realmente había visto SEIS personas en la habitación, pero su cerebro había obviado a la sexta porque no presentaba ninguna amenaza. Estudió la postura de Gioconda y ya supo lo que la chica trataba de proteger con su cuerpo. 

- ¿Qué ocurre? – preguntó Casey, que seguía tan perdido como al principio - ¿Raph?

- Ti.. tiene razón. Me he equivocado al contar…

- ¿Qué?

Casey miró hacia la chica, que comenzó a incorporarse, alzando un bulto grande entre sus brazos. Al principio Jones pensó que era el cuadro pero resultó ser… un niño.



2 comentarios:

  1. El pimpollo Rosa, no sé por que se me había olvidado que se trataba de un cuadro, después de la pelea con los Harley’s Demons en el bar, tuve un poco de amnesia con tanto ajetreo

    Creo que ya sé a que te referías con lo de “todos eran iguales, hasta su viejo”

    Un niño? No lo hubiera pensado, creí que era el cuadro; eso si que fue un Plot Twist de ultimo momento 🤯

    Me ha encantado 😊👌 incluso lo de dejar a Chopper en la furgoneta, seguro que eso va a complicar las cosas

    No es por adularte pero me gusta la historia, es casi como las series que veía antes, aunque un poco más turbio 😅

    ❤️

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    1. Tranqui, si no entendiste lo del viejo, lo entenderás más adelante.

      ¡Sorpresa! Un niño es algo raro de encontrar por aquí pero ahí le tenemos.

      Me alegro que te guste, precisamente las escribo con ese ánimo, que puedan parecer episodios de dibujos animados: algunos argumentos un tanto locos o extraños pero con un toque algo más adulto que la serie de 2003 para acercarlo a los cómics originales. ;)

      Un saludito

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