Listado de fics del blog

Dale al título para ver el listado completo. Te animo a que me dejes un comentario si detectas algún link roto o erróneo. Con ánimo de que o...

[Teenage Mutant Ninja Turtles] Los vigilantes - Capítulo II


Estacionó en un parking cualquiera de una calle poco concurrida y mal iluminada de los suburbios. A esas horas la zona estaba desierta y lo único que escucharon cuando el motor paró fue el ladrido distante de un perro y el bufido más cercano de un gato. Casey se bajó de la furgoneta y fue hasta la parte trasera, abriendo las puertas para que tanto Raphael como Gioconda pudieran salir. Se quitó la chaqueta, la arrojó dentro y se colgó la bolsa de golf al hombro. Por último, se puso la máscara de hockey.

A pesar de sus pintas un tanto estrafalarias Casey se las había apañado bastante bien para pasar desapercibido evitando así que la policía le echara el guante. Por muy buen servicio que pudiera prestar a la sociedad la ley no estaba de acuerdo con aquellos que se tomaban la justicia por su mano.

- ¿Y cómo sabes exactamente que estarán aquí? – preguntó Raphael momentos después mientras se movían por un callejón adyacente. Iban en fila india: Jones, él y por último Gioconda.

- Porque alguna noche les he estado siguiendo. ¿Cómo iba a saberlo si no?

- ¡Vaya, has estado haciendo los deberes! ¡Me has impresionado! – opinó Raphael sonando un tanto sarcástico.

- Esta noche estás especialmente tonto ¿no? – le preguntó Jones mirándole con sus ojos azules por las rendijas de la máscara.

- ¿Sólo esta noche? 

Ambos se volvieron porque ninguno había dicho eso. Quien había hablado era Gioconda, que les observaba con gesto impaciente con sus grandes ojos castaños.

Casey le dio un codazo a un Raphael un tanto atónito y contrariado por tal comentario y soltó una risotada.

- Cada vez me gusta más – dijo Casey, con su voz amortiguada por la máscara. 

Raphael en cambio resopló con un mohín.


Finalmente llegaron al lugar deseado. Se trataba de un local grande, un bar de poca monta, llamado “Eva’s sin”, cuya fachada era en su mayoría era una gran y sucia cristalera, rota en algunos puntos y parcheada con cartones. Poco tenía de encantador y ya no sólo por su aspecto destartalado si no porque en su interior solía reunirse gente de todo tipo, a menudo conflictiva, pues era lo que más había por esas calles. La música rock estaba tan alta que retumbaba con fuerza en la calle pero a nadie parecía importarle aunque ya era casi la hora de cenar. 

El trío observó desde el callejón de enfrente el lugar y Casey les señaló a sus dos acompañantes las enormes motos aparcadas.



Se hacían llamar los Harley’s Demons, según les contó. Si se menciona la palabra “motorista” es inevitable que todos evoquemos en nuestras mentes a tipos rudos, embutidos en cuero, con gafas de sol y aspecto imponente. Realmente este tipo de moteros solamente representa el uno por cierto de los motoristas que uno puede encontrarse en Estados Unidos, pero lamentablemente los Harley’s Demons se encuadraban en esa minoría. Incluso dentro de este porcentaje tan minúsculo hay que hacer distinción que no todos ellos danzan sobre aquella línea tan fina que separa lo legal de lo ilegal, pero de nuevo es digno destacar que los Harley’s Demons cían en el lado ilegal.

Por lo visto la banda estaba inmiscuida en un buen número de crímenes entre los que se encontraban incendios premeditados, robos, reyertas o tráfico de drogas pero también había rumores que insinuaban que se relacionaban con el crimen organizado. Su origen parecía provenir de la zona centro de Estados Unidos, si bien había comenzado a extenderse hasta la zona este… donde se encontraba la ciudad de Nueva York, donde habían estado pasando más desapercibidos hasta hacía relativamente poco.

Últimamente se les había visto en lugares calientes de la ciudad, protagonizando ciertos altercados en algunos bares y clubes. Finalmente habían salido en la televisión varias veces, donde se decía que parecía que la banda había venido para instalarse y buscar su propio hueco en la Gran Manzana.

Casey les había estado rastreando, dando vueltas por aquellos sitios donde se les había visto y finalmente había dado con uno de sus lugares de reunión. El “Eva’s Sin” donde el dueño parecía despacharles una atención especial por ser quienes eran, bien por respeto o bien por miedo. 

- Sé que son ellos porque llevan su símbolo en todas partes – les explicó – Es una especie de caricatura de demonio rojo, ladeado y marcando bíceps con un buen puro en la boca.

Raphael se frotaba las manos con una gran sonrisa feroz.

- ¡Estupendo! ¿Y cuántos son?

- Eeh… eso no lo sé con seguridad. Pero son unos cuantos, te lo aseguro. Puede que decenas.

- ¡Bien! ¡Esto va de bien a mejor!

Gioconda miró con curiosidad a Raphael. Le gustaba verle de tan buen humor y tan predispuesto; le sentaba bien.

- ¿Por qué están aquí? – preguntó la chica, saliendo de su ensimismamiento. Cuando Casey la miró carraspeó, sufriendo un repentino acceso de timidez – Qui-quiero decir… a-antes has dicho que venían del centro del país. ¿Por qué? 

- Me importa un bledo- interrumpió Raphael, impacientándose mientras hacía bailar sus sais en las manos – Sólo necesito saber una cosa y es: dónde están.

- Calma, vaquero – le dijo Jones, apoyando su bate de beisbol en uno de sus brazos para que parase – Aún es temprano. De momento poneros cómodos y esperemos…

- ¿Desde cuándo te sientas a esperar? – preguntó Raphael impaciente.

- Desde que apenas acaban de llegar cuatro de esos payasos, colega. No querrás perderte la mejor parte ¿no?

Raphael gruñó, pero debía admitir que llevaba razón, pues contó las motos aparcadas. Si no estaban todos sería mejor esperar.



La guardia se le hizo larga a la tortuga de antifaz rojo pero finalmente fue recompensado cuando escucharon unos motores rugiendo en la lejanía. Poco a poco el sonido se fue intensificando, interrumpido sólo por el sonido característico de los tubos de escape libres, y un par de minutos después llegaron hasta el lugar por lo menos casi una veintena o más de esos motoristas. Eran en su mayoría varones y lucían pintas muy similares: chaquetas de cuero con parches y tachuelas, pantalones vaqueros rotos o de cuero y enormes botas, tatuajes por todo el cuerpo y el indiscutible emblema de su banda bordado por todas partes.

Ajenos a que eran vigilados desde no muy lejos entraron con gran estrépito en el bar tras aparcar sus motos. Mientras los recién llegados estacionaban sus motocicletas la música retumbó con más fuerza al abrirse la puerta del local. De la misma salió un tipo grandote de aspecto duro, de anchos brazos y con un pañuelo rojo y negro atado en la cabeza. Lucía una melena rubia larga hasta los hombros, sus cejas eran grandes y pobladas y lucía un bien recortado bigote que contrastaba con su poderosa mandíbula cuadrada con un hoyuelo en el centro. Gioconda hubiera valorado, en otras circunstancias, el bien bonito color avellana de sus ojos, que en ese momento estaban fijos en los recién llegados, a quienes fue saludando intercambiando alguna palmada en la espalda y choques de manos.

- ¿Está asegurada la mercancía, Texas? – preguntó a un tipo más delgado y moreno, que llevaba un sombrero de cowboy.

Éste escupió a un lado antes de unir su mano a la de él en un apretón de guantes de cuero y tachuelas.

- Claro. 

- Bien, se lo diré al jefe entonces – dijo el primero - El pimpollo de Rosa nos va a abrir muchas puertas. Ha sido un buen golpe, mucha pasta…

- Y que lo digas, Chopper– respondió el moreno – Es hora de que se enteren en esta ciudad cómo nos la gastamos los Harley’s Demons. ¡Eso les enseñará!

Ambos se rieron con fuertes carcajadas y juntaron los brazos allá donde lucían su insignia.

- ¡Somos los más fuertes! ¡Somos los más rodados! ¡Somos los Harley’s Demons! ¡Uuauuh! – exclamaron a pleno pulmón al cielo nocturno. Un perro aulló desde la lejanía a modo de contestación.

Los dos hombres se palmearon con fuerza y ánimo las espaldas y aún abrazados entraron al local.



- ¿Habéis oído eso? – preguntó Casey segundos después volviéndose hacia sus dos amigos.

- No Case, no lo hemos oído porque hablaban demasiado bajo – respondió Raphael de manera sarcástica.

Gioconda se tapó la boca con las manos para disimular una risita. Raphael le dedicó una sonrisa torcida. En cambio su amigo le ignoró y señaló de manera reiterada hacia el local.

- ¡El pimpollo de Rosa! ¡Tío, ésta sí que es buena!

Raphael intercambió una mirada con Gioconda, que estaba tan perdida como él. La chica miró a Casey encogiéndose de hombros.

- ¿Qué tiene de especial un pimpollo?

- No, nena. No es un pimpollo, si no El Pimpollo DE ROSA.

Los dos mutantes volvieron a mirarse confusos. Casey se palmeó la frente tapada por la máscara.

- ¿Y vosotros veis la televisión? El Pimpollo de Rosa,un cuadro de mucho valor que robaron hace un par de semanas del Museo Metropolitano. ¡Y fueron ellos! – exclamó finalizando con un silbido – He de reconocer que apuntan alto y que son bastante atrevidos…

- Un momento Case – le interrumpió Raphael - ¿Me estás diciendo que esos dos brutos, cuya banda imagino al completo tal como ellos, han robado una pieza de arte de un museo? Quiero decir ¿desde cuándo los moteros se interesan por esas cosas?

- ¿Desde ahora? – preguntó Casey de manera retórica sacando un bate de beisbol y haciéndolo bailar en su mano.

- Pero Raph tiene razón – argumentó Gioconda con el ceño fruncido – Para empezar uno no roba, así como así en un museo; se necesita cierto equipo, aunque admito que hablo desde el conocimiento de las películas del género. Quiero decir, ese tipo de cosas suelen ser blanco de gente más… hummm ¿sofisticada?

Casey siguió haciendo bailar el bate de un lado a otro.

- No lo sé, pero ya lo habéis oído tan bien como yo. Además de momento la policía no tiene ninguna pista sobre quién pudo robarlo, pero se ofrece una notable recompensa porque el propietario es un ricachón que lo cedió de manera temporal al museo para una exposición impresionista o algo así. ¡Y tenemos la oportunidad de recuperarlo! ¡Chicos, esto es lo que yo llamo anotarse un buen tanto!

Raphael se encogió de hombros y sonrió.

- El cuadro me da igual Case, pero no te pongo pegas a darles una charla a esos tipos sobre que robar está mal. Además, si pagan por recuperarlo así podrás comprarte ese fantástico deportivo de la revista…

- ¡Ouh yeah! – exclamó Casey, tras unos segundos de silencio, pues no se le había ocurrido – ¿Entonces estáis listos para la acción?

Raphael miró a Gioconda, que le asintió ligeramente con la cabeza. Entonces la tortuga se volvió a Casey.

- ¿Tú qué crees, colega?



A pesar de que los Harley’s Demons eran malos tipos Raphael tuvo que reconocer que tenían muy buen gusto en cuanto al tema de las motos se refería. Las devoró con los ojos cuando pasaron por su lado unos escasos minutos después. Como adicto a la adrenalina que era le encantaban las motocicletas y él mismo tenía una: la caparamoto, un regalo de Donatello y que estrenó la noche en que precisamente salvaron a Casey de aquella emboscada de los Dragones Púrpura en Central Park. Chasqueó la lengua: si hubiera sabido a lo que venían lo mismo la hubiera traído, viajar en ella hubiera sido mil veces mejor que en la traqueteante furgoneta de Jones. Hubiera podido fardar de vehículo, aunque también podría hacerlo con cualquiera de esas preciosidades que estaban aparcadas ahí fuera, pero descartó semejante idea porque los Harley’s Demons no era una pandilla con la que quisieras juntarte para hacer buenas migas. Además estaba seguro que aquellas motos no tenían las mejoras que tenía la suya.

Sacudió la cabeza apartando semejante fantasía y observó cómo Casey les llevaba hasta la parte trasera del local, que era la misma que usaban para sacar la basura, a juzgar por la cantidad de ella que había en los alrededores del acceso. Tras comprobar que no había moros en la costa abrió la puerta e hizo que Raphael y Gioconda pasaran primero; por último y tras echar otra ojeada les siguió cerrando la puerta tras de sí.


Como se ha dicho la música rock tronaba con tanta intensidad en el bar que podía escucharse desde la calle por lo que no era necesario ser sigiloso. Tampoco se encontraron con nadie en lo que caminaban para acceder a la parte delantera, donde estaría la banda reunida.

El bar contaba con un techo alto de vigas de madera oscura mientras que la parte de abajo estaba iluminada por luces variadas, usando bombillas corrientes hasta luces de neón, si bien no daban demasiada luz, dejando algunas zonas del bar mejor iluminadas que otras. De todos modos, no se necesitaba mucha luz para ver que no se trataba de un lugar pulcro y aseado.

Los Harley’s Demon presentes, pues no era la totalidad de la banda, se lo estaban pasando en grande bebiendo cerveza, jugando al billar, a los dardos o a las cartas. Montaban una buena escandalera y se les oía a pesar de la música alta y no había prácticamente más clientela en el lugar, excepto alguno de los parroquianos del barrio que se limitaban a beber y a fumar a su aire: una de las normas implícitas en este tipo de tugurios era que cada cual a sus asuntos, salvo que quisieras buscar problemas.  El hombre que atendía la barra, un tipo calvo y corpulento de mirada intimidante, frotaba un vaso blanquecino con un paño. El lugar tenía hasta un pequeño escenario repleto de cajas de botellas y tan destartalado y ruinoso que Raphael supuso que no se utilizaba para nada más que acumular porquería. 

Raphael, Casey y Gioconda habían avanzado hasta llegar a la parte posterior del escenario y se mantenía ocultos tras el telón. Casey se adelantó y tomó la raída tela, tirando ligeramente de ella para ver el panorama. Pareció asentir y se volvió, soltando el telón de un desvaído color rojo.

- Bueno, bueno. Parece que tenemos toda la carne en el asador, chicos – dijo.

- ¡Bien hecha y en su punto, Jones, como a mí me gusta! – exclamó Raphael con bastante entusiasmo.

Ambos miraron entonces a Gioconda, que les observó durante unos segundos sin comprender lo que esperaban de ella.

- Ahora es cuando se supone que tienes que decir algo con chispa y clase – le instruyó Raphael, pues en la furgoneta mientras venían de camino le había preguntado que si quería convertirse en una vigilante como ellos y la muchacha había dicho que sí – Es como un ritual preparatorio a la trifulca.

- ¡Oh! ¡Vale! – asintió ella. Inspiró y alzó un puño- ¡Y ahora es cuando comemos hasta reventar! 

Casey y Raphael se le quedaron mirando unos instantes mientras la música rock coreaba de fondo e intercambiaron una mirada cómplice.

- Bueno, no está mal – comentó Raphael mientras Casey, más generoso, alzaba un pulgar.

Gioconda se encogió de hombros con una sonrisita tímida. Y sin más preámbulos entraron a escena.


A pesar de lo alta que estaba la música y de que la mayoría estaban ocupados con diversos entretenimientos como hemos visto los motoristas se fijaron enseguida de la panda de excéntricos que habían aparecido en el escenario. Se fueron dando codazos los unos a los otros, en ocasiones señalando a los recién llegados y algunos hasta se rieron en un principio, pero, en esencia, sus expresiones variaban desde la expectación, malas pulgas y guasa. Alguien detuvo la música de sopetón y todo el bar quedó imbuido por un silencio incómodo salvo por alguna tos aislada.

Uno de los dos hombres que habían visto charlar afuera, el del pañuelo, que era el miembro con más rango que había en ese momento de los Harley’s Demons, estudió al trío: el tipo del centro era alto y fuerte e iba ataviado con una máscara de hockey y un bate de béisbol en sus manos enguantadas. Y era el más normal de aquellos tres. Porque los otros dos…. bueno, aún no estaban en febrero para el carnaval pero a la derecha del de la máscara había un tipo disfrazado de lo que le pareció una tortuga, con antifaz rojo y dos tridentes en las manos.  Estaba casi seguro que era una tortuga porque de niño tuvo una aunque no por mucho tiempo porque se le murió por comer un trozo de salami. A su izquierda había lo que parecía una chica menuda y delgada, que llevaba una especie de bata y sostenía una cadena larga entre sus manos. También parecía ir disfrazada de algún tipo de lagarto o algo así.

- ¿Quiénes son estos bichos raros, Phil? – le preguntó al tipo de la barra.

- No… tengo… ni la más… remota idea.

Uno de los moteros que estaba más cerca del escenario, un tipo grande y robusto de espesa melena pelirroja que parecía un oso, se levantó. Llevaba un bonito collar de estilo tribal con lo que parecían huesos de algún animal, un chaleco abierto que dejaba ver su torso desnudo y vaqueros negros. Les señaló con un dedo grueso.

- ¿Quién coño sois vosotros tres? – les preguntó - ¿Acaso no sabéis que esto es una fiesta privada?

Algunos le secundaron con un “¡Sí!”. El tipo disfrazado de tortuga se adelantó un paso, pareciendo dispuesto a contestarle; quizá fuera también de los apasionados. Chopper en cambio se limitaba a observar en silencio, quizá por la frialdad que había heredado de sus antepasados vikingos. Debía reconocer que era el mejor disfraz que había visto en toda su vida. 

- ¡Precisamente por eso hemos venido! – dijo con una voz ruda y con un marcado acento de Brooklyn – A mis amigos y a mí nos encantan las fiestas. ¿Acaso no se nota?

Conque un listillo. Chopper no pudo evitar reaccionar al fin: esbozó una sonrisa, se sacó el palillo de entre los dientes, apartó a la camarera que tenía al lado y que se había quedado congelada en la posición de servirle la suculenta hamburguesa especialidad de la casa y se puso de pie también. 

- ¿Sabes con quién estás hablando, enano verde? – preguntó en tono de voz peligrosamente amable.

- Veamos… déjame que piense – dijo el tipo, claramente fingiendo - ¡Oh! Ya sé. Con una panda de pringados con chupas. ¿He acertado, guaperas?

Chopper se rió entre dientes, pero cuando apoyó las manos sobre la mesa se notó la tensión en su postura.

- ¿Habéis oído eso muchachos? – dijo, con los dientes apretados - Creo que tenemos a un grupo de analfabetos que no han oído hablar de los Harley’s Demons. 

Sus compañeros estallaron en risas y carcajadas.

- ¿Y vosotros habéis oído hablar de los Vigilantes Justicieros de la ciudad? – preguntó Casey, apuntando hacia Chopper con el bate – Porque deberíais.

Los moteros volvieron a carcajearse, esta vez con más ganas. Chopper simuló meditar la respuesta durante unos instantes y acto seguido escupió a un lado.

- ¿Deberíamos? – preguntó, imitando con burla su voz.

- ¡Yo voto por darles una buena paliza y arrojarlos a la calle! – exclamó el hombre con aspecto de oso. 

- ¡Eso! ¡Menos charla y más acción! – corroboró el que parecía una tortuga.

- Contigo no tengo ni para empezar, retaco.

- ¿Ah sí? ¿Por qué no vienes hasta aquí y me lo demuestras, hombre-oso? O mejor… - Entonces pasó algo totalmente inesperado para Chopper. El tipo que parecía una tortuga dio un salto con una voltereta y aterrizó sobre la mesa a la que estaba Ginger, que le miró con los ojos abiertos por la sorpresa - ¡Voy yo hasta ti! – concluyó y le propinó tal puñetazo que Chopper vio un reguero de sangre salpicando en el aire. Ginger cayó cuan largo era de espaldas con tanta fuerza que sus piernas se alzaron ligeramente cuando su espalda dio en el suelo, para luego caer a continuación, dejando al motorista despatarrado en el suelo.

Se hizo un silencio de lo más incómodo. Chopper observaba atónito a su colega caído, quien no se levantaba. ¿Ese tipo enano acababa de tumbarle de un puñetazo? ¿A Ginger? ¿El mismo Ginger que era capaz de beber de cinco jarras de cerveza a la vez? ¿El mismo Ginger que una vez le rompió una mano a otro tío mazado durante un pulso? ¿Al que le podías romper una silla en la espalda y ni se inmutaba? Eso era… muy improbable, pero… innegable.

El tipo que parecía una tortuga era musculoso pero su tamaño engañaba. ¿Cómo alguien que apenas le llegaba al estómago podía tener tantísima fuerza? El descubrir esto no hizo más que enfadarle aún más.

Agarró la botella de cerveza que tenía a medio consumir y la rompió de un golpe en la mesa.

- ¡A POR ELLOS MUCHACHOS! – exclamó.

Sus compañeros, ya enfurecidos y exaltados por lo que acababa de ocurrir, no hubieran necesitado la orden. NADIE tocaba a un Harley’s Demon y vivía para contarlo. Así que se alzaron tomando todo tipo de armas en sus manos, desde navajas automáticas hasta cadenas, pasando por puños americanos, bates o simplemente sus puños desnudos, dispuestos a dar una paliza de muerte a estos tres insensatos por lo que acababan de hacer.





2 comentarios:

  1. Te has demorado un poquito en publicar pero ha valido la espera. 😊

    Me resultan graciosos esos diálogos entre Casey y Raph, quizás me recuerda a algunos compañeros de la escuela. Gioconda parece que no entiende esos comportamientos 😅

    No sé, los Harley’s Demon parece una panda de tipos agradables, si no fuera porque se dedican a cometer delitos; seguro una buena temporada en la cárcel los devuelve al buen camino 👍

    No lo esperaba pero cuando vi que me estaba acercando al final dije: Otra vez lo va a dejar en lo más emocionante, y así fue ¬¬

    Pinta muy buena esta historia 😛

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, necesitaba tener clara la trama de los motoristas para poder seguir porque aquí ya se intuye un poquito por dónde puede tirar.

      Se supone que Casey es mayor que Raphael pero ya ves lo inmaduro que es; de modo que imagino que sus conversaciones quedan reducidas a esto, por lo poco que he visto de momentos de ambos juntos. Gioconda es también una cría pero puede que sea algo más madura a pesar de todo.

      Creo que a los Harley's Demons se la suda bastante la cárcel, como ya indico XD

      Es lógico dejar las cosas en lo más interesante, así te picas y quiere más.

      Un saludo, gracias por comentar.

      Eliminar