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[Teenage Mutant Ninja Turtles] Los vigilantes - Capítulo I


Era miércoles, el día favorito de la semana de Raphael. Porque todos los miércoles por la noche, salvo que algo se torciera, tenía una cita importante lejos de las alcantarillas, allá arriba en la Gran Manzana. 

Al principio la relación entre Casey Jones y Raphael no empezó con buen pie precisamente pero no tuvo que pasar mucho tiempo para que la tortuga y el joven humano se dieran cuenta de lo compenetrados que estaban. Ambos eran duros, tipos violentos, que necesitaban desfogar sus frustraciones sobre aquellos que hacían el mal en las calles, si bien Casey había llegado hasta esos extremos por circunstancias de la vida muy diferentes a las de Raphael.

Cuando era tan sólo un crío tuvo que ver con sus propios ojos cómo ardía la tienda de su padre, Arnold, a manos del antiguo jefe de los Dragones Púrpura, Hun, porque se negó a ceder a los chantajes de la banda: ellos le ofrecieron protección a cambio de dinero, una protección que por cierto luego nunca existía.  Casey intentó detenerlos pero Hun le golpeó y le amenazó, diciendo que transmitiera a su padre el mensaje de que la próxima vez más le valía pagar. Por supuesto que esto no fue suficiente para que el padre de Casey se amedrentara e intentó denunciar lo sucedido a la policía para ir por los cauces legales; esta decisión le llevaría a la tumba poco después. A partir de entonces Casey Jones desarrolló un odio visceral hacia los Dragones Púrpura y, por extensión, a todos los que eran de su calaña. Siendo ya adulto solía vagar por las calles de la ciudad en plena noche buscando delincuentes a los que golpear con el rostro cubierto por una máscara de hockey, su deporte favorito. Fue en una de esas noches en que conoció a Raphael, que tampoco estaba pasando su mejor época, pues se sentía terriblemente perdido y contrariado por haberse dejado llevar por sus impulsos violentos: si Leonardo no hubiera intervenido habría golpeado duramente a Michelangelo con una tubería de metal, puede que hasta malherirlo o matarlo.

Y cuando Raphael se cruzó con el enmascarado Vigilante y vio la tremenda paliza que les daba a esos delincuentes, no pudo evitar verse reflejado en él y eso hizo que se interpusiera para calmar al misterioso personaje… aunque lo único que consiguió fue que los golpes destinados a esos delincuentes se los llevara él. 

Sin embargo, a raíz de esa noche las tortugas echaron una mano a Casey prestándole su apoyo contra una emboscada traicionera que los Dragones Púrpura le habían preparado en Central Park* y desde entonces se habían hecho buenos amigos; pero de todos los hermanos con quien le unía el vínculo más fuerte era con Raphael.


Era cuestión de tiempo que Casey invitara a Raphael a unirse a sus correrías nocturnas, pero como Casey tenía otras tareas en el mundo de la superficie habían acordado reunirse tan sólo una noche a la semana. 

- El crimen no descansa nunca, pero el resto de las noches me las quedo para mi – había dicho Casey.

Raphael no había mostrado inconveniente puesto que cuando salía nunca daba explicaciones detalladas sobre lo que iba o no iba a hacer, pues sospechaba que sus hermanos no estarían muy de acuerdo. Entonces Raphael solía decirse que cada uno de ellos solía hacer en su tiempo libre lo que les daba la gana: Michelangelo veía el televisor y leía sus cómics mientras se inflaba a patatas fritas grasientas, Donatello estaba siempre con sus inventos y Leonardo solía meditar, practicar con sus ninjatos y leer. ¿Por qué no iba a poder él salir a dar una vuelta y golpear cabezas?

Además gracias a esas incursiones nocturnas habían conocido a Gioconda, una mutante solitaria que ahora vivía con ellos en las alcantarillas.**

Gioconda…

Raphael meditó durante unos instantes mientras observaba a la muchacha ayudar al maestro Splinter a limpiar y ordenar la alcantarilla.

¿Y si la invitaba a unirse a ellos por esa noche? La chica aprendía el arte del ninjutsu rápidamente gracias a los esfuerzos del maestro Splinter. Aparte y con el consentimiento de la vieja rata, Leonardo la instruía en la meditación y en Chi Gong mientras que el propio Raphael la sometía a duras sesiones de ejercicios físicos para tonificar sus músculos, ya que había ganado algo de peso durante su período de convalecencia; poco a poco la mutante inicialmente flacucha iba ganando musculatura.

Supuso que tomar aire fresco le vendría bien y, además así conocería a Casey. Gioconda era muy desconfiada con los humanos por haber sufrido ciertas agresiones cuando vivía en la calle. Al principio cada vez que venía April se alejaba de ella como si la temiera, pero luego la vigilaba desde un rincón con cara de pocos amigos; había costado mucho a la joven humana ganarse la confianza de Gioconda. 

Raphael supuso que conocer a otro humano sólo le ayudaría a perder algo más sus prejuicios para con ellos, por no hablar que sospechaba que ella y Casey se llevarían bien por tener algo en común: odiaban a muerte a los Dragones Púrpura.

Así que estaba decidido. Raphael se aproximó a Gioconda.

- Voy a salir a dar una vuelta. ¿Te vienes, renacuaja?

Ella interrumpió su tarea, le miró con ojos como platos y una sonrisa se extendió por su rostro.

- ¿De verdad? – preguntó, y cuando Raphael asintió se volvió a Splinter - ¿Puedo, maestro?

Splinter lo meditó un momento con una ceja enarcada pero entonces asintió, mirando seriamente a Raphael.

- Gioconda aún está aprendiendo y adaptándose a su nueva vida – le advirtió – No me gustaría que volviera a repetirse un suceso similar al que ocurrió con el mouser***. 

Donatello, quien en esos momentos estaba trabajando en uno de sus inventos se detuvo y giró la cabeza con cierta aprensión reflejada en el rostro para mirar a su maestro, quien ya le observaba con los ojos ligeramente entrecerrados. El maestro aún estaba algo enfadado por lo sucedido aquella vez. 

- Espero que muestres más sentido común y responsabilidad que tu hermano – concluyó Splinter volviendo la atención a Raphael.

- Así lo haré, maestro – asintió éste e hizo un gesto con la mano a Gioconda para que le siguiera. La muchacha le dio a Splinter la escoba y salió corriendo detrás de él.

Splinter les observó marcharse y meneó la cabeza.

- ¿Raphael responsable? – preguntó Leonardo con cierto sarcasmo, aproximándose desde atrás y mirando en la misma dirección que su sensei – No sé, quizá en otra vida.

- Vamos Leonardo, démosle a tu hermano un voto de confianza – alegó el maestro Splinter y a continuación le lanzó una ojeada. Entonces sonrió mientras le ofrecía la escoba - ¿Continúas tú?

Leonardo maldijo para sus adentros mientras Donatello hacía un esfuerzo hercúleo para no soltar una carcajada.

 


Poco después de abandonar las alcantarillas Raphael pensaba en cómo iba a presentarle a la chica a Casey Jones, porque no estaba seguro de cómo reaccionaría ella al verle. Supuso que no le chocaría tanto porque ya conocía a April, de modo que no debería ser tan difícil.

- ¿Adónde vamos? – preguntó Gioconda, mientras le seguía.

Estaban jugando de nuevo a “sigue al líder” ya que Raphael pensó que le vendría bien el ejercicio; el que abría la marcha decidía el destino y los demás debían imitar todos y cada uno de sus movimientos. Normalmente el juego consistía en carreras desenfrenadas donde los hermanos demostraban su pericia y rapidez, esforzándose al máximo con tal de no quedarse atrás. Raphael quería comprobar que ella se mantuviera en excelente forma.

No es que subestimara a Gioconda: la chica había demostrado ser muy capaz en el combate desde antes de comenzar sus clases de ninjutsu y su agilidad era tan buena como la de ellos, incluso puede que más, pues al no tener caparazón tenía mayor libertad de movimientos. Aunque seguía siendo una incógnita cómo había aprendido a pelear de esa manera las tortugas habían decidido no molestarla más con el asunto, pues Gioconda sufría amnesia permanente, de modo que no recordaba nada de su pasado antes de vivir en las calles de Nueva York y acechar a los Dragones Púrpura entre las sombras. Por no saber ni tan siquiera conocía ni su edad ni su auténtico nombre (si es que lo tenía), lo único que tenían de información era un número tatuado en su brazo izquierdo. Por eso había adoptado el nombre que el maestro Splinter había elegido para ella como prueba de su deseo que viviera con ellos de manera indefinida. Gioconda, la de la sonrisa enigmática y misteriosa.

Raphael ejecutó una enrevesada pirueta en el aire y cuando aterrizó a nivel del suelo lo hizo dado la vuelta para mirar a la chica, que en esos momentos aterrizaba enfrente de él ejecutando una maniobra idéntica a la suya salvo por el último giro.

Ya no llevaba la indumentaria que lucía cuando la conoció, consistente en un abrigo negro largo de fieltro, una sudadera raída de color gris con capucha y pantalones oscuros de chándal. Lo único que conservaba de esa época era su pañuelo, que llevaba anudado al cuello por si necesitaba cubrirse el rostro. Ahora había adoptado un look similar a las tortugas, incorporando protectores en los codos y las rodillas, antifaz (en su caso de color rosa, aunque realmente era rojo desteñido pues perteneció antiguamente al propio Raphael) y un kimono que el maestro Splinter había adaptado para ella gracias a su maña para coser. La única razón por la que la chica había insistido en llevar ropa, a diferencia de las tortugas, era porque decía sentirse así más cómoda. En el cinto portaba sus dos tessen y un kusarigama, las armas que había elegido por defecto para pelear.

Se encontraban en un callejón oscuro pero que apenas tenía lugar para un escondite, pues era enano. Aquí era donde había quedado con Casey aquella noche.

- ¿Qué hacemos aquí Raph? – preguntó Gioco, cruzándose de brazos y enarcando una ceja – Has dicho que me lo dirías una vez fuera.

- Eres una impaciente, pero es verdad que dije eso. Hemos venido a jugar a algo que te gusta – explicó Raphael con una sonrisita – Y es a patear traseros.

- ¿Ah sí? ¡Guay! Pero ¿de quiénes?

- ¿Qué más da? ¡A cualquiera que se lo merezca! 

- Me parece bien – replicó ella, encogiéndose de hombros. Puede que no fuera tan temperamental como Raphael pero compartían ciertos gustos- ¿A qué estamos esperando entonces? A no ser que me digas que en ese contendor de basuras hay traseros, cosa que me extrañaría mucho.

Raphael dudó un momento, pero cuando fue a responder tuvo que interrumpirse. Había alguien cerca.

- ¿Raph? ¿Eres tú?

Gioconda dio un respingo y se volvió, llevándose de manera automática las manos a sus tessen, hacia la figura alta que acababa de entrar en el callejón. Raphael la agarró de un brazo y tiró de ella para captar su atención.

- ¡Tranqui renacuaja! – le dijo – Es un amigo…

Ella le miró desconcertada pero el rostro de Raphael no dejaba lugar a dudas de que hablaba en serio. Él la soltó y ella retrocedió en dirección opuesta al recién llegado, mirándole con recelo y curiosidad. Se trataba de un hombre joven, de unos veintitantos años, de pelo oscuro largo hasta los hombros y ojos azules. Vestía una chaqueta vaquera forrada, pantalones de chándal azules con tres bandas blancas en los laterales, zapatillas de color azul de tela y guantes marrones. Era alto y de espaldas anchas y, a pesar de que no se podía ver su cuerpo por tanta ropa, se notaba que era musculoso.

- ¿Quién si no, cabeza de chorlito? Por cierto, hoy vengo acompañado…

- ¡Guauu! – exclamó Casey cuando vio a Gioconda por primera vez y, como estaba acostumbrado al buen estar de las tortugas, se excedió cuando se inclinó hacia ella de manera brusca invadiendo su espacio personal – Pero si es una chica lagar… ¡auh!

Gioconda no se había tomado a bien su acercamiento, por lo que reaccionó a pesar de lo indicado por Raphael y le asestó un revés de abajo hacia arriba emitiendo un siseo amenazador. Le acertó en la nariz. Casey se llevó las manos a cara y Raphael, con los dientes apretados y avergonzado, apartó a Gioconda con brusquedad. 

- ¡Case! ¿Estás bien?

- ¡Uah, tío! Tu amiguita tiene carácter. ¡Me gusta! – respondió Casey mirando con aprobación a Gioconda, si bien manteniendo las distancias. El golpe había sido fuerte pero no le había provocado ninguna hemorragia nasal. Casey había recibido golpes muchísimo más fuertes que ese.

Raphael se calmó al ver que su amigo estaba bien pero miró duramente a Gioconda, que ahora observaba a Casey con el ceño fruncido desde detrás del caparazón de la tortuga.

- ¿Qué mosca te ha picado, niña? – le preguntó Raphael - ¡Te he dicho que es un amigo!

- Tranqui, Raph, no pasa nada, supongo que ha sido culpa mía por acercarme así.

La tortuga suspiró.

- Es que no le gustan los seres humanos, no ha tenido muy buenas experiencias con ellos antes.

- Oh, ya veo… pues lo siento mucho. Oye – agregó, mirando a la chica – Creo que podemos empezar de nuevo, por mí, pelillos a la mar. Me llamo Casey Jones. ¿Y tú?

Ella no respondió enseguida. Raphael, a pesar de que estaba enfadado por su reacción, se dijo que debía tener paciencia con ella. A fin de cuentas, parte de la culpa de lo que acababa de pasar había sido suya, por no haberle avisado antes de que habría alguien más con ellos.

- No pasa nada – le insistió – Es un amigo, como April, aunque no tan listo como ella...

- ¡Ey! ¿Me estás llamando tonto?

- Confío plenamente en él, así que tú puedes hacer lo mismo. ¿Vale?

Al oír el nombre de April Gioconda se relajó notablemente y, aunque seguía sin estar del todo convencida, miró a Raphael y luego a Casey una última vez antes de responder, desviando la mirada.

- Gioconda…

- ¿Gioconda? ¡Es un nombre muy bonito! – alabó Casey, amigablemente - ¡Me gusta!

Raphael no pudo evitar sonreír. Casey podía ser un poco inmaduro y cabeza de chorlito a veces pero era un buen tipo y sabía ser agradable con los demás. Su bien humor ayudó a relajar la tensión en el ambiente y Gioconda no pudo evitar esbozar una tímida sonrisa ante su cumplido, si bien permaneció aún detrás del caparazón de Raphael.

- Si eres amigo de Raph, eres amigo mío – afirmó finalmente tras lanzarle una nueva ojeada, si bien en voz tan baja que casi no se la oía, pero para Casey fue suficiente y asintió satisfecho.

Echas las presentaciones Casey se frotó las manos.

- ¡Bueno! ¡Hoy es miércoles por la noche! Y eso sólo puede significar una cosa…

- Es noche de patear traseros ¡sí! – asintió Raphael y chocó palmas con su amigo - ¿Por dónde vamos a ir hoy?

- ¿Es que vives en las cloacas y no ves las noticias? – preguntó Casey con sorna mientras echaban a andar hacia su furgoneta, que estaba aparcada justo enfrente – En fin, os pondré al corriente mientras vamos de camino. ¡Hoy vengo motorizado!

- ¿En serio? ¿Te has comprado aquel coche de la revista? – preguntó Raphael muy animado.

Casey le había estado enseñando hacía un par de semanas un coche la mar de moderno y bien equipado, con una gran potencia de motor y asientos tapizados en cuero.

- Pues… más o menos…



- ¿En serio Case? – preguntaba Raphael cinco minutos después mientras Casey tomaba una de las avenidas principales.

- ¿Qué tiene de malo la furgo del curro? – le preguntó Casey elevando un pulgar – Es discreta, no gasta mucha gasofa y tira como la seda. ¿Qué mas se le puede pedir?

Raphael soltó un gruñido entre dientes mientras se inclinaba a un lado por la fuerza centrípeta cuando Casey hizo un giro. Gioconda iba sentada delante de él, un tanto tensa a juzgar por sus hombros elevados, las palmas de las manos y pies apoyadas en el suelo del vehículo mientras miraba de un lado a otro cada vez que se hacía un movimiento brusco.

- No he visto peor estabilidad en un vehículo en toda mi vida – gruñó Raphael, que por un momento se había hecho ilusiones de ir en un cochazo de lujo. Apartó de un manotazo una lata vacía rodante de la parte trasera de la furgoneta, donde ambos iban sentados, lejos de miradas indiscretas. A su lado iba la bolsa de golf de Casey y que contenía todo su arsenal: bates de beisbol, palos de golf y bates de cricket. 

- Bueno, es cierto que tiene sus achaques pero… 

- ¿Achaques? Esto es un montón de chatarra andante. Me castañean los dientes por la vibración de la suspensión, juraría que esta parte de aquí - señaló hacia sus pies - está más hundida que la de allí – señaló hacia la de Gioconda - Y además huele como si alguien hubiera matado aquí a un mapache y luego lo hubiera quemado…

- ¡Vale, perdone usted, su majestad! – repuso Casey, sarcástico - ¿A cuántos coches has subido últimamente? La nómina de mecánico**** no me alcanza para un Mercedes ¿sabes? No soy el maldito Rockefeller…

-  Sí, sí, lo que tu digas. Bueno, cuéntame. ¿A quién vamos a aleccionar esta noche si se puede sa…?

Se interrumpió cuando volcó hacia delante junto con Gioconda cuando un frenazo bien brusco sacudió la furgoneta hasta que ésta se detuvo. El claxon bramó bajo la mano de Casey a continuación.

- ¡Los intermitentes están para usarse, pedazo de dominguero, a ver si miras por dónde vas! – gritó y para enfatizar sus palabras agitó un puño por la ventanilla y aplastó el claxon con la otra - ¿Qué me decías? – preguntó suavemente una vez retomó la marcha.

Detrás de él Raphael y Gioconda habían caído hechos un lío y cuando ambos quisieron levantarse se encontraron cara a cara, tan cerca que casi se rozaban sus rostros. La chica dio un respingo cuando se dio cuenta y se apartó bruscamente.

- ¡P-perdona! – se disculpó, encogiéndose en un ovillo y sentándose de nuevo donde estaba. Había vuelto la cara y cerrado con fuerza los ojos porque a esas alturas estaba roja como un tomate.

- No, culpa mía – le contestó Raphael con cierto tono ausente, pues estaba molesto tanto por la interrupción como por la maniobra de Casey. Por tanto, no se dio cuenta de la vergüenza que sacudía a la muchacha. Se dirigió una vez más al conductor – Eh ¿acaso no sabes conducir como una persona normal?

- En la ciudad de Nueva York nadie conduce normal, Rapha – respondió Casey, soltando una risotada – Además no ha sido culpa mía si no de ese cretino dominguero de los...

- ¿Estás seguro de eso?

- ¡Sí!

Raphael le miró muy seriamente.

- ¿Sabes qué?

- ¿Qué?

- Ese “cretino” y tú os sacasteis el carnet en el mismo sitio.

- ¿Ah sí? ¿Dónde, listillo?

Raphael tardó un par de segundos en responder sólo por picarle un poco más.

- En una feria – le dijo, dándole un toquecito con el dedo índice en el hombro para rematar la faena. 

- ¡Te voy a…! – exclamó Casey mientras se giraba bruscamente.

Una nueva sacudida hizo que la furgoneta zigzagueara de un lado a otro mientras Casey envolvía el cuello de Raphael con un brazo para arrastrarlo a la parte delantera con él. La tortuga comenzó a asestarle puñetazos. Ambos se desternillaban de risa. Detrás de ellos Gioconda se puso a soltar toda una sarta de pintorescas maldiciones contra ambos mientras era bamboleada sin piedad de un lado a otro del vehículo.






* Toda la historia de Casey y cómo conoció a las tortugas se nos cuenta en el episodio cuatro de la primera temporada "Presentando Casey Jones".

** Leer mi fic de "Un lugar al que llamar hogar".

*** Leer mi fic de "El topo y el mouser", que también pertenece a esta serie de Historias de la alcantarilla.

**** En la serie de 2003, que yo sepa, no nos dicen a qué se dedica Casey Jones cuando no persigue delincuentes. En los cómics de Mirage se nos decía que era un ex-jugador de hockey (de ahí sus pintas) y termina trabajando en un supermercado como reponedor, pero en la serie animada de 2003 y en la peli de 1990 se ve que es hábil reparando maquinaria. De ahí que haya decidido darle un empleo como mecánico, ya que de algo comerá este señor.

2 comentarios:

  1. Tengo muy pocos recuerdos de Casey Jones en la serie de 1987, lo recuerdo mas por la película de 1990. No sabía de que él y Raph fueran tan compenetrados

    Pensé que la historia se trataría solo de Jones y Raph, pero me alegra que hayas incluido también a Gioconda. Supongo que a eso te refieres con el mini-universo que estas creando... De Lujo 😊

    Primero le di una ojeada y dije: pues, está largita!. Luego, cuando me puse a leer me ha parecido muy muy entretenida, incluso esperaba seguir leyendo más cuando de pronto acabaste la escritura con Raph y Casey riñendo en la furgoneta.

    Ta buenisima! 🤩

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    1. Me pasa lo mismo con Casey que a ti; me hacía gracia en la peli, la verdad. Precisamente por su carácter se llevan tan bien: ambos son impulsivos y violentos, si bien Casey es peor, aunque por lo visto se va suavizando con el tiempo. En las series no se ve tanto esta compenetración como en los cómics pero se percibe. Y en la serie de 2003 Casey es un poco inmaduro y torpe también, más graciosete... si la sigues viendo ya le conocerás.

      Gioconda es la protagonista principal de estos relatos, tiene que estar aunque obviamente es un OC que no existe en la serie original. Mis relatos se desarrollan en "otro nivel de la torre", como otra de esas dimensiones como se ve en la peli de "Turtles forever" (2009): por un lado está la serie de 2003 donde ella no existe pero luego está esta otra dimensión donde esta chica existe. Pasarán cosas similares pero a la vez otras diferentes... no sé si pillas por donde voy jejeje

      Un saludo! Me alegro que te haya gustado el episodio.

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