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[Teenage Mutant Ninja Turtles] El topo y el mouser - Capítulo VIII (Final)


A pesar de que dieron un rodeo para intentar acceder a la guarida de Dirtbag desde los otros dos accesos no había nada que hacer. El lugar había colapsado por completo. Donatello se sintió un tanto apesadumbrado: no había sido su intención que Dirtbag muriese pero no habían podido hacer nada por evitarlo.

Se volvió a una extrañamente cabizbaja y taciturna Gioconda. Parecía mucho más afectada que él por todo lo sucedido. Tenía el pelo revuelto, la coleta casi deshecha y estaba sucia por el agua de alcantarilla y el polvo.

- No… no hay nada que hacer – le anunció Donatello.

Miró al mouser que permanecía al lado de Gioconda, alzando la cabeza abollada como si esperase deseoso un comando de la chica. Había desaparecido la fatídica luz roja y su comportamiento volvía a ser normal.

- Será mejor que volvamos a casa – dijo.

Ella no le contestó pero le siguió cuando él echó a andar.

 

 ¿Por qué Gioconda parecía tan afectada por la muerte de Dirtbag? Por supuesto que Donatello también la lamentaba pero viendo su devastación parecía que la chica hubiera perdido a alguien muy importante. Le estuvo dando vueltas, lanzando miradas fugaces por encima de su caparazón hacia ella. Sentía mucha curiosidad pero no se decidía a importunarla; sabía por propia experiencia que Gioconda era muy reservada y si le presionabas o insistías lo único que conseguías es que se cerrase más en banda. Lo mejor era esperar, darle un respiro y ella misma se decidiría a contarlo… o puede que no. Donatello se encogió internamente de hombros: contarlo era decisión de ella y de nadie más.

- Ha sido por mi culpa – musitó, haciendo que Donatello se detuviera – Si no hubiera insistido en reparar a Seymour nada de esto habría sucedido.

- No, Gioco, no ha sido culpa tuya – dijo Donatello volviéndose – Seymour sólo intentaba protegerte. Si hay un culpable, ese soy yo: creo que mi código ha sido más perjudicial que beneficioso en este caso. No era mi intención lastimar a nadie pero…

Ella le miró y pareció apurada por su tristeza. Torció el gesto y miró a Seymour, quien dio un pequeño respingo al ver que retenía su atención y siguió “mirándola” con la cabeza alzada. En un principio había apartado al mouser cuando éste la tocó con la cabeza al poco de iniciar el camino de regreso a la guarida pero ahora se sentía terriblemente culpable.

- Eres un montón de chatarra pero aún así te quiero mucho y no me puedo enfadar contigo – dijo Gioconda, mirando al mouser con cierta pena. Se agachó y puso una mano en la cabeza del mouser, que se ladeó para adaptarse mejor a su mano y aumentar el contacto, tal como haría una mascota viva – Es una lástima que Dirtbag tampoco quisiera escucharnos…

- Respecto a eso – carraspeó Donatello - ¿Qué quisiste decirme? Mencionaste algo de un número…

Como estaba agachada con el rostro oculto por el flequillo no pudo ver el cambio en la expresión de la chica, que apretó los labios. Tuvo que hacer todo un esfuerzo para no llevarse la mano derecha al antebrazo izquierdo, donde tenía aquel pequeño tatuaje. Por supuesto que las tortugas conocían la existencia del número, la descubrieron cuando Splinter y Donatello tuvieron que desnudarla para poderle curar la lesión en las costillas que sufrió a mano de Hun. Hasta entonces había estado oculto por la sudadera que la chica llevaba cuando los conoció y, cuando le preguntaron por él, ella se encogió de hombros. Donatello había teorizado conque la mutación de Gioconda no fuera casual como la suya si no intencionada y que ese número fuera una referencia de un control interno de un hipotético laboratorio que hubiera expuesto a la lagartija a un agente mutágeno con el fin de crear algo más. Pero sólo era una teoría y la amnesia de Gioconda no permitía que pudieran saber más.

Sí, las tortugas conocían el número de Gioconda pero ella sabía que Donatello no había visto el otro número en el brazo de Dirtbag. Los números los conectaban, hacía que ambos tuvieran algo en común. Y con la muerte del topo Gioconda había perdido la oportunidad de conocer algo más de su pasado… en fin, suspiró para sus adentros, lo hecho hecho estaba. Quizá con el tiempo consiguiera averiguarlo porque recuperara sus recuerdos. No quería pensar más en el tema, sólo conseguiría sentir un tremendo dolor de cabeza como recompensa a sus esfuerzos y no tenía ganas, muchas gracias.

Había valorado la opción de contárselo a Donnie pero ¿de qué serviría? Lo único que conseguiría es que la tortuga se sintiera peor de lo que ya se sentía por arruinar la posibilidad de que ella despejase aquella incógnita de su vida. Gioconda descubrió que no podía verle triste, como tampoco podía haber visto triste ni a Raphael, ni a Michelangelo, ni a Leonardo ni al maestro Splinter y mucho menos por su culpa.

Así que tragó saliva, frunció el ceño y asintió internamente. Debía dejar de mostrarse vulnerable y abatida, debía alzar la cabeza y continuar adelante. Era la ley de la calle: sólo sobreviven los más fuertes. Y ella se había propuesto no ser débil nunca más.

 

Se aproximó a Donatello y le puso una mano en el hombro.

- Eh – le dijo, para que él la mirase – Sólo intentabas protegerme con esas directrices. No has hecho nada malo. Solo hemos tenido mala suerte… en cuanto a lo que dije… ¡bah! Yo qué sé, me había golpeado la cabeza y acababan de estrangularme, creo que no sabía ni lo que decía, porque ni me acuerdo – le dedicó una media sonrisa y él se la devolvió, lo que le produjo un gran alivio.

- Es que pareces tan triste por la muerte de Dirtbag…

- Es que ha sido algo muy triste – admitió ella, agachando la cabeza. No estaba diciendo ninguna mentira después de todo – Yo tampoco quería que nadie saliera herido pero supongo que hay veces que las cosas están fuera de nuestro control y no podemos hacer nada por cambiarlas. De modo que no tiene sentido que le demos más vueltas. ¿No crees?

Donatello la miró, complacido por semejantes palabras. Le sonaban muy maduras para provenir de ella pero asintió con la cabeza.

- No obstante creo que Seymour no saldrá en una temporada…

- Sí, necesita unos ajustes – corroboró ella apresuradamente – Creo que será un buen castigo para él por haberse pasado siete pueblos. En vez de salvarme….

- Casi te mata… y a mi también…

Se hubieran reído pero recordaron a Dirtbag y las risas se ahogaron en sus gargantas. Donatello se volvió.

- Será mejor que nos demos prisa en volver o si no, nos la tendremos que ver con el maestro Splinter por llegar tan tarde…

- ¡OSTRAS! – exclamó ella con los ojos apunto de salirse de las órbitas pues lo único que había pensado según mencionó Don lo de regresar era en una buena ducha caliente- ¡¿Qué hora es?!

Donatello sacudió la cabeza. Definitivamente tendrían que dar explicaciones a los demás de todo lo sucedido; sabía que a esas alturas estarían preocupados por ellos y con razón. En teoría sólo habían salido para buscar suministros y no para evitar los atracos de las joyerías de la ciudad. Entonces reparó de nuevo en el aspecto desaliñado de Gioconda y tragó saliva, pues el sensei siempre les decía que tuvieran especial atención en que ella no se metiera en líos y que hicieran todo lo posible por protegerla.

Rectificó: lo que definitivamente iba a suceder era que el maestro Splinter le iba a matar.


FIN



2 comentarios:

  1. Sin duda no es el final que esperaba (me refiero al derrumbe), pero aun así me ha gustado... es bastante lógico que Gioconda reaccione así,

    Ademas ha calzado bien el asunto del mouser en todo esto, después de todo así es como empezó la historia. Quedó perfecto 👌

    Me ha dejado con un sabor amargo pero refrescante, como una cerveza; creo que necesitaré un par después de haber leído 😛🍺

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    Respuestas
    1. Soy una maniática de la coherencia, aunque ésta a veces es un tanto subjetiva. No siempre tus personajes deben actuar de forma coherente, hay muchos factores que pueden influir en ello.

      Madre mía, te ha afectado casi tanto como a Gioconda. Pray for Dirtbag.

      Me alegro que te haya gustado esta mini-historia. ¡Próximamente más!

      Un saludito

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