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[Crash Bandicoot] Universos entremezclados - Epílogo


La luz del atardecer bañaba al archipiélago Wumpa una vez más. Ese día los indígenas celebraban una festividad en honor a uno de sus dioses, por lo que las hogueras se elevaban altas y figuras ataviadas únicamente con taparrabos pero pintadas con intrincados diseños se balanceaban de un lado a otro alrededor de los fuegos al son de los tambores y los cánticos. El jefe de la tribu Papu Papu observaba ensimismado y orgulloso el ritual. Situado a su lado estaba el médico-brujo, cuyo rostro quedaba oculto por una máscara ceremonial adornada con diferentes plumas, murmurando salmos y agitando su báculo dando su aprobación a la ceremonia, llamando así a sus dioses.

Papu Papu desvió la mirada hacia el horizonte; aunque no podía ver los edificios sabía que estaban ahí gracias a la espesa nube negra que siempre rodeaba aquel castillo. Desde hacía años ya no sólo celebraban los rituales con el único propósito de honrar a sus dioses, en sus plegarias se unían deseos y ruegos de que sus dioses expulsaran a aquellos hombres blancos que tanto daño estaban causando a su entorno, sobre todo aquél que decía ser el jefe; algunos le tenían miedo porque aseguraban que les recordaba al mismísimo dios Wambeen, pues era capaz de lanzar rayos a voluntad y parecía que el mal emanaba de cuerpo. Papu Papu no creía en esa afirmación, a pesar de que vio su demostración de fuerza al poco de asentarse en la isla; cuando acudieron a conocerle y vieron sus malas intenciones intentaron expulsarle pero él usó sus armas para someterlos, lo que conllevó a pérdidas materiales y, lo peor de todo, vidas humanas. Papu Papu retiró a su pueblo, pues nada podían hacer contra aquellas armas de fuego y muerte, y dejó a los intrusos instalarse en la isla exterior. A pesar de lo que vio él estaba convencido que aquel hombre era de carne y hueso, igual que ellos, sólo que rodeado de objetos especiales llamados “tecnología”, como  hacía el resto de la gente que vivía lejos del archipiélago. Tenía que llegar el día en que fuera expulsado y poder tener una vida pacífica y tranquila, como antes…

Papu Papu sacudió la cabeza para alejar estos pensamientos. Decidió que lo mejor que podía hacer era unirse a los cánticos, deseando con fervor que algún día sus plegarias fueran escuchadas finalmente por los dioses.



Ya estaba lo bastante oscuro como para que Neo distinguiera los lejanos resplandores en la isla de los indígenas; hoy tenían fiesta. Sabía que no era el motivo pero parecían alegrarse por su situación; él mismo se sorprendía de la suerte que tuvo al librarse de un castigo atroz que pensaba que caería sobre él cuando Uka-Uka se enteró de todo aquél revuelo hacía casi un año, cuando todo ocurrió. Aun así estuvo más de una semana con temblor de rodillas del rapapolvo que le cayó. Fue por todo, pero sobre todo por perder a la dragona. Aunque alguna vez la había visto jamás intentó recuperarla por miedo a lo que pudiera hacerle. Aún no había encontrado su hogar y seguía atrapada aquí pero por suerte ella parecía comprender las dificultades y se limitaba a recordarle, desde la distancia, que seguía esperando.

Él no fue tan benevolente con sus subordinados; sometió a todos los mutantes de nuevo al Vortex por su rebelión y les castigó con una bajada de salario importante. Y su colega y ayudante principal, Brio, ya tenía bastante advertencia sobre lo que sucedería si volvía a fallarle.

En cuanto a todo lo que había pasado… Guardó a buen recaudo, junto con la cinta roja y una carta bastante personal, la nota con las coordenadas de aquella dimensión y el cristal que una vez entregó y le fue devuelto. No sabía si volvería a ver alguna vez a su real propietaria pero no quería albergar esperanzas inútiles. Por ello, al igual que estos materiales, todo lo que significaban a nivel emocional lo encerró en lo más profundo de su ser bajo capas y capas de frío metal.


Pero nada de esto tenía importancia y menos esta noche, pues estaba un paso más cerca de lograr sus objetivos.


Había estado inmerso en sus experimentos buscando al comando perfecto; un equilibrio adecuado entre mente y cuerpo que dirigiera al resto en su afán por conquistar el mundo. Había descartado a todos los mutantes que tenía en ese momento porque ninguno resultaba apto: o demasiado enclenques o demasiado estúpidos.

Pero con el tiempo creyó haber dado con la especie apropiada a sus designios. Tres fueron los ejemplares que trajeron sus ayudantes. Bandicoots: un macho, dos hembras. Todos fueron sometidos al E-Volvo con óptimos resultados y aunque se trataban de especímenes inmaduros, no tanto como con el desertor de Lumpa, contaba con poder compensar ese problema con el propio E-Volvo.

La hembra más madura, a pesar de que había tenido un desarrollo físico importante, no le servía como comando por lo que la descartó enseguida si bien la conservó como reclamo para el macho, pues parecía haber desarrollado un vínculo afectuoso con ella. Quizá le fuera útil en el futuro con fines reproductivos.

La otra hembra, más joven, sí que parecía superior en intelecto pero inferior a nivel físico que el macho; Neo la apartó como segundo plan por si todo salía mal con él. Además este ejemplar en concreto también tenía un fuerte vínculo con el macho, pero no a nivel reproductivo, y decidió dejarla separada porque se ponía especialmente agresiva cuando le ponían las manos encima a él.

Y qué decir del macho... Sonrió y se volvió para contemplarle.


El bandicoot se encontraba atado en la mesa del E-Volvo; quería aplicarle una última sesión y luego meterle en el Vortex de nuevo. Normalmente era dócil y manejable pero tenía una asombrosa fuerza para su tamaño y era capaz de hacer bastante daño si se lo proponía. También les había liado alguna en el laboratorio en más de una ocasión pero los científicos lo permitían pensando en que era el ejemplar que tanto habían buscado. Por su temperamento, decidió llamarle Crash, pues era el sonido que más se escuchaba a su alrededor cuando se le dejaba suelto.

El único problema es que, por alguna razón, rechazó el Vortex cuando se lo aplicaron la primera vez. De todos modos Neo, tras arduas revisiones, creía haber superado el problema y ahora lo tenía todo listo a pesar de que Brio se mostraba reticente. Aguafiestas.


Crash miraba con sus grandes ojos verdes la máquina que tenía encima y temblaba ligeramente mientras Brio revoloteaba a su alrededor haciendo los últimos ajustes. Estaba asustado, pero eso le pasaba hasta al más grande: todos tenían miedo de las maquinas del laboratorio, porque les provocaban dolor.


Neo se acercó a la palanca, impaciente por empezar, aunque tenía que esperar a que Brio supervisara las lecturas.


Lleno de optimismo, estaba seguro que todo iba a salir muy pero que muy bien de ahora en adelante…


1 comentario:

  1. ¿En serio? Pues sí, bandicoot es una especie de marsupial y eso significa que es exclusivo de Australia.

    Hay secuela, aunque la tengo incompleta, la iré subiendo próximamente por aquí, a ver si me animo y la acabo, porque estaba en la recta final.

    No sé tío, lo soñé sin más, agregué algún que otro detalle y especifiqué el sexo del dragón porque se me ocurrió una idea para posteriori.

    Lo de la cinta roja ya se explicará en otra ocasión ;)

    Gracias por responder.

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