Listado de fics del blog

Dale al título para ver el listado completo. Te animo a que me dejes un comentario si detectas algún link roto o erróneo. Con ánimo de que o...

[Crash Bandicoot] Universos entremezclados 2 -- Capítulo IX - Sesión de hipnotismo


La reunión estaba siendo un auténtico fracaso pues nadie se ponía de acuerdo sobre cuál sería el siguiente paso a dar. Por mucho que insistieron interrogando a Koala y al doctor Roo estos no pudieron darles absolutamente ninguna pista más de lo que ya sabían.

Todos se habían enzarzado en una acalorada discusión en la que hablaban a la vez sin entenderse nada. Neo increpaba a Brio por no estar más pendiente de sus mutantes ni de sus archivos, puesto que anteriormente alguien le había robado ciertos planos, y por tardar tanto en avisarle a él, su jefe, de todo esto. Brio a su vez increpaba a Koala y Roo instándoles a que se esforzaran en recordar algo, luego Neo volvía a gritar exigiendo a Gin resultados de su análisis de las grabaciones del almacén y éste se disculpaba alegando no tener nada aún y que necesitaba algo más de tiempo. Nina les llamaba inútiles a todos y Koala sólo insistía en que le dolía la cabeza y quería echarse un sueñecito.

Los únicos que guardaban silencio eran Lumpa, Roo y Ana: el primero estaba demasiado ocupado roncando hecho un ovillo en su asiento (¿cómo podía dormir con semejante griterío a su alrededor?) y Roo parecía totalmente devastado. 

Sentada en el asiento del doctor N.Tropy sin saberlo, pues el viajero del tiempo se encontraba de vacaciones, Ana se masajeaba las sienes y volvía a tomar otro sorbo de café: estaba muy cansada y, como a Koala, se le estaba poniendo dolor de cabeza. Se estaba más que hartando de ese despropósito de esta Reunión de Emergencia de Villanos y lo único que realmente le apetecía en ese momento era dormir, igual que el pequeño Lumpa.

Entonces se percató de que Roo pasaba de su estado apático a esbozar una mueca de determinación. Intentó meter baza, pero no se hacía oír entre el tumulto. Ana se inclinó hacia él pues estaban uno al lado del otro:

- ¿Va todo bien?

- Ahora que he tomado una decisión, sí. 

- ¿Decisión? ¿A qué te refieres?

- Por miedo he estado retrasando la conclusión de una idea a la que llevo dando vueltas desde que abandonamos el desierto. Me he dado cuenta de que si queremos avanzar para estar prevenidos antes del siguiente golpe debo plantearla. Si tan sólo quisieran escucharme…

Ante la noticia Ana se despabiló de golpe y empezó a dar voces también, pero no se hacía oír. Finalmente se hartó y dio tal puñetazo sobre la mesa que algunas de las tazas de café se volcaron y Lumpa saltó de su asiento, volviéndose automáticamente hacia Neo lanzando un gruñido.

- ¡YA VALE…! – gritó la chica, las siguientes dos palabras fueron tan vulgares que mejor no las incluiremos.

Su demostración tuvo el efecto deseado, pues todos se callaron y se la quedaron mirando con la boca abierta.

- E-eso no es propio de una señorita – le regañó Gin.

- Ha estado bien – admitió Nina, con una sonrisa torcida.

Lumpa empezó a desternillarse de risa haciendo un ruido similar al de un cerdito, pero cesó cuando Ana le lanzó una mirada de advertencia.

- No me extraña que vuestros planes salgan mal si os dedicáis a exponerlos así, de esta manera tan ordenada y civilizada – dijo Ana, carraspeando, hablando más suave pero no menos mordaz ni sarcástica de lo acostumbrado.

Neo frunció el ceño.

- Eso ha sido un golpe bajo ¿sabes? Somos científicos… bueno, al menos algunos de los que estamos en esta mesa. Y, por tanto, sumamente inteligentes y distinguidos – replicó Neo con pompa.

- Pues demostradlo: en vez de discutir sin tino quizá debierais prestar más atención porque el doctor Roo quiere compartir algo con todos nosotros, una idea que cree que puede ser útil para avanzar de una vez por todas en este mar de enredos – continuó Ana. Miró al canguro – ¿Doctor Roo? Adelante.

Neo se cruzó de brazos enfurruñado.

- Sigo sin entender por qué un canguro loco tiene el título de doctor. Hoy día dan el puñetero título a cualquiera – murmuró más para sí que para el resto mientras Roo se aclaraba la garganta.

- Veréis, he estado reflexionando desde que el doctor Cortex mencionó lo del extraño color de ojos del Sr. Kong aquí presente – éste se enderezó encantado y atónito de que se dirigieran a él tan formalmente – Esto fue tras el incidente en la carretera; ya saben, aquello del control mental, las pérdidas de memoria… Ehm, me ha recordado a mí mismo – hizo una pausa, pero nadie hizo ningún comentario, de modo que se limitó a seguir. Respiró hondo – Q-quiero decir, es similar a cuando yo estoy bajo la influencia de… del Otro. Él toma las riendas de mi cuerpo y yo no soy consciente de lo que hace u ocurre. Y cuando me despierto no recuerdo absolutamente nada, pero me encuentro a lo mejor en un sitio donde antes no estaba, viendo que han podido pasar días desde mi último recuerdo y que siempre tengo alguna magulladura que ni sé cómo me hice. Me siento como si hubiera estado dormido y andando sonámbulo por ahí… No sé si me explico.

- Sí, te seguimos, pero ¿qué sugieres entonces? – preguntó Ana, con precaución - ¿Acaso quieres que hablemos con… Ripper Roo, por si recuerda algo?

El canguro asintió.

- Eso mismo, doctora Parker. 

- P-pero Roo – intervino Brio - ¿Por qué crees que él re-recordará? Koala no lo hace.

- Porque él no tenía los ojos neblinosos si no sus habituales ojos rojos – cayó en la cuenta Cortex y por primera vez desde que empezó esa reunión sintió un atisbo de esperanza – No estaba bajo el control mental. 

El canguro asintió.

- Lo que significa que aceptó el trabajo de forma voluntaria. Al menos, a esa conclusión he llegado yo.

- No es una mala idea salvo por un punto – observó Neo con una mirada peligrosa – Ripper nunca ha destacado precisamente por ayudar a los demás. No bastará con preguntarle las cuatro cositas que queremos saber y que él desembuche, así sin más. ¿Verdad?

- Soy consciente de eso – contestó Roo y antes de que pudiera decir nada más Ana saltó mirando hacia Cortex, pues conocía bien esa miradita.

- ¡Espera! ¿No estarás insinuando usar la fuerza con él, ¿verdad?

Cortex plantó las manos sobre la mesa.

- Estoy más que dispuesto a llegar a esos extremos si con eso consigo averiguar qué demonios está pasando aquí. Para mi torturar un canguro loco no supone ningún problema…

- ¡NI HABLAR!  

- Doctora Parker – dijo Roo intentando calmarla, pero fue inútil.

Ana se había puesto de pie y con las manos igualmente apoyadas sobre la mesa se inclinó fulminando a Cortex con la mirada, que se encontraba al otro extremo justo enfrente de ella.

- ¡Estando yo aquí no vas a lastimar a nadie más! No me importa si con esas nos quedamos sin saber nada nuevo y eso nos haga tardar meses en dar con alguna pista ¿Acaso ya no te propasaste con ellos lo suficiente en su momento? ¡Son seres vivientes y sintientes! ¡Tendrías que pasar encima de mi cadáver para dañar a cualquiera de ellos! 

- ¿Siempre es así de cargante? – preguntó Gin en un tono confidencial hacia su izquierda.

- Si tú su-supieras – contestó Brio llevándose una mano a la frente y cerrando los ojos.

Nina, sentada a la diestra de su tío, la miraba en silencio con una ceja enarcada y una sonrisita sarcástica. En cuanto a Neo aguantaba con la cabeza ladeada y expresión de disgusto, saturado por los gritos agudos de la muchacha.

- ¿Has terminado ya de chillar? – le preguntó él – No estamos sordos por aquí.

Eso sólo la enfadó más.

- ¡NO pienso tolerarlo! Es… ¡es que me niego, vamos! ¡Tiene que haber otro modo!

- Es que lo hay, doctora Parker, o al menos eso creo – intervino con cierto apuro Roo, consiguiendo captar la atención de Ana.

- ¿Ah sí? ¿Cuál?

- Es lo que intentaba decirle. ¿Qué bases sigue esa terapia que usó conmigo cuando me enseñó la palabra “Eucalipto” para calmar mis nervios?

A Ana se le agrandaron los ojos.

- ¿No te referirás a la hipnosis? 

- ¡Ajá! ¡Hipnosis! Creo que sería la única forma de someter a mi otro yo: con la hipnosis no sólo se conseguiría hacerle salir de un modo controlado si no que podría responder a todas las preguntas que se le hicieran. ¿Cree que sería posible?

Ana no parecía tan convencida. Lanzó una ojeada a Brio, que miraba al canguro pensativo.

- Pues… sí, creo que en principio sí. Podríamos intentarlo, pero ¿estás seguro de que quieres hacerlo?

- No negaré que aborrezco la idea de hacerle salir de nuevo, pero… sí, quiero hacerlo. Por usted… se lo debo, porque es mi amiga y esta situación la está perjudicando.

Ana le miró con dulzura y apoyó una mano en su cabeza.

- ¡Oh, gracias! Eres un cielo… y por favor, tutéame ¿de acuerdo?

Roo sonrió.

- Con mucho gusto.

- Oh, creo que me va a dar una sobredosis de azúcar– rezongó Nina, haciendo el gesto de reprimir una arcada y poniendo los ojos en blanco.

Ana le lanzó una mirada de reproche.

- Tiene razón, vayamos al grano de una vez – dijo Neo con gesto impaciente – Está bien Roo. Si quieres hipnosis, tendrás hipnosis. Pero si eso no sirviera para tener las respuestas que busco…

- En ese caso estoy dispuesto a que use la fuerza si es necesario con tal de averiguar todo lo posible.

- Pero Roo – protestó Ana.

- ¿Estás seguro? – preguntó Cortex en tono persuasivo, juntando las yemas de sus dedos enguantados y esbozando una sonrisa malvada – Luego no te me eches atrás…

- Le doy mi consentimiento ahora que estoy en pleno uso de mis facultades mentales.

Cortex aplaudió y miró a la joven Parker.

- ¡Ja! ¡Trato hecho! ¿Lo ves? Me da su consentimiento, así que ¡chúpate esa!

- Y he aquí al científico inteligente y distinguido– repuso Ana con sarcasmo, cruzándose de brazos y volviendo la cara hacia otro lado.

Gin reprimió una carcajada, tapándose la boca con las manos enguantadas, porque no quería que Cortex le pegara un capón.

- Pero si se llegara al caso quiero que sea la doctora Parker quien decida si procedería o no aplicar esa fuerza – concluyó el canguro.

Neo se puso serio de nuevo.

- ¿Y si me niego a toda la sarta de tonterías que estás diciendo?

- Se quedará sin saber la respuesta y tendrá que seguir dando palos de ciego un tiempo más, quizá lo bastante como para que todos acabemos muertos.

- Puede que no consiga nada con seguirte el juego.

- Si no lo hace, de seguro que no tendrá nada.

El doctor resopló.

- No tiene nada que perder doctor Cortex – insistió Roo – Y tiene mucho que ganar. ¿Hacemos un trato, pues?

- ¡Está bien, está bien! Lo acepto. ¡Pero pobre de ti si no consigo aclarar algo!

Roo aguantó impasible la amenaza.

- Admito que siempre le he tenido miedo, aunque con el paso de los años éste ha ido disminuyendo. Y aquí y ahora, rodeado en parte de amigos, no me preocupa lo más mínimo. He comprendido que ya no puede hacerme más daño del que me hizo en su momento – hizo una pausa – Y ya que vamos a hacerlo quisiera que se tomaran las debidas precauciones. Quiero decir, mi otro yo es violento, errático y destructivo. Y estoy cansado de que cause daño a los demás…

- Te sigo – arguyó Neo de muy buen humor – Eso tiene fácil arreglo.


- ¿Estás seguro de que esto es una buena idea? – le preguntó Ana varios minutos después mientras se aseguraba que el grillete en torno a su cuello, que iba unido a una cadena anclada a la pared, estaba bien cerrado. Éste estaba electrizado y el mando que controlaba la corriente lo tendría la joven Parker: sólo se pulsaría en caso de emergencia.

Roo asintió con la cabeza.

- Me juré hace años que me comportaría como un ser civilizado y haría todo lo posible por enterrar en lo más hondo a mi otro yo - suspiró – Pero por una vez le necesito de verdad. Así que sí, creo que es una buena idea.

- Pero quizá con Koala podamos saberlo también y no sería necesario que tú hicieras todo esto.

- Ya oíste al doctor Cortex, no es probable que Koala recuerde nada porque estaba controlado mentalmente. En cambio, Él tenía sus ojos de siempre: como dije, eso quiere decir que no fue necesario usar el control mental para obligarle a hacer lo que hizo. Participó porque quiso. ¿Lo entiendes? Ripper Roo podrá recordar, Koala Kong no.

Y para intentar tranquilizarla le sonrió, aunque a la chica se le antojó que era de forma triste. Ana se obligó a devolverle una sonrisa, pero entonces sacudió la cabeza. Sacó de su bolsillo el mando que controlaría la corriente, consistente en un único botón.

Cuando Neo se lo había dado le había dicho:

- Me he asegurado de que esté a máxima potencia; ese canguro loco es bastante duro. Así que no te pases con la terapia de choque o se quedará tan chamuscado como si hubiera pasado por la barbacoa de N.Gin – le advirtió.

- No sé si podré hacerlo Roo – confesó – No quiero hacerte daño… podría matarte.

- Debes seguir adelante con el plan si las cosas se tuercen – respondió él – Y por eso precisamente debes ser tú: eres la única que sabrá pararlo antes de hacerme daño de verdad. Sea como sea Ripper no debe quedarse al frente. Confío en ti.

La chica suspiró y volvió a guardarlo.

- Te prometo que sólo lo usaré como última instancia – dijo ella, y le dio un beso en la cabeza - Estás siendo muy valiente, Roo – agregó.

Él se azoró un poquito.

- Sólo quiero saber qué está pasando y ponerle freno de una vez por todas.

Ana asintió y abandonó la celda donde le habían metido, cerrando la puerta de barrotes con llave y dándole ésta al doctor Brio.

Roo apenas pudo disimular una mueca de disgusto cuando ella se alejó. No le gustaba estar encerrado y menos aún entre barrotes – le recordaba su época en las mazmorras del castillo – pero sabía que no había otra opción: si Ripper aparecía no podría herir a nadie ni escaparse si se encontraba encerrado allí.

Tragó saliva mirando al frente, al otro lado de los barrotes, donde Brio se había situado con un reloj de bolsillo que el propio Roo le había prestado. Él se encargaría de sumirle en la hipnosis: aunque la idea original de probar esa terapia fuera de Ana, ya que algo conocía sobre la misma por su amiga psiquiatra Jessica, fue el doctor Brio fue quien tuvo que encargarse de aplicarla tras ser autorizado por el mismo Neo, si bien siempre acompañado de la chica. Y aunque Brio siguió trabajando con Ripper Roo los meses después tras la partida de Ana, el estado mental del canguro se fue deteriorando poco a poco igualmente y por ello el doctor Cortex finalmente se deshizo de él abandonándolo en una de sus islas y dando carpetazo a su expediente bajo el sello de” fracaso” debido a que era incapaz de controlarle debidamente.

Por cierto, que no se veía a ningún Cortex en la sala, tal como había pedido Roo pero eso no significara que no estuvieran allí. Ana se situó al lado de Brio vigilando de cerca todo lo que pasaba, lista para ayudar si se requería, pero sobre todo porque quería transmitir seguridad a Roo. Y él se lo agradecía.

- ¿Has hecho esto alguna vez? – preguntó Ana a Brio – Me refiero, a una sesión de este tipo, más compleja.

- N-no, pero tampoco es que se ne-necesite un máster – repuso él.

- Empezad de una vez – ordenó Neo a través del sistema de megafonía, con tono impaciente.

- S-sí, doc-doctor, enseguida…

Roo lanzó una mirada de soslayo al otro lado de un espejo que sabía que era falso; ahí detrás estaban Neo, Gin, Koala y Nina, muy atentos a todo lo que sucedía allí, otra cosa más que le recordaba a su época en el castillo siendo constantemente monitorizado como un sujeto de prueba. El Vortex apuntando hacia él, las argollas de metal sujetándole contra la fría mesa del laboratorio, las inyecciones, la electricidad recorriendo su cuerpo, el intensísimo dolor… Empezó a agobiarse a pesar de que su antiguo torturador no estuviera a la vista. Ansioso, tuvo un tick y se rascó con una de sus patas traseras, casi compulsivamente, detrás de una de sus orejas, como solía hacer su otro yo.  A veces se rascaba tanto que llegaba a sangrar y…

- ¿Roo? – preguntó la vocecita de Lumpa, consiguiendo que interrumpiera el flujo de pensamientos deprimentes.

El canguro le miró con curiosidad, viendo que agarraba los barrotes y apoyaba su cabeza contra los mismos, como si quisiera entrar.

- ¿Qué quieres Lumpa? – preguntó con amabilidad. Recordaba al cachorro de demonio patoso encargado de la limpieza del castillo y que era blanco continuo de la ira de Cortex, sobre todo porque no sabía hacer bien su trabajo, porque robaba la comida y se quedaba dormido en cualquier rincón. Otro fracaso, como él. Ahora era la mascota de Ana… no, no era exactamente eso, porque él había visto a la chica con el pequeño mutante y no le trataba como tal sino más bien como a un igual: le trataba como a un niño humano. Ese pensamiento positivo le animó un poco.

- Nada, sólo decirte suerte – contestó Lumpa con timidez y se apresuró a correr al lado de Ana.

Roo le dio las gracias mentalmente, conmovido por la ternura e inocencia del pequeño demonio de Tasmania. Hizo una inspiración, intentando calmarse, pero la camisa de fuerza, apretada al máximo, impidió que lo hiciera profundamente. El único motivo por el que seguía llevándola era porque jamás estaba del todo seguro que no fuera a suceder algo que desencadenara la aparición de Ripper. Brio siempre le había advertido que jamás debía quitársela debido a su condición mental y Roo no había podido estar más de acuerdo con él. Además, ya estaba más que acostumbrado a desenvolverse con la ayuda de sus pies.

- Va-va a em-empezar – confirmó Brio.

Roo volvió a tomar aire en la medida de lo posible y miró hacia el reloj que haría de péndulo, a pesar de que éste aún no se había empezado a mover.

- Todo saldrá bien – leyó en los labios de la chica, situada al lado de su antiguo jefe.

Roo siempre se sentía agradecido por su bondad. Siguió fijando la vista en el reloj, que empezó a balancearse de un lado a otro.

- Bien, Roo, ya lo sabes. Quiero que mires este reloj y sigas su movimiento. No pienses en nada, sólo míralo balancearse – comenzó Brio con voz lenta y suave, curiosamente sin tartamudear.

Roo obedeció en todo lo que le dijeron y, cuando el doctor le dijo que empezaría a sentir sueño, así fue como ocurrió. Poco a poco sus ojos oscuros se fueron cerrando, su cabeza y orejas se empezaron a inclinar hacia delante… y enseguida se quedó dormido. Aun así, Brio continuó murmurando, diciéndole que se sumiera en un sueño profundo y que sólo despertaría cuando le dijeran la palabra “Eucalipto” tres veces.

Le hizo varias preguntas rutinarias para asegurarse de que había surtido efecto, luego pidió a Roo que dejara salir a Ripper, porque tenían que hablar con él. La personalidad bondadosa se opuso en un primer momento, porque tenía miedo, pero Brio fue muy persuasivo. Podrían haberle hecho salir con una explosión controlada pero lo que les interesaba era que Ripper estuviera hipnotizado para responder a sus preguntas, de cualquier otro modo, no cooperaría.

Entonces las facciones de Roo, que tenía los ojos cerrados, sufrieron ciertas convulsiones para luego quedar estáticas en una extraña sonrisa sardónica. Ningún sonido salió de su boca, salvo un pequeño gruñido.

Ana miró a Brio de soslayo, preocupada, pero él permanecía impasible.

- ¿Ripper? – preguntó éste - ¿Puedes oírme?

Súbitamente Roo abrió los ojos, unos que ya no eran castaños, sino rojos y amarillos. Una risotada se escapó de una boca entreabierta con la lengua colgando.

- ¡Hola, hola! ¡HE VUELTO!! – gritó con voz estridente y se echó a reír más como una hiena que otra cosa.

Se levantó y empezó a dar saltos por toda la jaula, con la cadena tintineando detrás, haciendo piruetas en el aire que se interrumpían sólo cuando se sacudía por la risa incontrolable. Entonces volvió la cabeza hacia Brio y Parker e intentó lanzarse contra los barrotes, pero entonces la cadena de su cuello se tensó de pronto y le hizo caer de espaldas al suelo, para espanto de Ana, porque haciendo eso corría el riesgo de estrangularse.

Fue un buen costalazo, pero si le había dolido el canguro no lo demostró.

- ¡JAJAJAJA! ¡ENCERRADO! ¡Eso es jugar sucio, doctor! ¡HUEHUEHUE!

- Qui-quiero que te calmes un poco, Ripper, que te sientes y ha-hablemos de forma civilizada – pidió Brio.

Curiosamente eso tuvo efecto sobre el canguro, quien se detuvo y se sentó, obediente. Aunque fuera la otra personalidad de Roo quien ahora dominara su cuerpo ésta también parecía estar hipnotizada, que es lo que querían. A pesar de estarse sentado Ripper seguía sacudiéndose entero por las risotadas y los ticks mientras sus ojos rojos quedaban fijos en Brio; podía estar loco, pero era bastante observador, calculador… y sobre todo peligroso. Comenzó a soltar babilla por la boca entreabierta.

- Está bien… hablemos… huehuehue – concedió riendo entre dientes. A Ana no le gustó nada el modo en que lo dijo.

- Quiero que me digas quién está detrás de los a-ataques al doctor Co-Cortex.

- Hmmmm… huehuehue…. ¿por qué quieres saberlo, doctor Brrrrríííío? – preguntó Ripper, ladeando la cabeza – Tenía entendido que Cortex y tú ya no sois aaaaaamigooooosss…. Jejejejejejeje….

Ana frunció el ceño. Estando hipnotizado se supone que debía responder directamente. ¿O no?

Entonces Roo la miró.

- Vaaya. Hola doctora Paaarker… no tuve ocasión de saludarla debidamente antes…. Jajajajajaja Mis disculpas, pero el doctor Cortex se inmiscuyó en nuestra conversación… Espero no haberle babeado mucho el… huehue…. El peloooo…

- Hola – dijo ella en un tono más seco y sin caer en su provocación, pues lo único que había intentado Ripper era tirarla de un coche en marcha agarrándola con la boca por la coleta.

- Sólo re-responde a mi pregunta, Ripper Roo. ¿Quién e-está detrás de los ataques?

- ¿Quién? Querrás decir… quiénes…. Jajajajajajajaja. Ooohh – agregó creyendo detectar asombro en la cara de Brio - ¿Sorprendido?

- N-no mucho. Ya sabemos que otros mu-mutantes del doctor Co-Cortex están detrás de los ataques…

- Así es, pero ellos no son la mente maestra…

- ¿Y quién es y por qué lo hace?

- ¿Por qué no? Es divertido romper cosas… explotar cosas… jejejejeje A mí con esos argumentos se me convenció enseguida… jajajajaja - Tuvieron que esperar unos segundos a que a Ripper se le pasara la risa - Ellos me convocaron, sólo a mí, pues el Estirado es un blando y un cretino… huehuehue…. ¡un inútil! pero yo… oooh…. Yooo noooo, hahahahaha….

- Pe-pero ¿quién es tu je-je-jefe?

- Se trata de Uka-Uka ¿verdad? – rugió Neo a través del megáfono, retumbando su voz colérica por todo el cuarto.

Ripper ladeó la cabeza hacia el megáfono, con su lengua colgando, y esbozó una sonrisa de niño malo.

- ¡Hoola doctor Corteexxxxxx! Hahahahahaha esscondido, para variar… ¿por qué no se une a nosotrossss? Huehuehuehueee quizá tenga algo guardado para usteeeeeeed…

A diferencia de su contraparte benévola, Ripper Roo no temía a Cortex, aunque le odiaba profundamente y sólo deseaba ajustarle las cuentas por todo lo que le había hecho en el pasado.

- ¡Responde de una vez maldito…! – una sarta de insultos de lo más pintorescos - ¡Brio! ¿No se supone que está hipnotizado? ¡Que desembuche, zoquete!

El canguro se echó a reír de nuevo. 

- Ripper Roo. ¡Contesta! – le instó Brio.

Éste tomó aire un instante.

- ¡Se hacen llamar El Triunvirato! 

Se hizo un incómodo silencio en la sala, sólo interrumpido por las risitas entre dientes de Ripper.

- ¿El Triunvirato? ¿Y quién puñetas son esos? – escupió Neo por megafonía.

El canguro volteó el rostro, ahora sí, hacia el falso espejo.

- No lo sé, no se mostraron. ¡Jujú!

- ¿Dónde están?

- ¡No lo sé! Jajajajajajajaja nunca me dejaron verlo, ni saberlo. ¡Ni siquiera una pista! ¿Acaso no es tronchante?

Neo soltó una palabrota por toda respuesta.

- Pero ¿y yo qué? ¿Qué quieren de mí? – intervino Ana sin poder contenerse.

Ripper la miró y ladeó la cabeza. Su sonrisa se hizo más grande.

- ¿Usted? Usted no vale nada, lastimarla es sólo una forma de dañarle a él… ¡jajajajajajaja! – llegados a este punto se relamió – Nunca fue importante para nadie, salvo para Corteeeeex… jujujú… 

Lumpa se aferró con más fuerza a la pierna de su amiga y gruñó fieramente en dirección al canguro, que por toda respuesta se echó a reír con más fuerza.

- ¿Y qué me dices de los Bandicoot? – preguntó Ana apretando con fuerza el mando que tenía en la mano.

- ¡Oh! No pregunten lo que no puedo responder…

- ¿Qué otros mu-mutantes tiene a su merced el Triunvirato? – preguntó Brio.

Ripper había sufrido otro ataque de risa y había empezado a dar botes de nuevo. Se estaba volviendo a descontrolar.

- Veamos… Dingodile voló el almacén junto con Pinstripe y aquella divertida mujer pelirroja, como también fueron a la casa de los Bandicoot. ¡No sé en qué quedó todo porque yo ya estaba viniendo de camino para acá! ¡Ja ja ja! – miró hacia el espejo - Lo que sí es que el Triunvirato quiere que sufras, doctooor Corteeeex. ¡Ja, ja, ja! ¡Aplastaros a todos, eso quiere! ¡JAJAJAJAJAJAJA! – y empezó de nuevo a reírse hasta que, de pronto se puso agresivo y se lanzó contra los barrotes de nuevo, volviendo a caerse con un gañido por la estrangulación cuando la cadena frenó su avance. Entonces comenzó a golpearse la cabeza contra el suelo una y otra vez - ¡YA OS HE DICHO TODO LO QUE SÉ! ¡AHORA SACADME DE AQUÍÍÍÍ! ¡AAAARGH!

Ana le miró horrorizada con Lumpa temblando aún aferrado en su pierna. Cortex se puso a vociferar algo así como que de eso nada y que aún tenía preguntas para Ripper pero apenas se le entendía nada con los gritos del canguro desquiciado. Brio, quien se había quedado un tanto bloqueado por un instante, consiguió reaccionar finalmente.

- ¡Escúchame Ripper Roo! – gritó – Cu-cuando diga tres veces la palabra “Eucalipto” te irás a dormir de nuevo y dejarás que vuelva el doctor Roo! – exclamó intentando hacerse oír por encima del barullo que montaba el canguro loco.

- ¡QUIEROSALIRQUIEROSALIRQUIEROSALIRQUIEROSALIR!

- ¡Eucalipto! – berreó Brio - ¡Eucalipto! ¡EUCALIPTO!

No surtió efecto alguno. Ripper Roo seguía golpeándose insistentemente.

- ¡Brio! – exclamó Ana - ¿Qué ocurre, por qué no funciona?

- ¡N-no lo sé! ¡Qui-quizá hipnotizamos a Roo pero no a Ripper!

El canguro se rió como un poseso y se detuvo en su arranque autodestructivo. De la naricilla le manaba un hilo de sangre y uno de sus ojos había comenzado a hincharse.

- ¡EN EFECTOOOO! – gritó el canguro! - ¡YO TENGO EL MANDO AHORA! ¡No pienso volverme a dormir! ¡HUEHUEHUEHUE! ¡DEJADME SALIR O MATO AL MOJIGATO DE ROO A GOLPES!

- ¡No seas idiota! – le increpó Brio – ¡Lo único que harás será matarte tú también!

- ¿CREE QUE ME IMPORTA? ¡PREFIERO MORIR ANTES QUE VOLVER A DESAPARECER EN LAS SOMBRAS! ¡YA ESTOY HARTO DE DORMIIIIIRR! ¡QUIERO SALIR! ¡QUIERO SALIIIIIIIIIIIIIIIRRRRRRR! ¡MUAHAHAHAHAHHAAA!

Se volvió y se lanzó contra la pared donde iba anclada la cadena, gimiendo por los golpes, pero sin detenerse. 

- ¡No, para por favor! – chilló Ana - ¡Haced algo! ¡Se va a hacer mucho daño!

- Déjale – repuso Neo con frialdad por el megáfono – Sólo conseguirá quedarse inconsciente. Cuando se despierte volveremos a empezar…

Pero eso no le valía a Ana. Y a Lumpa tampoco, porque llevaba un rato tirándole del pantalón con cara de cordero degollado. Al mirarle la chica recordó el mando. Lo miró con aprensión, pero acababa de tomar la decisión.

Lo alzó apuntando contra el canguro y apretó el botón. Al instante éste quedó paralizado y cayó al suelo de espaldas, comenzando a convulsionarse. Ana levantó el dedo del botón.

Ripper Roo se aflojó, temblando ligeramente de arriba abajo y volvió la cabeza en dirección a la joven.

- Vaya, doctora Parker… es usted una caja llena de sorpresas. ¿De verdad es capaz de hacerle daño a su amigo Roo?

- No, a él no – le respondió ella, reprimiendo lágrimas de rabia – Pero a ti sí. Para de hacer eso ahora mismo y libérale o…

- ¿O qué? ¿Va a seguir apretando su juguetito hasta que nos mate? Él y yo… hemos soportado dolores peores que éste antes, muchas veces… no va a conseguir nada.

- Mentiroso. Roo me lo contó y mi amiga Jessica, que es psiquiatra, me ayudó a entenderlo mejor: cuando os hacían daño tú te replegabas a lo más profundo de su mente y le dejabas a él que asumiera todo ese sufrimiento. A pesar de que surgiste como una defensa al mismo nunca funcionaste como tal, huías con el rabo entre las piernas en cuanto la cosa se ponía fea. Y como no tenías el valor suficiente para afrontarlo desahogabas tus frustraciones con violencia y destrucción. Porque estás loco, pero no eres ningún estúpido ¿verdad?

Por una vez Ripper Roo guardó silencio, ni tan siquiera se reía. Sostuvo la mirada furibunda de la joven Parker, devolviéndole una mirada carmesí teñida de puro odio, aunque en ella la chica creyó ver un leve atisbo de alarma.

- Deja salir al doctor Roo – ordenó Ana, alzando el mando y suspendiendo el dedo sobre el botón – Y no me vengas conque puedo matarle a él también: es mucho más fuerte de lo que tú jamás serás. De modo que tú eliges: o le permites volver por las buenas o te juro que te frío hasta el tuétano. Tienes hasta tres porque entonces pulsaré este botón y vaya si vas a sufrir de verdad.

- No tienes… lo que hay que tener…

Ana optó por ignorarle.

- Uno… dos…


Mientras, en la sala de control…

- ¡Oh, no! ¡No quiero mirar! – exclamó Koala tapándose los ojos con una mano mientras que con la otra usaba un monitor de la sala como mancuerna. ¡Ni siquiera en momentos como ese era capaz de desconectar del todo de ejercicio!

- ¡Tú, que la mosquita muerta va en serio! ¿Hacemos una apuesta sobre si será capaz de cargárselo? – comentó Nina sin despegar los ojos del cristal, muy divertida por el devenir de los acontecimientos – Apuesto 20 pavos a que al final se raja…

- Los veo – se limitó a decir N.Gin mirando con la boca abierta a la muchacha rubia. Entonces se abalanzó sobre el mando del megáfono - ¡VENGA, NENA! ¡DÉJALE SECO!

Cortex, por su parte, salió de su ensimismamiento y apretó el botón para silenciarle. A pesar de que le había gustado muchísimo la reacción de Ana, hasta un punto un tanto vergonzoso que rozaba la excitación, no estaba dispuesto a que se añadiera más leña al fuego. 

No es que le importara especialmente el destino de Ripper Roo, pero no quería acabar con el único personaje que por el momento podía arrojar algo de luz sobre el misterioso Triunvirato. ¿Quiénes eran? ¿Por qué querían acabar con él? ¿Qué les había hecho? Realmente lo único que quería saber era dónde estaban, llegar hasta ellos y aplastarlos de la manera más pintoresca y complicada posible. Y aunque Ripper había dicho que no conocía ni su identidad ni su posición, no quería aún descartarlo. 

De modo que Neo, fijando cautelosamente la vista en Ana, se preparó a su vez dejando un dedo suspendido sobre el botón de “Apagón” … sólo por si acaso.


- ¡TRES!

Y tal como cumpliera con su promesa, Ana apretó el botón. De nuevo Ripper Roo comenzó a sacudirse y soltó un alarido de dolor. La muchacha, pálida y respirando agitadamente, mantuvo el botón pulsado unos cinco segundos y lo soltó. Esperó.

- Aaaah… ufff… harpía apestosa…

De nuevo pulsó el botón y Ripper Roo chilló de nuevo con gran fuerza. Lumpa gimió asustado y escondió la cara, tapándose las orejas con las manos. 

- ¡Babababababababbaaaasssstaaahahahahahaah!

Esta vez Ana contó hasta ocho pero cuando alzó el dedo Ripper siguió sacudiéndose. Confusa, volvió a apretar un segundo y volvió a soltar pero por algún motivo desconocido seguía pasándose la corriente. Machacó literalmente el botón con el dedo, pero no surtió efecto, agitó el mando y volvió a pulsar, pero tampoco funcionó.

Ana Parker, totalmente aterrorizada, pues nunca había lastimado a ningún otro ser vivo, se volvió hacia Brio, que observaba la escena dantesca con ojos como platos, pero éste sacudió la cabeza: él tampoco sabía qué estaba pasando. La chica miró entonces hacia el espejo donde sabía que estaban Cortex y los demás, aunque fue un acto reflejo pues obviamente no podía verlos.

- ¡AAAANNNNNAA! 

La chica volvió a mirar hacia Ripper Roo, llena de espanto. A sus fosas nasales llegó el inconfundible hedor del pelo quemado.

- ¿Doctor Roo? – preguntó con un hilo de voz.

- ¡DDDDDUEEELELELEEEEE!

Soltó un gemido y probó de nuevo con el mando, sin éxito. Entonces se puso a llamar a Cortex a grito pelado… y todo se oscureció súbitamente.

Las tinieblas les envolvieron tan sólo unos instantes antes de que se encendieron las luces de emergencia. Tras los barrotes Ana pudo ver el cuerpo inerte de Roo, tendido de espaldas. Verlo así la hizo reaccionar; dejó caer el mando y con piernas temblorosas se encaminó hacia la jaula y cuando tiró de la puerta ésta no se abrió.

Conmocionada forcejeó con la misma sin apartar los ojos llorosos de su amigo. Una mano la sostuvo de la muñeca; era Brio. La apartó para poder abrir la puerta con la llave correspondiente y cuando lo hubo hecho la chica entró como una exhalación a la celda de Roo seguida de cerca por el doctor. Musitaba atropelladamente y sin parar unas disculpas que no llegaban al destinatario. Se arrodilló a su lado y le liberó de la terrible argolla, lanzándola lejos. Le dio la vuelta para ponerle en posición de decúbito supino: el pobre canguro lucía un aspecto horrible, con todos los cabellos de punta y ennegrecidos en algunas partes, la lengua cayendo entre los dientes de la boca abierta. Brio auscultó apoyando la mano sobre el pecho del canguro y una llorosa Ana se limitó a tomarle de la cabeza y apoyarla en su regazo, acariciándole detrás de una de las orejas. Lumpa, con las orejas gachas, se limitaba estar de pie mirando triste hacia el canguro caído.

La puerta del cuarto se abrió y entraron Cortex, Nina, Gin y Koala, arremolinándose a la entrada de la celda, con el doctor en cabeza.

- ¿Qué? ¿Estiró la pata o no? – preguntó, con su total falta de tacto típica.

Por detrás de él Gin alargaba una mano enguantada hacia Nina que, a regañadientes, hurgaba en su pantalón para sacar la cartera y darle un billete de 20 dólares como habían convenido. Koala, por su parte, observaba apenado la escena sosteniendo aún en una de las manos el monitor que había usado de mancuerna.

Entonces Roo se convulsionó y abrió los ojos de par en par aspirando aire con tanta fuerza que le dio un acceso de tos, sobresaltando a todos los presentes. Ayudado por Ana consiguió sentarse. Brio soltó el aliento y sonrió contento mientras la chica dejaba escapar más lágrimas de puro alivio.

- ¡Uf, carámbanos! – soltó el canguro, con voz ronca y mascando la boca para obligar a su reseca lengua a volver adentro. Sus ojos volvían a ser castaños y no rojos. Ripper se había retirado, al menos por el momento - Eso sí que ha sido intenso, me duelen hasta las cejas – se cortó al ver tantas miradas clavadas en él – ¿Y bien? ¿Qué tal ha ido? ¿Ha resultado mi plan?


1 comentario:

  1. Nina sirve para romper ahí el momento edulcorado, sí.

    No sé si será correcto o no lo que pongo, porque es como lo interpreto yo tras ver películas y leer artículos, sí. Creo que la peli que dices la he visto pero sólo recuerdo el final.

    No está claro si fue o no una buena idea la de Ana, al menos surtió efecto y, después de todo, es lo que le pidió Roo si la cosa se iba de madre, como sí que sucedió.

    Un saludo!

    ResponderEliminar