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[Crash Bandicoot] Universos entremezclados 2 -- Capítulo I - Nadie amenaza a un villano

 


- ¿Has encontrado alguna pista?

- Aún no.

- Maldición...

- Le-le garantizo jefe que el responsable lo pagará muy caro.

El único sonido que se oía en la estancia era el rápido teclear en el ordenador, producto de una atropellada carrera en busca de la solución a la pregunta del millón: ¿quién demonios estaba detrás de todo esto?

Aunque la especialidad de N.Gin fuera el armamento militar también era un experto en programación y seguridad informática, algo lógico al ir todas estas disciplinas de la mano. Pelirrojo, bajito y rechoncho, sus largos y delgados dedos que recordaban a las patas de una araña se movían frenéticos sobre el teclado del ordenador mientras se inclinaba hacia adelante frunciendo el ceño. Sin embargo, lo más llamativo de su aspecto era un cohete que tenía adosado a su cabeza, causante de unas terribles cicatrices que debía ocultar bajo una chapa metálica, por no hablar de los terribles ataques de jaqueca ocasionales y los brotes psicóticos que sufría de vez en cuando producto de lo mismo. A pesar de su actual afiliación N.Gin había trabajado anteriormente para el gobierno estadounidense, concretamente en el departamento armamentístico, hasta que su proyecto sufrió tantos recortes que el accidente fue inevitable; durante unas maniobras rutinarias supervisadas por el joven ingeniero hubo una explosión que mató a varios miembros de su equipo. Parte de la metralla alcanzó a N.Gin de lleno mientras que uno de los cohetes se estrellaba en su cabeza. A pesar de que a duras penas consiguió sobrevivir fue injustamente juzgado por un consejo de guerra cuando aún estaba convaleciente, donde se le destituyó de su empleo comprando su silencio a cambio de evitar que fuera a prisión por homicidio imprudente.

Además de su reputación, su carrera y su orgullo al precio a pagar había que añadirle secuelas tanto físicas como psicológicas, pues a pesar de que él mismo consiguió idear un mecanismo para evitar que el cohete se hundiera más en su cráneo – la extracción era inviable, pues moriría al momento – perdió buena parte de su cordura. Por “suerte” no todo fue malo puesto que no quedó inválido y su intelecto superdotado permaneció intacto.

Este fue sin duda el principal motivo que llevó a la persona que esperaba detrás de él, golpeando el suelo con un pie con nerviosismo, a reclutarle para sus fines... más que por la nostalgia por los tiempos de estudiantes.

Dado el temperamento del Doctor Neo Cortex se podría decir que su espera era paciente, sobre todo teniendo en cuenta que aquel ataque había sido dirigido contra él.

- ¿Las cámaras de seguridad? – preguntó.

- He aquí el quid de la cuestión, doctor…

- No te andes por las ramas, Gin, y contesta de una vez.

N.Gin carraspeó y se rascó la nuca, era un asunto delicado. Había conseguido volcar las copias de seguridad del almacén al servidor antes de que éste volara por los aires. Revisaba las grabaciones del sistema de seguridad pero no había nada sospechoso salvo que justo faltaban las imágenes de los minutos previos a la explosión. ¿Cómo decirle eso a su jefe? 

En fin, buena suerte, chico. Tomó aire.

- Quiero decir que, en apariencia, todo está bien hasta que llegamos al momento clave: no hay grabaciones y en el material que tenemos me temo que no se aprecia nada extraño. Esto me lleva a asegurar que alguien hackeó nuestros sistemas de seguridad, causó todos estos daños y borró cualquier prueba para cubrir su rastro. Si se fija, las cámaras funcionaron bien hasta minutos antes de las doce de la medianoche, que fue justo la hora de la explosión…

- ¿Y cómo es posible que lo hayan pirateado si se supone que era un sistema antihackeo?

Diana. N.Gin tragó saliva.

- E-estoy examinando el registro, doctor Cortex, pero no veo absolutamente nada. Estamos ante un auténtico experto, un fuera de serie me atrevería a decir…

Neo lanzó un juramento, se dio la vuelta casi temblando de rabia. No había perdido sus almacenes de suministros por un accidente catastrófico si no que era algo intencionado, de ahí que Gin buscase pruebas. 

¿Cómo sabían que era obra de terceras personas? Para empezar, había que tener en cuenta diversos sucesos de lo más inusuales que habían ido ocurriendo en las últimas semanas y que aislados no parecían tener mayor importancia: Tiny Tiger, el único mutante que era realmente fiel a Neo, había desaparecido sin dejar rastro. Días después Brio se puso en contacto con Neo explicándole que había recibido unas llamadas un tanto extrañas de Pinstripe Potoroo desde Chicago y de Ripper Roo desde la capital australiana… pera luego no volver a saber nada de ellos. Que su recientemente recuperado socio tuviera la iniciativa de contactar hizo que Neo dejara de sospechar de él aunque no olvidaba su traición del pasado. 

N.Gin por su parte aseguró que había perdido una “venta especial” de un negocio que se traía entre manos y estaba realmente preocupado por esto, puesto que sus mejores clientes simplemente habían decidido cancelar el acuerdo sin dar explicaciones y siendo un tanto  bruscos con él. Si a Gin le iba mal en los negocios repercutía en sus financiaciones generales.

Y ahora la explosión de su mayor almacén desde donde iba a trasladar cierto material recién adquirido para seguir con un proyecto que tenía en mente y ahora estaba todo perdido: mercancías y más dinero. No se había recuperado de su falta de fondos de hacía un par de años como para que las cosas fueran ahora así.

Y ya por último y desde luego no la menos importante, aquella razón de mayor peso para pensar que todos estos sucesos tenían relación, era sin duda aquella nota que se encontró clavada con un cuchillo en un poste cerca del almacén chamuscado: 

“Quien a hierro mata a hierro muere. Recuérdelo doctor Cortex”.


Necesitaba convocar una reunión de emergencia, alguien estaba amenazándole y perjudicándole y eso no se podía tolerar. Él era el villano, era él quien debía amenazar, extorsionar y destruir a los demás. ¿Cómo se atrevían? 

Pero ¿quién podría ser? Neo por supuesto tenía sus sospechas, una vez descartado Brio. Para él estaba todo más claro que el agua.

- Esos malditos bandicoots – murmuró furioso.

- Si me permite doctor – dijo N.Gin volviéndose en su asiento– No me parece obra de ellos. ¿Desde cuándo dejan notas? ¿Y qué me dice de los otros sucesos? Admito que la parte del hackeo podría cuadrar porque la chica bandicoot entendía bastante del tema, pero… no sé, yo creo que no es su estilo, me parece más propio de un colega de nuestra profesión ¿no le parece?

Neo no contestó. Se resistía a descartar su idea. Tenían que ser ellos ¿quién si no? Siempre estaban allí para arruinar sus planes. ¡Malditos fueran y maldito el día en que se le ocurrió crearlos! Y, sin embargo se decía que N.Gin tenía razón, él mismo tenía sus dudas. Había algo que no encajaba… pero la obsesión de Neo por los bandicoot le cegaba tanto que apartó las dudas de su mente.

- Ve a por tu Mecha-Rocket. Haremos una visita de lo más descortés a esos malditos  entrometidos sacos de pulgas.

Ya había oscurecido cuando ambos malvados se pusieron en marcha hacia la isla Wumpa donde habitaban sus archienemigos. Gin pilotaba el bautizado como Mecha-Rocket, una nave-robot que contaba con las armas más modernas y sofisticadas, entre las que se incluía un maravilloso lanzallamas (todo villano que se precie debe incluir al menos uno en su arsenal). A pesar de que se trataba de un prototipo aún sin finalizar (y así seguiría gracias al ataque al almacén), siendo diseñado por Neo y construido por Gin, el científico estaba ansioso por verlo en acción. 

Estaba furioso e impaciente por encarar a los Bandicoot; esta vez ni siquiera le había dado tiempo a empezar sus planes y ya se los habían chafado otra vez. Estaba más que harto. Ahora contraatacaría sin piedad.


Crash y Coco eran las peores creaciones que Neo había hecho jamás y era cierto teniendo en cuenta su punto de vista. Otrora creados con el propósito de dirigir sus Comandos en la conquista mundial, ahora eran sus más acérrimos enemigos; mutantes rebeldes que aprovechaban su potencial para hacerle frente y no para ayudarle a cumplir sus planes. Habían frustrado todas y cada una de sus ideas desde el día que los creó; tenía sueños agradables donde por fin los aplastaba de una vez por todas pero también pesadillas donde volvían a derrotarle (y humillarle) de nuevo. ¡Había tenido que ir al psiquiatra, por amor del cielo!

Poco tiempo después de esos errores creó otro Bandicoot cuya capacidad estaba por encima de los otros dos y que fue su mayor esperanza, pero finalmente tampoco salió nada bien; Crash y Coco volvieron a detenerlo, provocando que su nuevo experimento, Crunch, se volviera contra él. Se habían ido todos juntitos y ahora formaban una maldita familia feliz.

Pero eso se acabó, de una vez por todas. Les atacarían de noche mientras dormían a pata suelta, felices y contentos por arruinar sus planes de nuevo. ¿Con que sí eh? ¡Ahora se iban a enterar! Y ni siquiera el entrometido de Aku-Aku podría impedírselo porque Neo había mejorado su pistola y ahora tenía una pequeña sorpresita para aquella máscara entrometida, desde luego que sí. Acarició el arma con cierta dulzura, como si se tratara de un lindo gatito.

La voz de Gin, que iba en el asiento trasero le sacó de su ensimismamiento.

- Ya llegamos jefe.

Gracias al radar y a la visión nocturna del Mecha-Rocket la isla se perfiló en la consola con todo detalle, señalando el objetivo al cargar Gin las coordenadas. Una línea y una “X” parpadearon en rojo y amarillo mientras el sistema emitía un ligero pitido acompasado a esos parpadeos. 

- Bien, ahora salgo. Tú encárgate de Crunch y Coco. Crash es mío – dijo Neo con voz ronca y preparó el aerodeslizador para salir al exterior.

N.Gin comenzó a reírse mientras armaba el Mecha-Rocket. Iba a ser un baile movidito.


Pero según se iban acercando Neo frunció el ceño. Algo iba mal. La consola emitió un pitido diferente y señaló con una línea y un interrogante una mancha blanca en la visión nocturna, que se traducía en una fuente intensa de luz. 

- ¡Gin, espera un momento! Hay algo extraño en la superficie de la isla… Desactivar visión nocturna.

- ¡Es fuego!

Efectivamente había fuego en la playa, justo en el lugar donde habitaban los marsupiales. ¿Pero qué…? Tomaron tierra a una distancia prudencial y Cortex salió montado en su aerodeslizador mientras que Gin esperaba en la nave, con las armas listas por si se trataba de una trampa.

Cuando Neo se acercó vio que, efectivamente, la casa de los Bandicoots estaba en llamas. Las gallinas vagaban por doquier como nuevas señoras de la playa y todo tipo de fragmentos de madera, tierra, arena y pertenencias estaban esparcidos por la arena.

Neo desenfundó su pistola, la armó y se acercó con cautela. 

- No detecto movimiento más allá del de las gallinas, doctor – informó N.Gin al otro lado del retransmisor – Está todo despejado.

Neo bajó el arma.

- Esto es de lo más extraño. ¿Qué ha pasado? 

Ante la falta de enemigos Gin descendió a tierra y, junto con Neo, examinaron la zona a conciencia pero no había rastro de ningún superviviente pero tampoco de ningún cadáver. ¿Es posible que los hermanos Bandicoot no estuvieran en el momento en que su hogar fue destruido? La respuesta a esta pregunta la halló pocos minutos después. Mientras miraba los escombros de la casa algo crujió bajo el pie de Neo. Miró hacia abajo y vio que lo que había pisado era Aku-Aku.

La máscara estaba totalmente inanimada pero intacta. ¿Qué significaba todo esto?

- Definitivamente no hay rastro de los Bandicoot – dijo N.Gin acercándosele por detrás con un aparato que emitía un pitido cada pocos segundos - ¿Qué es eso?

Neo se lo mostró. Gin parecía tan confundido como él. Utilizando un rayo especial que había incorporado no hacía mucho en su pistola, el Rayo Mínimo, redujo a Aku-Aku al tamaño de un llavero y se lo guardó en un bolsillo. Ya en el Laboratorio Iceberg se encargaría de interrogarle una vez lo encerrase convenientemente, pues era el único testigo.

Una sensación extraña le embargó mientras contemplaba el paisaje desolador. En apariencia los Bandicoot eran historia. ¿Por qué no estaba feliz? Cualquiera esperaría que estuviera dando saltos de alegría, riendo y dando alaridos sin parar como si fuera un perturbado, corriendo a montarse una buena fiesta para celebrarlo… pero en lugar de eso se sentía desplazado. Si lo pensaba él era el único que tenía derecho a acabar con los Bandicoot por todos los problemas que le habían ocasionado los últimos años y porque sería de justicia poética al ser su creador.

- Esto no es una coincidencia – dijo Neo – Me juego el pellejo a que quien ha hecho todo esto es el mismo que ha destrozado mis instalaciones y ha hecho desaparecer a los mutantes.

- ¿Usted cree? 

- Me parece bastante plausible. Llámalo instinto.

- ¿Y por qué atacaría a los hermanos Bandicoot? Si nos odia debería dejarlos a  sus anchas… no sé jefe, no tiene mucho sentido.

Neo guardó silencio, pensativo. Lo más raro de todo era que sólo hubiera aparecido la máscara. ¿Por qué? No tenía respuestas pero ahora le quedaba claro que ni Crash ni Coco eran los causantes de los ataques. Y, a juzgar por los alcances de los daños, quien estaba detrás hablaba en serio.

Justo en ese momento Neo se fijó en algo que no había visto antes. Se acercó hasta una hamaca atada a dos palmeras que sin duda Crash utilizaba para echarse unas buenas siestas. Al lado había un tótem indígena intacto. Pero no le había llamado la atención todo eso si no un destello rosado. Neo se quedó petrificado cuando reconoció lo que era.

Colgado del mango de un cuchillo clavado en el tótem pendía un fragmento de cristal de energía que Neo conocía muy bien. Hacía años que lo había guardado en su caja fuerte junto con otras pertenecías de lo más valiosas e irremplazables para él. Lo talló él mismo de una pieza mayor como regalo para alguien especial pero que se lo devolvió… y ahora ahí estaba, silencioso y misterioso. Lo sostuvo en sus manos, incrédulo. ¿Cómo había llegado de su caja fuerte hasta esa playa? Por un momento llegó a pensar…

- Pero no puede ser…

- ¿Qué es eso?

- Algo… algo que no debería estar aquí…

- ¡Otra nota! ¿Y qué es eso otro? – exclamó N.Gin señalando hacia abajo.

Cegado por el hallazgo del cristal Neo no había visto que a sus pies había otro objeto y que, clavada del cuchillo, había una nota. Primero decidió recoger el objeto. Se trataba de un gato marrón de barro deforme y feo que Neo veía encantador y por el que sentía un alto valor sentimental puesto que Nina lo había hecho con sus propias manos cuando tenía cinco años para regalárselo en su cumpleaños. Reprimiendo un temblor arrancó el cuchillo y leyó la nota, escrita exactamente con la misma caligrafía, pulcra y elegante, que la hallada en las inmediaciones del almacén incendiado:  

Ha llegado la hora de que saldes tus deudas, doctor Cortex. Han caído tus planes recientes, después tu mayor objetivo en esta vida. Y lo siguiente será aquello que más quieres”.

Tras leer nota tan lapidaria Neo comenzó a temblar de pies a cabeza, pero ya no de miedo, si no de pura ira. 

Estrujó el papel con tanta fuerza que se hizo daño.

- Tenemos cosas que hacer Gin – susurró con voz ronca.




1 comentario:

  1. Curiosamente has ido a sospechar de quién es, efectivamente, de los más fieles esbirros que Cortex pueda tener. Hay otros villanos que le han ido traicionando en diferentes momentos, de hecho aquí en la historia te contaré alguno. Me gusta intercalar trasfondo canon por si alguien no entiende/conoce del todo el universo del que ando escribiendo; quizá incluso le llame la atención y decida acceder al material original, eso sería genial :D

    Crunch es olvidable porque en Titanes no hace gran cosa y en Twinsaninty tampoco: aquí sólo sale portando una tarta para Crash rodeado por todos los otros villanos que sólo quieren ajustarle las cuentas.

    Sí, armaba, preparaba las armas del Mecha-Rocket. Es lo que quería decir.

    Bueno, pues esta noche se publicará el siguiente capi, así que a esperar ^^

    Gracias por leerlo y comentar, espero que te siga gustando.

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