Listado de fics del blog

Dale al título para ver el listado completo. Te animo a que me dejes un comentario si detectas algún link roto o erróneo. Con ánimo de que o...

[Crash Bandicoot] Universos entremezclados 2 -- Capítulo VII - Al final un poco de luz


- ¡Nina! – gritó Cortex sumamente preocupado y echó a correr hacia el coche accidentado tras cerciorarse que Ripper Roo estaba fuera de juego.

Para su sorpresa y alivio se encontró con su sobrina desternillándose de risa. Aún permanecía en el interior, atada con unas cuerdas, esa era la razón por la que no había podido ayudarlos.

- ¡Guau! Menuda explosión – exclamó con una sonrisa, aunque no pudo añadir nada más porque Neo le dio un fuerte abrazo.

- ¡Menos mal! – exclamó - ¿Estás bien?

- Sí, aunque si me desatas, estaré mejor.

- ¿Qué pasó? – preguntó Neo mientras la liberaba.

Nina bajó la cabeza, parecía claramente avergonzada.

- Llamaron a la puerta. Me hicieron creer que eráis vosotros de regreso y cuando abrí (en serio, tienes que mejorar la seguridad de ese sitio) me encontré a Koala y a Ripper Roo. Me dijeron que os habían capturado, que si oponía resistencia te harían daño… ¡y es que no sabía dónde estabas! Al menos si me dejaba capturar podría reunirme con vosotros y luego escapar, pero está claro que me engañaron como a una tonta. ¡La próxima vez no me dejes atrás! Si hubiera ido con vosotros, esto no habría sucedido.

- Tienes razón, te prometo que no volveré a cometer el mismo error otra vez – prometió Cortex apartándose para que ella pudiera salir.

- Por cierto ¡ha sido una pasada de persecución! – dijo señalando el vehículo accidentado con el pulgar.

Neo carraspeó.

- No era yo quien iba al volante – admitió a regañadientes.

- Oh, ¿entonces? – preguntó Nina y se volvió a mirar hacia donde señalaba su tío con la cabeza.

Ana se había acercado hasta el lugar de los hechos aunque no hacia los Cortex, en parte porque quería dejarles intimidad y en parte otra porque quería atender a los mutantes heridos.

Nina observó a la joven con una ceja enarcada y luego volvió la cara hacia su tío.

- ¿Quién es esa? – preguntó con cierto retintín.

- Es la persona que he tenido que ir a buscar – se limitó a contestarle Neo.

- ¿Me has dejado tirada por esa tipa? 

- Oye, eso no ha sido lo que he hecho…

- ¡Nina! ¿Todo bien? – preguntó N.Gin acercándose - ¿Sabes que por un rato tu tío y yo hemos sido cosplayers en un bar de rockeros?

La adolescente le miró con una ceja enarcada y la boca ligeramente abierta, mostrando sus dos prominentes y grandes incisivos, en un claro gesto de incomprensión.

Por una vez, Cortex agradeció la interrupción.



Ana trabajaba ajena a la conversación de aquellos tres. Como médico que era estaba preocupada por los mutantes heridos. Como tal no le importaba lo que habían intentado conseguir hacía tan solo unos momentos atrás: matarles.

Se arrodilló cerca de Ripper Roo con cautela y comprobó que estaba inconsciente; sabía que no estaba muerto porque en los juegos parecía tener buena resistencia a las explosiones, a fin de cuentas todos los combates contra él tenía material explosivo de por medio. Por suerte no tenía ninguna herida considerable pero lo que más le preocupaba era su mente. Escuchó unos quejidos y su mirada se volvió al interior del vehículo; Koala estaba despertando. Se incorporó y retrocedió, dividida entre la preocupación y la necesidad de ponerse a salvo. Koala la conoció en su estancia en el castillo y nunca hizo nada para lastimarla ¿por qué ahora sí?

Él de alguna manera se las apañó para apearse del maltrecho vehículo, cuya puerta se cayó al abrirse. El estrépito del metal chocando contra el suelo puso en aviso a los otros.

- ¿Dónde estoy? – preguntó con su vozarrón a nadie en particular.

- ¡Ana! – gritó Neo llegando hasta ella seguido de su sobrina y Gin. Apuntó hacia Koala con su pistola - ¡Eh, quieto donde estás Koala! 

El interpelado sacudió su cabezota y, acto seguido, se llevó una mano a la frente, donde tenía un gran chichón que crecía por momentos. Sin duda el golpe también le había ocasionado una conmoción. Parpadeó varias veces y miró confuso hacia el grupo.

- ¿Doctor Cortex? ¿Qué hace aquí en Hollywood? – preguntó con una excelente dicción que no poseía en los tiempos en que Ana estuvo en el castillo.

- ¿De qué hablas? Koala, nunca has sido lo suficientemente listo para mentir así que ni lo intentes. Sabes de sobra que estamos en Australia – dijo Neo.

Koala soltó un gemido, se tambaleó y se fijó en la furgoneta volcada. Abrió los ojos como platos.

- ¿Qué es todo esto? – preguntó- ¿Qué ha pasado?

Neo y Gin intercambiaron una mirada pero fue Nina la que habló.

- ¿Por qué me secuestraste saco de músculos? – sus manos metálicas crujieron.

- ¿Cómo? Yo no te he secuestrado…

- Te vas a enterar – dijo Nina poniéndose en actitud de lucha, apuntándole con uno de sus puños.

- Espera – dijo Ana y se adelantó unos pasos a pesar de la protesta de la otra chica – Koala ¿Te acuerdas de mí?

Él parpadeó varias veces, sorprendido, como si no creyera lo que veían sus ojos.

- ¿Doctora Parker? – preguntó y esbozó una amplia sonrisa que le dio un aire bobalicón, dejando a la vista unos dientes blancos y enormes.

- ¿Por qué has intentado matarnos? – le preguntó ella con cuidado.

Él abrió mucho los ojos.

- ¡Yo no he hecho eso! Y mucho menos a usted.

- Entonces si me acerco a examinarte ¿no me harás daño?

- ¡Claro que no!

- Ana, eso no es buena idea – intervino Neo.

- ¿No te das cuenta de que pasa algo raro? – le susurró Ana en voz baja – Baja el arma, hazme caso.

Pero Neo no lo hizo, si no que en su lugar dijo:

- Como se te ocurra hacerle algo malo no dudaré en disparar.

- Si así fuera y no disparara usted doctor, yo mismo le mataré – dijo Koala solemnemente.

Ana, ligeramente sorprendida por la amenaza del doctor volvió al jeep, hurgó en la bolsa de deporte y sacó un botiquín de primeros auxilios. Se puso a curarle el chichón, del cual parecía que salía un poquito de sangre: por suerte la brecha no era profunda y no necesitaría puntos.

- Koala ¿qué es lo último que recuerdas? – le preguntó ella con suavidad mientras trabajaba.

El mutante no respondió enseguida si no que pareció meditar durante unos momentos. Frunció el ceño concentrándose todo lo posible.

- Acababa de salir del gimnasio, sí. Estoy entrenando para un campeonato de halterofilia que se celebra dentro de un mes en Santa Mónica – contestó – Ya era casi de noche así que me encaminé directamente a casa dando un paseo. Pero entonces…

- Entonces ¿qué? Intenta recordar.

- No lo sé… había alguien esperándome en la entrada, pero no recuerdo qué aspecto tenía. Aunque, ahora que recuerdo, no era la primera vez que lo veía. No me gustaba mucho pero nunca llegué a acercarme a él a decirle algo. Pero ese día…vi un fogonazo y después se quedó todo negro.

Ana levantó la vista y miró a Neo; el científico estaba cruzado de brazos y miraba con desconfianza a su antiguo esbirro. Gin tomaba notas en su cuaderno, murmurando palabras ininteligibles y Nina escuchaba con atención y observando a Ana con los ojos entrecerrados.

- Después de eso, apenas recuerdo algo más. Es como si lo hubiera soñado…

- Estamos perdiendo el tiempo – dijo Cortex – Venga, confiésalo. ¿Por qué querías raptar a Nina?

- Yo no quería raptarla, no tengo nada en contra de ella. Las Wumpa son agua pasada para mí. ¿Por qué no me cree? – preguntó el mutante.

-  Calma, Koala – le recomendó Ana – te has dado un buen golpe en la cabeza y necesitas descansar. No debes alterarte – y lanzó una mirada de advertencia a Neo.

- ¿Y el canguro? – preguntó Nina – Quizá él suelte prenda.

- ¡Con delicadeza! – pidió Ana cuando Neo fue a Ripper Roo.

Neo le gritó por su nombre, pero como él no reaccionó ajustó su pistola, seleccionó “Rayo”, ajustó la potencia y apretó el gatillo. El mutante se sacudió dando un aullido cuando la electricidad recorrió su cuerpo desde la punta de la cola hasta su hocico.

- ¿PERO QUÉ HACES? – gritó Ana corriendo hacia ellos.

- Despertarle – contestó Neo con una risita y encogiéndose de hombros. Parecía divertirse.

- ¡No puedes hacerle eso! ¿Es que quieres matarle? ¡Apártate de él! – dijo Ana, furiosa, haciendo amago de querer empujarle.

- ¡Eh, rubita! No le hables así a mi tío – dijo Nina interponiéndose entre ambos y apoyando un dedo de metal en el pecho de Ana.

- ¡Calma, calma, señoritas! – dijo Gin, a su vez metiéndose entre Ana y Nina. Neo se estaba aguantando la risa escudado por su sobrina – Por favor, así no solucionamos nada. Más tarde, quizá…

- Monstruo – increpó Ana mirando hacia Neo, cuya sonrisilla se esfumó en el acto, y se volvió hacia Ripper Roo, quien ahora observaba su alrededor con los ojos fuera de las órbitas.

- Qué… qué… que-que-que – graznó pataleando sin cesar, apoyándose de espaldas en el vehículo y comenzó a reírse sin control.

- ¡Ripper Roo! ¡Eucalipto! – dijo Ana con calma.  Estaba aplicando una terapia que puso en práctica en su anterior estancia en el castillo y en la que no consiguió profundizar por falta de tiempo. Mediante una primitiva hipnosis consiguió que la palabra “Eucalipto” enraizara en la mente de Ripper Roo, provocando que cuando la escuchara el canguro se calmara inmediatamente. Él se relajó visiblemente pues su risa se detuvo con brusquedad, sus ojos dejaron de mostrar aquellas espirales rojas y amarillas y volvieron a ser negros. Su respiración se calmó y dejó de patalear. 

- ¿Doctor Roo? – preguntó Ana con timidez.

Poca gente sabía que Ripper Roo era realmente un ser inteligentísimo a pesar de sus trastornos mentales. Tras ser derrotado por Crash la primera vez el doctor Brio se encargó de que fuera a terapia intensiva durante ocho años para poder calmar su lado psicótico, fruto del sufrimiento que padeció durante su mutación debida al E-Volvo. Aparte de sanar su mente con psiquiatría también la cultivó con estudios superiores, llegando a escribir un libro que tituló “A través de los ojos del Vortex: Un estudio de evolución rápida y sus consecuencias” que tuvo un alto volumen de ventas, aunque casi nadie sabía que había sido un animal el que lo había escrito.

Por supuesto todo esto Ana lo conocía y por ello nombró a la personalidad intelectual del canguro, Doctor Roo, cuidando de no mencionar en absoluto a su otra mitad psicópata y perturbada, Ripper Roo.

Él parpadeó con fuerza y estudió el rostro de Ana.

- ¿Doctora Parker? – preguntó esbozando una leve sonrisa. Miró a su alrededor y el miedo afloró en su rostro, haciendo que le temblara la voz – D-Doctor Cortex…

- Hola de nuevo, maldito lunático. Tenemos cosas de las que hablar – dijo Neo.

El doctor Roo sufrió una ligera convulsión y Ana repitió la palabra mágica que volvió a calmarle.

- ¿Te importa dejarnos un poco de espacio? – Pidió con fría cortesía – Le pones nervioso.

- Quiero que me responda a tres cositas primero, no tardaré – contestó Neo con dulzura y volvió a armar su pistola, esta vez a plena potencia.

- De eso nada. Déjamelo a mí porque tú lo único que conseguirás será que vuelva a salir el otro – le susurró Ana mirando de soslayo al canguro que, a su vez, los miraba a ellos con terror – Oye, si de verdad quieres saber por qué están aquí debes hacerme caso.

Neo la miró durante unos segundos, pero finalmente cedió.

- Cinco minutos – le farfulló y se alejó con los otros dos sin quitarles los ojos de encima a Ana y a Roo.

- Doctora, no me deje a solas con él, por favor se lo pido…

- No te preocupes Roo, no lo haré. ¿Cómo te sientes?

- Terriblemente… – se interrumpió, teniendo un tick nervioso – Terriblemente agotado.

- El doctor Cortex te ha golpeado muy fuerte. Voy a revisarte, pero necesito que me contestes mientras tanto a un par de preguntas. ¿Puedo?

- Por usted, lo que haga falta.

Ana le interrogó durante esos cinco minutos, apurando el tiempo lo máximo posible. Roo le explicó que estaba en su despacho trabajando en un nuevo libro sobre la psicología marsupial cuando alguien le golpeó en la cabeza. No recordaba nada hasta este momento. Koala, quien se había recuperado y había escuchado la conversación, se sentó cerca. Roo estaba lo suficientemente tranquilo como para no reaccionar ante él.

- ¿Tú tampoco recuerdas nada, perro azul? – preguntó Koala.

- No, lamento no poder ser de más ayuda. Esto es muy extraño – dijo Roo, preocupado – No es ninguna casualidad. Alguien quería que hiciéramos cosas terribles y no tengo ni la más remota idea de quién puede ser.

- Nosotros tampoco tenemos ninguna idea – dijo Ana - Quizá deberíais venir con nosotros…

- Con usted iría a cualquier sitio doctora – contestó Roo – Si me apura, incluso volvería con el doctor Brio. Pero no con el doctor Co-Cortex… su mera visión me trae muy malos recuerdos, la verdad – confesó estremeciéndose – No sé por qué, pero me da en la nariz que usted está en peligro. Todos lo están. 

- Ya lo sé, por eso estoy aquí.

- ¡Se acabó el tiempo, Parker! – exclamó Neo, adelantándose con Gin y Nina al lado – Y bien, Roo, necesito respuestas y las necesito ahora. 

- ¡Déjale en paz! Le pasa lo mismo que a Koala, no recuerda nada.

- Pues menudas ayudas. ¡Alguien está intentando hacer daño a mi sobrina! ¡Está fastidiándome a base de bien y ninguno de estos idiotas es capaz de decir nada al respecto!

- Si en vez de ponerte a maldecir y prestaras atención quizá te dieras cuenta de qué demonios está pasando – dijo Ana, enfadándose.

Neo se detuvo y entonces se acordó de los ojos de Koala. Le miró tan fijamente que el mutante se sintió incómodo.

- ¿A… algún problema? – preguntó éste, con dudas.

- Mm… tus ojos. Juraría que…  – murmuró más para sí mismo que para el animal.

El mutante no sabía a qué se refería.

- ¿Qué pasa? – preguntó Ana.

- Los ojos de Koala. Antes de que chocáramos pude ver que eran de un color blancuzco pero ahora son normales.  ¿A qué puede deberse?

Todos guardaron silencio. 

- ¿Qué sugieres tío? – preguntó Nina, sin estar segura de si le estaba siguiendo o no.

- Aún no lo sé. Pero me resulta vagamente familiar… ¿cambio de color en los ojos? – miró a Roo – Ripper los tenía como siempre, por otra parte.

El canguro quien desvió la mirada, avergonzado. 

La joven pensó.

- Ahora que lo dices – convino Nina - ¿Recuerdas cuando obligamos a Coco a trabajar para nosotros? Sus ojos tampoco eran normales… ¡OH! ¡ESPERA! – agregó, sorprendidísima.

Cortex la miró maravillado.

- ¿Acaso crees?

- Tiene que ser…

- ¡Cáspita! ¡Las desapariciones! – exclamó Gin y pasó hojas de su cuaderno – Pinstripelli, Dingodile, Tiny… ¡Koala Kong y Ripper Roo! – el canguro tomó aire al escuchar su nombre completo – ¡Brio los reportó, sí!

- No entiendo nada – musitó Ana.

Neo golpeó la palma de su mano con la otra.

- ¡Nina tiene razón! ¡De algún modo nuestros esbirros están controlados mentalmente!

Ana se llevó las manos a la boca, escandalizada.

- ¿Estás seguro? – preguntó.

- ¿Qué otra cosa puede ser? Ya ves que este estúpido – señaló a Koala con la mano – ha hecho todo lo posible por matarnos pero ahora ¡está aquí como un pasmarote! Tú – le increpó, directamente - ¿Acaso quieres matarnos?

- ¡No! ¿Por qué querría? – preguntó el koala encogiéndose de hombros.

- ¿Y por qué ahora no quiere? – preguntó Ana pero entonces cayó en la cuenta al ver la tirita que le había puesto – El golpe en la cabeza – miró a Roo – Él también sufrió una fuerte conmoción…

- ¡Eso es! – dijo Neo dando una palmada – ¡CONTROL MENTAL! ¡Y SE ANULA CON GOLPES FUERTES EN LA CABEZA! ¡Todo tiene sentido! La amnesia... ¡Ah, ese tipo es bueno! Consigue que luchemos entre nosotros usando a mis esbirros como cabeza de turco, cubriéndose las espaldas y matando dos pájaros de un tiro. Es brillantemente diabólico, podría haberle metido en nómina...  

- Pero ¿cómo sabía quiénes eran y cómo encontrarlos? – preguntó Nina.

- ¡Bah! ¡Para mí está cada vez más claro! Ese maldito de Uka-Uka – dijo Cortex, apretando con tanta fuerza la mano en un puño que su guante crujió.

- ¿Crees que Uka-Uka está detrás de todo esto? – preguntó de nuevo su sobrina – Pues hay algo que no entiendo. Si quiere lastimarme para hacerte daño a ti ¿por qué no me mataron estos dos directamente cuando me echaron el guante? Es lo que yo habría hecho en su lugar.

- Porque es un juego, supongo, un juego de villano – murmuró Neo.

- O quizá le resulte más valiosa viva que muerta – sugirió Ana.

- Pero ¿y los bandicoot? – preguntó Gin.

- Mmmmm – Neo pensaba – Quizá podían ser un problema y por eso los barrió. O quizá también se los haya llevado para echármelos después… oh, espero que no – agregó visiblemente preocupado.

- Pues sigue sin convencerme esa explicación, no sé por qué – arguyó Ana.

- Por mucho que me pese, estoy de acuerdo con la rubia, algo no termina de encajar – dijo Nina, cruzándose de brazos – No sé qué es, pero me chirría por dentro que no veas.

Todos guardaron silencio por unos momentos, enfrascados cada cual, en sus pensamientos, algunos más sombríos que los de otros. Una vez más Neo tomó la iniciativa:

- Será mejor que vayamos cuanto antes al laboratorio, el desierto no es el mejor lugar para hablar de todo esto. ¡Vamos!

Pero cuando vio que tanto Koala como Roo iban en otra dirección se volvió hacia ellos y disparó al suelo, justo delante de sus pies. Ambos mutantes dieron un brinco.

- ¿Adónde os creéis que vais? – preguntó dulcificando su voz, fingiendo una amabilidad que no poseía.

- ¿A casa? – preguntó Koala en tono de duda.

- De eso nada. No vais a ningún sitio hasta que todo esto se aclare.

- Ya te han dicho que no saben nada – protestó Ana.

- Querían llevarse a mi sobrina a algún lugar y no quieren decírmelo.

- ¡No lo sabemos! – chilló Roo con voz aguda, luego carraspeó y habló con más calma – De verdad que no lo sabemos. No podemos recordarlo.

Koala asintió con vehemencia.

- Oh, ya se os refrescará la memoria. No pienso dejaros ir, os venís con nosotros.

Roo tragó saliva y dio un paso al frente, frunciendo el ceño.

- Está bien. Sé que usted me creó, por mucho que me pese, pero no le debo ninguna lealtad y por ello no tendría por qué acceder a ir con usted. Tuve que huir de usted hastiado de sus tormentos y gracias a ello conseguí acceder a una vida mejor – Cortex se guardó la opción de corregirle en su error por creer que aquella puerta abierta fue un descuido para ayudarle en su fuga y no para descartarle como defectuoso – Por eso no dudé en aceptar la petición del doctor Brio en aquella ocasión para frenar sus planes. Así que como comprenderá volver es lo último que quiero hacer ahora mismo… pero también quiero esclarecer lo que ha sucedido, por lo tanto, no tengo más remedio que ir.  Aun así, repito, no lo hago por usted, sino por la doctora Parker – y agregó mirándole a ella – Porque es mi amiga y, si está en peligro, quiero ayudarla.

Ana sonrió conmovida a aquella especie de doctor Jekyll-Mr.Hide marsupial.

- El perrito azul tiene razón. Yo también voy por la doctora – asintió Koala.

- No quería decírtelo Koala, compañero, por si te ofende que te corrijan, pero resulta que no soy un perrito si no un canguro…

- ¿Ah sí? – preguntó Koala Kong y miró a la doctora Parker interrogadoramente.

- Es cierto – asintió ella.

- Ah… perdona, tío.

- No pasa nada, un error lo tiene cualquiera.

- ¡Callaros de una vez! – les interrumpió Neo - ¿Venís por las buenas entonces? ¡Pues ya estáis tardando! Y no quiero sorpresas o mi pistola hablará de ahora en adelante...

- O mis puños – dijo Nina entrechocando sus manos metálicas.

- Eh, jefe – dijo Gin dándole con el dedo sobre el hombro – No sé si se ha dado cuenta, pero no cogemos todos en el jeep. Koala ya podría llenarlo prácticamente él solito y sin esfuerzo.

- Eso no es problema, zanahoria parlante – dijo Koala acercándose a la furgoneta que condujera antes, crujiéndose los nudillos.

La tomó por la parte trasera y, tras coger aire, la levantó y tiró de ella despacio. Arrastró la furgoneta hasta sacarla de la zanja donde había caído y, con un sonoro ruido a chatarra, la depositó en el suelo. 

- Eso ha sido espectacular – alabó Roo.

Koala sonrió bobaliconamente, luego se metió como pudo en el asiento del conductor, que ya no tenía puerta y dio al contacto. Con una especie de quejido y de tos éste arrancó. Roo se apresuró a subir y miró a Ana.

- ¿Viene con nosotros?

Ana iba a decir que sí pero entonces Neo intervino.

- ¿Y arriesgarme a otra persecución por la carretera? De eso nada, es más, Gin irá con vosotros – ordenó Neo abriendo la puerta de su todoterreno.

Gin parecía que iba a protestar, pero cuando su mirada se cruzó con la de Cortex, cuyos ojos echaban chispas, se lo pensó mejor y fue cabizbajo hasta la maltrecha furgoneta.

- Venga, vámonos de una vez ¡y no quiero jugarretas! – exclamó el doctor Cortex.

Y justo cuando se disponía a entrar en su vehículo algo saltó sobre él, haciendo que cayera al suelo sobre el trasero. Junto con su grito se oyó el gruñido de furia de un animal rabioso. Éste cerró los dientes en la espinilla del científico, quien soltó un alarido.

- ¡Tío! – exclamó Nina y proyectó uno de sus puños hacia delante. 

A pesar de que le separaban un par de metros de él había sido un golpe inteligente, puesto que las manos biónicas de Nina son telescópicas. Sin embargo, no llegó a dar al desconocido atacante pues éste pegó un brinco hacia atrás, liberando al científico.

Cortex retrocedió por el suelo gimoteando y enarboló la pistola con manos temblorosas. Pero justo cuando fue a disparar Ana desvió el tiro por los pelos, aunque el objetivo rodó por el suelo para esquivarlo.

- ¿Qué haces? – exclamó Neo.

- ¡No dispares! ¡Es Lumpa! – gritó la chica.

Efectivamente, de alguna manera el pequeño demonio se las había ingeniado para seguirles: básicamente su presencia era lo que explicaba que la bolsa de Ana pesara tanto, pues se había escondido en ella mientras hablaban con la madre de la chica. Iba vestido con su peto vaquero y tenía una mirada casi rabiosa, con un aspecto algo más caricaturesco por culpa de la dimensión Wumpa. Enseñaba los dientes chorreando babilla y miraba con una mezcla de odio y terror hacia Neo.

Nina aferró con una mano de acero el brazo de Ana antes de que ésta pudiera hacer algo más y la apartó de su tío.

 - ¡No! No le hagas daño – pidió Ana. 

Algo en la voz de la joven hizo a Neo dudar por un segundo, pero cuando Lumpa saltó de nuevo hacia él no erró el tiro. El pequeño mutante soltó un bufido y se desplomó.

- ¡NO! – la voz de Ana se quebró y cuando Nina la liberó corrió hacia Lumpa al borde del llanto.

Pero para su alivio comprobó que su amigo movía un poco el hocico y tenía los ojos abiertos, escapando de entre sus dientes un gruñido lastimero. Estaba inmovilizado pero vivo. Ana se volvió hacia Neo, quien la observaba ya de pie.

- La próxima vez no le aturdiré – advirtió éste y enfundó el arma.

La chica levantó la vista para mirarle.

- Gracias – dijo Ana y se fijó en la pernera de su pantalón. Lumpa se la había desgarrado y se veía un hilillo de sangre – Lo siento, no sabía que había venido.

Cortex miró su pierna, luego a la chica llorosa y algo en él se ablandó. Suspiró, aunque cuando habló siguió sonando casi igual de duro.

- Lo tendrás vacunado contra la rabia, espero.

Ana no pudo evitar reírse con cierto histerismo, más por el súbito alivio por saber que Lumpa estaba vivo que por otra cosa. Al hacerlo un par de lágrimas rodaron por sus mejillas. Se las enjugó.

- Claro que sí, trabajo en una clínica. ¿Recuerdas? 

Sonrió. Y a pesar de todo Cortex no pudo evitar devolverle la sonrisa.


1 comentario:

  1. Sí, es todo información sacada de los juegos aunque, como suele verse, no es muy fiable de todos modos más que nada porque con el próximo juego que sacan parecen obviar información que ellos mismos dejaron caer, por lo que no hay que tomarlo todo demasiado en serio. ¿Reaper Roo esbirro de Cortex? Ni siquiera en el primer juego queda claro que lo sea mientras que en el segundo lo manda Brio precisamente para evitar que Crash siga trabajando para Cortex (recuerda que en el 2 Cortex engaña a Crash para que le reúna los cristales de energía)

    Cortex es listo pero se ciega fácilmente, tiene demasiado temperamento para fijarse en pequeños detalles.

    En cuanto lo de Lumpa.... :DDD

    Un saludito!

    ResponderEliminar