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[Crash Bandicoot] Universos Entremezclados - Prólogo



 A Ana siempre le gustaron los juegos de Crash.

Siendo bien pequeña, corría el año 1997, cuando apenas levantaba un palmo del suelo, sus padres se compraron una Playstation porque ellos también eran jugadores desde la época de las recreativas. El adquirirla suponía una clavada a sus ahorros, pero no les importó porque consideraban que era una buena inversión al ser un medio que les iba a proporcionar horas y horas de diversión. Junto con la misma compraron varios juegos a los que les habían echado el ojo desde el primer momento, tales como Metal Gear Solid, Tekken, Gran Turismo, Medievil, Spyro el dragón, Tomb Raider… o Crash Bandicoot.

Como sus trabajos les permitían en esa época tener las tardes libres éstas las usaban en su mayoría para jugar con la nueva consola, apartando de su rutina un poquito a la NES, la Sega Megadrive y la SNES que aún conservaban (las dos primeras del padre, la última de la madre). La pequeña Ana enseguida mostró un gran interés por lo que veía en el televisor, como ya lo hizo con las anteriores consolas y enseguida se le consintió sostener un mando entre sus manos, si bien es cierto que se le hizo muy difícil acostumbrarse a su tacto y peso, pues no tenía que ver en absoluto con los mandos de las anteriores, más delgados y pequeños. Y es que la pequeña Ana fue creciendo viviendo todo tipo de aventuras entre coches de carreras y saltos entre plataformas y su soltura al mando era tan buena que hasta superaba a sus padres.

Disfrutó de todos los juegos pero el de Crash Bandicoot se hizo un hueco en su corazón casi desde el principio, inspirándole un gran cariño que iría perdurando con el paso de los años.

Ana se desternillaba de risa con las caras de Crash, sufría calculando sus saltos y desafiaba a los malos malísimos como Cortex, o cuando éstos asomaban el careto. Aún así a Ana le caían simpáticos porque siempre eran derrotados por Crash bajo su control excelente y porque aunque fueran malvados tenían cierto toque cómico que sumaban encanto a la saga. Sobre todo su favorito era el Dr. Cortex porque, por muy malo que fuera, en el fondo a Ana le daba pena que siempre fracasara en sus planes… Con el tiempo incluso le cogió más cariño, cuando supo que sufrió el desprecio de sus compañeros de clase. De todos modos eso no era excusa para que ella le dejara salirse con la suya en su idea de conquistar el mundo.

- Además, no me gusta que experimentes con animalitos – le había regañado ella, muy seria, cuando tenía 7 años mientras jugaba a Crash Bandicoot 2 con su hermano mayor, Daniel, a quien todos llamaban Dany. Y es que otra cosa que le encantaba a Ana eran precisamente los animales, cuanto más pequeñitos y peluditos mejor.

- Que no te oye, tonta – había murmurado su hermano poniendo los ojos en blanco.

Ana le contestaba sacándole la lengua.

Sin embargo no siempre todo era divertido puesto que las consolas eran motivos muchas veces de discusiones entre Ana y Dany, lo que provocaba a su vez que sus padres se enfadaran con ellos, poniéndose a veces de parte de Ana y otras de Dany según correspondiera. Se peleaban por el mando en los juegos de un jugador – en realidad, se peleaban casi por cualquier cosa – y este era el principal motivo de discusión. Sin embargo y a base de disciplina se solucionó enseguida este problema y se convirtieron en buenos colegas: disfrutaban mucho más jugando juntos que por separado, ayudándose a pasar las fases y desafíos que les eran planteados e intentando batir los récords del otro; si la palmabas le pasabas el mando al otro, una regla que impedía las discusiones. Se pasaban también horas hablando en casa, en el bus del cole (en los recreos Dany prefería estar con sus amigos, aunque Ana al final se ganó un hueco entre ellos porque todos eran jugones) hablando sobre los personajes, los juegos, buscando explicaciones a hechos no expuestos en las historias o, a su vez, fantaseando con el juego ideal.

Y cuando salió la Playstation 2 los hermanos no se lo pensaron dos veces y la pidieron a sus padres. Éstos por aquella época ya no solían ponerse a los mandos porque tenían obligaciones muy diferentes a los de unos hijos entrados en la adolescencia, pero también iban mucho mejor de dinero por lo que les compraron la consola de buena gana. Los hermanos ahorraban parte de su paga y eso les permitía comprarse los juegos una vez que eran rebajados, y los Crash no faltaban entre ellos. La Venganza de Cortex que salió allá por un frío mes de octubre del año 2001 fue comprado de salida y acabado en menos de una semana. Dany había sacado hacía tiempo la broma de que ellos eran homólogos de los hermanos Bandicoot (Dany era mayor que Ana en un par de años, llevaba el pelo algo de punta como Crash mientras que su hermana era rubia como Coco y muy lista, aunque ésta última afirmación él la hiciera sin mirarle directamente a la cara y con cierto fastidio) por lo que no era de extrañar que sus nombres en clave entre sus amigos frikis del instituto era precisamente "Los Bandicoot".

Tras el instituto vinieron las responsabilidades. Dany empezó a salir con chicas y a trabajar para pagarse los estudios universitarios, aunque al poco tiempo los abandonó. Con sus ahorros y con la ayuda de sus padres se montó un bar donde el rock y el metal eran los géneros principales, pues Dany era un amante de este tipo de música. La propia Ana trabajaba allí tras las clases, sobre todo los fines de semana, como camarera para pagarse la universidad; una carrera en veterinaria no iba a pagarse sola.

En cuanto a salir con chicos… ella nunca se había considerado guapa y no estaba muy satisfecha con algunos de sus rasgos, pero cualquiera hubiera dicho que sí que era bonita. Siempre llevaba su pelo rubio largo hasta la cintura, normalmente con flequillo recto o desfilado. Sus ojos eran azules de largas pestañas y sus labios ligeramente gruesos y redondeados. En cuanto a su nariz era un poco puntiaguda y presentaba un pequeño arco sobre el hueso nasal, que disgustaba a la chica a pesar de no ser en absoluto pronunciado. Tampoco le agradaba que le salieran pecas sobre la nariz y pómulos, sobre todo en los meses de verano por la acción del sol, ya que las pecas no le parecían en absoluto bonitas. Por suerte con la edad le salían muchas menos.

Realmente el problema de no haber tenido novios era ella misma. Por supuesto siempre le gustaba algún chico por el que suspiraba pero éstos solían ser curiosamente lo más populares del instituto y, por algún motivo "misterioso", Ana era invisible para ellos. Bueno, quizá tuviera que ver con que por aquella época no se preocupaba mucho por su aspecto, pues prefería ir con la cara lavada, el pelo recogido en moños o coletas y casi siempre iba con deportivas y ropa cómoda, al contrario que sus compañeras. Como no podía tener a los chicos que le gustaban tenía que conformarse con sus amores platónicos del cine y de los videojuegos.

Esta costumbre terminó una vez que conoció a Greg casi al finalizar el instituto. Él era el novio perfecto para ella y Ana estaba perdidamente enamorada de él… pero Greg le rompió el corazón. El comportamiento del chico, que en boca de su hermano había sido el de un auténtico capullo, provocó que Ana cayera durante muchos meses en la más absoluta miseria emocional. La ruptura apenas había ocurrido hacía un año y, en este tiempo, Ana pasó de los chicos y se enfrascó en sus estudios y en el trabajo… y, cada vez más ocasionalmente, en los videojuegos; eso sí, si sacaban un título de Crash Bandicoot éste era imprescindible que acabara en sus manos. Los tenía todos comprados de salida, rejugándolos en muchas ocasiones. Era una friki del universo Bandicoot, y eso la enorgullecía. Sus favoritos eran el 1 (por ser el primero al que jugó), el 3 y el Twinsanity, éste último le provocó muchos dolores de barriga de tanto desternillarse y fue el título que más jugó durante esos primeros meses de infierno.

Por supuesto que nada de esto jamás entorpeció en sus obligaciones: sus notas siempre eran brillantes, trabajaba sin parar en el bar tanto por el dinero como por estar con su hermano, sus padres estaban encantados con ella y la apoyaban en todo lo que se embarcaba… y, a pesar de que todo esto le ayudó a superar el dolor, en el fondo nunca más se sintió feliz.

A veces la tristeza era tan fuerte que se pasaba horas llorando porque lo que más echaba en falta eran amigos; siempre fue una marginada, que es como la llamaban cruelmente sus compañeras porque en vez de interesarse por las típicas cosas de chicas ella lo hacía por los videojuegos y los estudios. Los únicos amigos que había tenido eran los colegas frikis de su hermano (llamados "nerds" o "perdedores" por el resto de sus compañeros) de los cuales apenas tenían contacto con un par de manera muy ocasional, por no decir de los de su última pareja. Esa fue la única vez que se sintió bien de verdad con "gente normal" pero se distanciaron incluso antes de que Greg cortara con ella, sin duda porque ya sabían lo que iba a pasar. La única que no la dio de lado y, que de hecho, era su única y mejor amiga, era Jessica, que trabajaba como psicóloga en una clínica privada. Jess sabía escuchar a la gente y no se impresionaba con facilidad, por lo que Ana sentía que podía contarle cualquier cosa. Lo malo es que ella también era amiga de Greg y eso incomodaba a Ana, pero su amiga evitaba cualquier comentario acerca de él. Ana sabía que jamás superaría lo de Greg sino era rompiendo todos y cada uno de los lazos que les unían pero Jess y ella se tenían tanto cariño que eso era impensable. Se sentía tan sola a nivel emocional pero a la vez tan temerosa de entrar en otra relación… sin Greg nada sería igual…

Ana sacudió la cabeza y abrió los ojos, que estaban húmedos por las lágrimas, al igual que sus mejillas. ¿Por qué estaba soñando con eso? Directamente ¿por qué estaba soñando? Si no se había acostado… iba… no podía recordarlo.

Parpadeó porque había mucha luz, de fondo escuchaba el arrullo del mar. El olor característico del eucalipto le invadió la nariz y por un rato no pudo oler nada más. Se incorporó y soltó un gruñido cuando la cabeza le dio vueltas. Una náusea casi le hizo vomitar pero Ana respiró hondo varias veces tragando con firmeza, refrenando así el malestar. Tras un rato inspirando y expirando con la mano en el pecho y los ojos cerrados pudo por fin recuperarse del mareo. Entrecerrando los ojos por el sol y colocando su mano extendida sobre su frente echó un vistazo a su alrededor.

Estaba en medio de la naturaleza y hacía un calor de mil demonios. El sol irradiaba con mucha fuerza sobre su cabeza lo cual era un problema porque Ana era de piel pálida y, si no se echaba crema protectora, se ponía roja como un cangrejo.

- ¿Pero qué…? – susurró mirando fijamente el eucalipto, empeñado por lo visto en que su olor fuera el que gobernara el lugar.

Ana pensó con lentitud que no había eucaliptos en su ciudad, estaba completamente segura. ¿Cómo había acabado aquí? Era sencillamente imposible. Se sacó el móvil del bolsillo e, incrédula, comprobó que no funcionaba.

- Estupendo… gracias – dijo para sí misma volviendo a guardárselo.

Entonces oyó sonido entre la vegetación. Avanzó unos pasos y un canguro salió escopetado de su escondite. Apenas le vio pero Ana estaba segura que estaba ante un Macropus Giganteus o Canguro Gris. Y si no había eucaliptos en su ciudad menos aún había canguros dando saltos de aquí para allá.

- ¿Pero qué…? – volvió a decir, esta vez en voz alta.

¡¿Estaba en Australia?!

Su cabeza empezó a darle vueltas de nuevo y sintió un gran vértigo.

Era absolutamente imposible. Se mordió los labios y miró nerviosa en la dirección por la que el canguro se había marchado asustado.

- A ver, Ana, tranquila, todo tiene una explicación científica – dijo en voz alta y miró el reloj– Oh, maldita sea.

Por mucho que pensara no se le ocurría ninguna idea en absoluto que explicara cómo demonios había acabado en Australia si estaba en su ciudad, a miles de kilómetros, en tan sólo un momento. Su reloj marcaba tan sólo una hora de diferencia pero el día era el mismo.

- Una broma, sí, tiene que ser eso – dijo no muy convencida – Veamos – continuó elevando la voz - ¿Dónde están las cámaras? Porque ya vale.

Nada sucedió. Ni vio ninguna cámara ni nadie salió de entre los matorrales a decirle que todo era una pesada broma y que ya había terminado, que se podía ir a casa.

Resignada pensó que no ganaba nada quedándose ahí parada y decidió seguir el sonido del mar por si encontraba alguna forma de averiguar lo que estaba pasando. No tenía otra opción.

Caminó durante casi otra hora. Por el camino tuvo más que suficientes pruebas para confirmar de que se encontraba en algún lugar de Australia: llegó a ver a una hembra de koala con su cría en un eucalipto echándose una siestecita e incluso distinguió el característico canto de un Cucaburra, que era similar a una risa. No era un ave muy conocida pero su hermano le enseñó unos años atrás un vídeo que le hizo desternillarse de risa, llamado el Remix del Cucaburra, a pesar de que él no tenía ni idea de que animalito se trataba. Qué demonios, si hasta lo tenía de tono de llamada en el móvil cuando Dany le llamaba.

El sol no daba tregua y Ana comenzó a tener sed. Llegó hasta un promontorio y miró abajo. Por delante de ella se extendían los árboles hasta llegar a orillas del mar y, aliviada, pudo ver construcciones de madera en la playa.

- De acuerdo, sólo debo seguir esa dirección y podré salir de este lugar – pensó más animada.

Bajó la cuesta trotando y, para su alivio, encontró un sendero.

Pero lo que vio en él le provocó quedarse unos minutos totalmente rígida, con los ojos mirando como platos, totalmente incrédula y ahora sí casi desquiciada.

Porque había fruta wumpa por todas partes.



1 comentario:

  1. Es que esta historia la escribí hace ya bastante y es muy probable que ya la hayas leído.

    Habrá personajes de CB por supuesto, es sólo cuestión de seguir leyendo jeje si no, no sería un fanfic de CB

    Y sí, he tenido sueños dentro de sueños, de irme despertando y no darme cuenta o sí, de que sigo soñando. Cuando me despierto no sé ni dónde estoy ni cómo llegué allí y me lleva un rato procesarlo.

    Un saludito! Gracias por comentar!

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