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[Crossover: Medievil x Corpse Bride] La voz es más fuerte que la espada - Capítulo 3



Capítulo 3 
AMISTAD 



- La buena noticia es que, a pesar de lo mal que están las cosas, la tumba de los Demonios de las Sombras sigue cerrada – dijo Rokh un tiempo después mientras sobrevolaban la Tierra Encantada, el primer lugar que Emily visitó al llegar a Gallowmere.
- Cuéntame sobre ellos – pidió Emily, sentada cómodamente sobre su espalda.


- Hace mucho tiempo Zarok convocó a esos demonios con sus malas artes y los usó para que cundiera el pánico en el reino. El Rey Peregrino mando su ejército para detener al malvado hechicero en una batalla desesperada por defender Gallowmere. Sin embargo encontró resistencia, pues un gran ejército de no-muertos les estaba aguardando.
- ¿Hubo batalla?
- ¡Ya lo creo! Una terrible y larga batalla entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal. Por suerte para todos, jovencita, Zarok fue derrotado y, supuestamente asesinado por un campeón del Rey Peregrino… 
- Pues no debió derrotarlo muy bien si ha regresado.
- Eso mismo pienso yo…
Rokh hizo una pausa, tomando otra corriente de aire y giró en un movimiento un tanto oblicuo, descendiendo unos metros.
- Ahí – dijo, señalando con la cabeza. 
Emily se estiró un poco para observar lo que indicaba.
- Fue allí donde tuvo lugar la cruenta batalla. Actualmente el terreno es un cenagal encantado por la cantidad de almas en pena de los guerreros caídos que quedaron atrás sólo para lamentarse entre el fango, aún dispuestos a seguir luchando en su muerte. Es una zona muy peligrosa que es mejor evitar, sobre todo los fuegos fatuos que te atrapan para que te hundas en lo más profundo, reuniéndote con los cadáveres que se pudren bajo las aguas del pantano…
- Vaya – comentó Emily cuyos intentos por ver algo entre la niebla fueron infructuosos  – Con eso de que siguen luchando en su muerte ¿quieres decir que son muertos vivientes? ¿Cómo yo?
- Así es, gracias a la brujería de Zarok.
Emily meditó unos instantes.
- Humm… ahora entiendo por qué a la gente de por aquí le causo tan mala impresión.
- Eso es cierto pero al oír tu voz nos damos cuenta de tu error. En cualquier caso está claro que Zarok está recuperando a sus seguidores. Esperemos que no libere a los Demonios de las Sombras o las consecuencias podrían ser fatales. Tengo entendido que el Rey Peregrino, tras honrar a los caídos en la batalla, consiguió aprisionar a los demonios usando un artefacto que ocultó para que no cayera en malas manos… en cualquier caso esa no es nuestra preocupación por ahora. Ya estamos llegando, observa.
Emily obedeció y poco después, delante de ellos, vio que entre las nubes altas se alzaba una alta torre sobre una pequeña isla. La muchacha entendió enseguida la ventaja de semejante ubicación: la única manera de llegar a la guarida de Zarok era por mar o aire. En la parte más baja de la isla podía verse una gran fortaleza en la cima del pico. Le dio la sensación que, a pesar de todo, el que hubiera elegido semejante sitio para vivir tendría que ser alguien solitario y amargado.
- No parece que haya vigilancia – estimó Rokh, tras la enésima pasada – Sin embargo no me termino de fiar…
- Si quieres puedes dejarme en un sitio apartado, lejos de posibles ataques – propuso Emily.
- Precisamente me preocupa tu bienestar, a mi no me importa probar a acercarme un poco más…
- Oh, te agradezco el detalle, pero hazme caso. Soy más pequeña por lo que paso más desapercibida y, a fin de cuentas, estoy muerta. Suponiendo que hubiera guardias que no vemos siempre puedo fingir ser un zombie sin cerebro… 
- Es que ya eres un zombie sin cerebro – dijo de manera maliciosa Maggot.
- ¡Hazme caso! – dijo Emily, ignorando al gusano - ¡Puede que sea la mejor manera de obtener más información! 
- No sé, muchacha. No me termina de convencer la idea, es un tanto arriesgada…
- No tengo nada que perder, probemos. ¿Qué es lo peor que puede pasar? Recuerda que yo no soy el héroe que va a salvar Gallowmere. Puede que además, estando de este lado, pueda ayudarle en el momento en que más lo necesite.
Rokh meditó largo tiempo y entonces, sin decir nada, viró comenzando a descender. Se posó en unas ruinas al oeste de la entrada principal y ayudó a descender a Emily.


- Eres muy convincente.
- Cuando algo se me mete en la cabeza – dijo ella agitando una mano con una sonrisa.
Notó el movimiento del gusano en su interior pero no dijo nada; solía hacer eso como un gesto equivalente a una palmadita en la espalda o un codazo.
- Pero permíteme decirte que tu plan,  aunque es bastante bueno, tiene un punto débil – insistió Rokh -  Si estás en apuros no podré rescatarte.
- No estaré en apuros y, como digo, no puede empeorar más mi situación… ¿verdad?
El ave no contestó y Emily sintió una repentina preocupación al entender ese silencio tan misterioso como si él supiera algo que ella desconocía; que efectivamente hubiera alguna situación aún peor que estar muerta.
- Me marcho entonces – dijo él finalmente – Espero que tengas suerte. No pienses que me olvidaré de ti pero he de buscar a ese héroe, Fortesque, por si necesitase ayuda… volveré a por ti cuando todo acabe y …
- Muchas gracias Rokh, nos veremos de nuevo entonces. Hasta pronto.
- Hasta pronto muchacha, ten mucho cuidado.
Le despidió con la mano mientras él se alejaba volando del lugar. Luego se dio la vuelta y se encaminó hacia la fortaleza.
- Si ya me lo decía mi madre: hijo, cuando encuentres tu propia casa asegúrate de que tenga carne en abundancia pero sobre todo, que esté bien muerta – recitaba incansablemente Maggot en el interior de su cráneo – Cuando decía muerta, se refería a muerta de verdad. No por ahí merodeando, dando vueltas de aquí para allá y metiéndose en problemas. Siempre se te ha dado bien eso ¿verdad? Nunca escuchas los consejos que te da la gente… y yo qué pensaba que habrías aprendido la lección con todo aquello de Lord Barkis…

Emily no aguantó más. Se detuvo malhumorada y se golpeó en el oído derecho. Maggot dejó de hablar, ya que estaba siendo zarandeando sin piedad y salió despedido de la cabeza de la chica. Ella paró, aliviada de su carga.
- Nadie te ha pedido que vinieras conmigo – le contestó, enfadada – ¿O es que te piensas que a mi me gusta tener un gusano en mi cabeza que no para de sermonearme mientras me hinca el diente en la poca carne que me queda?
Cuando vio la expresión de él, indefenso y diminuto en el suelo, se detuvo y suspiró. Luego se puso de cuclillas y su expresión se dulcificó un poco.
- Maggot, no te estoy obligando a nada – continuó tras un momento de silencio – De hecho ni siquiera sabía que estabas conmigo. Pensaba que te habías quedado atrás, en el mundo de los vivos, cuando me entregué a la luz de la luna. Yo quiero seguir mi camino ¿no lo entiendes? Debo seguirlo. Víctor me liberó de las cadenas que me aprisionaban – se arrodilló para mirarle más de cerca – Yo en ningún momento te he obligado a que permanezcas conmigo, eres libre de marcharte siempre que quieras, a otro cadáver en descomposición y que se esté quietecito en el sitio, tal y como te aconsejaba tu madre… yo no seguí los consejos de la mía ni de mi padre. Y así me fue…
Se quedó callada unos instantes, apesadumbrada. Maggot la miraba, claramente arrepentido de sus palabras.
- Tienes razón – dijo, carraspeando y sin mirarla a la cara – Si he venido aquí ha sido por mi propia decisión… porque eres mi mejor amiga, Emily. Bueno ¡qué digo! Eres mi única amiga, descontando a la Viuda Negra, pero ella sí que se quedó atrás. Me gusta vivir en tu cabeza y hablar contigo, aunque sea para devolverte a veces la razón que tanto te falta. La verdad es que desde que hemos llegado a esta… Galowmere, estoy muerto de miedo, por eso me pongo tan cascarrabias. No quiero que me dejes atrás…
Ella le sonrió con cierta dulzura y alargó su mano para que él se subiera.
- A mi también me gusta que estés conmigo y no debes preocuparte, no te dejaré atrás – le confesó, sacándose con la mano libre el ojo derecho.
Él sonrió, animándose visiblemente, y se arrastró por su mano hasta el interior de la cuenca, fría y oscura como a él le gustaba. Luego Emily se volvió a encajar el ojo.
- ¡Está bien, vamos a ello! – dijo con voz enérgica Maggot – Ya sabes chiquilla: cabeza bien alta, hombros hacia atrás, expresión altiva… ¡vamos allá!
Emily, quien había ejecutado todas las instrucciones según las recibía, reemprendió de esa guisa tan arrogante la marcha, si bien con una sonrisa en sus labios.
- Oye, respecto a esta pequeña conversación que hemos tenido – susurró Maggot bajito, como si temiera que alguien más pudiera oírle – Que quede entre tú y yo. ¿Sí? 
- Por supuesto.
- En especial aquella en la que te he dicho que tengo mucho miedo…
- Que sí, que lo he entendido. Y ahora cállate de una vez… pesado.



Poco después pensó que Rokh había hecho bien en desconfiar y no arriesgarse a descender sobre aquél lugar. Cuando Emily estaba llegando a las puertas de acceso éstas se abrieron y salió un grupo de lo que parecían guardias armados con una especie de palos de metal de boca ancha. Eran un tanto extraños, pensó Emily, puesto que saltaba a la vista que no eran humanos. Lo que más le llamó la atención, aparte de sus sombreros, fue su panza, pues era similar a una caldera ardiendo.
No tuvo tiempo de esconderse puesto que la vieron enseguida. La señalaron, dándola el alto.
Ella se detuvo sin saber muy bien qué hacer.
- No digas nada. Recuerda que eres una zombie descerebrada – le urgió Maggot y Emily obedeció, aunque no sabía muy bien qué debía hacer.
Extendió los brazos hacia adelante, dando unos pasos un poco vacilantes, luego se volvió hacia atrás, mirando como si no entendiera que estaba pasando. Y se puso a andar hacia otro lado. Para darle más énfasis abrió la boca de un modo ridículo y emitió sonidos inarticulados. Sin embargo no quitaba ojo a los guardias.
Uno de ellos bajó su supuesta arma y le hizo el gesto al resto de que le imitara.
- ¡Falsa alarma! – dijo – No es Él. No es más que otro peón del Maestro.
¿Él?” – pensó Emily. ¿Se referirían al héroe Fortesque?
- Pero ¿y qué hace aquí? – preguntó otro – Se supone que la carne de cañón estaría en primera línea y no en los dominios del Maestro.
- ¿Me ves con cara de saberlo? – respondió el primero – Pero tienes razón, no debería estar aquí... tendremos que deshacernos de ella.
- ¡Pero no podemos perder tiempo! – se quejó un tercero – Tenemos que encontrar el Artefacto de las Sombras  y no podemos desviarnos del camino.
¡El Artefacto de las Sombras! Emily aguzó el oído mientras seguía dando vueltas en círculos.
- ¿Se la llevamos al Maestro? – preguntó un cuarto.
- ¿Qué? ¿Molestarle por un cadáver putrefacto sin seso? – farfulló ofendido el primero - ¡Ni hablar! Tú y tú – ordenó a otros dos – Llevadla al calabozo y volved inmediatamente. No tenemos tiempo que perder…
Los dos elegidos se acercaron. Emily entonces ahogó un grito y echó a correr. Los guardias se miraron sorprendidos e iniciaron la persecución, gritándola el alto.


- ¡Mira que te lo dije que esto no era buena idea! – gritaba Maggot mientras rebotaba dentro de la cabeza de Emily. Luego se escurrió por su oído saliendo al exterior - ¡Ah! ¡Nos persiguen!
- ¡Ya lo sé, cállate!
Sin embargo no llegó muy lejos, disuadida por un terrible sonido similar al de un trueno. Justo después el tronco del árbol cercano estalló por los aires. Emily se detuvo con brusquedad y miró de hito en hito el tronco humeante, al que le faltaba un buen trozo de madera.
- ¡Ah! ¿Qué ha pasado? – gritó Maggot asomándose por el oído con los ojos abiertos como platos - ¡Eso podías haber sido tú!
- ¡Chisst! – le ordenó Emily y se tapó el oído metiéndole por la fuerza en su cabeza, pues escuchaba pasos apresurados que se acercaban.
Luego se dio la vuelta. Vio que uno de los guardias bajaba el palo de metal, aún humeante. ¿Había conseguido causar toda esa destrucción desde esa distancia y con esa cosa? Nunca había visto un arma igual.
- ¡Quieta! – ordenó el otro guardia llegando hasta ella y Emily obedeció pues no quería terminar con un boquete como ése.
Resignada, se dejó rodear y conducir por los dos guardias, regañándose así misma por no haber conseguido cumplir su plan.

[Crossover: Medievil x Corpse Bride] La voz es más fuerte que la espada - Capítulo 2



Capítulo 2
FAVOR POR FAVOR


- Ya hemos llegado. Estos tienen que ser los dólmenes de los que habló aquella brujita tan amable.
Se encontraban en un pequeño claro. La luz de la luna iluminaba un círculo formado por varias piedras de diferentes tamaños, planas y talladas, cubiertas en parte por enredaderas que poseían unas grandes flores de color azul, totalmente desconocidas para Emily.
- No sé por qué te has encariñado con ella – le regañó el gusano, que iba asomado por su oído – Claramente te está utilizando y encima tiene la desfachatez de insinuar como que te hace un favor…
- Maggot, no cuesta nada ayudar a alguien que lo necesita – dijo ella, entrando en el centro del círculo - ¿No te sentiste bien cuando viste a Víctor y Victoria cogidos de la mano?
- Bueno, aquello era distinto. Ellos son buenos chicos, pero no conocemos de nada a esta bruja… y alguien que se pone en su nombre el epíteto de “bueno” no es de fiar…
- Eso son manías tuyas, seguro que tiene nombre de pila. Y ahora cállate que tengo que llamar a las hadas del bosque.
Emily se enderezó y se estiró, provocando que sus huesos crujieran. Se plisó el vestido y se colocó el velo y entonces bailó dando una, dos y tres vueltas mientras canturreaba:
- Oh, hadas del bosque, venid a mi llamada, pues necesito vuestra ayuda. Venid, venid hadas del bosque antes que me seque…
Escuchó como un sonido de aleteo y Emily se detuvo. De la flor más cercana surgió un destello multicolor y al instante se materializó un hada… o eso debía ser. La novia había escuchado cuando era niña cuentos que hablaban sobre las hadas y las descripciones que se daban no tenían en absoluto nada que ver con la criatura que tenía delante de ella.
El hada era un pequeño ser con una cabeza grande y redonda, un tanto grotesca, de grandes ojos verdes y mofletes generosos. En comparación el cuerpo, que era de color violeta, en era pequeño. Lo único que tenía en común con las hadas que ella conocía era que iba totalmente desnuda y que dos pares de alas, de color naranja, se agitaban con rapidez a su espalda manteniendo a la pequeña hada en el aire.
- ¿Quién ha invocado a las hadas del bosque? – preguntó con una voz de lo más singular - ¿Quién me ha privado de un sueño tan maravilloso y reparador?
- Oh, lo siento mucho, hada del bosque – se disculpó Emily – Pero necesito una pequeña ayudita por aquí. Me envía la Bruja Buena del Bosque.
- ¿Cómo va a enviar la bruja a un cadáver putrefacto como tú? La magia negra de Zarok ha alzado a los muertos ¡marchita el bosque con el aura de los Demonios de las Sombras! Tú eres uno de sus siervos, un cadáver andante, de modo que no te prestaré mi ayuda…
- ¡Espera! – rogó la muchacha – La bruja me dio su collar para que vieras que no miento.
- ¡Oh! Esto sí que es una sorpresa – dijo el hada, pestañeando ante la visión del colgante que Emily le mostraba - Siendo que la bruja te envía, debo ayudarte, pues ella es nuestra amiga. Mis disculpas, esto ha sido un malentendido. ¿Qué quieres de mi?
- He de llegar a la montaña de Gallows para despertar al pájaro que allí anida, pero no puedo ir sin un regalo. La bruja me dijo que tú podrías ayudarme.
- Mmmm – el hada reflexionó un momento – Creo que podemos hacer algo al respecto, sí. Aguarda un momento…
Desapareció y pasados unos segundos volvió a aparecer con una copa en la mano.
- Creo que este viejo cáliz servirá. Si mal no recuerdo al viejo pájaro le gustan las cosas brillantes je, je, je.

Emily cogió el cáliz, que pesaba lo suyo y se quedó mirándolo pensando con incredulidad que tendría que cargar con él. El hada se dio cuenta de su apuro.
- ¡Oh, perdona mi falta de tacto! – dio tres chasquidos con los dedos y el cáliz se hizo minúsculo - ¡Listo! A fin de cuentas yo lo tenía en mi casa cogiendo polvo y no lo necesito. Lo tenía encogido para que cupiera pero al hacerme grande de nuevo el cáliz también aumentó de tamaño. Cuando quieras que recupere su tamaño normal, bastará con que chasques tres veces los dedos como he hecho hace un momento.
- Muchas gracias.
Emily se sacó el ojo y metió el cáliz dentro de su cráneo. Esto provocó quejas de Maggot, alegando que dentro había poco espacio para los dos.
- No seas quejica, es sólo hasta que lleguemos a la montaña – le regañó Emily – No quiero arriesgarme a perderlo… ¿Me podrías indicar también cómo llegar a la montaña? – añadió volviendo a mirar al hada, quien había observado su maniobra con gran curiosidad.
Una vez que recibió las señas  Emily pensó en transformarse en mariposas para llegar hasta allí, ya que el trayecto no era corto.
- ¡Qué tengas suerte en tu viaje! – le deseó el hada – Y ahora con tu permiso, señorita, me vuelvo a dormir. Mañana nos espera un día arduo porque es día de recolección de ámbar y no queremos tener un encontronazo con las hormigas. La última vez casi llegamos a las manos…
- Oh, vaya, lo siento mucho. Espero que se os de bien la recolección y gracias por tu ayuda.
- Gracias a ti por hacerme ver lo equivocado que estaba con mis prejuicios hacia los no muertos. La próxima vez que me tope con uno prometo tener más paciencia y tratarle mejor, siempre y cuando sea un tipo legal. ¡Adiós!
El hada volvió a desaparecer mientras Emily, con el rostro alzado hacia la luna, volvía a transformarse en una bandada de mariposas y emprendía el vuelo en dirección a la montaña de Gallows.


A pesar de que se viajaba deprisa siendo un grupo de mariposas Emily no llegó a la cima de la montaña hasta el amanecer. Una vez volvió a ser ella misma estudió con atención los alrededores, si bien se distrajo momentáneamente deleitándose con las vistas.
- ¡Sí que es grande este reino de Gallowmere! ¿Has visto Maggot?
- Sí, sí, muy grande – dijo él con tono sarcástico sin dignarse a salir – Ahora ¿podrías darte prisa? Recuerda que aquí adentro se está muy apretado y si encima nos dedicamos a acumular más trastos pues ya ni te cuento…
- De verdad que para ser una voz de mi conciencia eres bastante pesado – protestó ella mientras se ponía en marcha.
- Eh, ¿a qué ha venido eso?
- ¿No lo recuerdas? – dijo ella sonriendo con cierta malicia – Así fue cómo te presentaste la primera vez que te sentí royéndome el cerebro. Me dijiste que eras la voz de mi conciencia y que vivías en mi cabeza…
- Sólo era una broma Emily, no hace falta usar ese tono. Hay que ver el poquito sentido del humor que tenéis los muertos…
- Pues hay que ver lo quejicas que sois los gusanos – masculló ella.
- ¿Qué has dicho?
- ¡Nada! Que si tanta prisa tienes ayúdame a buscar a ese pájaro. ¿Por dónde empezamos?
Más protestas ininteligibles, roces que cosquilleaban y Maggot surgió por su oído derecho para observar los alrededores.
- Si es tal pajarraco como lo pintan lo más probable es que duerma en un nido en la más alta cumbre de estas montañas. ¿No te parece?
- La primera cosa sensata que te oigo decir desde hace mucho tiempo, gusanito mío.
Arriba, en la montaña, hacía mucho frío. Las nieves perpetuas lo cubrían todo pero Emily, que llevaba muerta mucho tiempo, no podía sentirlo. Tampoco veríamos salir una nube de vapor de entre sus gruesos labios pues al ser un cadáver no respiraba, carecía de aliento y aún más de calor corporal. Pero creedme cuando os digo que no le faltaba calidez en su forma de ser, que mostraba una gran determinación cuando se trataba de ayudar a otros, pues había aprendido en su lugar natal a dejar de lado el egoísmo personal. Así que no sólo ayudaba porque así podría seguir su camino si no que realmente deseaba echar una mano. Le parecía terrible lo que estaba sucediéndole a Gallowmere, a pesar de que no conocía los detalles y que no era su reino de procedencia.
Aunque el hecho de estar muerta presentaba una ventaja con este clima no servía de mucho para avanzar entre la nieve. Tuvo que descalzarse para no perder sus zapatos y además levantarse el vestido hasta las rodillas.
Por suerte para ella no tuvo que subir mucho más porque pronto vieron un nido enorme y, hecho un ovillo sobre él, estaba el pájaro más grande que Emily había visto nunca. Tenía la cabeza bajo el ala y dormitaba, su cuerpo se movía acompasadamente con su lenta respiración.
- ¡Bien, por fin! – dijo Maggot, que jadeaba sin ningún motivo – Y ahora ¿cómo lo despertarás?
Emily probó a llamar al pájaro de varias maneras pero él no se molestó en despertarse. Entonces, inspirada por las palabras de la bruja, decidió cantar una canción.
- Despierta, dulce pajarito, es hora de levantarse y alzar el vuelo. Ir debes con un misterioso caballero, me pregunto cómo será, pero eso no importa cuando se trata de ayudar. ¿Podrías, gran pajarito, volar y volar para este favor dar? No tengo gran cosa pero sí grandes ánimos, así pues escucha, escucha mi comanda…
Poco a poco el pájaro empezó a alzar la cabeza.
- ¡Eso es, Emily! – alabó el gusanito – Sigue, sigue cantando, que parece que le gusta tu voz.
Emily, muy animada, con el vestido sujeto por una de sus manos, siguió cantando con su melodiosa voz, improvisando la letra.
El pájaro ya estaba totalmente despierto; se incorporó sobre sus grandes patas y entonces volvió la cabeza parpadeando con ojos soñolientos. Maggot se encogió:
- Ay mi madre Emily ¿te das cuenta de qué pájaro es?
- No veo que tiene de malo – le susurró ella, porque no quería que el animal les escuchase hablar de él.
Entonces el ave estiró las alas y dio un poderoso graznido. Se encorvó mirando con ojos golosos a la novia que se encogió cuando se dio cuenta de lo que pasaba.
-Es un buitre – susurró el gusano, cada vez más encogido - ¿Y qué comen los buitres querida mía?
- Oh-oh…
- ¡Carroña! Y tú, sin ánimo de ofender, eres un buen trozo de carroña andante… No hagas movimientos bruscos, no le mires a los ojos. Retrocede, despacito, ahueca el ala… nunca mejor dicho.



Ella empezó a retroceder con cierta torpeza, e intentó esbozarle una sonrisa al pájaro para darle a entender que no había nada raro en todo esto. Cada tres pasos que ella daba hacia atrás el pájaro daba uno adelante, girando su cabeza para verla desde todos los ángulos.
- Bueno, ya te has despertado pajarito… ahora… eeer… yo, yo me voy ¿sí? Buen pájaro…
- Emily, corre – le instó Maggot - ¡CORRE! – gritó metiéndose en su cráneo y justo el pájaro fue a echarle el pico.
La muchacha ahogó un grito y salió corriendo, dejándose caer por la pendiente, deslizándose por la nieve. El pájaro fue detrás, picando los sitios donde ella justo acababa de estar. Desesperada Emily vio una pequeña grieta en la roca y corrió allí refugiarse.
- ¡Fíjate que habría jurado que se trataba de un cóndor, gusanito! – dijo Emily encogiéndose contra la piedra que estaba lo más lejos posible de la abertura.
- ¡Qué cóndor ni qué cóndor! – gritó Maggot - ¡Es un sucio y asqueroso buitre! ¡Buaaaaaah! ¡Nos va a comer! ¡Y todo por hacerle caso a esa bruja! ¡Uy cómo le echara la mano encima!
- No me distraigas que tú no tienes manos – dijo Emily mientras el pájaro seguía golpeando el pico contra la piedra, haciendo temblar todo - ¡Tenemos que hacer que se vaya!
- ¡Eres un jugoso bocado, no habrá manera de echarle! ¡Aaah, malvada bruja y dichosa hada que no nos avisó!
- ¡Eso es! El hada… ¡el cáliz! – exclamó Emily y alargó su mano huesuda - ¡Dámelo gusanito, quizá con eso salgamos de este aprieto!
Maggot le alargó el cáliz y Emily dio los tres chasquidos con los dedos que le había dicho el hada, si bien necesitó varios intentos por los nervios, pero funcionó. Con un sonoro ¡plop! el cáliz se hizo grande y entonces Emily lo alargó hacia la entrada. El pájaro se detuvo en sus esfuerzos y se quedó mirando el cáliz.
- Mira, mira que cosita más brillante y bonita tengo aquí – canturreó la novia – ¿Lo quieres pajarito? Tómalo, tuyo es, te lo regalo…
El ave no se lo pensó dos veces y tomó el cáliz con su pico. Se escuchó un aleteo y desapareció de su visión. Maggot suspiró aliviado y Emily se relajó un tanto, aliviada. Entonces escucharon una voz que provenía de encima de ellos.
- Siento lo de antes señorita. Normalmente soy un pájaro muy educado pero he tenido últimamente unos sueños muy malos relacionados con cadáveres y cuando te vi me asusté tanto que quise echarte.
Emily se asomó con timidez por encima de la grieta y vio al pájaro posado en su nido, con el cáliz entre las patas.
- ¿Entonces no comes cadáveres? – preguntó ella.
- Oh, no. Nada de eso. Mi primo Elwetritsch quizá, pero yo no. ¡A fin de cuentas él tiene escamas y no puede volar! No, niña, ha sido todo un malentendido. Me llamo Rokh, por cierto.
- Yo soy Emily… y éste es Maggot… vamos, sal, no te hagas el remolón. Ya has visto que es amigo – dijo la muchacha, animando al gusano a salir pero él seguía teniendo miedo del pájaro.
- No gracias, estoy muy bien aquí – repuso el gusano.
Emily se encogió de hombros.
- Perdónale, es un gusano y no le gustan los pájaros.
- Lo comprendo, no hay problema con eso… ahora bien. Me ha despertado una voz bien hermosa que me decía algo que tenía que hacer. No imaginaba que habías sido tú…
Ella asintió.
- Me has traído un cáliz verdaderamente bonito, no sé cómo has sabido que adoro las cosas brillantes. Pero antes de decidirme te pediría, por favor, que cantaras de nuevo para mí…
Emily accedió y cantó una breve canción de su tierra de origen. El ave la estuvo escuchando, hecha una bola grande sobre su nido, con el cáliz reluciendo entre sus patas rugosas de largas uñas. Una vez terminó la canción Emily volvió a recitar su solicitud y, cuando acabó, puso las manos en el regazo, esperando con paciencia una respuesta.
- Así que esa es tu petición – dijo Rokh, con la cabeza inclinada – Por eso has venido hasta estas cumbres, despertándome de la siestecita que me estaba echando… de un decenio. Hace más de un siglo que el caballero Roderick vino hasta aquí buscando consejo para derrotar a un poderoso dragón loco que mantenía cautiva a una princesa. Creo que se casaron y vivieron felices comiendo perdices… o ¿fue al revés, que las perdices se los comieron a ellos?. En fin, no importa. En cualquier caso estaba empezando a aburrirme en esta soledad y cómo negarme, con la voz tan bonita que tienes y con el regalo que me has hecho. Sin embargo para ayudar a ese… nuevo caballero… necesito conocer detalles. ¿Cómo se llama? ¿Cómo es él?
- Sólo sé que se llama Fortesque pero ni idea de qué aspecto tiene – admitió Emily, pensando apurada que pudiera significar un problema.


- Mmm… supongo que lo sabré cuando le vea. Esas cosas suelen ser así – comentó desperezándose – En cualquier caso debo echar un vistazo, Zarok ha hecho mucho daño a Gallowmere y está todo patas arriba. Para sanar el reino hay que cortar el mal de raíz. Por suerte sé dónde se encuentra la guarida del hechicero, si bien está protegida por potentes encantamientos y no será posible acercarse así sin más… lo que me recuerda…
Se interrumpió sumido en sus pensamientos, con los ojos cerrados. Emily se mantuvo pacientemente a la espera, con una sonrisa dulce en los labios, pero pasados varios minutos Rokh no había vuelto a hablar.
- ¿En serio ese pajarraco del infierno se ha dormido? – preguntó Maggot.
- Eso parece – contestó Emily. Se acercó hasta Rokh y como no llegaba a tocarle por la altura del nido, se quitó la mano izquierda y se la lanzó.
Rokh dio un respingo.
- ¡Oh! ¿Qué ha sido eso? – preguntó con voz chillona.
- Nada, nada – dijo Emily, mientras su mano huesuda correteaba hasta ella y se la volvía a encajar en la muñeca con un crujido – Pero estabas hablando de la guarida de Zarok…
- ¡Ah sí!  Decía que Zarok es un experto hechicero y que sin duda habrá protegido su retiro con ciertos hechizos. Si es verdad que hay un heroico caballero que está dispuesto a derrotarle sin duda deberá dirigir sus pasos hasta allí pero puede encontrarse con que el acceso le sea harto complicado… me preguntaba si sería sensato fisgonear los alrededores antes que otra cosa... quizá pudiera facilitarle el acceso. Eso sí, puede que sea una misión un poco peligrosa para un vejestorio como yo. ¿Quizá la damisela aquí presente quiera ayudarme?
- No puedo seguir mi camino hasta que todo esto se resuelva, así que si puedo ayudar a que todo vaya más deprisa… supongo que la respuesta es sí.
- ¡Bien! Entonces sube, no perdamos tiempo…
Rokh se inclinó estirando una de sus alas hasta el suelo, facilitando gentilmente a Emily que pudiera montarse encima. La muchacha no se lo pensó dos veces y se encaramó en el lomo del ave.
- ¡Alto, algo ahí! – gritó Maggot en su cabeza y salió por el oído, mirándola con reproche - ¿Estás segura de todo esto? 
- No nos queda otra alternativa que seguir adelante.
- Pero-pero-pero… ¿y si nos caemos? No me da buena espina este pajarraco…
- Haré como que no he oído esa forma tan despectiva de dirigirse a mi – intervino Rokh con tono aburrido y comenzó a batir las alas, formando un revuelo de plumas y polvo de nieve a su alrededor.
- No nos caeremos, no seas tonto – repuso Emily, impacientándose – A fin de cuentas ya estoy muerta y tú no eres más que un pequeño gusano. Además Rokh es nuestro amigo y podemos confiar en él; no nos dejará caer. ¿A qué no?
- Tienes mi palabra, jovencita.
Maggot resopló indignado y se metió de nuevo dentro de la cabeza de su amiga.
- ¡Muy bien! Como quieras… pero si luego tu cuerpo se estampa contra el suelo ni se te ocurra pedirme ayuda para que recomponga tus trocitos...
Emily le ignoró y se agarró con cuidado de las plumas del lomo de Rokh, quien inició una carrera hasta el borde del precipicio sobre el que se encontraba su nido.
Cayó en picado varios metros y luego alzó el vuelo, agitando sus alas de manera majestuosa. A Emily le encantó la sensación; a pesar de que hacía mucho tiempo que se limitaba a disfrutar de un modo desapasionado por su condición de no muerta la embargó una honda satisfacción y emoción al encontrarse volando. Tuvo que sujetarse el velo ya que se volaba violentamente agitándose por detrás de ella por efecto del viento. Miró abajo, sin sentir ningún vértigo y dejó escapar un grito de alborozo.
Rokh compartió su entusiasmo, pues hacía mucho tiempo que no alzaba el vuelo. Echaba de menos el aullar del viento, contemplar el mundo extendiéndose por debajo de sus patas y que sus músculos trabajaran con algo de ejercicio. Enseguida encontró una corriente de aire y se alzó por encima de las montañas, poniendo rumbo a un nuevo destino.

[Crossover: Medievil x Corpse Bride] La voz es más fuerte que la espada - Capítulo 1





Capítulo 1
EL LAMENTO DEL PEREGRINO



Las mariposas revolotearon en la noche recortándose contra una flamante luna llena. Iban al encuentro de su destino, tan ansiado e inalcanzable en un principio, pero accesible tras romperse las cadenas que les ataban a una triste existencia. Sin embargo algo, una fuerza misteriosa, tiró de las mariposas, provocando una desviación de su rumbo. Ya no iban hacia la hermosa luna si no que volvían a tierra, respondiendo a una llamada que no podía ser ignorada.

Cuando llegaron  a tocar suelo las mariposas se agruparon más próximas entre sí, volando en espiral trazando en un rápido remolino. Su acción llamó la atención de un pequeño roedor que se afanaba en recoger unos frutos silvestres al amparo de la noche. Sin embargo el animalito no se inmutó más de lo necesario, pues estaba acostumbrado a que en ese bosque, que era su hogar, sucedieran cosas de lo más extrañas. No pestañeó cuando las mariposas desaparecieron y en su lugar se dejó ver una grácil muchacha ataviada con un vestido color perla, un velo andrajoso que llegaba hasta el suelo y una diadema de flores un tanto mustias coronando su cabeza.
Como digo el ratón no se asustó, ni siquiera quiso preguntarse el por qué de esa metamorfosis. En lugar de querer fisgonear sobre el asunto volvió a sus quehaceres ratoniles, cogiendo la última semillita y alejándose del lugar, no fuera a ser que la recién llegada quisiera robarle su comida.


La joven abrió los ojos y miró a su alrededor, un tanto decepcionada. Había imaginado que llegaría a un sitio mucho menos… vulgar. En realidad este bosque se parecía muchísimo al último en el que había vivido forzosamente por unos años. Mientras cavilaba sobre esto notó un familiar movimiento detrás de su ojo derecho y pocos segundos después éste saltó de su cuenca con un sonoro ¡plop! Ella estaba más que acostumbrada a esto y agarró el ojo al vuelo para evitar que se cayera al suelo; no le gustaba nada tener que estar limpiándolo de suciedad porque siempre se quedaba alguna mota que le producía picor. De su cuenca vacía surgió su amigo, el gusano Maggot.
- ¿Ya hemos llegado? – preguntó, expectante. Sin embargo se quedó perplejo cuando miró alrededor – Espera, chiquilla. ¿Qué sitio es éste?
- No lo sé – contestó ella, despistada.
- ¿Cómo que no lo sabes? -  protestó Maggot, doblándose para poder mirar a Emily a la cara – Eres tú quien nos has traído hasta aquí.
- Es que escuché una voz entonando una triste canción… parecía llamarme…
- ¿Una canción? ¡Ja! Emily, no disimules, te has perdido.
- ¡Ay, qué no! Puedo cantártela si no me crees…
- Adelante.
- ¡Ay de mí, que desgracia! Estas tierras están bajo una nueva amenaza. Cuando el báculo sea alzado la muerte caminará por el prado. Cuando el héroe caído regrese, cuando su voluntad flaquee, tu voz sea escuchada y así Gallowmere sea salvada…
- Menuda tontería – bufó Maggot – ¡Eso te lo acabas de inventar!
- ¡Humph! ¿Y para qué preguntas si no vas a creerme? – dijo Emily, metiendo al gusano de nuevo en su cuenca. Entonces colocó su ojo en su sitio y mantuvo la mano para evitar que Maggot volviera a salir, pues ya notaba cómo el gusanito empujaba, provocándole cosquillas.
- Nos has perdido – retumbó la vocecita en su cabeza.
- Shhh, silencio, necesito pensar… A ver, a ver… supongo que siempre podemos preguntar.
Emily empezó a andar por el bosque, sin saber muy bien qué dirección tomar. Se puso a tararear la cancioncilla – o más bien lamento - que la había traído hasta ese lugar pero se interrumpió cuando escuchó un golpeteo no muy lejos.
- ¿Qué es eso? – dijo Maggot en su cabeza.
- No lo sé… parece…
Emily se detuvo cuando vio lo que provocaba el sonido. Se trataba de una planta de lo más extraña, con forma de cáliz, que lanzaba sus grandes semillas contra un cervatillo que había tenido la ocurrencia de pararse en sus inmediaciones.
- Vaya, esto sí que es extraño, parece una planta venenosa que… ¡oh!
A sus pies había saltado un sapo que nunca había visto, de cresta rojiza sobre su espalda y que croaba con ganas. Siguió su camino a saltos y entonces escupió una sustancia verde a casi un metro de distancia y luego desapareció en el agua. La tierra a los pies de Emily siseó al contacto con el ácido.
- Oh… oh – dijo ella, retrocediendo.
- ¡Serás maleducado! – gritó Maggot saliendo por el oído derecho de Emiliy – Esas no son formas de tratar a una señorita ni a su encantador acompañante… ese soy yo, por si no lo sabías – agregó sin necesidad.
Emily puso los ojos en blanco, meneando la cabeza y se apoyó en un árbol.
- Qué extraña es esta tierra. Las cosas no son como en casa… me pregunto cuál puede ser la razón.
- ¿A qué te refieres?
- Me refiero a que… bueno en fin. Esto no es normal. Es como si esta tierra estuviera…
- ¡Encantada! – dijo una voz a sus espaldas.
Emily se dio la vuelta con presteza, agitando su velo de novia. Pero detrás de ella no había nadie.
- ¿Quién ha dicho eso?  - preguntó mirando a su alrededor.
- ¿Quién ha dicho qué? – preguntó Maggot.
- ¿No lo has escuchado?
- ¿Debería?
- He sido yo, jovencita, ji ji ji. 
Hubo un destello de luz y entonces ¡puf! De la nada apareció una anciana que removía un caldero burbujeante. La mujer iba vestida con una sencilla túnica de un color verde oscuro, llevaba su pelo ceniciento atado con una cola de caballo y sobre su cabeza portaba un sombrero picudo. Sus ojos azules se clavaron en los oscuros de Emily; tenía verrugas y larga nariz pero a pesar de su aspecto la anciana parecía amable.
- Ven, acércate y no tengas miedo…
- No lo tengo – dijo la novia cadáver.


- Emily, esto no me gusta – susurró Maggot encogiéndose un poco – Ya sabes qué tipo de gente viste de esta manera….
- Tonterías – repuso ella, en un susurro – A fin de cuentas es alguien a quién podemos preguntar. Disculpe – añadió en voz alta – No quisiera molestarle pero quizá pueda ayudarme…
- ¡Pero no la hables! – chilló Maggot, perfectamente audible. Emily se dio con el canto de la mano en el oído para hacerle callar. Carraspeó para disimular.
La bruja – porque eso era – esbozó una sonrisa.
- Dile a tu amiguito que no tiene nada que temer de mi. Todas las criaturas son mis amigas y en absoluto les haría ningún mal…
- Es bueno saber eso. Perdónale pero es que es un poco miedoso…
- No pasa nada. Ahora dime qué puedo hacer por ti, querida.
- Verá, iba volando con una idea en mente pero me desvié del camino y ahora me he perdido. ¿Puede decirme dónde estoy?
- En absoluto te has perdido, querida niña, sólo has llegado donde debías llegar. A tu Destino.
- Pues permítame discrepar. Yo me dirigía hacia la luz de la luna y…
- Todo a su tiempo, Emily, todo a su tiempo, ji ji ji.
- ¿Cómo sabe mi nombre? – preguntó sorprendida.
- Oh, querida, perdona pero no puedo contestar a esa pregunta de una manera que a ti te ayude. El Peregrino te vio durante sus lamentos y me avisó de la llegada de la novia capaz de iluminar las tinieblas con su voz.
- ¿Quién es el Peregrino?
- ¿Ves? Sabía que no iba a resultarte clara mi respuesta. Ahora bien, sí puedo iluminarte respondiendo a la primera pregunta que has formulado. Te encuentras en los dominios del pájaro dragón, el lugar de reposo y destierro de los Demonios de las Sombras, un lugar de poder ideal si lo que buscas es celebrar un aquelarre… te encuentras nada más y nada menos que en la Tierra Encantada, en el Reino de Gallowmere. Por cierto, puedes llamarme la Bruja Buena del Bosque, por si te interesa saberlo.
- Ajá… de acuerdo – dijo Emily un poco dubitativa – Pero sigo sin ubicarme… ¿Estoy muy lejos de Ucrania?
- Ji ji ji pues un poquito sí – rió la Bruja Buena del Bosque y arrojó unos polvitos blancos con su huesuda mano que hizo que la poción brillase por un instante y saltaran unas chispas – No le des más vueltas. Estás donde debes estar… al menos por el momento.
Emily se guardó las ganas de decir que ella no pensaba igual. Tras unos instantes de vacilación optó por despedirse de la bruja y buscar una manera de salir de ese extraño lugar. Pero entonces cayó en la cuenta de una cosa.
- Me atrajo hasta aquí una canción – empezó, sintiéndose un poco tonta – La cantaba un hombre que parecía muy triste…
- El lamento del Peregrino - contestó – Debes ayudar a purgar el reino del mal que lo aflige. Una vez que sea expulsado podrás seguir tu camino si así lo deseas.
- ¿Qué mal? Y ¿por qué yo?
- El mal de Zarok. Y debes ser tú porque tu corazón es inocente y puro, sólo eso ayudará al caballero en su cometido.
- ¿Un caballero? No estoy entendiendo nada de nada – se quejó Emily y se sentó en una piedra, resoplando por la frustración y la impaciencia.
La bruja se detuvo en sus removidas, extrajo un poco de poción en una tacita y se la ofreció a Emily.
- Toma, esto te despejará la mente de cualquier duda.
En el momento en que Emily aceptó la taza su ojo derecho salió disparado, rodando por el suelo y llenándose – oh, maldita sea -  de suciedad. 
- ¡NI SE TE OCURRA BEBÉRTELO! A saber qué ha echado en esa poción – le previno Maggot y luego se encaró con la Bruja Buena del Bosque - ¡Tú quieres envenenarnos!
La bruja le ignoró y se agachó a coger el ojo de Emily del suelo. Lo sopló quitándole los restos de suciedad y luego lo frotó en su túnica con suavidad.
- Maggot, no seas maleducado – se quejó la novia – Ella quiere ayudarnos. ¿No lo ves? 
- No, no lo veo tan claro como tú. ¿Y si ha sido ella la que nos ha traído hasta aquí?
- No ha sido ella, bobo, si no el Peregrino. ¿Acaso no escuchas?
- ¿Y quién es ese si puede saberse?
- Mi poción es totalmente inofensiva, gusanito – dijo la bruja sin enfadarse en absoluto y le alargó a Emily su ojo ya limpio – Además, si fuera dañina, ¿qué conseguiría? ¿Matarla?
Maggot fue a responder pero enmudeció ante la lógica de la réplica.
- No pareces sorprendida por mi condición - repuso Emily mirando con curiosidad a la bruja mientras daba un sorbo de la poción. A pesar de lo que había esperado estaba buena y empezó a sentir un calor en su interior de lo más confortable.
- La muerte camina entre nosotros así que no desentonas precisamente – dijo la bruja, poniéndose seria -  El nigromante Zarok ha regresado para terminar lo que empezó hace cien años: conquistar el reino de Gallowmere. Sus hechizos han esclavizado a los vivos, robándoles sus almas para alzar con ellas a los muertos. Está buscando recuperar a sus antiguos aliados, los Demonios de las Sombras…
- Espera, los has mencionado antes – dijo Emily – Has dicho que esos… Demonios… estaban aquí, en la Tierra Encantada.
- ¡Sí! En su día fueron aprisionados en estas tierras, sellados bajo un artefacto de gran poder: el Artefacto de las Sombras. Zarok lo está buscando y no debe encontrarlo o de lo contrario estaremos perdidos…
- ¿Y soy yo quien debe evitar todo esto? 
- No, pequeña. Esa gran responsabilidad no cae sobre tus hombros.
Emily escuchaba absorta a la bruja con la tacita vacía en sus manos frías.
Hasta Maggot guardaba silencio y no perdía detalle a sus palabras, puesto que preguntó:
- ¿Entonces sobre quién? Venga, mujer, que nos tienes en un sinvivir.
- Sólo te puedo decir que se llama Fortesque – dijo ella, con gozo contenido.
- ¿Y qué aspecto tiene?
- Oh, querida, no te preocupes por eso. Sabrás que es él cuando le veas ji ji ji. Sin embargo antes de eso, Fortesque necesita tu ayuda así que debes hacer algo importante…
La bruja hizo una pausa y recogió la taza vacía que Emily le ofrecía.
- Hay un gran pájaro que vive en la cima del monte de Gallows. Lleva años dormido pero me da en mi nariz que puede ser de ayuda en esta empresa, pues la leyenda dice que en su día ayudó a un caballero a cambio de un favor. Creo que para ganarte su confianza será necesario llevarle algún obsequio; una vez conseguido devolverá el favor cumpliendo lo que se le pida. No te dejes engañar por su aspecto, pues es muy inteligente.
- De acuerdo, puedo hacerlo – dijo Emily poniéndose de pie – Pero ¿qué puedo llevarle?
- Pues – dijo la bruja, interrumpiéndose y reflexionando – Si te soy sincera… no tengo ni idea ji ji ji. No recuerdo lo que contaba la fábula, mi memoria ya no es la que era. Debes perdonar a esta anciana.
- Oh, vaya, tendré que improvisar algo… ¿cómo llego a la montaña?
- Eso tampoco puedo decírtelo….
- Menudas ayudas – se quejó Maggot.
- ¿Por qué no le preguntas a las hadas? Ellas suelen tratarse con el pájaro y de seguro que te ayudarán si les dices que vas de mi parte. Para estar más seguros toma mi colgante; enséñaselo y no tendrás problemas. 
La Bruja Buena del Bosque le pasó el colgante que se trataba de una estrella de cinco puntas de color negro, un pentagrama. 
- Podrás encontrarlas en los dólmenes que hay en esa dirección – dijo, señalando un camino – Sólo debes pararte en el centro de las flores y dar tres vueltas sobre ti misma, llamándolas.
Luego le puso la mano en el mentón.
- Seguro que en vida eras una hermosa doncella, si bien incluso en la muerte eres muy bella. Sé que podrás hacerlo. Y recuerda, tu voz es tu mejor arma.
Emily asintió y le dedicó una sonrisa a la bruja por su cumplido. Entonces se puso en marcha mientras aguantaba los sermones de Maggot.