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[Crossover: Medievil x Corpse Bride] La voz es más fuerte que la espada - Capítulo 1





Capítulo 1
EL LAMENTO DEL PEREGRINO



Las mariposas revolotearon en la noche recortándose contra una flamante luna llena. Iban al encuentro de su destino, tan ansiado e inalcanzable en un principio, pero accesible tras romperse las cadenas que les ataban a una triste existencia. Sin embargo algo, una fuerza misteriosa, tiró de las mariposas, provocando una desviación de su rumbo. Ya no iban hacia la hermosa luna si no que volvían a tierra, respondiendo a una llamada que no podía ser ignorada.

Cuando llegaron  a tocar suelo las mariposas se agruparon más próximas entre sí, volando en espiral trazando en un rápido remolino. Su acción llamó la atención de un pequeño roedor que se afanaba en recoger unos frutos silvestres al amparo de la noche. Sin embargo el animalito no se inmutó más de lo necesario, pues estaba acostumbrado a que en ese bosque, que era su hogar, sucedieran cosas de lo más extrañas. No pestañeó cuando las mariposas desaparecieron y en su lugar se dejó ver una grácil muchacha ataviada con un vestido color perla, un velo andrajoso que llegaba hasta el suelo y una diadema de flores un tanto mustias coronando su cabeza.
Como digo el ratón no se asustó, ni siquiera quiso preguntarse el por qué de esa metamorfosis. En lugar de querer fisgonear sobre el asunto volvió a sus quehaceres ratoniles, cogiendo la última semillita y alejándose del lugar, no fuera a ser que la recién llegada quisiera robarle su comida.


La joven abrió los ojos y miró a su alrededor, un tanto decepcionada. Había imaginado que llegaría a un sitio mucho menos… vulgar. En realidad este bosque se parecía muchísimo al último en el que había vivido forzosamente por unos años. Mientras cavilaba sobre esto notó un familiar movimiento detrás de su ojo derecho y pocos segundos después éste saltó de su cuenca con un sonoro ¡plop! Ella estaba más que acostumbrada a esto y agarró el ojo al vuelo para evitar que se cayera al suelo; no le gustaba nada tener que estar limpiándolo de suciedad porque siempre se quedaba alguna mota que le producía picor. De su cuenca vacía surgió su amigo, el gusano Maggot.
- ¿Ya hemos llegado? – preguntó, expectante. Sin embargo se quedó perplejo cuando miró alrededor – Espera, chiquilla. ¿Qué sitio es éste?
- No lo sé – contestó ella, despistada.
- ¿Cómo que no lo sabes? -  protestó Maggot, doblándose para poder mirar a Emily a la cara – Eres tú quien nos has traído hasta aquí.
- Es que escuché una voz entonando una triste canción… parecía llamarme…
- ¿Una canción? ¡Ja! Emily, no disimules, te has perdido.
- ¡Ay, qué no! Puedo cantártela si no me crees…
- Adelante.
- ¡Ay de mí, que desgracia! Estas tierras están bajo una nueva amenaza. Cuando el báculo sea alzado la muerte caminará por el prado. Cuando el héroe caído regrese, cuando su voluntad flaquee, tu voz sea escuchada y así Gallowmere sea salvada…
- Menuda tontería – bufó Maggot – ¡Eso te lo acabas de inventar!
- ¡Humph! ¿Y para qué preguntas si no vas a creerme? – dijo Emily, metiendo al gusano de nuevo en su cuenca. Entonces colocó su ojo en su sitio y mantuvo la mano para evitar que Maggot volviera a salir, pues ya notaba cómo el gusanito empujaba, provocándole cosquillas.
- Nos has perdido – retumbó la vocecita en su cabeza.
- Shhh, silencio, necesito pensar… A ver, a ver… supongo que siempre podemos preguntar.
Emily empezó a andar por el bosque, sin saber muy bien qué dirección tomar. Se puso a tararear la cancioncilla – o más bien lamento - que la había traído hasta ese lugar pero se interrumpió cuando escuchó un golpeteo no muy lejos.
- ¿Qué es eso? – dijo Maggot en su cabeza.
- No lo sé… parece…
Emily se detuvo cuando vio lo que provocaba el sonido. Se trataba de una planta de lo más extraña, con forma de cáliz, que lanzaba sus grandes semillas contra un cervatillo que había tenido la ocurrencia de pararse en sus inmediaciones.
- Vaya, esto sí que es extraño, parece una planta venenosa que… ¡oh!
A sus pies había saltado un sapo que nunca había visto, de cresta rojiza sobre su espalda y que croaba con ganas. Siguió su camino a saltos y entonces escupió una sustancia verde a casi un metro de distancia y luego desapareció en el agua. La tierra a los pies de Emily siseó al contacto con el ácido.
- Oh… oh – dijo ella, retrocediendo.
- ¡Serás maleducado! – gritó Maggot saliendo por el oído derecho de Emiliy – Esas no son formas de tratar a una señorita ni a su encantador acompañante… ese soy yo, por si no lo sabías – agregó sin necesidad.
Emily puso los ojos en blanco, meneando la cabeza y se apoyó en un árbol.
- Qué extraña es esta tierra. Las cosas no son como en casa… me pregunto cuál puede ser la razón.
- ¿A qué te refieres?
- Me refiero a que… bueno en fin. Esto no es normal. Es como si esta tierra estuviera…
- ¡Encantada! – dijo una voz a sus espaldas.
Emily se dio la vuelta con presteza, agitando su velo de novia. Pero detrás de ella no había nadie.
- ¿Quién ha dicho eso?  - preguntó mirando a su alrededor.
- ¿Quién ha dicho qué? – preguntó Maggot.
- ¿No lo has escuchado?
- ¿Debería?
- He sido yo, jovencita, ji ji ji. 
Hubo un destello de luz y entonces ¡puf! De la nada apareció una anciana que removía un caldero burbujeante. La mujer iba vestida con una sencilla túnica de un color verde oscuro, llevaba su pelo ceniciento atado con una cola de caballo y sobre su cabeza portaba un sombrero picudo. Sus ojos azules se clavaron en los oscuros de Emily; tenía verrugas y larga nariz pero a pesar de su aspecto la anciana parecía amable.
- Ven, acércate y no tengas miedo…
- No lo tengo – dijo la novia cadáver.


- Emily, esto no me gusta – susurró Maggot encogiéndose un poco – Ya sabes qué tipo de gente viste de esta manera….
- Tonterías – repuso ella, en un susurro – A fin de cuentas es alguien a quién podemos preguntar. Disculpe – añadió en voz alta – No quisiera molestarle pero quizá pueda ayudarme…
- ¡Pero no la hables! – chilló Maggot, perfectamente audible. Emily se dio con el canto de la mano en el oído para hacerle callar. Carraspeó para disimular.
La bruja – porque eso era – esbozó una sonrisa.
- Dile a tu amiguito que no tiene nada que temer de mi. Todas las criaturas son mis amigas y en absoluto les haría ningún mal…
- Es bueno saber eso. Perdónale pero es que es un poco miedoso…
- No pasa nada. Ahora dime qué puedo hacer por ti, querida.
- Verá, iba volando con una idea en mente pero me desvié del camino y ahora me he perdido. ¿Puede decirme dónde estoy?
- En absoluto te has perdido, querida niña, sólo has llegado donde debías llegar. A tu Destino.
- Pues permítame discrepar. Yo me dirigía hacia la luz de la luna y…
- Todo a su tiempo, Emily, todo a su tiempo, ji ji ji.
- ¿Cómo sabe mi nombre? – preguntó sorprendida.
- Oh, querida, perdona pero no puedo contestar a esa pregunta de una manera que a ti te ayude. El Peregrino te vio durante sus lamentos y me avisó de la llegada de la novia capaz de iluminar las tinieblas con su voz.
- ¿Quién es el Peregrino?
- ¿Ves? Sabía que no iba a resultarte clara mi respuesta. Ahora bien, sí puedo iluminarte respondiendo a la primera pregunta que has formulado. Te encuentras en los dominios del pájaro dragón, el lugar de reposo y destierro de los Demonios de las Sombras, un lugar de poder ideal si lo que buscas es celebrar un aquelarre… te encuentras nada más y nada menos que en la Tierra Encantada, en el Reino de Gallowmere. Por cierto, puedes llamarme la Bruja Buena del Bosque, por si te interesa saberlo.
- Ajá… de acuerdo – dijo Emily un poco dubitativa – Pero sigo sin ubicarme… ¿Estoy muy lejos de Ucrania?
- Ji ji ji pues un poquito sí – rió la Bruja Buena del Bosque y arrojó unos polvitos blancos con su huesuda mano que hizo que la poción brillase por un instante y saltaran unas chispas – No le des más vueltas. Estás donde debes estar… al menos por el momento.
Emily se guardó las ganas de decir que ella no pensaba igual. Tras unos instantes de vacilación optó por despedirse de la bruja y buscar una manera de salir de ese extraño lugar. Pero entonces cayó en la cuenta de una cosa.
- Me atrajo hasta aquí una canción – empezó, sintiéndose un poco tonta – La cantaba un hombre que parecía muy triste…
- El lamento del Peregrino - contestó – Debes ayudar a purgar el reino del mal que lo aflige. Una vez que sea expulsado podrás seguir tu camino si así lo deseas.
- ¿Qué mal? Y ¿por qué yo?
- El mal de Zarok. Y debes ser tú porque tu corazón es inocente y puro, sólo eso ayudará al caballero en su cometido.
- ¿Un caballero? No estoy entendiendo nada de nada – se quejó Emily y se sentó en una piedra, resoplando por la frustración y la impaciencia.
La bruja se detuvo en sus removidas, extrajo un poco de poción en una tacita y se la ofreció a Emily.
- Toma, esto te despejará la mente de cualquier duda.
En el momento en que Emily aceptó la taza su ojo derecho salió disparado, rodando por el suelo y llenándose – oh, maldita sea -  de suciedad. 
- ¡NI SE TE OCURRA BEBÉRTELO! A saber qué ha echado en esa poción – le previno Maggot y luego se encaró con la Bruja Buena del Bosque - ¡Tú quieres envenenarnos!
La bruja le ignoró y se agachó a coger el ojo de Emily del suelo. Lo sopló quitándole los restos de suciedad y luego lo frotó en su túnica con suavidad.
- Maggot, no seas maleducado – se quejó la novia – Ella quiere ayudarnos. ¿No lo ves? 
- No, no lo veo tan claro como tú. ¿Y si ha sido ella la que nos ha traído hasta aquí?
- No ha sido ella, bobo, si no el Peregrino. ¿Acaso no escuchas?
- ¿Y quién es ese si puede saberse?
- Mi poción es totalmente inofensiva, gusanito – dijo la bruja sin enfadarse en absoluto y le alargó a Emily su ojo ya limpio – Además, si fuera dañina, ¿qué conseguiría? ¿Matarla?
Maggot fue a responder pero enmudeció ante la lógica de la réplica.
- No pareces sorprendida por mi condición - repuso Emily mirando con curiosidad a la bruja mientras daba un sorbo de la poción. A pesar de lo que había esperado estaba buena y empezó a sentir un calor en su interior de lo más confortable.
- La muerte camina entre nosotros así que no desentonas precisamente – dijo la bruja, poniéndose seria -  El nigromante Zarok ha regresado para terminar lo que empezó hace cien años: conquistar el reino de Gallowmere. Sus hechizos han esclavizado a los vivos, robándoles sus almas para alzar con ellas a los muertos. Está buscando recuperar a sus antiguos aliados, los Demonios de las Sombras…
- Espera, los has mencionado antes – dijo Emily – Has dicho que esos… Demonios… estaban aquí, en la Tierra Encantada.
- ¡Sí! En su día fueron aprisionados en estas tierras, sellados bajo un artefacto de gran poder: el Artefacto de las Sombras. Zarok lo está buscando y no debe encontrarlo o de lo contrario estaremos perdidos…
- ¿Y soy yo quien debe evitar todo esto? 
- No, pequeña. Esa gran responsabilidad no cae sobre tus hombros.
Emily escuchaba absorta a la bruja con la tacita vacía en sus manos frías.
Hasta Maggot guardaba silencio y no perdía detalle a sus palabras, puesto que preguntó:
- ¿Entonces sobre quién? Venga, mujer, que nos tienes en un sinvivir.
- Sólo te puedo decir que se llama Fortesque – dijo ella, con gozo contenido.
- ¿Y qué aspecto tiene?
- Oh, querida, no te preocupes por eso. Sabrás que es él cuando le veas ji ji ji. Sin embargo antes de eso, Fortesque necesita tu ayuda así que debes hacer algo importante…
La bruja hizo una pausa y recogió la taza vacía que Emily le ofrecía.
- Hay un gran pájaro que vive en la cima del monte de Gallows. Lleva años dormido pero me da en mi nariz que puede ser de ayuda en esta empresa, pues la leyenda dice que en su día ayudó a un caballero a cambio de un favor. Creo que para ganarte su confianza será necesario llevarle algún obsequio; una vez conseguido devolverá el favor cumpliendo lo que se le pida. No te dejes engañar por su aspecto, pues es muy inteligente.
- De acuerdo, puedo hacerlo – dijo Emily poniéndose de pie – Pero ¿qué puedo llevarle?
- Pues – dijo la bruja, interrumpiéndose y reflexionando – Si te soy sincera… no tengo ni idea ji ji ji. No recuerdo lo que contaba la fábula, mi memoria ya no es la que era. Debes perdonar a esta anciana.
- Oh, vaya, tendré que improvisar algo… ¿cómo llego a la montaña?
- Eso tampoco puedo decírtelo….
- Menudas ayudas – se quejó Maggot.
- ¿Por qué no le preguntas a las hadas? Ellas suelen tratarse con el pájaro y de seguro que te ayudarán si les dices que vas de mi parte. Para estar más seguros toma mi colgante; enséñaselo y no tendrás problemas. 
La Bruja Buena del Bosque le pasó el colgante que se trataba de una estrella de cinco puntas de color negro, un pentagrama. 
- Podrás encontrarlas en los dólmenes que hay en esa dirección – dijo, señalando un camino – Sólo debes pararte en el centro de las flores y dar tres vueltas sobre ti misma, llamándolas.
Luego le puso la mano en el mentón.
- Seguro que en vida eras una hermosa doncella, si bien incluso en la muerte eres muy bella. Sé que podrás hacerlo. Y recuerda, tu voz es tu mejor arma.
Emily asintió y le dedicó una sonrisa a la bruja por su cumplido. Entonces se puso en marcha mientras aguantaba los sermones de Maggot.

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