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[Crossover: Medievil x Corpse Bride] La voz es más fuerte que la espada - Capítulo 2



Capítulo 2
FAVOR POR FAVOR


- Ya hemos llegado. Estos tienen que ser los dólmenes de los que habló aquella brujita tan amable.
Se encontraban en un pequeño claro. La luz de la luna iluminaba un círculo formado por varias piedras de diferentes tamaños, planas y talladas, cubiertas en parte por enredaderas que poseían unas grandes flores de color azul, totalmente desconocidas para Emily.
- No sé por qué te has encariñado con ella – le regañó el gusano, que iba asomado por su oído – Claramente te está utilizando y encima tiene la desfachatez de insinuar como que te hace un favor…
- Maggot, no cuesta nada ayudar a alguien que lo necesita – dijo ella, entrando en el centro del círculo - ¿No te sentiste bien cuando viste a Víctor y Victoria cogidos de la mano?
- Bueno, aquello era distinto. Ellos son buenos chicos, pero no conocemos de nada a esta bruja… y alguien que se pone en su nombre el epíteto de “bueno” no es de fiar…
- Eso son manías tuyas, seguro que tiene nombre de pila. Y ahora cállate que tengo que llamar a las hadas del bosque.
Emily se enderezó y se estiró, provocando que sus huesos crujieran. Se plisó el vestido y se colocó el velo y entonces bailó dando una, dos y tres vueltas mientras canturreaba:
- Oh, hadas del bosque, venid a mi llamada, pues necesito vuestra ayuda. Venid, venid hadas del bosque antes que me seque…
Escuchó como un sonido de aleteo y Emily se detuvo. De la flor más cercana surgió un destello multicolor y al instante se materializó un hada… o eso debía ser. La novia había escuchado cuando era niña cuentos que hablaban sobre las hadas y las descripciones que se daban no tenían en absoluto nada que ver con la criatura que tenía delante de ella.
El hada era un pequeño ser con una cabeza grande y redonda, un tanto grotesca, de grandes ojos verdes y mofletes generosos. En comparación el cuerpo, que era de color violeta, en era pequeño. Lo único que tenía en común con las hadas que ella conocía era que iba totalmente desnuda y que dos pares de alas, de color naranja, se agitaban con rapidez a su espalda manteniendo a la pequeña hada en el aire.
- ¿Quién ha invocado a las hadas del bosque? – preguntó con una voz de lo más singular - ¿Quién me ha privado de un sueño tan maravilloso y reparador?
- Oh, lo siento mucho, hada del bosque – se disculpó Emily – Pero necesito una pequeña ayudita por aquí. Me envía la Bruja Buena del Bosque.
- ¿Cómo va a enviar la bruja a un cadáver putrefacto como tú? La magia negra de Zarok ha alzado a los muertos ¡marchita el bosque con el aura de los Demonios de las Sombras! Tú eres uno de sus siervos, un cadáver andante, de modo que no te prestaré mi ayuda…
- ¡Espera! – rogó la muchacha – La bruja me dio su collar para que vieras que no miento.
- ¡Oh! Esto sí que es una sorpresa – dijo el hada, pestañeando ante la visión del colgante que Emily le mostraba - Siendo que la bruja te envía, debo ayudarte, pues ella es nuestra amiga. Mis disculpas, esto ha sido un malentendido. ¿Qué quieres de mi?
- He de llegar a la montaña de Gallows para despertar al pájaro que allí anida, pero no puedo ir sin un regalo. La bruja me dijo que tú podrías ayudarme.
- Mmmm – el hada reflexionó un momento – Creo que podemos hacer algo al respecto, sí. Aguarda un momento…
Desapareció y pasados unos segundos volvió a aparecer con una copa en la mano.
- Creo que este viejo cáliz servirá. Si mal no recuerdo al viejo pájaro le gustan las cosas brillantes je, je, je.

Emily cogió el cáliz, que pesaba lo suyo y se quedó mirándolo pensando con incredulidad que tendría que cargar con él. El hada se dio cuenta de su apuro.
- ¡Oh, perdona mi falta de tacto! – dio tres chasquidos con los dedos y el cáliz se hizo minúsculo - ¡Listo! A fin de cuentas yo lo tenía en mi casa cogiendo polvo y no lo necesito. Lo tenía encogido para que cupiera pero al hacerme grande de nuevo el cáliz también aumentó de tamaño. Cuando quieras que recupere su tamaño normal, bastará con que chasques tres veces los dedos como he hecho hace un momento.
- Muchas gracias.
Emily se sacó el ojo y metió el cáliz dentro de su cráneo. Esto provocó quejas de Maggot, alegando que dentro había poco espacio para los dos.
- No seas quejica, es sólo hasta que lleguemos a la montaña – le regañó Emily – No quiero arriesgarme a perderlo… ¿Me podrías indicar también cómo llegar a la montaña? – añadió volviendo a mirar al hada, quien había observado su maniobra con gran curiosidad.
Una vez que recibió las señas  Emily pensó en transformarse en mariposas para llegar hasta allí, ya que el trayecto no era corto.
- ¡Qué tengas suerte en tu viaje! – le deseó el hada – Y ahora con tu permiso, señorita, me vuelvo a dormir. Mañana nos espera un día arduo porque es día de recolección de ámbar y no queremos tener un encontronazo con las hormigas. La última vez casi llegamos a las manos…
- Oh, vaya, lo siento mucho. Espero que se os de bien la recolección y gracias por tu ayuda.
- Gracias a ti por hacerme ver lo equivocado que estaba con mis prejuicios hacia los no muertos. La próxima vez que me tope con uno prometo tener más paciencia y tratarle mejor, siempre y cuando sea un tipo legal. ¡Adiós!
El hada volvió a desaparecer mientras Emily, con el rostro alzado hacia la luna, volvía a transformarse en una bandada de mariposas y emprendía el vuelo en dirección a la montaña de Gallows.


A pesar de que se viajaba deprisa siendo un grupo de mariposas Emily no llegó a la cima de la montaña hasta el amanecer. Una vez volvió a ser ella misma estudió con atención los alrededores, si bien se distrajo momentáneamente deleitándose con las vistas.
- ¡Sí que es grande este reino de Gallowmere! ¿Has visto Maggot?
- Sí, sí, muy grande – dijo él con tono sarcástico sin dignarse a salir – Ahora ¿podrías darte prisa? Recuerda que aquí adentro se está muy apretado y si encima nos dedicamos a acumular más trastos pues ya ni te cuento…
- De verdad que para ser una voz de mi conciencia eres bastante pesado – protestó ella mientras se ponía en marcha.
- Eh, ¿a qué ha venido eso?
- ¿No lo recuerdas? – dijo ella sonriendo con cierta malicia – Así fue cómo te presentaste la primera vez que te sentí royéndome el cerebro. Me dijiste que eras la voz de mi conciencia y que vivías en mi cabeza…
- Sólo era una broma Emily, no hace falta usar ese tono. Hay que ver el poquito sentido del humor que tenéis los muertos…
- Pues hay que ver lo quejicas que sois los gusanos – masculló ella.
- ¿Qué has dicho?
- ¡Nada! Que si tanta prisa tienes ayúdame a buscar a ese pájaro. ¿Por dónde empezamos?
Más protestas ininteligibles, roces que cosquilleaban y Maggot surgió por su oído derecho para observar los alrededores.
- Si es tal pajarraco como lo pintan lo más probable es que duerma en un nido en la más alta cumbre de estas montañas. ¿No te parece?
- La primera cosa sensata que te oigo decir desde hace mucho tiempo, gusanito mío.
Arriba, en la montaña, hacía mucho frío. Las nieves perpetuas lo cubrían todo pero Emily, que llevaba muerta mucho tiempo, no podía sentirlo. Tampoco veríamos salir una nube de vapor de entre sus gruesos labios pues al ser un cadáver no respiraba, carecía de aliento y aún más de calor corporal. Pero creedme cuando os digo que no le faltaba calidez en su forma de ser, que mostraba una gran determinación cuando se trataba de ayudar a otros, pues había aprendido en su lugar natal a dejar de lado el egoísmo personal. Así que no sólo ayudaba porque así podría seguir su camino si no que realmente deseaba echar una mano. Le parecía terrible lo que estaba sucediéndole a Gallowmere, a pesar de que no conocía los detalles y que no era su reino de procedencia.
Aunque el hecho de estar muerta presentaba una ventaja con este clima no servía de mucho para avanzar entre la nieve. Tuvo que descalzarse para no perder sus zapatos y además levantarse el vestido hasta las rodillas.
Por suerte para ella no tuvo que subir mucho más porque pronto vieron un nido enorme y, hecho un ovillo sobre él, estaba el pájaro más grande que Emily había visto nunca. Tenía la cabeza bajo el ala y dormitaba, su cuerpo se movía acompasadamente con su lenta respiración.
- ¡Bien, por fin! – dijo Maggot, que jadeaba sin ningún motivo – Y ahora ¿cómo lo despertarás?
Emily probó a llamar al pájaro de varias maneras pero él no se molestó en despertarse. Entonces, inspirada por las palabras de la bruja, decidió cantar una canción.
- Despierta, dulce pajarito, es hora de levantarse y alzar el vuelo. Ir debes con un misterioso caballero, me pregunto cómo será, pero eso no importa cuando se trata de ayudar. ¿Podrías, gran pajarito, volar y volar para este favor dar? No tengo gran cosa pero sí grandes ánimos, así pues escucha, escucha mi comanda…
Poco a poco el pájaro empezó a alzar la cabeza.
- ¡Eso es, Emily! – alabó el gusanito – Sigue, sigue cantando, que parece que le gusta tu voz.
Emily, muy animada, con el vestido sujeto por una de sus manos, siguió cantando con su melodiosa voz, improvisando la letra.
El pájaro ya estaba totalmente despierto; se incorporó sobre sus grandes patas y entonces volvió la cabeza parpadeando con ojos soñolientos. Maggot se encogió:
- Ay mi madre Emily ¿te das cuenta de qué pájaro es?
- No veo que tiene de malo – le susurró ella, porque no quería que el animal les escuchase hablar de él.
Entonces el ave estiró las alas y dio un poderoso graznido. Se encorvó mirando con ojos golosos a la novia que se encogió cuando se dio cuenta de lo que pasaba.
-Es un buitre – susurró el gusano, cada vez más encogido - ¿Y qué comen los buitres querida mía?
- Oh-oh…
- ¡Carroña! Y tú, sin ánimo de ofender, eres un buen trozo de carroña andante… No hagas movimientos bruscos, no le mires a los ojos. Retrocede, despacito, ahueca el ala… nunca mejor dicho.



Ella empezó a retroceder con cierta torpeza, e intentó esbozarle una sonrisa al pájaro para darle a entender que no había nada raro en todo esto. Cada tres pasos que ella daba hacia atrás el pájaro daba uno adelante, girando su cabeza para verla desde todos los ángulos.
- Bueno, ya te has despertado pajarito… ahora… eeer… yo, yo me voy ¿sí? Buen pájaro…
- Emily, corre – le instó Maggot - ¡CORRE! – gritó metiéndose en su cráneo y justo el pájaro fue a echarle el pico.
La muchacha ahogó un grito y salió corriendo, dejándose caer por la pendiente, deslizándose por la nieve. El pájaro fue detrás, picando los sitios donde ella justo acababa de estar. Desesperada Emily vio una pequeña grieta en la roca y corrió allí refugiarse.
- ¡Fíjate que habría jurado que se trataba de un cóndor, gusanito! – dijo Emily encogiéndose contra la piedra que estaba lo más lejos posible de la abertura.
- ¡Qué cóndor ni qué cóndor! – gritó Maggot - ¡Es un sucio y asqueroso buitre! ¡Buaaaaaah! ¡Nos va a comer! ¡Y todo por hacerle caso a esa bruja! ¡Uy cómo le echara la mano encima!
- No me distraigas que tú no tienes manos – dijo Emily mientras el pájaro seguía golpeando el pico contra la piedra, haciendo temblar todo - ¡Tenemos que hacer que se vaya!
- ¡Eres un jugoso bocado, no habrá manera de echarle! ¡Aaah, malvada bruja y dichosa hada que no nos avisó!
- ¡Eso es! El hada… ¡el cáliz! – exclamó Emily y alargó su mano huesuda - ¡Dámelo gusanito, quizá con eso salgamos de este aprieto!
Maggot le alargó el cáliz y Emily dio los tres chasquidos con los dedos que le había dicho el hada, si bien necesitó varios intentos por los nervios, pero funcionó. Con un sonoro ¡plop! el cáliz se hizo grande y entonces Emily lo alargó hacia la entrada. El pájaro se detuvo en sus esfuerzos y se quedó mirando el cáliz.
- Mira, mira que cosita más brillante y bonita tengo aquí – canturreó la novia – ¿Lo quieres pajarito? Tómalo, tuyo es, te lo regalo…
El ave no se lo pensó dos veces y tomó el cáliz con su pico. Se escuchó un aleteo y desapareció de su visión. Maggot suspiró aliviado y Emily se relajó un tanto, aliviada. Entonces escucharon una voz que provenía de encima de ellos.
- Siento lo de antes señorita. Normalmente soy un pájaro muy educado pero he tenido últimamente unos sueños muy malos relacionados con cadáveres y cuando te vi me asusté tanto que quise echarte.
Emily se asomó con timidez por encima de la grieta y vio al pájaro posado en su nido, con el cáliz entre las patas.
- ¿Entonces no comes cadáveres? – preguntó ella.
- Oh, no. Nada de eso. Mi primo Elwetritsch quizá, pero yo no. ¡A fin de cuentas él tiene escamas y no puede volar! No, niña, ha sido todo un malentendido. Me llamo Rokh, por cierto.
- Yo soy Emily… y éste es Maggot… vamos, sal, no te hagas el remolón. Ya has visto que es amigo – dijo la muchacha, animando al gusano a salir pero él seguía teniendo miedo del pájaro.
- No gracias, estoy muy bien aquí – repuso el gusano.
Emily se encogió de hombros.
- Perdónale, es un gusano y no le gustan los pájaros.
- Lo comprendo, no hay problema con eso… ahora bien. Me ha despertado una voz bien hermosa que me decía algo que tenía que hacer. No imaginaba que habías sido tú…
Ella asintió.
- Me has traído un cáliz verdaderamente bonito, no sé cómo has sabido que adoro las cosas brillantes. Pero antes de decidirme te pediría, por favor, que cantaras de nuevo para mí…
Emily accedió y cantó una breve canción de su tierra de origen. El ave la estuvo escuchando, hecha una bola grande sobre su nido, con el cáliz reluciendo entre sus patas rugosas de largas uñas. Una vez terminó la canción Emily volvió a recitar su solicitud y, cuando acabó, puso las manos en el regazo, esperando con paciencia una respuesta.
- Así que esa es tu petición – dijo Rokh, con la cabeza inclinada – Por eso has venido hasta estas cumbres, despertándome de la siestecita que me estaba echando… de un decenio. Hace más de un siglo que el caballero Roderick vino hasta aquí buscando consejo para derrotar a un poderoso dragón loco que mantenía cautiva a una princesa. Creo que se casaron y vivieron felices comiendo perdices… o ¿fue al revés, que las perdices se los comieron a ellos?. En fin, no importa. En cualquier caso estaba empezando a aburrirme en esta soledad y cómo negarme, con la voz tan bonita que tienes y con el regalo que me has hecho. Sin embargo para ayudar a ese… nuevo caballero… necesito conocer detalles. ¿Cómo se llama? ¿Cómo es él?
- Sólo sé que se llama Fortesque pero ni idea de qué aspecto tiene – admitió Emily, pensando apurada que pudiera significar un problema.


- Mmm… supongo que lo sabré cuando le vea. Esas cosas suelen ser así – comentó desperezándose – En cualquier caso debo echar un vistazo, Zarok ha hecho mucho daño a Gallowmere y está todo patas arriba. Para sanar el reino hay que cortar el mal de raíz. Por suerte sé dónde se encuentra la guarida del hechicero, si bien está protegida por potentes encantamientos y no será posible acercarse así sin más… lo que me recuerda…
Se interrumpió sumido en sus pensamientos, con los ojos cerrados. Emily se mantuvo pacientemente a la espera, con una sonrisa dulce en los labios, pero pasados varios minutos Rokh no había vuelto a hablar.
- ¿En serio ese pajarraco del infierno se ha dormido? – preguntó Maggot.
- Eso parece – contestó Emily. Se acercó hasta Rokh y como no llegaba a tocarle por la altura del nido, se quitó la mano izquierda y se la lanzó.
Rokh dio un respingo.
- ¡Oh! ¿Qué ha sido eso? – preguntó con voz chillona.
- Nada, nada – dijo Emily, mientras su mano huesuda correteaba hasta ella y se la volvía a encajar en la muñeca con un crujido – Pero estabas hablando de la guarida de Zarok…
- ¡Ah sí!  Decía que Zarok es un experto hechicero y que sin duda habrá protegido su retiro con ciertos hechizos. Si es verdad que hay un heroico caballero que está dispuesto a derrotarle sin duda deberá dirigir sus pasos hasta allí pero puede encontrarse con que el acceso le sea harto complicado… me preguntaba si sería sensato fisgonear los alrededores antes que otra cosa... quizá pudiera facilitarle el acceso. Eso sí, puede que sea una misión un poco peligrosa para un vejestorio como yo. ¿Quizá la damisela aquí presente quiera ayudarme?
- No puedo seguir mi camino hasta que todo esto se resuelva, así que si puedo ayudar a que todo vaya más deprisa… supongo que la respuesta es sí.
- ¡Bien! Entonces sube, no perdamos tiempo…
Rokh se inclinó estirando una de sus alas hasta el suelo, facilitando gentilmente a Emily que pudiera montarse encima. La muchacha no se lo pensó dos veces y se encaramó en el lomo del ave.
- ¡Alto, algo ahí! – gritó Maggot en su cabeza y salió por el oído, mirándola con reproche - ¿Estás segura de todo esto? 
- No nos queda otra alternativa que seguir adelante.
- Pero-pero-pero… ¿y si nos caemos? No me da buena espina este pajarraco…
- Haré como que no he oído esa forma tan despectiva de dirigirse a mi – intervino Rokh con tono aburrido y comenzó a batir las alas, formando un revuelo de plumas y polvo de nieve a su alrededor.
- No nos caeremos, no seas tonto – repuso Emily, impacientándose – A fin de cuentas ya estoy muerta y tú no eres más que un pequeño gusano. Además Rokh es nuestro amigo y podemos confiar en él; no nos dejará caer. ¿A qué no?
- Tienes mi palabra, jovencita.
Maggot resopló indignado y se metió de nuevo dentro de la cabeza de su amiga.
- ¡Muy bien! Como quieras… pero si luego tu cuerpo se estampa contra el suelo ni se te ocurra pedirme ayuda para que recomponga tus trocitos...
Emily le ignoró y se agarró con cuidado de las plumas del lomo de Rokh, quien inició una carrera hasta el borde del precipicio sobre el que se encontraba su nido.
Cayó en picado varios metros y luego alzó el vuelo, agitando sus alas de manera majestuosa. A Emily le encantó la sensación; a pesar de que hacía mucho tiempo que se limitaba a disfrutar de un modo desapasionado por su condición de no muerta la embargó una honda satisfacción y emoción al encontrarse volando. Tuvo que sujetarse el velo ya que se volaba violentamente agitándose por detrás de ella por efecto del viento. Miró abajo, sin sentir ningún vértigo y dejó escapar un grito de alborozo.
Rokh compartió su entusiasmo, pues hacía mucho tiempo que no alzaba el vuelo. Echaba de menos el aullar del viento, contemplar el mundo extendiéndose por debajo de sus patas y que sus músculos trabajaran con algo de ejercicio. Enseguida encontró una corriente de aire y se alzó por encima de las montañas, poniendo rumbo a un nuevo destino.

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