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[Crossover: Medievil x Corpse Bride] La voz es más fuerte que la espada - Capítulo 6 - Las dos partes de un todo



Capítulo 6 
LAS DOS PARTES DE UN TODO



Teniendo en cuenta todo lo que había visto en su viaje a sir Daniel Fortesque no le sorprendió ya lo más mínimo la tripulación del barco pirata ni su capitán. Estaba acostumbrado a lidiar con otros muertos vivientes y los había tenido de todo tipo: descerebrados, fantasmales, belicosos, chiflados, criminales… y ahora piratas. 

También había lidiado con otro tipo de criaturas más escalofriantes: gárgolas, demonios, diablillos o gólems de piedra, por no hablar de los Rinotauros y los guardianes de Mellowmede, azote de antiguos pueblos de Gallowmere… ¡por favor, si hasta se había hecho amigo de Kul Katura y del anciano dragón! Cierto, estaba el pequeño incidente con el Jabberwocky, pero nadie es perfecto. Pues eso ¿qué le iban a hacer un atajo de grumetillos fantasma que no le hubieran intentado hacer ya?
De modo que cuando el capitán del barco fantasma mordió el polvo Dan tomó el timón del barco felicitándose porque ya estaba muy cerca de la guarida de Zarok. Puso rumbo al noroeste y dejó que el aire empujara el navío a través de las nubes.
Mientras tanto recordó las palabras que había intercambiado allá en las Ruinas Encantadas, en lo que antaño fuera el castillo que fue su hogar, con su viejo amigo el Rey Peregrino.


Los ánimos de Dan habían aumentado más si cabía cuando le quedó claro que el Rey aún tenía fe en él, que de verdad creía que sería capaz de salvar al justo Gallowmere del destino que le deparaba si Zarok ultimaba sus planes. Era de los pocos seres con los que se había cruzado que le tomaba en serio y no se burlaba de él; sintió una punzada de remordimientos por haberle engañado cuando ambos vivían, pero fue un arrepentimiento muy leve y momentáneo. Y se mostró claramente sorprendido cuando el Rey, a pesar de ser un espíritu apegado a las ruinas de su castillo, estaba dispuesto a volarlo en pedazos con tal de arruinar los planes de Zarok, pues los Demonios de las Sombras habían acudido allí en masa movilizándose, siguiendo las órdenes de su amo. Así que destruyendo el castillo mataría a todos los Demonios, devolviéndolos al plano del que nunca deberían haber salido.
Dan Sintió lástima y nostalgia por su amigo perdido, pues pensaba que con la destrucción del edificio al que había estado vinculado su espíritu se habría perdido y por ello pilotó el barco en el más absoluto silencio en señal de respeto, ordenándole a Morten que lo respetase cuando empezó a incordiar. Pero no pudo evitar articular un sonoro “Oooh” cuando vislumbró las luces de la guarida de Zarok en lontananza; una fortaleza inexpugnable levantada sobre la montaña de una isla. Aunque el hechicero era un mal tipo había que admitir que sabía construir.

Fue así cómo sir Fortesque arribó a la guarida de Zarok e irrumpió en territorio enemigo. La única resistencia que halló, para su sorpresa, fueron los diablillos que en su momento ya se había encontrado en el Mausoleo de la Colina, cuando abatió al Demonio de la Vidriera.
Estos diablillos traicioneros eran producto de otro experimento muy similar al del Jabberwocky; mediante el uso de la magia fue posible “domesticar” a estas traviesas criaturillas para que se convirtieran en serviles y dóciles criados del hogar. Sin embargo el mal trato que recibieron por parte de muchos de sus señores les hizo volverse rencorosos y viles. Zarok, demostrando de nuevo ser de lo más avispado, se percató de esta tesitura y en secreto hizo un pacto con los diablillos. A cambio de que trabajaran para él matarían dos pájaros de un tiro: serían libres y podrían vengarse de sus antiguos amos. ¿Quién sería capaz de negarse a un trato así?

Nuestro héroe ignoraba las razones de los diablillos para cambiarse de bando, pero no le importaba saberlo o no: comenzó a abrirse paso a espadazo limpio.




El sonido de un chasquido metálico sumado a unas maldiciones hizo que Emily levantara la cabeza. No sabía cuánto tiempo había permanecido hecha un ovillo, hundida en su tristeza, pero entonces recordó que Maggot había abandonado su cabeza y que por eso hacía mucho que no le escuchaba.
Prestó atención cuando volvió a escucharse un sonido justo delante de ella pero no había nadie más, estaba sola. 
- ¡Casi lo tengo, caray con la cerradura, es de las difíciles! – dijo la voz de Maggot, algo amortiguada desde algún lugar por delante de ella.
- ¿Qué estás haciendo? – preguntó Emily.


Su amigo asomó por el ojo de la cerradura de la puerta.
- ¿Tú que crees? ¡Sacarnos de aquí!
Volvió a introducirse y tras insistir un poco más se oyó otro chasquido.
- ¡SÍ! ¡Empuja la puerta!
Emily obedeció y observó, sorprendida, cómo la puerta de la celda donde había sido encerrada se abría. Esbozó una gran sonrisa y se apresuró a acercarse a la cerradura por el otro lado.
Maggot reapareció, limpiándose la frente con el extremo opuesto de su cuerpo.
- ¡Eso ha sido increíble! – alabó la novia, encantada.
- Ya lo sé… ehm, quiero decir… gracias – contestó él, haciéndose el modesto – Pero deberíamos estar saliendo de aquí.
- Tienes razón ¡vamos!
Emily alargó el dedo para que Maggot se subiera y echó a correr por el pasadizo.






Dan paró la lectura del libro. Aunque éste fuera instructivo sobre cómo Zarok había conseguido hacer lo que había hecho, no le servía de mucha ayuda para detener sus planes. Lo único de lo que le sirvió fue para sentirse orgulloso de sí mismo: en vida este tipo de libros conseguían darle sueño y no era capaz de terminar de leerse ni la primera página. Bueno, ahora tampoco podía hojearlo en condiciones pero tenía la excusa de llevar prisa y el libro daba un poco de repelús. En la estancia además olía a viejo y quería estar el mínimo tiempo posible. Lo único que necesitaba era encontrar la manera de entrar a la guarida de Zarok, donde estaba seguro que el hechicero se había cobijado.
Ahora mismo se encontraba en lo que parecía ser el estudio del hechicero, que hacía las veces de biblioteca privada. Dan había examinado por encima los títulos de los libros y eran tan oscuros y retorcidos que se apartó con cierta reserva.
Su atención la centró en el escritorio donde Zarok parecía pasar mucho tiempo, tomando notas sobre sus experimentos mágicos. Dedujo que allí encontraría la pista para poder continuar, puesto que arriba había dado con una puerta cerrada que conducía, por lo que decía el cartel del pasillo anterior, “Al dispositivo”. Pero faltaba la llave y Dan no la encontraba por ningún sitio.
La sala donde se encontraba era circular; las paredes estaban cubiertas con estanterías repletas de libros en sus partes altas, mientras que el escritorio parecía dominar el lugar, por lo que dedujo que era importante. Había también una cascada cuyo sonido invitaba a la relajación y a la meditación. En un rincón había un cofre muy sospechoso pero necesitaba introducir una especie de combinación númerica que obviamente desconocía; Dan pasó un par de minutos rascándose el cráneo puesto que en vida no había visto nada igual.
Soltó un resoplido – si es que el sonido que produjo podía nombrarse así – apartó el Libro de Hechizos a un lado junto con algunos pergaminos ilustrados con todo tipo de diagramas, dibujos y letras y tomó otro libro, más fino, en cuya portada de cuero podía leerse “Diario de Zarok”

Dan lanzó un par de miradas a los lados para asegurarse de que el hechicero no andaba por ahí y abrió el diario, consciente de que violaba la privacidad de Zarok… pero al fin y al cabo, se lo merecía por las fechorías que había cometido.
Pudo leer:

"Cien años llevo exiliado, abrigándome con mi ira, alimentándome de mi sufrimiento, relajándome con mi angustia. Pero pronto todos me las pagarán. Fortesque incluido  – llegados a este punto Dan leyó con más interés -  “¡Primero desbarata mis planes para conquistar Gallowmere y luego se atribuye póstumamente mi muerte! Cuando le encuentre, le voy a dar unas cuantas patadas al más puro estilo medieval en su esquelético trasero. La verdad es que nunca me cayó bien. Siempre por la corte, molestando. “¿Adónde vas con ese gato muerto Zarok? “. ¿De dónde has sacado ese cerebro, Zarok?” ¡¡Estúpido metomentodo!!…"

Las siguientes páginas se podían resumir en insultos contra Fortesque, dibujos de Fortesque sufriendo diferentes tormentos como ser hervido en aceite o siendo desmembrado por caballos de tiro o asaetado y quemado vivo. También había garabatos, palabras ininteligibles para Dan por estar escritas con runas y, por supuesto, entradas irrelevantes donde Zarok se decía lo hermoso que era. 
- A alguien le falta un tornillo, creo yo – opinó Morten, quien se había asomado por la cuenca vacía de Dan para fisgonear.
Fortesque asintió con la cabeza,  tomó el libro con las puntas de los dedos como si quemase y lo dejó a un lado. Entonces vio, bajo el cráneo de una cabra, unos papeles que le llamaron la atención. Los examinó, pensativo:
Parecía tratarse de una combinación para abrir el cofre que había visto. Dan volvió a rascarse la cabeza, se acercó al cofre y vio que la combinación tenía exactamente cuatro dígitos… además de que el dibujo era bastante sugerente, por lo que la solución a este acertijo era la combinación correcta. El problema es que no conseguía dar con la solución. ¿Por qué no prestó nunca atención en matemáticas? Ah sí, porque se las pasaba durmiendo o haciendo avioncitos de papel… o castigado por hacer esas cosas, sí. ¡Maldición!




- Caray, yo que pensaba que esto era pequeño – dijo Maggot.
- No podemos salir por aquí – dijo Emily, mirando con curiosidad la mano que sobresalía de la pared donde justo encima tenía el cartel de “Al dispositivo” – Creo que necesitamos alguna especie de llave que no tenemos… de todos modos ésta no parece la puerta correcta, debería poner “Salida” o algo por el estilo.
Siguieron avanzando hasta llegar a un recodo.
- ¡Aaah! – exclamó Maggot cuando apareció un diablillo justo por el otro corredor.
Emily no se hizo de rogar. Se arrancó el brazo izquierdo y atizó repetidas veces al diablillo en la cabeza antes de que pudiera decir “hola”. La criatura cayó inconsciente al suelo y empezó a roncar.
- ¡Uf! Eso estuvo cerca – dijo Maggot mientras Emily también suspiraba de alivio – Será mejor que sigas de esa guisa, no vaya a ser que salgan más…
A continuación pasaron una arcada y entonces vieron unas escaleras que descendían. 
- ¿Oyes eso? – preguntó Emily – Parece una cascada. ¡Quizá sea la salida!
- ¿Estás segura? Llevamos un buen rato dando vueltas…
- ¡Claro que sí! Espera y verás…




Dan estaba ensimismado, devanándose los pocos sesos que le quedaban, intentando resolver el acertijo. En ese momento escuchó un ruido distante, como de pasos. Se incorporó, tensándose, escuchando con atención. Pocos segundos después comprobó que efectivamente alguien se acercaba. Miró a su alrededor pero no había ningún sitio donde esconderse para preparar una ofensiva así que se metió bajo la arcada que había debajo de la escalera. 
Escuchó el inconfundible sonido de un taconeo reverberando en las paredes de piedra. Dan se pegó más a la pared, con la espada alzada y su único ojo puesto en la esquina del arco, lugar por el que doblaría quien quiera que estuviese viniendo.
- No estoy perdida, cállate y déjame pensar... No, no pienso regresar por donde hemos venido. Dime ¿qué sentido tendría? Tenemos que salir de aquí…
Se trataba de la voz de una joven mujer pero eso no amilanó a Fortesque. Podía tratarse de algún hechizo de Zarok para que bajara la guardia. Además, por algún motivo, parecía hablar consigo misma.
- ¡Míralo, una cascada! ¡Te lo dije! -  esta vez sonó muy cerca, casi al lado – Quizá si salimos de aquí podamos advertir a Sir Fortesque…
Dan no se quedó de piedra cuando escuchó su nombre, lo cual hubiera sido comprensible, sino cuando escuchó la voz tan de cerca... esa voz… decidió asomarse a echar un vistazo.
Recortada contra la cascada observó a una resplandeciente figura blanca, alta y estilizada. No podía ver el rostro de la recién llegada porque estaba de espaldas y además portaba un velo que llegaba hasta el suelo y que ondulaba por la brisa que entraba por la abertura de la cascada. El vestido se desparramaba en una amplia cola que se arrastraba por el suelo con un discreto frufrú. No se le pasó por alto que su indumentaria había conocido días mejores; no sólo por la suciedad y los desgarrones, si no porque la tela parecía vieja. 
Dan se la quedó mirando, esperando a que ella volviera la cabeza. Quería verle el rostro. Depositando el escudo en el suelo sin hacer ruido alargó la mano recién liberada hacia el velo.
- ¡Qué decepción! – dijo ella -  Por aquí no podemos salir…
Fue entonces cuando algo alargado y pequeñito surgió de la figura.
- Quizá haya otra salida por aquí, veamos – dijo “eso” - déjame echar un vista… ¡¡¡aaaaah!!!!
El gusano – porque eso era - gritó al verle, delatándole. Dan no tuvo tiempo de hacer nada cuando la chica se volvió presta y le atizó en pleno rostro.
- Para, para ¡para! – gritó Fortesque y, dejando caer la espada, se protegió la cara con los brazos, retrocediendo contra la pared.
Encajó tres golpes más en toda la cocorota y el ojo que le quedaba bailó en la órbita. Entonces escuchó una exclamación de la muchacha entre los gritos del gusano, que pedía la sangre de Zarok.
- Espera Maggot ¡no es el hechicero! – exclamó ella, dejando de golpearle por fin.
Fortesque se rascó la cabeza allí donde le habían golpeado, gruñendo por lo bajini, pero se detuvo cuando vio al fin el rostro de la chica. Su sorpresa fue mayúscula cuando se dio cuenta que estaba delante de una novia… cadáver. Su piel poseía el tono azulado de los muertos. El velo que se agitaba por detrás de ella junto con el vestido blanco vaporoso le daba un aire de lo más etéreo, fantasmal. En su única mano sostenía su otro brazo, que estaba totalmente descarnado y que sin duda era lo que había usado para golpearle. Sus ojos eran muy grandes, sus labios gruesos y rosas. En vida debió de ser una muchacha preciosa y en la muerte aún seguía siéndolo, pensó Dan, a pesar del hueso de la mandíbula que se dejaba ver en un agujero en su mejilla, las costillas que asomaban por debajo del traje y el brazo arrancado… por no hablar del gusano carroñero que asomaba por uno de sus oídos. Automáticamente su propio gusano se asomó y prorrumpió en una salva de saludos hacia el gusano de la novia, que respondió muy animado. 
- ¡Anda mira! ¡Un pariente lejano! – exclamó Maggot loco de contento.
Emily en cambio contemplaba con cierto recelo a Fortesque, ya que no le gustaba el modo tan descarado en que éste la miraba, ahí despatarrado ridículamente en el suelo. 
Pero es que él no podía mirarla de otra manera porque ¡era la dueña de la voz que escuchaba en su cabeza! Y al verla vio que era… era…
- Perfecta – musitó.



- ¿Qué has dicho? - le preguntó ella enarcando una ceja.  
Dan tragó saliva en un acto reflejo. La expresión de ella, que era francamente hostil, le amilanaba un tanto.  
Pero entonces los ojos de la muchacha vagaron por su armadura, su espada y su escudo.
- Un momento – dijo y suavizó su semblante - ¿Acaso eres un caballero?
- S-soy – contestó él, pero se interrumpió. Ella había mencionado a Fortesque, por lo cual le estaba buscando y si no era capaz de reconocerle cuando le tenía adelante ¡es porque no sabía el aspecto que tenía!. Carraspeó cuando una idea se formó en su cabeza – Soy amigo del capitán sir Fortesque, su… escudero. Me llamo Daniel...
La chica abrió sus enormes ojos como platos y esbozó una radiante sonrisa que casi, sólo casi, le hizo sentir que sus huesos se derretían.
- ¿Conoces a sir Fortesque? ¡Es necesario que hable con él ahora mismo! ¿Dónde está? – preguntó mirando en todas las direcciones.
Él se incorporó despacio sintiendo un nudo en el estómago, lo cual era absurdo puesto que no tenía desde hacía bastantes décadas. Pero Dan sabía que esa sensación se debía a la decepción interna por saberse poca cosa, por estar delante de algo que percibía como fuera de su alcance.
- Cerca – dijo torpemente, y se limpió el polvo de la armadura.
Sólo entonces Emily le miró y se llevó al rostro una mano.


- ¡Oh! ¡Siento muchísimo haberte golpeado, Daniel! ¿Estás bien?
Ella parecía realmente arrepentida y preocupada. No fue capaz de contestar porque apreció su gesto.
- ¡Eh amigo! ¿Acaso tenemos monos en la cara? – preguntó Maggot, aún asomado por la oreja de Emily quien había estado estudiando atentamente al supuesto escudero.
- ¡N-no! E-estoy bien, gracias – repuso Dan y frunció el ceño. “¿Qué te pasa? Cálmate” se dijo. Luego carraspeó y recogió el escudo y la espada del suelo bajo la atenta mirada de la chica.
- ¿Cómo te llamas? – preguntó.
- ¡Ay, sí, perdona mis malos modales! Me llamo… Victoria, Victoria Everglot – mintió Emily mientras se colocaba el brazo en su sitio con un crujido.
¿Por qué le mentía? Pues porque se había quedado de lo más desconcertada cuando aquél esqueleto se había presentado como escudero de sir Fortesque. ¿Por qué el caballero usaría a un no muerto? Y además ¿qué hacía ahí escondido acercándose a una dama por la espalda de manera sigilosa? 
“Ya veremos” se dijo.
- ¡Soy Morten! – saludó el gusano de Daniel volviéndose a asomar y Emily le dedicó un pestañeo a modo de saludo.
- Y yo soy Maggot… ¡Hola!
- Ho-hola… Victoria…Es un nombre muy bonito…
- ¿Y sir Fortesque? – preguntó ella, con los brazos en jarras - ¿Va a venir?
- ¡Oh, sí! Bueno él… él está ocupado ahora con… un problema sí… y yo… eeem… yo me he adelantado a echar un vistazo... aunque me encontré con un problemilla…
Emily le miró con los ojos entrecerrados, cada vez más confundida. ¿Por qué sentía aquel hormigueo que siempre sentía en su estómago antes de transformarse en mariposas? Cuando se lo estaba preguntando él le alargó el trozo de papel del acertijo. 
Emily lo estudió con detenimiento. Maggot, muy interesado, también le echaba un ojo asomado desde su oído. Morten por su parte, bostezó algo aburrido y se escurrió en las profundidades de la cabeza hueca de Fortesque.
- He… hemos de llegar al dispositivo de Zarok – explicó Dan – Fortesque me ha encargado que abra el acceso. Es necesario que destruya ese dispositivo mágico… pero no encuentro la llave y creo que ese papel me ayudaría…
- ¡Oh, yo sé, yo sé la respuesta! No, espera, no, no la sé – dijo Maggot, rascándose la cabecita con la punta de su cola.
- Chisst, cállate Maggot, no me dejas pensar – le regañó Emily y se puso a dar vueltas por la estancia mirando con el ceño fruncido el acertijo.
- Oye, respecto a sir Fortesque – empezó Dan - ¿Qué opinión tienes de él?
- No lo sé, no le conozco en persona – dijo Emily sin levantar la vista del papel – Más bien debería preguntártelo yo a ti. 


- Bueno sí… pero ¿qué sabes de él?
Emily se detuvo por un momento, le miró y luego sonrió.
- Poca cosa. No soy de por aquí ¿sabes? Se supone que nos ata un vínculo, aunque tampoco sé el motivo. Se supone que es un héroe ¿no? 
Dan asintió, sumamente interesado. Emily hizo un alto y se atrevió a continuar.
- ¿Puedes decirme cómo es? ¿Acaso alto, fuerte, bien parecido? ¿Posee largos cabellos ondulantes, mentón poderoso y porte arrogante? Supongo que estará lleno de la vitalidad que nosotros ya no tenemos. ¡Seguro que en sus ojos se ve una férrea determinación que le impulsa a seguir adelante, a no perder la esperanza de salvar a su amado reino de las garras del perverso hechicero a pesar de los horrores innombrables, las bestias mágicas y otros múltiples peligros a los que se habrá tenido que enfrentar! ¿He acertado?
Dan no supo qué contestar porque se dio cuenta de que cuando ella hablaba de Fortesque – o sea, de él mismo – parecía tener una idea muy romántica  de su apariencia y forma de ser, la típica que muestran los cuentos clásicos. Se le antojó que Victoria era una muchacha de lo más soñadora que había crecido, al igual que él, escuchando esas historias y en ese momento más que nunca decidió que no merecía la pena decirle que él era ese héroe que en tan alta estima tenía.
- Pues…
- ¿Cómo es que lleva a un escudero como tú? 
- ¿Eh, quién yo? ¡Ah! Sí… bueno… yo era… ahm…
Dan carraspeó. Emily le miraba expectante. Entonces algo encajó en su cabeza, aquella faceta suya que siempre mostraba en vida.
- Fui escudero de su abuelo; ambos participamos en la batalla de Gallowmere y morimos allí sí… ehm, bueno, cuando todo esto pasó decidí buscarle porque sabía que él no se quedaría de brazos cruzados ante esta situación – lo dijo sin pensar, de carrerilla, descubriendo con cierta molestia lo sencillo que le seguía resultando mentir si se lo proponía – En cuanto a su descripción decir que te has acercado bastante.
Se hizo un pequeño silencio en la sala.
- Ajá… bueno, me gustaría hacerte una última pregunta, Daniel.
- ¿Sí?
- Él… ¿él sabe de mi? Es decir… ¿Es verdad que ha escuchado mi voz? Porque… porque yo…
- Sí – dijo él y emitió un suspiro sin que ella le oyera.
Emily asintió. Pero ¿por qué, por qué parecía apenada?
- Gracias por contármelo. Aunque preferiría que no le dijeras que me has visto… bueno por… por lo que es evidente – dijo Emily, con un tono un tanto nostálgico en su voz.
Dan frunció el ceño, ya que no entendía que quería decir ella con… ¡ah!
- De acuerdo.
- Gracias de nuevo.
Ella le sonrío y volvió a mirar el papel mientras él se sentía lo peor de la existencia por mentir a aquella quien acababa de decirle abiertamente que sentía la misma desilusión que él por su aspecto marchito. Súbitamente sintió la necesidad de decirle la verdad, de decirle que no debía sentirse apesadumbrada por querer gustarle a Fortesque porque él no era un vivo…
- ¡Eureka! – exclamó Emily, sacándole de sus pensamientos - ¡Ya está! ¿Hay pluma? 
- Allí – dijo Maggot, quien había estado extrañamente callado, señalando el escritorio de Zarok.
Emily soltó una risita entre dientes y en vez de acudir caminando al escritorio lo hizo dando un par de vueltas sobre sí misma, agitando sus cabellos, el velo y la cola de su vestido con una gracia y soltura que más de un vivo envidiaría. Luego tomó la pluma y escribió sobre el papel.
- Aquí tienes.
Dan tomó el papel y miró sorprendido lo que ella había escrito: 


- ¡Genial! – exclamó, muy contento - ¡Ha sido increíble Victoria!
Entonces se apresuró hasta el cofre, introdujo los números que había escrito ella y el cofre se abrió. Con una gran sonrisa – o el equivalente, teniendo en cuenta de que carecía de mandíbula inferior – se volvió hacia Emily, quien no había podido evitar sentirse halagada. Luego se asomó para ver qué había en el interior de aquél cofre.
Aparte de unos documentos que versaban sobre la propiedad de las tierras donde se erigía el castillo, un peluche de un perrito un tanto ajado, joyas y dinero en efectivo hallaron una Runa del Caos. Emily observó con curiosidad que era del mismo color que la mano que había visto en la puerta del fondo del pasillo del cartel “Al dispositivo”.
Saltaba a la vista que era lo único de ese cofre que interesaba a Daniel. A continuación él se incorporó y se volvió a Emily.
- Muchas gracias Victoria. Sin ti no lo habría conseguido.
- No exageres, no era tan difícil – repuso ella pero estaba encantada con los halagos.
- Sí que era TAN difícil – dijo él, desviando la vista, luego volvió a mirarla – Sir Fortesque me confesó que nunca hubiera podido llegar hasta aquí sin tu ayuda. Déjame agradecerte en su nombre toda tu ayuda.
- Dile de mi parte que ha sido un placer echar una mano – repuso Emily, muy azorada por sus palabras – Quizá si no estuviera tan lejos yo mismo pudiera decírselo…
- ¿Tanto te gustaría conocerle? – preguntó Daniel y Emily detectó un brillo extraño en su ojo – No creo que sea mala idea. A fin de cuentas él se moría de ganas por conocerte a ti.
Emily tragó saliva y agradeció de todo corazón, por una vez, estar muerta porque de lo contrario se estaría ruborizando hasta la raíz del cabello.
- Es mejor así… Creo que se hubiera llevado una honda decepción si me hubiera visto de esta guisa. Sin duda no soy lo que él esperaba; seguro que aguardaría a una muchacha de mejillas sonrosadas, con un palpitante corazón y que pueda respirar. 
- Él está más cerca de lo que crees, pero si no deseas verle, que así sea. Eso sí, sin duda puedo asegurarte que no, que no eres cómo él se esperaba si no mucho mejor…
La novia, al escuchar esas palabras, sintió de nuevo aquél hormigueo en el estómago, como si un centenar de mariposas revolotearan todas al unísono en su interior con ánimo de salir volando. A pesar de que sólo tenía un ojo Daniel la observaba con tal intensidad que no era capaz casi de sostenerle la mirada.
Sin embargo fue él quien bajó la vista primero y carraspeó.
- Se-será mejor que me marche – dijo él mirando la Runa del Caos que aún sostenía en la mano – Buscabas la salida cuando nos hemos encontrado ¿verdad?
Ella asintió.
- Sé dónde está. Podría acompañarte, si quieres.
- No hace falta, tan sólo dime por dónde se va.
Dan quedó un poco decepcionado pero le dio las señas y en ese momento recordó algo pendiente.
- Ahora que me acuerdo ¿no habrás visto a una tal Emily por aquí? – preguntó Dan.
- Quizá… ¿por?
- Rokh, el ave que me trajo hasta aquí, la está buscando y me pidió que la pusiera a salvo.
- Oh, por eso no te preocupes. Ella… ella ya está a salvo.
Se hizo un incómodo silencio. Dan sacudió la cabeza porque no entendía nada pero tampoco tenían mucho más tiempo.
- Si tú lo dices… pero Victoria, tienes que salir de aquí. Las cosas podrían ponerse feas ¿de acuerdo?
- Sí.
Tras dedicarle una sonrisa Daniel subió por las escaleras y antes de marcharse se volvió a mirarla una última vez. Emily le sonrió y le despidió con la mano y entonces él desapareció por la puerta.
- Vaya – comentó Maggot asomándose de nuevo al exterior. Emily ni se había dado cuenta de que se había quitado discretamente del medio – No está mal para ser un esqueleto…
- ¡Daniel! – llamó Emily y cómo él no volvía subió corriendo las escaleras… y casi se chocó con él de frente cuando llegaba a la puerta.
Emily ahogó un grito y osciló al borde de las escaleras pero Daniel la sostuvo y la atrajo hacia así para evitar que cayera.
- ¡Victoria! ¡Lo siento! ¿Estás bien?
- ¡Sí, sí!
- ¿Me llamaste?
- Sí yo sólo… quería desearte buena suerte.
Daniel se quedó mirándola unos segundos.
- ¿Estás segura que no quieres que te acompañe primero a la salida? – repuso entonces él de una manera un tanto nerviosa– Es probable que aún queden diablillos por aquí y me quedaré más tranquilo si sé que estás en buenas manos.
Emily sintió un leve momento de pánico porque Rokh podría, sin quererlo, delatar su mentira.  
- ¡N-no debes molestarte, de verdad que no! Pero si tanto te apetece… Es más, quizá debería yo acompañaros a vosotros.
- ¿Qué? ¿A quiénes? ¡Ah! – exclamó él por casi meter la pata - ¡De eso nada! Sir Fortesque no estaría de acuerdo. Debes ponerte a salvo por lo que pueda pasar. Rokh es amigo mío, cuidará de ti.
A pesar de sus protestas Daniel, siempre por delante, la acompañó hasta el exterior. 



Una vez fuera miró hacia el cielo y agitó los brazos pero no se veía a ningún ave. Dan miró a Emily, un poco avergonzado, e insistió.
- Creo que no me ve…
- Déjame a mi – repuso Emily tranquilamente.
Levantando sus brazos paralelos al suelo alzó su voz, cantando a los cielos una dulce melodía, la misma que empleó cuando le hizo la petición de que le ayudase. Daniel sólo pudo contemplarla encantado, cómo cantaba con los ojos cerrados y el velo ondulando a sus espaldas por efecto del viento.
Entonces se escuchó un graznido que reverberó en la roca y al poco apareció Rokh aleteando hacia ellos.
- Cantas maravillosamente bien – alabó Daniel.
Emily le dedicó una de sus mejores sonrisas y luego se volvió hacia Rokh. Justo cuando él abría el pico para decir algo ella se adelantó.
- ¡Aquí está Victoria! – exclamó con cierto énfasis - ¡Cuánto me alegro de verte Rokh! Emily me pidió que te dijera que está bien y ya se volvió a su hogar…
Rokh la miró de hito en hito pero se percató del gesto que la muchacha le hacía casi de manera imperceptible hacia Daniel, que estaba detrás de ella. Luego se percató del gesto que le hacía Fortesque, negando con la cabeza y como cortándose el cuello con la mano y por un momento Rokh se sintió el pájaro más perdido de Gallowmere.
- Muy… bien – consiguió decir, ladeando la cabeza – Me alegra escuchar eso…

- ¿Has visto a Sir Fortesque? – preguntó a su vez Dan, dándole también un sugerente énfasis a sus palabras.
- Sí… él… está llegando, sí…
- ¡Espléndido! – exclamó Dan, dando una palmada y frotándose las manos - ¡Manos a la obra pues! Será mejor que me vaya adelantando, sí…
Emily se volvió a él.
- Gracias por acompañarme.
- No, gracias a ti por resolver el enigma.
- Aah… Ya te he dicho que no era difícil. Era sólo cuestión de pensar un poquito.
- Era difícil y estuviste genial…
“¿Qué demonios les pasa a estos dos?” – se preguntaba Rokh observándoles con una mezcla de curiosidad y ternura.
- Rokh ¿puedes llevar a Victoria a un sitio seguro? Zarok no tiene a ningún otro sitio huir y esto podría ponerse… complicado – pidió Daniel.
- Cuenta con ello, amigo mío.
- ¿Estás seguro que no quieres que vaya con vosotros? – preguntó Emily – Por culpa de Zarok estoy aquí y…
- Totalmente queda descartado sí – repuso él y entonces tomó la mano de Emily y se la llevó hasta sus labios ausentes  – Ha sido… ha sido un placer conocerte, Victoria.
- Lo mismo digo, Daniel. Cuídate.
Él sostuvo su mano unos segundos más y luego se adentró rápidamente en el edificio sin volver la vista atrás.






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