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[Relatos oníricos] La Niebla Roja - Epílogo (FINAL)

 


10 años después…


Era un nublado y lluvioso día de noviembre. La lluvia caía inexorable sobre el atasco, haciendo que los parabrisas de los coches funcionaran a pleno rendimiento. El ruido de éstos frotando los cristales de los vehículos, junto con el repiqueteo de la lluvia en las carrocerías y el sonido ocasional de algún claxon era todo lo que se escuchaba aquella mañana.


De todos los coches detenidos aguardando que el tráfico se reanudara había uno a destacar. Se trataba de un BMV blanco de cinco puertas en cuyo interior había tres ocupantes. 

Uno de ellos era una niña pequeña iba sentada en la parte de atrás. Jugaba con una muñeca, totalmente ajena al atasco. Llevaba el pelo castaño recogido en dos graciosas coletas y sólo tenía ojos para su compañera de juegos. A su lado tenía la mochila de la escuela, de tela de diferentes colores: naranja, azul y amarillo. 

De fondo se escuchaba el murmullo de la radio y ahora sí podía entender lo que decía:

- … un nuevo hallazgo de lo más inquietante, toda una familia – decía el locutor – Al parecer las medidas del gobierno y de las fuerzas militares no han servido de mucho para contener su expansión. Algunos vecinos aseguran que la familia había tenido un comportamiento extraño los días previos al descubrimiento. Mencionaban algo de una Niebla Roja, un zumbido constante en sus cabezas y el deseo de ir al encuentro de algo desconocido durante la noche. Los cuerpos presentaban unas heridas de lo más extrañas y, aunque nos ha costado lo nuestro, hemos accedido a la información. Al parecer todos ellos tenían las cajas torácicas destrozadas, abiertas hacia fuera y…

Justo en ese momento la radio enmudeció. Pudo sentir cómo se le erizaba el cabello de la nuca y miró con cierta lástima y anhelo a la niña que tenía a su lado. Ésta levantó la vista, extrañada.

- ¿Por qué has apagado la radio papá? – preguntó.

- Porque no me gustaba lo que oía, cariño – contestó Stephen con suavidad pero su rostro parecía tenso. Luego metió primera y el vehículo reanudó su lento avance. 

Stephen vio cómo la niña estudiaba su rostro a través del espejo retrovisor así que esbozó una mueca que la hizo sonreír y reanudó sus juegos con la muñeca. El rostro de él se volvió serio de nuevo una vez ella dejó de observarle. El coche no avanzó mucho, pues el semáforo se puso en rojo. 

Stephen comenzó a golpear el volante con los dedos en un sonido rítmico y constante mientras que sus ojos oscuros se posaban en algún punto en la distancia. 

- Está preocupado, mi pobre, pobre Stephen – pensó – Porque lo sabe… sabe lo que está sucediendo… y lo que puede suceder.

Ella había conseguido mostrárselo a través de sus sueños; por mucho que le doliera hacerle sufrir era necesario para ponerle sobre aviso. Estaba sentada en el asiento trasero, justo detrás de él. A pesar de que sabía que sería inútil extendió su mano para tocarle la nuca y el hombro pues deseaba reconfortarle. Aunque él ya no era suyo seguía amándole y deseó fervientemente, por enésima vez, que pudiera estar de nuevo con él… pero eso era imposible. Volvió la cabeza y vio que la niña la estaba mirando… esa niña que en su momento pensó que sería su hija pero que no lo era, la misma niña que había visto en sus visiones con Alpha Prime, sólo que en una versión más infantil. Algunas veces, durante todos estos años que ella había estado presente, había creído que la niña la había visto, e incluso a veces juraría que la niña le había hablado… pero nunca tenía la certeza absoluta hasta que un día les dijo a sus padres que tenía una amiga imaginaria a la que llamaba Lia… La niña la observó unos segundos más, con unos grandes ojos castaños idénticos a los de su padre, pero los desvió cuando vio que su padre tomaba el teléfono del coche y se ponía a marcar. Le miró con curiosidad.

- ¿Qué haces?

- Llamar a tu madre.

- ¿Por?

Él tardó unos segundos en contestar. Luego murmuró casi más para sí que para ella, con los labios de Amelia repitiendo en silencio las palabras que él diría en voz alta:

- Porque necesito escuchar su voz…

Amelia cerró los ojos y lloró. Había visto su futuro y ella no sabía si podría hacer algo por cambiarlo… pero seguiría intentándolo.


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