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[Crossover: Medievil x Corpse Bride] La voz es más fuerte que la espada - Capítulo 5 - Rosa marchita



Capítulo 5
ROSA MARCHITA


- Tócala de nuevo.
Emily suspiró apesadumbrada. Adoraba el piano; desde que era una niña había tomado lecciones y ya de adolescente lo tocaba con tal soltura que siempre que sus padres daban una fiesta en casa le instaban a que la amenizara poniéndose frente a las teclas. A ella eso siempre le había gustado; le había llenado de orgullo y satisfacción contemplar las caras sonrientes embelesadas con su música y su canto. Agradecía los aplausos y los elogios y siempre estaba dispuesta a continuar con la siguiente canción… pero ahora no. Ahora estaba cansada pues llevaba horas tocando sin parar. En el interior de su cráneo no escuchaba ninguna voz de apoyo, tan sólo el silencio de la desesperación. En cuanto a la estancia donde se encontraba… no podía ser más deprimente y poco acogedora. Ni siquiera unas rosas de un jarrón cercano podían animarla, pues estaban marchitas.



- ¿Acaso estás sorda? ¡He dicho que la vuelvas a tocar!
La oleada de magia volvió a golpearla, a tirar de sus brazos hacia arriba bruscamente y a colocarlos de nuevo sobre las teclas, iniciándose el frenesí de las pulsaciones. Emily no podía luchar contra la magia que la obligaba a seguir tocando, era demasiado poderosa. Tocaba sin partitura una canción que salió en su momento de lo más profundo de sus entrañas y que, en el fondo, aborrecía por ser excesivamente deprimente. Porque evocaba el recuerdo de unos sentimientos tristes. Sin embargo gustaba a su carcelero y por eso la obligaba a interpretarla una y otra vez. 
A pesar de la congoja que sufría su voz volvió a alzarse en el momento que marcaba la canción. Cerró los ojos, concentrándose en la melodía, para intentar desconectar de la situación tan desesperada en la que se encontraba. Pero teniendo en cuenta las circunstancias en las que se originó esa canción eso era imposible.



A Emily le habían inculcado desde bien niña una férrea disciplina. Como hija única de un matrimonio acaudalado su deber era casarse con un buen marido y encargarse de las labores propias de una dama de su condición: el cuidado del hogar y de los hijos. No sería de extrañar y dada su posición, con una generosa dote respaldándola, que le llovieran los pretendientes. De modo que mientras llegaba ese momento la joven Emily tuvo una sólida educación para alcanzar el grado máximo de felicidad y virtud: por supuesto la lectura y la escritura ya estaban aprendidas desde la niñez. Emily también sabía algún idioma a parte del materno, como el latín, y aprendió como ya se ha visto: canto, música (su instrumento predilecto era el piano pero sabía tocar alguno más), baile, geografía, historia, religión, moralidad, maternidad  y labores del hogar, como coser y bordar…
Y sin embargo y a pesar de todos los esfuerzos de sus progenitores tuvo que caer rendida a los pies del primer caballero que le dedicó un cumplido. Emily aún recordaba su porte orgulloso, su mandíbula prominente, en definitiva su impecable aspecto y el encanto que emanaba de cada uno de los poros de su piel. Recordó también las discusiones con sus padres, quienes no aprobaban en absoluto aquel enamoramiento y el rechazo taxativo de su padre a entregarla en matrimonio.
- ¡Antes ingresas en un convento que casarte con ese fantoche muerto de hambre! – fueron las durísimas palabras de su padre, que despreciaba a su enamorado porque no tenía suficiente dinero.
Emily sin embargo no se dio por vencida, demostrando ser tan terca como su progenitor. Esa misma noche se reunió con su amado que, abatido por el rechazo, le aseguró que aún así no podía renunciar a ella. La muchacha inocente sintió cómo su corazón bullía de amor y agradecimiento y por ello recibió de buena gana la idea de que se fugaran juntos; tomó todas las  joyas y el vestido de bodas de su madre, le robó a su padre también dinero en efectivo de la caja fuerte junto con algo de oro y se apresuró a reunirse con su amado para emprender una nueva vida juntos. Ella esperó y esperó debajo de aquél roble a que él llegase y cuando lo hizo  no la recibió con besos y abrazos si no con un frío puñal en el costado. Cuando despertó estaba muerta y sin un solo céntimo, enterrada bajo el roble donde fue asesinada y donde le rompieron el corazón. 
Ya después en la muerte llegó Víctor Van Dort. Con él creyó por un momento que había encontrado, al fin, al amor de su vida pero resultó que estaba ya enamorado de otra persona, Victoria Everglot. Emily aceptó finalmente que él estaba fuera de su alcance por las muchas diferencias que tenían entre sí (la más notable, que él estaba vivo) pero eso no evitó que sintiera su corazón rompiéndose por segunda vez…
Interrumpió la música, sintiéndose muy triste y desdichada. A pesar de ser una novia cadáver aún podía llorar.
- Si una vela toco sé que nada sentiré – murmuró, terminando la canción sin música - Si me cortas es igual, no sangraré. Y mi corazón responde, aunque no late se rompe. Y yo sufro en realidad, no diréis que no es verdad… y aunque sé que muerta estoy, aún me quedan lágrimas que derramar…
Maggot, quien había permanecido de lo más silencioso desde que Emily fuera arrestada, siguió guardando silencio pero le sintió allí dentro, revolviéndose como si quisiera consolarla.
- ¿Por qué has dejado de tocar? – protestó la voz enérgica de su carcelero, dando un golpe en el suelo con su cayado que en realidad era una vara mágica.
Zarok no era exactamente como se lo había imaginado pero se acercaba bastante. Se había levantado de su asiento, donde repasaba unas notas de un libro polvoriento y se acercó hasta ella. Se trataba de un anciano alto y muy delgado, decrépito, de larga nariz ganchuda y prominente mentón, ojos inteligentes pero malignos. Vestía una elegante túnica de tonos escarlatas, violetas y dorados, adornada además con rubíes y oro y su cabeza estaba coronada por dos cuernos que acentuaban aún más su aspecto maléfico.
Emily tenía la certeza de que su aspecto se debía a los jugueteos con la magia negra pero no podía asegurarlo con certeza. Le dedicó una mirada fulminante mientras él se acercaba, mirándola a su vez con cierto desdén.
- Así que incluso en la muerte los fantasmas del pasado siguen acechando a las mentes atormentadas… qué conmovedor.
Emily no hizo comentarios, se limitó a seguir mirándole con gran hostilidad.
- Se podría decir que cantas como los ángeles – siguió el hechicero– Eres como una de esas rosas marchitas del jarrón; una mera sombra de lo que fuiste en vida… En fin, vuelve a tocar esa canción. Las desgracias ajenas son melodía para mis oídos.
- No – repuso ella con voz ronca.
Otra vez Maggot se encogió dentro de su cabeza.
- ¿Te niegas acaso? Recuerda que puedo obligarte – amenazó él sin alzar la voz y la señaló con su cayado.
Emily sintió cómo bullía el aire a su alrededor por la magia concentrada pero no se dejó amedrentar. No tenía miedo de Zarok pero sí sentía una profunda antipatía por él, teniendo en cuenta cómo la trataba y todo lo que sabía de sus malvados planes. Resignada, alzó el mentón, volviendo la cara con los ojos cerrados, en un claro gesto de desprecio y se giró colocando las manos sobre el piano. Las contempló por un momento. A pesar de pertenecer a la misma persona no podían ser más dispares: la derecha podría pasar por humana de no ser por el tono azul de la piel, mientras que la otra era completamente esquelética. Sin embargo movía ambas con la misma soltura que en vida… una vida que le fue arrebatada injustamente.
Se percató que, por algún motivo, se sentía de lo más desgraciada desde que había entrado en su guarida, siendo asaltada continuamente por pensamientos pesimistas… y si tocaba canciones tristes la cosa no hacía más que empeorar. Sin embargo se obligó a mover los dedos y comenzó a repetir la misma canción de nuevo. Zarok, que parecía complacido, asintió y se retiró de nuevo a su escritorio, enfrascándose en la lectura de aquel libro tan antiguo.
Su actitud mezquina y altiva hizo que Emily quisiera resistirse a dejarse influenciar por el aura maligna que impregnaba las paredes de aquel lugar. Cerró de nuevo los ojos, tocando de manera automática y se forzó a pensar en otras cosas más agradables. Quiso olvidarse de Zarok, de su situación de cautiva y de la propia Gallowmere; evoca algo alegre, se dijo, como el propio hecho de estar tocando un piano, el día que su madre le mostró por primera vez su vestido de novia, o cuando su padre intentó sorprenderla un día de su cumpleaños trepando por el árbol que daba a su ventana… ese tipo de cosas felices. Recordó también que Lord Barkis, su asesino, estaba definitivamente muerto y no podría dañar a nadie más, que Víctor sería muy feliz en esos momentos con Victoria… No tenía sentido revivir el pasado, sobre todo aquél que era doloroso. Debía enterrarlo y seguir adelante, con la cabeza alta y mirada orgullo, tal como insistía Maggot.
Así que dejó atrás los recuerdos tristes y decidió pensar en el futuro inmediato. Meditó sobre el supuesto héroe al que ahora estaba vinculada e intentó imaginarse cómo sería: alto, fuerte, apuesto y valiente. Portaría una armadura brillantísima,  una espada enorme, un escudo mellado víctima de innumerables golpes y un yelmo que le taparía el rostro pero que una vez retirado dejaría ver un hermoso semblante de ojos penetrantes, enmarcado por cabellos oscuros cayendo sobre sus hombros. Deseó fervientemente que sus palabras de aliento llegaran través del vínculo que los unía, un vínculo que no comprendía cuándo y cómo se había forjado. Por alguna razón pensar en él resultaba como un bálsamo para su corazón ya que le hacía sentir una calidez en su interior y, por un momento, llegó casi a sentirse viva otra vez. Su ánimo mejoró imaginando al caballero, ataviado de la guisa descrita, saliendo airoso de inimaginables peligros, abriéndose paso ante tales problemas y fatigas, avanzando inexorablemente para detener al malvado hechicero, abatiéndole finalmente y salvándola a ella de este aciago destino... ¡Oh, sir Fortesque, noble caballero, os lo ruego! ¡Sed valiente y libradnos de la maldad!
- ¡YA BASTA! – chilló Zarok sacándola de su ensimismamiento.
De nuevo aquella fuerza invisible tomó control sobre ella, agarrotándole los brazos pero esta vez para que dejara de tocar. Su voz se quebró en mitad de una nota y apartó las manos del teclado porque en ese momento sintió una violenta descarga, como si el piano quemase.
- ¿Acaso no te he ordenado que siguieras con aquella balada tan deprimente? ¿A qué ha venido esa ridícula epopeya?– preguntó Zarok, furioso.
Emily se quedó en blanco puesto que no se había percatado de que se hubieran producido cambios en su música y no fue capaz de decir nada.
- Así que crees que Fortesque, ese zopenco que se hace llamar héroe, te salvará y que acabará conmigo. ¡Ja! Ahora mismo estoy en pleno apogeo, comenzando un plan que llevo meditando ¡desde hace más de cien años! ¿Y tú piensas que unos mocosos como vosotros pueden, con sólo desearlo,  que un veterano hechicero como yo muerda el polvo? ¡No eres más que una necia chiquilla, que piensa que la muerte la ha vuelto más sabia! Eres una ingenua y no entiendes absolutamente nada de cómo funcionan las cosas… así acabaste, asesinada y enterrada bajo un roble. ¡Oh, sí! – dijo él, sonriendo satisfecho – He visto en tu interior. Percibo lo que atormenta a tu alma pura y reluciente, libre de pecado… o casi.
Emily se enfadó mucho porque él hubiera hurgado en su mente sin su permiso y se incorporó lentamente, fulminándole con la mirada. Con esa expresión de furia se marcaban aún más sus cuencas, sus pómulos parecían aún más hundidos haciendo que, en definitiva, su rostro pareciese aún más cadavérico que de costumbre pero sin ser inerte  por el fulgor de sus grandes ojos.
- ¿Cómo te atreves? – le preguntó con voz ronca. Se interrumpió y decidió probar de otra manera, pues no quería darle la satisfacción de que viera cómo le había enfadado su intrusión – Usas mis errores de juventud para recrearte en mi supuesta miseria, pero no funciona porque ya estoy por encima de eso; al menos yo aprendo de mis errores. En cambio tú, mírate: como vejestorio que eres, piensas que eres más listo que nadie, que puedes vencer a la muerte con tu magia oscura y reinar eternamente en el reino decadente y enfermo que quieres crear ¡cuando ya una vez fuiste derrotado! Apenas te conozco y no puedo usar la magia para leer tu mente pero sé cuál es tu mayor temor… Siento decepcionarte pero por mucho que lo intentes no puedes evadir a la muerte eternamente. Ella te encontrará, te lo garantizo. Porque, como solía decir mi buen amigo Bonejeangles: Ya puedes huir, ya puedes rezar, pero tarde o temprano en polvo te convertirás… ah, y un consejo te doy, no frunzas el ceño, en el fondo, está bien.
Esta última frase la recitó esbozando una sonrisa cruel. Emily sintió una gran satisfacción al comprobar que sus palabras habían enfadado muchísimo a Zarok, a juzgar por cómo le relampagueaban los ojos y fruncía los labios. Permanecieron así unos segundos pero entonces Zarok alzó su vara. Emily se tensó pero en vez de encogerse alzó aún más su mentón, dando a entender que no le daría la satisfacción de verla sufrir.
Sin embargo Zarok pareció calmarse, esbozó una sonrisa macabra y chasqueó los dedos. Al momento surgieron dos diablillos, de largas orejas y cuerpo peludo, que habían permanecido a una discreta distancia esperando órdenes.
- Tienes muchas esperanzas puestas en Fortesque pero debo decirte que mientras tocabas la melodía uno de mis secuaces me hizo llegar las nuevas de que se le había visto por las Ruinas Encantadas del Peregrino… y ahora esas ruinas ya no existen. ¡Se han volatilizado, han explotado! Y con ellas se evaporó tu héroe ¡jajajaja!¡Vosotros! – aquí se dirigió a los diablillos - Llevaos a este saco de huesos de vuelta a su celda, me he cansado por hoy de su voz. Tengo cosas más importantes que hacer y no quiero que nadie me moleste… encerradla bajo llave en la mazmorra más profunda. Quizá quieras pudrirte aquí por el resto de los tiempos así que ponte cómoda.
Emily se puso en pie con los puños apretados, completamente rabiosa. Si las miradas pudieran matar la suya habría hecho que Zarok cayera fulminado. Pero como las cosas no funcionaban así él se marchó vivito y coleando mientras que ella fue conducida por los diablillos hasta su celda. 



Una vez que la puerta de la celda se cerró y los diablillos la abandonaron sintió que toda aquella furia se apagaba, dejándola débil y cansada. Se apoyó en la pared de piedra y se dejó resbalar hasta sentarse en el suelo. Volvía a estar encerrada, una vez más, y no podía transformarse en mariposas porque algo en el aire de aquel lugar, que apestaba a magia, se lo impedía. 
Notó entonces movimiento y Maggot apareció por su oído, se dejó caer y se deslizó hasta su mano, que tenía apoyada en la rodilla. Se le veía preocupado.
- Tenías razón – murmuró Emily - he sido una estúpida por pensar que podía conseguir algo…
- Es posible – asintió Maggot – pero sin duda eres valiente. Otros ni siquiera hubieran querido intentarlo. Tú al menos sí y eso es ya decir mucho… Además le diste un buen rapapolvo al viejo fósil ése.
- Sí, pero ¿de qué HA SERVIDO? – alegó ella, frustrada – ¿Crees que será verdad lo que ha dicho de sir Fortesque?
Maggot guardó silencio y agachó la cabeza. No se atrevía a decir lo que pensaba.
- ¿Y si cantando avisas a Rokh para que nos saque de aquí? – preguntó él, cambiando de tema.
- No puedo. Ya viste lo que él dijo, nadie puede oírme – suspiró – Yo misma sentía el vínculo más débil que antes… ¿o quizá es porque le ha pasado algo a Fortesque? ¡Aah! Es por este sitio – añadió, enfadándose – Este lugar maldito. ¡Oh, Maggot! ¿Qué puedo hacer?
- Shhh, no digas nada más Emily. Sugiero que esperemos…
- Pero no quiero pudrirme aquí como él ha sugerido.
- Eso jamás ocurrirá, yo no lo permitiré – dijo él, siendo por una vez el optimista del dúo - ¿Me has oído? Jamás dejaré que nadie te haga daño… nunca más…
Emily quiso sonreír pero no tuvo ganas. Se volvió apoyándose en la pared dando a entender que no quería hablar más del tema. 
Maggot se quedó mirándola apesadumbrado pero luego sacudió la cabeza.
- Tiene razón, hay algo malo en este lugar – pensó– Yo mismo puedo sentirme más desgraciado, más enfadado y más desesperado que nunca… aún así… aún así no quiero perder la esperanza. No por una vez, que Emily la ha perdido, me toca a mi ahora ser el fuerte. Debo pensar una forma de sacarnos de aquí. Después de todo hasta ahora no hemos necesitado de ningún héroe para salir adelante.





- Uf, uf…
Dan rezongaba en su carrera, perseguido por una criatura gigantesca que parecía un dragón… pero que no lo era. No podía pensar con mucha claridad teniendo en cuenta que se arriesgaba a ser devorado. ¡Y pensar que tras escapar de las Ruinas Encantadas le había parecido una buena idea atravesar Las Doncellas Místicas!
- ¡Corre, corre, corre! – gritaba la vocecita en su cabeza. La primera vez que la escuchó le dio un susto de muerte y pensó que la muerte le había trastornado pero terminó entendiendo que tan sólo se trataba de Morten, un gusanito que se había pasado los últimos años limpiando y limpiando dentro de su cabezota para montarse un buen sitio donde vivir, amplio y oscurito… y al que no parecía haberle sentado muy bien el despertar de Dan.


Hablando de cabezas… Nuestro héroe no podía evitar pensar, mientras se batía en retirada, en qué demonios se le pasaba por la cabeza a Mazok cuando creó a semejante monstruo; quizá de ahí le venía el sobrenombre de El Confuso. En cualquier caso Dan creyó en su momento que Jabberwocky, que así se llamaba la criatura que era un dragón pero que no lo era, había pasado a mejor vida cuando el héroe Dirk Steadfast se había encargado de él… pero ¿quizá sólo lo expulsara del reino?. O quizá sí lo mató pero es que había más de un Jabberwocky. En cualquier caso sir Fortesque pensaba, en su desesperada carrera, sólo en dos cosas: en decirle cuatro cosas a Steadfast cuando volviera a la Galería de Héroes, si es que salía de ésta, y la otra que los magos podían, antes de llevar a cabo sus ideas, metérselas por el…
- ¡Precipicio! – gritó Morten dejándole sordo, si es que eso era posible.
Dio un frenazo en seco. Oh-oh, aquí no hay salida… bueno sí, de varios centenares de metros en caída libre pero Dan no poseía un paracaídas con el que resolver el problema. Fortesque osciló en el borde, luchando por mantener el equilibro y evitar la caída. ¿Por dónde, por dónde ir? Aquí no había salida…
- ¡Qué viene, qué viene! – gritó Morten mientras asomaba por la cuenca del ojo vacío de Dan.
Éste volvió la cabeza y vio más cerca que nunca a esa criatura, grande, escamosa y verde, echándosele encima… cuando algo lo agarró por los hombros, dándole un tirón hacia arriba. Justo en ese momento Fortesque notó que ya no tenía suelo bajo sus pies y cuando se decidió a mirar hacia abajó vio al Jabberwocky despeñándose por el barranco. Le quedó claro que el conseguirle un buen par de alas no había entrado en la lista de preferencias de Mazok cuando ideó a la criatura.
- ¡Hora de comer! – exclamó el rescatador, triunfante. Se trataba de un buitre gigante.
- ¿Perdón? – gritó  Dan alarmado mirando hacia su rescatador, rezando porque le hubiera entendido mal. A ver si se había librado de la sartén para caer en las brasas.
El ave se rió.
- ¡Era una broma, caballero! No pienso comerte, puedes estar tranquilo – dijo – Mi nombre es Rokh y te he estado buscando.
- ¿Eh? ¿Quién, a mi? – preguntó Dan incrédulo y se aferró con las manos huesudas a las patas de Rokh tras echar una ojeada al lejanísimo suelo de debajo. Podía ser un muerto viviente pero había temores que aún permanecían muy vivos en su interior.
- ¡Claro que a ti! ¿No eres tú sir Daniel Fortesque? Emelda me habló de ti… Ya sabes, la Bruja Buena del Bosque. He de admitir que te había imaginado de otra guisa pero eres el único que está haciendo algo por derrotar a Zarok. Estoy aquí para ayudarte. Tu destino es derrotarle, amigo mío, pero no es nada sencillo acceder a su guarida. ¿Tenías alguna idea?
- Pues no me iba demasiado bien…
- ¡Ya me lo imaginaba yo! La verdad es que he estado dando muchas vueltas sobre ese sitio y la única forma de entrar es por agua o aire. Es más, he perdido a mi amiga, quizá tú puedas encontrarla. Nos separamos; en lo que ella intentaba ayudarte yo te buscaría. Fui a ver a la bruja y me dijo cómo eras y…
- ¿Tu amiga? ¿Ayudándome? – preguntó Dan, imaginándose a una buitresa… señora buitre… bueno, algo así.
- Así es. ¿Serías tan amable de rescatarla a ella también? Se llama Emily y está prisionera en la guarida del hechicero. Yo no puedo acercarme sin que me disparen…
- Está bien, dalo por hecho. Pero ¿adónde me llevas?
- He encontrado una forma de que puedas acceder sin que me vuelen la cabeza de un disparo. Mira allá adelante…
Dan vio, recortado contra la luna, un barco… pero era imposible. ¿Cómo iba a haber un barco surcando los cielos? Lo que surcaban los barcos normalmente eran los mares… no tuvo tiempo de pensarlo mejor puesto que Rokh no dudó a la hora de soltarle sobre la cubierta. Pero lo que el pájaro Rokh no le había advertido era que, según pisara el suelo de madera del barco volador que, la tripulación compuesta por esqueletos fantasmales se le iba a echar encima. “¡Genial!” pensó mientras su espada hendía el aire una vez más.

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