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[Crossover: Medievil x Corpse Bride] La voz es más fuerte que la espada - Capítulo 8 - La batalla en la arena



Capítulo 8 
LA BATALLA EN LA ARENA



- Con eso bastará - pensó Dan.
Se había ido abriendo paso entre los guardias armados y algún demonio de las sombras alado que aún quedaban en este plano junto con una serie de misteriosos ojos alados que, aunque nunca habían intentado hacerle daño, sospechaba que servían de espías para Zarok por lo que, cada vez que había visto alguno, lo había derribado a saetazos. Había tenido que usar diferentes combinaciones para poder acceder a las disapres partes de aquél dispositivo extraño de metal lleno de engranajes, relojes, discos, agujas y palancas con decoración con imágenes zodiacales, solares y lunares. El resto de su funcionamiento no lo comprendía pero tampoco estaba interesado en averiguarlo: si tenía que ver con Zarok su propósito era malvado seguro.
Ahora mismo acababa de alinear aquellos extraños embudos de tal manera que, cuando accionara la maquinaria, aquél rayo rojo pudiera fundir el cristal donde se encontraba el último de los cálices de almas. Los había ido recogiendo porque se trataba de artefactos mágicos que atraían a las almas que liberaba de los cuerpos de los esbirros de Zarok y que pertenecían a la población de Gallowmere. Al reunirlo estaba salvándolos. Así se lo habían hecho saber los héroes y le habían encargado que recogiera todos y aquellos cálices mágicos.
El cristal estalló en mil pedazos cuando se le aplicó el suficiente calor. Dan asintió satisfecho y apagó la corriente para hacerse con él. ¡Ahora ya podía ir a por Zarok! Tomó el cáliz, que una vez reclamada su posesión desaparecía para materializarse en la Galería de Héroes, y descendió al nivel inferior encaminándose hacia la estación del carruaje… digo, del tren.
La estación se trataba de nuevo de una sala circular con cuatro puertas, todas tenían raíles de metal por los que podía circular el tren pero algunas de ellas habían estado cerradas a su llegada. Dan había observado que los raíles no estaban correctamente alineados ya que en la plataforma circular central donde reposaba el tren se encontraba aislada del resto. Sin embargo se había percatado de la aguja y, tras ciertas pruebas, había comprobado que servía, efectivamente, para alinearlo con el raíl correspondiente. 
Pero cuando regresó dispuesto a retomar su camino se encontró con que los últimos guardias que quedaban se habían agrupado para sabotearle sus intentos de llegar hasta su última parada.
- ¡Ahí está! – gritó uno de ellos mientras otros dos empujaban la aguja para colocar el tren y llevárselo.
Dan comenzaba a estar harto de ellos. Alzando el escudo mágico de oro con el que lo armó Karl Sturnguard cargó directamente contra el guardia que le señalaba. Éste abrió fuego pero los balines de metal dieron contra el escudo, que resistió su impacto sin sufrir daños visibles. Dan llegó hasta él y usando el escudo le dio un empujón para desestabilizar al guardia, luego lo apartó y usó la espada mágica de Dirk Steadfast para rebanarle la cabeza.
Los otros dos interrumpieron su tarea cuando se percataron de que el caballero esqueleto centraba su atención en ellos. Uno de ellos alzó su arma lo que hizo que Dan se refugiara tras su escudo mientras su compañero aguardaba, alejándose de su posición trazando un círculo para intentar pillar a Dan desprotegido. Sin embargo él ya esperaba este tipo de estrategia. Sin inmutarse provocó en primer lugar que el guardia errara el tiro y luego se las apañó para rodar por el suelo para esquivar el siguiente disparo. Una vez de rodillas golpeó con la espada al primer guardia, que se cubrió en parte con el trabuco. Sin embargo fue herido y Dan sólo tuvo que rematarlo. El tercer y último guardia se apresuraba a recargar su arma mientras retrocedía y sir Fortesque se permitió tomárselo con calma antes de abatirle con tres movimientos de espada, pues a pesar de que esas armas eran muy potentes su recarga era más lenta incluso que la de una ballesta. 
- ¿Ya? – preguntó de manera retórica mirando a su alrededor, agitando la espada.
Como efectivamente ninguna otra criatura oscura quería hacerle frente volvió a ensamblar de manera correcta el raíl y tomó el tren para encarar a Zarok de una vez por todas. 


Así fue como llegó hasta las puertas de la última guarida de Zarok sin más contratiempos. Cuando el tren se detuvo delante de la puerta con forma de calavera todo quedó sumido en el más absoluto silencio.
Sin embargo sí había alguien: una de las gárgolas con las que Dan se había encontrado en sus viajes en reiteradas ocasiones. Siendo una de las criaturas más inteligentes de Gallowmere nadie parecía saber cuándo y de dónde salieron y mucho menos por qué motivo están ancladas a las paredes. Sin embargo parecía que este contratiempo no les impedía ser de lo más fisgonas y metomentodos, con lo cual eran ideales para alguien que deseara enterarse de cualquier noticia o extender rumores. A pesar de que inicialmente sir Fortesque no les agradaba y solían burlarse a su costa, últimamente parecía que se había ganado su respeto.
- Nunca pensamos que llegarías tan lejos – admitió la gárgola – Pero te advierto que tu encuentro final con Zarok va más allá de lo que pensabas. Se ha rodeado de sus guardaespaldas artificiales así que te las tendrás que ingeniar para igualar tus oportunidades. Buena suerte, Daniel Fortesque.
A pesar de las noticias el caballero esquelético no se dejó impresionar. Ya había contado con algo así. Cuadrando los hombros y revisando sus armas Dan atravesó el umbral.


Llegó hasta una sala enorme cuyo suelo era de arena y las paredes estaban revestidas con planchas de metal. La única iluminación provenía de las antorchas ancladas a las mismas. Justo delante de él, en la pared opuesta, vio lo que parecía un palco entre dos puertas con rejas de metal. Cuando dio unos pasos la puerta que había tras él se cerró dando un portazo. Tras mirar de soslayo por encima del hombro Dan avanzó decidido hasta el centro de la arena y se detuvo sobre el sello. En ese momento Zarok surgió de entre las sombras y le observó con desdén desde el palco.
- Sir Fortesque, mi antigua venganza – dijo – así que nos volvemos a encontrar. Ya veo que un siglo como comida de gusanos no ha ayudado a disminuir tu infantil obsesión sobre la libertad de Gallowmere. 
Dan no le hizo caso ni hizo ningún comentario. Sabía cuánto había fastidiado a Zarok sus opiniones y usualmente en la corte él se había burlado de sus comentarios; pero Dan, a pesar de que en vida fue un noble arrogante y altivo defendía que Gallowmere tenía derecho a un futuro digno y que nadie debía gobernar sobre un pueblo en contra de sus deseos.
Zarok hizo un gesto con los brazos. Las rejas de las puertas adyacentes al palco se alzaron y surgieron varios guerreros esqueléticos, ataviados con cotas de malla, ropajes raídos, escudos y espadas. Se alinearon delante de Dan, con sus armas alzadas. El hechicero esbozó una sonrisa.



- Esto no me gusta – rezongó Emelda con las manos extendidas sobre la bola de cristal – Son Fazgules. Guerreros alzados con magia oscura, nigromántica. No creo que las armas que lleve sir Dan puedan hacer algo contra ellos.
- ¡Tiene que haber alguna forma de derrotarlos! – exclamó el Rey Peregrino – Una vez lo hicimos y lo volveremos a hacer.
- Dejadnos pensar, mi rey.




- ¿Sorprendido? – preguntó Zarok con tono burlón - ¿Acaso pensabas que te iba a poner las cosas fáciles? ¡Preparaos para atacar, mis guerreros! Quiero que los perros encuentren la médula de esos huesos en la próxima hora.
Los fazgules golpearon sus escudos y los adelantaron, dispuestos a avanzar hacia su objetivo. Dan evaluó la situación: eran ocho contra uno. Y no sólo eso, si no que se apreciaba que estos sí que eran formidables guerreros. Claramente estaba en desventaja…




Emily miraba con preocupación la bola de cristal. No sabía qué podrían hacer ellos para ayudar a Fortesque. Permanecía con las manos entrelazadas, mirando expectante a la Bruja Buena del Bosque, quién parecía meditar.
- ¡Ya lo tengo! Cáspita se me había olvidado – río ella – Por algo la magia blanca es maravillosa ¡Sir Dan debe usar el cáliz! Las almas que ha liberado están muy agradecidas y sin duda estarán dispuestas a prestar sus espadas por él. Siguen vinculadas al Cáliz pero seguro que se mueren de ganas de vengarse de Zarok. Ahora sólo tenemos que encontrar la forma de hacérselo saber al caballero…
Emily dio un respingo, consciente de que era su turno de hacer algo. Notó además la mirada de las dos brujas clavadas en ella. Sintió una súbita vergüenza por dirigirse a Daniel directamente, ahora que ya sabía su auténtica identidad. Sin embargo se reprochó semejante pensamiento infantil y cerró los ojos.
- Vamos Emily – le animó Wartilda – Ya sabes cómo se hace.
- Noto el vínculo muy débil… por el aura de la magia de Zarok – murmuró frunciendo el ceño.
- Debes intentarlo jovencita – le apremió el rey – Si eres la única que puede avisarle hazlo. Gallowmere depende de él.
Ella frunció el ceño y se concentró todo lo posible.
- Sir Fortesque… Sir Fortesque ¿Puedes oírme?




- ¿Victoria? – preguntó Dan en un susurro cuando escuchó la voz en su cabeza. Miró a su alrededor a pesar de que sabía que ella no se encontraba ahí.
- ¿Qué te pasa Fortesque? – se rió Zarok malinterpretando el gesto - ¿Acaso buscas una forma de escapar? ¡Pues no la hay!
Los guerreros avanzaban implacablemente, paso por paso, preparados para hacerle picadillo. Dan había retrocedido en lo que pensaba algo antes de escuchar la débil voz de Victoria. Apenas la escuchaba…
- ¡Venga! ¡Acabad con él de una vez! – ordenó Zarok.
Distraído no vio que uno de los esqueletos se había adelantado y llegado hasta su posición. Dan tuvo el tiempo justo para agacharse y esquivar la espada que trazó un arco justo por donde había estado su cuello. Encogiéndose sobre sí mismo giró hacia un lado y paró otra estocada con el escudo, rechazando una tercera con la espada. Retrocedió sin quitarles la vista de encima mientras Zarok reía a carcajadas desde su tribuna.
- Sir Fortesque ¿puedes oírme?
Otra estocada, otra parada a duras penas. Dan fue lanzado contra la pared por el golpe de un escudo. Hincando la rodilla en el suelo pudo parar el siguiente golpe y encontrar un hueco entre los cuerpos que intentaban rodearle para escaparse de los guerreros antes de que éstos le cercaran del todo. Aprovechando el giro que realizó proyectó su espada con todas sus fuerzas y dio contra uno de aquellos guerreros… y por poco le salta de las manos cuando su arma rebotó contra la armadura.
Zarok prorrumpió en una sonora carcajada.
- ¡Tus armas inútiles no sirven de nada contra ellos! – gritó Zarok – No son no-muertos corrientes como contra los que te has enfrentado hasta ahora. Y éstos además han sido especialmente entrenados por mi campeón, Lord Kardok. ¡No tienes ninguna posibilidad de ganar Fortesque! Así que hazme un favor, hinca la rodilla y muérete de una condenada vez. 
- No le escuches – dijo la cálida voz que le había acompañado en su viaje ahora reducida a un susurro apenas audible.
- Victoria…
- Él cáliz… debes usar el cáliz. Llámalo y las almas te ayudarán… deprisa…
¡El Cáliz de Almas! Dan retrocedió varios pasos más puesto que los guerreros se acercaban e invocó el cáliz con tan sólo pensar en él, que se materializó en el sello de la arena.
- ¡Eh! ¿Qué es eso? – exclamó Zarok - ¿Tu copa de la suerte? 
Dan le ignoró mientras el cáliz comenzó a vibrar y con un resplandor verdoso lanzó una serie de chispas que refulgieron por toda la estancia. Los fazgules se detuvieron, indecisos, al percibir las vibraciones mágicas del cáliz. Y allí donde las chispas aterrizaban se materializaron unos guerreros, igualmente esqueléticos, armados de escudos y espadas. 
- ¡Por el honor de Gallowmere! – gritaron al unísono para, a continuación, lanzarse contra los fazgules.





- ¡Sí, chúpate esa! – exclamó Emelda mientras Wartilda aplaudía - ¡Suerte que recordé el antiguo hechizo que está inscrito en los bordes de la copa!
- ¡Esto es más justo, sí señor! – exclamó el Rey Peregrino observando satisfecho la bola de cristal.
Emily también se alegraba de que Daniel hubiera podido escucharla pero seguía estando muy preocupada. Observó cómo los guerreros del cáliz se enzarzaban en combate contra los guerreros oscuros de Zarok y, aunque no tenía mucha idea de batallas, le dio la sensación de que no sería suficiente. Vio como Daniel, sin poder participar en la batalla, corría de un lado a otro dando ánimo a sus soldados. Sin embargo pronto quedó clara la superioridad de los guerreros de Zarok, pues iban mejor armados y protegidos que los suyos.
- ¡Algo no va bien! – exclamó el rey – ¡Los valientes guerreros de Gallowmere parece que tienen las de perder!
- Sus almas aún no están listas para separarse de sus carcasas materiales – razonó Wartilda, la Bruja Calabaza – Por este motivo no están tan fortalecidas, pues aún pertenecen al mundo de los vivos mientras que los fazgules se han fortalecido por las malas artes de Zarok y por su estancia en el inframundo . ¡El cáliz es lo único que mantiene a las buenas almas pero necesitan aun así un sustento constante!
- ¡Sir Dan debe sanarlas usando el cáliz! – dijo Emelda – Pero esto implica que haga un gran sacrificio por su parte.
- ¿Qué quieres decir? – preguntó Emily con las manos entrelazadas.
- Toda magia exige un precio. Debe sacrificar su propia vitalidad para que ellos tengan éxito – repuso la bruja con ojos brillantes.




Dan se percató de lo que sucedía al poco de empezar la escaramuza. Sus guerreros, a pesar de ser muy bravos, no eran rival para los de Zarok. Pronto uno de ellos sucumbió y su alma retornó sin poderse evitar al cáliz que él portaba en la mano. Entonces sir Fortesque se dio cuenta de que el cáliz ya no lucía con una luz rosada si no con una verdosa y parecía emanar de él un fino filamento que lo unía a cada uno de los guerreros. Sin duda se trataba de magia y aunque él no entendía mucho de la misma sí había aprendido algo en su viaje. Como invocador de los guerreros ellos le obedecían pero también le debían su existencia. Extraían su esencia del cáliz y sólo éste podía devolvérsela.
Se le ocurrió una idea y cuando vio que uno de los guerreros de Gallowmere desfallecía extendió el cáliz hacia él.
- ¡Cúrate! – ordenó.
Entonces sintió cómo si un rayo le recorriera todo el cuerpo, agarrotándole y haciéndole temblar los miembros. Sabía que eso era imposible pero el increíble dolor, a pesar de carecer de nervios, fue muy real. Más bien sentía como si le doliera el alma. Vio sorprendido cómo de su cuerpo manaba una luz verdosa, llegaba hasta el cáliz y éste a su vez lo enfocaba contra el guerrero, quien parecía recobrar sus ánimos y retomaba la lucha con renovado esfuerzo. ¡El cáliz le estaba drenando su vitalidad para dársela a sus guerreros! Dan observó con detenimiento el artefacto siendo muy consciente de lo que esto significaba. Tendría que tener cuidado y no abusar porque de lo contrario podía matarle, del todo.
Pero estaba dispuesto a correr el riesgo con tal de vencer a Zarok y por ello, a pesar de saber el tormento que le esperaba, volvió a enfocar el cáliz hacia sus tropas cuando fue necesario mientras soportaba estoicamente el dolor.
Zarok fue perdiendo la compostura a medida que veía caer a sus guerreros fazgules. Había contado con la mínima posibilidad que ese maldito Fortesque recibiera alguna ayuda pero aun así fue realmente irritante para él contemplar cómo los huesos del último de sus guerreros se esparcían por el suelo.
Los guerreros que habían surgido del cáliz celebraron brevemente su victoria y luego volvieron a convertirse en chispas de luz. Dan, que apenas le quedaban fuerzas, luchaba por no tambalearse de extenuación. Entonces las chispas le atravesaron una por una y con cada una de ellas sintió que su vitalidad se recuperaba. Una vez pasaron por él regresaron al cáliz del que habían surgido.
- Siempre fuiste afortunado en la batalla Fortesque – comentó Zarok intentando disimular su ira y se inclinó sobre el balcón – Veamos cómo te las arreglas ahora contra mi campeón, el último Lord Kardok. ¡Se traga a gente como tú como si fuera un suplemento de calcio!

La verja de la puerta de la izquierda de Zarok se abrió dejando pasar una figura enorme. Se trataba de un jinete esquelético ataviado con casco de cuernos amenazadores y una pesada armadura, montado a su vez en un caballo esquelético gigantesco de cuya columna emanaban llamas a modo de crines. Avanzaron trazando un círculo alrededor de Dan dejando unas huellas marcadas en la arena que seguía ardiendo durante unos segundos allá donde el caballo plantara sus cascos. El animal se alzó sobre sus patas y el jinete hizo oscilar en el aire un enorme mangual. A continuación el caballo, guiado por Lord Kardok a través de las riendas, inició el galope en dirección a sir Fortesque.





- ¡Oh, mamaíta, no quiero  mirar! – exclamó Maggot. A pesar de que se dio la vuelta siguió mirando todo por el rabillo del ojo.
- Nunca es fácil luchar a pie contra un hombre montado a caballo – comentó el Rey Peregrino con tono instruido – E incluso en la muerte ese Lord Kardok sigue siendo de lo más intimidante.
- ¿Cómo murió? – preguntó Emily, horrorizada por la visión del jinete esquelético.
- El segundo de Fortesque, Puntería Tim, le acertó entre los ojos con una flecha de un disparo realizado con su ballesta a mil metros de distancia – contestó el rey con la voz llena de orgullo – Lástima que el pobre muchacho encontrara la muerte justo después y que nunca se supiera la verdad, pues divulgamos que había sido el propio Fortesque quien lo mató. Una pena, como digo, nadie había realizado jamás semejante tiro en toda la historia de Gallowmere… 
- A pesar de lo que digan los libros créeme si te digo que Puntería Tim recibió la recompensa que merecía – refunfuñó la Bruja Buena del Bosque, a quien le había parecido de lo más injusto el desprecio oficial que le habían dado al joven arquero.
- ¿Podemos darle alguna ayuda más a sir Fortesque? – preguntó Emily mirando esperanzada a la bruja.
Ésta miró a su compañera y ambas negaron con la cabeza.
- Me temo que aquí todo depende de la pericia de sir Daniel en el combate, querida – contestó la Bruja Calabaza.




Dan experimentó una punzada de terror cuando notó que algo le inmovilizaba las piernas. Bajó la vista y vio a un cadáver semienterrado que se aferraba a sus pantorrillas con el único deseo de impedirle el movimiento para que Lord Karkok pudiera arrollarle. Sin embargo no se dejó llevar por el pánico y, dándole una patada, se liberó a tiempo de rodar para esquivar las patas del caballo y el mangual del campeón. Dan se hizo a un lado y aprovechó el desconcierto del jinete para golpear fuertemente con su espada en una de las patas del caballo. Éste estuvo a punto de encabritarse, alzando las patas en el aire pero Lord Karkok consiguió someterle e hizo que plantara las pezuñas con un fuerte pisotón que salpicó de fuego los alrededores. Dan tuvo el tiempo justo de cubrirse con el escudo mágico a tiempo pero cayó sobre las posaderas. Se apartó esquivando por último el peligroso mangual y Lord Kardok inició el galope en otra dirección con la idea de repetir la maniobra.
No era buena idea pelear tan directamente contra un jinete, pues éste contaba con la ventaja de la altura y del propio caballo, que podía morder o patear al guerrero que luchara a pie. Además estaba el terrible mangual con el que Lord Karkok podía partirle los huesos sin mucho esfuerzo. Echó a correr con ánimo de mantener las distancias y para ello tuvo que usar la espada para abatir algunos caballeros del barro, iguales que los que vio en la ciénaga, que habían surgido en el campo de batalla invocados por Lord Kardok. Sin embargo Dan no huía si no que estaba meditando la mejor estrategia ya que tenía una idea clara de lo que quería hacer a continuación; era una prueba obvia que debía hacer para asegurarse y si salía bien, podría derribar a Lord Kardok de su caballo, que era la máxima prioridad.
En ese instante rememoró su instrucción en los patios de la casa de su padre. Por esa época Dan era un muchacho malcriado y perezoso, acostumbrado a conseguir lo que deseaba sin esforzarse nada más que dando una orden. Lord Cedric Fortesque sostenía que la instrucción marcial era una asignatura obligatoria y deseaba que su hijo primogénito fuera nombrado caballero para poder acceder a la guardia real; pero a Dan lo único que le interesaba de la vida del caballero eran ser blanco de los anhelos y deseos de las damas. Por tanto a Dan por aquella época le distraían demasiado los vicios típicos de alguien de su edad y situación social por lo que cuando fue desarmado por su instructor en una maniobra de lo más simple éste no pudo evitar mirarle con severidad.



- Fortesque – le había dicho – No estás prestando atención. Te he desarmado igual que podría haber desarmado a un niño recién destetado y tu nivel está muy por encima de esto. Recoge tu arma.
- ¿Y a quién le importa? – había contestado él con despreocupación pero obedeciendo la orden.
El profesor había apretado los labios formando una línea finísima y había sacudido la cabeza.
- Serías bueno, realmente bueno, conque pusieras sólo un poquito de la misma pasión que pones cuando sales de cacería o cuando te cruzas con una falda.
- ¿Cómo te atreves a hablarme con semejante descaro?
- Mira, no me quejo porque tu padre paga bien pero no me gusta cobrar oro por no hacer mi trabajo. Es sólo un consejo, muchacho. Puedes ser un caballero y de los mejores pero sólo si te esfuerzas. Tienes el potencial para ser un guerrero, eso se nota nada más verte. Cuando estás concentrado eres capaz de hacer unos combates realmente buenos.
Dan recordaba, algo avergonzado de sí mismo, cómo se había cruzado de brazos y mirado desdeñosamente a su instructor.
- Que yo soy mejor que tú ya lo sé, no hace falta que me lo digas – había dicho el joven Fortesque con sorna.
- ¡Pues demuéstramelo! – le había retado el otro, demostrando una gran paciencia y temple, alzando el escudo y la espada - ¡Venga, otra vez!
- Ahora no me apetece.
- Chico, no saldrás de aquí hasta que me hayas desarmado.
- Puedo salir cuando me de la real gana porque para algo soy un lord – había replicado Dan pero algo dubitativo en aquella ocasión.
- ¿Acaso me obligarás a hablar con tu padre diciéndole que no pones de tu parte?
Dan en ese momento se había crispado y en cierto modo, achantado, puesto que su padre tenía un carácter terrible cuando se enfadaba. Ese día el instructor se había salido finalmente con la suya… El Dan actual agradecía la paciencia de aquel hombre cuyo nombre había olvidado porque con su constancia y esfuerzo había conseguido que él aprendiera el arte de pelear; nunca lo había sido tan útil.
Cuando Lord Kardok azuzó a su caballo hacia él con total despreocupación, seguro de su ventaja y superioridad, Dan se plantó en el suelo, con el escudo y la espada preparados. En el momento en que el caballo se le echaba encima soltó el escudo y rodó a un lado en el último momento, alzando la espada para trazar una línea recta proyectándola contra las patas del caballo. Éste con un agudo relincho cayó bruscamente hacia delante haciendo que Lord Kardok diera de boca contra el suelo arenoso. Dan se incorporó y se volvió contemplando su obra. A pesar de que luchaba contra un caballo no-muerto su idea había funcionado. Se acercó con precaución al animal derribado, que movía sus patas relinchando de indignación y buscó a Lord Kardok con la mirada. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio que el campeón había quedado atrapado bajo el peso de su caballo y no conseguía liberarse de modo que Dan alzó la espada y se la clavó en la cara.
Se escuchó un rugido de rabia cuando los cuerpos de jinete y caballo fueron pasto de unas llamas abrasadoras que los volatilizaron.

Daniel se volvió hacia Zarok quien había contemplado el desenlace de su campeón con sorpresa mayúscula. 


- ¡De acuerdo! – bramó furioso dando un golpe con el puño - ¡Ya estoy harto de tus intromisiones!
Dicho esto se retiró fuera de la vista de sir Fortesque, quien aguardó pacientemente a que diera la cara en la arena.
- ¿Dónde está ese hechizo? – dijo Zarok en voz alta, hablando para sí mismo -  ¡Ah sí! 
Se escuchó un sonido como de electricidad y a continuación un resplandor verdoso.
- ¡Cococoricóooooo… oh! No – dijo el hechicero de nuevo – No, ese hechizo no…
Páginas de papel rozando, el relincho de un caballo y el sonido de algo metálico siendo golpeado. De nuevo aquél sonido eléctrico y un fogonazo de luz amarilla.
- ¡Beeeeh! – baló una oveja.
- Oh, no… ahora no – murmulló Zarok.
- ¿Cómo? – pensó Dan sacudiendo la cabeza. Pero entonces se escuchó el roce de las páginas de un libro, y un nuevo chisporroteo eléctrico, esta vez más intenso y prolongado.
- ¡Ajá! Ya lo tengo – dijo la voz de Zarok, esta vez exultante.
Otro chisporroteo eléctrico y un último fogonazo de luz violeta.
Dan, quien no quería ni imaginarse qué estaba pasando ahí adentro, escuchó un retumbar que provenía de la puerta de la derecha. Expectante observó que algo grande se movía en las sombras.





[Crossover: Medievil x Corpse Bride] La voz es más fuerte que la espada - Capítulo 7 - Despejando incógnitas



Capítulo 7 
DESPEJANDO INCÓGNITAS


A pesar de que Daniel ya había desaparecido por la puerta Emily seguía con la mano alzada en su dirección. Poco a poco lo fue bajando, consciente de que él ya no podía verla. Apenas sintió cómo Maggot surgía por su oído derecho.
- Vaya, eso sí que ha sido intenso – comentó.
- ¿Qué quieres decir? – preguntó Emily saliendo de su ensimismamiento.
- ¿Acaso no es obvio? – alegó el gusanito, meneándose y lanzándole una mirada de lo más elocuente que ella no supo – o no quiso – comprender.

- ¿Conque Victoria? – preguntó Rokh con cierto tono de reproche, ladeando la cabeza.
Emily se mordió los labios.
- Es que al principio no confiaba en él por si era, ya sabes, un compinche de Zarok. Así que no quise darle mi nombre verdadero. En realidad ha sido una tontería, él sabía quién era yo. No debería haberle mentido… lo siento.
Rokh negó con la cabeza
- No, niña. No es a mí a quién debes pedir disculpas y lo sabes. Aunque por otra parte – musitó mirando con los ojos entrecerrados la puerta entreabierta, dejando la frase a medias.
- ¿Rokh?
Emily le miró un tanto confundida, pues no entendía lo que quería decir pero él no satisfizo su curiosidad.
- Por cierto - continuó la novia ya que era obvio que no iba a recibir respuesta y miró hacia los lados - Sir Fortesque está cerca de aquí ¿verdad? 
Emily estaba segura de que así era pues ahora que había salido al exterior notaba por la tensión del vínculo, la máxima que había experimentado, que él estaba muy cerca. Se puso a buscarle con la mirada, expectante.
- Sí, pero no deberíamos esperar mucho más – respondió Rokh - Será mejor que te saque de aquí cuanto antes.
Para su sorpresa la novia no protestó.
- Estoy de acuerdo. Realmente no quiero que él me vea…
- Pero – empezó a decir Rokh aunque se interrumpió y pareció suspirar pues infló y desinfló su plumaje - ¿Por qué dices eso? 
- ¿Qué pensaste la primera vez que me viste? 
- Que eras malvada.
Ella asintió sin ofenderse.
- Y aunque él use a un esqueleto como escudero no espera que la dueña de la voz que le ha echado una mano sea esta muchacha marchita – concluyó ella, tomando su vestido con las manos y soltándolo para darle más énfasis.
- Pues yo creo que tal cual estás le agradarías mucho – repuso el ave, luego miró en lontananza – Pero lo dicho, lo mejor es marcharse. ¿Te hizo daño el hechicero?
- Realmente no…
- ¡Fue horrible! – chilló Maggot, echándose a llorar y hablando por encima de ella – Utilizó su magia oscura y terrible sobre nosotros, obligándonos a tocar el piano, a cantar historias tristes y a desear hacer cosas malvadas… ¡y esos diablillos que toqueteaban absolutamente todo con sus manos pegajosas! Y luego nos metió en esa celda cochambrosa y oscura y… y – su voz se quebró de una manera de lo más dramática.
- Bueno, bueno. Ya pasó– dijo ella consolándole pero aguantándose la risa.
- Lo siento mucho – se disculpó el ave sinceramente - Tenía que haberme esforzado más por sacaros de allí.
- No te preocupes Rokh – dijo Emily, serena – De hecho el gusanito aquí presente fue quien me sacó del calabozo donde Zarok me dejó cuando se cansó de mi talento para alegrarle el día con mis desgracias. Sin decirme nada se metió por el ojo de la cerradura y se las apañó de un modo increíble para abrir la puerta…
Maggot se animó visiblemente y miró a Emily agradecido, quien le devolvió una mirada de cálida complicidad.
- Pues Emily – alabó él – se arrancó su brazo y se puso a dar mamporros a todo aquél idiota que se cruzara en nuestro camino. ¡Incluido a Daniel!
Ambos se rieron y hasta Rokh meneó la cabeza como signo de diversión.
- Además – prosiguió - fue capaz de resolver un rompecabezas de lo más enrevesado para que Daniel pudiera seguir avanzando en su aventura y…
Maggot se interrumpió cuando una sospecha comenzó a crecer en su cabecita. Su rostro quedó estupefacto y dirigió lentamente los ojos hacia su amiga. Pero ella no se dio cuenta, pues estaba ocupada mostrándose adulada. Desvió la vista a Rokh y los ojos del ave se encontraron con los suyos. ¿Por qué le miraba así? ¿Acaso estaba en lo cierto? Fue entonces cuando Rokh habló:
- Ha sido impresionante, me reconforta saber que sois tan capaces de sacaros las castañas del fuego solitos. Pero ahora querida amiga, si me permites…
Emily se quedó mirando el ala que él le tendía hasta el suelo para que se subiera a su lomo. Fue a avanzar pero se detuvo y volvió mirando hacia la puerta entreabierta de la guarida de Zarok.
- No debes preocuparte por él – le dijo Rokh a sus espaldas – Sabe cuidar de sí mismo y para llegar hasta aquí no ha tenido que recorrer un camino de rosas precisamente: las tierras de labranza, el valle de las calabazas, la Tierra Encantada, el Pueblo Durmiente, el manicomio y sus terrenos, la ciénaga, las Cuevas de Cristal, las ruinas de Mellowmede, el Guantelete de Gallows, las Ruinas Encantadas… y aquel barco pirata. ¡Uf! Sí, definitivamente ha sido un buen viaje.
Emily abrió los ojos, sorprendida por tan largo recorrido. Luego bajó la cabeza, indecisa.
- Supongo que no pero… quizá sería mejor esperar a que sir Fortesque llegue…
- Ah, ¿no te lo dije? Se adelantó. Sí… Encontró una forma de acceder a la fortaleza desde otro lado y supongo que se reunirá con Daniel ya en el interior.
- Oh, de acuerdo...
A pesar de que le avergonzaba mostrarse ante el héroe porque no sabía si sería capaz de soportar otro desengaño nada le impedía observarle escondida desde algún arbusto, por lo cual no pudo evitar sentirse un tanto decepcionada.
- No te desanimes – le instó Maggot – quizá puedas verle cuando todo esto termine. ¿Verdad Rokh?
- Así es. Por el momento te llevaré a un lugar seguro, donde podrás entender un poco mejor lo que está sucediendo.
- ¿De qué estás hablando? – preguntó Emily mientras se acomodaba en el lomo de Rokh.
- Me refiero, por supuesto, a que es hora de que tus preguntas obtengan respuesta.




Si Dan se marchó tan bruscamente fue porque si se demoraba más temía no ser capaz de terminar la tarea por la que había llegado tan lejos. Llegó hasta la puerta con el cartel de “Al dispositivo” y encajó la Runa del Caos en la mano que hacía las veces de cerradura, que se cerró en torno a ella. Las puertas se abrieron con un tembloroso chirrido.
Entró en la estancia y se sorprendió cuando comprobó que el supuesto dispositivo no era otra cosa que un vulgar planetario. Teniendo en cuenta las aficiones de los hechiceros esto no era nada extraño. Pero debía admitir que había esperado algo más sofisticado.


A pesar de esto Dan no se dejó engañar y pensó que ahí había gato encerrado. ¿Tantas molestias para esconder la llave de ESTO? Observó con detenimiento los planetas, que eran esféricos y le hizo rememorar la charla con la Bruja Buena del Bosque por un momento, y se acercó hasta el centro de la sala que era totalmente circular. Pasados varios minutos de intensa observación no encontró nada sospechoso. Los planetas estaban suspendidos sobre el suelo gracias a un sistema de brazos que confluían en un eje central giratorio; con los ajustes oportunos se suponía que el mecanismo hacía girar los planetas rotando alrededor del eje central a un ritmo equivalente al real teniendo en cuenta la escala… de pensarlo se sintió sumamente aburrido. Pero ¿por qué el mecanismo estaba parado? ¿Quizá el eje estuviera dañado?
A sir Fortesque esto le extrañó mucho y examinó el eje central con gran detenimiento. Parecía que en el extremo que tenía justo delante había una especie de botón. Quizá eso lo activara y, con el movimiento de los planetas, pudiera ver algo que se le escapara o simplemente que se abriera una puerta o algo así. Accionó el botón y entonces perdió contacto con el suelo…
Apenas tuvo tiempo de sorprenderse mientras caía y caía por un pozo enorme, a toda velocidad.
A pesar de su condición de no-muerto Dan tuvo miedo de que sus huesos se rompieran por el impacto por lo que mientras caía por ese pozo toda su vida pasó por delante de sus ojos: vio fugazmente el rostro de su madre enferma en la cama,  se vio a sí mismo el día que fue presentado en la corte, el momento en que empuñó por primera vez una espada, el perfil de su padre Lord Cedric Fortesque recortado contra una ventana al atardecer, el momento en que fue nombrado caballero, el nombramiento de Zarok como hechicero de la corte tras imponerse a Mazok durante la hambruna de Gallowmere, la bofetada que se llevó cuando se pasó en sus galanterías con cierta dama de la corte, el breve escarceo que tuvo con la misma dama media hora después en el armario de las fregonas, el momento en que lo sacaban de la cama y le empujaban mientras le gritaban que tenía que ir al campo de batalla porque Zarok había sido avistado con un ejército acercándose a la Tierra Encantada, la flecha yendo directa hacia su cara, su despertar en la cripta, su viaje por Gallowmere, el pájaro Rokh rescatándole en el último momento… la sonrisa de Victoria…
Salió de su estupor cuando golpeó algo blando, y es que estaba de suerte. Su caída fue amortiguada por varias telas de araña gigantes por lo que cuando dio contra el suelo con un repiqueteo metálico no sufrió ningún daño. Aun así cuando se incorporó no pudo evitar palparse, algo aprensivo, para comprobar que todo seguía en su sitio.
Se encontraba en una sala circular; miró hacia arriba, por donde había caído, pero estaba tan oscuro que no se veía el observatorio. ¡Debía estar a cientos de metros de la superficie! A sus oídos llegaban diferentes sonidos metálicos que le recordaban a la maquinaria con la que se había topado en su viaje allá por las tierras de cultivo de maíz. 
Salió al exterior y se encontró con una especie de ¿ciudad? subterránea. Veía los edificios de diferentes alturas que asemejaban fábricas, nubes de vapor que emanaban de ellos y un extraño y ruidoso vehículo que circulaba por unos raíles que rodeaban todo el complejo. Dan no pudo evitar admirar el lugar, ese supuesto "dispositivo" que señalaban las indicaciones en el hogar de Zarok. ¿Qué estaría tramando?
Avanzó por una pasarela flotante (abajo no había más que abismo) y, a pesar de que su paso quedaba bloqueado por una puerta metálica que le recodó a una mariposa Fortesque accionó la palanca que le abrió la entrada... y prácticamente se topó con uno de esos guardias con los que se había encontrado en el Pueblo Durmiente, algo que había parecido suceder hacía mucho tiempo.
- ¿Eh? ¡ALTO! - ordenó el guardia levantando sistemáticamente su arma - No tienes autorización para…
Una flecha se clavó entre sus ojos y el guardia cayó desplomado al suelo. Un aura rojiza salió de su cuerpo y ascendió, disipándose: había liberado el alma que se había usado para animar a ese autómata. Uno menos.
- Ahí la tienes - dijo Dan mientras bajaba la ballesta y luego miró alrededor.
¿Qué clase de lugar era éste? Recordó las notas que había hojeado en el despacho de Zarok, donde se autoproclamaba así mismo como un hombre de ciencia, aquella disciplina oscura que en un pasado había llevado a muchos a arder en la hoguera. Sin embargo Fortesque entendía que la ciencia era la responsable de los ingenios que había visto en su viaje y apreció que algunas de esas invenciones serían francamente útiles y provechosas para mejorar la vida de las personas, como aquella extraña maquinaria que había visto para arar los cultivos. Llegó en ese momento a la conclusión que el problema no era la ciencia. Era exactamente lo mismo que sucedía con las armas: dependiendo de las manos que las esgrimieran podían ser beneficiosas o perjudiciales. 
En su avance Dan se percató de un edificio más alto y apartado que el resto y supuso que Zarok se escondería en él. Pero ¿cómo podría llegar hasta allí? Su ojo vagó por el único camino que existía, sostenido por un puente, y siguió el recorrido a la inversa hasta dar con un edificio central que comunicaba, finalmente, con el lugar donde él se encontraba. Pero para llegar hasta allí vio que tendría que sortear una serie de dispositivos de seguridad y de guardias armados. En fin, tendría que darse prisa.




Emily no disfrutó tanto en esta ocasión con el vuelo de Rokh pues estaba preocupada por Daniel, a pesar de que las palabras del ave y que, en definitiva, le había parecido un esqueleto de lo más valiente.
- Tiene que serlo - meditó - pues de lo contrario no iría con sir Fortesque. Espero que ambos se encuentren bien...
Pero ¿por qué no deberían estarlo? Habían llegado casi al final de su aventura y sin duda habían pasado por un sin fin de peligros y fatigas, como insinuó Rokh. Sin embargo ella no podía evitar preocuparse porque Daniel le había parecido muy agradable, atento y caballeroso con ella. Tenía que ser muy leal por acompañar a su señor. Recordó cómo le había golpeado y a pesar de todo él no se había enfadado...
- ¿En qué piensas? - dijo Maggot en el interior de su cabeza. Podría resultar irónico que formulase esa pregunta pero aunque el gusanito viviera en su cráneo eso no significaba que pudiera leerle los pensamientos. Aun así ella no pudo evitar sentirse un poco cohibida porque justo le hubiera preguntado cuando pensaba en Daniel.
- En muchas cosas - susurró.
Rokh permaneció en silencio pues imaginó que la muchacha hablaba con su amigo y eso debía ser una conversación privada, de modo que hizo oídos sordos e hizo todo lo posible por no escuchar lo que hablaban.
- ¿Cómo en qué?
Emily no sabía si el tono incisivo con el que le parecía escuchar al gusano era producto de su imaginación por estar a la defensiva o bien porque fuera verdad.
- Pensaba en nuestros héroes... sí, Daniel a pesar de ser un escudero puede ser considerado héroe. ¿Verdad?
- Supongo que sí. Parecía simpático - dijo Maggot, en un tono más amistoso - ¿No te lo pareció a ti?
- Eso creo...
- También era muy bien parecido, con esa armadura...
- ¿Adónde quieres llegar? - preguntó Emily, suspicaz.
- Nada... bueno, quizá me pareció que estabas un poco cohibida en su presencia...
- ¿Qué? ¡En absoluto! - repuso ella, elevando la voz -  Es sólo que fue muy amable, eso es todo.
- Pues yo creo que a él le gustas.
- ¡Eso es absurdo! – terció Emily pero sintió que el estómago le daba un vuelco.
¿Acaso sería verdad? Se descubrió pensando en esa posibilidad, él había parecido tan caballeroso… pero no sería la primera vez que se hacía ilusiones para llevarse un chasco después. Además, suponiendo que fuera verdad que a Daniel le agradase ¿de qué serviría? Ella no iba a quedarse en Gallowmere… ¿y qué sentía ella exactamente hacia él? Emily no supo qué decirse.
– Pues esa manera de mirarte como un cordero degollado me ha parecido muy elocuente…
- No digas tonterías Maggot, no me miraba de ninguna forma– repuso ella, poniéndose cada vez más a la defensiva – Son sólo imaginaciones tuyas, acaba de conocerme. No hay nada.
- ¿En serio? Pues es una lástima. Creo que hacéis buena pareja…
Como ella no respondió y vio que fruncía el ceño se dio por vencido.
- Bueno – dijo bajito, sintiéndose un poco decepcionado - tampoco hace falta que te pongas así…
- ¿Ponerme cómo? – exclamó ella en un tono más agudo.
- Pues… así. ¡A la defensiva!
- ¡Agh! Déjalo. No hay quién te entienda – se quejó Emily cruzándose de brazos y enfurruñándose del todo.
- Pues anda que a ti…
- Ya estamos llegando – anunció Rokh antes de que la discusión fuera a más.
Emily se inclinó hacia un lado para ver adónde les había llevado Rokh pero se trataba de un simple cementerio. El ave se posó en el suelo con suavidad, en la cima de una colina. Emily admiró el mausoleo que la coronaba y vio que por debajo de la misma se extendía el resto del cementerio. Por aquí y por allá podían verse muertos vivientes pululando entre las tumbas, sin seguir ningún rumbo fijo, pero no eran tantos como ella esperaba. Aunque ella no creía que Rokh le hubiera traído para verlos a ellos.
- Bien ¿y dónde están las respuestas que nos prometiste? – preguntó Maggot – Yo aquí no veo a nadie…
- ¿Estás seguro?  – dijo una voz fantasmal a sus espaldas.
La novia se volvió y ahogó un grito de sorpresa. En la puerta del mausoleo se había materializado un anciano de rostro amable con una poblada barba blanca. Vestía un jubón azul con estampados en blanco, medias azules y botas altas. Completaba su atuendo una capa amarilla con bordes de pelo de armiño blanco. Pero lo que más captó la atención de Emily fue la corona de oro y rubíes que portaba en la cabeza, que hacía juego con sus brazaletes.   
Maggot dio un respingo y se escondió detrás del cuello de su amiga, asomándose después sólo un poquito y no porque le diera miedo, sino algo de vergüenza. Emily se dio cuenta de quién era el recién llegado aunque jamás se había imaginado que fuera un fantasma. Aun así él era un rey y ella una doncella que había recibido una estricta educación, por lo que saludó al monarca como se merecía. Rokh también hizo una inclinación con la cabeza pero prefirió mantenerse en un segundo plano.
- Oh, pequeña, qué modales tan exquisitos – alabó el rey emocionado, levantando las manos -  Por favor, no hace falta tanta formalidad. Soy el Rey Peregrino, el último monarca que reinó en Gallowmere hace cien años… ¡pero eso fue hace mucho tiempo! 
- Sois vos – dijo Emily mirándole fijamente - ¿Por qué yo?
- ¿Eh?
- ¿Por qué me elegisteis a mí? 
- Lo siento, jovencita, pero no sé de qué estás hablando.
Ante la desilusión que se dibujó en el rostro de Emily el rey decidió rectificar, carraspeando.
- ¿Por qué crees que yo te llamé?
- Porque os oí que me llamabais. Es cierto que no sabía quién erais pero la Bruja Buena del Bosque me aseguró que era el lamento del Peregrino lo que me trajo a Gallowmere.
El rey entrecerró los ojos, pensativo.
- ¿Puedes repetirme lo que escuchaste?
- ¡Ay de mí, que desgracia! Estas tierras están bajo una nueva amenaza. Cuando el báculo sea alzado la muerte caminará por el prado. Cuando el héroe caído regrese, cuando su voluntad flaquee, tu voz sea escuchada y así Gallowmere sea salvada…
El rey abrió los ojos como platos.
- Recuerdo haber pronunciado esas palabras pero… yo no era consciente de que alguien me escuchase. De hecho, no recuerdo haber mencionado lo de la voz…
- ¡Porque estabais soñando jijiji! – replicó una voz de mujer.
A continuación se escuchó como una risa, pequeña explosión, hubo un resplandor y ahí estaba la Bruja Buena del Bosque en compañía de otra mujer que Emily no conocía. Se trataba de una bruja regordeta, con pequeños anteojos y carrillos sonrosados, que portaba un sombrero que asemejaba el brote de una planta y que iba ataviada con una especie de mono de color amarillento. En su mano derecha portaba un báculo rematado con una calabaza.


- ¡Ya era hora de que aparecierais! – exclamó el rey, levantando los brazos y se volvió hacia las recién llegadas.
- ¡Alteza! Emily, querida – llamó la Bruja Buena del Bosque – Mira, esta es mi buena amiga Wartilda, la Bruja Calabaza, que pertenece a mi aquelarre.
- Mucho gusto Emily – dijo la Bruja Calabaza con una sonrisita –Tenía muchas ganas de conocerte, Emelda me ha hablado muy bien de ti.
- Encantada – dijo Emily – Éste de aquí es Maggot – el gusanito saludó con un gesto con la boca abierta por la sorpresa.
- Bueno, bueno, ya está bien – refunfuñó el rey – Emelda, ¿quieres hacer el favor de explicarnos qué te traes entre manos?
- ¡Yo nada, mi rey! Sólo sigo los designios del destino.
- Por favor– rogó Emily – Necesito respuestas. Si el rey no fue quien me trajo hasta aquí… ¿quién fue?
- ¡Oh, querida niña! Claro que el rey te trajo hasta aquí aunque de manera inconsciente – añadió viendo que el rey abría la boca – Aunque parezca mentira los fantasmas pueden soñar y él soñó contigo, de ahí que te llamara.
Emily y el Rey Peregrino intercambiaron una mirada de desconcierto.
- Sin embargo – prosiguió Emelda – en última estancia quien te trajo aquí ha sido… simplemente el destino.
- Explícate mejor, por favor. 
- Es pura magia ancestral, querida – replicó Wartilda– Se necesita toda una vida para comprender el funcionamiento de la magia pero incluso aun así nunca la comprenderemos del todo. ¿Por qué sale el sol por la mañana? ¿Por qué yo soy la Bruja Calabaza? ¿Por qué el rey tuvo que morir atragantado por una col de Bruselas en vez de en una batalla?
- Gracias por el dato, Wartilda– gruñó el rey y miró de soslayo a Emily, algo avergonzado. 
- Porque es el destino – prosiguió la bruja sin inmutarse.
- La fuerza del destino – asintió Emelda – es lo que trajo hasta aquí.
- Sigo sin entenderlo – negó Emily - ¿Por qué yo? ¿Qué tengo de especial?
Las dos brujas rieron con suavidad.
- ¿Por qué no? – preguntó Wartilda.
- Porque eres tú – siguió Emelda - Simplemente. Igual que tu destino era ser traicionada y asesinada por el que creías era el amor de tu vida, siendo enterrada bajo un roble, tu destino era también que llegaras a esta tierra y echaras una mano para salvarla.
- Pero si yo no he hecho gran cosa.
- ¿Cómo qué no? Te hiciste amiga de las hadas del bosque y eso ayudó a sir Fortesque para ganarse su confianza; a pesar de que las liberó de sus prisiones es probable que ni siquiera se le hubieran mostrado, ya que son desconfiadas por naturaleza de la gente grande, como suelen llamarnos, y ya ni te cuento de la magia oscura. Despertaste a Rokh de su letargo y así pudo salvar al caballero del Jabberwocky. Y has sido tú la que, con su voz, le orientó en su viaje, la que le ayudó a sobrepasar sus temores y la que, en definitiva, le ha puesto en el camino correcto gracias al vínculo que os une.
- Guau – dejó escapar Maggot.
- ¿Qué vínculo? – preguntó el rey sumamente interesado.
- Pensad en él como en una cuerda que une a Emily y a sir Fortesque – explicó Wartilda con una amplia sonrisa – y que tiene tendencia a replegarse sobre sí misma, lo que hace que el uno se sienta atraído por la otra y viceversa. Cuando están juntos la llama interna que reaviva el vínculo es más intensa, de ahí esa atracción.


El rey asentía a la Bruja Calabaza mientras Emily se volvía a Emelda.
- Pero algunas de esas cosas las he hecho porque seguí tu consejo, ni siquiera fueron ideas mías. 
- Bueno, nunca está de más recibir una ayudita ¿verdad? – repuso esta con una sonrisa tan cariñosa que Emily necesitó corresponderla, pero fue sólo un segundo porque había algo que se moría de ganas por preguntar.
- Menudo lío – opinó Maggot.
- Hablando del tema ¿cómo se creó exactamente ese vínculo? – preguntó la novia frunciendo el ceño.
- Como te hemos dicho es un tipo de magia ancestral, la fuerza del propio destino. Tu sino es salvar a Gallowmere, igual que el suyo. Esta meta ha creado este vínculo que os une y que hace que os atraigáis mutuamente, como muy bien ha descrito mi colega. Pero puedes estar tranquila si eso te preocupa; una vez que sir Fortesque cumpla su misión el vínculo se romperá y serás libre de marcharte donde desees.
Emily bajó los ojos; ahora que se había alejado de donde se suponía que estaba sir Fortesque era verdad que notaba el vínculo más débil a la par que una mayor necesidad de fortalecerlo. Y si era igualmente cierto que quedaba liberada quizá ya no tendría motivos para que el caballero la viese y quizá pudiera volver a ver en cambio a Daniel…
- Entiendo… Eso estaría bien.
- ¡Claro que sí, querida! – aseguró Emelda - ¿Quieres ver cómo le va a sir Fortesque?
- ¿Se puede? – preguntó ella sorprendida.
Las brujas soltaron una risita y empezaron a agitar las manos, murmurando unas palabras de poder. De la nada apareció una esfera de cristal bien grande, con su soporte incluido.
- La bola de cristal nos permitirá echar un vistazo. Quizá sir Fortesque necesite nuestra ayuda en algún momento… y no sabemos qué tiene Zarok preparado para él.
- Un momento – preguntó Maggot - ¿Y por qué vosotras, que sois brujas, nunca os habéis enfrentado a él?
Emelda bufó y Wartilda tembló.
- Su magia es demasiado oscura, demasiado retorcida, su poder es demasiado grande para nosotras – murmuró Wartilda– Somos brujas, pero no de las malas. 
- Bueno, bueno, basta de charla – dijo el rey inclinándose ante la bola de cristal – No podré marcharme hasta asegurarme que Fortesque cumpla con su cometido, que vea yo a Zarok muerto y enterrado. Sólo entonces podré descansar en paz…
- Yo me marcho – dijo Rokh quien hasta entonces había permanecido en silencio, siguiendo la reunión – Quizá el caballero necesite de mi ayuda.
- Ten mucho cuidado– pidió Emily – Me gustaría verte volver con todas tus plumas intactas.
El ave no podía sonreír con el pico pero en sus ojos se detectó una gran ternura cuando miró a la novia cadáver:
- Ha sido un placer conocerte Emily. Cuando todo termine regresaré a mi nido en la montaña para continuar con mi sueño. Cuídate tú también, que si el destino quiera que nos volvamos a encontrar sea en circunstancias más benévolas.
Dicho esto alzó el vuelo y pronto desapareció en la oscura noche.
Las brujas murmuraron unas palabras y poco a poco, en la bola de cristal, se fue formando una especie de niebla blanca, que se fue arremolinando hasta dejar a la vista una imagen en movimiento. Las dos brujas, el fantasma del Rey Peregrino, Emily y hasta Maggot subido en su hombro se inclinaron para ver mejor. La novia sonrió cuando vio a Daniel de pie, contemplando el complejo industrial que tenía delante.
- Ya está en el dispositivo del tiempo de Zarok – murmuró Emelda con los ojos brillantes, inclinada tanto sobre la bola que casi la rozaba con su larga nariz – Está cada vez más cerca de su destino.
- ¿Lo qué? – preguntó Maggot.
- El dispositivo del tiempo de Zarok – aclaró Wartilda, irguiéndose – Aún no ha terminado su construcción pero parece que su ambición no conoce límites: no se conforma con el presente, sino que tiene planes para el pasado y el futuro también.
Emily frunció el ceño, preocupada. Entonces se percató de que en la bola sólo podía ver a Daniel. ¿Dónde estaba sir Fortesque?
- Sir Fortesque tiene que llegar hasta el tren de Zarok – apreció Emelda - Es el único medio para alcanzar el final de su viaje. Sin embargo que Zarok se haya cobijado aquí puede ser algo bueno y algo malo.
- ¿Por qué dices eso? – quiso saber Maggot.
- Es bueno porque significa que está desesperado, lo que quiere decir que nuestro caballero tiene muchas opciones de ganar. Lo malo es que siendo así Zarok estará preparado y puede que se guarde algún as bajo la manga.
- ¿Pero dónde está sir Fortesque? – preguntó Emily finalmente.
Los otros tres intercambiaron miradas de confusión y luego la observaron a ella.
- Pues, ya lo hemos dicho, en el dispositivo del tiempo de…

- Sí, eso lo he entendido. Pero sólo veo a Daniel, su escudero.

- ¿Escudero? – preguntó el rey.
- Claro – insistió Emily, meneando la cabeza  y señaló la bola de cristal – Daniel. Él fue quien me rescató y me llevó hasta Rokh…
- Pero si él nunca tuvo escudero.
Emily enmudeció y sintió cómo se hundía el suelo bajo sus pies y estuvo a punto de oscilar por el vértigo. Maggot la miró con algo de aprensión.
- ¿Qué…? ¿Qué queréis decir? – farfulló,  incrédula-  Pero… entonces, ese… ese esqueleto…  Daniel…
No, no podía ser… más mentiras no, otra vez no… no podía soportar más desengaños…
- Ese esqueleto con el que te has cruzado y que te ha rescatado – dijo el rey casi de manera solemne  – Es el mismo sir Daniel Fortesque en persona.