Listado de fics del blog

Dale al título para ver el listado completo. Te animo a que me dejes un comentario si detectas algún link roto o erróneo. Con ánimo de que o...

[Teenage Mutant Ninja Turtles] Un lugar al que llamar hogar - Capítulo VIII: Oportunidad de recapacitar

 


Raphael fue a echar mano de su caparamóvil para avisar a sus hermanos, pero cuando lo abrió y se dispuso a marcar, se detuvo. 

Simplificando el dicho del maestro Splinter: entre dos opciones a elegir, optar por la intermedia. Lo más equilibrado: ni blanco ni negro, mejor un gris. Él no era de puntos intermedios… la chica tampoco lo parecía. Pero a veces había que ceder.

Bajó la vista hasta el caparamóvil que tenía sujeto en su mano izquierda. Bastaría pulsar un botón para ponerse en línea con el resto e informarles de que veía a la chica escabulléndose por una azotea cercana. No tardarían mucho en llegar porque estaban relativamente cerca de allí, pero… ¿Raphael quería que vinieran?

Esa niña no iba a escucharlos si no conseguían llegar a esta ella… empatizar con ella. Raphael eso lo sabía muy, pero que muy bien. A fin de cuentas, ambos se parecían más de lo que él creía. ¿No era eso lo que había dicho el maestro Splinter?

Sabía que Leo no aprobaría su decisión. Pero era Raphael quien había metido la pata y era su deber arreglarlo. Era el que la había encontrado en un principio; que ella hubiera elegido de todas las opciones posibles en la que él se encontraba era una clara señal. Todo era cuestión del destino, cuestión del honor. Leonardo lo entendería… o puede que no.

Busca el equilibrio.

Que le dieran a Leo. Guardó el caparamóvil y se puso en movimiento.



La chica permanecía en cuclillas, estudiando atentamente el que era su objetivo. Fuera del edificio donde los dragones tenían uno de sus lugares de reunión permanecían un par de tipos haciendo vigilancia, por no hablar del tercero que se paseaba por el callejón.

Raphael sólo podía ver su espalda, pero estaba seguro que la chica estaba sopesando las opciones que tenía para colarse en su interior y empezar a repartir leña. 

Vestía exactamente igual que la vez que la había encontrado, pero en esta ocasión Raphael se fijó en la cola de reptil que surgía por debajo del abrigo y que se balanceaba de un lado al otro apoyada en el suelo, muy lentamente. El maestro Splinter movía de una manera similar su propia cola cuando se encontraba meditabundo o nervioso por algo.

Estaba pensando cómo la abordaría cuando la chica se incorporó y empezó a retroceder de espaldas, justo hacia el escondrijo de Raphael, que se había parapetado detrás de la puerta abierta de acceso a la azotea. 

No perdió su oportunidad. Avanzó y agarró a la chica, poniendo una mano sobre su boca que silenció el grito que nacía en su garganta. Raphael envolvió su cintura con el otro brazo para evitar que ella se liberase, cosa que intentó desde el momento en que se sintió atrapada, y la apretó contra sí con fuerza para que no pudiera golpearle.

- ¡Shhh! ¡Calma! – le susurró - Soy yo, Raphael.

Ella dejó de revolverse, pero la tortuga mantuvo su agarre ya que no confiaba en que ella no le agrediera e intentara escapar si se lo permitía. Al menos su respiración se fue calmando poco a poco, aunque su cuerpo permaneció tenso.

- Ahora voy a soltarte, pero no quiero ni que grites ni que te vayas. Quiero hablar contigo, sólo serán cinco minutos. ¿De acuerdo?

Por un momento pensó que no le contestaría, pero entonces la muchacha asintió con la cabeza. A pesar de ello, la tortuga no las tenía todas consigo. Sin embargo, no tenía otra opción; así que con movimientos lentos la soltó.

Ella no perdió tiempo en separarse y volverse hacia él, pero no escapó. Debido a su capucha y al pañuelo Raphael sólo podía verle algo de cabello y sus ojos brillantes.

- Tío, me has dado un susto de muerte – le dijo bajándose el pañuelo para mostrar su cara – ¿Se puede saber que estás haciendo aquí?

A Raphael le hizo gracia que preguntara eso. Le dedicó su característica sonrisa torcida y se cruzó de brazos, enarcando una ceja.

- Creo que yo podría hacerte la misma pregunta.

Ella no replicó. En su lugar desvió la mirada y frunció el ceño.

- No es asunto tuyo – masculló.

- Tienes razón, no lo es – concedió él, divertido por su azoramiento.

- ¿Entonces qué quieres?

- Hacerte una pregunta, pero no la que temes.

La chica sacudió la cabeza, desconcertada.

- ¿El resto sabe que estás aquí? 

- No, he venido yo solo – mintió. No le agradaba hacerlo, pero era la única manera de ganarse su confianza, cosa de la que se sentía totalmente capaz de conseguir.

Ella se estaba planteando, a juzgar por la forma tan directa de mirarle, si podía confiar o no en él. Dado lo similares que eran y lo poco que sabía de ella Raphael estaba seguro que eso era lo que se le pasaba por la cabeza en ese instante. Y la cosa no pintaba del todo bien, pero lo único que podía hacer era continuar. Alzó ambas manos hacia ella en actitud conciliadora.

- Lo único que quiero es preguntarte una cosa y, después de que me respondas, me marcharé y no volverás a verme, si eso es lo que quieres.

Ella le estudió con atención y luego miró por encima de su hombro. Estaba valorando si aceptar la propuesta o ignorarla. 

- Supongo que, si te digo que no, me darás la brasa hasta que acepte. ¿Me equivoco?

- Has dado en la diana.

Ella suspiró.

- ¿Me prometes que me harás esa tonta pregunta y te pirarás si así te lo pido?

- Te lo prometo.

Lo pensó durante un rato, pero finalmente asintió.

- Está bien. Pregunta.

- Primero me gustaría ponerte en contexto. No me mires así, seré breve y te avisaré cuando llegue la pregunta en cuestión. ¿De acuerdo?

Ella asintió de nuevo, pero se la notaba impaciente. Raphael meditó un instante. Quería expresarse de forma adecuada. Siempre que tenía que hablar de algo serio con alguien que no implicara una orden directa se le mezclaban las palabras. De modo que cerró un momento los ojos, inspiró y se imaginó que hablaba consigo mismo.

- ¿No te ha pasado a veces que tu cabeza te dice una cosa y tu corazón otra? – preguntó. Como ella no dijo nada, pero tampoco se marchó, decidió continuar – Yo conozco a un tipo que le pasa mucho. Cuando las emociones toman control sobre uno poca cosa se puede hacer nada más que abandonarse y bailar a su son. A este tipo le costó mucho comprender que esa no es siempre la mejor opción y me consta que, aún a pesar de que lo tiene presente, le sigue resultando difícil resistirse a su influjo. ¿Sabes lo que es tocar fondo? Él sí. Tocó fondo el día en que casi daña de gravedad a un ser querido… ahí fue cuando abrió los ojos y se dio cuenta de que tenía que hacer algo por cambiar de actitud o provocaría una desgracia… metería la pata tanto que ya no habría marcha atrás. ¿Entiendes lo que quiero decirte?

La chica mantenía la mirada baja pero le estaba escuchando. Mantenía el brazo derecho elevado, frotándose distraídamente con la mano derecha el brazo izquierdo. Un gesto que a Raphael se le antojó de lo más infantil; era el mismo que solía adoptar Michelangelo cuando era pequeño y le caía bronca de Splinter por alguna travesura que hubiera hecho.

- Mira, no critico lo que haces porque esos tíos son mala gente – siguió Raphael, animado porque sus palabras parecían haber calado en ella – A fin de cuentas, nosotros mismos nos hemos zurrado varias veces con ellos. Pero lo único que consigues dejándote llevar por tu ira es ponerte en peligro; ellos son listos y son muchos. Tú te empeñas en ir a por ellos sola, exponiéndote a que te atrapen… incluso a que te maten – en ese momento ella alzó la cabeza, mirándole alerta – Oh sí, y no pienses que en caso de que te echen la mano encima lo harán deprisa. No es su estilo y más teniendo en cuenta lo que les estás tocando las narices. 

Dio un paso hacia la chica y ésta no retrocedió. Raphael lo consideró como una buena señal.

- Dicho esto, ha llegado el momento de hacer la pregunta que te prometí. ¿Qué conseguirías dejándote matar, ¿eh?

Había dado con el dedo en la llaga si bien para ello había empleado la técnica que tanto usaba el maestro Splinter con él para hacerle recapacitar. Aunque a veces lo detestaba había llegado a entender la preocupación de su maestro por él y esa era una de las razones que le impedían marcharse.

El maestro Splinter había hecho hincapié en lo sola que debía sentirse esta chica pues nunca antes había dado con otros mutantes como ella. Por tanto, era lógico pensar que quisiera solucionar sus problemas en soledad; estaba acostumbrada a ello, como dijo Splinter. Y por eso la niña era dura, pero lo que tenía que hacerle ver es que no era invulnerable.

Raphael aguardó pacientemente una respuesta que nunca llegaba. No la presionó, le daría todo el tiempo que ella necesitara. Finalmente, la chica se volvió y se acercó despacio hasta la baranda de piedra de la azotea. Por un momento la tortuga temió que fuera a saltar para huir, pero no lo hizo. Tampoco parecía tener ganas de retomar su ofensiva, porque se había dirigido a mirar en la dirección opuesta a la de los Dragones.

Decidió acercarse hasta ella y observó lo que ella observaba. La gran ciudad.

- Todo este tiempo he estado moviéndome de un lado a otro, intentando entender quién era yo y qué hacía en este lugar – murmuró ella a su lado, con pesar. El cabello que asomaba por debajo de la capucha se balanceaba mecido por la brisa nocturna – Veía a toda esta gente feliz, yendo y viniendo, con un propósito: ir a trabajar o a clase, reunirse con su familia, divertirse con sus amigos… ¿Y yo? A mí nadie me esperaba en ningún lugar, no tenía ningún sitio donde ir. Y si me muriese, nadie me echaría de menos…

Su voz era apenas un susurro en ese punto. Unas lágrimas resbalaron por sus mejillas, pero ella se apresuró a limpiarlas con la manga de su abrigo. 

- Yo sólo… quiero encontrar eso que me falta para estar completa. Nada más.

- ¿Y “eso” es algo o alguien a quién tienen los Dragones? – le preguntó Raphael.

Ella meneó la cabeza y le miró no sin cierta desesperación.

- Si te digo que no tengo ni la más remota idea. ¿Me creerías?

Raphael no supo qué responder a eso. No había esperado semejante respuesta. Sacudió la cabeza.

- No sé qué quieres decir con…

- ¡Me refiero a que busco una quimera! – exclamó ella, echándose la capucha hacia atrás. Aún conservaba las tiritas que Splinter le había aplicado en la herida de la pedrada – Cuando veo a un dragón púrpura es como si… como si mi instinto me dijera que tengo que ir a por él. Que él sabe algo que yo no. Un secreto – volvió a limpiarse las lágrimas – Tu maestro me contó vuestra historia. ¿Y si te dijera que yo no recuerdo nada de la mía? No recuerdo dónde vivía, si tenía padres o hermanos… o amigos. O quizá no los tuviera, quizá viviera sola debajo de una roca en Central Park, tomando el sol mientras esperaba que la comida se presentara sola. ¿Puedes tú decir eso? ¿Puedes tú decir que no recuerdas nada de tu vida antes de este momento? Porque yo no.

Así que eso era. La niña tenía amnesia. La revelación dejó a Raphael atónito. Era tan simple que a ninguno se les había ocurrido. ¿Qué le habría pasado para no ser capaz de recordar nada?

- C-cuando intento pensar sobre ello me duele aquí – prosiguió ella y se llevó las manos a las sienes. Cuando volvió a hablar lo hizo entre hipidos – A v-veces me d-duele tanto que tengo ganas de gritar. U-una vez intenté seguir dándole vueltas a pesar del dolor y me dio tan fuerte que vomité y d-dormí más de doce horas seguidas… n-no sé qué hacer pero s-siento que los Dragones s-saben algo y p-por eso… p-por eso t-tengo que… t-tengo que hacerles c-cantar y… y… yyyyyyyyy….

Se echó a llorar a lágrima viva y se abrazó a Raphael. Éste se quedó petrificado por el contacto, pero toleró el abrazo; si eso la hacía sentir mejor que le abrazara y que le llorara encima lo que necesitara.


Ahora todo tenía sentido… aunque pudiera parecer lo contrario. Es decir, que ahora entendía las motivaciones de la muchacha. El maestro Splinter no tenía manera de adivinarlo, pero sí había acertado de lleno en una cosa: que no era más que una niña perdida y asustada moviéndose en un mundo que le quedaba grande.

La dejó desahogarse un buen rato durante el cual reflexionó sobre lo que acababa de descubrir a pesar de que se sentía realmente incómodo. Llegado a cierto punto alzó una mano, deteniéndose un instante en uno de los bolsillos de su abrigo, para a continuación alzarla más y comenzar a darle toques en la cabeza torpemente. Ella mantuvo el rostro hundido en su hombro, sacudiéndose por los sollozos, aunque muy poco a poco, éstos comenzaron a remitir.

- Bueno, cálmate y deja ya de llorar – dijo finalmente cuando la incomodidad se le hizo insoportable. Sintió que sonaba duro, pero esto le estaba resultando demasiado complicado: nunca antes le había abrazado una chica ni tampoco había tenido que consolar a ninguna. Intentó suavizar sus palabras– No sirve de nada llorar porque eso no te va a dar las respuestas que buscas. ¿No crees?

Se separó un tanto y la tomó por los hombros. Ella se limpió la cara de nuevo con la manga de su abrigo y asintió entre hipidos. Así parecía mucho más pequeña de lo que realmente era. 

- Si crees que los Dragones saben algo sobre ti entiendo que quieras ir a por ellos – le dijo – Pero no hace falta que lo hagas sola. Lo único que conseguirás actuando así es que te maten y tampoco solucionarás nada. ¿Lo entiendes ahora?

Volvió a asentir. 

- ¿Por qué no lo hablamos con calma y pensamos con cuidado el siguiente paso a seguir? – le sugirió y acto seguido decidió marcarse un farol – Podemos ir a la fábrica y…

- No, no, ya no vivo allí – consiguió decir ella con voz ronca – Encontré otro sitio.  Puedo llevarte, si quieres… y lo hablamos… de tranquis. ¿Sí?

Raphael no respondió enseguida pues estaba ocupado pensando en lo bien que le estaba saliendo todo. Ella malinterpretó su silencio.

- S-sólo si te parece bien. Quiero decir… no tenemos que ir si no quieres…

- ¿Eh? ¡No, no, claro que sí!

- ¿D-de verdad? Porque n-no quiero que pienses que voy… a robarte o algo así… l-la mayoría de las cosas que tengo las he sacado de la basura en realidad – agregó, agachando la cabeza.

Así que era eso. Raphael sonrió y agachó la cabeza.

- Cierto -  dijo él más para sí. A fin de cuentas, ella nunca escuchó sus disculpas -   Oye, siento todo eso que te dije en casa. Me pasé de la raya, fui un maleducado. Si robaste fue por necesidad. No creo que seas una desagradecida, ni que seas estúpida… ni que seas una niña pequeña…

- ¿Tampoco crees que sea fea? – preguntó ella con timidez, manteniendo la cabeza agachada.

Él se la quedó mirando un momento. Se rascó la cabeza, pensando en ello.

- Bueno… no, no creo que seas fea – asintió - Sólo…, un poco irritante, tal vez… Bueno, lo siento.

- Yo también siento lo que te dije… y… bueno… tú… tampoco eres feo – musitó ella.

Raphael no supo muy bien a cuento de qué decía eso ahora. ¿Por qué estaba tan avergonzada? Se hizo un silencio incómodo. Carraspeó.

- En fin, aclarado todo entonces, te diré que sí, que me parece bien que vayamos a tu nueva guarida y lo hablemos todo más… de tranquis.

La chica salió de su estupor y le miró. Raphael le sonrió y ella le devolvió la sonrisa.

- De acuerdo – dijo ella – Sígueme…



Justo cuando Raphael se disponía a seguirla pensando que se había salido con la suya y que la tenía en el bote su caparamóvil comenzó a sonar.

- ¿Qué es eso? – preguntó ella y le miró con suspicacia.

- ¡No es nada! Tan sólo un trasto inútil que…

No dio resultado. Ella se había dado cuenta de dónde provenía la fuente del sonido. Con un rápido movimiento se hizo con el caparamóvil. Lo miró arrugando el hocico.

- ¿Qué es esta cosa?

- ¡Eso es mío! ¡Devuélvemelo ahora mismo! – gritó Raphael echándose sobre ella.

- ¿Qué es? ¡Respóndeme!

Forcejearon durante un momento y entonces el caparamóvil salió disparado, cayendo al suelo. Con el impacto se abrió y se inició automáticamente la comunicación; su diseño simplificado, ideado por Donnie al tener en mente al maestro Splinter que era un negado para la tecnología, fue lo que echó a perder el plan de Raphael.

- Eh Rapha, no hay ni rastro de la chica por aquí – decía la voz de Leonardo al otro lado - ¿Alguna novedad?

¡Maldito Leo y su costumbre de comprobar cada dos por tres que todo anduviera bien! Ella volvió la cabeza lentamente y pasó de mirar al dispositivo a mirarle a él. Su rostro se contrajo en un rictus de rabia.

- ¡ME HAS MENTIDO! DECÍAS QUE NADIE MÁS SABÍA QUE ESTABAS AQUÍ – le gritó la muchacha, soltándose y retrocediendo.

Raphael alzó de nuevo las manos, incorporándose despacio.

- Puedo explicarlo…

- ¡NO! ¡NO puedes!

- ¿Rapha? ¿Estás ahí? – preguntó Leonardo al otro lado de la línea.

- ¿Qué parte de que intentamos ayudarte no entiendes? – preguntó Raphael comenzando a enfadarse.

- ¿Cómo quieres que crea eso si me vas mintiendo? – preguntó ella con voz de pito.

- ¡Porque eres tan testaruda y boba que no queda más remedio! – estalló él.

Ella le empujó, pero apenas hizo que él diera un paso atrás.

- ¡SI TANTO ME ODIAS NO SÉ QUÉ HACES AQUÍ! ¡LARGO, DÉJAME!

Ya no sólo por semejante afirmación si no por el tono despechado con el que ella lo dijo hizo que Raphael la mirase boquiabierto. Pero antes de que pudiera replicarle la puerta de la azotea se abrió de golpe y de ella emergieron varias personas, que se apresuraron a rodearles. No hacía falta fijarse en el dragón púrpura de su ropa para saber quiénes eran. ¡Los habían descubierto! ¿Había sido por las voces que habían estado dando? Raphael creyó que era lo más probable.

Entonces una persona que recién llegaba rompió el círculo y se aproximó a ellos. El Mohicano.

- Vaya, vaya, vaya ¿qué tenemos aquí? – dijo mirándolos por detrás de sus gafas de sol con una gran sonrisa que dejaba ver un diente de oro– Dos bichos raros bajo la luz de la luna. Espero no interrumpir nada…

Sus hombres se rieron. Todos portaban algún tipo de arma blanca excepto el Mohicano, que permanecía con las manos detrás de la espalda. 

- Le dijo la sartén al cazo ¿y tú nos llamas bichos raros llevando esas pintas? – le preguntó Raphael, girándose de tal manera que dio con el caparazón en la espalda de la chica. Entonces le susurró – No te separes. Yo te cubro.

- Como si lo necesitara – le susurró ella, pero a pesar de que seguía muy enfadada siguió su consejo. No le quitaba ojo a los recién llegados y los miraba con gran fiereza.

El Mohicano, quien no le hizo ninguna gracia el comentario de Raphael porque se le borró la sonrisa de la cara, volvió a hablar.

- Mi jefe está harto de vuestras intromisiones y quiere que os demos una lección. 

Los Dragones dieron un par de pasos hacia las dos figuras centrales. Raphael sacó sus sais y los hizo bailar en sus manos.

- Veinte contra dos es un poco injusto ¿no te parece? – le preguntó Raphael – Creo que deberías haber traído a otros veinte más, los vas a necesitar.

El Mohicano le enseñó los dientes, cada vez más molesto por sus impertinencias.

- ¡Dragones! ¡A por ellos!

Sin más preámbulos los veinte hombres y mujeres se abalanzaron sobre ellos.



Tal y como demostraban sus palabras a Raphael no le abrumaba en absoluto que los dragones fueran muchos más: a fin de cuentas, él y sus hermanos se habían enfrentado a enemigos mucho peores y en mayor número. Sin embargo y aunque no dudara de sus capacidades de pelea cuando ésta comenzó se obligó a mantener un ojo siempre puesto en la chica.

Los dragones atacaron de a una y Raphael dio una patada giratoria a tres de ellos, parando con los sais el golpe de un bate de metal de un cuarto, un tipo bastante grande y musculoso. Raphael echó un ojo a la niña y eso le costó una patada en un costado que le derribó al suelo. Sin embargo, se recuperó enseguida; rodó y alzó de nuevo los sais cuando el tipo cachas volvió a la carga intentando hundirle el bate en el cráneo. Raphael entonces empujó hacia arriba, desestabilizando al tipo y permitiéndole erguirse en toda su estatura. Entonces le golpeó con el pie en el pecho, haciendo que cayera contra otro que iba a golpear a la chica por la espalda. Ella se volvió un instante, le miró y volvió a lo suyo.

Los Dragones Púrpura no eran enemigos formidables ni mucho menos, al menos para las tortugas. Ni por asomo estaban a la altura de los ninjas del Pie, pero eso no significaba que no pudieran hacer bastante daño si se lo proponían. 


Pero nada de esto sabía la muchacha mutante y, aunque era muy diestra teniendo en cuenta que sus habilidades eran notablemente inferiores a las tortugas, para ella podían ser enemigos bastante peligrosos. Y traicioneros. En el mismo momento en que, tras derribar a un Dragón con un barrido con una de sus piernas, descargaba un puñetazo contra una mujer que le atacaba con una cadena de metal la muchacha sintió un dolor agudo en el cuello, como el picotazo de un mosquito gigantesco.

- ¡Ouch! ¿Pero qué dem…?

Se llevó la mano al sitio, palpó algo y lo arrancó, observándolo en la palma de su mano. Era una especie de dardo de metal diminuto. Entonces empezó a sentir mucho, pero que mucho sueño. Todo se volvió borroso. A duras penas alzó la vista y vio al Mohicano bajando un arma. Había sido él. Desgraciado hijo de… la chica dio un par de pasos vacilantes hacia el hombre pero a medio camino sus piernas le fallaron; nunca llegó a tocar el suelo porque dos fuertes manos se cerraron en torno a sus brazos en el momento en que todo se volvía negro.


2 comentarios:

  1. Bueno, ya he leído hasta aquí y aunque no puedo decidir cuál ha sido la mejor parte; por un momento pensé que está sería la mejor pero no hubo besos 😁; pero ya en serio, ha estado muy tierno eso del abrazo aunque hubiera sido mejor que Raphael se hablandara un poco más 😉

    Todavía me dejas con la intriga de porqué esa obsesión con los dragones púrpura. 😑

    Y que bien que terminaste está parte ahi, así dan ganas de continuar leyendo.

    ❤️👍

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Aaah demasiado rápido para besarse ¿no te parece? Hace, como quien dice, un momento que se estaban tirando los trastos a la cabeza y, aunque parece que aquí hay cierta tensión, Raphael es demasiado duro (o ciego) para darse cuenta de nada ¿no crees? Aunque sin duda ha sido un momento muy dulce, a fin de cuentas la niña tiene sus necesidades afectivas por mucho que no lo parezca.

      Quizá la intriga se demore mucho más ¿quién sabe? Soy un poco malvada jeje

      ¡Muchas gracias por leer y por el comentario!

      Eliminar