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[Teenage Mutant Ninja Turtles] Noche de chicas - Capítulo V

 

Colarse en el edifico fue fácil, demasiado fácil, a juicio de Eddie. Confiaba en que eso no significara que una vez dentro las cosas tuvieran que ponerse feas, si bien se dijo que quizá sólo intentaba engañarse a sí mismo: las cosas se pondrían feas. Suponiendo que llegaran hasta su jefe sin contratiempos éste no daría su brazo a torcer fácilmente: no bastaría con exigirle que condonara la deuda a su madre. Pero Eddie estaba seguro de ser lo suficientemente persuasivo: sólo debía recordar lo que le habían intentado hacer a su madre. Y además, tenían un plan.

Una vez dentro dieron a una especie de almacén que también hacía las veces de garage, a juzgar por la gran cantidad de cajas y coches que vieron en su interior. En total unos seis coches, algunos realmente bonitos, permanecían alineados en dos filas de tres. A Eddie no le sorprendió, a fin de cuentas: sabía que su antiguo jefe era un amante de los coches. En cuanto a Gioconda, que iba a la vanguardia, los ignoró totalmente. Rondando entre los vehículos había un par de tipos trajeados con cara de pocos amigos que hacían la ronda pero, afortunadamente, lo hacían lejos de su trayectoria.

Se desplazaron a cubierto entre las cajas y Eddie señaló una de las dos puertas que entraban en su campo de visión. Seguro que conducían a la planta superior. La chica mutante asintió y se acercaron hasta la puerta más cercana. Gioconda llevó sus dedos verdes hasta el pomo y lo giró… para darse de frente con una salita donde había una mesa con cuatro hombres jugando al póker mientras que otros dos observaban la escena, simplemente siguiendo la partida. En otra mesa del fondo había un buen montante de dinero: usaban también ese lugar para mover su dinero ilegal. Todos ellos volvieron sus cabezas hacia los recién llegados.

- Mierda – dijo Eddie – Puerta equivocada.

- ¡Eh! – gritó uno de los hombres señalándoles. Era Ferret; el haberse aflojado la corbata y abierto en parte la camisa les permitió ver la cadena de la cruz de oro de Gloria Ferguson reluciendo en su cuello  -  ¡Es esa cosa-lagarto de la que os he hablado!

- ¡Sí, es ella! – gritó Ermine, quien también estaba allí.

- ¿A quién llamas cosa-lagarto, tuercebotas? – gritó Gioconda, enarbolando un puño, pero Eddie la sujetó y tiró de ella hacia atrás.

Ambos retrocedieron pero los gritos de los hombres alertaron a los dos vigilantes del almacén, que se sumaron a la fiesta. Por suerte ninguno de ellos llevaba armas de fuego: el jefe seguía siendo un paranoico y no quería a nadie que las portara cerca de sus preciosidades de cuatro ruedas.  Sin embargo enseguida mostraron que no estaban del todo desarmados: tres de ellos se colocaron los puños americanos, otros dos prefirieron pelear con las manos desnudas y el último había cogido una gran llave inglesa que había por allí.

- Creo que Ermine y yo nos vamos a tomar la revancha – dijo Ferret con una sonrisa feroz en los gruesos labios – Te enseñaremos que la gente de este planeta no se va a dejar esclavizar por marcianos caníbales como tú.

- ¿Esclavizar? ¿Marcianos? Pero ¿qué dices? – preguntó Gioco sacudiendo la cabeza.

- ¿Qué me decís chicos? ¡Vamos a divertirnos un poco!

Todos emitieron diferentes sonidos de aprobación, algunas apenas un gruñido, pero parecían estar de acuerdo.

- Y yo qué pensaba que estos tíos no podían ser más tontos. ¿Se entrenan o qué? – preguntó Gioconda de manera retórica mientras sacaba las dos barras planas de su cinto. Hizo un movimiento seco y en sus manos surgieron dos abanicos, que alzó en una posición de combate por delante de ella.

Eddie apretó los dientes y fue a echar mano de la pistola pero Gioconda alargó un brazo, haciéndole un gesto de que se detuviera. Habían acordado que la pistola la usarían sólo como último recurso, pues sólo tenía seis balas en la recámara.

- ¡Déjame estos pringados a mi! – siseó.

- ¿Qué? ¿Y yo qué hago?

- ¡Quitarte de en medio y cubrirme las espaldas! – dijo ella, dándole un empellón que le derribó tras uno de los coches.

A continuación ejecutó una pirueta para salvar la distancia que aún los separaba, alejando la acción de Eddie, y se puso a repartir leña.

 

Eddie, que observó la escena detrás del coche que le servía de parapeto se quedó durante unos segundos atónito, viendo a la mutante saltar de un lado a otro, llevando a cabo todo tipo de movimientos y piruetas propios de unas de esas pelis de artes marciales tan entretenidas que veía cuando era niño. Era metódica, rápida y fluida, y su estilo de lucha dejaba a la altura del betún a los muchachos de su exjefe, que fueron cayendo uno a uno a una velocidad pasmosa.

Al poco de comenzar la trifulca la otra puerta que había visto se abrió de par en par y aparecieron un par de hombres que, alertados por los sonidos de la lucha, habían decidido ir a echar un vistazo. Al otro lado de la puerta Eddie pudo ver unas escaleras de madera. ¡Esa sí que era la puerta correcta! Pero el señor Ferguson se centró en los hombres que, tomando posiciones justo delante de su coche, miraron en dirección a Gioconda.

- Mira tú por donde – dijo uno de ellos – Otro de esos tipos a los que les gusta disfrazarse.

- ¿Será el mismo del que hablaron Ferret y Ermine?

- Ni lo sé ni me importa, pero pienso cargármelo – contestó su compañero y sacó una pistola.

- ¡Espera Meerkat! ¡No puedes abrir fuego aquí! ¡Los coches del jefe!

- ¡No están a tiro, cretino! Además seguro que se alegra si acertamos a ese cabronazo. Acuérdate de las ganas con las que se quedó de echarle el guante a uno de ellos todo aquel asunto de la periodista*…

Eddie miró con cierto horror cómo el hombre alzaba la pistola en dirección a Gioconda, quien daba en esos momentos la espalda en esa dirección mientras se encargaba de los tres últimos matones. El señor Ferguson debía actuar y rápido.

Así que salió de detrás del vehículo y se abalanzó sobre los dos hombres antes de que estos pudieran hacer nada. Apenas los tres cayeron al suelo el expresidiario se había liado a puñetazos con uno de ellos: puede que él no supiera artes marciales como la mutante pero sabía repartir mamporros cuando llegaba el momento. En la cárcel había recibido y había repartido bastantes, e incluso antes de todo eso. En las calles era la manera más sencilla de hacerse respetar.

Mientras estaba enzarzado con uno de ellos el otro le asió por las axilas desde atrás y tiró de él, para incorporarle y alejarle de su compañero. Éste se levantó y fue a golpear a Eddie en el estómago, pero éste alzó la pierna y le pateó, luego le empujó hacia atrás y el tipo que le agarraba dio de espaldas contra el coche. Eddie siguió forcejeando de tal manera que le obligó a soltarle, se dio la vuelta y encajó un derechazo en la mandíbula. Hacía mucho tiempo que nadie le daba un puñetazo pero se recuperó enseguida, bloqueó el brazo de su oponente dirigido de nuevo a su cabeza, hundió el puño en el estómago del matón y por último le asestó un gancho con la izquierda, haciendo que cayera despatarrado de espaldas contra el coche.

Cuando Eddie se dio la vuelta se encontró con que el primer hombre había recuperado la pistola y le estaba apuntando con una sonrisa triunfante en el rostro. Pero entonces una cadena envolvió el brazo del hombre y se tensó de tal forma que el disparo fue desviado. Eddie siguió la cadena y se encontró que en el otro extremo estaba Gioconda, que volvió a tirar para atraer al tipo hacia ella y lo noqueó con un contundente golpe con la parte roma de la hoz. El matón cayó a sus pies, aún unido por la cadena a la muchacha pero ésta la liberó con un simple movimiento.

- Gracias – dijo Gioconda – No ha estado mal ¿eh?

Eddie, quien respiraba con agitación por la pelea, vio la estela de cuerpos incapacitados detrás de la chica. Sacudió la cabeza, ahogando una carcajada.

- No, no ha estado nada mal – concedió, asombrado. Entonces señaló la hoz – Eso era…

- El kusarigama – informó Gioco, recogiendo la cadena y volviéndolo a colgar de su cinto.

- Y esos abanicos…

Ella le sonrió y asintió.

- Tessen.

- Lo que yo decía.

- ¡Chicos! ¿Estáis bien? – preguntó April al otro lado del casco – Hemos oído disparos…

Ella y la señora Ferguson habían escuchado todo el alboroto de la pelea y, por un momento, se habían asustado. Pero cuando los oyeron hablar de nuevo se tranquilizaron un tanto.

Pero antes de que cualquiera de ellos pudiera responder alguien los interrumpió.

- Vaya, Chip, ¡quién te ha visto y quién te ve! – dijo una voz, detrás de ellos que Eddie Ferguson reconoció muy bien a pesar de los años que habían pasado desde la última vez que la oyó.

 

Se trataba del jefe de la banda de mafiosos cuyo nombre no estoy autorizada a daros, de modo que a partir de ahora le llamaremos Big B**. Éste era un hombre corpulento, vestido con un inmaculado traje color marfil, camisa rosa palo y una corbata amarilla. Tenía una nariz torcida y aplastada, producto de varias peleas en las que se vio metido en su juventud y llevaba el cabello castaño corto engominado, peinado hacia atrás. En cuanto a sus mocasines decir que los llevaba perfectamente limpios y abrillantados: si había algo que despreciara Big B. era a aquellas personas que no se preocupaban por el aseo de sus zapatos.

A su lado permanecía un hombre, alto y delgaducho, de cabeza rapada y perilla pelirroja que llevaba un par de anteojos oscuros. Vestía una gabardina escarlata y traje negro; la corbata era de lunares naranjas. Se trataba de Wessel, el lugarteniente de Big B. (conocido de las tortugas, por cierto) y les apuntaba a ambos con una pistola.

- Diría que me alegro de verte pero sería una mentira – contestó Eddie, con los puños apretados.

Big B. enarcó una ceja y esbozó una sonrisa.

- Ha pasado mucho tiempo, Chip, pero veo que sigues siendo igual de bocazas que antaño.

- ¿Chip? – preguntó Gioco, mirando a Eddie con curiosidad.

- Era su apodo por aquel entonces – le respondió Big B – Cuando robaba cajas fuertes para nosotros.

- Hace mucho que dejé de ser Chipmunk– dijo Eddie con cierto rencor en la voz – Sobre todo a raíz del último trabajo que hice para ti.

Big B. se encogió de hombros.

- Los negocios son los negocios.

- ¡Me dejasteis tirado! Os llevasteis todo el dinero pero el único pago que recibí yo fue la cárcel.

- Culpa tuya por dejarte pillar, Chip – hizo una pausa y su expresión un tanto risueña se volvió amenazante -  Y ahora tienes la desfachatez de venir a mi territorio sin ser invitado y abrirte paso por la fuerza. Voy a decirlo, è proprio un’enorme cazzata***. Pero también estúpido.

- Vengo a saldar la deuda de mi madre – dijo Eddie.

Big B. enarcó una ceja y Wessel soltó una carcajada.

- ¿No me digas? – preguntó Wessel - ¿Has traído dinero? Porque no lo veo por ninguna parte.

- No me interesa esa miseria – digo Big B -  Dado que has puesto todo esto patas arriba tú y tu amiga disfrazada os merecéis una buena lección.

Hizo una señal a los dos hombres con los que Eddie había peleado y que, recuperados de la paliza que les había caído, agarraron al exconvicto por los brazos. Big B. comenzó a arremangarse y se volvió a mirar a Wessel.

- Tú encárgate si quieres de la pirada del disfraz – dijo.

- ¡No tan rápido! ¡Porque te arrepentirás! – exclamó Eddie mientras se revolvía en los brazos de sus captores.

- ¿Ah sí?

- ¡Sí! ¡Porque ahora tengo colegas y de los buenos, además!

Según pronunció esas palabras algunas de las ventanas de la nave explotaron en pedazos. ¡Alguien les estaba disparando!

Apenas los mafiosos se dieron cuenta de que alguien abría fuego contra ellos desde el exterior Gioconda ya estaba en movimiento. Giró sobre si misma y atizó con su cola, a modo de látigo, a Wessel en la muñeca. Había pillado al hombre desprevenido por lo que su agarre sobre el arma no fue suficiente para evitar que ésta saltara por los aires. Desde su posición de agachada Gioconda alzó la pierna y le derribó al suelo de una patada ante la atónita mirada de Big B.

Eddie tampoco se quedó quieto. Aprovechando que los dos gorilas que le aferraban se habían encogido por los disparos dio un codazo en la cara a uno de ellos y al otro un buen puñetazo. Luego extrajo la pistola que mantenía oculta a su espalda, en la cintura del pantalón y de la que afortunadamente no se habían percatado los matones.

Los disparos habían cesado pero ahora Eddie mantenía su arma alzada hacia Big B. apuntándole a la cabeza, lo que hizo que sus compinches se mantuvieran indecisos en sus posiciones.

- ¡Quietos! O me cargo a vuestro jefe – dijo, sin poder evitar esbozar una sonrisa triunfal en el rostro.

Wessel intentó incorporarse pero Gioconda apoyó un pie en su pecho.

- Yo que tú me quedaría echado un rato  – dudó un momento pero terminó asintiendo – Replanteándome qué es lo que hice mal en mi vida. ¡Sí!

Wessel la miró como si estuviera loca.

- Se acabó Big B. Has perdido esta vez – dijo Eddie – No nos importa que te quedes el dinero que te dio mi madre, a fin de cuentas, un préstamo es un préstamo. Pero olvídate de los intereses y dile a tu amigo – dijo, señalando a Ferret – que me devuelva la cruz de mi madre.

- ¿Y qué te hace pensar que haré eso? – repuso Big B. altivo aunque ya no burlón.

- ¿He de darles la señal a mis amigos para que abran fuego de nuevo y conviertan esto en un infierno? – preguntó Eddie.

Por supuesto, era un farol. A pesar de que April había aprovechado un artilugio de los que tenía en casa de otra de las misiones de las tortugas, acoplando la pistola que Gioconda le arrebató a Ermet en el piso de April para que abriera fuego por control remoto cuando Eddie le diera la señal convenida por los cascos, ya no quedaban más balas en la recámara del arma. Gioconda había alienado de tal forma la torreta improvisada para que disparase de tal forma que no hiriera a nadie. Si las cosas se torcían ya no podían contar con ello y perderían un respaldo muy importante de cara a la negociación con Big B. Eddie esperaba a que no sucediera esto último para evitar que se descubriera su artimaña.

Pero de este truco nada sabía Big B. de modo que guardó silencio. Momentos después sonrió.

- Vamos Chip, ambos sabemos que no está cargada – dijo, alzando la cabeza para señalar el arma que Eddie tenía en la smanos – Nunca te gustaron las armas de fuego y…

Se interrumpió cuando el sonido del disparo reverberó por toda la nave. Big B. bajó la vista y vio a sus pies un agujero humeante en el suelo. Cuando alzó la vista la expresión desdeñosa que había adquirido había desaparecido.

- ¿Y bien? – preguntó Eddie, amartillando la pistola.

- Volverás a la cárcel.

Eddie se encogió de hombros.

- Bueno, no hay nada nuevo que puedan hacerme que no me hicieran en su momento.

- No creas, ahí adentro tengo amigos… incluso una vez que te marches de aquí es posible que puedas tener cierto accidente.

- Eso no va a suceder – le dijo Gioconda, aún reteniendo a Wessel – ¿Te acuerdas de mi y de mi familia, ¿verdad? Los pirados disfrazados, como nos llamas. Ya sabes cómo nos la gastamos, por no hablar de los tipos que hay allí fuera apuntando en esta dirección. Yo que tú me lo pensaría un par de veces antes de tomar represalias – entonces se encogió de hombros – De todos modos no creo que puedas hacer gran cosa desde ultratumba, que será donde acabes como no aceptes el acuerdo ahora mismo.

Big B. la fulminó con la mirada, pero Eddie notó que empezaba a dudar, que tenía sus reservas. Así que, guardándose la sonrisa por el comentario de la chica, continuó.

- ¿Y bien? ¿Reconsiderarías mi oferta? Es muy generosa: te quedas con el dinero que mi madre ya te pagó pero a cambio te olvidas de los intereses y le dices a ese bruto de ahí – agregó, señalando a Ferret – que me devuelva el rosario que le quitó a mi madre. A cambio no volverás a saber nada de mi ni de mi madre y no te meteré una bala entre ceja y ceja, claro.

- Claro, y de paso también querrás que te pague tu parte de la otra vez, ya que te pones.

- ¿Acaso lo he mencionado? No me interesa, por mi puedes quedártelo. Sólo te pido que nos dejes en paz, nada más.

Big B. meditó durante un buen rato, seriamente. Cuando Gioconda estaba a punto de intervenir de nuevo el mafioso asintió.

- Está bien, condono el resto de la deuda a cambio de mi vida.

Eddie avanzó unos pasos, sin dejar de apuntarle y entonces extendió la mano libre, adoptando para ello una postura de lo más forzada, pues no quería dejar la pistola al alcance de su exjefe. Mientras tanto Gioconda se encaminó hasta Ferret y le arrebató el crucifijo de un tirón.

- Un trato entre caballeros siempre debe cerrarse con un apretón de manos ¿no? – preguntó Eddie tras observar la acción de la muchacha.

Big B. observó su mano abierta durante un par de segundos y a regañadientes, se la estrechó.

- Ya tienes lo que querías. Ahora largo de aquí. No quiero volver a verte el pelo nunca más, Chip.

- Como guste, jefe – pronunció él, acentuando la última palabra.

- Más te vale no incumplir tu palabra – amenazó la mutante – Mis hermanos y yo te estaremos vigilando.


Retrocediendo como los cangrejos Eddie y Gioconda llegaron hasta la salida más próxima y de ahí echaron a correr hacia la oscuridad de la noche, aguantándose un ataque de risa porque el muy bobo había mordido el anzuelo.







* Se refiere a los sucesos ocurridos en el capítulo 24 de la primera temporada, "Raphael y el cachorro", donde Raphael se enfrentaba a esta banda de mafiosos en este mismo lugar mientras ayudaba a un niño a rescatar a su madre, que tenía una cinta con pruebas contra estos criminales.

** Esto es una coña que me permito porque en la serie a este personaje nunca se le llama por su nombre propio, me limito a darle el que encontré en la wiki, que es Big Boss o Mob Boss (que viene de mobster, que traducido del inglés es gángster). Tampoco se nos dice la nacionalidad de la organización pero según la wiki la de este personaje es la italiana, así que se entiende que será algún clan o familia de la mafia italiana.

***Hay que tener cojones, en italiano.


2 comentarios:

  1. Mientras leía he encontrado algunos... no diría que errores, pero me han parecido un poco raros:

    La frase "Rondando entre los vehículos" y luego en la misma oración dices "hacían la ronda", creo que habría que variar esa palabra (Rondar)

    También el decir "alejando la acción de Eddie" me pareció un poquito confuso, creo que debería ser "alejando a Eddie de la acción". Es como lo de "si la montaña no va a mahoma"...

    “cuyo nombre no estoy autorizada a daros” … ¿Cómo está eso? Pero si llevas hablando de él casi desde el principio, ¿Por qué no simplemente dijiste que era Mob Boss? No entiendo … Además, con eso revelas que hay un narrador y no me pareció o sentí que hubiera un narrador en la historia.

    Bueno, ya leyendo el pie de página entiendo que no quisieras dar el nombre; aun así, creo que con solo llamarle Big B era suficiente o cambiar eso un poco para así no revelar al narrador

    - - - - -
    Todo lo demás me ha parecido muy chulo; la descripción del encuentro (pelea) y los diálogos han estado más que bien, han sido bastantes descriptivos y se entiende perfecto 👌

    Yo mismo no imaginaba cual sería la negociación o que harían una vez se encontraran con el jefe, y me ha gustado como lo has resuelto. ❤

    Hmmm, no sé Porqué me he puesto exigente con esta parte; en las demás no me he puesto a ver o no he encontrado defectos, solo espero ayudarte un poco con mi opinión. No pienses que he sido muy criticón 😅

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    1. Es más que probable, lo volveré a revisar y corregiré las fallas. ¿Te puedes creer que lo puedo leer una docena de veces, que no vea, y que lea una siguiente vez y sí aparezcan? Estoy cieguísima.

      En la presentación de Big B. me permití esa coña por lo que explicó al pie; no se sabe su nombre pero por no ponerle yo uno, preferí hacer como que el narrador (o sea yo) prefiere no dar su nombre aunque sí lo sepa xD Un poco tonto, pero bueno.

      Me alegro que te haya gustado la resolución, esta parte me dio buenos quebraderos de cabeza porque tenía que encontrar un modo de demostrar la utilidad de que April mantuviera el contacto con ellos; como Giconda desarmó a esos dos tipos... pues bueno, es una forma de darle continuidad y que las pistolas sirvan para algo, aunque no te creas que estoy del todo satisfecha pero bueno, en la serie se ven resoluciones forzadas o absurdas también así que tampoco desentonará xD

      Para nada exigente, me alegro de que me menciones las erratas porque como te digo, muchas veces me cuestan verlas y las origino yo misma cuando hago alguna rectificación.

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