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[Teenage Mutant Ninja Turtles] El topo y el mouser - Capítulo V

 


Cuando Dirtbag echó a correr en un principio pensó que le seguirían, de modo que cuando llegó a una encrucijada decidió esconderse en uno de los colectores y apagó la linterna de su casco. No quería volver a su guarida salvo estar totalmente seguro de que les hubiera dado esquinazo.

¿Cómo demonios habían dado con él?  ¡Y además eran mutantes! Una tortuga y una lagartija. ¿De dónde habían salido esos dos? No tenía ni idea ni le importaba; no permitiría que nadie le estropeara la diversión.

Odiaba haber tenido que dejar atrás el botín pero se consoló pensando en unas pocas “chucherías” que había conseguido traerse. Los palpó sintiendo el peso y la forma de las joyas que había guardado en sus bolsillos justo antes de abandonar la joyería: esta última era la más grande que había robado hasta la fecha y se había quedado hasta corto con los sacos. Sabía que no era prudente volver hasta pasado un tiempo prudencial y le pudo la avaricia.

¿Por qué robaba? Porque necesitaba hacerlo, simple y llanamente. Era un topo y no había nada que se le diera mejor en la vida que excavar, de modo que ¿por qué no aprovechar sus habilidades innatas para robar? ¡Esos bobos de la superficie no serían capaces de encontrarle! Pero esos dos mutantes… Dirtbag los consideraba dos cabos sueltos que no había tenido en cuenta cuando ideó su plan; puede que las alcantarillas no fueran un sitio de glamour donde vivir pero le seguían pareciendo mejores que el zoo del que provenía. A partir de ese punto Dirtbag no tenía muy claros sus recuerdos pero tampoco se molestaba en rememorarlos; le gustaba su nueva vida y quería aprovecharla. Sin embargo a veces se quedaba pensativo cuando, en el calor de su madriguera, observaba las riquezas que había robado. Le gustaba mirarlas, le gustaban ver cómo relucían… pero a la vez le ponían nervioso. No entendía del todo por qué era un tanto cleptómano ni por qué necesitaba joyas y oro; había llegado a sospechar que tenía que ver con aquella laguna mental que tenía desde que vivía en el zoo hasta que encontró su hogar aquí pero pensar en ello sólo le dejaba un persistente dolor de cabeza. ¿Para qué molestarse entonces?

Elevó su cabeza y olfateó el aire, usando su excepcional sentido del olfato estereofónico*: no captó ningún olor de tortuga ni de lagartija. Tampoco se escuchaba nada en los túneles de la alcantarilla: estaba solo. Así que no perdió más tiempo; salió de su escondite y corrió hacia su guarida, sin darse cuenta de que una de sus preciadas joyas, un collar de perlas, caía al suelo de la alcantarilla con un chapoteo.



- ¿Quieres decir que no seguía el rastro de Dirtbag si no de las joyas? – preguntaba Gioco poco después mientras corrían por las alcantarillas.

- Ajá – asintió Donatello.

Había sido una gran decepción. Por un momento la tortuga había creído que Seymour había localizado a Dirtbag por su condición pero a fin de cuentas, como ya se dio cuenta, era un topo y no una rata, lo cual no era lo mismo ni por asomo.

Stockman ideó, aparentemente, a los mouser como pequeños exterminadores de ratas con la excusa de limpiar la ciudad de tan molestos roedores. Todo el mundo sabía el problema que había en Nueva York con las ratas, cada vez más numerosas, grandes y atrevidas. Sin embargo el exterminio de esos animales era sólo una tapadera, pues el auténtico propósito de los mouser eran robar oro.

Donatello había pensado que Seymour había dado con Dirtbag porque éste era una especie de mamífero similar a la rata pero se había equivocado: lo que había detectado el mouser era el oro de las joyas que el topo mutante había robado. Habían abandonado el botín en el mismo sitio donde lo habían encontrado: estaba convencido de que Dirtbag no volvería a por él puesto que había sido descubierto y así al día siguiente la policía encontraría el botín cuando bajaran a buscar pistas.


Este hallazgo había sido una contrariedad porque ¿cómo iban a conseguir dar con Dirtbag de nuevo? Habían echado a correr por donde Donatello le había visto escabullirse pero pronto llegaron a una encrucijada.

- Sabía que esto sucedería tarde o temprano – se lamentó la tortuga - ¿Por dónde habrá seguido?

Sacó la linterna y se puso a buscar alguna pista que les ayudara a saber por dónde se había ido Dirtbag aunque comenzaba a perder la esperanza. Gioconda en cambio parecía verlo claro.

- Seymour ¡busca!

Sin embargo el mouser no obedeció, si no que se le quedó mirando con la cabeza ladeada. Gioconda probó de nuevo pero como él no hizo nada se quedó un tanto contrariada.

- Acabo de decírtelo. ¡Lo que ha seguido Seymour son las joyas y no al topo!

- ¿Cómo estás tan seguro de eso? Deberías confiar más en mi patito…

- ¿Qué? Aaaahm... Mira, un topo no es una rata, Gioconda – explicó él, con paciencia.

- Ya lo sé, pero algo tendrán en común – argumentó ella, sabiendo que se quedaba sin réplicas.

- No tienen nada que ver. Además el que hayamos dado con él ha sido pura casualidad. La probabilidad que existía de encontrarle es la misma que tenemos para acertar cuál es el camino correcto.

- ¡Pues pensemos! Si tu fueras un topo gigante y además mangante ¿adónde irías?

Donatello se la quedó mirando, pensando seriamente si hablaba en serio o estaba bromeando.

- ¿Por qué me miras así? ¡No estoy tomándote el pelo! - protestó ella agitando una mano, como si le hubiera leído el pensamiento.

- Tienes razón, deberíamos pensar en vez de discutir. Veamos. ¿Superficie o profundidades? – preguntó señalando con la linterna dos vías posibles – Obviamente, profundidades… ¿mayor o menor flujo de aguas residuales?

- ¿Menor?

- Correcto… eso nos descarta esos tres caminos…

- Dirtbag es grande, no puede haberse ido por esos de ahí – indicó Gioconda, señalando un par de conductos más pequeños que había a un lado – Yo podría escurrirme dentro pero ni siquiera tú cogerías con tu caparazón.

- Bien visto – admitió Donatello con una sonrisa pero entonces se palmeó la cabeza - ¡Caparazones! El problema es que, tras la eliminación, aun tenemos dos caminos posibles.

Iluminó ambos con el haz de la linterna, que daba incluso la casualidad que eran adyacentes.

- ¿Qué sugieres? – preguntó Gioco – ¿Izquierda o derecha?

- No… no lo sé. Podría ser cualquiera de los dos.

- ¿Y si lo echamos a suertes? Ya sabes… ¿Eenie, Meenie, Miney, Moe?**

- ¿Qué? ¡Ni hablar!

- ¿Entonces?

- Sigo pensando…


Mientras ellos discutían sobre cuál sería el camino correcto Seymour volvió la cabeza a un lado, en dirección al agua de la alcantarilla. Se quedó observando (una manera de decirlo, pues los mouser no tienen ojos) el agua sucia hasta que saltó hacia ella y sumergió la parte delantera de su mandíbula, como si filtrara el agua. Entonces alzó la cabeza y se dirigió hacia Gioconda. Echó la cabeza hacia atrás para captar su atención y, como ella no le estaba haciendo caso, apoyó la cabeza en su pierna y comenzó a darle suaves cabezazos.

- Un momento Seymour – le pidió la chica. Él obedeció unos segundos pero entonces volvió a insistir - ¿Qué quieres patito? Estamos… espera. ¡Donnie mira! ¡Te lo dije, sabía que Seymour daría con ello!

De la boca del mouser colgaba un collar de perlas.


Estaban de suerte. El topo se había llevado algunas joyas consigo por lo que ahora tenían una pista para que Seymour lo rastrease. Donatello le ordenó a Seymour buscar más joyas y el mouser echó a correr por uno de los dos caminos que habían quedado como posibles, optando por el de la derecha. Donatello y Gioconda se precipitaron detrás de él.

Tras varias vueltas y subidas y bajadas Seymour encontró una joya más, un pequeño broche perlado… y al fondo de ese pasadizo vieron una luz. Donatello le dio el alto al mouser y se volvió a Gioconda.

- Hemos llegado a la guarida de Dirtbag – le informó – Ahora…

- Es el momento de no hacer ruido, lo sé – asintió ella pero luego esbozó una pícara sonrisa – Y de patear traseros, también.

- No te emociones, irás detrás de mi.

Donatello había probado lo fuerte que podía ser Dirtbag y no quería arriesgarse a que Gioconda, aún en proceso de recuperación, saliera herida. Pero ella resopló molesta, apartándose el flequillo.

- ¿He de recordarte quién era la que se colaba en las fiestas de los Dragones Púrpura para reventárselas? - preguntó y le guiñó un ojo - Sé cuidar de mí misma Donnie, preocúpate de tu caparazón que yo me preocuparé del mío… ehm, bueno, tú me entiendes.

- ¿Y qué me dices de tu encuentro con Hun?

Gioconda se sonrojó hasta la raíz del cabello, desvió la vista y se cruzó de brazos, enfurruñándose.

- Eso no cuenta – masculló entre dientes – Nadie es perfecto ¿no?

Donatello suspiró, no quería empezar de nuevo: discutir con Gioconda era tan agotador como inútil. De modo que en vez de contestarle directamente le hizo un gesto con la mano para que le siguiera.

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* A modo de curiosidad, mencionar que he respetado el aspecto dado de Dirtbag en la serie de 1987 aunque hay algunos errores en su diseño: el  más llamativo de todos es que Dirtbag tiene orejas (los topos carecen de ellas porque no las necesitan bajo tierra) a pesar de que se guían más por su sentido del tacto y las vibrisas que tienen en cara, extremidades y cola (esto es, pelos rígidos especializados con sensibilidad táctil y que el mutante tampoco parece tener). Dirtbag tampoco posee grandes zarpas especializadas en excavar aunque en la serie se le ve cavando a manos desnudas, por lo que es un poco extraño que necesite sus herramientas. De modo que prefiero pensar que todo esto se debe a su mutación antropomórfica. Yo por todas estas razones cuando era pequeña pensaba que era una rata. 

** Rima de conteo para los niños, usada para seleccionar a personas o cosas en juegos. Un equivalente en España, por ejemplo, sería el famoso "Pito, pito, gorgorito"

2 comentarios:

  1. Ya son como las 10 pm aquí, yo estaba un poco cansadito pero me puse a leer a ver si me daba ánimos.

    Pues empecé leer y ya no paré hasta el final; realmente me parece interesante la historia, de hecho pensaba que ya no seguirían a Dirtbag y que volverían al escondite, luego repararían o reprogramarian a Seymour, pero ya está explicado porque actuó así ... supongo que Seymour de verdad tiene inteligencia

    Y sí, es verdad que había más mutantes en la serie de 1987, solo que yo era muy pequeño cuando la pasaban aquí, quizás yo tendría unos 6 años

    Te va quedando súper! 😋

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    1. Ahí está la gracia del pequeño mouser, en gran parte producto de la propia manipulación que Donatello le hizo: le dio autonomía y ciertos rasgos de personalidad, de mascota en este caso.

      Ya, yo tampoco me acuerdo de prácticamente nada de la serie, es más lo que leo en internet y voy viendo por allí. En la serie del 87 introdujeron muchos personajes así nuevos o modificaron conceptos de los originales de los cómics; en la del 2003 pasó lo mismo, si bien esta serie se acerca más al contenido original de los cómics Mirage pero sin ser tan cruda y violenta (a fin de cuentas, en horario infantil es lo que tiene).

      ¡Gracias por la reseña como siempre!

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