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[Teenage Mutant Ninja Turtles] El topo y el mouser - Capítulo VI


La supuesta guarida de Dirtbag era grande y espaciosa, si bien ni por asomo como la de las tortugas, pero también estaba hecha un desastre, con pilas de trastos acumulados sin ningún orden ni concierto por todas partes. El mutante no tenía gusto por la decoración ni tampoco parecía poseer nada realmente útil aparte de sus herramientas de excavación, a juzgar por el primer vistazo que le dieron Donatello y Gioconda al lugar. La única luz provenía de tres faroles de aceite colgados en diferentes partes de la estancia y un cuarto que lucía sobre en una pared lateral.

- Qué extraño – susurró Donatello, asomado con la más absoluta discreción – ¿Adónde habrá ido?

Había dado por sentado que el topo se habría refugiado aquí pero no se le veía por ninguna parte y no hacía tanto tiempo que se habían separado.

- Es obvio – le hizo ver Gioconda – Le hemos descubierto y ha huido con el rabo entre las piernas, que me lo digan a mi si no.

Donatello captó la referencia: a fin de cuentas, es lo mismo que sucedió cuando él y sus hermanos siguieron a Gioconda hasta su escondrijo en una fábrica abandonada a las orillas del Hudson. Leonardo le había aconsejado cambiar de guarida esa misma noche si quería continuar con vida en vista de que se estaba ganando una atención especial de los Dragones Púrpura*.

La tortuga pensó que podría ser una posibilidad, pero más valía asegurarse. Avanzó hasta el centro de la estancia mientras Gioconda ordenaba a Seymour que permaneciera inactivo en la entrada. Echó un vistazo superficial al montón de basura acumulada – puesto que no era más que eso – y se acercó hasta una cortina raída que colgaba de una barra torcida en una pared. Donatello tomó precauciones, pero enseguida supo que no había nadie al otro lado; en su lugar dio con otra comunicación a otra parte de la alcantarilla. Otra salida. No había señal de nadie escondido entre las sombras.

Al retroceder su pie derecho percibió un cambio en el suelo, un ladrillo que estaba más alzado que los demás. No es que las alcantarillas estuvieran en muy buen estado pero Donatello se extrañó porque, juraría, había notado el ladrillo bailar ligeramente bajo su peso. Sacó su bo y golpeó el mismo: sonó hueco. Entonces se agachó y comprobó que, efectivamente, el ladrillo estaba suelto. Así que lo tomó con las manos, lo alzó y lo apartó a un lado. Alguien había aflojado los ladrillos y había perforado el hormigón de debajo. 

Gioconda mientras tanto examinaba una pila de sucios papeles que había en la única mesa desvencijada del lugar: planos de la ciudad, de la red de alcantarillado y del metro de Nueva York. Alguien – seguramente Dirtbag – había marcado con un rotulador ciertos sitios de interés. Los lugares donde había dado golpes... o dónde los quería dar, aunque algunos eran sitios de comida rápida: a fin de cuentas un topo gigante de un metro ochenta debía comer. Interesante. Con las prisas parecía habérsele olvidado…

- Gioco – dijo Donatello a sus espaldas – Dirtbag no ha abandonado su guarida, no todavía.

- ¿Cómo lo sabes?

- Mira.

Los ojos de Gioconda relucieron cuando se maravillaron por la colección que tenía ante sí. Montones de joyas de todos tipos, formas y tamaños, de piedras preciosas, de oro y hasta billetes podían verse en sendas cajas y sacos escondidos debajo del suelo de ladrillos. El lugar donde Dirtbag guardaba el botín conseguido desde dos meses atrás.

- Guuauuu – alabó ella, incapaz de decir nada más.

- No abandonaría el botín conseguido en todo este tiempo, no tan fácilmente – constató Donatello, poniéndose en la piel del topo. Si él hubiera estado en su lugar, no lo habría hecho. Viendo que la chica no parecía escucharle, pues parecía absorta contemplando el botín, se puso a tapar de nuevo con los ladrillos aquel agujero. Gioconda No pudo evitar soltar un suspiro de una honda decepción. Pero entonces recordó lo que había visto.

- ¡Yo también he encontrado algo, mira!

 Le hizo gestos y terminó agarrándole de un brazo y tirando de él hasta llegar a la mesa. Gioconda casi le incrustó el mapa en la cara debido a su entusiasmo.

- ¡Aquí están marcados todos sus golpes pasados e incluso alguno futuro! Fíjate, fíjate…

Donatello, a pesar de su incomodidad porque sospechaba que si Dirtbag no estaba por allí pronto lo haría, comenzó a examinar el mapa. Fue entonces cuando notó un cambio en el ambiente, el movimiento súbito del aire que les rodeaba… y el levísimo sonido de un roce.

No pensó, sólo actuó. Se dio la vuelta a la velocidad del rayo a la par que sacaba el bo y barría el espacio justo detrás de su caparazón de derecha a izquierda. Gioconda lanzó una exclamación a su izquierda a la vez que la madera golpeó algo firme pero blando y Dirtbag cayó hacia atrás, sobre la pila de cajas adyacente tras las que se había parapetado, pues éstas tapaban otro túnel. El pico repiqueteó contra el suelo a lo pies de la tortuga.

- Silencioso, pero no lo suficiente – dijo Don en voz alta, sosteniendo el bo en ambas manos. Avanzó un par de pasos hacia el topo, que se apoyaba sobre las enormes manos de uñas afiladas, dándole la espalda – Supongo que no estás acostumbrado al sigilo porque no lo necesitas. Te propongo algo: si te estás quieto estoy dispuesto a no usar más mi bo pero me gustaría mucho escuchar tu historia. 

- No sé yo si éste es de los que hablen mucho, Donnie – comentó Gioconda, un poco por detrás de su posición, con el ceño fruncido y las manos posadas sobre los tessen – Yo voto por menos charla y más acción.

- “Tiene la inquietud y las aficiones de Mikey pero de carácter se parece más a Raphael. Mala combinación” – pensó Donatello con cierto disgusto pero en su lugar dijo – No tenemos intención de hacerte daño, Dirtbag, pero allí arriba no nos diste elección. ¿Una tregua?

Dirtbag aún no se había incorporado del todo. Seguía con las rodillas y las manos apoyadas en el suelo.

- Me temo… que la nena… tiene razón – susurró entre dientes, mientras apretaba en sus manos una linterna, la única cosa que se cayó con las cajas a la que veía cierta utilidad dadas las circunstancias - ¡MÁS ACCIÓN!

Donatello maldeciría su estupidez más adelante, pues Dirtbag usó la misma técnica que él había utilizado poco antes. Cuando se dio la vuelta tan rápidamente la tortuga quedó ciega de manera momentánea por una luz blanca, por lo que dedujo seguramente el topo tenía una linterna. Donnie gruñó y alzó el brazo izquierdo para proteger sus ojos pero sólo podía ver estrellitas de colores danzando delante de él. Gioconda también debió de sufrir las consecuencias puesto que soltó una maldición a su lado. Entonces el mutante rugió y se lanzó sobre ellos. 


Dirtbag sabía que en una pelea de dos contra uno tenía las de perder, sobre todo teniendo en cuenta que sus dos perseguidores parecían practicar artes marciales, en especial la tortuga que respondía al nombre de Donnie. A su juicio le consideraba como la amenaza más peligrosa, tanto por sus habilidades como su físico musculoso: era muy fuerte pero no tanto como él.  Si la tortuga caía la lagarta flacucha sería pan comido. 

Puede que alguien más listo hubiera actuado justamente, al contrario; habría creído más sensato ir primero a por el ser más débil y usarlo para chantajear al más fuerte pero Dirtbag no era tan inteligente como para pensar en esto o, simplemente, no entendía el vínculo especial que unía a ambos mutantes, amistad y fraternidad. Semejantes sentimientos le eran de lo más desconocidos y ni tan siquiera se planteaba su existencia, pues él antes era un simple topo que vivía en un zoo. 

Así que se concentró en la tortuga y atacó con rapidez encajándole un directo a la mandíbula que obligó a un Donatello aún cegado a darse la vuelta debido a la fuerza del impacto. Aún así alzó su Bo de manera instintiva pero como lo hizo a ciegas falló al alzarlo demasiado y no pudo esquivar un nuevo puñetazo en el estómago desprotegido. A continuación, Dirtbag tomó a la tortuga de una pierna y de un brazo y la alzó sobre su cabeza para arrojarla contra la pared opuesta.


Gioconda alzó la cabeza viendo cómo el caparazón de Donatello daba contra la pared y era pateado por Dirtbag estando en el suelo. Don parecía semiiconsciente y Dirtbag quiso aprovechar su ventaja alargando la mano para tomar el pico de su mochila.

Gioconda sabía que si seguía así podría matar a Donatello. El pensamiento de que pudiera morir un miembro de su nueva y tan querida familia cruzó por su mente como un rayo y algo en su interior se activó, una especie de furiosa determinación por defender aquello que quería.

Corrió hacia Dirtbag con un grito gutural y comenzó a golpear con sus puños y pies dando chillidos increpando al mutante. En cierto punto el topo intentó usar sus uñas afiladas pero ella lo paró con uno de sus tessen de metal, que absorbió todo el impacto.  A continuación asestó un puñetazo con su otra mano, donde ahora también sostenía el otro tessen plegado, y siguió descargando una lluvia de golpes contra el topo.

A pesar de que Gioconda era más ágil y rápida estaba demasiado cegada por la ira y como Dirtbag era mucho más grande y fuerte fue cuestión de tiempo que la inmovilizara cogiéndola por el cuello y por la muñeca. Ella intentó resistirse pero muy a su pesar tuvo que soltar sus tessen, que cayeron al suelo con un repiqueteo metálico.

- Se acabó… la fiesta… nena – dijo Dirtbag, jadeando y agotado – Vosotros… os lo habéis… buscado…

La chica se llevó las manos al cuello, sujetando entre ambas la de Dirtbag, que se cerraba en torno a ella como un grillete asfixiante mientras intentaba plantar los pies en la pared que tenía detrás. Intentaba con todas sus fuerzas que el topo le soltara pero fue cuando vio algo sorprendente en su antebrazo izquierdo. Dos números: “03”. Tres.

Gioconda se quedó estupefacta. Todo lo que sucedía alrededor dejó de existir para ella, sólo podía ver ese número y su mente, totalmente en blanco, ere incapaz de hacer otra cosa salvo repetir internamente ese número y otro más una y otra vez.

¿Casualidad? Podía ser pero ¿qué probabilidad había? Quería preguntarle, quería saber… 

- E-espera… - dijo, a duras penas, así que lo intentó de nuevo– Espera…

Dirtbag gruñó y la apretó más, haciendo que ella boqueara. Luchando contra su propio instinto de supervivencia hizo lo contrario a lo que estaba haciendo en esos momentos, plantar resistencia. Alargó el brazo izquierdo y lo cruzó sobre el de Dirtbag, asegurándose de que su propio número fuera visible para él… y vaya si lo fue.

Los ojos de Dirtbag se salieron de las órbitas cuando vio el antebrazo izquierdo de Gioconda y una expresión de incredulidad se mezcló con la de la más absoluta sorpresa. Miró a la chica, debilitada por la falta de aire, sin dar crédito. Aflojó ligeramente su agarre pero aún no la soltó. Fue a decir algo pero fue entonces cuando Seymour se decidió a intervenir.






* Si queréis saber más, leed mi fic donde Gioconda hace su primera aparición: Un lugar al que llamar hogar.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Que decirte? Esta parte se me ha hecho muy amena de leer, muy curiosa; me ha gustado la descripción de la pelea, te ha quedado muy bien.

    No sé, tal vez esperaba que tardaran un poco más en encontrar a Dirtbag, y por supuesto que no creí que se pusieran a platicar con él solo porque Donatello llegó en son de paz; lo que sí no me esperé y me cogió desprevenido (con los calzones abajo 😅) es el tatuaje del los números; no recuerdo que Gioconda tuviera algún número tatuado en el brazo, aunque es probable que lo mencionaras en la primera historia 🤔 De todas formas pienso que es muy bueno que lo incluyeras o concluyeras la pelea de esa forma
    😋👌

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