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Teenage Mutant Ninja Turtles] Los vigilantes - Capítulo X (Final)


El plan de Raphael había salido perfecto. Puede que él no fuera Leonardo pero tampoco era ningún estúpido; no por nada el maestro Splinter consideraba que Raphael tendría madera de líder si no se dejara llevar tanto por sus impulsos. Si conseguía despejar la mente y pensar con frialdad, podía tener excelentes ideas.

Mientras salían del edificio propuso que se separaran puesto que supuso que, al escuchar los disparos, Snowflake habría tomado precauciones para asegurar su empresa. Y cuando se encaramó a lo alto de un edificio adyacente vio sus sospechas confirmadas: Chopper corriendo en dirección al muelle con el crío en los brazos, alejándolo de la acción.

Cuando se lo expuso a sus dos compañeros se encontró con Gioconda emperrándose en ir ella misma a por el crío, pero Raphael se negó en rotundo, puesto que se daba cuenta de que para ella era una debilidad: no es que a él le diera igual, ni mucho menos, pero la chica podría quedar a merced de Chopper si éste usara al niño como seguro, cosa que sin duda haría. Por no alargar más la discusión (pues su idea es que Gioco fuera con Casey) decidió acompañarla y mandó a Casey para vigilar a Snow, diciéndole que por una vez no fuera tan cabeza hueca y se lanzara a pelear a tontas y a locas; debía entretenerle para ganar tiempo, sobre todo si las cosas se ponían feas. De camino al muelle vieron a Chassis con una bolsa yendo en dirección contraria y Raphael envió a Gioconda para que se ocupara de él. Mientras, la tortuga iría a por el niño. Tendrían que ir deprisa para asegurarse que se reunían de nuevo lo más rápido posible; confiaba que con mostrarle al motero que poseían aquello que tanto celo había puesto en esconder haría mella en la confianza de Snow aunque se imaginaba que el albino no iba a rendirse tan fácilmente. Ahora veía que no se equivocaba, pero esto no frustró ni desesperó a Raphael, al contrario: le entusiasmó.



Snow comprendió muy deprisa que estaba de mierda hasta el cuello. Era increíble como podías tener una situación bajo control para luego desmoronarse en cuestión de minutos.

- Tira el cuchillo – le dijo el hombre tortuga con voz de mando – No tienes a dónde ir.

- ¡Ni hablar, bicho raro! ¡Este capullo se queda conmigo! ¡Si no hacéis lo que os digo le rajo la garganta! ¿Me has oído?

A pesar de su bravata se le acababa el tiempo. Sí, podía tener al alcalde en sus garras pero ¿qué conseguía con eso? No tenía escapatoria: si mataba al alcalde se tirarían sobre él, si no lo mataba, no podría llegar muy lejos. ¡Mierda! Al menos el mocoso era más manejable.

- Tengo un nombre, pero a escoria como tú nunca se lo digo – dijo el hombre tortuga – Puedes hacer esto por las buenas o por las malas. Tú eliges, a mi me da igual…

- ¡CÁLLATE, CÁLLATE! – gritó Snow con tanto ímpetu que escupió perdigones de saliva - ¿Dónde está mi hermano? ¿Qué le habéis hecho?

- ¿Tu hermano? – preguntó la tortuga, enarcando una ceja - ¿Y de todos esos mendrugos cuál se supone que es?

- ¡Tenéis al mocoso! ¿Y mi hermano, maldita sea? 

El hombre tortuga le miró con más detenimiento y cayó en la cuenta.

- ¡Aaah! ¿Te refieres al guaperas? ¡Ya veo el parecido! Creo que está echándose la siesta a bordo de un catamarán. En resumen, no está disponible.

- ¿Cómo sé que no le has matado, cabrón?

- ¡Porque a diferencia de ti yo sé lo que es el honor! No voy amenazando ni agrediendo a gente indefensa como haces tú, pedazo de basura…

Gioconda le silenció tirando de su brazo, puesto que temía que de la rabia el albino rebanara el gaznate al pobre alcalde. Él se volvió y pareció que comenzaron a discutir en voz baja.

- Snow, estás acabado. ¿No lo ves? – intervino el hombre de la máscara de hockey – Te entregaremos, a ti y a tu banda. Agradece que no te molamos a palos. Se ha acabado: tira el cuchillo.

El motero dudaba, quedándose sin opciones. Su cerebro trabajaba a toda velocidad. Nadie de su banda vendría a echarle una mano. ¿Qué podía hacer él sólo contra tres? Su prioridad era escapar. Sintió una leve punzada de amargura por abandonar a su hermano, pero siempre podía ir a rescatarle más adelante.

Se le ocurrió que podría matar al alcalde sólo por joder la pava, pero no le serviría de nada para huir. Entonces tuvo una idea que quizá sirviera ¿no había dejado el inútil del alcalde las llaves de su coche puestas? ¡Tenía que intentarlo al menos! Ojalá haberse quedado más cerca del vehículo, pero quizá si consiguiera una distracción que le diera unos segundos de ventaja sería suficiente.  

Sonrió, aunque la acción le hiciera desprenderse de su preciado cuchillo.

- ¿Qué tire el cuchillo decís? Está bien…

- ¡CUIDADO!

Fue muy rápido. Empujó a De Rosa a un lado y lanzó el cuchillo hacia el trío de bastardos. Sin fijarse si conseguía acertar se dio la vuelta y corrió hacia el vehículo, que hasta tenía la puerta del conductor abierta cortesía del imbécil del alcalde. Justo en ese momento escuchó un sonido metálico muy fuerte y el repiqueteo inconfundible del metal rebotando en el suelo. No lo vio pero Raphael había desviado el cuchillo con su sai.

Cerró la puerta y arrancó el vehículo, metiendo a toda prisa primera para acelerar. Si podía atropellar a alguno de esos hijos de puta, mejor. Vio a la chica echada a un lado dándole la espalda, protegiendo al bebé con su cuerpo y a De Rosa levantarse un poco más cerca de su posición, pero demasiado a un lado. En cambio, el hombre de la máscara de hockey estaba en el medio, el muy chiflado estaba yendo hacia él enarbolando su palo de hockey.

- ¡GONGALA! – le escuchó gritar.

Snow sonrió y aceleró… cuando un objeto pesado aterrizó sobre el capó dándole un susto de muerte. El capó se hundió y el parabrisas se rajó; para más inri su visión quedó bloqueada puesto que todo lo que veía era el hombre tortuga. Y estaba muy cabreado. De un puñetazo reventó lo que quedaba del vidrio frontal y sobre Snow cayeron multitud de trocitos de cristal. Vio su mano asquerosa intentando agarrarle el volante. El motero dio un grito por el sobresalto y unos volantazos con ánimo de quitárselo de encima, cosa que consiguió, pues salió despedido hacia un lado… pero espera ¿estaba sonriendo?

Cuando recuperó la visión se dio cuenta de que se iba de frente contra la parte trasera del edificio de la langosta donde habían retenido al niño. Snow gritó, pisó el pedal de freno con ambos pies y giró el volante en un claro intento por evitar la colisión a la par que apretaba el pedal del freno con ambos pies, pero fue inútil. Se estampó contra el muro de piedra con un sonoro golpe.


Raphael había aterrizado sobre sus dos pies tras ejecutar una pirueta en el aire. Había evitado por los pelos que ese malnacido atropellara a Casey, que era tan insensato como para correr hacia un coche en movimiento. Vio cómo el motero se dirigía él solito hacia su perdición y cuando el coche impactó se apresuró hacia él con Casey y Gioconda, que le había devuelto a De Rosa su hijito, pisándole los talones.

La parte frontal del coche del alcalde había quedado hecho polvo, sobre todo de su lado derecho: del motor salía vapor y humo y cuando se acercaron vieron la puerta del conductor abierta y a Snow colgando desde el asiento hasta el suelo. Estaba inconsciente y sangraba profusamente. Casey se agachó, le agarró de las axilas y lo arrastró fuera del vehículo. Después le tomó el pulso y suspiró.

- Está vivo, sólo magullado – dijo y luego miró de nuevo hacia el coche – Si hubiera llevado el cinturón de seguridad hubiera sido mejor. Por suerte para él ha tenido los reflejos suficientes como para girar el volante de modo que se ha estrellado contra el muro lateralmente. Llega a hacerlo de frente y quizá no lo cuenta...

Raphael no hizo ningún comentario, se limitó a soltar un gruñido.

- Se lo merece. Quería atropellarte.

- Salvo por ti, colega – repuso Casey, levantándose la máscara de hockey para que le viera sonreír – Gracias.

Raphael le sonrió de vuelta.

- Siempre es un placer salvarte el culo.

- Si bueno, tampoco lo digas como si tuvieras que hacerlo a menudo ¿eh?

- Pues casi, casi… ¿recuerdas esta misma noche en el bar?

- Chicos -dijo Gioconda, pero no la hicieron caso.

Hubieran seguido la discusión amistosa pero un carraspeo les interrumpió. Allí estaban los dos De Rosa, padre e hijo, observándoles. 

Ernesto De Rosa era un hombre de mediana estatura y, aunque su aspecto cuidaba de ser pulcro con su traje gris a rayas, camisa blanca y corbata negra, ya no podía decirse lo mismo en ese momento. Lucía profundas ojeras, estaba pálido y sudoroso; sus cabellos negros, antes perfectamente peinados con gomina ahora lucían alborotados. Hasta su pulcro bigote parecía despeinado. Sin embargo, los miraba a los tres con una expresión del más absoluto agradecimiento grabada en sus ojos oscuros.

- Gracias… ¡mil gracias por salvarnos tanto a mi como a mi hijo! – les dijo, con voz cargada de emoción y cansancio – Por favor ¿quiénes sois?

- Somos… somos los Vigilantes, señor – dijo Casey, encogiéndose de hombros.

Él enarcó una espesa ceja.

- Los Vigilantes… pero tendréis un nombre. ¿Me equivoco?

- Me llamo Casey Jones y ellos son Raphael y Gioconda…

- Curiosos nombres… y ¿debería decir curiosos uniformes? – hizo una pausa – Porque no son uniformes. ¿Me equivoco?

Los tres vigilantes intercambiaron una mirada dubitativa pero antes de que pudieran responder De Rosa sacudió la cabeza.

- Da igual. Lo único que importa es que nos habéis salvado. Decidme ¿cómo puedo agradecéroslo?

A Casey se le iluminó el rostro cuando recordó la bolsa de dinero, que ahí seguía en el sitio donde Gioconda la había dejado caer.

- No queremos nada, gracias – repuso Raphael, muy serio y un tanto seco, pues no estaba nada cómodo sabiendo que el alcalde de Nueva York conocía de su existencia – Sólo nos queremos marchar de aquí para volver a casa… vamos, Gioco…

- Puedo pagaros – insistió De Rosa y se volvió hacia la bolsa que contenía los billetes– Aceptad el dinero del rescate, os lo habéis ganado.

Raphael negó con la cabeza.

- No, gracias, de verdad no necesitamos nada que…

- Yo sí quiero algo – repuso Casey tras darse cuenta del apuro de Raph. Miró a De Rosa a la cara – Mis amigos... como usted mismo ha dicho, su aspecto no se debe a ningún uniforme. Ellos SON así… viven aquí, en Nueva York, como usted y como yo, pero, a diferencia de nosotros, ellos no pueden dejarse ver. Cuando llegue la policía, le hará preguntas. Si lo cuenta…

- Lo sabrán algo más de diecinueve millones de personas, sí – asintió de Rosa – Y con el tiempo muchas más.

- Así es. Y creo que no hace falta que le recuerde los graves problemas que vemos a diario por culpa de los prejuicios raciales y étnicos, teniendo a veces unas consecuencias lamentablemente fatales…

- No hace falta que siga, señor Jones. Entiendo perfectamente lo que quiere decir. Como ya se habrá dado cuenta, poseo ascendencia portuguesa. A lo largo de mi vida he sufrido por esos prejuicios que menciona – suspiró - Si no nos toleramos a nosotros mismos por diferencias fútiles ¿cómo reaccionaría la gente si conociera de la existencia de sus amigos?  - el alcalde hizo una pausa y asintió de nuevo con la cabeza - ¿De verdad que no desean el dinero?

- No, puede quedárselo – rechazó Casey y miró a los dos mutantes, que le observaban con gran conmoción y gratitud – Me basta con que me prometa que nunca le hablará a nadie, ni siquiera a su propia familia, de mis amigos. Yo tampoco necesito publicidad, dicho sea de paso. Ese es el único pago que le voy a pedir.

De Rosa sonrió y extendió una mano hacia Casey.

- Trato hecho.

Jones se la estrechó con mucho gusto.


Minutos después Casey conducía de nuevo por las calles de Nueva York, volviendo al barrio donde residían las tortugas para dejarles lo más cerca posible de su casa. Tanto Raphael como Gioconda estaban muy silenciosos desde que se habían separado de los De Rosa. Finalmente, la chica se acercó hasta el asiento del conductor.

- Casey, eso que has hecho por nosotros ha sido muy bonito. Muchas gracias.

- Eh, no hay de qué. Sois mi familia. Es lo mínimo que debía hacer.

- Aún así, muchas gracias. Rapha tenía razón, eres un amigo de verdad – dijo y le dio un beso en la mejilla. Acto seguido se retiró de nuevo a la parte trasera y se sentó al lado de Raphael, apoyando la espalda contra la pared de la furgoneta.

Casey sonrió y al poco se puso a silbar. Al rato, mientras esperaba a que un semáforo se pusiera en verde, miró por el retrovisor y vio que Gioconda se había quedado dormida con la cabeza apoyada sobre el hombro de Raphael, pues estaba rendida después de toda la acción de la noche. En cambio, su amigo permanecía despierto, aunque parecía taciturno. Casey supuso que también estaría cansado; él mismo estaba deseando darse una ducha y meterse en la cama.

- Eh Raph ¿todo bien? – le preguntó para asegurarse.

- Sí – respondió éste – Es sólo que… eres un imbécil.

- ¿Eh? ¿Por qué?

- Podrías – Raphael se interrumpió dándose cuenta de que estaba hablando muy alto. Gioconda se agitó a su lado, pero continuó durmiendo. No es que él estuviera muy cómodo con el acuerdo, pero como había visto cabecear a la chica le había dado lástima y le dio permiso para que le usara como almohada. A fin de cuentas, se merecía cierta comodidad por lo bien que lo había hecho – Podrías haberte quedado con el dinero. En fin, nos metimos en esto porque pensabas que se había robado un cuadro importante por el que pagarían mucha pasta… y te vas con las manos vacías.

- Ya sabes que hago esto por amor al arte… al de limpiar las calles, quiero decir. No lo hago ni por dinero ni por reconocimiento.

- Sí, lo sé, pero… ¿cómo saber que De Rosa cumplirá su palabra?

- Por lo que sé de él ese tío es bastante íntegro, Rapha. Estoy seguro que lo hará… y si no, ya iremos a partirle las piernas.

Ambos se rieron entre dientes. 

- A propósito, ha sido un detalle lo que has hecho por nosotros – dijo Raphael para, a continuación, enarcar una ceja – Pero no esperes que vaya a darte también un besito de agradecimiento ¿eh?

- Me halagas, pero creo que podré vivir sin ello.

Volvieron a reírse.

- Por cierto, eso me recuerda a que tú me debes algo a mí.

- ¿Qué quieres decir?

- No te hagas el loco Case ¿y mi cerveza?

- ¡Raph! ¿En serio vas a empezar con eso otra vez?

- ¡Pues sí! Te salvé el culo en el bar… 

- Oh, no. Ya empezamos otra vez – susurró Casey.

- Y tú me dijiste que me invitabas a una cerveza. Podría pedirte dos por salvarte también en el muelle, pero me conformo con una. Pues bien, son las dos de la madrugada y aún no la he visto…

- Está bien, está bien. Si eso hace que te calles la boca, te compraré una cerveza en la primera tienda que vea abierta. ¡Qué coño! ¡Dos cervezas, que creo que yo también me la he ganado! ¡Nos las tomaremos como dos buenos amigos! Espera, ¿y Gioco? ¿Ella querrá también?

- No, déjala dormir, está reventada. Y si se despierta, le daré de la mía.


Casey cumplió su palabra. Aparcó en doble fila y salió rápidamente para comprar un par de cervezas de su marca favorita. Como a esas horas no había mucho tráfico no temía que la policía viniera a ponerle una multa o llamarle la atención. Cuando regresó a la furgoneta comprobó que no hubiera moros en la costa y abrió una de las puertas traseras.

- A ver, cerebro de guisante, aquí tienes tu puñetera cerveza…

Se interrumpió cuando vio el interior y sonrió con cierta dulzura. Gioconda seguía dormida pero ahora ligeramente ladeada, con la cabeza aun apoyada sobre el hombro de Raphael y la mano derecha sobre su antebrazo izquierdo. En cuanto a Raphael, quien se había quedado dormido tan profundamente que roncaba un poco, permanecía con el caparazón apoyado contra la pared del vehículo, las dos piernas abiertas y la cabeza colgando sobre su otro hombro.

Casey los miró durante varios segundos, cerró con el máximo cuidado que pudo la puerta y volvió con las dos cervezas frías hasta el asiento del conductor. Las dejó en el suelo, delante del asiento del copiloto y retomó la marcha.

- Buenas noches, chicos, que descanséis. Os lo habéis ganado.


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2 comentarios:

  1. Eso del principio explica muchas cosas. 👌

    Lo de Snowflake no pensé que terminaría así; mi idea era que iban a hacer un trato con "De Rosa" a cambio del dinero, pero después Snowflake encontraría la bolsa llena de basura o algo así. Me gustó como resolviste esa situación; que no aceptaran el dinero es un gran detalle, creo que es lo que harían las TMNT, me sentí orgulloso de los vigilantes en esa parte.

    Y lo de la cerveza... jaja por un momento pensé que de verdad harías que Raph se tomará la cerveza, eso estaría mal en la historia supuse; que bueno que continuaste con el juego y no se la pudo tomar 😂

    Me ha gustado mucho la historia; el compañerismo de Casey y Raph no es algo que recuerde en las películas o las series antiguas, tal vez haya algo de eso en la serie que compartiste.

    Como anécdota, yo nunca probé la cerveza o licor hasta que tuve más de 27 años; solamente había probado la Sidra, Rompope y frutas encurtidas en Alcohol. 😗

    Deberías animarte a escribir un libro con tus propios personajes, aunque sea de 100 paginas. Creo que lo haces muy bien, ademas tienes experiencia de haber leído ya muchos libros, creo que podrías lograrlo. 💖

    Que tengas lindo día🌞/noche🌚 Saluditos! 😛

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    1. Ajá...

      A ver, a las TMNT no les vendría mal algo de dinero para comprarse cosas pero realmente no lo necesitan. A Casey le vendría mejor pero no le pega, en los cómics no tiene siquiera ni oficio ni beneficio, vive del aire XDD

      Lo de la cerveza es una coña a uno de los cómics de Mirage, cuando las tortugas van a vivir con April porque les acechan los Foot: Raphael le pide una cerveza pero cuando April se la lleva se ha quedado dormido. Aunque luego vi otro cómic en el que todo parece indicar que toman cerveza, pues una de las tortugas "empieza a hablar raro". Hay que pensar que tienen 15 años, a esas edades mis compañeros de clase hacía años que se ponían ciegos de alcohol los findes, fumando y tal. Siendo como es Raphael, le pega el beber para ser más "molón". A quien no le pega por ejemplo es a Leonardo o Donatello.
      Yo la primera vez no sé que años tenía, me bebí el culo de un vaso de cerveza que se dejó mi padre y me supo asquerosa xD Ahora me la tomo cuando quiero que me dé sueño.

      Casey y Raph tienen carácter similar y congenian bien, aunque en los cómics tampoco es que lo desarrollen mucho, a mi si me gusta profundizarlo más. Casey es como un niño grande, porque hay que pensar que tiene más o menos la edad de April o puede que más, veintitantos. Muy inmaduro.

      Lo del libro ya es otra historia xD

      Un saludito, gracias por el comentario, me alegro que te haya gustado la mini-historia.

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