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[Teenage Mutant Ninja Turtles] Vientos del cambio - Capítulo I


Es increíble cómo puede cambiarnos la vida en un abrir y cerrar de ojos. En lo que dura un suspiro, en el tiempo que una lágrima se desliza por nuestra mejilla. Aquellos que amas pueden serte arrancados de tu lado con tal violencia que apenas eres consciente de lo que has perdido… y una vez se extingue el temido viento del cambio el dolor te golpea con la fuerza de mil soles y el vacío te arrastra hasta lo más profundo de su insondable oscuridad.

En nuestro caso ocurrieron dos sucesos que han marcado un antes y un después en nuestras vidas: la muerte de nuestro sensei y nuestra exposición a la humanidad. Nada de esto había entrado en nuestros planes pero cuando sucedió ya no había marcha atrás. 

Habíamos salvado al mundo de un destino nefasto a manos del Krang pero con ello nos vimos expuestos. La gente nos descubrió y nos alabó como héroes por haberles protegido; estábamos expuestos como nunca antes lo habíamos estado… y no teníamos a nuestro sensei, a nuestro padre, con nosotros. 

Tuve miedo, mucho miedo, a pesar de que ese mundo que nos acababa de descubrir antes había sido el mío; un lugar al que regresar con el que fantaseaba en secreto algunas veces. No sé qué hubiera hecho de no contar con la guía de Leonardo, que enseguida se hizo cargo como siempre, ni con el apoyo de April y de Casey. Pasamos a ser unos completos desconocidos a héroes de la noche a la mañana. Ni cuando vivía sola en la calle recuerdo sufrir de semejante acoso. ¿Cómo lo llevaron los otros? Aún sigo sin estar del todo segura, pero sé de alguien quien lo encajaba tan regular como yo: Raphael.

Recuerdo que cruzamos una mirada en el momento en que comprendimos el alcance de las consecuencias de nuestras acciones y no me gustó nada de lo que vi en sus ojos: el miedo que vi en su interior me aterrorizó mucho más de lo que ya estaba. Raphael nunca le había temido a nada. Recuerdo que me acerqué a él, buscando cobijo. Sé que por mucho que yo lo desee jamás podré ser para él algo más que un hermana, una buen amiga, pero eso no me impide buscar refugio en su sombra. Pero aun así me aceptó, rodeando mis hombros con un brazo para brindarme su apoyo, aunque él mismo no estuviera en condiciones; sé que lo hizo lo mejor que pudo. Quizá secretamente también necesitara un lugar conocido en el que apoyarse, aunque sea pequeño, pues por desgracia apenas tengo nada que ofrecer. Espero que le sea suficiente.


Se nos quiso obsequiar con mil privilegios y pagos por nuestro servicio. Tentadores en cierto modo, aunque no del todo para mí. Suspiré de alivio cuando Leo los rechazó; seguiríamos viviendo a nuestro modo, bajo el subsuelo, como hasta entonces, lejos del ajetreo de la superficie. Aún así hubo una ceremonia por la que se nos concedía la ciudadanía de Nueva York y un decreto por el que se estipulaba que teníamos los mismos derechos que cualquier humano. Sé que Mikey y Donnie no estaban muy de acuerdo con la decisión de Leonardo, pero creo que él tomó esa decisión cuando nos vio a Raph y a mi… o quizá es que deseaba espacio e intimidad para desahogar su pena por la pérdida de Splinter. Sea por el motivo que fuere, estuve muy tentada de darle un abrazo en ese mismo instante como agradecimiento.


Aún así con el paso de las semanas y los meses comenzaron los cambios. Como dije se nos otorgaron unos derechos y, como seguíamos siendo unos adolescentes teníamos que cursar una educación mínima obligatoria, por lo que se nos matriculó en el undécimo curso de uno de los mejores institutos públicos de la ciudad. Tuvimos que apretarnos mucho las tuercas para alcanzar el nivel necesario; Splinter nos educó en el arte del ninjutsu y del bushido pero no en el del álgebra, literatura, sociología, economía o ciencias. Al menos los compañeros de clase eran en su mayoría amables, pero en esencia no dejábamos de ser “mutantes”; con esto quiero decir que había gente a la que, a pesar de haberles salvado y de lo estipulado en el decreto, no les agradábamos lo más mínimo y tuvimos que hacernos respetar en cierto momento al poco de llegar. No fueron rival para nosotros. Nadie nos defendió ni nos aplaudió cuando les dimos un buen repaso a esos intolerantes, tan sólo observaron con muda fascinación nuestra destreza en patear traseros. Nos llevaron ante el director, pero no se nos penó con castigos o expulsiones, tan sólo nos pidieron disculpas y nos rogaron paciencia. En cuanto a los otros, no nos molestaron más a partir de entonces. 

A pesar de las sonrisas, de los gestos amables y de que nos permitieran estar ahí nos encontramos rodeados por un círculo invisible que nos impedía relacionarnos como “personas normales” con los demás. Y esto no sólo aplica en el instituto. Sí, en los descansos a Mikey le invitaban a jugar al basket y se lo pasaba en grande haciendo reír a los demás con sus payasadas y Donnie asistía a talleres extraescolares de robótica e ingeniería, pero eso no quería decir que nos integráramos del todo. NUNCA seríamos como ellos; nunca podríamos caminar por la calle sin que nadie nos señalara y, aunque en su mayoría querían acercarse para saludarnos, hablar con nosotros y darnos las gracias, no era nada cómodo ni reconfortante. En clase teníamos nuestros propios asientos en primera fila; ningún humano se sentaba con nosotros, formábamos nuestra propia piña. A mí no me importaba siempre y cuando tuviera a los chicos conmigo. Porque eran mi familia, ahora y siempre, y eso era todo lo que yo necesitaba.


Así transcurrió un tiempo… nos convertimos en nuevos engranajes en la maquinaria de la monotonía, atrapados en el biorritmo ajetreado de la ciudad de Nueva York, en la que siempre hemos vivido pero a la que nunca habíamos pertenecido como hasta ahora… 


Otro día más en clase. Detesto el álgebra, pero aun así intento prestar atención. Sin embargo, al rato me doy por vencida y ahogo un bostezo; no falla, esta asignatura me da mucho sueño. Pienso en garabatear algún monigote, o quizá una flor, en la esquina de mis apuntes, pero en cambio decido observar a los chicos.

Sentado delante de mí está Leonardo. Observa sin pestañear a la profesora, la señorita Milton; sé que le escucha con gran atención, bebiendo de sus palabras y conocimiento con tanto fervor como lo haría un explorador con el agua del oasis tras cruzar el caluroso desierto. Sin embargo y a pesar de las apariencias sé que en realidad pasa por dificultades: a Leo tampoco se le da especialmente bien esta asignatura, pero como siempre, rendirse no entra en su vocabulario.

En cambio, Donatello se encuentra como un pez en el agua. Anota sin parar en su cuaderno, que está lleno de garabatos y cálculos que, en un rápido vistazo que doy por encima de su hombro, se me antojan indescifrables. Sin duda de todos nosotros es quien está más encantado con las clases. En el fondo sospecho que está algo colado por la señorita Milton y no sé por qué esto me molesta ligeramente.

Entre ambos está Michelangelo, quién contrasta en exceso conmigo, de ahí que Leo (en un intento por concentrar su atención) le hiciera sentar donde está. Le observo por el rabillo del ojo cómo sigue perezosamente el vuelo de una mosca, con la cabeza apoyada sobre una mano y con la otra haciendo bailar su bolígrafo sobre su dedo índice en un movimiento perfecto; una moda entre la gente de clase. Sé que está pensando en cualquier cosa menos en el álgebra, quizá en el cómic que estaba leyendo ayer por la tarde o en el partido de baloncesto que jugará en el patio dentro de un par de horas. De todos nosotros, es quien mejor se ha adaptado al cambio, algo que no me sorprende. Mikey siempre fue el más abierto, despreocupado y extrovertido de todos.

Y por último y a mi lado está Raphael. Como Leo parece seguir la clase, pero salta a la vista su aburrimiento. Repantingado sobre su caparazón con sus piernas extendidas, los brazos cruzados, mirando con ojos entornados a la profesora. Sé que desearía estar en cualquier sitio menos aquí, quizá practicando nuevos movimientos con sus sais o desfogando su ira con un saco de boxeo. En la única asignatura que le veo disfrutar algo es en educación física, pero sé que se le queda desesperadamente corta, como a todos los demás.

Y delante a la pizarra se encuentra la profesora Milton, una mujer bastante guapa de veinti-muchos o treinta y pocos, con gafas de pasta y el pelo oscuro recogido en un apretado moño, que explica con gran esmero sus lecciones. Es maja, aunque estricta. Suspiro, ojalá compartiera su entusiasmo por las matemáticas.

Miro el reloj y, profundamente indignada compruebo que aún queda más de media hora de clase. 

¿Dónde está mi apreciada historia del arte, la astronomía o la literatura? Evoco la poesía. Me ruborizo al pensar en el haiku que tengo a medio hacer, escondido entre los papeles de apuntes de trigonometría, cálculo y álgebra, pues sentía tentación de continuarlo. Espío por el rabillo del ojo a Raphael mientras intento encontrar el siguiente verso, inspirándome en su perfil. Tres versos de rimas de cinco, siete y cinco. ¿Cómo describir con éxito lo que siento por él, aunque sé que es perseguir una quimera? ¿Cómo transmitir que un olor, un aroma o incluso el color del cielo me resulta más intenso cuando él está cerca? No se me ocurre nada, así que en vez de finalizar el haiku sigo escribiendo esto... chúpate esa inspiración, no te necesito para evadirme de los polinomios, de las raíces cúbicas o de las incógnitas.

Suspiro de nuevo. No es suficiente. Ojalá sucediera algo interesante. El día de la ceremonia por la que ganamos la ciudadanía y nuestros derechos, que se retransmitió en todas las cadenas de la televisión, también ganamos el título de “protectores”. Por ello pedimos un aula con ventanas, por si el deber nos llamaba en alguna ocasión y teníamos que salir corriendo… o saltando por la ventana. No éramos los únicos mutantes de la ciudad (pero sí los más majos), los Foot siempre tendrían un líder, aunque Shredder haya desaparecido y Krang podría volver en cualquier momento con ganas de venganza.


Pero hoy no ocurriría nada, sería otro día largo… y entonces recuerdo que es jueves. Es el día de ir a visitar al maestro Splinter, el único padre que he conocido alguna vez. La angustia se presenta sin avisar, invadiendo mi territorio en contra de mi voluntad y oprimiendo dolorosamente mi corazón. Aún le veo una y otra vez desapareciendo en la luz azul, gritando algo que no puedo oír, en medio de aquella explosión que por poco acabó con nosotros; se sacrificó para darnos algo más de tiempo, entregó su vida para salvarnos… ojalá no hubiera tenido que hacerlo.

Pero, a pesar de que le vi desintegrarse con mis propios ojos en la explosión final, una parte de mi se niega a creer que está muerto. El tecnódromo desapareció, cito en palabras de Don, en un portal interdimensional. ¿Y si el maestro Splinter fue arrastrado con él a la dimensión del Krang? ¿Y si aún está vivo pero atrapado allí? Lo he planteado muchas veces, pero ninguno quiere escucharme, ni siquiera el propio Don; su silencio como respuesta llega a irritarme.  Tuve que darme por vencida cuando Leonardo me atajó de malos modos la última vez que me atreví a sacar el tema.

- ¡Está muerto, Gioconda! Y cuando antes lo aceptemos antes podremos seguir adelante con nuestras vidas – fueron sus duras palabras. 

En ese momento le odié profundamente pero el dolor que vi reflejado en sus ojos hizo que tan repugnante sentimiento se esfumara casi al instante. ¿Cómo culparle por querer superar semejante pérdida lo antes posible? ¿Tan egoísta soy que olvido que ha sido su padre toda su vida mientras que para mí lo ha sido, por decirlo de manera vulgar, durante apenas un telediario? Si a mí me duele a ellos les dolerá infinitamente más… quise seguirle la corriente, decirle que tenía razón en lo que decía, pero no he sido capaz. Sigo abrazando la esperanza de que Splinter está vivo y que pronto volverá… 

- De modo que sabiendo esto – decía la señorita Milton – No será difícil hallar las raíces adicionales del polinomio racional. ¿Quién quiere hacer los honores? – pregunta, ofreciendo una tiza de manera retórica a la clase. Por supuesto Don alza el brazo y ella le dedica una media sonrisa; sabe que es el más listo de la clase, pero a ella le gusta probar a los demás – Aparte de Donatello, claro – Casi puedo palpar la decepción de Don. Veo a la profesora pasar la mirada por los puestos y me encojo, rogando porque no me elija a mi – Michelangelo ¿quizá quieras probar?

- ¿Eh? – pregunta mi hermano, saliendo de su ensimismamiento.

Ufff, por los pelos. A mi lado Raphael suelta una risita entre dientes. Pobre Mikey, me compadezco de él, pero debería haber disimulado al menos que está prestando atención; escribiendo esto al menos parece que estoy tomando apuntes. 

Miro el reloj de nuevo. Treinta minutos. Suspiro una última vez. Al menos algo hemos avanzado.







* NA: como se puede deducir esta historia no está del todo inspirada en la serie de 2003 (aquí no existen ni el tecnódromo ni Krang como tal) pero he decidido mantenerla en esta serie de "Historias de la alcantarilla", ya sabréis más adelante el por qué.

2 comentarios:

  1. En lo que se refiere a redacción solo encontré solo 2 errores:

    "Suspiro, ojalá compartir su entusiasmo." , Creo que quisiste decir "compartiera"
    "el más lito de la clase" - jeje, te comiste la S

    - - - - -
    Al inicio me dio la impresión de quien contaba la historia era uno de los 4 hermanos, por un momento pensé que no estaría Gioconda, pero me sentí aliviado cuando supe quién estaba hablando; también supuse que tu historia se apoya un poco en la película "Tortugas Ninja 2: Fuera de las sombras", quizás se deba a que no recuerdo mucho a Krang en las series antiguas.

    Sobre la trama... ¿El maestro Splinter desaparecido o muerto? Te estas metiendo en terrenos muy darks, yo nunca lo hubiera pensado o siquiera imaginado; a lo mucho recuerdo que una vez resultó muy herido en algún episodio o en las películas de los 90s

    Sin duda es muy bonito lo que siente Gioconda por Raph, no sé porque no le corresponde... aunque sería una cosa muy rara entre dos especies distintas. 😅😮

    Pinta muy interesante la historia, que yo recuerde las TMNT nunca se habían dado a conocer al publico a excepción de la película (aunque supongo que la película esta basada en algún episodio de las series) 🤔

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    1. Corregidos esos errores amén de otros que he visto xD Gracias.

      Efectivamente la historia se apoya en dicha película, como una secuela de lo que sucederá después. A fin de cuentas, la tercera se canceló.

      Uy, no es tan dark lo de Splinter; en muchas versiones desaparece un tiempo o directamente muere. A mi también me da mucha pena porque es un padre para las tortugas y siempre me ha dado la impresión de que si él muere, cada uno irá por su parte siendo ya adultos.

      ¿Tiene que haber una razón para que alguien no corresponda el amor de otra persona? No tiene por qué, simplemente puede ser que no es su tipo o que directamente no siente lo mismo (en este caso, ya veremos qué pasa). Curiosamente Rapha es a la tortuga que más novias le ponen (normalmente le emparejan con pinches zorras, por si no te parecía suficientemente raro entre tortuga-lagarto imagina entre tortuga-zorro xDD) y yo creo que si lo piensas no le pega para nada, pero también es verdad que es el más "atractivo" para una chica adolescente: es decir, es el rebelde, el malote, el tipo duro... y ya se sabe que los "badass" siempre ponen. ¿No? xDD

      Recuerda, hay muchas versiones de las TMNT y en varias de ellas el público las termina conociendo, para bien o para mal... pero supongo que sería más para mal que para bien, también te digo yo....

      ¡Gracias por comentar!

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