Listado de fics del blog

Dale al título para ver el listado completo. Te animo a que me dejes un comentario si detectas algún link roto o erróneo. Con ánimo de que o...

[Teenage Mutant Ninja Turtles] Los vigilantes - Capítulo IX


Chopper se había llevado al pimpollo tal como su hermano le había indicado, manteniendo una mano en la boca del pequeño para evitar que se le escuchara. Se apresuró en la noche hasta el embarcadero, donde reposaban varias embarcaciones de diferente tamaño y aspecto, desde botes de pesca hasta barcos privados. De fondo podía escuchar el ruido del mar y a alguna gaviota intempestiva. ¿Dónde podría dejar al mocoso?

Chopper y Snow eran hermanos mellizos y, aunque también habían pasado por la etapa de la niñez como cualquier hijo de vecino, a ninguno de los dos les gustaban los niños. Detestaba encargarse por tanto del pequeño De Rosa, pero apreciaba a su hermano y por él haría cualquier cosa. Ambos habían tenido una infancia complicada con un padre alcohólico que les maltrataba, sobre todo a Snow por su condición de albino. Con voz pastosa siempre le recordaba lo feo y repulsivo que le resultaba su aspecto, que eso lo habría heredado de la familia de ascendencia noruega de su madre (él era alemán) y otras cosas horribles por el estilo. A pesar de que su padre expresaba más predisposición por Chopper esto no impidió que los hermanos se protegieran entre sí, gestando un vínculo tan fuerte que hacía que nunca se separasen. 
Un día caluroso de verano en el que a su padre se le antojó, sorpresivamente, tomarse una lata de refresco al llegar de trabajar fue el fin de una era para ellos. Snow se había bebido la última y el padre entró en cólera cuando vio que no quedaba más. Le preguntó a Chopper y éste, a sabiendas de lo que se avecinaba, mintió y le aseguró a su padre que había sido él quien se la había bebido y le rogó que esperase un poco, que cogía algo de dinero y marchaba a comprar más. Lo hizo porque no deseaba que golpeara a Snow de nuevo. Pero su ofrecimiento no sirvió de nada para aplacar la ira de su padre, que una vez empezaba se desataba con la fuerza de un huracán. Por supuesto llegaron los gritos y los golpes. Snow lo había oído todo a pesar del televisor y, aunque estaba atemorizado, también se sentía avergonzado de que su hermano asumiera su culpa, por lo que reunió el suficiente valor como para acercarse a la cocina, cogiendo por el camino el cuchillo de combate de su padre, un recuerdo de su servicio en Vietnam y que solía dejar clavado en la mesilla del entrada, contra la correspondencia. Aunque su padre quedara un poco cojo a raíz de una herida de bala recibida en el Vietcong eso no le impedía golpear a sus hijos con dureza y en ese momento estaba azotando sin piedad a Chopper. Saber que era por su culpa hizo que algo se rompiera en su interior: sintió en su piel pálida el mismo dolor que sentía su hermano, ese dolor que tenía que haber sido para él y no para Chopper. Pero ¿acaso era un precio justo a pagar por un simple refresco? 
Harto y asqueado se abalanzó sobre ambos y apuñaló a su padre con su propio cuchillo reiteradamente y no paró cuando éste se volvió. Cayó al suelo, un pequeño charco de sangre comenzaba a formarse debajo del cuerpo. El rostro de su progenitor le perseguiría para siempre en sus pesadillas, esa expresión mezcla de sorpresa, odio y dolor, en un rostro que se iba empalideciendo por momentos. Alargaba una mano temblorosa y ensangrentada, mientras que con la otra se apretaba el vientre y sus labio se movían sin pronunciar palabras pero Snow sabía que le estaba llamando.

Snow (aunque por supuesto ese no era su verdadero nombre) lo contempló unos instantes con el rostro pétreo y se acercó hasta su hermano, que seguía llorando y temblando hecho un ovillo en un rincón de la cocina. Se agachó y con suma delicadeza acarició el cabello rubio de Chopper y le abrazó, acunándole como tantas veces había hecho el otro con él.

- No puedes llorar – le susurró, aunque apenas tenía trece años – Recuerda lo que decía mamá. Somos vikingos, y los vikingos no lloran.

Chopper le había mirado con sus ojos avellana y había terminado asintiendo. Tomaron todo el dinero que había en la casa, un par de mudas limpias y se marcharon de allí para no volver nunca más. Aunque odiaba a su padre Snow se cuidó de llevarse su cuchillo, conservándolo como una reliquia familiar para no olvidar ese día, pues desde entonces jamás se separó de él y lo usó muy a menudo. Con el tiempo supieron que su padre no había muerto por el apuñalamiento, ni tan siquiera informó de la identidad de su asaltante; a pesar de ello ninguno de los hermanos se sintió agradecido por ello. Jamás volvieron a cruzarse con él y eso estaba bien: ya se reunirían con él en el infierno. Desde entonces habían huido continuamente, dando tumbos de aquí para allá, uniéndose y desuniéndose a otros grupos de personas tan hechos polvo como ellos y cometiendo todo tipo de delitos. Su pasión por las motos les había llevado a ingresar un día en los Harley’s Demons: conocieron a varios de sus miembros durante un festival de heavy metal que duró varios días. 

Aparte de las secuelas psicológicas de por vida que los malos tratos de su padre les había dejado ambos hermanos tenían mucho en común. Los dos eran altos, de brazos fuertes y espaldas anchas. Tenían las mismas mandíbulas cuadradas, el mismo hoyuelo en la barbilla (como Snow se dejaba barba éste no podía verse) e incluso la misma nariz, si bien Chopper la tenía partida de una pelea antigua; pero mientras que Chopper poseía unos cabellos rubios oscuros, un tono de piel algo más tostado por las largas horas pasadas en la carretera, varios tatuajes y ojos de un hermoso color avellana, Snow poseía un pelo casi tan blanco como la nieve, una piel a juego que tenía que proteger casi al completo con ropa o con factor de protección solar 50+ y unos ojos azules casi violetas. En cuanto a la personalidad el albino era mucho más frío, desalmado y calculador que su hermano y a menudo era la cabeza pensante del dúo, mientras que Chopper solía ser el brazo ejecutor. Por eso Snow era el jefe de esta subdelegación y Chopper el segundo al mando. Pero a él no le importaba recibir órdenes de su hermano; al contrario, las cosas estaban bien así.


Chopper examinó el muelle, meditando aún sobre dónde podría dejar al mocoso: había pensado en uno de esos barcos pero enseguida lo descartó porque se le vería demasiado y cabía el riesgo de que cayera al agua y se ahogase. No es que le importara especialmente si el niño vivía o moría, pero perderle significaría perder la opción del chantaje… y defraudar a su hermano. Y Chopper no deseaba nada de eso, sobre todo lo último.

Miró complacido una caseta de madera que usaba la autoridad portuaria para llevar a cabo trámites administrativos así que se acercó hasta allí con el niño en brazos, que pataleaba y se retorcía.

- ¡Estate quieto monstruito o te tiro al mar! 

El niño no sólo no le obedeció si no que se puso a llorar más fuerte. Chopper soltó una palabrota y salvó la distancia que lo separaba de la caseta en unas pocas grandes zancadas. Abrió la puerta – estos paletos de City Island ni se molestaban en cerrar con llave, pensó – y examinó el lugar. Poca cosa: un escritorio con su silla, papeleo, un archivo y pocas cosas más típicas de una modesta oficina de puerto. Sí, sería un buen sitio para dejar al niño. Que por cierto, seguía berreando sin parar. Chopper se crispó. Tenía que darse prisa: si Snow le había pedido que hiciera esto es porque realmente pensaba que algo iba mal. No podía entretenerse o quizá cuando su hermano le hiciera la señal él no estaría allí para echarle una mano, como en los viejos tiempos. Apretó los dientes y explotó.

- ¡CÁLLATE DE UNA PUÑETERA VEZ, LLORÓN ASQUEROSO!

El mocoso no sólo no cejó en su intento si no que se puso a llorar con más fuerza. Decidió amordazarle usando su propio pañuelo, aunque eso significara que se le llenara de babas, pero prefería eso que a seguirle escuchando un segundo más.  Pero primero debería atarle no fuera a ser que el niño se pusiera a toquetear todo lo de la caseta y tuviera un accidente. Sin embargo, no vio ninguna cuerda allí. Miró a su alrededor y vio una en un catamarán adyacente, amarrado al muelle. 

Chopper resopló, comenzando a tener dolor de cabeza por los llantos, pero en lugar de estampar al puto crío contra una pared lo dejó en el suelo con cierta brusquedad, donde se quedó sentado, y se aproximó al catamarán. Poniendo un pie en el interior y dejando el otro en el embarcadero se dispuso a tomar la cuerda cuando se percató del silencio. ¡El dichoso pimpollo había dejado de llorar al fin! Pero su alivio no duró mucho; justo cuando se dio cuenta percibió una sombra un tanto amorfa cerniéndose sobre él, recortada a la luz de la luna llena.

- Yo que tú no haría eso, guaperas.

Chopper se incorporó con brusquedad, si bien manteniendo los pies en el mismo sitio. Encaramado en el techo de un pequeño yate cercano estaba el tipo tortuga, contemplándole con total tranquilidad de brazos cruzados.

- ¡TÚ! – exclamó, señalando rabioso a Raphael.

- Sí, yo – repuso éste y saltó con gracia al catamarán – Ya sabes quién soy, el tipo que te apalizó en el bar.

Chopper gruñó, sacó los puños americanos que le había prestado un compañero y que había guardado en su chaqueta de cuero y tomó también el kusari-fundo de Gioconda, tensándolo. No tenía ni idea de cómo había conseguido escapar, pero ahora mismo iba a ajustarle cuentas a ese retaco presuntuoso.

- ¡Basta de cháchara! – le contestó el motero – Hablas demasiado, feo. Quizá se te quiten las ganas de hablar en cuanto te dé un repaso.

Raphael captó su mensaje y desenvainó sus sais, no sin antes echar un breve vistazo al muchachito, que les miraba desde el mismo sitio donde le habían dejado con cara de estupor. 

- Tiene gracia – dijo, centrando de nuevo su atención en Chopper - ¿Yo, parlanchín? ¡Je! Eso es que no conoces a mi hermano Mikey – hizo una breve pausa y adoptó una postura de lucha – Pero tienes razón en una cosa. ¡Basta de cháchara y peleemos de una vez!

Dicho esto ambos se lanzaron el uno a por el otro y comenzaron a luchar.



Snow se tensó cuando vio al tipo de la máscara de hockey venir hacia él pero no se sorprendió. Ya había presentido que algo iba mal cuando escuchó el tiroteo, por no hablar que Chassis ya debería haber vuelto. No quiso alarmarse puesto que tenía sujeto a da Rosa con el cuchillo de combate puesto sobre su garganta. Sonreía, los extremos de su bandana roja agitándose con la brisa nocturna a un lado de su cabeza.

- No des un paso más, vigilante – le advirtió – O me temo que tu jefe sufrirá un lamentable accidente.

Casey se paró y miró con cierta curiosidad a Snow. De Rosa también adoptó una expresión de lo más confusa durante un instante, pues era la primera vez que veía a aquel hombre enmascarado.

- ¿Mi jefe? – preguntó Casey y soltó una risotada - ¡Qué dices tío! No conozco a este hombre de nada, aunque admito que me suena su cara.

Ahora fue el turno de Snow de mostrar confusión. 

- ¿Cómo dices?

- Lo que has oído: yo no tengo ningún jefe. 

- Entonces ¿este bastardo no os ha contratado? 

- Negativo.

El jefe de los moteros sacudió la cabeza.

- No lo entiendo… ¿de dónde cojones habéis salido? ¿Por qué coño hacéis todo esto? ¿Es que sois una panda de locos o qué os pasa?

Casey meditó durante unos instantes y se encogió de hombros tranquilamente.

- Puede ser – dijo y añadió, apuntando a Snow con su palo de hockey – O quizá es porque no soportamos ver las calles de mi ciudad llenas de basura como tú. Admito que no es trabajo agradable, pero alguien tiene que hacerlo. Somos los Vigilantes y nos debemos a Nueva York. Por cierto, puede que no le conozca personalmente, pero suéltale ¿quieres?

Hay que decir que temperamento de Snow era muy voluble: alguien podía decir algo gracioso y podía desternillarse de risa de manera sincera, pero a continuación podía dar a dicha persona una puñalada porque también consideraba el comentario como una ofensa. En esta ocasión no fue una excepción. 

- ¡Esa sí que es buena! – dijo a duras penas, pues se estaba carcajeando, pero su expresión se fue tornando furiosa con cada segundo que pasaba – Te atreves a darme órdenes, a mí. En fin, de loco a loco. ¿Qué tal si te vas a tomar por culo y me dejas hacer negocios tranquilamente, eh?

- Me temo que no puedo hacer eso.

- ¿Y qué vas a hacer? No, dímelo. Para detenerme debes acercarte y, si apenas das un paso, me lo cargo – para dar más énfasis a sus palabras, hizo un movimiento tirando más de del pobre alcalde, que dio un breve respingo. Un hilillo de sangre manó de la zona del cuello donde se hundía el cuchillo y resbaló hasta el cuello de la su camisa – Su hijo sigue en mi poder, mi hermano lo tiene a buen recaudo. Y tengo el dinero del rescate. ¡He ganado! Puede que tú hayas conseguido escapar de mis muchachos pero ¿y tus amiguitos? – hizo una pausa y detectó un cambio en la postura del enmascarado, antojándosele que bajaba los hombros – Aaah, no han corrido la misma suerte que tú. ¡Admítelo colega, estás jodido! Podría hacer que te mataran ahora mismo o incluso hacerlo yo personalmente, pero vamos a hacer otra cosa, que me siento muy generoso. Contaré hasta tres: si para entonces no te has dado el piro le rajo como a un cerdo. ¿Qué me dices? Uno…

- ¿Por qué haces esto? – preguntó Casey, mirando un momento a su derecha, demostrando así que estaba contrariado.

- Porque es divertido, porque me gusta.

- No me refiero a delinquir. ¿Por qué el alcalde?

- Porque mis jefes quieren hacerse un hueco en esta ciudad llena de oportunidades. Y para ello debemos obtener ventajas frente a la competencia. Él era un buen sitio por donde comenzar.

- ¿Y sois tan cobardes que tenéis que usar a un niño para conseguirlo?

- Los niños son un bien preciado, todo el mundo se preocupa por ellos y quiere lo mejor para ellos; harían lo que fuera por hacerles felices. Eso en un mundo perfecto. Pero el nuestro es de todo menos eso y a su vez hay adultos que se aprovechan de ellos. Son débiles, vulnerables e ideales para chantajear a otros. Es ley de vida. ¿Acaso no resulta conmovedor ver de lo que es capaz de hacer un padre para salvar a su hijo? Supongo que el pimpollo es afortunado.

A Casey no se le pasó por alto la amargura y el resentimiento con el que pronunciaba esas palabras. ¿Problemas familiares? No le importaba, sólo quería ganar algo más de tiempo, pero tampoco quería provocar a ese lunático arriesgando que soltara el cuchillo más de la cuenta. No había más que ser uno para reconocer a otro.

- Mira, tienes razón, has ganado: tienes todo lo que querías. ¿Por qué no les dejas marchar?

- ¡PORQUE AQUÍ SOY YO QUIEN DA LAS ÓRDENES! – gritó Snow, su rostro blanquecino, ahora azulado por la luz de la luna, se empezó a tornar púrpura. Alzó la mano, haciendo un breve gesto de mano cornuta. Pareció dudar, mirando a su alrededor, pero volvió a sonreír al cabo de un instante– Como he dicho, este mundo es de todos menos perfecto. Así son las cosas y así funcionan. ¿De qué me serviría haber ganado si me detienen? Dos…

Casey gruñó bajo la máscara. Volvía a estar en un punto muerto y odiaba eso. No podía dejar morir a de Rosa, no había nada que pudiera hacer para evitarlo excepto seguir las órdenes de Snow. 

Había cumplido el plan de Raphael al pie de la letra: tú ve a por el copo de nieve, si no hay opción de luchar, intenta ganar todo el tiempo posible, si es necesario usa tu boquita de piñón ¡Qué fácil decirlo! ¿Desde cuándo a Casey se le daban bien los discursos? ¡Él era un hombre de acción! ¡Demonios, se le acababa el tiempo! ¿Dónde estaban los chicos?



Raphael debía reconocer que Chopper era un tío duro. Tenía buen aguante y daba buenos golpes pero carecía de la habilidad y agilidad de la tortuga ninja. A pesar de que aquel tío mediría por lo menos el metro noventa y Raphael no llegaba al metro sesenta, la tortuga le dio una buena paliza. ¡Y el tío seguía aguantando! No podía decirse lo mismo del catamarán sobre el que habían iniciado la pelea pues estaba destrozado, el kusari-fundo abandonado en un rincón. Se habían desplazado al embarcadero y… bueno, en ese momento Chopper le hizo un placaje y ambos atravesaron la pared de la cabaña de la autoridad portuaria, echándola abajo. Todo bajo la mirada del niño, que seguía lloriqueando. La tortuga había dado con el caparazón en la estructura de modo que había tenido una protección extra que Chopper no poseía. 

Raphael se incorporó listo para continuar, pero cuando Chopper se alzó lo hizo balanceándose ligeramente, sangrando por una brecha bajo su pañuelo, por la nariz y por la comisura del labio. Su ojo izquierdo se estaba hinchando, amoratado, al igual que su labio. A pesar de su lamentable aspecto alzó los puños, pareciendo más que nunca un boxeador borracho. Pero Raphael no quiso darle el golpe de gracia, pues vio quién se aproximaba desde atrás.

Chopper en su conmoción veía dos tortugas en vez de una, pero en lugar de preguntarse de dónde había salido la segunda se preguntó qué coño hacían en vez de pelear. ¿Acaso se estaban rindiendo?  Entonces notó que alguien le daba un par de toques en el hombro derecho. Le hizo un gesto a las tortugas para que esperasen un segundo y se dio la vuelta, pero no vio a nadie. Entonces tuvo la ocurrencia de bajar la vista y vio una silueta confusa, que se desdibujaba delante de él. Parpadeó con fuerza, bizqueando, hasta que consiguió fijar la vista. Se trataba de la chica lagarto y… espera, esa bolsa que llevaba ¿de qué le resultaba familiar? Chopper quiso preguntárselo, pero no tuvo ocasión: vio cómo ella echaba el puño derecho hacia atrás y luego lo proyectaba contra su cara. El motero se lo comió de lleno, trastabilló un par de pasos hacia atrás y cayó de espaldas sobre el catamarán, haciendo que se balanceara violentamente por el movimiento de las olas y ya  no levantarse más.

- Eso por el niño –dijo Gioco aunque él ya no podía oírla, agitando la mano con la que le había golpeado. Se volvió a Raph dándole un repaso de arriba abajo, percatándose de los moratones incipientes– ¿Estás bien?

- De lujo. ¿Tú?

Ella palmeó la bolsa del dinero con una sonrisa.

- ¡Pan comido! – contestó y se volvió hacia el niño, que alzó los brazos cuando ella se le acercó – Hola, pequeñín. ¿Me echaste de menos? ¿Estás bien?

- Será mejor que regresemos – dijo Raphael, mirando en la dirección por la que habían venido – No confío en que cabeza de chorlito sea capaz de mantener la calma… ¡oh!

- Aguarda, hay algo que debo recuperar – dijo Gioconda, encasquetándole al niño sin más explicaciones y dejando caer la bolsa del dinero.

Raphael había cogido al pequeño por inercia, por las axilas, y así lo mantuvo delante de él, con los brazos extendidos, en vilo. Lo miró con aprensión y el niño le devolvió la mirada, con curiosidad, y al cabo de un momento terminó sonriendo. La joven tortuga se sorprendió.

- “¡Ey, fíjate, creo que le gusto!“ – pensó y poco a poco se fue formando una sonrisa en su rostro.

- ¡Oh, qué estampa tan tierna! 

La sonrisa se esfumó del rostro de Raphael y dio un respingo, como si le hubieran pillado haciendo algo malo. Allí estaba Gioconda, observándolos desde el catamarán con las manos entrelazadas. En su cintura volvía a estar el kusari-fundo. 

- Cierra el pico – le espetó Raphael de mal humor y le alargó el niño con brusquedad, tomó la bolsa del dinero y echó a andar para darle su caparazón.

Gioconda le siguió con el pequeño en brazos, riendo entre dientes.


- ¡Tres!

- ¡Está bien, está bien! – exclamó Casey, alzando una mano. Snow se detuvo, pues ya se había preparado para rajar la garganta a de Rosa - ¡De acuerdo! Me voy – dijo, a regañadientes, metiendo el palo de hockey en su bolsa y retrocediendo un par de pasos.

Se dio la vuelta, dándole la espalda, aunque sabía que se la estaba jugando. A Snow podría darle por arrojarle el cuchillo para que le hundiera entre los omóplatos, pero confiaba en que no lo hiciera. Avanzó un par de pasos más cuando vio movimiento en los tejados del último edificio, puesto que a partir de ahí comenzaban los muelles. Sonrió bajo la máscara y se tomó su tiempo para darse la vuelta.

Snow y De Rosa continuaban en la misma posición que hacía un momento.

- ¿Estás sordo? ¡He dicho que…!

- Sí, sí, ya sé lo que has dicho. Es sólo que quería apuntar una última cosa. Unas notas a pie de página, si me entiendes – su sonrisa se amplió viendo la cara de confusión de Snow. Fue levantando los dedos según iba enumerando – Primer punto: deberías preocuparte más por tus amigos que por los míos. Segundo punto: es cierto que ahora tienes a de Rosa padre en tu poder pero a cambio no tienes el dinero ni tampoco al pimpollo. Tercer y último punto: aquí el único que está jodido eres tú. Y cuando antes te des cuenta, más opciones puedes tener de escaparte.

A esas alturas el rostro de Snow estaba desencajado. Cómo… cómo se atrevía… sin embargo la duda le carcomía por dentro, desde el principio grandes goterones de sudor le habían resbalado por la piel, empapándole la bandana. Había hecho la señal convenida para que Chopper hiciera acto de presencia y se encargara del enmascarado, pues no pensaba dejarle marchar con vida después de lo sucedido. Tampoco había señales de Chassis ni del resto de sus muchachos: había habido un tiroteo y no había vuelto a saber nada de ellos.  Si todo había ido bien ¿dónde coño se habían metido?

- Veo que sabes sumar dos y dos – apuntó Casey, viendo cómo demudaba el rostro del motero. Repitió el gesto de la mano cornuta – Has hecho la señal y tus coleguis no han venido. ¿Eh? ¿Tendré yo mejor suerte? – preguntó de manera retórica y alzó su mano con el signo del ok.

Al instante aterrizaron los dos tipos disfrazados, uno a cada lado del de la máscara de hockey. La tortuga llevaba la bolsa del dinero y la chica al pimpollo.

- ¡Abel! – exclamó De Rosa, sin poder evitarlo, y se ganó un nuevo pellizco del cuchillo.

- ¡Cállate! ¡CÁLLATE, MALDITA SEA! – exclamó Snow, casi fuera de sí. Miró a los dos bichos raros sin dar crédito – Vosotros…

- ¿Cómo va eso, copo de nieve? – preguntó Raphael - ¿Ya te ha dicho mi colega que estás jodido? Porque lo estás, amiguito, vaya que si lo estás…



3 comentarios:

  1. Que te puedo decir?... Jamás hubiera imaginado que introdujeras un poco de la historia de Chopper y Snowflake. creo que ha sentado bien a estas alturas, fue como darse un resspiro de la historia principal. Ahora mismo no se como se llama pero es un recurso literario desde luego....

    Lo del refresco, hmm 🤔 tal vez hubiera sido mejor una lata de cerveza, puesto el padre era alcohólico, como has dicho

    Solo encontré un par de palabras fuera de contexto o que no encajaban, o eso me pareció.; Luego las mencionó con detalle... Me desvele un poquito haciendo algunas cosas

    No se si está bien los tiempos, tendría que analizar bien; solo me extrañé un poco que hayan llegado a tiempo con Chopper, pero lo de Casey y Snowflake era lo lógico después de acabar con Chassis.

    Ya casi está completa la historia 🥳😊


    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Te puedes creer que su historia se me ocurrió casi al final? Incluso hacerles hermanos, no sé, me pareció adecuado. Supongo que este tipo de recurso se lo debo mucho al Sr. King, él lo utiliza muy a menudo en sus obras. Como dices, enriquece y profundiza más en el universo que estoy creando; en la serie hay personajes muy guays pero que apenas se sabe nada de ellos o que sólo hacen una aparición.

      ¡Claro! Su padre ese día justo le da por tomarse un refresco y no una cerveza. Sus hijos jamás tocaban sus cervezas, también es mala suerte. Quizá si así hubiera sido jamás habría sido apuñalado... nah, mentira, era algo que tarde o temprano Snowflake hubiera hecho.

      Interesante lo que mencionas de las palabras, lo revisaré a ver si las encuentro yo también. No me extraña, porque retoco muchas veces aquí y allí y luego quedan cosas raras.

      Intento aclarar un poco mejor el tiempo en el siguiente capítulo, igualmente nada es perfecto y a mi también me parece todo muy justo, pero es algo que también sucede en las películas y series. ¿Cuántas veces los últimos 10 segundos para desactivar una bomba han sido minutos? Pues eso XD

      Casi, casi finalizada... falta un capi...

      ¡Gracias por pasarte!

      Eliminar
    2. Creo que es esto:

      "pero en lugar de estampar al puto crío contra una pared lo dejó en el suelo con cierta brusquedad". Creo que lo de "puto crio" no era necesario puesto que es el narrador quien esta hablando, pareciera que él también odia al niño XD

      "O quizá es porque no soportamos ver las calles de mi ciudad llenas de basura como tú". No sé si esté bien dicho, suena extraño, como si la ciudad fuera suya.... creo que debía ser: "las calles de la ciudad"

      Creo que eso fue lo único raro que noté 😛

      Eliminar