Listado de fics del blog

Dale al título para ver el listado completo. Te animo a que me dejes un comentario si detectas algún link roto o erróneo. Con ánimo de que o...

[Teenage Mutant Ninja Turtles] Los vigilantes - Capítulo VIII


Ernesto De Rosa vislumbró a los tres hombres en cuanto torció con el vehículo en una esquina. Iba a paso de tortuga, con las luces dadas y cuando los vio – uno de ellos parecía llevar algo en brazos – el corazón le dio un vuelco. Fue a frenar pero se lió con el pie y la palanca de cambios, de modo que el coche le dio un tirón. No estaba acostumbrado a conducir, pues solía ir con chófer o en taxi a todas partes, pero haría lo que fuera falta con tal de recuperar a su hijito. Había obedecido a aquellos desgraciados al pie de la letra y debajo del asiento del copiloto llevaba una bolsa de gimnasio con el dinero que habían pedido y ciertos documentos que podían permitir a aquella banda llamada Harley’s Demons operar con tranquilidad.

Sabía que era un error, que estaba tirando tierra sobre su propio tejado. Sí, de acuerdo, le entregaban el dinero y ellos le devolvían a su pequeño, pero ¿qué sería lo siguiente? Porque seguro que seguirían chantajeándole en un futuro próximo y a saber qué sería lo siguiente que usarían como palanca negociadora. A De Rosa no le preocupaba lo que pudiera pasarle a él, pero otra cosa era cuando amenazaban a sus seres queridos, como su hijo. Sacudió la cabeza; mejor no pensar en el futuro si no en el presente. Se jugaba mucho. Detuvo el vehículo finalmente, intentó calmarse y paró el motor. Sin embargo, dejó las luces dadas, pues el muelle estaba demasiado oscuro.

A pesar de que le costaba no separar los ojos de su hijo se inclinó para tomar la bolsa del dinero y abrir la puerta, saliendo del vehículo despacio y mostrando en todo momento sus manos.

Aquél terrible albino le miraba con una gran sonrisa que a De Rosa no le gustó. Enfundado en cuero negro y rojo, con una bandana en la frente y su cabello casi tan blanco como la nieve, le contemplaba con una mirada helada, que se clavaba y traspasaba como si de un carámbano de hielo se tratara. De Rosa se tensó al instante pero intentó que no se le notara: estaba aterrorizado y más cuando se fijó en la pistola que portaba uno de aquellos individuos. 

- Vaya, vaya, vaya – dijo el hombre que se hacía llamar Snow, cruzándose de brazos – Hablando del rey de Roma…

- ¡Papi! – exclamó el pequeño, extendiendo sus manitas hacia el recién llegado pero el hombre que le sostenía le agarró con dureza y se las bajó, haciendo que el niño soltara un sollozo nervioso.

- Tranquilo, cariño. Papá ya está aquí – dijo De Rosa, mirando a su hijo para después posar la vista en Snow - Por favor – rogó, aunque su tono de voz seguía siendo firme – He traído todo aquello que me pediste. Ahora devuélveme a mi hijo…

Snow alzó una mano sin dejar de sonreír ni de mirarle de aquella forma.

- ¡Alto, vaquero! Puede que en tu despacho estés acostumbrado a dar órdenes, pero aquí no eres nada más que un saco de mierda, exactamente igual que nosotros. Aquí mando yo. Primero la pasta, luego el mocoso.

De Rosa no tenía más remedio que acceder aunque para sus adentros se maldecía por no ser más valiente. Una parte de él deseaba abalanzarse contra aquel hombre y sacarle los ojos pero ¿qué conseguiría con eso? Para empezar, jamás llegaría a tocarle, pues le apuntaban con un arma de fuego. Lo siguiente que podría suceder era que mataran a su hijo delante de él. Además él no era un hombre que estuviera en forma y Snow parecía bastante fuerte debajo de aquella ropa ajustada, por no hablar que serían tres contra uno.

Con un cuidadoso movimiento lanzó la bolsa delante de Snow, quien se agachó para abrirla tomándose un tiempo que al alcalde se le hizo eterno y lanzando de vez en cuando ciertas miradas socarronas a De Rosa, quien lo único que podía hacer era aguardar pacientemente a que terminara sin despegar los ojos de su hijo.

Una vez que el líder de los moteros pareció satisfecho con el botín se incorporó, tomó la bolsa y se la pasó al compañero que sujetaba el arma, que se la colgó del hombro izquierdo sin dejar de apuntar al alcalde.

Entonces Snow, con un movimiento lánguido, como si estuviera aburrido, hizo una seña al hombre que retenía a su hijo. Éste puso al pequeño en el suelo para que fuera él solito andando hacia su padre.

- Venga, largo de aquí…

- Abel, meu pequeno, vai* – llamó De Rosa en su idioma natal, agachándose y extendiendo los brazos hacia él.

El niño miró con sus ojitos azules hacia arriba, hacia aquellos hombres que tanto miedo le daban, pero su padre le estaba llamando. Así que poco a poco el pequeño perdió parte de su miedo y avanzó obediente hacia los brazos conocidos y añorados… hasta que Snow se agachó alargando sus manos hacia él con un movimiento tan rápido como el de una serpiente. Alzó al niño en volandas, apoyando la mano izquierda en su boca para silenciarle e inmovilizarle mientras que la mano derecha permanecía posada en su cinturón, donde tenía algunas bolsas.

De Rosa se revolvió hacia ellos, pero un movimiento del hombre armado con la pistola le hizo retroceder los dos pasos que había dado mientras miraba la escena con sus ojos castaños casi salidos de sus órbitas.

- ¡Por favor! – exclamó, por encima del llanto de su hijo, sofocado por la mano del motero- ¡Por favor, teníamos un trato! ¡He cumplido con mi parte!

- ¿QUÉ HAS CUMPLIDO CON TU PARTE? – exclamó entonces Snow: aquella expresión socarrona se había esfumado y ahora sólo había pura rabia en sus facciones de alabastro - ¡TE DIJE QUE NO HABLARAS A NADIE DE TODO ESTO!

- ¡Y no lo he hecho, por el amor de Dios! – exclamó De Rosa, al borde de la desesperación, llevándose las manos a la cabeza por un instante y alborotando su cabello negro, que ya empezaba a peinar algunas canas.

Snow sonrió y de nuevo con un movimiento increíblemente rápido de su mano derecha extrajo un gran cuchillo negro, heredado de su padre y que usó durante su servicio en Vietnam, y lo llevó hacia la garganta del niño, si bien no llegó a apoyar la fría hoja sobre su piel.

- ¿Acaso crees que soy estúpido? – preguntó en un tono de voz dulce, aunque poco a poco ésta se fuer cargando de desprecio – Todos los meapilas sois iguales: os creéis mejores que los demás sólo porque ganáis mucha pasta, conducís coches caros y porque los demás imbéciles hacen lo que vosotros decís…

- Por favor – rogó una vez más da Rosa con la mente dándole vueltas. Sólo tenía ojos para su hijito, para su niñito que estaba en peligro de muerte. El alcalde estaba tan desesperado, tan angustiado que no podía hablar nada más que en un susurro, temblando y con los ojos brillantes – Haré lo que quieras, te daré todo lo que quieras… 

- Si pensabas que no íbamos a ser capaces de pillar a esos tres zumbados que has contratado es que no sabes con quién cojones estás hablando…

- Pero por favor, a mi niño no… me tienes a mí, hazme lo que quieras, pero a él no, por favor… déjale marchar – seguía De Rosa casi como un autómata, sin escuchar realmente lo que se le estaba diciendo.

Entonces Snow le sonrió de nuevo, pero no con alegría, si no como lo haría un lobo ante la visión de un rebaño de ovejas totalmente indefenso. Estalló en una única carcajada que, a oídos de De Rosa, parecía de demente.

- ¡Claro que vas a darme todo lo que yo quiera! Porque si no regaré el suelo con la sangre de tu pimpollín – hizo una pausa dramática, pensando que ya lo tenía todo resuelto – Para empezar, exijo que…

Se detuvo al escuchar un sonido cercano de detonaciones. ¿Disparos? Por un momento todos los adultos presentes olvidaron en qué estaban metidos y giraron las cabezas en la dirección de la que venía el sonido, que era la de su cubil. Snow sufrió un momento de bloqueo, pero enseguida sospechó lo que estaba sucediendo. 

- Chopper – dijo, endosándole al susodicho al pequeño De Rosa, que seguía llorando sin parar – Esconde al mocoso y no te dejes ver hasta que te de la señal - se volvió a De Rosa senior –. Tú, ven aquí ahora mismo.

El alcalde obedeció sin rechistar y entonces Snow le asestó un puñetazo gratuito en el estómago que hizo que De Rosa hincara la rodilla en el suelo. A esas alturas los disparos ya habían finalizado. Quizá sólo hubo un problemilla con los prisioneros y ya había quedado solucionado o quizá fuera que esos idiotas no sabían divertirse sin disparar a todo lo que veían pero Snow no quería correr riesgos. Sentía que algo no iba bien y su intuición rara vez le fallaba. Así pues, se volvió a su subalterno armado.

- Chassis, ve a ver qué sucede. 

Éste obedeció y se puso en movimiento en dirección al edificio donde la banda había retenido al pequeño. 

Snow se inclinó y agarró al indefenso De Rosa de tal modo que le puso el cuchillo en la garganta.

- Muy bien meapilas, un solo movimiento en falso y te hago una sonrisa nueva – le dijo, mientras observaba a Chassis marcharse. 

Esperaría la vuelta de Chassis pero se había asegurado de que el pimpollo estaba fuera de la vista y además tenía a De Rosa como rehén… sólo por si acaso.



Chassis se dio cuenta un poco tarde de que no había dejado con su jefe la bolsa del dinero pero éste tampoco le había dicho qué hacer con él. Se encogió de hombros y continuó avanzando, con la pistola en ristre: el jefe parecía nervioso así que él extremaría las precauciones, aunque internamente pensaba que serían los muchachos pasándoselo en grande con los tres pirados. Apenas acababa de pensar esto cuando se le pusieron de punta los pelillos de la nuca: había alguien detrás de él. Se volvió deprisa pero no tuvo tiempo de disparar porque algo le golpeó en las manos. A pesar de que aferraba la pistola con fuerza ésta salió despedida hacia arriba. Chassis gruñó cuando perdió el equilibrio porque al girarse con tanto ímpetu no tuvo en cuenta la bolsa de deporte, que se balanceaba a su lado tirando de él. Algo barrió sus pies del suelo y en el instante en que éstos perdían contacto otro pie le golpeó en el estómago, haciéndole volar hacia atrás. 

Cayó pesadamente de espaldas, pero se recuperó y cuando vio que alguien saltaba hacia él encogió las piernas y las proyectó hacia delante. El quejido sordo y el dar con algo blando le confirmó que había devuelto el golpe a aquel hijo de puta.

Se incorporó abandonando la bolsa y buscando su arma, que estaba un par de metros delante de él… y algo más adelante estaba, apoyada sobre sus rodillas, aquella maldita chica disfrazada de lagarta. Ésta se dio cuenta de qué tramaba Chassis y se apresuró también hacia la pistola.  Los dedos de Chassis la rozaron pero un puntapié la mandó lejos.

El motero rugió de rabia y asestó un derechazo en dirección a la chica que lo esquivó y le devolvió el golpe en el costado derecho aprovechando que él tenía ese flanco desprotegido. Chassis volvió a encadenar una serie de puñetazos pero la chica esquivaba todos sus golpes y le contratacaba, de tal modo que fueron retrocediendo hasta que él tropezó con la bolsa del dinero.  Con un rápido movimiento la tomó en las manos y la proyectó contra la chica, dándole de frente y frenando su avance. Pero lo que Chassis no esperaba es que ella se aferrara a la bolsa y que tuviera tantísima fuerza: se sintió arrastrado y tras dar varios traspiés salió despedido hacia delante y se dio de morros en el suelo. Cuando quiso volverse sólo tuvo tiempo de ver un pie descalzo de cinco dedos yendo a toda velocidad hacia él… y luego todo se volvió negro.








* Portugués: "mi pequeño, ven".

2 comentarios:

  1. No se que me pasa que cada vez termino más rápido de leer, tal vez sea porque me ha resultado muy entretenido :P

    Ese Snowflake es todo un desgraciado , por un momento pensé que se había olvidado de la amenaza, ya veo que no; ademas su manera de hablar es bastante corriente, se nota que es todo un hdp.

    Es la primera vez que escucho la palabra "meapilas", en principio me suena como a "mear-baterias", aquí le decimos pilas a las baterías

    Lo de Chassis ha estado muy bien, de hecho me resulto graciosa la ultima parte donde solo alcanzo a ver un pie aproximándose a toda velocidad. 😄 Cuando era chaval he recibido un par de golpes directo a la mejilla o la cara (rencillas de pubertos😬), la verdad no me ha dado ni tiempo de ver el puño. Afortunadamente nunca me dejaron noqueado

    A mimir 😊💤

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. O que los capis son más cortos.

      Meapilas (despectivo): Persona que muestra una devoción religiosa exagerada o hipócrita.. Puede que no sea el término más adecuado, pero con el aspecto que tiene de Rosa a Snowflake se lo parece.

      Supongo que si tú eres quien sufres de primera mano esa agresión lo mismo no te das ni cuenta pero como en los dibujos animados se usa mucho el típico plano de: golpe hacia la cámara, pum, y sale el tío volando... pues eso.

      ¡Gracias por pasarte!

      Eliminar