Listado de fics del blog

Dale al título para ver el listado completo. Te animo a que me dejes un comentario si detectas algún link roto o erróneo. Con ánimo de que o...

[Crash Bandicoot] Universos entremezclados - Capítulo XII - Terapias inoportunas


1.

A Ana le molestó mucho que Jess insistiera en que se tumbara en el sofá porque eso hacía que se sintiera como una de sus pacientes, pero una vez que empezó a contarle todo se olvidó de ese detalle. Su amiga no la interrumpió en ningún momento escuchándola seriamente tanto de su experiencia como de los juegos de Crash, pues Jess jamás había jugado y quería saber todo lo posible. Cuando Ana hubo terminado su amiga guardó silencio y se sumió en sus pensamientos.

Ana se sentó y la observó con detenimiento. Habían pasado unos días desde que lo intentó con Dany. ¿Sería Jess más comprensiva? 

¿Por qué, a pesar del riesgo de quedar como una loca, se empeñaba en contar su historia? Porque se sentía terriblemente culpable por haberles preocupado a todos tanto… y porque, en cierto modo, lo necesitaba.

 - Bueno  – comenzó Jess, bastante seria - antes que nada, hay cosas que no he entendido exactamente y me gustaría que me explicaras más despacio.

Ella  asintió.

- ¿Puedo ver esos juegos?

Ana se levantó de su sofá y fue a su habitación. A los pocos segundos reapareció con todos los juegos de Crash. Jess les echó un largo vistazo, leyendo las contraportadas.

- He de admitir que el animalito es cuco aunque tiene un lado macarra ¿no? – comentó. Se detuvo mirando  con detenimiento la portada de La Venganza de Cortex y puso un dedo sobre el doctor – Y supongo que éste es… cómo decías que se llamaba… Ah, si viene aquí, ¿el tal doctor Cortex?

Ana volvió a asentir.

- Madre de Dios – susurró Jess observándole. Carraspeó - Háblame de él.

- Pues es un científico…

- Ya me lo has contado. Pero ¿cómo es? Porque por como lo has descrito me parece alguien impulsivo, rencoroso, obsesivo, irascible, inconsciente, manipulador, mentiroso…

- Pues sí pero eso era al principio – meditó Ana fríamente mirando al techo – Luego nos han dejado ver que es un poco cobardica y gracioso. Es como un “pringaillo” que te acaba cayendo bien a pesar de todo – Ana terminó sonriendo ligeramente. Era divertido despellejarle un poquito ¿pero qué pensaría él si la oyera hablar así? 

Jess había vuelto a arquear las cejas.

- Vamos, todo un partido. ¿No se habrá propasado contigo?

- Claro que no – respondió Ana, súbitamente incómoda y molesta.

- Cariño, por lo que me has contado... Sería capaz de eso y de mucho más. ¿Y por qué demonios tiene una N en la frente? Olvida eso – agregó antes de que Ana respondiera – Lo que me inquieta es por qué te dejaría volver...

- Ya te lo he dicho. Dijo que se había enamorado de mí… le dije que si eso era cierto me dejaría ir. Y lo hizo. 

Jess chasqueó la lengua.

- ¿En qué piensas? – preguntó Ana.

- Supongamos que doy alguna credibilidad a que tu historia es verídica. Que es cierto que existen otras dimensiones y fuiste a parar a una que, casualmente, es el universo de una franquicia de videojuegos. Un científico con clarísimas tendencias de psicopatía te captura pero luego se enamora de ti y, por eso, te deja en libertad para que vuelvas a tu hogar. ¿No te parece absurdo? ¿Por qué le daría un ramalazo de bondad?

- No lo sé, pero me pareció sincero. Además, aunque él aún no lo sabe (o eso presumo) querrá a otra persona lo suficiente como para ser capaz de sacrificarse por ella… su sobrina Nina. ¿No crees que eso hace que esto otro sea posible?

Jess suspiró con paciencia y volvió a observar la carcasa de Twinsanity, donde Nina Cortex tenía un huequecito.

- Además debes darle credibilidad a mi historia porque tengo estas pruebas – añadió Ana y se sacó el colgante, ofreciéndoselo.

- Vaya, esto sí que es bonito. ¿Y dices que lo has sacado de ahí?

- Fue Neo quien me lo dio.

- ¿Le llamas por su nombre de pila? – interrumpió Jess mirándola con sorpresa.

- ¿Eh? Sí – Ana frunció el ceño - ¿Algún problema?

- No, no, ninguno, no hace falta que saltes a la defensiva. ¿Y dices que te lo dio él? ¿Por qué?

Ana se lo explicó.

- He de admitir que es un detalle bastante acertado, pero cualquiera podría decirte que lo has comprado en una tienda de esas que tanto te gusta.

- Brilla en la oscuridad, emite una luz interior. ¿Qué me dices de eso?

- No creo que sirva mucho como prueba.

Ana se la quedó mirando. 

- Bueno, luego está esta otra cosa – dijo enfurruñada. Pareció reacia por un momento pero finalmente le pasó el objeto que tenía en las manos a su amiga.

- ¿Esto qué es? – preguntó Jess mientras lo observaba con mucho interés - Parece un walkie-talkie pero más sofisticado…

- Lo hizo Neo.

Jess se detuvo en seco y dejó de manosearlo, mirando a Ana con expresión de reproche. A continuación comenzó a manipular el transistor como si fuera a estallar en cualquier momento. Estaba claro que no le gustaba tener cerca algo creado por un científico con ganas de conquistar el mundo.

- Bueno, has dicho que lo hizo el “científico malvado”. ¿Para qué te lo dio?

- Dijo que era por si le necesitaba... o simplemente por hablar. Él tiene otro igual. 

La psicóloga la miró sorprendida.

- ¿Te ha llamado?

- Pues no… Pero estaba pensando en llamarle yo…

- ¡Annie! ¡Ni se te ocurra!

- Pero Jess…

- ¿Y qué motivo tendrías para llamarle?

Ana se ruborizó. No quería admitir que le echaba de menos, ella era la primera sorprendida.

- ¿Y bien? – preguntó, evitando la pregunta-  ¿Me crees verdad?

Jess la miró fijamente y suspiró.

- Te creo y no te creo – dijo finalmente. Parecía elegir cuidadosamente las palabras – Por todo lo que me has contado es obvio que sufres de estrés postraumático. Algo extraño te ocurrió y lo has distorsionado incluyendo elementos de un juego típico de tu niñez para hacerlo más llevadero. Es obvio que también padeces Síndrome de Estocolmo porque…

- ¡No te he pedido que me analices como a tus pacientes! – saltó Ana – Sólo quiero saber si, ,como amiga, me crees. Porque estuve ahí Jess.

La interpelada la cogió las manos.

- Te creo – le dijo mirándole fijamente a los ojos – Estoy siendo franca contigo, te lo prometo. No sé explicar con palabras de calle lo que te ha pasado pero me quedo más tranquila porque ya lo sé. Ahora bien, he sido sincera en esto y lo seré ahora también – y miró con desconfianza el transistor – Cuando te llame el tal Neo… no le contestes.

- Pero…

- Escucha cariño – le dijo Jess adoptando el tono que usaría una madre con su hijo para explicarle algo sencillo – Ese tío es peligroso, MUY peligroso. Es un trastornado violento por cuya cabeza pasa de todo menos flores y mariposas. Lo sabes. No te conviene una persona así. A nadie le conviene, realmente. Ni como amistad ni como algo más, dios santo… 

Ana bajó la vista.

- Pero si es que yo todo eso ya lo sé Jess. Es cierto que me conmovió en ciertos momentos y, no sé, me da la sensación de que realmente hay bien en su interior, muy oculto sí, pero lo hay. Ya te he dicho que con Nina…

- Pero vamos a ver ¿qué sientes por él exactamente? Porque le defiendes tanto – hizo una pausa - Escucha. Su problema no es algo que se cure de la noche  a la mañana. Este tipo de gente a menudo es insensible en las relaciones interpersonales de cualquier tipo, son gente que manipula para que los demás hagan lo que ellos quieren, carecen de empatía. ¿Que pueda darse el caso en que alguien les despierte un sentimiento afectivo? Podría ser, tanto como para amor como para odio, pero por lo general no será algo sano.

- Pero siento que al menos le debo una respuesta – dijo Ana en tono de súplica – Una sincera.

Jessica negó con la cabeza, inflexible.

- Ni hablar. ¿Sabes cuál es la mejor respuesta de todas? La del silencio. No le llames y, si te llama él, no contestes. Es posible que hasta piense que el aparato no funcionó finalmente.

- Pero ¿y si insiste?

- En ese caso tú sigues insistiendo en no contestar… aunque lo mejor sería que lo destruyeras cuanto antes. 

Al ver la cara de Ana la dio un abrazo.

- Annie, tienes que estar bien y tranquila. Estás en casa, estás a salvo. Y todos aquí te queremos de verdad.

- ¿Y si le da por venir aquí? Tampoco quiero eso.

- No vendrá.

- Das las cosas por sentado sin ninguna base… no me lo puedo creer.

Su amiga se rió.

- Bueno, me lo habrás pegado. No, mira, si es un cobarde en el sentido que me has dado a entender, no se arriesgará a venir con su tecnología a una dimensión donde tiene la sospecha de que no va a funcionar. Es un calzonazos ¿no? Además, no le importas tanto, ya te lo digo yo.

Ana no estaba muy convencida pero decidió no contradecir a su amiga. Sospechaba por la manera en que la observaba que había sido sincera a medias y había algo que la preocupaba, pero lo dejó estar. Miró el transistor.

- Bien Jess. Te prometo que cuando llame, si es que llama, no se lo voy a coger… pero intentaré romperlo.

- ¿Quieres que lo haga yo?

- No, quiero hacerlo yo misma.

- Muy bien. Debes superar de una vez toda esta historia… otra cosa, quiero que me des todos los juegos de Crash.

Ana bufó incrédula.

- ¿Qué?

- Vamos… es una forma más de que sigas reviviendo la experiencia. ¿A qué has estado jugando a los juegos recientemente?

El rubor tiñó las mejillas de la joven.

- ¿Tan bien me conoces?

- Noté que la carcasa de Twinsanity estaba vacía – respondió su amiga encogiéndose de hombros - Me juego lo que quieras a que está en la consola.

- Es que ahí es tan mono…

Ana se interrumpió al ver la cara de Jess.

- Venga – insistió ésta -  es por tu bien. Es sólo un préstamo. Te prometo que cuando estés mejor te los devolveré. ¿Trato hecho?

La chica la miró durante un tiempo, reacia, pero no tuvo más remedio que aceptar. 


Se sentía como una yonqui que empieza una rehabilitación…



- Ti-tiene que dejar de pensar en ella. Se fue, era lo que ella quería y no va a volver.

Brio intentaba sonar firme pero él mismo sentía que perdía fuelle nada más empezar. Neo estaba sentado a la mesa de su despacho, con un café intacto. Temía la ira de Neo, su temperamento habitual, pero lo extrañaba. Indicaba que las cosas no iban normales.

- ¡Para ti es fácil decirlo! ¿Y si te quitaran tus cacharritos de química? Seguro que no estarías tan tranquilo.

- Eso ha sido un golpe bajo, doctor. Yo s-se lo digo por su bien… por el bien de la organización. Esta no es forma de c-comportarse para un adulto, tenemos responsabilidades – matizó mientras recogía los papeles que Pinstripe le había dado y que finalmente había conseguido que su jefe firmara.

A Brio se le agotaba la paciencia. Como hemos dicho no le gustaba verle así aunque una ínfima parte de su ser lo estaba disfrutando; pero al pensar más en el asuntó sintió unos celos remotos al pensar que Neo también había recibido palabras cálidas de afecto por parte de la chica. Al menos Brio no era un botarate que se dejara ablandar por ello… no hasta el nivel de enamorarse. Porque estaba más que claro que eso era lo que pasaba. 

Y nunca había conocido a un Neo enamorado. En sus años de estudios Brio recordaba con bastante claridad la actitud pasota de su colega hacia las chicas, incluso con Tracy, aunque en este caso él siempre tuvo sus dudas. Aun así ya en esa época Neo calificaba de cabezas de chorlito a  aquellos que se sometían – esa era la palabra que usaba- a una mujer. Si se viera ahora…  Por esta razón tenía el suficiente valor de “regañar” a Cortex aunque ni imponía ni conseguía nada con ello.

- ¡Ninguna llamada! – exclamó éste, ignorando a su colega -  Seguro que ni se acuerda de nosotros… quizá tengas razón.

- Ya sabe lo desagradecida que es l-la gente, doctor… aunque he de a-admitir que ella no lo parecía...

Neo gruñó por lo bajo.

- ¿No se toma el café?

- No tengo ganas.

Como ya habéis deducido ninguno de ellos sabía que el tiempo en la dimensión de Ana no fluye igual de deprisa que en la suya; mientras que para la chica apenas habían pasado escasos días en los cuales había estado realmente ocupada volviendo a sus rutinas, poniendo en orden su vida privada y obedeciendo a su amiga, para ellos habían pasado varias semanas, por lo que pensaban que después de todo ese tiempo era más que obvio que Ana diera señales.

- Lo único que no entiendo es por qué no ha llamado. Con todo lo que he hecho por ella… y yo aquí esperando sin poder hacer nada…

Fue entonces cuando se puso en pie de un salto.

- ¡Claro eso es!

- ¿El qué?

- ¡Pues es obvio idiota! Si ella no llama, tendré que hacerlo yo.

- ¿Llamarla u-usted? Pero eso no se hace – dijo Brio, poniéndose digno – E-existe el orgullo y ese impulso es más propio de adolescentes que…

- ¿Te digo dónde puedes meterte el orgullo y la adolescencia? La llamaré y no hay más que hablar. Además si hablo con ella puedo intentar convencerla o atraerla de alguna manera de nuevo hasta aquí… No tiene nada de malo que llame yo y Ana prometió que me atendería.

Brio se aguantó las ganas de palmearse la frente pero entonces se le ocurrió que quizá fuera lo mejor. Seguro que la chica le daba plantón ahora que estaba en su dimensión originaria, feliz de la vida. Entonces Neo se enfadaría mucho al sumar otro rechazo más en su largo historial de desencantos y todo volvería a la normalidad. 

Además el propio Brio tenía un corazón algo podrido y no le importaría ver al hombre que le había robado parte de su mérito algo más hundido en su miseria emocional. ¿Cómo llamaban a eso? Ah sí, cosas del karma.

- ¿Sabe qué, doctor? – le dijo disimulando su malicia - M-me parece una gran idea…




2.

El día era radiante y soleado. Hacía una temperatura ideal que invitaba a la gente a salir a la calle para ir de compras, pasear o simplemente, repantingarse en cualquier parte para disfrutar del que probablemente sería el último día con temperaturas tan suaves, pues el verano se les echaba encima y en esa parte del país era bastante sofocante.

Sin embargo Ana no tenía tiempo para estas cosas. Estaba en régimen de aislamiento en su piso esa semana. Ya había avisado a su hermano de que iría más tarde de lo normal al bar para poder ponerse al día. Éste, como es natural, no le había puesto ninguna objeción.

Se había pasado los últimos días estudiando durante todo el tiempo posible entre clases y trabajo y sólo hacía pausas para ir al servicio, prepararse algo rápido para comer y echar un sueñecito ocasional. Había asaltado el herbolario y la farmacia para recuperar su dispensario particular: Carnitina para mejorar el rendimiento cerebral, Piracetam Complex para aumentar la energía, la memoria y la concentración, DeMemory y Berocca… y se estaba tomando en ese momento un batido de frutas. 

Su aspecto dejaba un poco que desear. Llevaba un pantalón de chándal viejo, una camisa blanca y negra de hombrera de “Los Ramones” que le quedaba un poco holgada y una rebeca fina larga de color gris. Se había recogido el pelo en un desordenado moño con un lapicero, por lo que algunos mechones que le caían sueltos, y lucía ciertas ojeras por el cansancio. Esto último no le importaba, como estudiante estaba acostumbrada y además, el estudio le ayudaba a no pensar en su estancia en la dimensión Wumpa… y en Neo.

Tenía la mesa repleta de libros y tomaba apuntes para hacerse esquemas que le ayudaban a los repasos rápidos. Se había hecho casi un ovillo al recoger una pierna y apoyar el pie en el propio asiento mientras que pasaba la otra por detrás de ese tobillo, lo que provocaba que estuviera un poco inclinada – había estado estirada tanto tiempo que le dolía - y tamborileaba con el bolígrafo sobre el libro abierto más cercano mientras fruncía el ceño. Tan enfrascada estaba repasando la farmacología clínica (había hecho un alto con la bioquímica fisiológica), que cuando llamaron a la puerta casi no lo oyó.

- ¡Ya va! – gritó quitándose sus gafas de pasta negras y se restregó un poco los ojos. Ana sufría de vista cansada por el estudio y los videojuegos, además de un poquito de hipermetropía, por lo que sólo usaba las gafas cuando iba a forzar la vista.

Se calzó sus zapatillas de ositos panda y acudió bostezando a abrir la puerta.

- ¿Sí?

Cuando vio a la persona que esperaba en el descansillo del edificio se quedó totalmente de piedra. Se trataba de un chico alto y guapo, cabello castaño claro, y de limpios ojos azules. Iba vestido con un polo casual de color azul y pantalones vaqueros claros. Llevaba una bolsita con algo dentro en las manos. El joven le dedicó una amplia sonrisa.

- ¿Greg? – preguntó Ana y notó cómo se le aceleraba el pulso- ¿Qu-qué haces a-aquí?

- Hola Annie – le dijo él- ¿Te pillo en mal momento?

La joven se había quedado totalmente pasmada y se dio cuenta que le miraba como una tonta, con los ojos y boca muy abiertos. Frunció ligeramente el ceño y se cruzó de brazos, incómoda. Su amiga Jess ya le había dicho que evitara ese tipo de gestos porque la hacían vulnerable, pues denotaban introversión y rechazo hacia lo que le rodeaba por el pudor. Alejó el pensamiento de su mente.

- Sí… ¡no! Quiero decir, no, sólo estaba estudiando… N-no te esperaba…

- Lo sé, sé que es muy imprevisto pero necesitaba hablar contigo.

- Greg, hace ya poco más de un año que no hablamos…

- Lo sé, tienes que perdonarme… yo, bueno, te llamé hace un par de semanas pero no estabas así que intenté dejarte un  mensaje en el contestador pero me saltó que el buzón estaba lleno, así durante varios días. Así que he decidido acercarme y ver que estaba todo bien… y para darte esto.

La joven tomó el objeto envuelto en la bolsa que él le tendía. Lo desenvolvió y su sorpresa fue de órdago.

Se trataba de un álbum de recortes y fotografías que había ido haciendo con sus propias manos durante años y que ella daba por perdido.

- Hice limpieza para tirar algunos trastos – siguió él – y, bueno, lo encontré en uno de mis armarios. Supuse que querrías recuperarlo. No me di cuenta que te lo hubieras dejado, si no, te lo habría dado mucho antes.

Ana luchó porque no se le saltaran las lágrimas.

- La verdad que lo dejé por si lo querías– susurró abriéndolo y ojeando las fotografías.

- Es tuyo aunque en muchas de esas fotos salga yo. También salen tus padres, tu hermano y amigos. Creo que lo más apropiado es que lo tengas tú.

Ella sonrió, lo cerró y lo abrazó contra su pecho. Los ojos le brillaban.

- Gracias.

Ana entonces se percató de que Greg permanecía de pie en el descansillo. 

- ¡Ay! Perdona – se disculpó y echó una ojeada al interior de su piso. Vergonzoso – Te invitaría a pasar pero está todo hecho unos zorros…

Tampoco estaba muy segura de si quería dejarle entrar. 

- No pasa nada, de hecho iba a decirte que si te apetecía podríamos salir a dar un paseo y tomar algo. Hace un día estupendo.

- M-me encantaría – se maldijo así misma por decir eso – Pe-pero tengo que estudiar…

- Oh venga ¿sólo un ratito? Necesitas desconectar un momento, ya sé que estás en tu modo “estudio a saco” – bromeó él. Ana intuía que quería romper el hielo con algo de humor pero la situación era incómoda a más no poder.

- Pues… - empezó. Entonces decidió que no pasaba nada a fin de cuentas. Y de hecho sí que necesitaba un descansito – Está bien, pero sólo un ratito y por aquí cerca.

Él asintió pero cuando vio que Ana se adelantaba la miró conteniendo la risa.

- ¿Vas a salir así?

Ana se encogió de hombros.

Entonces Greg bajó la vista y ella le imitó. Sus ojos acabaron sobre las zapatillas panda. Ana subió la vista y se encontró con la de su exnovio, que le sonrió.  La chica sintió que se ruborizaba hasta la raíz del cabello pero consiguió esbozar una media sonrisa.

- Tienes razón, me pondré algo más apropiado… cinco minutos – y desapareció en el interior


En menos de diez minutos se había vestido y adecentado. Se había puesto unos vaqueros slip, una blusa Halter con estampados florales y unas bailarinas blancas. Tomó el  último bolsito que usó la última vez que salió; sabía que allí llevaba la cartera con  dinero, una barra de cacao de fresa y pañuelos por lo que no se entretuvo en comprobarlo y lo agarró, guardándose el móvil en un bolsillo del pantalón.  Se lavó la cara y se soltó el pelo, peinándolo rápidamente. En apenas unos segundos se pintó su habitual raya en los ojos, se echó perfume a toda velocidad y enfiló hacia la puerta, bajando las escaleras del portal. En la calle le esperaba él.

- ¡Lista! – exclamó y se sorprendió del entusiasmo que sentía.

- Mucho mejor. Estás muy guapa.

Dieron un pequeño paseo donde ambos – sobre todo él- hablaron de diversos temas como de sus respectivos trabajos y estudios – en el caso de Ana esto último y en absoluto le mencionó nada de su aventura– del tiempo y otras nimiedades para después ir a tomar algo a una cafetería cercana. Tras pedir él un café y ella una infusión se autoimpuso la ley del silencio. 

Ana nunca había estado tan nerviosa. Le palpitaba el corazón tan deprisa que lo sentía en los oídos y tenía las manos sudadas, por no hablar de un nudo en el estómago.

- "Oh, ¿te quieres calmar?" – se decía así misma – "¿Pero a qué vendrá todo esto? De momento no hemos hablado de nada en concreto. ¿Deberías preguntárselo o mejor dejar que él lo diga? A fin de cuentas, ha sido idea suya… un año. Madre mía. Cómo pasa el tiempo. Qué guapo está… ¿en qué estabas pensando cuando fuiste a abrirle con esas pintas?"

- Bueno – dijo Greg y ella detuvo sus pensamientos, sonriéndole nerviosa – Espero no haberte aburrido antes contándote lo de mi trabajo. 

- ¡No, qué va! – replicó ella.

Él la sonrió.

- ¿Te puedo hacer una confesión? – le preguntó.

Justo en ese momento les sirvieron lo que habían pedido. Ana se puso a remover el té algo ansiosa, le dio un sorbo y asintió.

- Antes de llamarte la primera vez hablé con Jess y ella me pidió que desistiera.

Ana arqueó las cejas.

- ¿Ah sí?

- Sí, quiso que le diera a ella el álbum pero me negué – dijo él bebiendo un poco de café y bajó la mirada – Mira, quiero pedirte disculpas. Sé que me comporté como un imbécil y que lo pasaste mal por mi culpa…

La chica empezó a negarle con la mano para darle a entender que no tenía importancia pero él continuó.

- Jess ha estado enfadada conmigo todo este último año. Me costó mucho retomar la amistad y aún siento que no es como antes. 

- Lo sé.

Greg hizo una pausa.

- Lo siento mucho Annie, de verdad.

Ella le sonrió con sinceridad. 

- No tiene importancia– dijo despacio – Son cosas que pasan. También fue mi culpa por no saber… por no saber tomármelo de otra manera. Pero ya estoy bien y…

- ¿Sabes por qué he quedado contigo, Annie?

La interpelada se interrumpió y sintió que o bien el corazón o bien el estómago se le iban a salir en cualquier momento por la boca.

- ¿Para darme el álbum? – preguntó con timidez.

- No exactamente pero en parte sí – dijo él, manteniendo la mirada clavada en su café, el cual rodeaba con ambas manos-  Cuando lo encontré... bueno, he estado varias semanas dándole vueltas, no me decidía a llevártelo a pesar de que sabía que tenía que hacerlo. Lo hojeé y recordé lo feliz que había sido en esa época, lo felices que éramos juntos y… había pensado… aunque entendería que te negaras… que si querías, bueno, en fin, que lo retomáramos.

A Ana casi le dio algo; le había dicho exactamente lo que llevaba sospechando desde que le vio en el umbral de su apartamento. Sintió un gran vértigo, como si estuviera cayendo a toda velocidad por un pozo sin fondo, sentada y todo en su silla. Se había imaginado tantas veces esta escena por las noches, mientras se consumía en un mar de lágrimas…

- ¿Qué me dices? ¿Lo intentamos de nuevo, nena?

La chica se había quedado totalmente muda pero justo cuando iba a abrir la boca para intentar contestar se escuchó un fuerte pitido que provocó que ambos se sobresaltaran.

Ana se giró nerviosa. Venía de su bolso. Y justo en ese momento recordó que allí se había quedado el transistor  de Neo desde el día que bajó a la farmacia. Lo había olvidado por completo.

Si antes se había sentido caer sin pausa ahora lo que sintió fue como una desintegración.

- No, por favor, ahora no…

- Caramba ¿qué es eso? – preguntó Greg.

La chica se disculpó, abrió el bolso y lo revolvió. Estupefacta clavó la vista en la luz roja parpadeante del transmisor. 

- Contesta si quieres – le animó el chico.

Ella contempló por un momento el aparato, dubitativa, y pensó en el consejo de Jess. Luego levantó la vista y sonrió nerviosa a Greg que la miraba con interés.

- Ehm, perdona.

- No pasa nada, adelante. 

- No… no es… importante.

- ¿Segura? Que no me importa que lo atiendas. Si quieres te dejo intimidad – dijo Greg haciendo ademán de levantase.

- ¡No! No. Que llame en otro momento.

Él la miró durante unos segundos y, al ver que ella no hacía nada por cogerlo, se volvió a relajar en la silla.

- Como quieras.

Ana guardó el transistor en el bolso de nuevo, tapándolo con todo para intentar amortiguar el molesto sonido. Le ponía nerviosa y era incapaz de hablar con ese pitido de fondo. Empezó a sentir mucho calor.

- Bueno… eer, perdona ¿qué decías? – preguntó sintiéndose como una auténtica idiota.

- Decía – repitió Greg con paciencia – en que si quieres que volvamos a ser una pareja, como antes.

Ana suspiró y bajó la mirada, triste y perdida. Su estado de ánimo había cambiado por completo. Se sentía tan feliz hacía un momento pero la llamada tan inoportuna de Neo lo había echado todo al traste.

- Mira Greg… yo…

- Annie, sé que lo has pasado fatal… bueno, no, realmente no lo sé porque no he estado allí para verlo.

- ¿Cómo te has enterado de eso?

- Me lo contó Jessica… o más bien, me lo reprochó. 

El pitido del transistor se calló. Ana sintió un gran alivio pero a la vez una punzada de remordimientos.

- Y quiero que sepas lo mucho que lo siento. Me… me comporté como un auténtico imbécil… sé que no debí hacer aquello… pero era un idiota, un capullo y… bueno, te mentiría si te dijera que en éste último año no he pensado en ti a menudo, pero pensaba que me odiabas por lo que hice y que te negarías a verme.

- Greg, yo… 

El pitido volvió a sonar. Ambos lo ignoraron aunque Greg miró de soslayo en dirección al bolso.

- Nunca hablamos después y me quedé con ganas de disculparme. Y, además, ver el álbum me hizo recordar que nunca he sido tan feliz al lado de nadie salvo contigo.

Ana estaba empeñada en sacar alguna esquirla del cristal de su vaso con las uñas pero, por alguna endemoniada razón, no lo conseguía. 

- Mira Greg, seré sincera contigo – soltó de pronto – Ahora mismo estoy en un momento que… no… no sé… tengo un lío tremendo en la cabeza.

El chico la miró largamente. El sonido finalizó.

- ¿Quieres decir que… hay otra persona?

Al oír esto Ana se echó hacia adelante y se frotó ligeramente las sienes.

- Sí… no… ¡realmente no! – exclamó exasperada, porque no sabía ni lo que decía – No exactamente. Digamos que hay alguien, pero no hay nada entre nosotros.

Greg no parecía entenderlo.

- ¿Puedo preguntarte cómo es? - preguntó. 

- Pues es… diferente. Es algo mayor y… bueno… no sé, es complicado de explicar.

- ¿Pero tú quieres algo con él?

- No, pero…

- Entonces no comprendo cuál es el problema.

- Ya te lo he dicho… es complicado.

- Entiendo – aseveró Greg pero Ana sabía que no era así. Tenía pinta que quería evitar la conversación.

Todo se había arruinado.

- Oye, será mejor que vuelva a casa. Tengo mucho que estudiar.

- Sí, tienes razón, perdona.

Greg pidió la cuenta y se dispuso a pagar pero Ana también alargó dinero. El chico lo rechazó.

- Quiero pagar mi parte – dijo Ana.

- Ni hablar, invito yo. Hemos venido por mi ¿recuerdas?

Ella insistió un poco más pero Greg también de modo que se dio por vencida y guardó el billete.

El camino de regreso fue realmente incómodo para ambos porque apenas cruzaron palabra, cada uno sumido en sus pensamientos. El transistor, por su parte, no volvió a sonar.


Greg insistió a acompañarla hasta la puerta de su apartamento. Cuando Ana abrió la puerta e iba a cerrar tras despedirse él la detuvo posando la mano sobre la madera.

- ¿Sí? – preguntó Ana.

Greg estaba ligeramente inclinado hacia ella, muy cerca.

- Sólo quiero que sepas que me ha gustado mucho quedar contigo esta tarde.

Ella sonrió apoyándose en la puerta.

- A mí también.

- Y, escucha Annie. Yo… bueno, quiero decir que entiendo tu confusión y que no debes preocuparte. Si es necesario para ti, tómate el tiempo que necesites, yo no tengo ninguna prisa. ¿De acuerdo?

- De acuerdo... Gracias, Greg.

Se sostuvieron la mirada por un momento, ella sintiéndose perdida en ese mar azul que eran sus ojos. Justo cuando él pareció que iba a acercarse Ana se retiró, susurrando una breve despedida y cerró la puerta.



Ana recostó contra la madera y cerró los ojos con fuerza.

- ¡Serás idiota! – se dijo así misma.

Sacó el transistor y lo miró durante un largo rato. Luego posó su mirada en el álbum de fotos que había dejado sobre la repisa de las llaves.

- Idiota… Él quería besarte – se dijo – Lo notabas, pero no te atreviste… ¿por qué dudas?

Suspirando intentando apaciguar sus nervios guardó el transistor en el bolso, tomó el álbum y lo puso en la estantería con los demás. Después fue al dormitorio se volvió a poner su ropa de estar por casa que había dejado tirada de cualquier manera sobre su cama por las prisas, se hizo el moño con el lapicero, se puso sus gafas y, tras tomar aire largamente, se enfrascó de nuevo en los estudios para no pensar en nada de lo sucedido.


1 comentario:

  1. Jess es la mejor amiga de Ana y es psicóloga, quizá por eso se lo haya tomado todo así.

    ¿No has pensado que Ana puede tener o bien Síndrome de Estocolmo o bien morriña pura y dura? ¿Quién sabe? Yo aquí no mando: es lo que yo soñé y lo respeto xD Me lo pasé bien soñándome viendo esto en la tele mientras me ponía gorda a palomitas.

    Cortex ha recibido más rechazos y espaldas que ya es un boina verde.

    ResponderEliminar