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[Crash Bandicoot] Universos entremezclados - Capítulo XIII - Neo recibe un poco de su propia medicina


Durante el día siguiente al menos en un par de ocasiones el transistor volvió a sonar, reverberando en toda la habitación. Al final Ana se había desquiciado y había guardado el aparato en uno de los cajones de su cómoda para que la ropa amortiguara el sonido. 

Se contenía no sólo por la advertencia de Jess si no por su propia confusión; sencillamente, nunca había sido buena en los conflictos y, si cogía la llamada de Neo, sería afrontar uno… y no sabía cómo hacerlo. Estaba convencida de que lo que sentía por ella el científico era auténtico pero eso no iba a ningún sitio, sencillamente no había por dónde cogerlo pero, por alguna razón, sentía que le estaba traicionando al querer a Greg de nuevo en su vida. Y eso le hacía sentirse fatal.

Miró los huecos vacíos entre su colección de juegos, allí donde los de Crash tenían su lugar, y suspiró con nostalgia. 

Dio un respingo cuando, en esos momentos, volvió a resonar el transistor.

- ¡Déjame en paz! – chilló yendo hasta la cómoda y mirando la luz parpadeante del aparatito.

Lo tomó de nuevo con manos temblorosas y estuvo por pulsar el botón, pero se detuvo. Tomó una decisión justo en ese momento.




- Annie, cielo, me pillas en un mal momento…

- Me ha llamado.

Se escuchó silencio al otro lado de la línea. Y al cabo...

- Disculpe, será sólo un segundito  – escuchó que decía su amiga a alguien. 

Ana miró entonces el reloj y se dio cuenta de que, por la hora que era, Jess estaría pasando consulta. Se sintió tremendamente culpable y se sonrojó.

Oyó como el sonido de una puerta al cerrarse desde el otro lado.

- De acuerdo, a ver, conserva la calma – le dijo Jess hablando en un tono de voz bajo.

- Oye Jess, ¿estabas con un paciente? ¡Lo siento muchísimo!

- Sí, pero no te preocupes. Vamos a ver… no se lo habrás cogido ¿verdad?

- No.

- Buena chica. ¿Cuántas veces te ha llamado?

- Pues, aguarda – Ana se concentró y las contó – Como unas siete o más, no estoy segura, cada vez es más insistente. La primera fue el miércoles cuando estaba con Greg en…

- ¿Has dicho Greg? – preguntó Jess con un tono de voz más elevado.

Ana se maldijo por su desliz. Siempre igual, menuda bocaza que tenía.

- Bueno, a ver, no importa – oyó que decía su amiga – Mira, tesoro, ahora no puedo atenderte, pero al mediodía en cuanto salga de la consulta me voy para tu casa. ¿De acuerdo? Y, si quieres, comemos juntas.

Ana asintió a pesar de saber que Jess no podía verla.

- Hasta entonces – continuó despacio – ni se te ocurra coger esas llamadas. Pensaba que lo habías roto…

- No he sido capaz.

- Siléncialo o apágalo.

- No tiene ningún botón para nada de eso. Me dijo que se acabaría la batería y que entonces quizá no pudiera usarlo más.

- ¿Y cuánto dura?

- ¿Un montón?

- Bueno, pues envuélvelo en ropa y guárdalo en algún armario. 

- Sí, si eso ya lo hice. Está entre mis… bragas – Ana tuvo que librar una épica batalla para que no se le escapara una risa nerviosa. Qué irónico; quién le iba a decir a Neo que, sin darse cuenta, había llegado a sus bragas.

Se mordió los labios con fuerza... no te rías, no te rías...

- ¿Cómo? Oye tesoro, tengo que volver con el paciente, pero te prometo que a la hora de comer estoy allí. ¿Vale?  ¡Ánimo! Te quiero.



Un par de horas después Jessica estaba en la puerta del apartamento de su amiga.

- Justo está sonando, me está volviendo loca – dijo Ana en tono de súplica.

- A ver – dijo Jess sin saludar y entrando como una exhalación, arrojando su bolso negro al sofá – déjame a mí al acosador que de ésta se acuerda. ¿Dónde demonios está ese trasto?

Justo lo vio encima de la mesita de la sala de estar y lo cogió. Jess iba muy guapa con una blusa negra de cuello Peter Pan y mangas francesas. Llevaba también una falda de tubo roja que terminaba justo encima de sus rodillas, medias transparentes y zapatos de tacón negros. Su pelo rojo iba ajustado en un gran moño que respetaba su flequillo.

- ¡Jess! ¿Qué vas a hacer?

- ¿Que qué voy a hacer? Voy a darle un poco de psicología, eso voy a hacer.

- No seas brusca con él, que tampoco está haciendo nada malo…

- Uy que no – dijo la psicóloga apoyando su otra mano en la cadera.  Descolgó apretando el botón y se acercó el transistor a la boca, cuyos labios rojos se crisparon antes de hablar - ¿Sí? 

La voz de Neo resonó al otro lado del intercomunicador.

- ¡Ana! Al fin… ¿Estás bien?

- ¿Quién eres? – preguntó Jess bruscamente.

- ¿Eh? – Neo se mostró confuso– Ana, soy yo, Neo… 

Ante tal afirmación Jessica se sorprendió y miró por un momento a Ana con una sospecha reflejada en su rostro. Ésta no pudo evitar cierta satisfacción al comprobar que su amiga no le había creído del todo.

- ¿Hola? ¿Ana? Maldita sea Brio ¡no me oye! – exclamó entonces Neo y se oyeron ruidos como si moviera el transistor – ¿Qué clase de ajustes chapuceros de mier…?

- ¿Oye? – preguntó Jess saliendo de su aturdimiento – Te oigo perfectamente.

- ¿Ah sí? – preguntó a su vez el científico dulcificando la voz - ¡Cuánto me alegro! Estaba tan preocupado. ¿Por qué no lo cogías? He estado todo el día de ayer y el de hoy intentando contac…

- Yo no soy Ana – contestó la chica, volviendo a interrumpirle. 

Tras esas palabras se hizo un silencio de unos segundos. Ana se tensó.

- ¿Y quién eres tú? – preguntó Neo. Su voz había bajado bastantes grados en el termómetro.

- Su mejor amiga. 

Otro silencio incómodo.

- Muy bien, felicidades – dijo Neo volviéndose sarcástico - Me abstendré de preguntar qué haces tú con mi N-Comunicador Interdimensional. 

- ¿Tu qué? Bueno, de todos modos eso no te importa.

- Tienes suerte de que no estemos en la misma habitación… Pero te daré el beneficio de la duda, quizá no me escuchaste bien. Quiero hablar con Ana.

- Mmm… No – negó Jess tranquilamente.

La situación en la mente de Ana se recreó como una lucha de púgiles en un cuadrilátero, dos contrincantes muy igualados, pero su amiga iba ganando porque usaba ganchos que iban directos a la mandíbula. O más bien eran del tipo "sucker punch". Quizá se estuviera pasando. Empezó a hacerle señas pero la otra joven le hizo un gesto indicando que se estuviera quieta.

- ¿Cómo qué no? ¡Habrase visto! … mira – dijo, en un tono de voz más calmado – Sólo quiero hablar con ella…– ambas chicas se percataron que estas últimas palabras las pronunció con notable esfuerzo.

- Veo que no lo entiendes. Ana no quiere hablar contigo.

- ¡Jess! – gesticuló Ana de manera silenciosa. La otra negó arrugando la cara.

- ¿Cómo has dicho? – preguntó Neo con un deje de ira en su voz.

- Te he dicho – respondió Jess separando las palabras – que ella no quiere saber nada más de ti. Así que deja de llamarla ¿quieres?

Se hizo otro silencio.

- Eso quiero oírlo de su propia voz.

- No es posible.

- ¿Cómo? ¿Está ella ahí?

- Sí – asintió Jess de mala gana, mirando de reojo a su amiga – Y no quiere hablarte, ya te lo he dicho, Cortex.

- ¡Doctor Cortex! – exclamó éste – No me he sacrificado durante días y noches estudiando en la academia para que omitan el maldito título cuando se dirijan a mí…

Jess emitió un sonido de satisfacción. Se lo estaba pasando en grande desquiciando al científico más peligroso de la dimensión Wumpa y ella iba en camino de ser la psiquiatra más maléfica de la suya.

Pero esto fue suficiente para Ana. Se abalanzó sobre Jess para arrebatarle el aparato pero ésta ya se lo esperaba de modo que la esquivó y se movió por la habitación. Ana insistió pero fue repelida con facilidad.

- Ella me lo prometió – dijo Neo con una nota de desesperación en su voz.

- Pues te mintió. Me sorprende que un experto en mentiras y manipulaciones como tú no sepa cuando se la están colando. Y ahora, por cierto, te toca a ti escucharme– dijo la psicóloga con mucha suavidad, tono que Ana conocía muy bien; era el de la calma antes de la tempestad – No tengo ni idea de si eres real o no, lo pareces, pero aún tengo mis reservas. Pero si por casualidad es así y eres quién dices ser, me gustaría decirte que lo único que eres es un sádico amargado y egoísta que no sabría ni por dónde empezar en una relación que requiera de un mínimo afecto como puede ser una simple amistad, ni me quiero imaginar algo mucho más serio. Ana no quiere saber nada de ti, no quiere ni oírte ni hablarte, y muchísimo menos verte. Está en SU casa, con la gente que LA QUIERE de verdad y tú aquí, sencillamente, NI pinchas NI cortas. Así que deja de acosarla, maldito psicópata. ¿Te ha quedado clarito o te lo repito de nuevo?

Ana miró boquiabierta a su amiga. Ésta se había tensado y apretaba el aparato con tanta fuerza que sus nudillos se veían blancos. Tenía los labios tensados al máximo y miraba fijamente a un punto muy lejano.

Durante un buen rato no se oyó nada más. Ninguna de las dos jóvenes se movió ni un ápice.

- No colgaré hasta oír en boca de Ana todo lo que me acabas de decir, bruja – susurró Neo muy despacio pero realmente enfadado.

- Y yo te voy a colgar porque no tengo nada más que añadir, doctor – dijo Jess enfatizando con cierta burla la última palabra y cortó la comunicación para, a continuación, resoplar con fuerza.

- ¡Uuuff! – agregó – Qué a gusto me he quedado. Hay cada paciente al que me gustaría decirle todo esto…

- ¡Jessica! – exclamó Ana - Te has pasado mucho. ¿Cómo…?

Ésta levantó una mano.

- ¡Hazme caso! Es la mejor manera. Menudo ejemplar – resopló – Yo que tú, para mayor seguridad, me cargaba esto – dijo agitando el aparato – Aunque creo que ha recibido para variar algo de su propia medicina y no creo que tenga ganas de más; sé poco sobre su psique pero lo más probable es que esté teniendo una rabieta considerable en estos momentos.

Al ver la desolación de Ana, Jess se le acercó y le levantó el mentón.

- ¡Eh! – le dijo con dulzura - ¿Estás bien Annie?

- Creo que sí, es sólo que… me ha dado mucha lástima.

- Tesoro, a veces eres demasiado buena e inocente. Pero hay ocasiones en las que debemos lanzarnos a la piscina y ponernos firmes. ¿Sabes que creo que tienes bastante potencial de carácter pero que lo tienes dormido?

- ¿Por qué dices eso?

- Ah, nada – dijo Jess, recogiendo su bolso – Por algunas cosas que me ha contado tu hermano. Olvídalo.

Ana se quedó mirando el intercomunicador que reposaba en la mesilla.

- Yo que tú lo destruiría – le dijo Jess desde la puerta – Oye, cambiando de tema ¿vienes a comer? Porque, ahora que me acuerdo, ¿es posible que mencionaras a Greg por teléfono o fueron imaginaciones mías?

Ana sintió que se hundía en la más absoluta miseria.

- No, es cierto. Lo dije.

- Pues vente. Anda, anímate, que yo invito y me lo cuentas todo.

La joven dio un último vistazo al transistor antes de coger su bolso y salir de casa.



- ¡AAAAAAAAAAAAAAAAARGH! – chilló furioso Cortex según se cortó la comunicación.

Tiró el transistor contra el suelo, saltó sobre él varias veces y luego le disparó con su pistola de plasma. Lo único que quedó del invento fue la quemazón sobre el suelo blanco y una columna de humo. El olor penetrante del plástico quemado inundó toda la estancia.

Brio vio venir la violenta reacción según aquella mujer tan insolente farfullaba pestes contra su colega. Se había ido retirando, retrocediendo muy despacio para poner una distancia mínima de seguridad ante la inminente explosión de ira que se estaba gestando en el interior del otro científico; Brio lo notó en el tic del ojo y que la mano libre de Cortex se le había ido crispando por momentos.

Una vez que hubo volatilizado su creación a Cortex le dio otra rabieta.

- ¡BUAAAAAAH! – comenzó a berrear - ¿Acaso será verdad lo que ha dicho esa despreciable mujer? Y ahora tengo que hacer otro comunicador porque no lo podré sabeeeeeeeeeerr…

Brio no se atrevía a esbozar una sonrisa de maliciosa satisfacción porque sabía que Neo se daría cuenta, por lo que su rostro se mostró simplemente inexpresivo. Aunque aquella chica le había parecido de lo más impertinente a él también no había podido evitar divertirse un poquito. ¿Es que acaso en esa dimensión las mujeres eran aún peor que en la suya? 

Sin embargo ella empalidecería en comparación con la ira de Uka-Uka como éste descubriera que estaban perdiendo el tiempo en estas tonterías. Brio estaba seguro que estaría a punto de convocar reunión con Neo y, si Uka-Uka descargaba su furia sobre su jefe éste se cebaría a su vez sobre él. Y eso sí que no le hacía sonreír.

- Iré allí… sí – escuchó que decía Neo – Iré allí y la traeré por la fuerza si hace falta. Y haré callar a esa bruja…

Brio abrió los ojos como platos, alarmado.

- ¿Cómo? ¿Ir ahí?

- ¡Ya me has oído! – exclamó Neo.

- ¿Pero para qué? 

- ¿Le has estado dando a la probeta y no te enteras de lo que te digo? 

- No es n-nada de eso. Es sólo que…

Neo le ignoró, aburrido. Estaba demasiado furioso como para molestarse siquiera. Brio sabía cuál era la única razón por la que había dicho eso: quería salirse con la suya. Pero no era buena idea… 

- Pero jefe… ¿y Uka-Uka? 

Cortex no contestó.

- ¿Y qué me dice de la dimensión aquella? – prosiguió viendo que había captado su atención – Ya vimos algo a través del portal. Y ese teléfono que tenía A-Ana… no sabemos qué clase de tecnología pueden tener allí… En cuanto a la chi-chica no se engañe, se marchó sin dudar y no quiere saber na-nada de este mundo… si Uka-Uka se entera de que está per-perdiendo el tiempo por una mu-mujer, se pondrá furioso... Recapacite.

Neo le fulminó con la mirada y Brio se preparó para los gritos. En su lugar Neo se volvió y descargó su rabia sobre el instrumental que había en la mesa. El cristal se quebró en mil pedazos cuando chocó contra el suelo, el líquido de las probetas se esparció y borboteó en algunos puntos mientras que el ruido del instrumental de metal le taladró los oídos. El estrépito exaltó a los animales enjaulados que berrearon en sus jaulas e hizo que Brio se encogiera tímidamente.

Justo en ese momento entraba al laboratorio de manera apresurada Lumpa, con la lengua fuera y una estúpida sonrisa en su cara juvenil, arrastrando torpemente una escoba y un recogedor. Contento por sentirse útil se puso a recoger el estropicio, sin duda lo había oído desde el cuarto de al lado. Sin embargo no tenía ningún arte usando la escoba y, aunque conseguía meter parte de los cristales rotos en el recogedor la mayoría los esparcía, por lo que su tarea era muy lenta. Pero miraba con ojos luminosos a sus jefes con el deseo de que le felicitaran por su esfuerzo.

Neo lo miró con cierta lástima.

- Hasta este pequeñajo torpe e inútil se esfuerza por hacer sus tareas y mírame a mí, perdiendo el tiempo...

Brio suspiró aliviado. ¿Estaba de verdad recapacitando? Lumpa tomó el insulto como un halago y se puso a recoger con más entusiasmo, dejándose cristales debajo de la mesa.

- Todos nuestros mutantes tienen algún defecto, no hemos conseguido alcanzar la perfección, el equilibrio entre la mente y el cuerpo. Si mis tropas son iguales a este zoquete peludo…  ¿Tanto he descuidado mi trabajo? – comentaba Cortex en un soliloquio.

Brio carraspeó, algo avergonzado ante semejante observación.

- Y el dragón… madre mía. Uka-Uka me va a matar – gimoteó echándose las manos a la cabeza bajo un súbito ataque de pánico. Así era su temperamento: podía pasar de la más pura rabia al miedo más irracional en cuestión de segundos.

- N-no – adujo Brio – Lo ti-tiene todo controlado doctor, como me indicó. ¿Recuerda?

- Pero no sé yo si Uka-Uka se tragará eso…

- ¡DOCTOR CORTEX! 

La voz hizo retumbar todo el castillo. Lumpa soltó un chillido y se escondió detrás de Neo, temblando como una hoja. Brio también brincó del susto pero se quedó en su sitio. 

Cortex se tiró del cuello de la camisa, que súbitamente le parecía agobiante. ¿Acaso le había oído? ¿O sólo le convocaba como era su costumbre? Tragó varias veces mientras se mesaba las manos nerviosamente.

- V-voy…

Al echar a andar hacia el teléfono se enredó con el pobre Lumpa y, tropezando, llegó a trompicones a la mesa, con la que se golpeó. Molesto le arreó un puntapié al demonio de Tasmania, que lo esquivó a duras penas y se alejó gimoteando hacia Brio, que le dejó refugiarse detrás de él.

- Estúpido Lumpa – masculló Neo lanzándole una mirada asesina y frotándose la espinilla. Descolgó el teléfono mientras farfullaba algo sobre que necesitaba unas vacaciones y avisó a Pinstripe Potoroo de que le acompañara hasta el templo.

 


- He estado pensando – comenzó Uka-Uka hablando despacio.

Neo tragó saliva. Observaba el resplandor cegador del cual salía la luz haciendo un esfuerzo supremo por no temblar, como siempre. Con las rodillas en tierra se frotaba las manos, estaba listo para la reprimenda… como si no hubiera tenido suficiente con la de aquella horrible mujer.

- He estado pensando – repitió de nuevo – en algo y quería hablarte al respecto.

- Soy todo oídos, gran Uka-Uka.

- De hecho tiene que ver con algo que estabas hablando hace un momento con tu ayudante, el tal Brio…

- "Ay mamá, que me ha oído" – pensó Neo conteniendo la respiración y por muy poco no le castañearon los dientes. Le subieron unos calores por todo el cuerpo.

- Es sobre los mutantes que habéis creado.

Neo soltó el aire despacio. Uka-Uka se jactaba de ser omnipresente y Cortex sabía que lo era (de ahí que le convocara desde la distancia, a veces siendo bastante inoportuno) pero por suerte también tendía a dormirse de vez en cuando o a no prestar atención de manera continuada a lo que le rodeaba. Cosas que le pasarían a cualquiera tras tantos siglos pasados en letargo. Neo recordó que una vez durante una de sus primeras reuniones Uka-Uka se quedó dormido de manera súbita, como si de un anciano narcoléptico se tratara. A él le había parecido gracioso pero no era prudente reírse en la cara de un espíritu iracundo.

- Es algo sobre lo que yo ya estaba meditando. Habéis creado todo tipo de tropas fieles que nos acercan más hacia la dominación mundial pero sigue faltando algo, algo que la maquinaria necesita para arrancar. Un engranaje, creo que lo llamáis.

- Os sigo…

- Ese engranaje debe ser lo que has llamado “equilibrio entre mente y cuerpo”. Necesitamos algo así, porque tus mutantes tienden a ser algo estrechos de miras.

- Sin ofender, el cerebro lo ponemos nosotros.

- ¿De qué sirve el cerebro sin un cuerpo fuerte y resistente que soporte la carga del conflicto? – replicó Uka-Uka hiriéndole en su amor propio. Neo siempre había sido un escuchimizado y pésimo en los deportes – Quiero que soluciones este problema, entonces estaremos listos para ir dando los primeros pasos en nuestro plan. Debes crear  mutantes que estén por encima de la media, mínimo un nexo entre tú y el resto.

- Sí, ya… algo así como un general…

- ¡Exacto! Como tenemos al dragón aquél tienes más que recursos energéticos suficientes como para poner a máximo rendimiento tus instalaciones. Estaré observándote…

- Sí, claro, el dragón… sí – Neo se había quedado pasmado porque Uka-Uka, por alguna razón, no se había enterado de ese percance.

- ¿Qué ocurre?

- ¡Nada! Un ligero contratiempo que ya está en vías de resolverse…

- Sea lo que sea, soluciónalo cuanto antes. Os quiero tanto a Brio como a ti inmersos en la tarea y a la niña esa que trajiste también, aunque ahora que lo pienso no la he examinado para ver si es realmente útil…

- No será necesario, me deshice de ella. Al final era un estorbo – mintió Neo. Era un artista consumado en el arte de la mentira pero no era nada fácil colársela a un espíritu centenario.

- Bien, bien. Así me gusta, no quiero excusas ni problemas. Compláceme y todo irá bien para ti…


1 comentario:

  1. Jess es una mujer con carácter y está defendiendo a su amiga; supongo que le da todo igual porque es de armas tomar.

    ¿Un villano obsesionándose con algo? Creo que no es algo tan raro ¿no te parece? Y más siendo como es Cortex con ese carácter ligeramente infantil xD Supongo que su reacción no queda tan fuera de lugar después de todo. Y sí, es un poco blandengue pero no por ello se puede encabronar menos.

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