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[Crash Bandicoot] Universos entremezclados - Capítulo XIV - La decisión de Ana


Ana se miró en el espejo. Estaba tan nerviosa que sentía las manos frías. Se había puesto un vestido blanco y fino de cuello de barco, que dejaba al descubierto sus hombros y cuya falda le llegaba hasta algo por encima de las rodillas y que combinaba con unas sandalias altas de color marrón. El pelo le caía apenas ondulándose lo justo hasta la cintura, totalmente suelto, pues es como más le gustaba llevarlo. Al cuello llevaba el ahora inseparable colgante del cristal. Se había maquillado lo justo: un poco de pintalabios y ojos delineados, disimulando con corrector sus ojeras habituales. Aunque se veía realmente estupenda no estaba tan entusiasmada como había imaginado, aunque lo achacó a los nervios.

Cuando bajó a la calle donde le esperaba Greg éste emitió un silbido de admiración

- Hoy estás especialmente guapa – le dijo, aunque Ana tuvo la súbita sensación de que sólo se lo decía por el maquillaje. Aun así le dedicó una sonrisa. 

Él había optado por una camisa de sport a cuadros, unos pantalones chinos claros y unos zapatos cómodos. 

- Gracias. Tú tampoco estás mal.

A pesar de sus reservas no pudo evitar decirle a Greg que sí cuando le llamó para tomar algo; Ana no era ninguna estúpida, sabía por qué quería verle. Había pensado mucho en el tema y estaba bastante nerviosa. Reprimió un impulso de tomarle de la mano mientras iban por la calle, paseando, y por suerte ninguno de los dos sacó el tema. Quizá se hubiera equivocado y efectivamente Greg le estuviera dando el tiempo que ella necesitaba, así pues intentó tranquilizarse.

Luego volvieron a la cafetería de la otra vez y pidieron exactamente lo mismo que días atrás. Ana estaba francamente a gusto pero entonces…

- Bueno – dijo Greg - ¿Has estado pensando en lo que te dije?

Ana tragó saliva e intentó disimular su ansiedad.

- Pues, si te soy sincera, sí le he dado muchas vueltas.

Él sonrió y le tomó una mano. Ana le dejó hacer pero por un segundo estuvo a punto de retirarla. Extrañamente se estaba sintiendo algo incómoda.

- Me pasa lo mismo – confesó - Yo tampoco he parado de darle vueltas desde que nos vimos. Y no paro de pensar en ti constantemente.

Ana tomó aire. La estaba presionando.

- Mira Greg, es que las cosas no son tan sencillas ¿sabes?

- Pero…

 Como sabes, no fue fácil para mí. Este año he intentado por todos los medios alejarte de mi cabeza, sin mucho éxito…

- ¡Eso es una señal! – dijo él, interrumpiéndola – Significa que sigues sintiendo algo, Annie. ¿Pero por qué dudas tanto?

Ana frunció el ceño.

- ¿No es obvio?

Ana veía su juego. Empezó a sentirse realmente molesta, no sólo por eso si no ante la insistencia de Greg porque le diera ya una respuesta.

- De veras que no, Annie. A no ser que realmente haya otro…

- ¡Te dije la otra vez que no! ¿Por qué siempre has de pensar que la razón de que te digan que no es que hay otro tío? – se quejó ella, pero se dio cuenta que también lo hacía un poco a la defensiva.

- Lo siento – repuso él - pero es sólo que no entiendo por qué eres dudas tanto mientras yo lo tengo todo claro.

Ana le miró incrédula.

- ¿Qué? ¿No decías que serías capaz de esperarme todo el tiempo que necesitara? Pues estas cosas llevan su tiempo Greg. No me puedo lanzar a tus brazos así como así. Yo… no puedo.

Observó detenidamente la mueca burlona de Greg, su mirada despectiva y algo se revolvió en el interior de Ana.

“¿Sabes que creo que tienes bastante potencial de carácter pero que lo tienes dormido?” resonó la voz de Jess en un rincón de su mente. Cuando la escuchó decir eso se hizo la loca pero había escuchado a su amiga perfectamente y sabía a qué se refería. ¿Acaso no se había dejado manejar al antojo de los demás?

“Lo único que pienso es por qué guardas tanto rencor”, “Quizá para ti las cosas han ido demasiado bien y por eso no lo entiendes” – aquella conversación con Neo en la playa.

¿Acaso ella no albergaba tantas dudas por un feo rencor? 

“… es sólo por el hecho de que no hayas decidido utilizar tus conocimientos para hacer el bien por culpa precisamente de ese insano rencor” … “Precisamente gracias a esas circunstancias he llegado adonde estoy ahora” – le contestó él.

¿Quién era ella para reprocharle a Neo su comportamiento para que luego ella hicieron lo mismo? ¿Acaso no era bueno a veces dejarse llevar por los sentimientos? No tenía nada de malo liberar esa agonía de manera conflictiva de vez en cuando, sobre todo porque, como el propio Neo le había insinuado, todos tenemos nuestro orgullo… y Ana agachaba demasiado la cabeza por complacer a los demás.

“Dime dónde vive el tal Greg y, si quieres, le parto las piernas por cretino” “Eres inteligente y bonita… ¿No crees que más imbécil él si no se ha dado cuenta?”. Esas frases la embargaron de una profunda ternura. Ana sólo quería gustar por ser ella misma, al natural, sin adornos ni suplementos como la ropa elegante y el maquillaje. Y así se dio cuenta de que era lo más bonito que nadie le había dicho jamás…


Así fue como la revelación llegó a ella, como si el mundo se parara a su alrededor o fuera muy despacio mientras que ella iba muy rápido. Se había dado cuenta que se había estado engañando todo el tiempo. NO quería volver con Greg.  Después de haber imaginado infinidad de veces este momento en el que ella aceptaba incondicionalmente, ahora lo rechazaba sin preámbulos. 

Pensó que se sentiría triste, pero realmente lo único que quería era decirle a Greg todo lo que siempre quiso decirle.

- Está bien, dejaré de mentir y seré sincera – comenzó – Es totalmente cierto que durante todo este año no he parado de pensar en ti y en todos esos momentos que pasamos juntos, como te acabo de decir. Y ahora de pronto, has vuelto a mi vida, en un momento en que está patas arriba totalmente. Has hecho algo con lo que he estado soñando infinidad de veces durante casi todo este último año, sentada sola en mi apartamento, mientras me comía una tarrina tras otra de helado mientras veía películas románticas. Pero ¿sabes qué? Luego he recordado que me he  pasado el último año intentando convencerme a mí misma que nuestra ruptura era por mi culpa, consiguiendo tan sólo torturarme, y todo para mitigar mi dolor; sólo quería encontrarle una explicación que por muchos helados y chocolate que me zampara no conseguía hallar. Y, aunque he tardado, he acabado dándome cuenta de que aquí el único culpable no es otro que un capullo llamado Gregory Hall.

Ana comprobó cómo iba mutando la expresión de Greg de una sonrisa condescendiente a la sorpresa total.

- ¿Por qué iba a ser yo culpable de que te tiraras a Lily? – continuó Ana, elevando cada vez más la voz. La gente de la cafetería comenzó a mirarles - ¿Qué culpa tenía yo que Lily te empezara a parecer que estaba más buena que yo, con sus grandes tetas y sus largas piernas moldeadas en el gimnasio pero que no sabe ni sumar dos y dos sin calculadora?

- Ana… – advirtió Greg intentando detenerla mirando incómodo a su alrededor. 

- Cierto es – continuó ella, imperturbable, ya a plena voz – que no basta tener unas tetas enormes, tienes que saber ir restregándoselas a todo tío cercano. E, inocente de mí, que yo pensaba que mi chico era inmune a esas insinuaciones tan vulgares… hasta que un buen día él no pudo más y se la llevó a su apartamento. Su novia llegó antes porque se canceló una de sus clases, cargada de comida tailandesa que detesta pero que a su chico le pirra, encantada por poder pasar unas horas extra con él antes de irse a trabajar y darle una sorpresa. Y cuando abre la puerta del apartamento se los encuentra a los dos, él en calzoncillos y ella sin nada más encima que la camisa de trabajo de su chico encaramada en la encimera de la cocina. Guay ¿verdad? – preguntó, volviéndose a los ocupantes de la mesa más cercana, que intentaron disimular pero que siguieron atentos al monólogo de la chica.

- Ana… estás montando un espectáculo… baja la voz – insistió Greg, carraspeando y sonriendo sin mucho éxito.

- ¡Tú sí que montaste un espectáculo! – chilló Ana y le miró llena de dolor – Me destrozaste el corazón follándote a la zorra de Lily durante meses mientras yo trabajaba hasta la madrugada en el bar con la esperanza de ahorrar una parte del dinero para que viviésemos juntos. Estúpida, estúpida…

- Mira – dijo Greg al cabo de un momento, luchando por mantener la compostura pues nunca había visto a Ana así – Lo de Lily fue un error. Se acabó. Nunca más he vuelto a hablar con ella, no quiero saber nada de ella ni ella de mi.

- ¡Qué le habrás hecho! Más mentiras, más tomaduras de pelo – protestó Ana, cansada.

Greg negó con la cabeza.

- ¡No miento! Jess puede confirmártelo…

- Ni se te ocurra meter a Jess en esto – le advirtió Ana y le lanzó tal mirada asesina que Greg se echó un poco para atrás.

- De acuerdo, de acuerdo. Pero Ana, de verdad, no sé cuántas veces más quieres que te diga que lo sien… – comenzó a decir Greg pero se interrumpió cuando Ana le arrojó el contenido de su vaso a la cara. El chico se levantó derribando la silla con estrépito, provocando que la gente les mirase de nuevo - ¿PERO QUÉ COÑO HACES? ¡Esta camisa me costó 300$! 

- Que te den Greg; a ti y a tu estúpida camisa, pero si vuelvo a oírte decir que lo sientes lamentarás algo más que esa camisa – le contestó Ana. Luego recogió todas sus cosas y se dirigió a la puerta del local, seguida por las miradas del resto de clientes. 

Greg miró a su alrededor, incómodo al sentirse observado y furiosamente dolido por la humillación. En un último esfuerzo por mantener su dignidad esbozó una mueca y la señaló.

- Estás loca… 

- Es posible – admitió Ana de lo más risueña volviéndose hacia él con una gran sonrisa– Pero no sabes lo bien que me siento.  Gracias por darme la oportunidad de decirte lo increíblemente capullo que eres y despedirme de ti con esto, idiota – agregó mientras hacía un corte de mangas.

Se oyeron unos aplausos de un grupo de jubiladas que almorzaba en una mesa cercana; todos saben del gusto de las señoras mayores por los cotilleos y los despellejamientos públicos. Ana les sonrió e hizo una reverencia, abandonando al local pasmado.



Cuando torció la esquina Ana tuvo que reprimir un grito de júbilo. Nunca se había sentido tan maravillosamente bien. Casi echó a correr por la calle, sintiéndose liberada de unas ataduras que la habían mantenido demasiado tiempo lastrando una carga que se había hecho insoportable. Corrió hasta el parque cercano con el pelo suelto agitándose detrás y se detuvo ante el estanque donde los patos nadaban y comían lo que les arrojaban unos chiquillos cercanos. Sonrió al sol, pestañeando. 

Le había cundido la mañana. No sólo se había quitado un gran peso de encima que llevaba arrastrando demasiado tiempo si no que además recibía una ilusión que había crecido en ese mismo momento en su interior. ¿Qué más daba lo que opinara el resto? Por una vez, haría lo que ella quería. Ya había tomado una decisión.

Envolvió el cristal en su mano y le sonrió con ternura. Estaba segura de lo que quería. Pero antes sentía la necesidad de avisar para que no se repitiera de nuevo lo anterior: preocupación, policía…

Sacó su móvil y marcó el número de sus padres. Sabía que a esas horas no iban a estar así que  esperó pacientemente a que el contestador diera la señal. Dejó un mensaje indicándoles que estaría ausente unos días porque iba a realizar un viajecito para arreglar un asunto pendiente.

Luego marcó el número de Jess que, igualmente, no iba a coger al estar en la consulta. Ana esperó que el buzón no estuviera lleno y, por suerte, no fue así:

- Hola Jess. Primero, decirte que he enviado al cuerno a Greg, no quiero saber nada más de él. Tenías razón, estoy por encima y menudo gustazo. Pero aunque sé que estarás dando saltos de alegría al escuchar esto te aconsejo que te sientes; a pesar de todo lo que me has dicho y advertido he tomado una decisión. Al menos debo hablarle y sincerarme con él, ya sabes de quién hablo. Se lo debo y no admito tus protestas. Sé que me quieres y que lo haces con todo el cariño del mundo, pero creo que ya soy más que capaz de decidir por mí misma las cosas. ¡Deséame suerte y no te enfades mucho! Te quiero mucho, pelirroja.

Y ya, por último, quedaba su  hermano. Desde que le había confesado su aventura él se mostraba muy seco con ella. Estaba dolido porque pensaba que no confiaba en él lo suficiente como para contarle la verdad pero ella no tenía la culpa de que él no la creyese.

Marcó su teléfono para dejarle un mensaje en el buzón de voz pero para su sorpresa él se lo cogió:

- ¡Díga-melón! – saludó su hermano, muy risueño.

- Dany – contestó – He de hablar contigo un momento, es importante.

- Hola pecosa, está bien. ¡Eh Kevin! – gritó su hermano a su amigo – Salgo un momento ¿vale?... Soy todo tuyo, hermanita, de paso me echo un pitillo.

- ¿Prometes no interrumpirme?

Dany suspiró.

- Vaaale. Venga, suéltalo.

Ana se mordió los labios y cerró los ojos.

- Sé que te sentó muy mal lo que te conté la otra vez pero era la pura verdad. ¿Y sabes qué? Te parecerá una locura pero voy a volver. Tengo que decirle a Neo lo que realmente siento por él y que sea lo que tenga que ser. Ya he avisado a los papás y a Jess dejándoles un mensaje en el contestador pero quería avisarte a ti también. Sólo me iré por unos días pero volveré para los exámenes finales, no os preocupéis que estaré bien. Abriré un portal desde el apartamento con el intercomunicador que me dio Neo y volveré a la dimensión Wumpa… y oye, yo siempre he confiado en ti, pedazo de idiota. ¡Te quiero!

Colgó sin darle tiempo a contestar y apagó el teléfono. Luego echó a correr con una sonrisa en la cara hasta su apartamento ignorando las miradas que le echaban a su paso.


1 comentario:

  1. Me alegra que te haya sorprendido jejeje Sí, estaba muy confundida porque sentía un fuerte apego y algo de obsesión con él pero por otro lado, no quería volver con él porque ya había perdido la confianza que le tenía depositada.

    Por eso también se pone feliz, porque ha conseguido superar una fase en la que llevaba atascada bastante tiempo y que la hacía sumamente infeliz... para tener una nueva esperanza. Supongo que todos hemos pasado por algo así en nuestra vida, no tiene por qué ser en el ámbito del amor xD

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