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[Crash Bandicoot] Universos entremezclados - Capítulo IV - Accidentes inesperados


La fama de Ana como veterinaria adjunta se difundió como la pólvora entre los comandos animales de Cortex y Brio. Todos deseaban ponerse en manos de la joven doctora y durante los días siguientes ésta invirtió todo su tiempo en hacerles los chequeos rutinarios, las curas pertinentes y otro tipo de exámenes de salud pendientes. Todos se mostraban agradecidos hasta tal punto que incluso le hacían regalos y cambiaban ciertas rutinas por ella; por ejemplo Koala Kong, quien nunca había lucido tan aseado, acudió a su último chequeo con un ramo de flores silvestres y se las entregó a Ana tartamudeando avergonzado. Y hasta Tiny Tiger siempre se echaba un spray contra el mal aliento antes de acudir a la consulta.

La chica reaccionaba con amabilidad pero se sentía dividida. Por un lado le repugnaba y apenaba al tener que ver como pobres animales habían sido arrancados de su hábitat y convertidos en algo que estaba a caballo entre su antigua naturaleza y la humanidad. Pero otra se sentía realmente feliz de poder ayudar a estas bestias a mitigar o eliminar las molestias que pudieran tener, si bien es cierto que esto implicaba sin remedio colaborar con Cortex. Ana no era ninguna tonta, se daba perfectamente cuenta de que estaba haciendo justo lo que él quería, pero tampoco tenía otra opción; si esto la ayudaba a volver a casa, pues mejor y si no, al menos no se desesperaba ante el lento pasar del tiempo. Por otra parte, se sentía agradecida por poder hablar con alguien amable.

Por su parte el doctor no la quitaba los ojos de encima y no solía intervenir salvo que lo considerara oportuno para revisar algún diagnóstico o para aclararle algo, normalmente de manera seca y distante. Ana aprendió algunas cosas interesantes gracias a él pero no se sentía muy cómoda en su presencia. Cuando terminaba, siempre era reconducida a su jaula, que venía ya a ser rayando la noche; cuando todo se apagaba se hacía un ovillo y desahogaba su tristeza siempre y cuando no cayera rendida por tanto trabajo.

Porque además de estas tareas, Brio le comunicó que se encargaría del mantenimiento de las jaulas y de los animales que hubiere encerrados en ellas. Examinaría también a los que llegaran nuevos, que no tuvieran ninguna enfermedad o parásitos y que estuvieran bien alimentados para soportar las sesiones con el E-Volvo. Debería mantener también el laboratorio perfectamente limpio, así como la consulta donde examinaba a los animales.

El dragón también era cosa de ella. Finalmente encontró un nombre neutro para él. Tras mucho pensar decidió llamarle Dany; bien podría ser Daniel como su hermano o también hacía referencia a cierto personaje femenino de un libro de fantasía épica que poseía tres dragones y que le gustaba mucho a Ana.

Los doctores ya habían probado sobre Dany el óxido nitroso y los resultados fueron los mejores. Como el gas le producía una sensación de falsa felicidad para luego, a continuación, quedarse dormido no ofrecía resistencia cuando veía que le introducían el tubo en su nueva jaula. Ana rechinaba los dientes. Cortex se había salido con la suya aunque los resultados de las investigaciones con el animal no sirvieron de mucho, si bien les permitía acceder a los cristales que mágicamente aparecían en la celda y que la chica no tenía ni idea de cuál era su valor.

- ¿Qué ocurre? – preguntó una de las siguientes noche cuando Cortex abrió la puerta de la jaula y le tendió el collar eléctrico. Ana apenas acababa de terminar su trabajo y estaba dando cuenta de la cena.

- Sígueme – fue su única respuesta.

Resignada le obedeció y así llegaron, enfilando un largo pasillo, hasta una puerta cerrada donde, sorprendentemente ponía el nombre de "Doctora Ana Parker". Ésta se quedó estupefacta.

- ¿Esto es?

- Tu nuevo habitáculo – dijo Cortex abriendo la puerta.

No era un lugar muy espacioso pero lucía bien limpio y tenía un mínimo mobiliario. Contaba con un escritorio, una silla, una cama y un pequeño armario. Y, encima de la mesa, estaban sus pertenencias.

Ana penetró en el cuarto y lo examinó sorprendida. Pero luego frunció el ceño y, poniendo los brazos en jarra, se volvió al doctor.

- Está bien. ¿Qué estás tramando? – preguntó con gran recelo.

Cortex se encogió de hombros con mirada inocente.

- ¿Por qué dices eso?

- Es gracioso cómo me negué a trabajar para ti y sin embargo eso es precisamente lo que estoy haciendo.

- Bueno, te prometí la libertad si lo hacías.

- No veo que estés trabajando precisamente por conseguirme esa supuesta libertad.

- Si te refieres al Psicotrón es un artilugio muy sofisticado y complejo. No se arregla de la noche a la mañana. Pero claro qué sabrás tú de eso.

- Por supuesto que no sé nada, pero me tomas por tonta si crees que no me doy cuenta de lo que estás haciendo y que tu intención no es liberarme, si no atarme en corto. ¿Por qué si no estas molestias?

- Bueno, si te refieres a este cuarto… has hecho tan buen servicio a mis animales que he pensado en recompensarte. ¿Qué tiene de malo? Ellos mismos te han preparado la habitación para que estés más cómoda – hizo una pausa y luego puso los ojos en blanco – Bah, es cierto… en realidad todo esto fue idea de ellos – dijo con cierto desprecio - Aunque, si no es de tu agrado, quizá prefieras volver a tu acogedora jaula…

- ¡No! Acepto el cuarto.

Cortex asintió.

La chica se acercó a su bolso y rebuscó para comprobar que todo estuviera en su sitio – incluida la foto de Greg – pero se dio cuenta de que faltaba algo.

- ¿Y mi móvil?

- ¿Tu qué? – preguntó Cortex, escondiendo su súbito interés. Estaba seguro que se refería a aquel dispositivo tecnológico que tanto le había llamado la atención el día que llegó la muchacha.

- Sí – dijo ella mirándole con el ceño fruncido – Mi teléfono móvil.

- ¿Un teléfono móvil? ¿Y eso que es? – preguntó intentando fingir el interés que sentía. Así que de eso se trataba, de una especie de teléfono portátil.

- ¿Aquí no tenéis…? Oh – se interrumpió Ana, pensando que podía ser cierto – Es un aparato tal que de este tamaño – dijo gesticulando con las manos – que llevaba en mi pantalón el día que me recogieron. Es plano y es un teléfono que se puede llevar encima.

- Pues me temo que eso es todo lo que mis ayudantes trajeron. No me suena – mintió él. El teléfono estaba a buen recaudo en su despacho – Qué interesante tecnología…

Ana se apenó imaginando su móvil tirado en medio de la selva. Era posible que se cayera de su bolsillo cuando fue izada por la cuerda o bien cuando la bajaron para llevarla al laboratorio y que ninguno de esos androides reparara en él.

- Se me debió caer cuando me trajeron aquí, maldita sea – se lamentó en voz baja.

- ¿Tan importante es ese trasto?

- Mi familia estará preocupada por mí.

- ¿Y qué ganarías teniendo el teléfono? Permíteme que dude que ese aparato funcione entre dimensiones… ¿o sí? – preguntó sorprendido por unos instantes.

- Eso es cierto… Pues en los móviles se pueden guardar todo tipo de archivos, como música y fotografías. Al menos podría verles de nuevo y sentirme más cerca de casa – dijo ella casi en un susurro, apesadumbrada.

- ¿Acaso tanto importa eso?

Ella le miró sin dar crédito.

- Pues sí. Estarán preocupadísimos. Llevo más de una semana sin dar señales de vida. Mi madre estará histérica… y les echo tanto de menos… si al menos pudiera ver sus caras otra vez todo sería más fácil…

Se hizo un incómodo silencio. Cortex estaba encantado con todo lo que estaba averiguando pero se sentía un tanto fuera de lugar en la tristeza de la chica, sobre todo porque era responsable y que la estaba mintiendo con respecto al teléfono. Ella no tenía manera de avisar de su paradero, de eso estaba seguro, pero podría darle el teléfono y que se sintiera mejor pero entonces él no podía desentrañar sus secretos tecnológicos. Si tenía que elegir entre el bienestar de una persona o su propia carrera no tenía ninguna duda sobre qué opción elegir.

Decidió forzar un cambio de tema.

- Por cierto, he hecho que te dejen ropa limpia, ropa más apropiada para donde te encuentras. Deberías lavarte un poco porque, francamente… apestas.

Ana se ruborizó sintiéndose absurdamente culpable, pues era cierto que desde que llegó a la isla no se había lavado pero no había sido por su culpa. A pesar de todo no le apetecía discutir y asintió buscando con la mirada la puerta del ansiado servicio.

- Si me sigues, te llevaré a las duchas, no tienes aseo privado.

Ana cogió las ropas que le habían traído; se trataba de un uniforme similar al que llevaba Neo, cosa que no le agradó pero a fin de cuentas no tenía otra cosa que ponerse y sus ropas apestaban tanto o más que ella, y siguió a Cortex hasta las duchas, aunque ella ya sabía dónde estaban porque era ahí donde la llevaban los ayudantes robóticos del doctor cuando necesitaba ir al baño.

Había dos pingüinos armados en la puerta. Ambos la saludaron con un graznido y levantaron una aleta.

- Bien – dijo Cortex – Como es lógico tendré que quitarte el collar pero para asegurarme que no intentas nada raro he dejado a Frank y a Wistle en la puerta. Son buenos chicos, aunque un poco indisciplinados cuando falta el pescado. Cuando vayas a terminar avísales para que vayan a buscarme para volver a ponerte el collar, que iré a tomar un refrigerio. Y rapidito, que no tengo toda la noche.

Una vez que la chica desapareció por la puerta Cortex se dirigió a ambos ejemplares.

- Si intenta escapar me avisáis de manera inmediata ¿Queda claro? Aunque no podría llegar muy lejos quiero estar informado…

Recibió unos chasquidos inhumanos por respuesta y el doctor se retiró a tomar su tentempié nocturno.



Ana observó durante unos minutos con detenimiento el lugar, pero llegó a la conclusión de que no había ningún tipo de salida salvo los conductos de ventilación y, aunque estaba delgada – incluso más desde que llegó a la isla - no entraba en ellos ni de lejos. Le habían dejado un par de pastillas nuevas de jabón junto con una esponja de esas que raspan y un par de toallas. Suspirando se desnudó y se metió bajo el chorro de agua, agradecida.

Sin ninguna prisa se dio tres jabonadas en el pelo, que de tantos días estaba aceitoso y sin brillo, insistiendo notablemente en las raíces para luego aclararlo con bastante insistencia. Luego se enjabonó un par de veces el cuerpo frotando con tanta saña que la piel se le puso roja. Una vez que estuvo bien aclarada en vez de cerrar el grifo dejó que el agua siguiera cayendo y se dedicó varios minutos de tranquilidad, si bien es cierto que sus pensamientos no paraban de ir hacia su familia y amigos. ¡Cómo los echaba de menos! Respiró hondo y usó las técnicas de relajación que solía utilizar antes de ponerse a estudiar para dejar la mente en blanco… sólo quería disfrutar del momento, pues la ducha la estaba refrescando y vitalizando.

Cortex se había comido el sándwich y tomado un café en un abrir y cerrar de ojos. Esa noche quería pasarla trabajando pero aún tenía que llevar a la condenada chica a su habitación. Miró el reloj con impaciencia y decidió ir a echar un vistazo, que se lo estaba tomando con calma. Casi no se sorprendió cuando pilló a Frank subido sobre los hombros de Wistle para mirar por la ventanilla de la puerta de las duchas.

- ¿Pero qué se supone que estáis haciendo? – berreó. Los pingüinos dieron un respingo que les derribó al suelo – No sé qué voy a hacer con vosotros dos. ¡Qué poca vergüenza! ¿Acaso volvéis de nuevo a esas manías? Ya hablaremos de vuestro castigo después. Ahora ¡fuera de mi vista! Ya me encargo yo de esperarla.

Los pingüinos obedecieron sin dilación y salieron por patas – o mejor, dicho, sobre su panza - del lugar.

- Abrase visto – dijo hablando solo – ¿Es que nadie puede ir al servicio tranquilo en este sitio?

No aprobaba en absoluto ese comportamiento a pesar de que, en su época de estudiante, había hecho algunas cosas similares, podría ser hasta gracioso que esos dos ejemplares en concreto tuvieran ese problema de espiar, fuera a quien fuera, en las duchas. Si bien es cierto se habían portado muy bien últimamente parece que en cuanto te descuidabas los encontrabas recayendo. En cualquier caso, sintiéndose orgulloso de sí mismo por haberlos pillado in-fraganti se apoyó en la puerta doble sin darse cuenta. Ésta cedió bajo su peso y se abrió hacia dentro, haciendo que el doctor cayera con un fuerte topetazo en los aseos.

Ana había oído los gritos mientras estaba ensimismada disfrutando de los últimos momentos bajo el agua. Había reconocido la voz autoritaria de Cortex por lo que, con pesar, cerró el grifo y salió de la ducha. Justo en el momento en que se encaminaba a por la toalla vio al científico atravesando la puerta y cayendo pesadamente al suelo.

Ana dio un grito del susto, lo que hizo que Cortex girara la cabeza en su dirección. Se miraron durante unos escasos segundos y se percataron a la vez de la desnudez de la chica, reaccionando también casi al mismo tiempo: Ana tapándose rápidamente con la toalla y Cortex cerrando los ojos y volviendo la cara.

- Pero, pero… ¿PERO SE PUEDE SABER QUÉ ESTÁS HACIENDO? – gritó Ana furiosa.

- ¡Ha-ha sido un a-accidente! – gritó con voz aguda Cortex, negando con la cabeza y dándose la vuelta. Se había puesto rojo como un tomate – Yo n-no quería. Esos idiotas de pingüi…

- ¡FUERA! ¡FUERA, LARGO DE AQUÍ, PERVERTIDO! – berreó Ana y le arrojó una de las pastillas del jabón.

Cortex dio un respingo, se chocó contra la pared, se levantó y salió tropezándose por la puerta mientras gritaba:

- ¡Perdón, perdón, perdón!

Cayó de bruces al pasillo, aturdido. Cuando abrió los ojos vio que había caído en los pies precisamente de Frank y Wistle.

- ¿Qué estáis mirando? – les espetó, avergonzado, limpiándose la bata – Ha sido por vuestra culpa.

Los dos animales se lanzaron una mirada cómplice y parecieron reírse. Esto enfureció a Cortex, que se dispuso a desenfundar su pistola de plasma, lo cual fue suficiente para que los pingüinos que se esfumaran de nuevo.

Cortex suspiró y se apoyó en la pared.

- Madre mía, qué bochorno. ¿Por qué siempre me pasan a mí estas cosas?



Poco después salió Ana, ya vestida con la ropa de laboratorio que le había dado; una furia de largo pelo húmedo y mirada fulminante. Cortex carraspeó y esbozó una sonrisa torpe.

- Ha sido un lamentable accidente. Yo no quería… - susurró con timidez.

- Mejor olvidemos el tema – espetó ella con sequedad.

Cortex suspiró aliviado pero Ana le dejó caer las cosas que había usado para asearse. La ropa sucia la llevaba hecha un ovillo en los brazos.

- Sabré llegar a mi cuarto, gracias – repitió con el mismo tono de voz.

Pero cuando enfilaba el pasillo el científico la llamó.

- El collar – dijo, intentando adoptar un tono autoritario pero fue lamentable. Ana no le dijo nada, se acercó y le arrancó el collar de las manos, se lo puso ella misma y volvió sobre sus pasos.

Cortex la vio alejarse y, algo aliviado, dejó de desear que se le tragara la tierra.

Precisamente esa noche fue la primera en la que soñó con Ana. Neo había estado trabajando hasta tarde y le apetecía echarse un sueñecito – realmente, no había hecho nada a derechas. Cuando se tumbó en su cama para descansar poco se imaginaba que iba a soñar con aquello que le estaba distrayendo. Recreaba precisamente ese momento tan ridículo y bochornoso en el que había caído tontamente dentro de las duchas. La escena se repetía exactamente igual: ella gritaba y él miraba en esa dirección para encontrarse… con el cuerpo desnudo de la muchacha. Avergonzado cerraba los ojos y miraba para otro lado, aunque le había dado tiempo a ver todo lo posiblemente visible.

Neo pensó que nunca había tenido un momento tan incómodo en toda su vida; realmente no se avergonzaba por mirar a mujeres desnudas, si no por el hecho de ser descubierto (como le pasaba a cualquiera, para qué nos vamos a engañar). Aunque en su época de estudiante pasaba olímpicamente de las chicas y de temas románticos en general, una cosa era eso y otra muy diferente recrearse la vista. En la academia no tenía más remedio que hacerlo a escondidas y solía ir con sus dos amigos, Brio y Ngin. Aunque estaba seguro que internamente todos disfrutaban del panorama dependiendo de sus gustos (a fin de cuentas si no les gustaran las chicas no las mirarían) ninguno estaba dispuesto en admitirlo en voz alta de modo que solían divertirse riéndose de manera maliciosa de los defectos en los cuerpos de sus compañeras aunque luego secretamente suspiraran con alguna. También tenía su gracia vilipendiarlas, puesto que solían repelerlas como el agua al aceite.

Pero de ahí a que abiertamente le pillaran observando… A ninguna chica le gustaba que alguien las mirase por una rendija como un pervertido. Y, para su desgracia, no había sido la primera vez que le había ocurrido algo así y por culpa de la torpeza de alguien ajeno a su propia persona.

Sin embargo, en el sueño, pasaba algo totalmente inesperado. Neo tenía la sensación de que, naturalmente, la chica le gritaría y le echaría del lugar – es más, recordaba que había sido así – pero en lugar de eso:

- Vaya, vaya – decía Ana. Su tono de voz no era de reproche o enfado, sino de todo lo contrario – Conque espiando a señoritas mientras se duchan ¿eh?. Ha sido muy malo, Doctor Cortex.

Él tragaba saliva con fuerza.

- H-Ha sido un a-accidente… yo n-no quería…

- Ha sido muy pero que muy malo – repetía ella con voz suave y un tanto provocativa, sonando cada vez más cerca.

Neo seguía con los ojos fuertemente cerrados, temblando como una hoja y comenzaba a sudar la gota gorda.

- ¿Tímido quizá? – la voz sonó como un susurro en su oído.

Esto le hacía dar un respingo y soltar un gritito. Estaba tan cerca que notaba el calor que desprendía el cuerpo de la chica y el olor afrutado de los productos de aseo. No sabía cómo pero se daba cuenta de que aunque tuviera los ojos cerrados podía ver la desnudez de Ana; su quizá algo delgado pero bonito cuerpo brillaba seductoramente, aún mojado. Y de saber que lo tenía tan cerca…

- ¡Madre mía! – pensó. Quería que se lo tragara la tierra, otra vez.

- Abre los ojos Neo...

Él obedecía. La tenía justo delante, de rodillas, con sus grandes ojos azules mirándole con cierta picardía, torturándole. No se había dado cuenta que había retrocedido hasta la pared. Se encontraba atrapado.

- Vamos, lo estás deseando – le decía ella cogiéndole una mano.

Neo volvía a cerrar los ojos pero no retiraba la mano. Era demasiado tarde para resistirse. Aunque le temblaban de manera ridícula las rodillas comenzó a acariciar el cuerpo de la chica. Su piel era suave, cálida, y Neo pudo notar bajo las yemas de sus dedos cómo se erizaba ante su contacto. Algo duro le apretaba dolorosamente desde el interior de sus pantalones. Entonces se inclinaba ligeramente y la besaba, primero con ciertas reservas pero luego con más pasión, al ver que la chica le correspondía.

Entonces ella le agarraba echándose hacia atrás, tumbándose de espaldas en el suelo. La cara de Neo se hundía entre las dos montañitas de carne, suave y cálida. Y apreciaba que, de alguna manera inexplicable, toda su ropa había desaparecido.

- Eres muy malo, Neo – le decía entonces ella - muy pero que muy malo... y eso me gusta.

Neo se despertó con un sobresalto. Miró a su alrededor, aturdido. Estaba en su dormitorio, solo y a oscuras. Miró el despertador. Era de madrugada.

Todo había sido un sueño. Estaba empapado en sudor y, como era de esperar, le dolía la entrepierna; la tienda de campaña ya estaba plantada en mitad del campo.

Tras lanzar un juramento, se levantó y entró rápidamente en su cuarto de baño privado. Abrió la ducha con el agua fría y se metió debajo hasta que se le pasó el calentón.

¿Qué demonios había sido todo eso? Estaba claro que todo se debía al incidente incómodo en las duchas. Pero de ahí a tener un sueño húmedo con esa niñata… Por no hablar que lo que ocurrió realmente se alejaba mucho de lo que había soñado. Aún le dolía donde se había golpeado en su carrera por abandonar antes de que Ana le intentara atizar.

Pensó que lo mejor sería no darle más vueltas, pues era algo absurdo y cerró el grifo, ya plenamente despierto pero sin ningún tipo de excitación. Decidió por las horas que eran volver al trabajo, por lo que se vistió y, malhumorado consigo mismo, bajó a prepararse un café.


1 comentario:

  1. No sé decirte, tendrás que seguir leyendo me temo.

    Esto vale para responderte a todo xD

    Un saludo.

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