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[Crash Bandicoot] Universos entremezclados - Capítulo II - Un nuevo amigo


El día siguiente fue eterno. No sólo no la dejaron salir de la jaula si no que tanto Cortex como Brio la ignoraron completamente. Estaba claro que lo hacían a propósito por lo que acabó escandalizando lo suficiente para hacer que Cortex se enfureciera pero consiguió lo que deseaba: comer. Y es que Ana se había pasado un día completo sin probar bocado, por no decir agua y, cuando Cortex hizo que la llevaran comida, que sólo consistía en algunas piezas de fruta y un poco de agua Ana se abalanzó como una salvaje a devorarlo todo. Luego se quedó dormida.

Más tarde descubriría quién era el misterioso ocupante de la jaula de al lado. Un ruido metálico la hizo despertarse. Con el laboratorio completamente iluminado y a pesar de su adormecimiento Ana vislumbró a los dos doctores abriendo la jaula de al lado. La criatura, que se había pasado todo el día durmiendo se desenroscó y Ana pudo verla por primera vez, boquiabierta por la sorpresa.

Era una especie de dragón, aunque uno especialmente pequeño. Al ver la puerta abierta miró con desconfianza y comenzó a bufar en su dirección, agitando la cola con nerviosismo. Sus alas estaban plegadas y retrocedió hasta el rincón de la jaula. Su piel escamosa era de un tono negro aunque tenía brillos azulados. Ahora que estaba estirado la chica comprobó que era ligeramente más grande que un gran danés gigante aunque algo más corpulento. Por su tamaño y el aspecto de sus cuernos Ana sospechó que se trataba de una cría. Aturdida por estar aún algo soñolienta, la chica se incorporó sin quitar ojo a lo que hacían los dos científicos.

Entonces Brio arrojó un trozo de fruta en la jaula. El dragón miró con interés el manjar que estaba al alcance de su cuello y, tras olisquearlo durante un rato, se lo comió. Entonces Brio arrojó otro trozo, esta vez más cerca de la puerta abierta, que el dragón terminó comiendo. La operación se repitió varias veces pero, aunque el animal siguiera el juego, se le notaba tenso.

- Bien, bien – susurró Cortex que llevaba un mango rematado en un aro – Échate para atrás ahora Brio, que en cuanto asome la cabeza le echo el aro.

El ayudante obedeció sin emitir ni un sonido y el dragón llegó a la abertura de la puerta. Entonces Cortex se apresuró y le enganchó con el palo. El animal se revolvió pero entonces sufrió una convulsión que le hizo caer al suelo emitiendo un sonido lastimero, acción que coincidió cuando Brio apretó un botón de un mando que tenía en la mano.

- ¡No! – gritó Ana y se abalanzó hacia los barrotes - ¿Qué le estáis haciendo?

- Imponerle disciplina – dijo Brio encogiéndose de hombros – Mira qué bien se porta ahora.

- Eso es una crueldad. ¡Dejadle tranquilo!

Brio se encogió de hombros de nuevo. Cortex llevó al dragón tirando con el palo hacia el otro lado del laboratorio. El pobre se resistió pero cuando Brio enarboló el mando el pobre se lo pensó mejor y se dejó arrastrar, si bien dejando todo su peso muerto.

- ¡Está asustado! – se quejó Ana - ¿Por qué hacéis esto?

- Este amiguito – dijo Cortex resollando por el esfuerzo mientras le ponía al dragón un casco metálico cuya función Ana desconocía – es una caja llena de sorpresas. Y queremos desentrañarlas todas, aunque es complicado de manejar.

- No lo sería si lo tratarais con cariño.

- Parece que tenemos una listilla, doctor – repuso Brio burlón manipulando la máquina a la que iba unida el casco.

Ambos se rieron.

- ¿Conexión? – preguntó Cortex.

- Correcta.

- ¿Lectura?

- En proceso.

Así continuaron largo rato, estudiando al espécimen tan anodino llevándolo de máquina a máquina. Pero por cómo fruncían ambos el ceño Ana se percató de que las cosas no iban como les gustaría. Ni el dragón se lo ponía fácil ni las pruebas parecían ir bien. Tras unas horas en las que Ana se aburrió profundamente volvieron a meter al dragón en la jaula. Para disgusto de la chica, a ella la ignoraron totalmente.


Más tarde cuando abandonaron el laboratorio Ana intentó acercarse hasta el dragón. Parecía alicaído y estaba hecho un ovillo con los ojos abiertos. Pero en cuanto ella hizo el esfuerzo de acercarse éste empezó a bufar de una manera que la hizo detenerse.

- ¡Shh! Tranquilo – susurró ella – No quiero hacerte daño.

El dragón se había tensado visiblemente y no la quitaba el ojo de encima.

En ese momento entró uno de los esbirros de Cortex y le dejó a Ana su ración de agua y comida pero no al animal.

- Oye ¿y su comida?

El esbirro la miró por unos segundos pero, sin soltar palabra, abandonó la estancia.

A Ana le rugían las tripas; le habían vuelto a dejar fruta. No se quejaba porque de hecho ella era vegetariana – aunque llegaba a probar la carne si no tenía más remedio, como cuando iba a ver a sus padres – pero hubiera agradecido algo más consistente, como unas buenas coles con salsa y nueces, brócoli con bechamel y queso fundido o por qué no una hamburguesa de lentejas, con cebolla, lechuga y patatas fritas.

La chica devoró con avidez una de las frutas pero su mirada llegó hasta el dragón que, aún enroscado, miraba fijamente la fruta. Ana se lo pensó mejor y dejando lo que le sobraba se acercó hasta el límite de la jaula. El dragón volvió a bufar y se encogió un tanto pero Ana volvió a susurrarle y le alargó el plato con la comida. Después se alejó y se sentó a observar.

El dragón olisqueó el plato y, poco a poco, se fue estirando y se aproximó. Insistió mucho, por alguna razón, en revisar bien la comida con su hocico y luego, de dos bocados, se comió todo. Luego miró a la chica torciendo la cabeza y emitió un gañido.

Ana sonrió pero se sobresaltó con el eructo que emitió el animalito.


1 comentario:

  1. Sólo te puedo decir que sí, que este dragón es creación mía. Por el momento es suficiente que sepas esto.

    Y sí, estaban contiguas... en serio no lo especifico? ehehehe

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