Listado de fics del blog

Dale al título para ver el listado completo. Te animo a que me dejes un comentario si detectas algún link roto o erróneo. Con ánimo de que o...

[Crash Bandicoot] Universos entremezclados - Capítulo IX - Vuelta a casa


Ana no había vuelto a ver al doctor Cortex desde aquella noche en la playa. Al principio lo aceptó porque pensaba que le había herido sin proponérselo pero cuando pasaron varios días comenzó a preguntarse dónde estaba. Cuando preguntaba por él Brio se encogía de hombros y señalaba que habían surgido ciertos contratiempos que le obligaban a enfrascarse en una ardua tarea. Ana no tenía ni idea de qué podía ser. ¿Qué era aquel trabajo que le alejaba de su propósito con el E-volvo?

Tampoco sabía qué pensar, pues no había vuelto a meditar sobre lo que había ocurrido. Se percató entonces de que echaba de menos al doctor. 

Ana interrumpió su lectura perdida en estos pensamientos. Se sentía extraña.

- Pero ¿qué te pasa? – se reprochó así misma al cabo de un momento - ¿Qué te inquieta tanto? Deberías estar buscando una manera de salir de aquí y no pensando en esas cosas.

- Te sientes culpable, querida – dijo su conciencia. No pudo elegir una frase mejor para reaparecer y, extrañamente, su voz sonaba muy similar a la de su amiga Jess.

- Oh, perfecto, la que faltaba. Cállate – le espetó, molesta e intentó proseguir su lectura.

- Sientes empatía porque tú has pasado por esa misma situación más de una vez, el verte rechazada y, en el fondo, te sientes culpable, como bien sabes. O quizá…

- ¿Quizá qué?

- Quizá es por otra cosa. ¿Qué sentiste cuando te dijo todo aquello de que te quería? 

Ana iba a contestar pero se dio cuenta de que no lo había pensado. ¿Que qué sintió? Bueno, a ver, para empezar no estaba acostumbrada a que alguien se le declarase y más de aquellas maneras. Una parte de Ana se sentía conmovida pero otra se sentía algo asustada.

- ¡Y vaya contestación que le diste! – le reprochó su Jess personal.

- Ey, no sabía qué decirle. Me pilló totalmente desprevenida. Además es un científico malvado, no sé qué hubieras dicho tú en mi lugar.

- Eso no importa. Lo que importa es lo que pienses tú. ¿Por qué no le dijiste un “no” claro y conciso en vez de esa barbaridad?

- Tienes razón, me pasé pero…

- Pero en el fondo te gusta, ¿verdad?

- ¿Qué? No digas tonterías. Neo siempre me ha parecido en cierto modo gracioso… un poco patoso y algo patético. Físicamente tampoco es mi tipo.

- ¿Estás segura?  - preguntó con sorna la Jess de su cabeza para luego añadir en un tono pícaro – En el fondo siempre te han atraído los chicos malos. Y éste lo es.

- ¡Qué tontería! ¿Cuál es tu problema? – exclamó Ana cerrando el libro, molesta, para volverlo a abrir de manera compulsiva, sin fijarse en la hoja por la que lo había hecho.- Hazme un favor. Piérdete un rato y déjame en paz.

El interior de su mente quedó en silencio y Ana lo agradeció pero al rato se dio cuenta de que “ella” seguía ahí, esperando una respuesta satisfactoria. No quería pensar mucho en ello pero intentó observar los hechos de manera objetiva. 

- Mira, no sé la respuesta a esa pregunta ni yo – concluyó, finalmente -  Pero independientemente de lo que yo sienta o no sienta es algo que no iría a ningún sitio. No… no somos del mismo lugar… ni estamos hechos de la misma pasta. Así que ¿qué más da? No merece la pena sopesar siquiera la opción. Yo lo único que quiero es volver a casa.

Pareció que a su conciencia le valía la respuesta. Era consciente además del futuro y sabía que Cortex era capaz de mostrar sentimientos de cariño por alguien, tal era el ejemplo de su sobrina Nina, aunque él jamás la había mencionado en esta época. ¿Quizá aún no la conocía? Era muy posible… pero Ana sabía que mostraría auténtico afecto por ella. ¿Por qué entonces no podría tenerlo hacia ella misma? 

Ana estaba hecha un lío y por eso decidió dejar de dar vueltas al asunto. Simplemente lo que pasaba era que se sentía terriblemente mal por su comportamiento y pensó que la próxima vez que viera a Neo, se disculparía y le aclararía lo que ella pensaba. Sí, sería lo justo. Se la daría en cuanto tuviera la oportunidad.


Sin embargo no la tuvo porque pasaron un par de días más y seguía sin saber nada de él. El nerviosismo fue aumentando con el paso del tiempo y Ana llegó a pedir hablar con él. 

- N-no seré yo quien interrumpa al doctor en sus quehaceres – le dijo Brio – S-se pone de un humor de perros cuando eso ocurre.

- Pero ¡si siempre está de un humor de perros! – le contestó Ana, molesta. Estaba empezando a pensar que el doctor la evitaba a propósito.

- Ya, b-bueno, pero aún más quiero decir – dijo él, encogiéndose de hombros con una sonrisa de disculpa. 

Ana apenas le escuchó, sumida en sus elucubraciones, y terminó de vendar la garra a Moe Komodo, que se había lastimado con uno de sus sables.

- Esto ya está Moe. En el futuro no te lamas las heridas. A pesar que seguís una dieta más limpia vuestra saliva sigue siendo altamente infecciosa.

- Graciasssss, lo tendré en cuenta, doctora – asintió él sin apartar los ojos de su garra.

- Por cierto – preguntó Brio entonces - ¿no quieres saber en qué está trabajando el doctor?

- Si es algo malvado, no quiero saberlo, gracias – contestó ella con frialdad.

Brio se quedó pasmado ante esa contestación.

- E-eso ha sido muy grosero.

- No, grosero él por desaparecer así.

El científico quedó tan desconcertado por el súbito ataque de la chica que frunció el ceño.

- Cómo sois las mujeres – farfulló y abandonó la estancia dando un portazo.

Ana se volvió sorprendida.

- Vaya – comentó Moe tranquilamente - sssssegún parece, sssse ha enfadado, doctora.

- Ya lo veo…



El resto del día lo pasó sola. Fue a visitar a Dany para alimentarle y hacerle compañía, quedándose con el dragoncito el resto de la tarde. 

- Lo siento mucho – se disculpó Ana con sinceridad mientras le acariciaba la cabeza – Sé que estos días he estado muy rara, pero de verdad que por mucho que lo he pensado no sé cómo sacarnos de aquí. 

No era tan sencillo como abrir la jaula y dejarle ir, pues los científicos le habían colocado un collar como el que ella tenía – Neo no se lo volvió a poner desde aquella noche – y Ana no tenía forma de soltarlo; si salía de los terrenos del castillo Dany sufriría una descarga eléctrica lo bastante potente como para inmovilizarle.

Sus manos terminaron sobre el collar, el cual había estudiado desde todos los ángulos pero era totalmente incapaz de desmontar el mecanismo sin la llave adecuada, que estaba en posesión de Neo. Por otro lado, era inútil intentar sabotearlo porque provocabas el mismo efecto; Ana ya lo sufrió una vez y no estaba dispuesta a cometer el mismo error con Dany.

- Es que incluso aunque te lo quitara, no tendríamos adonde ir ninguno de los dos. Éste no es nuestro mundo…

El dragón la miraba con ojos tristes pero le dio un lametón áspero en el brazo. Ana le sonrió y le siguió acariciando la cabeza y hablándole durante un buen rato más.


Cuando volvió a su cuarto por la noche se sintió tan hastiada que escribió una nota para Neo indicándole que quería hablar con él. Su plan era deslizarla a la mañana siguiente bajo la puerta del laboratorio donde estaba encerrado. En ella sólo le indicaba que deseaba hablar con él sobre algo importante. Tras terminarla y guardarla en uno de los libros  que ya había terminado se metió en la cama, quedándose profundamente dormida.

Se estaba tan bien en los brazos de Morfeo; desde que estaba en la isla dormía como un tronco, aprovechando al máximo las horas de sueño como no podía hacerlo en su casa. Pero en algún momento indeterminado empezó a notar cierta molestia. Algo agarraba su hombro y lo zarandeaba, haciendo que abandonara el mundo de ensueño en el que se encontraba.

- Mmm – gimoteó Ana– No, por favor, sólo cinco minutitos más mami – murmuró, dándole la espalda al intruso y se abrazó con más fuerza a la almohada.

- Ana – la llamó casi en un susurro una voz masculina que reconoció al momento.

La chica dio un respingo y se sentó en la cama.

- ¡Neo! – exclamó, algo parpadeando con sueño - ¿Qué haces aquí? – consultó su reloj de pulsera – Son las cuatro de la mañana…

- Ven. Hay algo que quiero que veas – le contestó él de manera misteriosa.

A pesar de su aspecto ojeroso y cansado parecía bastante ansioso por algo.

- ¿Ahora? Has estado casi dos semanas sin aparecer…

- Deberás disculparme, he estado muy atareado en algo importante. Por cierto, coge tus cosas, las necesitarás. ¿Vienes?

- Está bien – asintió Ana con curiosidad. Siempre le alegraba el salir de su cuarto pero no atinaba a imaginar por qué necesitaba llevar sus escasas pertenencias.

Siguió al científico por los pasillos. El paseíto le vino bien para despertarse del todo. Ya lúcida recordó lo que quería hablar con él.

- Oye, por cierto, no sé si Brio te lo dijo pero quería hablar contigo… es sobre…

- Olvídalo, sea lo que sea – le dijo él deteniéndose frente a una puerta cerrada.

Ana le miró sorprendida y algo molesta porque la interrumpiera así. ¿A qué venía todo esto por cierto?

- Ehm… ¿qué  es lo que pasa?

- Hemos estado trabajando día y noche en eso – dijo él – He llegado a pensar que no iba a conseguirlo, ha sido endemoniadamente complicado repararlo por no hablar de encontrar la resintonización cuántica exacta. Por suerte, dentro de lo malo, recuperé los patrones de cálculo que usamos en la última sesión y he podido trabajar con ellos de base. Pero la calibración ha resultado ser exponencialmente mayor de lo que esperaba por lo que he tenido que ajustar, probar, fallar y volver a probar tanto que he perdido la cuenta…

- ¿De qué estás hablando? No he entendido ni papa. 

 - Pues – dijo Cortex, sacando un mando y pulsando un botón – Que vuelves a casa.

Las puertas se abrieron de par en par y Ana vio el Psicotrón en pleno funcionamiento. En el centro del mismo tres haces de energía pura mantenían abierto un portal desde el que Ana veía unos edificios que le resultaron familiares.

Se acercó casi corriendo al umbral entre la barrera de energía externa y se detuvo, mirando maravillada el paisaje al otro lado.

- ¡No puede ser!– exclamó llena de alegría. Luego se volvió a Cortex – Pero ¿cómo lo has conseguido?

Éste se encogió de hombros pero no pudo evitar que el orgullo tiñera su voz.

- Bueno, aunque soy malvado, soy un científico a fin de cuentas. Y es que la respuesta estaba en tu teléfono móvil o como se llame y la descubrí por accidente. El portal no sólo puede ser atravesado por la materia sino que también puede ser atravesado por radiaciones y todo tipo de ondas. Fue totalmente inesperado, lo había estado examinando en un descanso y lo dejé encima de la mesa… Con uno de los portales que abrí pareció reaccionar de una manera un tanto curiosa y me dio la idea. Básicamente lo usé de prueba rastreando las últimas coordenadas de la memoria del Psicotrón y con los cálculos que te he comentado antes. Hasta que llegó a un punto en el que ha captado ciertas señales que amplían sus funciones, por lo que deduje que debía ser tu… universo. Casi me da un infarto cuando empezó a emitir todo tipo de sonidos estridentes. Por cierto, aquí lo tienes…

Cortex le tendió el móvil y Ana lo tomó. Casi se echó a llorar cuando vio que tenía plena cobertura. Tenía la bandeja inundada de notificaciones.

- ¿Cómo lo has recuperado?

- ¡Shh, shh! Secreto profesional – dijo Neo, eludiendo astutamente la pregunta – Es un aparato la mar de interesante.

Ana apretó el móvil contra su pecho pero luego una sospecha creció en su interior. Estaba tan contenta que no se le ocurrió pensar que quizá le hubiera estado hurgando en sus datos personales.

- ¿Y cómo es que de pronto has decidido trabajar de lleno con el Psicotrón?

Neo se ruborizó ligeramente y se miró los zapatos. Carraspeó.

- Bueno, era una espinita clavada el que yo mismo destruyera mi obra y no fuera capaz luego de reconstruirla. Quería hacerlo igualmente, pero ya que estaba… ehm… pues…

Ana le miraba sorprendida porque justo cayó en cuenta de una cosa.

- ¿Significa eso que puedo irme?

Cortex levantó la mirada. ¿Notaba algo de dolor en sus ojos? Asintió silenciosamente.

Ana volvió a mirar sin creerlo el portal y, por un momento no se movió. Luego se giró de nuevo al científico.

- He hecho algo más – agregó él – He liberado al dragón… a Dany. 

- ¿Qué has hecho qué?

- Sí. Sé que le tenías un cariño especial…

- ¿Has dejado escapar a la criatura que te suministraba los cristales de energía? ¿Por qué?

- ¿No era lo que querías?

- S-sí, pero… no entiendo nada…

- No hay nada que entender, si lo piensas.

Ana creyó comprender lo que él quería decir pero decidió no seguir con el tema.

- ¿Así que le has devuelto a su casa?

Aquí Neo frunció el ceño, bastante molesto, aunque no exactamente por el mismo motivo que la chica creía.

- No, no tengo manera de encontrar sus coordenadas, ese cálculo se me resiste y, a diferencia de con tu dimensión, no poseo nada que me ayude a saber si ése es el lugar exacto salvo atravesándolo y no estoy dispuesto a arriesgar mis ciborgs con eso… no todavía. Pero daré con esa dimensión de energía ilimiatada, como que me llamo Neo Cortex.

Ana no sabía qué decir. Tenía su hogar al alcance de la mano, algo que ya daba prácticamente por perdido. Él había cumplido con su palabra y, aunque desconociera el motivo, a Ana le traía sin cuidado si era por lo que hablaron en la playa o por otra cosa. Estaba fuera de sí de felicidad.

- Gracias… de verdad – consiguió decir.

- Sólo una par de últimas cosas  – dijo Cortex extendiéndole un objeto.

Se trataba de un cordel que del que colgaba una piedra de color rosado. Ana lo miró fascinada porque sabía de qué se trataba.

- ¿Esto es…?

- Un regalo, por toda la ayuda que nos has prestado. Y sí, es una esquirla de uno de los cristales de energía. Mejor no pienses que salió del trasero de tu amigo Dany.

Ana pensó que se podía haber ahorrado ese comentario pero aceptó el regalo.

- Y luego, toma – siguió él alargándole una especie de mando con un par de botones, altavoz y una antenita.

- Esto sí que no tengo ni idea de qué puede ser. 

- Pues este aparatito es el responsable de haber demorado unos días más tu regreso… me ha basado un poco en tu teléfono. He hecho pruebas con Brio y funciona, lo que desconocemos es la autonomía de la batería, pero creemos que durará muchísimo.

- ¿Y para qué sirve?

- Pues este botón – señaló – hará contacto con nuestro Psicotrón y te permitirá abrir un portal para enlazar estos dos universos. No hemos podido probarlo pero creemos que funcionará. Y este otro botón es… bueno, por si nos necesitaras, por el motivo que fuera. También me gustaría que me prometieras que si es al contrario, es decir que si yo te necesitara… al menos,  claro, hasta que se agote la batería… sólo por… hablar… 

Ana se ruborizó ligeramente y se lo guardó en su bolsito. 

- Gracias, y te prometo que si me necesitarais estaría al otro lado.

Cortex pareció satisfecho.  Se miraron por un momento sin decir nada.

- Bueno, recuerda que el viaje es algo movidito. Está estabilizado y es seguro así que no debes preocuparte – carraspeó él y frunciendo el ceño para adoptar su rictus habitual, añadió – Será mejor que cruces de una vez o me quedaré sin energía y tendremos que volver a empezar desde el principio…

Ana parpadeó confusa y se disculpó. No sin cierta reticencia se detuvo en el límite exacto. Se volvió una última vez para ver a aquel científico del que jamás pensó que fuera a conocer y que le miraba con cierta desolación pero también con seguridad, animándola a que diera el paso dentro del portal. Dedicó también una última mirada a Brio, al que no había visto y que había permanecido silencioso en un lateral oscuro del laboratorio, y luego avanzó…


Todo comenzó a dar vueltas… y desapareció de la dimensión Wumpa. 


1 comentario: