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[Crash Bandicoot] Universos entremezclados - Capítulo X - Rutinas y añoranzas


Esta vez el viaje fue peor porque Ana estuvo consciente. A su llegada a su dimensión original lo primero que hizo fue echar fuera de su cuerpo lo poco que le quedaba de la cena. Por suerte para ella el portal se había abierto en un callejón de un lugar poco transitado. Ninguna de las personas que pasaban por la concurrida calle se percató de su aparición ni de su presencia en el callejón. 

Una vez que Ana terminó de vomitar se limpió lo mejor que pudo y salió a la calle principal aspirando fuerte. Un acceso de tos la sacudió, se había acostumbrado a la atmósfera de la isla y eso que en los alrededores de los laboratorios de Neo había una contaminación más que importante.

Lo primero que hizo Ana fue ir hacia su apartamento sintiéndose completamente extraña y ajena a lo que le rodeaba y eso que sabía exactamente dónde se encontraba, habiendo recorrido cientos de veces esas calles. Una vez que entró a su apartamento cargada con las cartas atrasadas que atiborraban su buzón cerró la puerta, fue hasta su cama y se desplomó sobre ella.

- ¿Fue todo un sueño? – preguntó en voz alta  con la cabeza hundida entre cojines. Se giró para acostarse de espaldas y mirar el techo. Luego se puso a examinar las cartas… y se sorprendió comprobar que el tiempo no había pasado exactamente a la misma velocidad, pues sólo había transcurrido una semana desde que había desaparecido.

Pensó durante un minuto en el motivo y llegó a la conclusión que se debería a algún desajuste en los cálculos de Neo. Después consultó su teléfono móvil. Tenía multitud de mensajes de Whatsapp de su madre, de Dany y de Jess por no hablar de la cantidad de llamadas perdidas. Eso le hizo acordarse del contestador automático y se asomó con aprensión al salón para observar el número de mensajes; estaba lleno. Y, sobre la mesa, había más cartas, lo que significaba que habían estado en su piso, bien sus padres o bien Dany, ya que tenían copia de las llaves. Se preguntó si también habría estado la policía.

Respiró hondo. No quería ni imaginarse lo que tenía por delante para comunicarse con todos y la tremenda bronca que le iba a caer. Primero leyó poco a poco los mensajes del móvil, que por suerte eran menos de lo que esperaba, debieron ver que no tenía cobertura y desistieron. Fue entonces cuando se preguntó si Neo los habría visto y que debió cargar el teléfono cogiéndole a escondidas el cargador; no se enfadó porque ella pensaba que lo había hecho para darle una sorpresa de que lo había recuperado.

Sacudió la cabeza para centrarse y, contra su voluntad, pulsó el botón de reproducción del contestador automático. Los mensajes se fueron sucediendo; su madre no paraba de parlotear y hacer preguntas, a veces suplicante y a veces amenazante junto con alguna aparición breve de su padre por el fondo o superponiéndose a la voz de ella. Dany también se había dignado a dejar algún mensaje y, por supuesto Jess, poniéndose también cada vez más histérica. 

- Bueno – pensó un poco risueña porque, desconocía la razón, la situación le hacía gracia -  al menos sé que si alguien me tira al río con una piedra no pasará desapercibido.

Lo que más le avergonzaba eran las teorías paranoicas que soltaba su madre por el contestador: ¿no será porque has conocido a un surfista o a un voluntario de esos que van a países de guerra y te has ido con él?, que si es que ya no les quería porque se ponían muy pesados, que si su hermano le había vuelto a hacer alguna como en el camping… esto último cargado de dramatismo porque en esa ocasión tuvo una pelea tan fuerte con Dany – no recordaba el motivo, lo anotó mentalmente para preguntárselo a su madre - que él acabó con un ojo morado y ella con un mechón de pelo menos en su cabeza, hecho que hizo que ambos hermanos no quisieran dirigirse la palabra durante lo que restaba de verano para exasperación de sus padres.

Finalmente la cinta se acabó. 

- Menos mal que no han sido los dos meses que realmente he pasado fuera porque si no, llaman a la Interpol – pensó con amargura mientras pulsaba el botón para borrar todos los mensajes.

Antes de ponerse al lío se dio una buena ducha, se cambió de ropa y fue a la cocina  para servirse un refresco – se lo pedía el cuerpo – y para coger unas patatas fritas que tenía guardadas en la despensa. Una vez preparada para la batalla decisiva contra el Vietcong descolgó el auricular. Respiró muy hondo y soltó el aire despacio.

- Y allí vamos…



Cuando Ana desapareció a través del portal Neo tuvo que hacer un gran esfuerzo por no perder la máscara de serenidad que había lucido durante todo este rato. A una señal suya la mar de desganada Brio interrumpió el flujo de corriente que mantenía abierto el portal.

- Al final se marchó, je-jefe – dijo un tanto sorprendido.

- Así es. Y no lo ha dudado ni por un momento. Fui un estúpido al albergar una mínima esperanza de que decidiera quedarse… al menos me queda el consuelo de que aceptó el N-Comunicador Interdimensional – murmuró realmente apesadumbrado.

- Bueno, anímese, podemos continuar. Lo que le dijo del dra-dragón era mentira ¿verdad?

Neo le miró sin comprender, estaba realmente serio.

- No. Le dije la verdad. Lo liberé.

Brio se llevó las manos a la cabeza.

- ¡El gran Uka-Uka se pondrá furioso con usted! 

- De Uka-Uka ya me ocupo yo… además no he sido tan estúpido – agregó cruzando los brazos tras su espalda - Costaba mucho dinero y esfuerzo mantenerlo aquí y tenemos suficientes cristales para una buena temporada. Además le coloqué un rastreador para tenerle localizado; como pensé, ha vuelto a la zona donde se cobijó la otra vez… debe haber algo allí que le gusta. No puede ir muy lejos y los androides pueden ir a recoger los cristales allí. Uka-Uka no pondrá objeciones… y si no, siempre podemos atraparlo de nuevo.

Brio suspiró con algo de alivio.

- Suena bi-bien. Si usted está seguro…

- Naturalmente – dijo y cogió una carpeta de la mesa – Iré a dejar esto en mi despacho. Prepara el E-Volvo y el Vortex, ahora vengo – ordenó, abandonando el laboratorio.


Guardar justo en ese momento el expediente con los cálculos del Psicotrón era una simple excusa más que obvia. Neo realmente necesitaba estar un rato a solas y liberar sus sentimientos.  Cuando cerró la puerta de su despacho y depositó la carpeta en el archivo, se dejó caer pesadamente sobre la silla, mostrándose como realmente se sentía: desolado.

Había albergado una mínima esperanza de que Ana hubiera cambiado de parecer y se quedara con ellos en el castillo, aunque una parte de sí mismo no se engañaba. Lo que se negaba absolutamente del todo era a creer que jamás volvería a verla; por un lado tenía el comunicador que le había dado y, por otro, poseía las coordenadas exactas de su destino. Él siempre podría desplazarse e ir a verla… aunque fuera a escondidas, si el impulso era muy grande, aunque ésta opción no le apetecía mucho: esa dimensión era realmente desconocida para él y, aunque le llamara mucho la atención, también le daba un poco de miedo. Además no quería hacerse ilusiones para luego llevarse un golpe aún peor, pero en esos momentos se aferró a este pensamiento como a un clavo ardiendo.

Y sin embargo no podía distraerse de nuevo con todo este tema. Tenía tantas cosas que hacer y se sentía enormemente presionado por Uka-Uka, que no le daba tregua. En cuanto al dragón, Dany, todo iba exactamente según le había comentado a su colega; lestaba más que controlado. Pensó que en cierto modo había engañado a Ana pero él ya consideraba que bastante había hecho con devolverla a su lugar de origen, había perdido un tiempo valioso y un considerable esfuerzo en eso. Pero se sentía bien en ese aspecto aunque terriblemente vacío ahora que ella se había ido. Estaba seguro que la iba a echar muchísimo de menos: su voz, su sonrisa, esos ojos azules… suspiró. 

Hurgó en un cajón de su escritorio y sacó una cinta de color rojo. Estaba algo descolorida y ajada por el paso de los años. ¿A quién perteneció? No sería el único que lo sabía pero realmente sí que era el único que sabía que estaba allí. La sostuvo en su mano enredándola entre sus dedos y la miró durante un largo rato.

- La de estupideces que se pueden hacer por amor – reflexionó en voz alta. A continuación, volvió a guardarla en su sitio.


Tras esto volvió al laboratorio.



Mientras tanto Ana lo pasó realmente mal con todo lo que le cayó encima cuando se reunió con su familia. Efectivamente la policía había estado buscándola y se habían colgado carteles con una fotografía reciente, especificando sus características físicas junto a varios teléfonos de contacto por si alguien la reconocía. Ella se sintió muy avergonzada y culpable cuando realmente no era así, pero claro, esa parte de la historia no podía contarla sin parecer una perturbada. ¿Cómo hacerlo?

Así que, intentando dar las menos explicaciones posibles, señaló que se había tenido que marchar del país unos días por un asunto delicado. Cuando sus padres y su hermano le interrogaron al respecto Ana no soltó prenda. Por suerte era bastante tozuda si se lo proponía de modo que dejaron de insistirle, convencidos de que tarde o temprano lo contaría cuando estuviera lista. 


Los siguientes días los pasó muy ocupada retomando las clases en la universidad y poniéndose al día con apuntes, ejercicios y trabajos, por no hablar que los últimos exámenes estaban casi a la vuelta de la esquina, aunque Ana los llevaba bastante bien. Volvió a las tardes de trabajo y noches de estudio; se sentía descansada y renovada de su estancia en las islas, pues habían sido una especie de vacaciones forzosas de un par de meses. Pero en su hogar sólo había faltado una semana, no quiso imaginarse qué hubiera pasado si el tiempo hubiera sido equivalente.


En un principio pensó en guardar el comunicador que le había dado Neo en un lugar seguro, pues no quería que nadie lo viera. Pero luego decidió, por si él le llamaba, llevarlo siempre encima. Le hacía sentirse un poco más cerca de las Islas Wumpa. Y es que las echaba terriblemente de menos, más de lo que le gustaría admitir.

Añoraba el castillo: aquel mobiliario antiguo, las instalaciones del laboratorio, a los mutantes, al Dany escamoso… se preguntó si estaría bien… y echaba de menos a los científicos, pero especialmente a Neo, por el trato tan cercano que habían tenido el último mes. Siempre le había caído bien si olvidaba su lado más malvado pero ahora sí que le consideraba como un amigo…

En más de una ocasión se sorprendió pensando en él y en esos momentos apretaba el colgante, que una vez que se lo puso no se lo quitó; le encantaba. Además brillaba ligeramente con un tono rosado en la oscuridad. Pero si pensaba en Neo se sentía extraña, como si estuviera fuera de lugar. Y no sabía el motivo… pero no podía distraerse, tenía mucho que hacer.


¿Por qué era todo tan complicado? Y, lo que no sabía aún, es que si ahora pensaba eso en pocos días la cosa no iba a mejorar para nada en absoluto…


1 comentario:

  1. Podía haber sido un sueño perfectamente pero hay pruebas de todo lo contrario, sí.

    No, la cinta no es canon; es un elemento que introduje y que, curiosamente, ya avanzada más la historia de trasfondo en la cabeza, es un poco quebradero de cabeza porque tendría que haber puesto otro objeto que creo que queda mejor... pero bueno, a lo hecho pecho.

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