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[Crash Bandicoot] Universos entremezclados 2 -- Capítulo IV - El oscuro callejón

 


Cuando terminó la canción Jess y Ana rieron, brindaron con sus botellines y dieron un trago.

- ¡Ah! Adoro esa canción- dijo Jess y encendió un cigarrillo.

- Y pensar que antes de conocerme detestabas el rock – le dijo Ana, apartando el humo.

- Perdona cariño – se disculpó Jess alejándolo con la mano– Y nunca dije que lo detestara, tan sólo es que no le cogía el gusto. Pero he de confesar que hay ciertas canciones de lo más geniales. Y no me engañas, a ti te gusta porque Dany es lo único que escucha.

- Es cierto que he escuchado rock toda mi vida por su culpa, tanto en casa como en el bar, pero siempre me ha gustado tanto como a él. La música me ayuda a desconectar.

- Trabajas demasiado.

- Sólo diré dos cosas; primero, que adoro mi trabajo. La segunda… ¡mira quién habla!

Jess se rió.

- Tienes razón. Por eso deberíamos salir más a menudo, casi no nos vemos.

- No fui yo la que abandonó el gimnasio primero.

- Touché.

Ambas bebieron un trago de sus bebidas y luego Jess continuó la conversación:

- ¿No echas de menos trabajar aquí?

- Un poco, pero sabes que siempre he deseado dedicarme a la veterinaria a tiempo completo. Además, puedo venir cuando me dé la gana porque a fin de cuentas mi hermano es el jefazo.

- Cierto, cierto. Y yo vengo siempre aquí cuando me apetece una caña porque me salen más baratas – dijo, guiñándole un ojo con picardía.

- Y yo que pensaba que venías sólo para verme a mí – intervino Dany, que justo pasaba tras la barra, haciendo pucheros sobreactuados.

- Maldición, me has pillado – dijo Jess guiñando el ojo de nuevo con picardía. Ana se reía.

- ¿Otra ronda chicas? – preguntó Dany.

Asintieron. Al poco el otro chico les sirvió.

- Esto es para las bellezas más selectas del local – les dijo.

- Eres un cielo– le dedicó Jess juntando los labios como si le diera un beso.

- Ya lo sé.

- ¿Hace cuánto conocíais a Kevin? – preguntó Jess cuando el hombre salió de la barra para atender a otros clientes.

- Desde primaria. Ya sabes que siempre ha sido el mejor amigo de Dany.

- Ah, pensaba que le conoció en la facultad de derecho.

- No, ése es Andy, otro amigo.

- ¡Ah! Cierto… oh.

Jess se interrumpió porque se dio cuenta de que tenían compañía pues dos chicos se les habían acercado. Se quedaron parados mirándolas con bastante interés que no se molestaron en disimular.

- Hola guapas – dijo uno de ellos con todo el desparpajo que pudo reunir - ¿Qué tal la noche?

 Ana les miró de soslayo sin hacerles mucho caso, al contrario que su amiga.

- ¡Oh! Muy bien, gracias – dijo ésta - ¿Pero no es un poco tarde para vosotros? No vais a rendir mañana en el instituto.

- ¡Jess! – la reprendió Ana pero se estaba aguantando la risa sin mucho éxito.

La sonrisa de los dos chicos se esfumó e intercambiaron una mirada. Parecía que su ego se había venido abajo en cuestión de segundos.

- Vaya, sí, muy… graciosa. 

- Perdonad a mi amiga – dijo Ana – Es un poco brusca pero es que está un poco loca.

- Querida, yo curo a los locos ¿recuerdas? – dijo Jess, apagando el cigarrillo.

Los chicos volvieron a mirarse y como vieron que no tenían nada que hacer decidieron retirarse. Pero uno de ellos reculó y se volvió hacia Ana.

- Ah, ya se me olvidaba. Esto es para ti.

Y le alargó la servilleta doblada.

Ana le miró sorprendida pero no la cogió enseguida. Ante su mirada interrogadora el chico agregó:

- No es mía. Un viejo me ha pagado veinte pavos para que te la de.

- ¿Un viejo? ¿Quién?

- Ése de… estaba allí – dijo el chico señalando pero se detuvo cuando vio que Neo no estaba.

Ana cogió la nota un tanto desconcertada.

- Eh, vale… pues gracias.

Y los chicos se fueron.

- Vaya – dijo Jess – Qué excusa más pobre ¿no crees?

Ana miraba la servilleta pero la dejó sobre la barra.

- No sé – dijo bebiendo un sorbo de cerveza.

- ¿No la vas a leer? Siento curiosidad.

- No tienes remedio.

- ¡Oh vamos! Siempre que salgo contigo me quedo a dos velas.

- ¿Pero qué dices?

- Como si no supieras que acaparas a los chicos.

- Sí, claro, los atraigo como la miel a las moscas – dijo Ana sarcásticamente. 

- ¡Oh! Vamos, no te hagas la tonta ahora.

- En serio, no sé de qué hablas.

- Mira – dijo bajándose del taburete y señalándole acusadoramente con un dedo rematado en una uña larga lacada en rojo – Voy a la máquina a sacar un paquete de cigarrillos, cuando vuelva espero que estés dispuesta a admitirlo o si no, pagas la próxima ronda.

Tras su marcha Ana volvió a beber un trago y suspiró para sus adentros. ¡Jess era una exagerada! No había tenido ningún novio serio desde Greg puesto que se negaba a contar a Samuel, un chico que conoció en la facultad de veterinaria  durante el último año de carrera. Estuvieron juntos unos meses, pero se terminó porque cada cual siguió su camino: ella permaneció en Minneapolis aceptando el empleo que le ofreció la clínica donde hizo las prácticas como cirujana y él se marchó a Nueva York a continuar sus estudios y buscarse un empleo en la gran ciudad.  Hacía ya dos años de eso y durante ese tiempo apenas sí hubo cierta atracción con un compañero del zoológico de la ciudad donde Ana colaboraba días sueltos, pero no llegaron a nada serio puesto que Ana se enteró que él tonteaba con otra chica. Tampoco es que le quedara mucho tiempo para buscar y encontrar al tío adecuado. ¡Como si eso fuera necesario!

En esto pensaba Ana mientras sus ojos vagaban por los diferentes pósters de los grupos de música que tenía cerca (le encantaban) hasta que sus ojos se posaron sobre la servilleta doblada. La tomó para tirarla pero una súbita curiosidad la embargó por lo que en vez de eso decidió desdoblarla y leer lo que fuera que le hubieran escrito.

N.Gin no las había quitado el ojo de encima desde que Neo abandonó el local pues debía vigilar a Ana y asegurarse de que leyera la nota. Sin embargo cuando vio que la chica la dejaba en el mostrador ignorándola comenzó a dudar de que realmente lo fuera a hacer. Pero ahora que Ana la había abierto contuvo la respiración y la miró expectante. Como estaba sentada de lado él podía verle el perfil de modo que casi pudo ver cómo la expresión de ella se tornaba de escéptica curiosidad a súbita sorpresa. Se quedó estática un momento y pareció que volvía a leerla, como si no diera crédito. Le había llegado el mensaje, suficiente.

Se levantó, se echó la capucha y, sin ser detectado por Ana a pesar de tener que pasar casi por su lado para poder salir, abandonó del bar.

Se dirigió al bazar que estaba en la esquina al final de la calle y se reunió allí con Cortex. Éste se había puesto a ojear algunas revistas que vendían para matar el tiempo pero estaba visiblemente impaciente.

- ¡Ya la ha leído! – le anunció.

- ¿Sí? ¿Qué ha hecho?

- Sigue ahí, parecía un tanto sorprendida. No debía esperárselo.

- Ya… claro. Ahora la cuestión es si vendrá – murmuró Neo.

- ¿Qué lee usted?

- ¡Oh! Una revista científica que está la mar de bien. Hay que ver lo fascinantemente diferente que es la ciencia en esta dimensión. Aunque no entiendo por qué tienen que mezclarla con modelos en cueros…

Gin se inclinó hacia él con sumo interés.


Cuando Jess volvió al lado de la barra no se percató al principio del cambio que había sufrido Ana. Pero cuando vio que se agarraba las manos y lo tensa que estaba se dio cuenta de que algo le pasaba.

- Oye ¿Estás bien? Te veo un poco pálida.

- ¿Eh? Sí… sí. Estoy bien – dijo ésta. Parecía turbada por algo – Es sólo que…que… creo que me voy a casa – dijo levantándose súbitamente y poniéndose la ropa de abrigo.

- ¿Ya? Pero si aún no hemos ni empezado. Además queda esa ronda pendiente…

- Lo siento Jess, es que…

- ¿Qué?

- Es que no me encuentro muy bien.

Jess la miró con extrañeza y preocupación.

- ¿Y eso?

- No lo sé, creo que me habrá sentado mal la cena. Además estoy muy cansada.

- ¿Quieres que te lleve?

- No, déjalo, iré andando, seguro que el aire frío me hace bien.

- ¿Estás segura? ¿No quieres que te acompañe? –insistió Jess sacando las llaves del coche.

- No, que va, no hace falta. No quiero chafarte la noche.

- No lo haces. No es muy tarde y habrá gente en la calle pero…

- Estaré bien, ¿de acuerdo? Además – agregó, tentando a la suerte – aquel chico donde la diana no te ha quitado el ojo de encima en toda la noche.

Jess miró buscando al supuesto chico y le pilló en plena inspección. Desvió los ojos aunque no rápidamente. La chica pelirroja se volvió a su amiga de nuevo.

- Creo que más bien te mira a ti.

- Ya te digo yo que no  - repuso Ana poniéndose los guantes– Hablamos.

- Mándame un mensaje cuando hayas llegado a casa ¿vale? – pidió Jess dándole un beso en la mejilla, aún algo reticente.

- Claro. Pásalo bien. 

Ana se dirigió al otro extremo de la barra donde su hermano servía bebidas, le hizo señas y, cuando éste se acercó, le dijo unas palabras de despedida al oído. Luego le besó en la mejilla y se apresuró a salir casi dejándole con la palabra en la boca y sin darse cuenta de la mirada de preocupación que intercambiaban él y Jess.

El aire frío le azotó en la cara pero ella se encasquetó más su gorro de lana y se subió aún más la bufanda. Detestaba las mentiras pero no se había visto capaz de confesarle a Jess ni a su hermano lo de la servilleta. Había tenido la precaución de metérsela en el bolsillo por si les daba por fisgar. Esto era asunto suyo y de nadie más.

¿Por qué el pasado siempre volvía por mucho que intentaras dejarlo atrás? No paraba de preguntarse esto mientras andaba de manera mecánica y precipitada hacia el sitio que le había dicho la nota. Porque estaba segura de que se trataba de Él. ¿Quién otro podía ser? Y, sin embargo, no paraba de decirse que sin duda era una broma o una confusión, que no sería verdad. No había vuelto a saber de Él, no quería saber nada de Él; de hecho, no había vuelto a tocar ningún juego de Crash Bandicoot. Compraba todo lo nuevo que salía pero no llegaba a jugarlo y lo guardaba en un sitio no a la vista, como todo el merchandising. Y sin embargo, allí iba ella, a su encuentro. ¿Por qué? ¿Acaso quería asegurarse de si era Él de verdad? 

Llegó hasta las puertas del bazar. Antes de entrar tuvo la precaución de comprobar si la hubieran seguido pero no fue así.

Saludó en voz muy baja al dependiente extranjero que apenas le dedicó un gruñido, sin despegar la mirada del televisor por el que daban una película en un idioma que parecía africano. No veía a Neo así que se puso a caminar por la tienda mirando en todas direcciones. Finalmente lo encontró al fondo, de espaldas, acompañado por otro tipo que Ana reconoció al momento como N.Gin (nadie si no él podía tener semejante bulto en la cabeza por mucha capucha que se echara). Miró por encima de sus hombros pues parecían estar bastante entretenidos observando una revista donde aparecía una jovencita sentada sin nada más encima que un casco de astronauta que sostenía a un lado en una pose bastante forzada.

Decidiendo ignorar ese punto y acabar cuanto antes Ana carraspeó:

- ¿Querías verme, Neo?

Ambos dieron un respingo y se volvieron.

- ¡Ah! Ho-hola – exclamó Neo. Al ver la expresión de Ana que les miraba con una ceja enarcada y los brazos cruzados recordó la revista y la arrojó por encima de los estantes, avergonzado – N-no es lo que crees, estábamos mirando los artículos científicos que…

- ¿Qué estás haciendo aquí? – preguntó interrumpiéndole y le miró un tanto sorprendida de arriba a abajo – Porque sé que eres tú pero nadie lo diría. Es cierto que te pareces mucho a Roger Delgado*…

- ¿A quién?

- No importa.  ¿Y por qué vas vestido con esas pintas? Pareces el típico tío de incógnito que sale en las películas que no quiere llamar la atención pero que salta a la legua que trama algo sospechoso.

Neo carraspeó y se irguió un poco.

- No encontré nada más adecuado para no llamar la atención, nos ha costado mucho conseguirlo, sobre todo con el hombre-cohete aquí presente.

- Hola – saludó Gin tímidamente, mirando a Ana con los ojos como platos. Empezó a oler a tela quemada, sin duda por el cohete; cada vez que Gin se excitaba por nerviosismo o enfado el cohete comenzaba a echar fuego. Por suerte no llegó a tanto y nada se incendió.

- Hola… ¿Qué es lo que quieres? – preguntó Ana tras lanzarle una ojeada a Gin.

- Se trata de algo serio. Créeme que no hubiera venido si no se tratara de un asunto urgente – hizo una pausa y, como Ana no dijo nada, continuó – Ehm, si no te importa, me gustaría que habláramos en un lugar más privado…

- ¿Qué tiene de malo el badulaque de la esquina? – preguntó Ana sarcásticamente – A estas horas no es que haya mucha gente y, dado que se trata de ti, prefiero hablar en un lugar público.

- Hablas como si fuera a secuestrarte.

- ¿A qué has venido entonces?

Neo se mordió el labio puesto que, en cierto modo, eso era exactamente a lo que había venido. Si el plan A fallaba (ir a un lugar tranquilo e informar a Ana de todo para que por su propia voluntad fuera con ellos a su dimensión) tenían el plan B (ir a un lugar tranquilo donde nadie pudiera inmiscuirse e incapacitar a Ana de un disparo aturdidor y llevársela con ellos a su dimensión). Neo contaba con que, dadas las circunstancias, Ana se resistiría al plan A pero si se quedaban en este sitio el plan B no podía ejecutarse; estaba en un callejón sin salida. Tendría que pensar en un plan C… pero no, no le quedaba más remedio que forzar la situación al máximo, así que a regañadientes siguió con el plan A:

- Te resumiré lo más importante. Recientemente he venido sufriendo ciertos ataques y por ello he sufrido pérdidas económicas, de infraestructura y mano de obra…

- ¿Y eso qué tiene que ver conmigo? No, espera, primero quiero que me digas cómo rayos has dado conmigo.

Neo guardó silencio durante unos momentos, incómodo.

- Eso ahora no importa. Lo que sí importa es que alguien está detrás, alguien que quiere hacerme las cosas difíciles. Este personaje desconocido ha dejado ciertas notas de lo más amenazadoras. Por supuesto, he tomado las medidas pertinentes con Nina. La he puesto a salvo pero…

- Sigo sin ver qué relación guarda todo esto conmigo.

- Ana, creo que vienen a por ti.

- ¿A por mí? ¿Por qué?

- Pues porque de algún modo ese personaje sabe que… bueno, que… fuiste, en cierto modo, importante para mí. Ya sé qué hace mucho tiempo de eso pero, por lo que sea, él cree que sigues teniendo peso en mi vida.

- ¿Cómo estás tan seguro?

- Porque me dejó esto junto con una nota donde amenazaba a Nina.

Neo le entregó el colgante con el fragmento del cristal de poder que ella se quitó antes de marcharte de manera definitiva de la dimensión Wumpa. Ana lo miró durante un tiempo.

- Pero eso no significa nada.

- ¿Tú crees? – Neo se maldijo internamente por no traer la nota – Te recuerdo la carta amenazadora y, junto con el collar, se revela a quién se refiere exactamente. Tiene que ser eso, porque si no la otra posibilidad es que la carta sea eso precisamente y el collar una firma, como que has sido tú...

- ¡No digas tonterías! ¿Cómo iba a ser yo?

Neo se encogió de hombros y enarcó las cejas.

- Eso mismo pienso yo, ergo sólo queda la otra posibilidad que acabo de mencionarte.

- Pero vamos a ver. Si me está amenazando primero tendría que llegar hasta mí. ¿Acaso este tipo puede viajar entre dimensiones también?

- Lo ignoro – admitió él de mala gana – No tengo manera de saberlo, pero no quiero arriesgarme, ha sido muy explícito hasta ahora. Por favor, ven conmigo a un lugar seguro, por lo menos hasta que me encargue de este problema. Nadie me amenaza y sigue su vida como si nada.

- Si piensas que voy a ir estás majara. No quiero tener nada que ver contigo, ya te lo dije hace cuatro años.

- Así que cuatro años… En mi mundo han pasado más de diez años, así que si tú estás sorprendida imagínate yo. Pero tienes que venir conmigo, si no quieres podría obligarte.

- Pero no lo harás. Si me atacas ese tío tocará la alarma, sacará una escopeta o un rifle de debajo del mostrador, porque lo tiene, y la policía estaría aquí en menos que canta un gallo. Es una boina verde en lo que se refiere a sufrir ataques en su tienda, se le ve en la cara.

Neo observó de reojo al tipo sintiendo que empezaba a perder la paciencia.  

- ¿Crees que si esa fuera mi idea te hubiera citado aquí?

- Hace un momento querías llevarme a un lugar apartado.

- ¡Mira! – exclamó Neo, luego tomó aire y lo soltó, serenándose - Te repito que el asunto es más serio de lo que crees. No parará hasta quitarme todo lo que tengo y, sólo entonces, querrá acabar conmigo. Sé cómo funcionan estas cosas porque yo haría exactamente lo mismo. Quiero hacerle frente y enseñarle que con el doctor Neo Periwinkle Cortex no se juega, pero no puedo hacerlo hasta no saber quién es. Lo que no voy a dejar es que se salga con la suya. Una vez más te pido que vengas conmigo, te prometo que estarás a salvo.

Ana también estaba perdiendo la paciencia.

- ¿Es que piensas que soy tan estúpida de tragarme esa historia?

- Todo lo que cuenta el doctor Cortex es cierto – intervino N.Gin, aún arrastrando las palabras por su embriaguez -  L-lo he visto con mis propios ojos. ¡Ese bastardo nos las va a pagar! – exclamó, alzando una mano y tambaleándose, atrayendo por unos segundos la atención del dependiente, que los miró con cara de pocos amigos.

- ¡Sshhhh! – le chistó Neo sosteniéndole y fulminándole con la mirada - ¡Baja la voz, cretino!

- Oh, sí. Me sirve de mucho la palabra de tu ayudante, gracias – dijo Ana con sarcasmo y resopló, intentando calmarse – Mira, no voy a ir y no vas a convencerme. Así que me voy a ir a casa y te sugiero que tú vuelvas a la tuya y te olvides para siempre de mí. O llamaré a la policía.

- ¿Por qué me guardas tanto rencor?

Ana lanzó una risa sarcástica.

- No lo sé… veamos… ah sí, ¡porque me utilizaste y estuviste a punto de matarme!

- ¡Ya te dije que todo eso fue un accidente! ¿Cómo iba a imaginar que esa estúpida dragona rompería la máquina de esa manera? 

- ¡No la culpes a ella, la estabas haciendo daño!

- ¡Claro, le hacía daño! ¡Uy pobrecitaaa! – exclamó con voz aguda chillona, claramente imitando la voz de Ana. 

Ninguno se percató de que el tipo del mostrador cada vez les miraba con más recelo. Sin embargo, Neo sí se dio cuenta que era lo menos apropiado que pudo decir, pues Ana le miró con gran enojo y fue hacia la puerta como una exhalación. ¡Se marchaba! Tenía que evitarlo, así que jugó su última carta.

- ¡Los Bandicoot han desaparecido! – gritó a la desesperada.

Ana se detuvo sosteniendo la puerta de la tienda y permaneció inmóvil siendo observada por el dependiente. Neo albergó la esperanza de haber captado su atención con esa frase y que, por eso, accediera a ir con ellos. 

Finalmente la chica se dio la vuelta con una falsa sonrisa:

- ¿Y eso sería un motivo de preocupación para ti tras tantos años intentando destruirlos? Adiós, doctor Cortex.

Y así salió de la tienda.

Ana enfiló por la calle principal y torció en una de las bocacalles de camino a casa. Estaba tan ofendida por la conversación que acababa de tener que negaba con la cabeza sin dar crédito echa un auténtico basilisco. La culpa era suya por haber acudido como una idiota. Para empezar jamás habría imaginado que volvería a ver a Neo. No quería ni pensar en el motivo auténtico que le habría traído a hasta aquí y, ahora que lo pensaba, mucho menos se imaginaba cómo demonios la había localizado. Quizá aún guardara las coordenadas pero sus intenciones quedaban claras cuando se había negado a contestarle. Ana tenía más que claro que no podía fiarse de él. Pero ¿se habría dado él por vencido? Inventar una excusa tan absurda y además pretender engañarla usando a los Bandicoot como cebo. ¿Acaso la creía tan tonta?

Tan absorta estaba con estos pensamientos que tardó un buen trecho en darse cuenta de que alguien le seguía. En esos momentos caminaba por una calle apenas transitada pero que era un atajo considerable para volver a casa. No frenó su paso pero aguzó el oído; escuchó unas pisadas detrás de ella. Incómoda y nerviosa, aceleró el paso sin atreverse a mirar atrás. Quien quiera que le siguiera también apretó el paso ¿Acaso ahora iba a perseguirla hasta su casa?

Decidió que ya era suficiente. Hurgó en su bolso y preparó el spray de pimienta que siempre llevaba y dobló bruscamente la esquina que daba a un callejón, apoyándose en la pared para sorprenderle.

El corazón le latía deprisa pero estaba decidida a agredirle para dejarle las cosas claras, aunque tendría que ser rápida para reducir también a N.Gin. Cuando las pisadas resonaron a su lado saltó hacia la calle enarbolando el spray.

- Ya te he dicho que me dejes en paz…

Se detuvo en seco porque el hombre con el que se topó no era ni Neo ni N.Gin. Retrocedió y comenzó a disculparse pero pronto enmudeció porque había algo extraño en aquel tipo. La figura que tenía delante de ella iba embozada en una gabardina larga de color gris oscuro y su rostro quedaba oculto por un sombrero de color negro de ala ancha, un fedora.  Su aspecto le recordó al de los detectives de las películas de cine negro de los años cincuenta, pero con un toque siniestro. Su postura era un tanto rara, algo antinatural pero no sabía decir por qué.

Cuando se irguió Ana se dio cuenta de que por lo menos medía dos metros. Avanzó hacia ella con brusquedad, lo que hizo a su vez que ella retrocediera de vuelta al callejón.

- Esto no pinta nada bien – pensó y se mordió el labio.

- ¿Annabelle Parker? – preguntó aquel extraño con una voz llena de chasquidos que le puso los pelos de punta. Era totalmente inhumana.

- ¿Q-quién eres tú? – preguntó Ana con un hilo de voz - ¿O qué? – se preguntó.

- ¿Annabelle Parker? – insistió la misteriosa figura.

- Eeeh… nooo – negó y esbozó una leve sonrisa, sin resultar convincente.

- Annabelle Parker vendrá conmigo.

Para Ana resultó evidente que estaba ante algún tipo de mutante que Neo había traído para llevársela con él. Siguió retrocediendo.

- Y… ¿y si me niego?

- Annabelle Parker vendrá conmigo. Si no es por las buenas, será por las malas. 

Apenas pronunció esas palabras Ana proyectó su pierna y le dio una patada en sus partes. La figura bajó la cabeza mirando la zona donde le había golpeado y luego volvió a levantarla sin inmutarse. Ella se quedó clavada en el sitio, estupefacta. ¿Qué había creído ver por un instante bajo aquel sombrero? ¿Una especie de palpos? ¿Unas antenas?

- Annabelle Parker vendrá conmigo – repitió aquella cosa con la misma entonación que usaría una máquina -  Si no es por las buenas, será por las malas

Pálida como un muerto siguió retrocediendo hasta que se topó con la pared de ladrillo, lo que la hizo sobresaltarse. Estaba acorralada. Hizo un esfuerzo y miró con el rabillo del ojo a un lado hasta un cubo de basura que estaba cerca. Quizá pudiera atizarle con la tapa del cubo si era rápida, pero aún tenía que ir hasta él… sólo unos pasitos más hacia la derecha. Necesitaba ganar tiempo y distraer a esa cosa.

- Pues Annabelle Parker no quiere ir – consiguió decir.

- Annabelle Parker no debería enfadar al jefe. Al jefe no le gusta esperar.

- ¿Y quién es tu jefe? ¿Cortex? 

Él emitió un extraño crujido prolongado y, asqueada, la chica se dio cuenta que se estaba riendo.

- No. El doctor Cortex muy pronto será historia.  

Ana abrió mucho los ojos. ¿Lo que le había contado Neo era cierto? ¿Este tío era secuaz del que había hecho esas amenazas?

La cosa estaba cada vez más cerca de ella. Al dar un paso hacia adelante Ana vio claramente una especie de pata rematada en un tarso de lo más afilado. Entre los pliegues de la gabardina también hubo movimiento y la cosa alargó lo que ella reconoció claramente como una garra insectoide, similar a la de un escarabajo. La chica se dio cuenta de que se le había agotado el tiempo y no tenía ninguna posibilidad. Cerró los ojos y apretó los dientes intentando prepararse para soportar aquel contacto, reprimiendo un gemido de asco. No, debía gritar para que la ayuda acudiera…

- ¿Has dicho que el doctor Cortex será historia? Ja, ja. Permíteme que lo dude, sabandija – dijo entonces una voz a sus espaldas.

La cosa se volvió y Ana abrió los ojos. Allí estaba Neo apuntando a su acosador con su inseparable pistola de plasma.

- Te aconsejaría que te apartaras  – le advirtió con una sonrisa maliciosa -  Personalmente, entiendo el modus operandi de tu jefe, tiene un estilo digno de un auténtico villano. Sin embargo no me gusta nada que usen conmigo mis propios métodos, llámalo hipocresía. En cualquier caso, o te alejas de la chica o te dejo frito.

- El doctor Cortex no está en posición de exigir nada – contestó la cosa. Su ropa se onduló y entre los pliegues surgió otra garra que sorprendentemente sostenía lo que parecía un arma. Cortex bajó la vista y su rostro, que lucía una expresión feroz y decidida, se contrajo en una mueca de preocupación – La chica irá con el jefe. El doctor Cortex debe esperar su turno. El jefe lo quiere para el final.

Durante la conversación ninguno de los dos se había percatado de que Ana había ido retrocediendo hasta el cubo de basura y ahora agarraba la tapa. Con un grito que rozaba lo histérico la estampó contra la espalda de la criatura, que trastabilló hacia adelante.

Neo no se lo pensó dos veces y disparó haciéndose un lado por si el otro le disparaba. No fue así. Se oyó un chasquido inhumano cuando aquel ser desapareció con un chirrido que ponía los pelos de punta. Lo único que quedó fue su sombrero sobre un montón de cenizas grises.

Cortex agachó la cabeza y apoyó las manos en las rodillas.

- ¡Uuf! Estuvo cerca. ¿Estás bien, Ana? – preguntó.

- ¡Claro que no! – gritó ella aun sosteniendo la tapa del cubo abollada y haciéndole dar un brinco - ¿Qué diablos era esa cosa? ¿Quién es su jefe?

- De nada ¿eh? – repuso Neo molesto.

Entonces ahogó un grito cuando Ana le tomó bruscamente del cuello del abrigo. Estaba histérica.

- ¡Y, oye, ésta vez me vas a responder o te pongo la tapa esta de sombrero! ¿Queda claro?

- Perdona – le dijo él, a la defensiva – pero es lo que he intentado explicarte antes y no me has dejado…

- ¡Jefe, jefe! ¡La lectura indica que la chica está…! – gritó N.Gin jadeando, llegando hasta dónde ellos estaban. Entonces al ver la escena se frenó en seco - … justo aquí.

Neo puso los ojos en blanco.

- ¿No me digas, zoquete? 

Ana parpadeó y agitó la cabeza, soltando a Neo.

- Vamos a ver – intentaba calmarse sin conseguirlo - ¿Podéis explicarme de una maldita vez qué es todo esto? ¿Cómo sabéis dónde estoy en todo momento?

Neo abrió la boca para responder cuando llegó hasta sus oídos el sonido de unas sirenas de policía que se acercaban.

- Ehm, no parece el mejor lugar para hablarlo. ¿No crees, querida?

- No me llames eso – espetó Ana apartándose el flequillo. Con un fuerte golpe dejó la tapa abollada del cubo en su sitio – Está bien. Iremos a mi casa y ahí me lo contarás todo. Sin omitir nada. Por aquí.

Echaron a correr por el callejón mientras el frío viento arrastraba las cenizas de lo que una vez fue una cucaracha gigante de Madagascar.




* Hace tiempo leí que uno de los creadores afirmaba que se basaron en el aspecto físico de este actor para "idear" a Cortex, igual que se basaron en el caso de Phineas Cage para N.Gin, aparte de toda la historia de las migrañas.

1 comentario:

  1. Ambas dos, realmente, pero si no cambiara un poco su apariencia para asemejarse adonde están resultaría extrañísimo y no podrían ni moverse con libertad ¿no crees? Ahora bien, quizá también sea cuestión de crear disfraz a modo de ilusionismo, etc... no se me había ocurrido esa opción hasta ahora, la verdad. También te digo, las apariencias de los personajes varían mucho según el juego y sus gráficos (no es lo mismo el Crash poligonal del juego 1 al que vemos ahora en el Crash 4) así que tampoco es tan descabellado ¿o sí?

    No echa a correr porque está enfadada y extrañada de que ellos estén ahí y hayan dado con ella tan rápido. Mínimo quiere una explicación sobre esto. Además sabe que si huyera Cortex la perseguiría hasta que ella le hiciera caso... de modo que, básicamente, tampoco le queda otra xD

    ¡Un saludito!

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