Listado de fics del blog

Dale al título para ver el listado completo. Te animo a que me dejes un comentario si detectas algún link roto o erróneo. Con ánimo de que o...

[Crash Bandicoot] Universos entremezclados 2 -- Capítulo V - Primeras impresiones

 


- No hagáis mucho ruido que no son horas. Y no toquéis nada.

Ana cerró la puerta de su apartamento dando todas las vueltas y echando los dos cerrojos. 

- Así que ésta es tu casa – comentó Neo, echando un vistazo – Es muy… ¡Ah!

Algo se estaba frotando contra sus botas, enredándose entre sus piernas. Se trataba de un gato gris atigrado que ronroneaba. Neo le lanzó una mirada de pocos amigos y le alejó empujándole con el pie.

- ¡Largo de aquí, bola de pelo!

- ¿Qué haces? – exclamó Ana agachándose a coger al minino que maulló y restregó la cabeza contra su dueña – Déjale en paz, Arthas sólo quería saludar.

- Deberías enseñarle modales. No me gustan los gatos – protestó Neo mientras la chica le lanzaba una mirada indignada y dejó al gato sobre una manta que había en un sillón de retales. 

Acto seguido se quitó toda la ropa de abrigo y la colgó en el perchero de la entrada, al igual que su bolso y fue hasta la cocina para ponerse algo de beber.  Más por educación que por ganas les preguntó si querían algo; ambos pidieron un café bien cargado.

Mientras ella lo preparaba Neo echó un vistazo rápido al apartamento; estaba atestado de cosas aunque quizá esta sensación se viera acrecentada porque no era un lugar grande. 

El apartamento estaba dividido en dos zonas: salón a la izquierda y cocina a la derecha, ésta última al estilo americano, sin ningún tabique de separación con la otra estancia, a excepción de una columna y el propio mostrador donde Ana tenía un par de taburetes, sin duda sería donde almorzaría habitualmente. De la cocina no había mucho más que señalar, pues tenía lo justo: una vitrocerámica, un frigorífico de una puerta con congelador, horno y microondas. Los armarios eran color verde claro y las encimeras blancas. Al no poseer lavadora ni secadora la chica tenía que bajarse a la lavandería del barrio, algo muy típico del país.

La parte del salón tenía muchas más cosas: Gin se había sentado en el sofá de dos plazas y no le quitaba los ojos de encima a Arthas mientras éste se aseaba sobre el sillón, que tenía un reposapiés. Delante había una mesita de centro, un televisor plano sobre un mueble que estaba atestado de aparatos electrónicos de diversos colores, formas y tamaños. A ambos lados había librerías repletas de libros y algunas figuras, por no mencionar fotografías enmarcadas por todas partes salvo por la inferior, que eran armarios. Las paredes estaban decoradas con cuadros de diversa índole: uno ponía “Star Wars: A New Hope” y otro “The Lord of The Rings: The Fellowship of the Ring”, que a Neo no le decían nada.

En la pared de enfrente había un par de puertas, sin duda una de ellas llevaría al cuarto de Ana y la otra dedujo que sería un armario empotrado. Sólo quedaba la zona que separaba esta pared de la encimera de la cocina, donde había una mesa cuadrada con cuatro sillas y un pequeño aparador. Detrás unas ventanas, tapadas por unas cortinas con visillo que parecían dar a un pequeño balcón.

- Bonito sitio – comentó Neo, por decir algo, si bien su voz sonó algo más sarcástica de lo que pretendía.

- No me importa tu opinión – contestó Ana secamente dejando los tres cafés sobre la mesita del centro. Luego se sentó en el sillón echándose la manta y poniendo a Arthas sobre su regazo  – A ver ¿cómo me has localizado? Dime.

Neo y N.Gin, sentados en el sofá, intercambiaron una mirada. Finalmente el primero puso los ojos en blanco.

- Te puse un rastreador el primer día que pisaste mi isla, mientras estabas sedada.

- ¡¿Qué?!

- Ya me has oído.

- ¿Cómo un rastreador?

- Pues eso, un rastreador, un chip de localización… llámalo como quieras. Es del mismo estilo que llevará tu gato.

- ¿Cómo pudiste?

- ¡Lo hago con todos mis esbirros! – se defendió Neo – ¿Y si escapabas? ¿Y si eras peligrosa? Mejor tenerte monitorizada y controlada que suelta con total libertad por mi isla.

- Venga, ¿dónde lo tengo? ¡Ya me lo estás quitando!

- Pero…

- ¡De peros nada! – chilló Ana – Quítamelo, desactívalo, haz lo que sea. Pero no quiero que me acosen.

- Si no lo hubieras llevado no te habría encontrado y ahora estarías yendo de la mano de aquel tipo tan simpático del callejón. ¿Te hubiera gustado eso? – repuso Neo, triunfante, cruzándose de brazos.

Ana abrió la boca para contestar pero la cerró tras pensarlo mejor. Luego lanzó un suspiro de exasperación y se dejó caer en el sillón, enfadada. N.Gin miró a Neo y, dejando el café en la mesa, asintió con la cabeza con vehemencia.

- Bien dicho, jefe.

- Mira – dijo finalmente Neo reuniendo toda su paciencia – Si deseas que te lo quite, lo haré. Pero no ahora, no después de lo que acaba de pasar.

Eso pareció funcionar pues Ana se tranquilizó visiblemente, si bien seguía frunciendo el ceño. Desde luego, Neo estaba preocupado por ella aunque sin saber muy bien por qué, se dijo que realmente estaba más interesado en que mantuviera el chip en el hipotético caso que la secuestraran para poder rastrear su posición y llegar así hasta su enemigo. De acuerdo que se lo quitarían una vez allí, pero quizá tuviera tiempo de localizar su base durante un corto espacio de tiempo.

- ¿Qué está ocurriendo, Neo? Y quiero la verdad – preguntó Ana espaciando mucho las palabras y sacándole de su ensimismamiento.

- Si me dejas explicarme, te lo contaré todo...


Y así Neo relató toda la historia de cabo a rabo y sin omitir nada, aunque intentó hacerlo con la parte donde había decidido masacrar a los bandicoot pero ella se había dado cuenta y le hizo confesar. Una vez que acabó Ana se quedó buen rato callada con el té en sus manos, pensativa. 

- Te he contado absolutamente todo lo que sé. Ni yo mismo entiendo qué es lo que ocurre, pero está claro que es alguien que me la tiene jurada por lo que sea y planea destruirme, llevándose todo mi trabajo por el medio.

- ¿Por qué yo? – preguntó Ana finalmente – Hace años que no sé de ti ni tú de mí. ¿Cómo sabe de mi existencia y dónde encontrarme?

- Eso es lo que no sé – admitió Neo, molesto – Al parecer está bastante bien informado de muchos detalles que nadie, salvo mis más cercanos esbirros, pueden conocer. Lo que me lleva a pensar, lógicamente, en que me han traicionado.

- ¿Sospechas de alguien en particular?

- Bueno, teniendo en cuenta que la mayor parte de mis aliados han desaparecido o están en paradero desconocido… podrían haber sido ellos, pero sospecho especialmente de Uka-Uka. Nuestra relación no terminó precisamente bien después de nuestro intento por robarle el mojo…

- ¿Y por qué hacer desaparecer a los bandicoot? Es decir, ellos son tus enemigos y le ayudaron la última vez.

- ¿Desde cuándo Uka-Uka ha sido un buen aliado? Odia a los bandicoot tanto como yo pero ahora me odia también a mí. Está más que claro que ha sido él. Tanto Crash como Coco y Crunch han desaparecido sin dejar rastro, como acabo de decirte. N.Gin y yo peinamos la zona pero no encontramos ninguna evidencia… salvo ésta.

Neo sacó entonces de un bolsillo de su bata una diminuta máscara de madera con plumas de varios colores. Cuando Neo la disparó con el rayo Agrandador (la contrapartida del Mínimo) la máscara recuperó su tamaño normal. La realidad de Ana había cambiado un poco su aspecto, pero Aku-Aku era inconfundible.

- Tanto el doctor como yo pensamos que hubo algún tipo de lucha o resistencia por parte de esos apes… de los bandicoot – dijo N.Gin, decidiéndose a meter baza. Hacía rato que había empezado a bajarle la borrachera – Pero no encontramos tampoco indicios de tal cosa, salvo la máscara. Y, que sepamos, son inseparables.

- Si hubo lucha Crash la utilizó, estoy seguro – dijo Cortex – pero por desgracia no responde ni ante N.Gin ni ante mi. Se queda totalmente estática, como una máscara vulgar.

Ana contempló la talla que reposaba silenciosa sobre la mesa y tuvo una idea.

- Eso es porque sois malos – murmuró.

- ¿Cómo dices?

- En los juegos la máscara que está de vuestra parte es Uka-Uka ¿no? No creo que su hermano se juntara con vosotros, quizá sólo responda ante los buenos de corazón – explicó tomando la máscara en sus manos.

Le hubiera encantado decir que sintió como una corriente mágica agitándose a su alrededor y que la máscara comenzó a hablarle, pero no pasó absolutamente nada. Visiblemente decepcionada pero sin ganas de darse por vencida la miró fijamente y deseó con todas sus fuerzas que le contestara.

- Poderoso Aku-Aku, te lo ruego, ayúdame – pensó, cerrando los ojos. ¿Qué se suponía que hacía Crash para activarla? Romper una caja con su efigie o directamente nada, Aku-Aku siempre estaba allí, pero una cosa era un juego y otra muy diferente era la realidad tras ese juego. Ana conocía la historia tras la máscara pero no conocía su funcionamiento exacto.

Al final desistió en sus intentos.

- No lo entiendo – dijo sin disimular su frustración – No funciona tampoco conmigo.

Neo se masajeó el puente de la nariz.

- Pues estamos apañados – farfulló – Es el único que nos puede dar una pista relatándonos lo que ocurrió en la playa. Si supiera a qué me enfrento tendría opciones para reducirlo, pero me temo que a ciegas poco puedo hacer.

- Las máscaras mágicas son caprichosas – asintió N.Gin solemnemente.

Ana dejó a Aku-Aku con suavidad sobre la mesa y luego observó detenidamente a ambos científicos.

- Supongamos que, por un momento, doy alguna credibilidad a vuestra historia basándome en Aku-Aku y aquél Humphrey Bogart insectoide del callejón. Que de verdad hay un tipo que quiere ajustarte las cuentas llevándome a mí, incomprensiblemente, por el medio. ¿Qué propones hacer?

- Propongo que vengas con nosotros a nuestra dimensión. Ahí estarás más segura.

- He dicho que puedo creer vuestra historia pero no he mencionado nada de que me apetezca irme con vosotros.

- ¿Prefieres quedarte a esperar al primo del tal Boggart? Porque si ya han venido a por ti, volverán a la carga – observó Neo en tono burlón – ¿Qué me dices? Parecíais congeniar muy bien. 

Ana intentó reprimir un escalofrío sin mucho éxito.

- Ya decía yo. No te queda más remedio, tú eliges. O el doctor Cortex o el amigo del callejón.

Por un momento Ana se comportó como una cría porque empezó a hacer gestos que a Neo le recordaban a los pucheros que a veces le montaba Nina cuando era más pequeña, por ejemplo, cuando le obligada a comer algo que no le gustaba.

Sin embargo la razón se impuso al deseo y pareció darse por vencida. 

- Está bien – rezongó – Pero que conste que no lo hago por ti, sino porque sigo sin entender por qué ese tipo me ha metido en todo este lío. Y eso no me gusta, por lo que imagino que cuanto antes nos movamos antes acabaremos y podré regresar para seguir con mi vida.

- Por supuesto – aseguró Neo y le ofreció la mano – Tienes mi palabra.

Ana dudó por un momento de contestarle que para ella la palabra de un científico malvado no implicaba ninguna garantía pero se lo pensó mejor y se limitó a estrechársela. Recordó fugazmente que la misma escena había tenido lugar en Twinsanity con Crash y que al final del mismo juego, cuando todo se resolvió, Neo intentó matarlo. Desechó el pensamiento de su mente.

- ¡Bien! Ahora sólo tenemos que marcharnos…

 - Espera un momento – advirtió Ana – La primera vez que fui a tu mundo tuve muchos problemas por aquí por irme sin avisar. Esta vez pienso hacer las cosas bien. 

- ¿A qué te refieres? 

- Pues para empezar no llevo el modelito más apropiado así que voy a ponerme algo más cómodo y coger cosas que puedo necesitar. Además no puedo dejar a Arthas solo, no sé cuánto tiempo voy a estar fuera. ¿Me equivoco? – como Neo negó con la cabeza, ella continuó – Ya me lo suponía – dijo, acercándose al perchero y recuperando sus cosas.

Luego enfiló hacia su dormitorio, aunque antes de entrar se giró para decir algo, pero se interrumpió cuando vio que Gin se había quedado dormido apoyado en el brazo del sofá en una postura que, sin duda, iba a provocarle una buena tortícolis. Neo también vio a su colega y, como a modo de disculpa, sonrió agriamente y se encogió de hombros.

- No toques nada – le susurró Ana en tono amenazador y cerró la puerta de su cuarto. Gin se sobresaltó ligeramente, murmuró algo ininteligible y siguió roncando con suavidad.

Neo estuvo a punto de increparle para que se despertara pero se lo pensó mejor y decidió dejarle tranquilo, al menos por el momento. Empezó a cavilar y pronto sintió la necesidad, como era habitual en él, de levantarse y pasearse dando vueltas. Sumido en sus elucubraciones empezó a ponerse de los nervios puesto que no soportaba estar de brazos cruzados pero, sobre todo, porque Nina le estaba esperando a quién sabía cuántas dimensiones de distancia. Eso a Neo no le gustaba nada, quería reunirse cuanto antes con su sobrina y asegurarse de que estaba bien.

Cuando la espera se le antojó insoportable decidió desconectar y estudiar el apartamento de Ana pues la casa de una persona podía decir mucho sobre la misma y sentía curiosidad. Hacía unos diez años que se había preguntado muchas cosas sobre ella y ahora podía, supuso, responder a unas cuantas preguntas cuyas respuestas siempre quiso conocer.  

Empezó fijándose en aquellos pósters enmarcados tan extraños y terminó deduciendo que se trataban de películas que a ella le gustaban. ¿Ciencia ficción? ¿Fantasía? Todo apuntaba a que sí. Sin embargo pronto pasó de los mismos y se centró en los libros. Las librerías ofrecían una amplia variedad de lo más dispar: había una balda con libros relacionados con la veterinaria, la zoología, la bioquímica y la anatomía, tanto humana como animal. También había lo que sin duda eran novelas de diversos géneros, abundando sobre todo libros de Stephen King, Tolkien, J.K.Rowling, Lovecraft, Brandon Sanderson y algunos más, unos conocidos para él y otros no.

En otra librería más estrecha se apiñaban algunos cómics junto con más libros: R.R.Martin, Anne Rice, Isaac Asimov y ¿novelas románticas? Puaj. Por delante había diferentes figuras de diversos personajes que Neo no supo identificar, pero eran de lo más pintorescos y variados. Entonces recordó algo y se puso a buscar, no sin antes comprobar que Ana aún no iba a salir. Como no vio lo que buscaba abrió los armaritos de debajo. Dentro había más trastos similares (videojuegos, películas y discos de música) pero al mirar mejor lo encontró.

Y es que, a pesar de que ya lo sabía desde que Ana se lo confesara aquella noche en la playa hace tanto tiempo quería verlo con sus propios ojos. Se incorporó con las carátulas en las manos y se puso a mirar en concreto una que ponía “Crash Bandicoot:The Wrath of Cortex” y vio a su archienemigo devolviéndole la mirada desde aquél trozo de plástico. Cortex se vio también a sí mismo y, al fondo se adivinaba la silueta de otra vergüenza en su historial de inventos: Crunch, el otro bandicoot traidor. Siguió una muy injusta y humillante portada de “Crash Twinsanity”, “Crash Bandicoot” “Crash Bandicoot 2”, etc. Y ya la gota que colmó el vaso fue hurgar un poco más y encontrar una figura de Crash que, a su vez, le permitió encontrar otra de sí mismo. Neo se sostuvo así mismo; se trataba de una réplica de su persona en una postura que él consideraba favorecedora, sosteniendo su arma de plasma con la zurda mientras que la diestra reposaba sobre su pecho esbozando una sonrisa maligna y engreída. No supo cómo sentirse; por un momento pensó en una rata de laboratorio cuyos movimientos son observados en todo momento. Pero también se dio cuenta de que era famoso y pasó a sentirse halagado. 

Entonces se preguntó por qué Ana guardaba las cosas de Crash en el armario en vez de ponerlas a la vista. Se respondió al momento rememorando las duras palabras de ella en la tienda.  Lo dejó todo tal como estaba, contrariado y algo triste.

Decidió alejarse de aquella zona pensando seriamente si quizá todos y cada uno de los personajes de aquellos videojuegos vivieran en otras dimensiones que el Psicotrón aún no le había revelado. Su mirada vagó entonces hacia las fotografías que adornaban el aparador de al lado y se acercó a observarlas más de cerca echándole una mirada de soslayo al gato, que parecía mirarle con cara de reproche.

- ¿Y tú qué miras, bola de pelo? – le preguntó Neo pero Arthas no contestó, si no que siguió mirándole con sus grandes ojos azules.

Neo decidió ignorarle y concentró su atención en las fotos. En la mayoría aparecían retratadas personas totalmente desconocidas (salvo la harpía pelirroja) por lo que apenas las ojeó si bien se dio cuenta de que no había ninguna foto típica de tortolitos. ¿Significaba eso que Ana seguía soltera? Con un vistazo al piso en general, también causaba esa impresión.

Se detuvo en una donde salía una niña rubia de enormes ojos azules – debía ser Ana de pequeña - siendo abrazada por una mujer muy guapa que Neo no conocía pero que le recordaba notablemente a la chica, por lo que dedujo se trataría de la madre. Ambas sonreían. Luego vio otra fotografía de la misma época donde, esta vez, Ana aparecía acompañada de un niño algo mayor de pelo oscuro y cara de pocos amigos ¿quizá su hermano Dany?

Otra foto mostraba de nuevo a Ana en plena adolescencia, esta vez peinada con dos largas trenzas abrazada a un enorme perro lanudo que posaba sus dos patas delanteras sobre los hombros de la chica, saludándola. Ana tenía los ojos casi cerrados pero lucía una amplia sonrisa que dejaba ver un aparato dental. No supo la razón pero le gustó la fotografía, quizá porque por un momento volvió a acordarse de Nina y se preguntó si estaría bien.

En la siguiente foto reaparecía Ana, más crecidita y sin ortodoncia, llevando un precioso vestido. Su pelo, mucho más largo, caía en bucles y sobre los hombros Llevaba una banda de graduación y un diploma enrollado en una mano. Posaba sonriente con su hermano Dany, que incluso con traje lucía un aspecto algo desaliñado y rebelde, y quienes sin duda eran sus padres. Todos parecían felices y orgullosos. Durante unos segundos Neo sintió una aguda punzada de celos; él jamás había tenido una familia así... ni la tendría nunca.

Cuando oyó abrirse la puerta se giró rápidamente y fingió no estar mirando nada en particular pero Ana no le prestó ninguna atención si no que se dirigió hasta Arthas con un trasportín. La larga trenza había desaparecido, así como todo ese maquillaje oscuro, y ahora llevaba una simple cola de caballo. Se había puesto una camisa de cuadros azules sobre una camiseta negra lisa, unos jeans gastados de color claro y zapatillas de deporte azules, muy parecidas a las que llevó en su anterior estancia en la isla. Metió a Arthas dentro del trasportín, que protestó con sendos maullidos y le dejó con cuidado en el suelo.

- Ya casi estoy – dijo volviendo a su habitación a toda pastilla.

Neo meneó la cabeza. Sabía por propia experiencia que cuando una mujer decía eso es que aún le quedaba un buen rato, no importaba el contexto sobre el que se aplicara – recordó, por algún estúpido motivo, que con McMurray esa regla se cumplía a raja tabla- y que lo mejor era sentarse a esperar, así que eso hizo. Cuando oyó a Ana hablar en la habitación de al lado pensó que se dirigía a él pero luego comprobó que estaba hablando por teléfono. Por la conversación dedujo que estaba conversando con su jefe porque la oyó decir que iba a ausentarse del trabajo unos días. Habló durante un buen rato y aún seguía hablando cuando reapareció con una mochila grande, un bolso pequeño en bandolera y una parka de estilo militar, de color verde y con escuditos cosidos en los hombros y pechera.

- Siento mucho no haberos avisado con más tiempo, pero ha sido todo tan inesperado que… – una pausa apartándose un mechón de pelo suelo que caía sobre la frente y colocándolo detrás de su oreja – Te lo agradezco, de verdad. Por cierto ¿cómo evoluciona Drew? 

Neo aprovechó que estaba distraída para observarla mejor. A pesar del tiempo que había pasado la recordaba bastante bien pero no estaba acostumbrado a la Ana de esta dimensión. Aquí sus ojos no eran tan grandes ni de color tan intenso como él recordaba, si no que el tono azul era más sufrido y tenían forma más almendrada. Seguía teniendo unas pocas pecas y sus labios eran gruesos y rosados. No recordaba tampoco aquél ligero puente dorsal en la nariz respingona pero le gustó la arruga que se le formaba en el entrecejo. Así, sin gota de maquillaje, se acercaba más a la Ana que él recordaba. De la otra manera era demasiado bella, antinatural… inalcanzable.

- Ajá, me alegro muchísimo – continuó ella - Sí, ya avisé al zoo y ahora tengo que llamar al refugio… oh, pues si les avisas tú mañana me harías un gran favor, pensaba pedírselo a mi madre... Gracias, de verdad… eso espero… gracias de nuevo, adiós.

Cuando Ana colgó el teléfono inalámbrico soltó un gran suspiro, parecía sumida en sus pensamientos.

- ¿Y bien? – preguntó Neo – Deberíamos darnos prisa.

- Pues entonces despierta a tu ayudante, yo ya he terminado.

Sin embargo no era exactamente así, puesto que Ana insistía en dejar a Arthas en un lugar donde pudiera estar atendido en su ausencia. A pesar de sus protestas ambos científicos tuvieron que subir al vehículo de Ana sin saber muy bien adónde iban a ir.

- ¿Has pensado bien?  – preguntó Ana mientras tomaba una carretera secundaria para salir de la ciudad – Es decir ¿qué motivaciones puede tener alguien en atacarte? ¿Es amigo o enemigo?

- Amigo mío no, desde luego – respondió Neo desde el asiento del copiloto - ¿Te parecía a ti que la cosa del callejón tenía pinta de ser colega mío?

Ana se estremeció pero insistió:

- Quiero decir ¿alguien más aparte de Crash ha intentado frustrar tus planes alguna vez?

- No, nunca.

- Bueno, quizá el gobierno – apuntó Gin, bostezando en la parte de atrás.

- ¿Te parece a ti que esa es forma de proceder del gobierno? – preguntó Neo mirándole por el espejo retrovisor– Tú mejor que nadie deberías saberlo, que trabajaste un tiempo para ellos.

- A decir verdad no, jefe. Pero sigo preocupado por el tema de los sistemas de seguridad…

- ¿Qué sistemas de seguridad? – preguntó Ana lanzando también una rápida mirada por el retrovisor para mirar a Gin.

- Los de las instalaciones, ya sabes, el almacén que se incendió. Yo mismo programé el sistema de seguridad, encriptando y aislando cualquier posible vía de acceso. Y aun así, se las han apañado para entrar sin ser vistos. Francamente ¡siento que se han reído de mí!

La furia de Gin fue creciendo por momentos y empezó a oler a quemado dentro del coche. Neo se giró hacia él.

- ¡Eh, cálmate de una vez, idiota! No es momento de perder los estribos – le advirtió.

Gin tomó entonces aire, mantuvo la respiración unos segundos y soltó todo el aire. Repitió el proceso varias veces haciendo más ruido del necesario pero pareció funcionar. El cohete dejó de emitir humo y su rostro se relajó.

- Lo siento, a veces me pongo un poquito nervioso – se disculpó.

- Entiendo. Y Uka-Uka sabe poco de ordenadores – insinuó Ana mirando de soslayo a Neo.

- No creo que actúe solo, sea quien sea. Pero te digo yo que Uka-Uka está detrás – insistió él.

- También creyó eso de los bandicoot y se equivocó – apuntó Gin y se ganó una mirada asesina de su superior.

Ana sacudió la cabeza.

- Bueno, está claro que no tenemos ni idea de quién puede ser. Quizá deberíamos esperar para ver si se delata él solo.

- ¿A ti no se te ocurre nadie? Ya que tanto conoces nuestro universo – sugirió Neo.

- Pues no, nunca se ha visto nada parecido a la… cosa, del callejón. Si te soy sincera, por un momento pensé que tú le habías enviado, hasta que habló. Luego recordé que tú sólo mutas animales de Australia y alrededores.

- ¿Y?

- Que no es tu estilo mutar insectos y, a juzgar por sus patas, esa cosa era algún tipo de insecto, quizá una cucaracha o un escarabajo.

- O una mantis – apuntó Gin

- No – negó la chica y lanzó una breve mirada al retrovisor para ver a Gin – Las mantis tienen unas patas delanteras diferentes, llamadas raptoras, que están pensadas para atrapar y ensartar a sus presas. Las de nuestro amigo eran diferentes, diría que marchadoras o incluso puede que excavadoras. La verdad estaba demasiado oscuro y yo demasiado asustada como para fijarme demasiado.

- Alguien que le gusten los insectos – pensó Neo, pero, por mucho que se esforzó no conocía a nadie con esos gustos ni tenía noticias de que alguien hiciera ese tipo de trabajos. De hecho, apenas conocía a nadie a quien le gustaran los insectos.

Pero había algo de lo que había dicho Ana que no se le había ocurrido. ¿Quizá el que estaba saboteándole la existencia sería un nuevo héroe? Pero entonces, si así era ¿por qué la había tomado con los bandicoot si ellos eran “buenos”? ¡Qué follón!

- Ya hemos llegado – anunció Ana sacándole de sus pensamientos.

Se encontraban a las afueras, en una urbanización silenciosa y tranquila. Ana había llevado el vehículo hasta una parcela privada y lo había aparcado al lado de otro vehículo. La casa, de dos plantas y de estilo rústica sólo estaban encendidas las luces del piso de abajo.

- ¿Dónde estamos? – preguntó Neo desconfiado, mientras Ana paraba el motor.

- En casa de mis padres – contestó ella abriendo la puerta del conductor y apearse del vehículo.

Fue hasta la parte de atrás y sacó el trasportín donde iba Arthas, que maulló cuando le movieron. Gin aprovechó y bajó dando un sonoro bostezo.

- Oye… –comenzó Neo.

- No tardo nada ¿vale? No me agobies, sólo quiero dejar a mi gato con mi madre y mi coche en un sitio seguro. Creo que no hay nada malo en eso… si queréis esperar quedaros en el coche.

- Ni hablar porque entonces tardarás el doble – protestó Neo – Iremos contigo.

Desde la puerta les llegaba el sonido del televisor, sin duda por el tema de la conversación que tenía lugar se trataba de algún reality show.

- ¿Hola? ¿Mamá? – llamó Ana dejando el transportín cerca de la entrada. Arthas protestó lanzando una maullido pero la chica no podía soltarle así como así porque su madre era alérgica a los gatos y perros (a pesar de que habían llegado a tener perro, sí). No le haría mucha gracia tener a Arthas por casa, se encargaría sobre todo Dany de cuidarlo.

- ¿Ana? – preguntó alguien.

Una mujer se había asomado hacia la entrada. Neo reconoció a la mujer de la fotografía, la madre de Ana, aunque estaba más envejecida: se parecía físicamente a su hija sólo que tenía el pelo más oscuro y corto, sus ojos eran grises y la piel más morena que la de su hija. Llevaba una bata de cuadros de colores negro, azul y verde y unas zapatillas de fieltro para estar por casa. A Neo le siguió pareciendo guapa a pesar de que había envejecido con respecto a la foto. A la mujer se le iluminó la cara cuando vio a su hija y ésta le dio un beso cariñoso en la mejilla.

- ¡Hola mamá! ¿Cómo estás? ¿Y papá?

- Pues trabajando, hija. Esta semana tenía turno de noche. ¿Y éstos son…?

Ana se quedó entonces de piedra porque justo recordó que su madre había jugado con ella a los juegos de Crash en alguna ocasión. Es verdad que había sido hacía años luz pero quizá recordara. Quizá…

- Son dos amigos de la clínica, ya te hablé de ellos. Mike y Randall – se apresuró a responder Ana y le dio tal codazo en las costillas a Neo que le sacó todo el aire de los pulmones.

La madre no se dio cuenta pero aun así enarcó las cejas y se les quedó mirando un tanto sorprendida.

- Somos cosplayers – comunicó Gin tontamente y le tendió la mano que la señora Parker estrechó un tanto extrañada. ¡Eso es, buena idea!

- Sí, como bien dice Mike, van disfrazados – añadió Ana, estando rápida – Justo salían de una fiesta de disfraces y me los he cruzado cuando venía de camino hasta aquí, fíjate qué casualidad. ¿A qué son chulos sus disfraces?

- ¡Ah! Bueno, sí, sí que son chulos – se volvió a Neo y le sonrió-  Así que tú eres Randall. ¿Qué tal está Sarah? ¿Ya se ha recuperado?

- ¿Quién? – preguntó Neo estrechando la mano que la mujer le ofrecía.

- ¡Randy! – exclamó Ana soltando una carcajada – Pues Sarah, tu esposa. ¿Quién si no? Ya sabes, le conté a mi madre lo de que se había caído por las escaleras y se había roto la pierna – volvió a reírse con un deje histérico y esta vez le arreó a Neo un pisotón. 

- ¡Ay! Digo ¡sí, claro!  mi mujer… cómo pude olvidarme de ella je, je… esa torpe… ¡ejem! Está bien, sí, muy bien…

La señora Parker asintió sin perder la sonrisa, pero frunciendo ligeramente el entrecejo. Se hizo un incómodo silencio que duró unos segundos y entonces preguntó:

- ¡Oh, qué maleducada! ¿Os pongo algo de beber? ¿Comida? Hice galletas con pepitas de chocolate esta tarde…

- Me encant… – empezó a decir Gin pero Neo interpuso un brazo para frenarle.

- En realidad nos iremos enseguida – repuso Ana.

Su madre parecía turbada.

- ¿Y eso? 

- Pues… mamá, he venido a traerte a Arthas – dijo, señalándole el transportín -  Verás, ha surgido algo… y…

- ¡Ana vino! ¡Ana vino!  – exclamó una voz aguda llena de alegría pero con un deje gutural.

Una mancha oscura pasó como una exhalación y se arrojó a los brazos de Ana, como siempre hacía cuando la veía. La muchacha, ya aprendida, consiguió retener al mutante pero no pudo frenar un lengüetazo de lo más cariñoso. 

Cortex se quedó con la boca abierta cuando reconoció al pequeño Lumpa, ahora algo más crecidito (o quizá fueran cosas de esa dimensión), un demonio de Tasmania que había mutado con el E-volvo hacía años y que, efectivamente, abandonó la dimensión Wumpa con los hermanos Parker*. El estúpido y patoso Lumpa que sirvió como mozo de mantenimiento en el castillo ahora vivía con los padres de Ana. El mismo Lumpa que se comía su propia ropa, robaba comida de las despensas, se quedaba dormido donde le pillara, que solía tirarse pedos silenciosos y apestosos para luego salir corriendo del lugar y que tenía la irritante habilidad de enredarse en las piernas ajenas hasta derribarte. Ese mismo, pero estaba cambiado. Su pelo lucía brillante y suave, despidiendo una fragancia que a Neo le pareció colonia infantil. Conservaba en buen estado el peto vaquero con el que iba vestido si bien seguía yendo descalzo, al menos eso seguía igual; era imposible ponerle zapatos de ningún tipo, pues los destrozaba en cuestión de minutos.

- ¡Lumpa! ¡Te dije que cuando vinieran visitas no salieras! – le regañó la señora Parker y miró un tanto alarmada a los visitantes – Es… bueno…

- Tranquila mamá, saben lo de Lumpa: que experimentaron con él, que puede hablar… todo eso.

La señora Parker pareció calmarse. Temía que la gente se alarmase al ver al pequeño mutante y llamara a las autoridades; era totalmente anómalo ver a un animal de este tipo hablar y comportarse como un ser humano, si bien Lumpa se acercaba más a un niño que a un adulto. Así que Ana se basó en su historia real para inventarse una explicación que pudieran dar en caso de que alguien viera al pequeño demonio. Como la chica trabajaba como voluntaria para una organización que defendía los derechos de los animales y procuraba su bienestar habían hecho un rescate de un laboratorio donde experimentaban con ellos. Por eso Lumpa era tan especial y había sido adoptado para que tuviera un hogar digno. 

Aún a pesar de esta historia los Parker procuraban que los desconocidos no lo vieran y le habían enseñado a estarse escondido en su cuarto, la pequeña alacena bajo las escaleras que la señora Parker le había acondicionado con mucho cariño como dormitorio. La familia lo adoraba, pero la madre era quien más tiempo estaba con él y le trataba casi como si fuera su hijo.

- Está bien, tesoro – respondió la señora Parker, aliviada -  Hacía mucho que él no te veía, tienes que venir más a menudo.

- Lo sé… bueno Lumpa ¡quieto! Buen chico.

El demonio obedeció y dejó que Ana le dejara en el suelo. Entonces olisqueó el aire y se percató de la presencia de los dos científicos, reconociendo a Neo, quien lo miraba con ojos desorbitados. Lumpa ignoró las señales de éste, que le negaba con la cabeza y le hacía el gesto de “chitón”. Un gruñido se formó en su garganta y se tensó.

- ¡Amo malo! – exclamó enseñando los dientes, erizándosele el pelo - ¡AMO MALO!

- ¿Qué tienes Lumpa? – preguntó la señora Parker preocupada y miró a Randall.

¡Lumpa iba a echarlo todo a perder! Ana se interpuso entre medias y no se le pasó por alto que Neo se metía la mano en el bolsillo del abrigo, tal y como hiciera en el callejón.

- No, Lumpa – le dijo y le abrió muchos los ojos pero él no le hacía caso.

Estaba aterrorizado y furioso, reconoció la señora Parker, y parecía desear atacar a Randall por alguna razón que ella no entendía. Se agachó a sujetarle pero Ana la hizo un gesto de que se estuviera quieta.

- Amo hace daño – gimió en un gruñido lastimero.

- No, Lumpa – repitió Ana - ¡Lumpa! Mírame – dijo y le agarró la cabecita. Él obedeció y la miró a los ojos – No pasa nada ¿vale? – le susurró Ana.

Los ojillos del demonio pasaron de Ana a Neo y volvieron a Ana de nuevo.

- Pero Amo… – susurró casi en un gruñido y se encogió.

- Tranquilo, no tengas miedo. Confía en mí – le susurró de nuevo. Luego se inclinó hacia atrás y dijo más alto – Randall es amigo. Mike es amigo. ¿Lumpa bueno?

El mutante se mantuvo cabizbajo, cruzándose las manitas a la espalda y moviendo uno de sus pies descalzos como si remoloneara. Era Cortex, el Amo, y eso iba asociado con dolor. ¿Qué hacía aquí? ¿Había venido a hacerle daño a Ana? ¿Y a mamá? (así llamaba Lumpa a la señora Parker); si era así él le daría una lección, aunque le tuviera miedo. Ana le llamaba Randall ¿acaso no se había dado cuenta de que era el Amo? ¿Oh sí y le estaba pidiendo que lo dejara estar por algún motivo? No importaba, él siempre obedecía a Ana así que contestó:

- Lumpa bueno.

La señora Parker soltó un suspiro de alivio y se volvió para disculparse:

- Lo siento mucho Randall, normalmente es un pequeñín muy cariñoso y tranquilo, no sé qué le ha podido alterar así.

- No pasa nada, señora – repuso Neo pero aún mantenía la mano dentro del bolsillo, con los dedos en torno a la empuñadora de la pistola.

Lumpa tampoco parecía haberse rendido y levantó ligeramente la cabeza, dejando ver un colmillo y mirándole fijamente. Sin embargo, no volvió a hacer nada contra Amo-Randall. Se acercó a Ana y se abrazó a una de sus piernas sin apartar la mirada de él. Por su parte Neo le devolvió la misma mirada de pocos amigos.

- Por cierto ¿qué me decías cariño? – preguntó la señora Parker.

Ana entonces le explicó, de manera un poco atropellada, que había un amigo suyo que estaba pasando por ciertos problemas y que ella iba a ir a echarle una mano. No entró en detalles y, obviamente, contó ciertas mentiras que la señora Parker se creyó o fingió creerse. Neo se dio cuenta de que le miraba con ciertas reservas y, por un momento, se le ocurrió que la señora se hubiera dado cuenta de que era un impostor. Sus sospechas crecieron cuando preguntó:

- ¿Podemos hablar un momento a solas cariño? Hay algo que me gustaría preguntarte.

Ana se mordió ligeramente el labio pero asintió, volviéndose hacia ellos. Nadie se había percatado que Lumpa se había esfumado hacía un buen rato.

- No te preocupes – dijo Neo – Te esperaremos fuera. Avisaré a Sara de que llegaré más tarde. Vamos Gi… Mike.

- Sí, jefe – contestó éste y salió tan tranquilo. Neo se llevó la mano a la frente, murmuró un juramento, luego dijo una despedida un tanto forzada y se apresuró a salir detrás.

Una vez que ambas se quedaron solas Ana tuvo que enfrentarse a su madre:

- Bueno jovencita ¿vas a decirme qué está pasando aquí? – preguntó entonces la señora Parker cruzándose de brazos.

La chica tragó saliva.


Mientras esperaban Neo sacó las cosas de Ana del coche, puesto que no lo usarían más (había que ver cómo pesaba la mochila aquella, ¿qué se había traído? ¿la casa entera o qué?). Lo dejó todo en el suelo y se puso a mirar el reloj, aunque se dio cuenta de que era totalmente absurdo por dos razones: primero, que la hora que marcaba era la australiana mientras que ahora se encontraban en Estados Unidos y, la segunda, que ni siquiera estaban en la misma dimensión y ya había comprobado que el tiempo no fluía en ambas por igual.

- Estamos perdiendo demasiado tiempo – protestó apoyándose en el coche – He dejado sola a Nina y ni siquiera sé cuántas horas habrán pasado. 

- Tranquilícese jefe, estará bien – dijo N.Gin que parecía concentrado en su cuaderno de notas.

- ¿Qué haces?

- Oh, intento adelantar trabajo para no quedarme dormido. Sigo revisando el algoritmo que usé para proteger nuestro sistema. Intento detectar fallas en el mismo para entender cómo pudieron violarlo sin que nosotros nos enteráramos. Si también consiguiera rastrearle ya sería una maravilla. 

- No lo entiendo, Gin – expresó Neo en voz alta – Estamos luchando contra alguien que me conoce bien, sabe exactamente dónde está cada cosa y es un experto hacker informático. ¿Quién diantres puede ser?

- No lo sé, quizá necesitemos más pistas – contestó su socio, pasó la hoja en la que escribía e hizo una lista con las cosas que sabían de su desconocido némesis.

Justo cuando terminaba de redactarla Ana salió de la casa y se acercó a ellos, parecía algo incómoda.

- ¿Y bien? – preguntó Neo, impacientándose - ¿Has terminado de despedirte de tu mamaíta? ¿Ya podemos irnos?

- Pues sí, pero antes una última cosa.

- Oh, por el amor de…

- Prométeme que buscaremos a los Bandicoot.

- ¿Estás de broma? Ese estúpido me ha hecho un favor borrándolos del mapa, ni por asomo me voy a molestar en buscarlos, ni siquiera sus cadáveres.

- Eso es lo más raro de todo ¿no os parece? – interrumpió Ana. Luego se volvió y bajó la voz– Bueno mira, no quiero discutir aquí, mi madre podía escucharnos – realmente no pensaba que fuera así puesto que ya le había dado las oportunas explicaciones– No creo que los Bandicoot estén muertos. Si están vivos, prométeme que no les harás daño o no hay trato.

- Está bien, con tal de que te calles de una vez y nos podamos ir. ¿Dónde abro el portal? No creo que delante del porche sea la mejor idea.

- No, pero le he dicho que dejo aquí mi coche y que tú tenías otro. Así que no hay problema, vamos a un lateral de la casa y listo.

- ¿Tu madre no se asomará por la ventana? – preguntó Gin - Lo hacen todas, como las abuelas… es que mi abuela lo hacía – agregó con cierta timidez.

La chica se volvió a la casa.

- No parece, estará viendo el concurso. Ya una vez que se sienta es muy raro que se levante.

Ana tomó la mochila y la miró con el ceño fruncido. Le parecía algo más pesada pero quizá fuera porque se sentía terriblemente cansada. Y pensar que estaba deseando que llegara el fin de semana para dormir como un lirón, aunque tenía pensado pasarse al mediodía por el refugio de animales un rato.

Caminaron unos metros dando un rodeo y acabaron en el jardín trasero, donde se llegaban a apreciar en la oscuridad las formas de unas mesas y sillas tapadas con una carpa y un pequeño huerto en el otro lado. Neo sacó el mando sin más preámbulos, pulsó un par de botones y se formó el portal. 

- Las damas primero – dijo.

Ana tomó aire, pues recordaba el mal rato que se pasaba al atravesar dimensiones pero saltó decidida a reencontrarse con la dimensión Wumpa.

<< CAPÍTULO IV || CAPÍTULO VI >>



* Para más información, leed Universos Entremezclados.


1 comentario:

  1. Bien haces.

    Uka-Uka nunca ayudó a los Bandicoot, es la máscara mala y por eso Cortex sospecha de él. En cuanto a McMurray no existe, es un personaje inventado por mí. Si te corre mucha prisa saber quién es, puedes asomarte a mi DA y ver mis dibujos del universo de Crash, si no, espérate a leer más.

    No se menciona el nombre de la madre de Ana porque no es relevante, aunque es cierto que Ana la tendría que haber presentado, pero la verdad es que va con prisa y está enfadada, o sea que...

    En cuanto al último párrafo es una muy buena observación, supongo que tendrás que esperar un poquito más para entender algo de eso. ¿Nosotros personajes de ficción? Quién sabe, todo es cosa de Matrix.

    ¡Un saludo y gracias por responder!

    ResponderEliminar