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[Crash Bandicoot] Universos entremezclados 2 -- Capítulo XI - La caída del Mecha-Rocket

 


Gin tecleaba tan rápido en el teclado que no se le veían los dedos. Estaba ferozmente eufórico, el cohete echaba humo como una chimenea y por eso olía a chamusquina en todo el habitáculo. Se había puesto manos a la obra en cuanto terminó la sesión de hipnotismo pero, aunque había tenido que interrumpirse por exponer ese informe grafológico, ya volvía a estar a plena potencia.

Había examinado el código a conciencia hasta que había encontrado finalmente una pista que, estaba seguro, los llevaría hasta su enemigo. Pero era realmente desconcertante, pensaba mientras hacía un alto y se frotaba la sien izquierda.

Estaba claro que el hábil hacker había hallado una brecha en su programación y así es como había penetrado en los sistemas de seguridad, anulándolos para que no sonara la alarma y luego borrando las grabaciones de la cámara de seguridad. Por último, la propia destrucción de las instalaciones borraba cualquier huella física que pudiera haber. En resumen, era un plan perfecto trazado al milímetro por alguien muy inteligente. Pero eso no había detenido a Gin; había encontrado un código encriptado un tanto anómalo y él había desarrollado un programa capaz de descifrarlo. Estaba convencido de que esto le daría la identidad del atacante. 

¿Por qué alguien tan brillante cometía un error digno de un novato?  Bueno, decir eso quizá era exagerar: descubrirlo le había llevado muchas horas de minucioso trabajo repartido en varios días e incontables tazas de café.  Pero no se sentía satisfecho porque le parecía que había sido hecho a propósito, un error que era invisible para un ignorante, pero detectable a fin de cuentas para un ojo experto. Pero ¿por qué? La posible respuesta se le escapaba. Se detuvo en su teclear y mantuvo el dedo suspendido sobre el botón de “ejecutar” durante unos segundos ante una ocurrencia. ¿Y si era una trampa? ¿Debería seguir adelante? Se encogió de hombros; el doctor Cortex quería resultados, de modo que fuera lo que debiera ser. Pulsó el botón.

Se reclinó en el asiento y sorbió otro poco de café dándole vueltas al asunto en lo que terminaba de ejecutarse el programa. Otra de las razones por la que estaba deseando saber qué estaba pasando era porque se sentía terriblemente humillado porque habían burlado sus sistemas infalibles y eso le ponía de un humor de perros. Garabateó en su bloc de notas un esquema de análisis y, tras un rato, acabó tamborileando con el lapicero, pensativo.

Tan ensimismado estaba que no se dio cuenta cuando Brio irrumpió en el cuarto hasta que no le tuvo al lado, apoyado sobre la consola.

- ¿Y-ya tienes algo? – le preguntó.

- Casi, casi – contestó Gin mirando la barra de progreso, que avanzaba lenta pero inexorable.

Brio asintió con la cabeza, lanzó una mirada detrás de sí para asegurarse que estaban solos y entonces susurró:

- ¿Qué o-opinas de Roo?

- Pues que es un auténtico psicópata sádico que está fatal de la azotea… por eso me cae bien, es una de vuestras mejores obras, sin duda – contestó Gin resueltamente balanceando los pies hacia delante y hacia atrás, pues le colgaban en el aire. 

Brio negó con la cabeza.

- ¡N-no me refiero a eso! Si no a-a lo que dijo… mencionó a mis… ¡ejem! Nuestros mutantes p-pero también a una mu-mujer pelirroja…

Gin dejó de observar el monitor y frunció el ceño cuando vio que Brio parecía más nervioso de lo normal. Su temblequeo se salía de las gráficas habituales.

- Pues sí – dijo, al cabo de una pausa en la que había estado mirando casi hipnotizado los movimientos inconscientes de su compañero - Ahora que lo dices sí que mencionó algo de eso… ¿Y?

- ¿No te parece…? 

Gin meneó la cabeza.

- Nitrus, si vas a decir algo, dilo ya – protestó echando una mirada de soslayo al monitor.

- He llamado a Chicago – contestó éste casi pisándole la última palabra, mirándole con los ojos muy abiertos y arqueando las cejas.

Gin entendió que había algo que no estaba captando y se quedó mirándole fijamente si bien no por mucho tiempo; era casi incapaz de sostener la mirada de otra persona sin sentir vergüenza. Seguía sin comprender ¿qué tenía que ver Chicago con Australia?

- Habla claro porque no te sigo. ¿Qué estás insinuando? – admitió, cada vez con menos paciencia.

- ¿Seguro que no lo ves?

- ¿Ver el qué? – exclamó con tono agudo en su voz metalizada.

- Ella también ha desaparecido.

- De quién estás ¡habla-Ah! – Gin abrió mucho los ojos cuando cayó en la cuenta y se quedó sorprendido. Cuando volvió a hablar lo hizo en un tono confidencial - ¿Estás seguro?

- To-totalmente.

- Quizá tuviera alguna convención…conferencia… eeh, reunión mafiosa o como córcholis lo llamen ellos – adujo.

- N-no… he conseguido que Celyne m-me lo dijera. Desapareció… de la noche a la mañana. Piero está como loco bus-buscándola y se esfuerza por mantenerlo en secreto, sustituyéndola al frente de su negocio. 

- ¿Y tú crees que ahora está con el Triunvirato? ¿Qué le han hipnotizado como a Ripper Roo y Koala y que trabaja para ellos?

Brio asintió enérgicamente y frunció el ceño.

- En ese caso deberíamos decírselo al jefe…

- ¡No! – exclamó Brio – Ya le oíste que no quería saber nada de ella. 

- Eso fue hace diecisiete años, Nitrus – protestó Gin - Además si ella está con El El Triunvirato… - tragó saliva – Nos van a caer muchas tortas. Debe saberlo. ¿Cómo piensas ayudarle si no, a ver? Además, he descubierto que nuestro misterioso hacker nos ha dejado un rastro de migas de pan para que lo sigamos. Apostaría que nos lleva hasta el Triunvirato… si es así, debo comunicárselo.

- ¿Una traición?

- No tengo manera de saberlo aún, pero es posible.

- Termina con lo que estás, pero no le digas nada al doctor Cortex sobre lo que te he di-dicho. Yo me en-encargaré.

Gin abrió tanto la boca que si hubiera sido un dibujo animado le hubiera llegado hasta el suelo.

- ¿Qué mienta al doctor Cortex? ¿Al Maestro? ¿Estás majara?

- ¡No le llames así! Y yo no soy quien ti-tiene un co-cohete pegado a la cabeza.

- ¡Eh, eh! ¡No te pases! Prácticamente soy tu superior y…

- ¿Qué di-dices? Yo estaba con Co-Cortex mucho antes que tú…

- ¡Te equivocas de nuevo, cochino embustero! – gritó Gin poniéndose rojo de rabia. El cohete humeó - ¡Su ayudante soy yo! ¿Te has olvidado de quién compartía cuarto con él mucho antes de que tú le hablaras?

- Vamos Nicholas, to-todos sabemos a quién eligió como ayudante personal cuando refundó los Comandos.

Gin volvió a abrir la boca y se tapó los oídos.

- ¡No me llames así… Nathaniel! – chilló con voz aguda y Brio dio un respingo al oír su nombre de pila - ¡Y no me vengas con esas! ¡Yo tenía mis compromisos! ¿Cómo me iba a contratar? Pero él pensó antes en mí que en ti, que lo sepas. Me lo dijo una vez. A fin de cuentas, yo soy un ingeniero militar y tú un simple químico de pacotilla…

- ¡Tú no le diste el E-Volvo! – gritó Brio poniéndose rojo de ira.

- ¡Sin tus pociones de abracadabra no eres nada! – añadió Gin lanzándole un puñetazo.

- ¡Y tú con e-ese cohete no sabes ni sumar dos y dos! – gritó Nitrus descargándole una patada.

Justo cuando se echaban las manos encima sonaron todas las alarmas. 

¡PIIIIIIIIIIIIIIIIIIII, PIIIIIIIIIIIIIIIIIIII ¡ALERTA, PROXIMIDAD DE INTRUSOS! ¡ALERTA! ¡PIIIIIIII, PIIIIII!

Ambos se detuvieron, sorprendidos, mirando en el monitor parpadear un aviso en rojo que rezaba: ALERTA.

- ¡Gin, Brio! ¡A la sala de control! – bramó la voz de Neo por megafonía y ellos salieron despedidos por la puerta a la vez de tal modo que se quedaron atascados. Forcejearon entre sí lanzándose una lista de insultos hasta que consiguieron traspasar el umbral. Dejaron atrás al programa descifrando el mensaje oculto: apenas llevaba el 25%



Lumpa era feliz. Se encontraba de vuelta en la casa de los Parker, sentado en el suelo de azulejos negros y blancos de la cocina: mamá le estaba preparado una delicia de carne y pescado. Por la ventana de la casa entraba un espléndido sol que vigorizaba el color verde de la hierba: se moría de ganas por salir afuera a rebozarse por el suelo, a perseguir a aquella ardilla presumida del árbol y a mordisquear la vieja bota de papá que tan astutamente había conseguido robar sin que éste se diera cuenta.  Pero primero quería comer. ¿Por qué mamá tardaba tanto? Lumpa miró hacia arriba.

- ¡Hambre!

- Ya lo sé mi pequeñín – canturreó mamá – Pero debes esperar… la comida ya casi está.

Lumpa ahogó un bostezo de hambre y miró el horno con ojos golosos. Entonces éste comenzó a pitar y a emitir una luz roja parpadeante. ¡La comida ya estaba lista! El demonio se relamió, pero, por alguna razón, mamá seguía trabajando en la encimera de la cocina y no prestaba atención. Él sabía que el horno había terminado.

- ¡Mami! ¡Hambre! – gritó señalando con una zarpa en horno.

- No cariño, aún no está listo.

Ni caso. Lumpa miró con extrañeza el horno y esa luz que parpadeaba, cada vez más molesta. ¿Por qué el pitido era cada vez más fuerte? ¿Y por qué mamá no parecía escucharlo?

De pronto todo se volvió negro y sólo estaban él y ese horno, pitando ahora con tanta intensidad que le hacía daño en las orejillas. Empezó a ponerse nervioso. Y esa luz… esa luz era lo único que iluminaba el sitio donde estaba y… 

¡PIIIIIIIIIIIIIIIIIIII, PIIIIIIIIIIIIIIIIIIII ¡ALERTA, PROXIMIDAD DE INTRUSOS! ¡ALERTA! ¡PIIIIIIII, PIIIIII!

Lumpa se despertó sacudiéndose y con el corazón amartillándole el pecho. Parpadeó soñoliento y miró alrededor: no estaba en casa con mamá, si no en un sitio que no le gustaba nada. Enfrente vio a Roo, quejándose en sueños, y entonces recordó todo lo que había pasado en las últimas horas. No estaba en casa de mamá Parker, si no de vuelta con el Amo porque alguien malo quería hacerle daño a su hermana Ana.

¡PIIIIIIIIIIIIIIIIIIII, PIIIIIIIIIIIIIIIIIIII ¡ALERTA, PROXIMIDAD DE INTRUSOS! ¡ALERTA! ¡PIIIIIIII, PIIIIII!

El color rojo unido al pitido le asustaba: entendía que algo iba mal pero no sabía el qué. Gruñó en dirección a la luz. Algo se agitó a su lado y vio a Ana, tan profundamente dormida que apenas parecían perturbarle sus gruñidos y la sirena, tan agotada como estaba. La chica había vuelto a buscarle tras haber ido a ver al Amo y luego regresaron hasta la enfermería a ver si Roo estaba bien. Luego se habían tumbado en la cama y Lumpa había empezado a tener sueño, le había pedido a su hermana Ana que le contara un cuento y durante eso… bueno, se había dormido. Parecía que al final ella también. 

- ¿Ana? – musitó, absurdamente dada la situación. Con la convivencia en casa de los Parker había aprendido a no armar escándalo cuando los demás dormían, pero no tenía sentido con los estridentes pitidos de la alarma.

Debía despertarla porque había problemas. Y su hermana sabría qué hacer para resolverlos.


Cuando llegaron se encontraron con Neo y Nina discutiendo sobre cómo proceder: la chica era partidaria de salir a plantar directamente cara a los intrusos, pero Cortex sostenía en mandar unos robots de seguridad. Obviamente, se salió con la suya, mientras tanto buscó identificar con las cámaras al intruso. Enseguida tuvo una imagen que amplió: no sin asombro distinguió a aquella molesta dragona que tantos dolores de cabeza le había ocasionado en el pasado y que volvía en un momento de lo más inoportuno. ¿Hacía cuántos años que no la había visto?

- ¿La dragona? – preguntó Gin sorprendido – Creía que…

- Sí, yo también. Pero espera… ¿qué es eso que lleva encima? – preguntó Neo y amplió la imagen. No se distinguía muy bien, pero vio una mancha naranja. Con el zoom todas las incógnitas quedaban despejadas - ¡CRASH BANDICOOT! – exclamó - ¡No está muerto! - ¿por qué en el fondo le parecía una buena noticia? ¡Ah sí! Porque eso le daba la oportunidad de acabar con el marsupial él mismo… y de paso no se sentía incómodo porque alguien que no fuera él lo hubiera conseguido.

Para él todo estaba claro; el Triunvirato les habría atrapado y los habría inducido con aquel control mental a ir a por él. No albergaba muchas esperanzas de que los robots consiguieran algo y maldijo en voz baja cuando los primeros cayeron por el aliento de fuego de la dragona. Unos cuantos más se acercaron volando a su posición remplazando a los anteriores.

- ¡Es inútil tío! – gritó Nina mientras tecleaba órdenes por el computador para que salieran los últimos – Esa dragona es demasiado ágil y destroza nuestros robots.

Él también se daba cuenta temblando de furia.

- ¿Neo? ¿Hola? – preguntó la adormilada voz de Ana a través del comunicador de la enfermería. De fondo pudo escuchar los gruñidos y grititos característicos de Lumpa - ¿Qué está ocurriendo? 

- Ahora no – protestó Cortex y cortó la transmisión. Ni por asomo debía enterarse de que afuera estaba la dragona porque se pondría completamente insoportable.

Su paciencia llegó al límite cuando la segunda tanda de robots de combate cayó.

- ¡Gin, conmigo, ahora! – exclamó mientras aporreaba el botón de las torretas de seguridad y se volvía hacia la puerta - ¡Brio, ya sabes qué hacer! 

El ingeniero le siguió mientras el químico se quedaba en la sala de control para controlar manualmente las torretas en el caso de que el bandicoot y la dragona se acercaran demasiado; Neo se resistía a matar al animal porque era una fuente infinita de cristales de energía, pero daría la orden de derribarla si él no conseguía mantenerla a raya.

- ¿Adónde vas jovencita? – preguntó Neo viendo a su sobrina seguirle a la par que Gin.

- ¿Tú que crees? ¡No voy a perderme la fiesta!

Él la sonrió complacido. 


- ¿Ves algo? ¡Apenas puedo fijarme con esos molestos robots! ¡Y no me gusta el aspecto de esas torretas! ¿Por qué no disparan? – exclamó Dany a la undécima vuelta que daban.

Crash le dio la razón no sabía responder a sus preguntas. Estaba claro que no podían entrar por la puerta principal sin armar gresca pero el bandicoot intentaba recordar dónde estaba el camino alternativo que viera cuando se alió con Cortex. Éste había hecho algunas ampliaciones y mejoras en las instalaciones y Crash apenas reconocía al modesto laboratorio que visitó hacía ya bastante tiempo. Empezaba a dudar que pudieran entrar por donde la otra vez.

- O bien nos abrimos paso a tortas o buscamos otra manera de acercarnos – meditó Dany en voz alta - ¿Tú no decías haber estado ya aquí? ¡Pues recordarás cómo se entra!

Él asintió, pero le explicó lo que pensaba como mejor pudo, haciendo mímica y emitiendo ciertos gruñidos, pero la dragoncita negó con la cabeza.

- No me entero de nada… ¡Oye! ¿Qué es eso? – preguntó señalando con una de sus garras.

Crash la siguió y vio un robot gigante que iba a su encuentro.

- Tengo un mal presentimiento – susurró Dany.

La dragoncita se encaró con el Mecha-Rocket manteniendo las distancias. No entendía mucho de tecnología, pero no era estúpida; por el aspecto, intuía que se trataba de un arma que podría matarla tanto a ella como a Crash y no estaba dispuesta a dejar que eso ocurriera. Pero, gracias a su penetrante vista, veía que en el interior estaban los humanos, patéticos e indefensos una vez que cayera su guardián de metal. Crash, por su parte, miraba atónito al robot. 

- Bueno, bueno, bueno – dijo Neo a través de los altavoces con un tono de voz fingidamente melodramático– Dos fantasmas del pasado que vienen a atormentar a este pobre y bondadoso científico. ¡Vivir para ver!

- ¡Cortex! – bramó Dany, agitando sus alas rápidamente para mantener la posición - ¡Tenemos que hablar!

- ¿Hablar? – preguntó Neo con su tono de voz normal - Debí destruirte en cuanto tuve la oportunidad y no dejarte a tus anchas, reptil molesto. Creía que finalmente te habías dignado a desaparecer por tu cuenta, pero veo que vuelves a importunarme. ¡Y tú Crash! ¡Cómo me decepcionas! Pensaba que habías muerto en el incendio de la playa, pero en su lugar corres a venderte a ese villano de pacotilla. Decidme ¿qué os ha prometido el Triunvirato por mi cabeza?

- ¿Wha-daa? – preguntó Crash.

- ¿El Triunvirato? ¿De qué estás hablando? – preguntó Dany a su vez, por un momento confundida.

-Ya suponía yo que no ibais a colaborar.

Se oyeron sonidos metálicos dentro de la nave y un par de cañones-ametralladoras comenzaron a desplegarse hacia el exterior en medio de una retahíla de chirridos y golpeteos metálicos, apuntándoles directamente.

- Oh, oh – dijo Crash, tragando saliva.

- ¡Agárrate, saco de pulgas! – exclamó Dany virando a un lado.

Justo a tiempo para esquivar los disparos. Siguió una persecución frenética con un sinfín de zigzag que pusieron a prueba la capacidad y habilidad física de Dany a la hora de volar así como la pericia del piloto de la nave, que no era otro que N.Gin. Simplemente moviendo un mando con un botón de disparo en la parte superior seguía a la dragona mientras Nina manejaba las armas.

- ¡Eso es, derríbalos Nina! – exclamó Neo con entusiasmo. 

La chica, sonriendo por la diversión, se dejó llevar por el entusiasmo a pesar de saber que, si se abusaba, los cañones-ametralladoras podrían recalentarse y quedarían inservibles durante un rato.  Pero no le importaba porque el Mecha-Rocket era una caja de sorpresas. 

Crash empleaba toda su fuerza en sostenerse a lomos de su amiga: en otras circunstancias ese viajecito podría haber sido divertido, pero con un robot gigante persiguiéndote para matarte era un factor a tener en cuenta. En una pequeña parte de su fuero interno se preguntó cuántas veces se había visto en una situación así.

- ¡Uf! ¡He elegido un mal día para tener dolor de cabeza! – jadeó Dany, mostrando los dientes por el esfuerzo - ¡Estamos a su merced en este espacio tan abierto! Intentaré usar esas montañas de hielo para cubrirnos o vamos listos.

El bandicoot emitió un sonido afirmativo: poco podía hacer él de modo que delegaba las decisiones en la dragona. Justo cuando ella viraba hacia allí los disparos cesaron. Dany, sorprendida, giró la cabeza para observar el motivo y vio que sus enemigos les seguían aún pero que de los cañones salían nubes de vapor.

- ¡Vaya! Me parece que a fin de cuentas ese trasto de metal no es tan diferente de un dragón: abusar del fuego durante mucho rato hace que te quedes sin fuelle – sentenció con una sonrisa torcida. Dio la vuelta, confiada– Creo que nos toca.

Crash había pensado lo mismo aunque su instinto le decía que debían ser cuidadosos. La secundó advirtiéndole prudencia, pero ella ya no le escuchaba.


- ¡Estúpida lagartija! – rió Nina cuando vio que la dragona viraba con actitud ofensiva.

La joven acarició casi con dulzura sus mandos mientras esperaba que la dragona estuviera lo bastante cerca. Sólo tendría ese disparo y debía asegurarse de no errar.

- ¿Cuánto? – preguntó Neo.

- Las ametralladoras estarán cargadas y listos en treinta segundos, jefe – contestó Gin.

Cortex soltó una carcajada.

- Más que de sobra – sentenció con una sonrisa cruel.

Nina contó en voz alta sólo para hacerlo más interesante y cuando Dany estaba a pocos metros de distancia, tiró de sus mandos y disparó.

Una lluvia de pequeños misiles disparados en racimo salió al encuentro de sus enemigos desde la panza del Mecha-Rocket. Todos se deleitaron con la expresión de sorpresa en los ojos de la dragona, que tuvo que dejarse caer en picado para que no la alcanzaran.

- Oh querida, eso hubiera valido si no fueran inteligentes– se jactó Nina.

Dany tuvo que descender unos cuantos metros hasta poder recuperar la orientación normal del vuelo. Estuvo a punto de suspirar de alivio por la salvada de última hora pero un grito de Crash la puso en alerta: los misiles, por algún motivo, les seguían… y se aproximaban cada vez más. ¡Iban a impactar contra ellos si no hacía algo!

Desesperada miró en todas direcciones, pero cualquier obstáculo estaba demasiado lejos excepto una pared de roca de unos acantilados. Era una maniobra arriesgada pero no tenía otra alternativa: Dany se dirigió hacia el punto más alto de los mismos en línea recta y cuando estaba a punto de impactar contra la roca alzó el morro con idea de ejecutar un looping aéreo en lo que los misiles hacían impacto. 

¡Funcionó! Pero su grito eufórico se desvaneció cuando algo blando le golpeó el cogote para, a continuación, ser golpeada de lleno por algo mucho más fuerte. Por desgracia para ella, no había contado con que la potencia de la deflagración.


Durante toda la locura de maniobras Crash había conseguido asirse al lomo de su amiga hasta que llegó ese último viraje. De pasar tan bruscamente de un vuelo horizontal a uno vertical  se dio un cabezazo contra el cuello de Dany y perdió su agarre. Además la explosión les lanzó, literalmente, aún más rápido por los aires y el bandicoot saltó literalmente de los lomos de su amiga.

Aturdido fue consciente de los cascotes que pasaban a su alrededor, trozos de roca que de impactarle podrían destrozarle, pero como solía decirle Coco todo lo que alguna vez subía debía bajar. De modo que allá fue Crash.

Se puso panza abajo y vio a Dany, más pesada, cayendo por debajo de él. La llamó, pero ¡oh, oh! ¡Parecía inconsciente! Y ambos se precipitaban a toda pastilla contra las olas rompientes: podía ser agua, pero Crash sabía por esas ocasiones en las que había hecho el bruto que caer desde muy alto hacía que el agua fuera tan dura como la piedra. Y si no les mataba eso lo harían las rocas que había justo debajo. 

Asustado de verdad, gritó de nuevo llamando a Dany con todas sus fuerzas. Por suerte la dragoncita se recuperó, agitando la cabeza, que le latía de dolor. En realidad, la onda expansiva no la había dejado inconsciente del todo, sólo aturdida. 

Cuando vio el agua acercándose a toda velocidad abrió mucho los ojos por la sorpresa, pero enseguida se repuso e hizo la maniobra precisa para recuperar el vuelo, consiguiendo también rescatar a Crash en el último momento: unos segundos más y ambos estarían muertos por el golpe.

Sosteniéndole por los pelos con sus garras volvió a subirle a su espalda, volviendo a elevarse en el aire y alejándose todo lo posible del Mecha. 

- ¿Estás bien? – preguntó mientras valoraba sus propias heridas. Se quedó más tranquila cuando el marsupial respondió de forma afirmativa - ¡Qué metedura de pata! Si el viejo Randall me hubiera visto me habría dado una merecida reprimenda por esa estupidez. 

Crash no pudo evitar darle la razón, aunque no tenía ni idea quién era el tal Randall.

- ¡AAAAH! ¿Por qué no se mueren de una vez? – gritó Neo, dando un puñetazo al respaldo del asiento de Gin, que se llevó parte del coscorrón.

- Calma tío, sólo estamos calentando antes de pasar a la acción de verdad – dijo Nina que no se daba por vencida ni se exasperaba tan rápido como su tío. La forma tan calmosa que empleó para hablar hizo que Neo se crispara aún más, pero entendió que su sobrina estaba segura de que iban a ganar, quizá tuviera alguna idea. La observó con sumo interés.

Los cañones-ametralladoras estaban listos de nuevo pero se habían demorado demasiado y la dragona y el bandicoot estaban fuera de alcance. Gin pisó a fondo para alcanzarles y, en poco tiempo, volvieron a estar pegados a ellos. La dragona había puesto en esta ocasión rumbo hacia las montañas de hielo del iceberg situado más al sur, sin duda para usarlas como parapeto. Debían impedírselo. Gin fue a apretar para disparar y cortarles el paso, pero Neo se lo impidió.

- ¡Aún no dispares las ametralladoras! – ordenó, pues seguía de cerca los quehaceres de Nina – Haz que me sienta orgulloso de ti, jovencita.

La adolescente le guiñó un ojo. Cuando el objetivo estuvo fijado Nina pulsó el botón y disparó el rayo láser hacia parte de la montaña, que crujió al quebrarse prácticamente entera. Tendrían que esperar un buen rato para que éste se cargara y pudiera usarse de nuevo, pero había merecido la pena.


Dany se sobresaltó y tuvo que esquivar los grandes fragmentos de hielo con notable esfuerzo. Para escándalo de Crash soltó un juramento de lo más pintoresco.

- ¡Ufff! – jadeó mirando hacia atrás – ¡Ya no hay montaña! ¿Están locos o qué? Hay que hacer algo con esa cosa. Dime que tienes un plan B ¿Lo tienes verdad? – preguntó cuando vio que el bandicoot volvía a asentir.

Crash había memorizado el funcionamiento de las armas del Mecha-Rocket y creía haber visto sus puntos débiles, así que le explicó rápidamente a Dany su plan. Luego sacó su bazooka de fruta Wumpa.

- ¿De dónde demonios has sacado eso? – preguntó Dany – Es igual, prefiero no saberlo – agregó cuando Crash iba a explicárselo – Estoy lista para mi parte. ¡Agárrate!

Se lanzó tan bruscamente que cuando Gin la siguió los tres villanos se inclinaron tanto que si no hubiera sido por sus cinturones de seguridad se habrían dado de bruces contra los paneles de control.

- ¿Dónde está? – preguntó Nina mirando en todas las direcciones.

- ¡Encontradles! – exclamó Neo cambiando la vista de las únicas tres cámaras que tenía la nave-robot.

Entonces las llamas envolvieron la cabina si bien no llegaron a penetrar en el interior al estar herméticamente cerrada. La dragona se había puesto por detrás de ellos al rodearles por el vientre del Mecha, atacándoles por la retaguardia. Empezó a hacer un calor incómodo en el interior y eso que el aliento de Dany no era tan potente como lo sería el de un dragón adulto: éste hubiera sido capaz de fundir el metal.

- ¡Los tenemos en el trasero! – exclamó Nina mientras Neo se inclinaba a teclear para girar los sensores a la parte posterior. Por la cámara vio que la dragona chocaba contra ellos, posándose encima de la nave, lo que provocó una pequeña sacudida. 

Sin perder tiempo golpeó con la cola un par de veces la torreta donde se alojaba la cámara dejándoles sin visión y, justo después, la empeñó contra el cañón láser, haciéndolo saltar con otro par de golpes de sus cuernos. Lucecitas rojas y pitidos de alarma inundaron la cabina.

- ¡MALDITA SEA! – bramó Neo furioso y pulsó con la palma abierta sobre varios botones. 

Una descarga eléctrica recorrió toda la superficie del robot pero no alcanzó a la dragona por los pelos puesto que justo había vuelto a desaparecer.

- ¡Esa lagarta ha anulado el cañón láser y la visión! – gritó Nina informando de la situación sin parar de teclear en la consola – Tendremos que disparar a ojo. Por suerte, aún conservamos los cañones-ametralladoras y algunos cohetes.

- ¡LO QUE SEA, PERO DERRIBADLOS DE UNA VEZ! – berreó Cortex.


- ¡Chúpate esa! – exclamó Dany, triunfante mientras sobrevolaba el Mecha-Rocket y comprobaba, con cierto júbilo salvaje, que había esquivado un ataque imprevisto que tenía por base la electricidad, algo que odiaba por sus meses de cautiverio en el castillo hacía años – Ahora es tu turno Crash.

Éste apuntó con el bazooka a los compartimentos brillantes de las ametralladoras y disparó una buena tanda de fruta Wumpa, que impactó llenándolos de pulpa y cortocircuitándolos. Estaban inutilizados, pero aún les quedaban los dos de los misiles, que ya les estaban disparando por lo que Dany tuvo que virar y esquivarlos, pasando por detrás del Mecha. Se alejó todo lo posible y luego volvió a la carga haciendo zig-zag mientras que Crash seguía disparando por el bazooka. Uno de los paneles empezó a echar humo y quedó inutilizado.

- ¡MALDITO BANDICOOT! – gritó Neo dando golpes en la carrocería interna - ¡ACABAD CON ELLOS, YA!

Pero sus esfuerzos fueron inútiles y los cohetes no impactaron en el blanco, si bien uno estuvo muy cerca de derribar a Dany.

- ¡Date prisa Crash! Esto empieza a doler de verdad.  – le urgió. 

Crash mantuvo la calma y siguió disparando hasta anular la última arma ofensiva del Mecha, que chisporroteó en un mar de chispas.

- ¡DÉJAME A MI PEDAZO DE INÚTIL! – gritó Neo dentro de la cabina, apartando a Gin de una patada y le obligó a cambiarle el sitio, tomando los mandos de pilotaje.

- ¿Qué haces tío? – preguntó Nina - ¡No tenemos armas!

- ¡ACABAR CON ELLOS DE UNA VEZ POR TODAS!

Dany y Crash habían empezado a celebrar su victoria cuando el Mecha-Rocket se les empezó a acercar a toda velocidad. La dragoncita apenas tuvo el tiempo justo de apartarse por lo que la estela de aire que levantó a su paso la desestabilizó por un momento.

Estaba agotada, pero consiguió mantenerse en el aire y Crash tuvo que hacer un gran esfuerzo por no caerse. El Mecha viró y volvió hacia ellos.  Dany tuvo que dejarse caer en picado una vez más.

- ¡Tenemos que derribar aún esa cosa! – gritó.

Sin embargo, el joven marsupial pensó a toda velocidad una alternativa de destruir al Mecha, pues ya no era posible dispararle directamente. Expresó su idea a Dany que estaba bastante apurada por mantenerse lejos de ese cacharro. Cuando él terminó ella negó con la cabeza.

- ¿Acaso te has olvidado de los robots?

Crash insistió en su idea y Dany terminó comprendiendo.

- ¡Oh! Vaya, parece que eres más listo de lo que pareces, señor bandicoot – le dijo Dany, con una sonrisa que dejó a la vista sus dientes puntiagudos.

- ¿Cómo has dicho? – exclamó Ana, sin dar crédito. 

A Brio empezaba a dolerle la cabeza; cuán molesta podía llegar a ser esa jovencita si se lo proponía. Ante las alarmas y que Neo había cortado la comunicación, la chica, seguida de cerca por Lumpa y Koala Kong, se había presentado en el cuarto de control exigiendo saber qué estaba pasando. No podían ver nada puesto que la lucha se estaba desarrollando fuera de su vista. 

Como las preguntas comenzaron a salir sin pausa Brio no tuvo más remedio que confesar que unos intrusos estaban atacándoles, sin duda enviados por el el Triunvirato. Pero cuando Ana vio a Crash y Dany por las cámaras de seguridad con las que Brio seguía la lucha se empezó a poner muy pesada.

- ¿Tienes forma de comunicarte con ellos? – le preguntó.

- ¡Sí! ¿Y ahora po-podrías callarte un poco? 

- Quiero hablar con Neo.

- Me-mejor no. Al doctor Cortex le molesta que le llamemos desde tierra sa-salvo por una eme-emergencia.

- Me importa poco si a él le molesta o no. ¡Está intentando matar a Dany y a Crash! ¡Debemos impedirlo!

- ¿Por qué? – preguntó Brio encarándose finalmente con ella.

Ana, que era tan alta como él, le mantuvo la mirada. Pero lo que preocupó a Brio fue cuando Koala se adelantó un paso haciendo crujir sus nudillos.

- Déjemelo a mi, doctora.

- Atrás Koala, no te metas en esto – advirtió Brio llevándose una mano a su cinturón, tomando una de las pociones que llevaba siempre encima.

- Oh oh – dijo Lumpa mirando hacia los ventanales siendo ignorado por el resto.

Koala negó con la cabeza.

- Hace mucho que no trabajo para ninguno de ustedes, doctor Brio. Si he de seguir a Cortex o a usted, le elijo antes a usted, pero no veo por qué negarle a la doctora lo que pide.

- Oíd – Lumpa insistía, pero no consiguió nada. Fue hasta Ana y tiró del bajo de su pantalón, pero ésta no se enteró, seguía encarando a Brio.

- Ni se te ocurra beberte la poción – le advirtió la chica.

- ¿O si no qué? – preguntó éste lanzando una mirada de soslayo a Koala, valorando si le iba a dar tiempo o no, en caso de que el marsupial gigantón se decidiera a intervenir.

- ¡EEEEEEOOOOOUUUHHHHH! 

El grito del demonio de Tasmania surtió el efecto deseado. Todos le miraron y le vieron señalar la ventana mientras saltaba excitado, emitiendo ininteligibles gemidos típicos de su especie. Todos miraron en la dirección que señalaba y vieron acercarse a la dragona a toda velocidad, seguida por el Mecha.

- Ay mi madre – gimió Brio.


- ¡Espero que sepas lo que estás haciendo porque no puedo más! ¿Estás listo? – advirtió Dany entrecerrando los ojos. Crash asintió – Bien. ¡Agárrate!

Crash asintió y, entusiasmado e impaciente por el desenlace, dio un par de brincos sentado sobre la dragona, que soltó un gruñido. Las torretas seguían sus movimientos, pero aún no disparaban, no estaban demasiado cerca.

Nina fruncía el ceño. Detrás Gin enredaba con varios cables provocando pequeños cortos con los que intentar reanimar una de las ametralladoras ya que había sido sustituido por Cortex  a los mandos del Mecha-Rocket.

- ¿Qué están intentando? – preguntó la chica – Me da que nos la quieren jugar.

- Quieren refugiarse en el laboratorio y de paso, quizá quieran usar nuestros propios robots contra nosotros. Sin embargo, no han tenido en cuenta un pequeño detalle – contestó Neo que curiosamente estaba tan tranquilo. Se inclinó hacia delante y pulsó el botón del intercambiador – Aquí el doctor Cortex. Brio, desactiva los robo-vigías y activa las torretas de seguridad. Enseñémosles quién es el más listo aquí.

- ¿No deberíamos parar y mantenernos a una distancia prudencial? – preguntó Nina, viendo que mantenía la palanca en posición de avance– Así si esa dragona consigue esquivar las torretas tendrá que vérselas con nosotros.

Neo negó.

- Sabrán que tramamos algo y que hemos descubierto su plan y perderemos esa ventaja – Cortex entrecerró los ojos echándose hacia delante sobre los controles – Ya sois míos…


Mientras tanto en el laboratorio se libraba una batalla. Cuando Neo dio la orden por el comunicador todos se quedaron inmóviles y Brio cometió el desliz de mirar el panel que debía usar. Si no lo hubiera hecho Ana no hubiera sabido cuál era. 

Por ello la chica lanzó un manotazo en dirección a la poción que el doctor aún sostenía en su mano. Ésta se le saltó y cayó al suelo: el cristal se hizo añicos que quedaron esparcidos por todo el suelo de linóleo junto con su preciado contenido, el mutágeno que permitía a Brio convertirse en un monstruo grande y verde con mucha fuerza.

- ¡NO! – gritó el científico, abofeteó a Ana en consecuencia y entonces intentó echar mano a su pistola que llevaba colgada en el otro costado.

Por su acción hacia la doctora tanto Lumpa como Koala se decidieron a intervenir, pero Brio los mantuvo a raya cuando les disparó con la pistola, haciendo que tuvieran que cubrirse con el mobiliario, en lo que retrocedía hacia el panel donde estaba el botón que debía pulsar para activar las torretas de defensa.

Entonces Ana, recuperada del bofetón, volvió a intervenir agarrando esta vez las muñecas de Brio, desviando los disparos y ambos comenzaron a forcejear por el arma. Ésta se disparó varias veces dañando allí donde apuntaba, dejando un pequeño agujerito humeante por lo que Koala, que había comenzado a levantar un escritorio para lanzárselo a Brio, tuvo que dejarlo caer para, primero, no ser alcanzado por los disparos erráticos y, segundo, porque si lo lanzaba ahora le daría a Ana. 

- ¡Estate quieta muchacha! ¡No me obligues a golpearte de nuevo! – gritó Brio.

A pesar de no ser muy fuerte físicamente sabía algo de lucha cuerpo a cuerpo, pues en la Academia del Mal recibió cierto entrenamiento básico. En esos tiempos evitaba las peleas porque siempre estaba en desventaja al ser él solo contra varios abusones a la vez por lo que a cambio desarrolló una buena habilidad para escabullirse de sus encuentros; eso no significara que a veces le pillaran se desquitaran con él. Sin embargo, ya en los últimos dos años empezaron a recibir clases de combate físico y, a pesar de no destacar, se acordaba de los fundamentos. Además, McMurray le ayudó mucho en horas extraescolares, igual que a Cortex y a Gin. 

Así que, por consiguiente, contaba con cierta ventaja sobre Ana, que no era tampoco muy fuerte ni ninguna luchadora. Consiguió desequilibrarla con un movimiento y la rodeó con uno de los brazos sujetándola por el cuello. Ella intentó liberarse sin éxito, pero Brio la encañonó y comenzó a tirar de ella hacia la consola de las torretas.

- Si os a-acercáis os dejo sin doctora – advirtió a Koala, que observaba furioso la escena con los puños.

- ¡Que no llegue a los mandos! – pidió Ana.

- ¡Calla! – jadeó Brio sin quitar los ojos de encima del mutante grandullón, pero sin dejar de retroceder hacia el panel.

Koala avanzaba al mismo ritmo que Brio pero no se decidía a intervenir porque no quería poner en más riesgo a Ana. El científico miró por encima de sus hombros a los ventanales, viendo que sus otros enemigos ya estaban muy cerca de ellos. ¡Debía desplegar las torretas inmediatamente!

Además….

- ¡BRIO! ¿SE PUEDE SABER QUÉ HACES, MEQUETREFE? ACTIVA LAS TORRETAS… ¡YA!

Cortex no ayudaba en absoluto.

Tan pendiente estaba de todo esto que se había olvidado por completo del pequeño Lumpa. El demonio, quien se había escabullido por debajo de las mesas durante la lucha de los dos humanos, muerto de miedo por los disparos, les acechaba. Y ahora que veía a Ana claramente en peligro la ira sustituyó al miedo y, en escasos segundos saltó por detrás con un rugido y asió con los dientes por delante, aferrando el brazo de Brio que sostenía la pistola.

- ¡AAY! – gritó el científico y la pistola se le cayó de la mano. Al girar para quitarse al pequeño demonio de encima derribó a Ana. - ¡Lumpa, maldito re-renacuajo! ¡Suelta!

El mutante se soltó cuando vio que Brio iba arrearle un puñetazo y, patinando en el suelo se escabulló debajo de una mesa jadeando y con la lengua colgando entre los colmillos. El científico se agachó para intentar perseguirle, pero entonces recordó que había perdido su arma. Alarmado, se volvió para encontrarse con la pistola apuntándole directamente entre los ojos. Elevó la vista y se encontró con la mirada de Ana, franqueada a un lado por Koala.

- Será mejor que se levante despacio y vaya hacia la pared, doctor, no me gustaría tener que lastimarle – dijo ella

Brio agachó la cabeza y dio un puñetazo en el suelo sabiéndose derrotado.

- ¿Qué está haciendo ese pusilánime cabeza hueca que no despliega las torretas? – preguntó Neo furioso, pues la dragona había dado la vuelta muy pegada al laboratorio sin encontrar resistencia.

- Brio siempre fue un torpe – apuntó Gin, aún dolido por el enfrentamiento que habían tenido hacía unos momentos.

- Pues no es que le haya pedido nada del otro mun… ¡ah! ¡Ahí están! – exclamó Neo, dando palmas cuando las torretas emergieron de sus posiciones. Sin embargo, el entusiasmo le duró poco porque todas giraron hacia ellos y abrieron fuego a la vez. 


- ¡Ala! ¿Sabías que eso pasaría? – preguntó Dany mientras se posaba en lo más alto del laboratorio, exhausta pero entusiasmada por el espectáculo.

Crash, que se encontraba tan cansado y sorprendido como ella pero deseaba impresionarla, asintió con la cabeza cruzándose de brazos y guiñándola un ojo. Realmente no era lo que había pensado, pero bastaba.

- ¡Whoa! – exclamó la dragona encantada. Eso hizo sonreír a Crash; no era idéntico, pero se le acercaba mucho a su “¡whoa!”

El Mecha-Rocket volaba a trompicones, echando humo por todas partes puesto que el blindaje no había aguantado el calibre del disparo de las torretas de seguridad. Saltaron chispas en diferentes partes de su ensamblaje y, a pesar de los esfuerzos de sus pilotos, fue a estrellarse en la nieve del terreno circundante del laboratorio iceberg.

Entonces se fueron encendiendo una serie de luces que indicaban una pasarela de acceso en la parte más alta del complejo y una compuerta se abrió mientras una voz femenina les saludaba por megafonía:

- Dany, Crash – dijo Ana - ¡Cuanto me alegro de veros sanos y salvos, chicos! 


1 comentario:

  1. Ooh, me alegro que te haya gustado :) Quise trasmitir eso, como si fuera un combate que podrías ver en un videojuego pero sin olvidar que estamos ante un relato.

    ¿Hay alguna forma de saber exactamente lo que pasa por la mente de Crash Bandicoot? No sé yo.

    Se llevan mal, sobre todo Dany-Cortex, Crash se adapta según las circunstancias y tiende a ser muy entusiasta. De modo que por él, supongo que hubiera ido de buenas.

    ¡Un saludo!

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