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[Teenage Mutant Ninja Turtles] Luna de Halloween - Capítulo I

 


- ¡ÉSTA ES MI NOCHE FAVORITAA!

Michelangelo estaba de lo más entusiasmado y lo demostraba marcándose unos pasos de baile en medio de la acera, sin importarle las miradas que pudiera lanzarle la gente a su alrededor. Porque sí, estaba bailando a plena luz del día, o de la noche más bien, en mitad de la calle y sin usar su disfraz de incógnito, meneándose delante de decenas de personas que iban y venían a su alrededor.

¿Cuántas veces al año podía hacer algo así? Muy pocas, contadas con los dedos de su mano de tortuga. Y esa noche era una de ellas: la de Halloween. Si bien es cierto que llevaban pisando el asfalto desde primera hora de la tarde, tras los entrenamientos, la cual habían pasado en Coney Island pasándoselo en grande en las atracciones para, ya anocheciendo, centrarse en actividades típicas de la festividad.

Y es que Nueva York vibraba llena de luz y color, los comercios intentando apurar las ventas de dulces, comida y disfraces en sus últimas horas de apertura. Por todas partes se veía una increíble decoración consistente en Jack’s Lanterns, murciélagos, esqueletos, lápidas y otros tantos adornos temáticos.  Coches rugiendo música, grupos de todas las edades yendo y viniendo, disfrazados, demandando caramelos, dando sustos y riendo a carcajadas, en definitiva, disfrutando del día de Halloween que, para más inri, había caído en pleno sábado. 

Y como la tortuga más inquieta, extrovertida e impresionable Michelangelo se había dejado llevar por el trajín, combinado por el placer de estar bajo el cielo abierto, aunque fuera el de la congestionada ciudad y no el del prístino Northampton. Aun teniendo eso en cuenta, era una notable mejora a estar encerrado bajo toneladas de tierra, metal y cemento, allá en las profundidades de las alcantarillas: una tentación difícil de ignorar, salvo para el maestro Splinter.

Bien por la edad o por el carácter, él no era muy dado a ese tipo de eventos, y cuando sus hijos le preguntaron qué planes tenía se limitó a responderles que meditaría y quizá viera algo en la televisión. Los jóvenes a menudo no caen en que incluso los padres necesitan también tiempo para ellos mismos, buscando esa paz y silencio que sólo existen durante la ausencia de sus activos hijos; en cuanto a salir, el sensei consideraba que había noches mucho más tranquilas que esa para disfrutar de un paseo nocturno. Esta línea de pensamiento no evitaba que se alegrara porque ellos tuvieran un merecido esparcimiento en el exterior, pero no faltó la típica premisa que daría cualquier padre:

- Disfrutar del día, pero sed precavidos y no os metáis en ningún lío. Y recordad que el entrenamiento empieza a las seis en punto, sin excepción, por lo que no trasnochéis demasiado – fue lo que dijo, enfatizando sus palabras con un golpecito al suelo con su bastón.


Pero daba igual lo que dijera el sensei, que para variar a Michelangelo le había entrado por un oído y salido por otro. En las obligaciones del día siguiente era lo último en lo que pensaba la tortuga de antifaz naranja. Bueno, para ser realistas, esto se extendía al resto de sus acompañantes.  Porque no iba solo, por supuesto, si no acompañado por sus hermanos y por Gioconda. Había sido una tarde fantástica y aunque no habían parado ni un segundo, no se sentían cansados: aun así el resto no extrapolaban tanta energía como él. 

- ¿Qué queréis hacer ahora? – preguntó Leonardo, dando cuenta de la manzana con caramelo que se habían ganado por el mero hecho de ser tortugas: sus “disfraces” causaban sensación por lo realistas que eran. 

- ¡Truco, trato, truco, trato! – cantaron unos niños que iban en grupo y que se cruzaron con ellos en dirección opuesta ataviados con disfraces (de verdad) de todo tipo: había un fantasma, una vampiresa, un pirata, un hada de cuento y hasta uno de superhéroe. En sus manos portaban bolsas repletas de caramelos.

- Estaba pensando que he tenido feria para todo el año – dijo Donatello después de tragar el último bocado de su respectiva manzana – Por lo que se me había ocurrido que podíamos por fin ir a los recreativos del Crystal Palace.

- ¡Tú sí que sabes, Don! – asintió Raphael: él también quería ir a ese sitio. 

- ¿Y qué tal el Museo de Historia Natural? – preguntó Leonardo – Por lo visto hay una exposición impresionante del Período Edo; estoy meditando seriamente sobre si intentar llamar por el caparamóvil al sensei y convencerle para que se apunte…

- Pfff… aburrido – opinó Raphael– Y olvidas una cosa, hermano. Las horas que son.

- Pues para tu información hoy, casualmente, es también la noche en blanco, de modo que abrirán hasta tarde y… 

- Aburrido – insistió la tortuga del antifaz rojo ahogando un bostezo y haciendo que su otro hermano meneara la cabeza, resignado.

- ¿Y si nos coláramos en alguna fiesta a menear el esqueleto? – propuso Gioconda - ¿Qué decís?

- ¡Nada chicos, escuchadme, porque tengo una idea mejor que cualquiera de las vuestras! – exclamó Mikey poniéndose justo delante para hacerles parar.

- ¿Ah sí? Sorpréndeme – dijo Raphael, escéptico.

 - ¡Creo que deberíamos ir al cine porque ESTRENAN un peliculón como es Un hombre lobo francés en Nueva York! ¡Es increíblemente apropiada para la noche de hoy ¿no os parece?

Por desgracia nadie demostró el entusiasmo que él esperaba.

- No, ni hablar Mikey – negó Raph - Al cine podemos colarnos siempre que queramos. Por no hablar que, si quieres ver una peli de miedo, para eso también te puedes quedar en casa. El Crystal Palace, no hay más que hablar.

- Oye, chico listo. Para ser justos, eso que dices también puede extrapolarse a los videojuegos. ¿No crees? – observó Gioconda con cierta malicia.

- Bah, cállate.

- Desde luego no es como el museo: cámaras, láseres, vigilantes – opinó Leo – Admito que sería un reto interesante para un ninja, pero ya que puedo visitarlo en un ambiente más distendido no quiero dejarlo pasar.

- Exacto – dijo Donatello y miró a Gioconda – En parte tienes razón: podemos jugar videojuegos en casa. Pero es que los recreativos son NUEVOS y tienen un toque retro, imitando a las salas de los años 80’ ¡En las fotos eran una pasada! Jugar con ese ambiente será toda una experiencia – miró por último a Michelangelo - ¡Pensaba que te apetecería muchísimo!

- Lo hace, pero…

- No te olvides de la bolera, Don – añadió Raphael interrumpiéndole y plantó su mano en la cabeza de Mikey – Esta noche podría usar tu melón para derribar unos cuantos bolos ¿qué te parece?

- ¡Oh venga, chicos! – protestó el susodicho, apartándole - ¡Me encantan los videojuegos! ¡Y la bolera! ¡Y el período Edo! ¡Y por supuesto que me encanta la fiesta! ¡Pero hoy es HALLOWEEN! Se supone que deberíamos hacer cosas relacionadas con eso, como ver pelis de miedo… ¿no?

- Olvídate.

- ¡Pero la última sesión es a las ocho! ¡Podemos ver la peli y luego ir al Crystal Palace a viciarnos!

- Los recreativos cierran sobre la medianoche – dijo Donatello – Si vemos la película, que seguramente durará una hora y media, entre que vamos, las colas y demás, no nos dará tiempo a hacer nada. ¡Seguro que ya están hasta arriba de gente siendo fin de semana!

- Pues ya no te cuento el museo – señaló Leonardo – Donnie tiene razón. Me temo que sólo podremos hacer una de todas esas cosas… creo que deberemos elegir y en caso de no ponernos de acuerdo, como ya me vaticino que va a pasar, echarlo a suertes.

Todos se miraron, en silencio. Estaba claro que, efectivamente, ninguno quería dar su brazo a torcer. Leo suspiró: para una noche que salían no quería hacer de hermano mayor e imponerle a nadie nada, pero tampoco quería dejarlo en manos del azar. Ese día era especial y ya que habían pasado juntos toda la mañana en casa y la tarde en Coney Island…

- De acuerdo, chicos, tengo otra idea – dijo y se volvió hacia Don - ¿Qué hora llevamos?

- Las siete y diez.

- Haremos una cosa: como cada uno tenemos un plan distinto y es obvio que todo en la misma noche no va a poder ser, propongo que cada cual haga lo que le parezca… PERO con la condición de que máximo a las doce estaremos aquí, en este mismo punto, para regresar a casa. ¿He sido claro?

- ¿A medianoche? ¿Qué somos, la Cenicienta? – preguntó Mikey en tono guasón, pero paró ante la mirada de advertencia de Leonardo.

- Ya oísteis al maestro Splinter y sabéis lo puntilloso que es con los horarios, por lo que…

- ¡Vamos Leo, ¡es Halloween!  – intervino Raph - ¡Los recreativos cierran a las doce! Al igual que la bolera. Pienso apurar todos y cada uno de esos minutos al máximo, de modo que no cuentes con que Don y yo estemos aquí a esa hora.

Leonardo puso los ojos en blanco.

- Vaaaale… a las doce y media – concedió – Pero no más tiempo. Creo que es suficiente margen para que vosotros dos os divirtáis en los recreativos, que Mike vea la película, que Gio se vaya de fiesta y que yo pueda ver la exposición y luego venir hasta aquí: desde esta zona en poco tiempo estaríamos de vuelta en casa y así mañana no lloraremos por el cansancio durante el entrenamiento matutino. ¿Os parece bien mi idea? – todos asintieron, más animados. Leo sonrió, satisfecho de sí mismo – No olvidéis que se trata de divertirnos y eso implica que no nos metamos en líos. Esto va especialmente por vosotros, Rapha y Mikey…

- Eh, Leo. Relájate por una noche ¿quieres? Y no nos des la brasa – repuso Raphael, meneando una mano y ofreciéndole el caparazón – Vamos, Don.

Ambos se marcharon sin perder más tiempo.

- Bueno, nos vemos aquí las doce y media. No os olvidéis.  Sed puntuales – fue toda la despedida que dedicó Leo, que saltó acto seguido hacia una escalera de incendios cercana. Por los tejados llegaría más pronto a su destino. Tenía pensado, mientras iba de camino, llamar al maestro Splinter por si le apetecía acompañarle. 

- ¡Oh, tío! ¡Vaya una panda de sosos! – repuso Michelangelo, contrariado, y miró a Gioconda – Dime ¿qué gracia tiene que vea una película solo si luego no puedo comentarla con nadie?

La chica lagarto sonrió y ladeó la cabeza.

- Está bien, Mikey. Creo que me apunto a tu plan.

- ¿Ah sí?

La chica asintió, pero arqueó una ceja.

- Sí, con una condición: que luego te vengas conmigo de fiesta. A mí tampoco me gusta hacer ciertas cosas sola y bailar es una de ellas. 

Michelangelo le dedicó una amplia sonrisa y elevó su mano izquierda, una invitación que Gioconda entendió a la perfección porque estampó su mano de cinco dedos ligeramente rasposos contra la suya de tres.

- ¡Guay! – exclamó Mikey - ¡Les demostraremos quienes son los mutantes con más marcha de la ciudad!  – calló unos instantes, pensando – Veamos, ¿qué hora teníamos? ¿Las siete y algo? Los cines a los que había pensado ir están a un buen trecho, pero creo que llegaremos a tiempo.

- Pues no perdamos ni un instante ¡vamos!


Colarse en el cine era una tarea bien sencilla para un ninja. A pesar de que esa noche con la excusa de ir disfrazados Mikey y Gio podrían haber entrado sin más eso no cambiaba el hecho de que no tenían dinero para pagarse las entradas, de modo que deberían idear otra forma de acceder.

Las luces se fueron apagando lentamente, dejando la sala totalmente oscurecida a excepción de la propia luz que emitía la pantalla gigante. A esas horas y teniendo en cuenta que al ser Halloween la gente solía ir a fiestas organizadas en pubs, discotecas y otros locales, contaban con que no estuviera muy concurrida. El grueso de los espectadores había ido acudiendo a lo largo de ese sábado de Halloween para ver, de estreno, a un hombre lobo dando tumbos por la ciudad de Nueva York.

Aun así, el lugar terminó estando concurrido pero debido a la oscuridad y a su puntualidad nadie vio cómo se abría una rendija en el techo y por la abertura se deslizaban dos figuras ágiles y silenciosas, que observaron la sala en busca de sitios desocupados durante el rato que duraron los últimos anuncios y tráilers de futuras películas. Una vez terminó la tanda descendieron con la misma gracia hasta unas butacas del lateral izquierdo, al fondo: la mayoría de los espectadores se agolpaban en los asientos centrales mientras que los laterales quedaban para los que se apuntaban a última hora. Por último, los asientos de atrás del todo solían quedar para parejas que aprovechaban a hacer otras cosas amparados por la oscuridad.

Una vez con los pies en el suelo los dos adolescentes se comportaron con total normalidad, acomodándose en los asientos escogidos. Estiraron los pies hasta la siguiente fila de asientos. Se habían agenciado de unos buenos cubos de palomitas con mantequilla y unos refrescos tamaño XL: aunque no tenían dinero para pagarlos habían dejado a los chicos del cine un par de bolsas repletas de dulces a cambio, conseguidos de camino en la calle: básicamente uno de ellos había distraído a los dos chicos de la taquilla mientras el otro se escabullía sigilosamente para conseguir todo. El ninjutsu podía ser realmente útil si a uno se le daba bien.

-  No hay ningún revisor a la vista, aunque eso no evita que me haga una pregunta – observó Gio en un susurro y acto seguido se llevó a la boca un buen puñado de palomitas - ¿Qgué hagemosh si gviene alguien a ejtas bfutacas? – preguntó con la boca llena de palomitas.

- Puej gnos movemos ga otras – contestó Mike masticando con voracidad sus propias palomitas– Mmmm… qgué buenas egtán… a ver las tuyas – y metió su manaza en el cubo de su compañera.

- ¡Ey! ¡Cada uno las suyas, Mikey! – se agitó Gioconda, pues el glotón de Michelangelo había desparramado unas cuantas por los asientos y el suelo.

- ¡Auch! 

Como él no parecía hacerla caso la chica se había hecho entender propinándole un guantazo en la mano nuevamente extendida. Se pusieron a discutir hasta que la sala retumbó con la prueba de sonido, haciendo que los dos guardaron silencio y finalmente concentraran su atención en la gran pantalla:  la película iba a comenzar.



1 comentario:

  1. Sí, he modificado la entrada. Y sí, para evitar repetir una y otra vez las mismas palabras hay que intentar usar sinónimos u otras que hagan saber que hablas de X cosa.

    En la serie del 87 no recuerdo, en la peli de los 90 claramente les dejaban dinero a los repartidores, porque sale pero claro ¿de dónde demonios sacan el dinero? En los cómics se sobreentiende que será dinero de April y en la serie de 2003 donde hay un capi que están en su casa y Mikey y Don piden comida china, le toca a ella pagar al repartidor xD En otros cómics, los de Image, Michelangelo se mete a escritor y lo poco que gana con sus poemas y otros escritos se lo da a April para la economía del hogar.
    Y sí, en la mayor parte de sus encarnaciones April es la hermana mayor o casi como una madre para ellos.

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