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[Teenage Mutant Ninja Turtles] Luna de Halloween - Capítulo II

 


Una hora y media después ambos salían por la puerta principal de la sala sin molestarse en disimular porque alguien pudiera darse cuenta de que no los había visto entrar. Además, con la cantidad de gente que había bastante tenían los empleados con atender de manera diligente a las siguientes tandas de clientes.

- ¡Buah, ha sido una pasada! – exclamaba Mikey, a viva voz, muy contento - ¿Viste cuando el hombre lobo se transforma en medio de la discoteca? ¿Y-y cuánto tiene que pelearse con el otro hombre lobo para salvar así a la chica que le gusta?

- Sí, ha estado guay – opinó Gioconda, aunque no tan entusiasmada: le había gustado, pero saltaba a la vista que no tanto como a él – Aunque ese final da que pensar… seguro que hacen una secuela o algo así.

- ¡Segurísimo! La cuestión es ¿dónde será? ¿Quizá en California? ¿O en Londres?

- Ya que nos ponemos ¿por qué no hacer algo más original?

- ¿A qué te refieres?

- Hmmm… pensaba en un hombre lobo que sólo saliera al final de la película y que no fuera el antagonista. Ya sabes… Que planteen otro tipo de problema más mundano con un villano y la chica en problemas. De manera sutil durante el metraje que nos dejen caer ciertas pistas no evidentes pero importantes, detalles tontos en esencia. Y que al final esas cosas raras tengan explicación y ésta sea porque ese personaje secundario resulta que era un hombre lobo desde el principio y tú no te lo esperabas… o incluso que la chica sea el licántropo y que para variar, sea ella la que reparta estopa.

Michelangelo meditó apenas un instante.

-  Ey, eso me gusta, aunque ya había otra peli donde aparece una mujer lobo. ¿Cómo se llamaba?

- Ya sé cuál dices, pero es que no la aprovechan. Sólo se desvela al final y te lo dejan al aire… 

Así conversando sobre el concepto de películas innovadoras salieron al exterior. La noche era fría y Gio se abotonó su abrigo de retales, un regalo que el maestro Splinter le había confeccionado por el cumpleaños; los Hamato hacían una fiesta todos los años para celebrar el día de su mutación, que fue el mismo en que se formó su familia. Como ninguno conocía sus respectivas fechas de nacimiento así tenían al menos una razón para festejar algo todos juntos. Como ahora la chica formaba parte del grupo la sumaron a la celebración y ese fue uno de los regalos que recibió y que le encantó. 

- De todos modos creo que la peli en sí ha estado genial – seguía diciendo Michelangelo - ¿Sabes por qué me gustan tanto las películas de monstruos? 

- A todos nos gustan sin más, pero dime.

- Pues porque ellos son como nosotros. Es decir, no me malinterpretes, ¡me encanta ser una tortuga! Pero hay veces que los monstruos sólo quieren encajar y ser gente normal pero por su condición es algo imposible: independientemente del tema de los impulsos y demás, realmente lo pasan mal porque no pueden tener todo aquello que se considera normal por mucho que quieran. Y ellos tienen que lidiar con eso… supongo que me sigues…

- Caray Mikey, eso es muy profundo…

Expresado en voz alta a ella se le antojó que lo había dicho de una forma un tanto sarcástica pero realmente estaba impresionada por la reflexión de su hermano adoptivo. Tenía razón y le entendía perfectamente: así se había sentido ella la temporada que estuvo viviendo en la calle, siendo una mutante, hecho que hacía que cualquiera se asustara de su mero aspecto y en vez de auxiliarla saliera huyendo o la emprendiera con ella de forma violenta.

- O sea, tienes razón – asintió en un tono de voz más neutro – Y es algo que cada vez se va viendo más en las pelis de este tipo, si te das cuenta. Todo lo que sea humanizar a unas criaturas incomprendidas, siempre y cuando sean buenas, me parece genial.

- ¿A qué sí? Por eso creo que estaría bien ver al siguiente hombre lobo por Miami Beach, saliendo de fiesta como nosotros y marcándose unos bailes. ¡Algo más bien divertido! Una comedia protagonizada por hombres lobo también sería algo original ¿no crees? 

Dicho esto, se puso a bailar de nuevo arrancándole a Gioconda una risita. A pesar de las horas, seguía habiendo bastante ambiente, aunque ya no se veían tantos niños, si no hombres y mujeres acudiendo a diferentes citas, disfrazados de todo tipo de personajes que en algunos casos ni tan siquiera daban miedo, echándose fotos por la avenida.

- Eso me recuerda a que has cumplido con tu parte ¡y ahora me toca a mí! ¿Dónde está esa fiestecita a la que querías ir?

- Ufff, no sé yo Mikey – respondió la chica, llevándose las manos a la tripa – Me he inflado con las palomitas y el refresco. No creo que sea capaz de dar ni un par de pasos más…

Eso asustó a la tortuga por un instante, pero había algo en la forma en que lo dijo y la expresión de su cara, que era un tanto pícara, que le dejó claro enseguida sólo le estaba tomando el pelo. Cuando Gioconda le vio adoptar una expresión suspicaz, se mordió el labio inferior y esbozó una sonrisilla. Entonces metió una mano en el bolsillo del abrigo y sacó un panfleto de una discoteca que tenía muy buena pinta.

El papel prometía una increíble y única fiesta de Halloween con la música más actual, con bebidas a un precio más que asequible, ambientación de miedo para echarse a temblar y gogós de ambos sexos amenizando la velada. El único requisito para acceder, aparte de soltar la correspondiente guita, era ir disfrazado.

- ¿De dónde has sacado esto? – preguntó Michelangelo, tomando en su mano el panfleto y mirando más que interesado las prometedoras fotografías.

Gioconda se encogió de hombros.

- Se lo echaron a April en el buzón y lo tenía en su mesilla de la entrada.

- ¡Y está aquí cerca, en la zona sur de Manhattan! Me has convencido, aunque no creo que dejen entrar a menores…

- Pero es que nosotros no vamos a entrar por la puerta delantera. ¿Verdad?

La sonrisa de él se hizo más amplia.

- Por no hablar que no podremos quedarnos mucho rato, viendo las horas que son…

- Bueno, quien dice las doce y media, dice la una – sugirió ella en tono travieso.

- Veo que ambos hablamos el mismo idioma, muñeca – asintió él, guiñándole un ojo y adoptando un tono de voz ronco para imitar a uno de sus personajes de cine negro favoritos y que le arrancó a Gio otra risita.

Michelangelo se acercó hasta la escalera de incendios cercana, miró hacia arriba y luego a su compañera.

- ¡Apuremos todo lo posible! ¿Te ves capaz de una carrerita para bajar las palomitas? 

- ¡El último es un huevo podrido! – exclamó Gioconda por toda respuesta, saltando ágilmente hacia la escalera y ascendiendo sin perder tiempo.

- ¡Eh!  – exclamó la tortuga, partiendo tras ella.



Mientras tanto, no muy lejos de allí, en una calle relativamente tranquila, un hombre aguardaba pacientemente en su vehículo estacionado. Por la ventana del conductor a medio bajar escapaban volutas de humo azulado que ascendían desde su cigarrillo hacia el cielo dominado por una esplendorosa luna llena.

Justo enfrente un grupo de jóvenes cruzaba la calle, bromeando y alborotando, disfrazados para la ocasión de la noche de Halloween. Los miró y sintió una aguda punzada en el corazón,  provocada por un motivo totalmente ajeno a ellos.

- Aquí unidad doce, informando de un 10-15 en la 47 con la 34. Necesito apoyo – dijo la radio en ese momento, pero el hombre no le prestó atención. En su lugar miraba la luna llena, única dominante del cielo de aquella fría noche de octubre.

- Aquí central, unidad doce, recibido, pasamos aviso.

- Recibido, unidad ocho en camino.

Maldito Halloween. La noche estaría repleta de casos de ese tipo: jóvenes que salían de fiesta y terminaban borrachos perdidos perturbando la tranquilidad de la vía pública.  Sería una noche de mucho trabajo para la policía de Nueva York, que ya de por si solía estar bastante desbordada.

Eso no le facilitaba las cosas, pero no iba a rendirse. Era una mala noche para lo que se proponía, pero tenía la certeza de que lo que buscaba estaba en Nueva York, concretamente en el barrio de Manhattan. Era una muy buena oportunidad y no debía dejarla escapar: si no, quién sabe cuánto tiempo tardaría en volver a dar con el rastro.

Sintió el impulso de volver a mirar aquella fotografía y así lo hizo. Ajada, manoseada hasta el extremo en ese tiempo que duraba su búsqueda el hombre se sacudió bajo el azote de diversas emociones que lo asaltaron cuando la tuvo delante por un breve momento: nostalgia, dolor, ira y determinación.

No podía fallar. Se lo debía a ella, pero también así mismo: quería acabar con esto lo antes posible.

Aspiró con gran fuerza el humo. El cigarrillo, apurado al límite, quedó reducido a cenizas que se desprendieron y se deshicieron cayendo en los trotados tejanos del hombre, pero a este no le importó, perdido como estaba en los recuerdos de aquella fatídica noche. Habían discutido como tantas otras veces y todo había finalizado con una frase lapidaria y un sonoro portazo. La dejó marchar, pensando que más tarde habría recapacitado y podrían hablarlo más calmadamente pero no era consciente de hasta qué punto se equivocaba… y cómo se arrepentía desde entonces de no haber estado más pendiente, de no haberse dado cuenta antes.

Cuando desapareció esperó pacientemente noticias, pero cuando estaba claro que nadie le ayudaría tomó las riendas, investigando, indagando, entendiendo y aprendiendo por su cuenta y riesgo. 

Era un hombre de recursos, testarudo como un mulo: ya a esas alturas de la vida no sabía cuánto le venía de familia y cuánto de la guerra. Habían sido unos meses duros de viajes por carretera, dormir al raso en más de una ocasión, algún encontronazo que le había dejado nuevas cicatrices para recordar. Había visto cosas inimaginables y experimentado otras tantas que un tiempo antes habría tachado por imposibles. Pero era un tipo duro: aguantaba los embates con estoicismo y, en el fondo, porque creía que se lo merecía. Había ayudado a otros por el camino, pero eso no conseguía aliviar su castigado corazón.

Él tenía un objetivo en mente y no pararía hasta dar con él. Lo que viniera después dependería de su éxito o su fracaso, de dialogar y tomar decisiones… pero antes que eso primero debía dar con…

- ¡Central, central! – gritó una voz de un policía joven en la radio. Su forma de hablar y la nota de pánico en su voz atrajeron la mirada oscura del hombre taciturno - ¡Manden refuerzos, ahora mismo!

- Aquí central. Identifíquese.

- ¡Unidad diecinueve! Aquí hay… ah. ¡Dios, es enorme! ¡NO sé lo que es!

- Cálmese, agente – insistió la voz de la mujer de la centralita al otro lado, en tono autoritario y tenso – E Informe de la situación.

- ¡Es un 10-11! ¡He abierto fuego! Necesito refuerzos… estoy en…

Al hombre le faltó tiempo para apresurarse a llevar las manos al volante y a la llave de contacto, a la par que colocaba los pies sobre los pedales. La colilla se desprendió de su boca y cayó hacia el suelo del coche, pero le dio absolutamente igual. 

¡Un 10-11, al fin! ¡Un problema con un animal! ¿Pero cómo saber que no era un caso aislado? ¿Incluso si era SU caso? No se paró a considerarlo, pues la voz del policía, lo que decía, era suficiente prueba para él.  

En lo que metía primera desvió la mirada hacia el espejo retrovisor, como si pudiera ver con rayos-x el saco que guardaba en su maletero: si se lo pillaban le podría meter en un buen lío con las autoridades. Si así fuera tendría que dar explicaciones… y no las tenía, no al menos unas que le hicieran quedar como una persona normal y no como un fanático perturbado.

No cometería más errores, pero para ello debía darse prisa. Estaba cerca, pero apenas tendría margen para llegar a tiempo.

El vehículo salió a toda pastilla del lugar en el que se encontraba estacionado, derrapando con tanta rabia que dejó las llantas marcadas en el asfalto y un leve tufillo en el aire a neumático quemado.



1 comentario:

  1. A mucha gente no le gusta esta versión de Michalengelo porque es demasiado bromista hasta el punto de rozar ser pesado, y aunque a mi me resulta bastante simpático, es cierto que el resto de personajes más de una vez le hace el vacío precisamente por eso, de modo que me parece lógico que incluso Gioconda se sature de vez en cuando de él. Esta faceta suya creo que se presentó más en la serie de 1987 en adelante, porque en Mirage es bastante formalito, la verdad.

    Con que del género femenino, ¿eh?

    Me refiero a la película de Lobo (1994) que sale Jack Nicholson. La saga de Aullido no la he visto, por otro lado... creo. Quizá debiera echar un vistazo, has despertado mi curiosidad. Se nota que no he visto muchas de la temática del hombre-lobo como tal xD

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