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[Teenage Mutant Ninja Turtles] Luna de Halloween - Capítulo XII

 


Se hizo un silencio incómodo ante las palabras de la recién llegada, la que hacía llamarse Lilith y que se proclamaba nada más y nada menos como líder de un clan de licántropos.

El señor Sullivan no estaba para nada tranquilo con esta revelación y extrajo a una velocidad pasmosa una daga de plata que llevaba oculta en la parte trasera del cinturón, apuntando con ella a Lilith mientras que con el otro brazo intentaba proteger a Chloe. Los dos escoltas arrugaron los hocicos y gruñeron ante la visión del metal reluciente a la par que Kat se revolvía en su sitio y fulminaba al hombre con la mirada. Pero la jefa, en cambio, permaneció impasible. Michelangelo y Gioconda dudaban, pero adoptaron una postura de guardia en sus posiciones, flanqueando a su vez al señor Sullivan.

- ¡Papá, para! – le reprendió Chloe y entonces miró a Lilith, avergonzada - ¡L-lo siento, te pido perdón!

- No debes disculparte por algo que no es culpa tuya – contestó Lilith con una ceja enarcada y miró entonces al padre – Guarda eso, cazador, aquí abajo no lo necesitas. 

- ¿Ah sí? Te recuerdo que estoy en presencia de cuatro licántropos, entre ellos una Alpha que, de seguro, ha venido a buscar a mi Chloe. Como comprenderás, no pienso hacerlo.

Lilith agitó una mano y frunció el ceño.

- ¿Acaso no has escuchado nada de lo que tu hija te acaba de explicar? ¿Crees que si de verdad yo quisiera matarte a ti y a tus acompañantes no habría dado ya una simple orden? No olvides que habéis entrado en nuestro territorio sin nuestro permiso, algo que no solemos tolerar. Y, por último y no menos importante ¿crees que tendríais alguna opción contra tantos de nosotros?

Según dijo esas palabras hubo movimiento en el túnel y en el resto del andén. Asomándose por la oscura abertura, encaramándose a los escombros y al vagón abandonado o simplemente caminando, vieron varias formas esquivas que se movían en la oscuridad. Ojos brillantes les seguían y les acechaban. Su presencia era, por el momento, una mera advertencia, pues no se mostraron: sólo querían que los intrusos supieran que estaban allí.

A pesar de la amenaza velada y que las preguntas de Lilith no carecían de sentido el señor Sullivan no dio su brazo a torcer hasta que una mano de tres dedos de color verde se posó en el antebrazo que mantenía alzado. Miró a su izquierda y vio a un palmo por debajo a Michelangelo, pidiéndole de manera silenciosa que bajara el arma. A su otro lado Gioconda asintió con la cabeza. Por último, miró a Chloe que le observaba con ojos suplicantes.

De mala gana, les hizo caso y bajó la daga. Además, aquella mujer tenía razón: nada podría hacer con un pincho como ese contra todo un grupo de licántropos. Al hacerlo parecieron que los ánimos se relajaron un tanto, si bien las siluetas de los licántropos acechantes aún podían adivinarse en la penumbra.

- No dejaré que te lleves a mi hija – dijo no obstante el señor Sullivan en tono decidido haciendo que Chloe se llevara una mano a la boca, escandalizada.

Lilith soltó una seca carcajada.

- ¡Vaya! Ahora resulta que me encargo de secuestrar jovencitas… Parece que te cuesta entender que no somos el enemigo.

- Papá, por favor – rogó Chloe – Sólo quieren ayudar…

- ¿Ah sí? ¿Igual que a aquellas chicas del callejón?

- Ese incidente fue un desafortunado encuentro con una hermana inexperta – admitió Lilith torciendo el gesto – Se descuidó y la luz de la luna la sorprendió en la superficie. Intentaba encontrar una forma de volver al clan cuando se topó con aquellas dos humanas: doy fe de que intentó evitarlas, pero ellas la descubrieron y entonces dos seres desconocidos la atacaron – ladeó la cabeza hacia los dos mutantes – Nunca había olido nada como vosotros. ¿Qué sois exactamente?

- Yo soy una tortuga mutante y mi nombre es Michelangelo – respondió Mikey – Y ella es mi hermana, Gioconda. Como ves es… es… en fin, que es adoptada.

- ¿En serio Mikey? – le preguntó ella poniendo los ojos en blanco ante su ocurrencia. Entonces miró a Lilith – Así que admites que aquella loba era de tu clan y por eso llevaba ese collar ¿verdad?

Lilith asintió.

- Nuestra Hermana nos explicó todo lo sucedido. Os pido disculpas por el inconveniente que os pudo ocasionar. Como digo, nuestro clan no es dañino: pensad que en caso contrario habríais escuchado o leído sobre nosotras en la prensa o en televisión y no ha sido así a pesar de que llevamos un par de años residiendo en esta ciudad – hizo una pausa – En esencia sólo buscamos sobrevivir adaptándonos lo mejor posible dadas las circunstancias y esto sólo se consigue siguiendo una pauta de comportamiento y normas estrictas: las noches de luna llena las pasamos siempre en el Santuario, lejos de los humanos, para no ponerles en riesgo y todas juntas. 

Ahora que los adolescentes mutantes sabían todo esto dieron con otra interpretación de los hechos que antes no habían siquiera considerado: la mujer lobo es sorprendida de noche en la calle, por el motivo que sea se ha despistado y no ha podido evitar verse expuesta a la luz lunar que la obliga a transformarse de manera incontrolable. Estaría rondando por la calleja en lo que intentaba regresar a su territorio cuando aparecieron las otras dos chicas. Para que no la vieran, se ocultó en las sombras y esperó a que ellas se marcharan. Pero es que una de las dos debió de escucharla o sentirla porque se dio la vuelta, buscándola… Lilith acababa de decir que la licántropa era una joven inexperta, esto era, impulsiva y susceptible. Debió sentirse amenazada y entonces se mostró e intentó expulsar a las dos chicas de allí. De ahí que ellos creyeran que las estaba atacando abiertamente para morderlas e iniciaron una pelea y una persecución.

- Ahora que lo dices así, tiene sentido – admitió Michelangelo, rascándose la cabeza - Así que eso quiere decir que somos nosotros los que tenemos que disculparnos por atacar a una de tus Hermanas… pero es que de verdad creíamos que intentaba morder a aquellas dos chicas.

- ¿Morderlas? Quieres decir ¿convertirlas? En absoluto: primero porque nuestra mordida no transmite nuestra condición, si no nuestra sangre. Y segundo, como he dicho, hay unas reglas muy estrictas para asegurar nuestra integridad y una de ellas es que está prohibido transmitir la condición salvo que yo, como Alpha, la autorice si alguna Hermana la solicita de manera excepcional. Y si se omite esta norma… bueno, hay un castigo bastante ejemplar al respecto – hizo una pausa - En otras circunstancias el clan entero hubiéramos ido a por vosotros por atacar a una de nuestras hermanas. Pero como ya se ha demostrado por lo que ha contado la propia Laia y vosotros mismos ahora, sé que no teníais forma de saberlo. Vuestra reacción era comprensible por otro lado. Disculpados ambos, en ese caso estamos en paz – sentenció Lilith.

- No, no lo estamos – dijo entonces el señor Sullivan con los puños apretados - ¿Qué pasa con Chloe?

Lilith lo miró.

- Tú mismo viste a tu hija cambiar de piel cuando la Dama Blanca la tocó con sus rayos – expresó Lilith – Y ahora estás aquí, en la periferia del territorio de las Hermanas de la Noche, invadiendo uno de los accesos a su Santuario sin ningún permiso y atacando a una de las nuestras a pesar de que nadie acudió en contra su voluntad.

- ¿Y qué quieres decirme con eso, eh? Yo vine aquí buscando a mi hija y…

Él seguía o no quería comprender lo que ella quería decirle.

- Señor Sullivan – murmuró Michelangelo como si quisiera advertirle de que iba a decir algo inapropiado.

Gioconda carraspeó a su lado.

Él los miró sin entender y entonces… volvió el rostro hacia su hija.

- ¿Acaso estabas intentando entrar en su clan? – preguntó, incrédulo.

Ella asintió.

- ¿Qué? Pero ¿por qué?

- Madre mía, papá… ¡te lo acabo de decir! Kat es una Hermana de la Noche: ya oíste que los licántropos se organizan en clanes para contar con el apoyo de una comunidad - guardó silencio y llevándose una mano al cuello del jersey lo bajó para poder sacar su propio Nudo – Ahora formo parte del clan y ellas son mis hermanas. Este es mi lugar ahora, con las que son como yo.

- Pero…

- Un individuo es débil y vulnerable– dijo Lilith con voz suave – Pero la manada es fuerte y prevalece. Mi clan sólo acepta a hembras: los machos… suelen ser poco razonables y han dado muchos problemas en el pasado – esto lo dijo no sin amargura - Chloe es una lobezna solitaria y novata que no sabría desenvolverse con su condición de forma apropiada: terminaría volviéndose una nómada inestable y peligrosa, pasando su maldición a todo aquél que se cruzara en su camino durante la transformación. Nosotras no sólo impediremos eso si no que le daremos un lugar seguro y apoyo para sobrellevarlo lo mejor posible. A pesar de lo que puedas anhelar la licantropía es irreversible: se debe aprender a vivir con ello.

- Pero ella es mi hija – alegó el señor Sullivan - ¿Acaso me estáis diciendo que debo renunciar a ella? ¿Qué es incompatible que siga viéndola porque ahora ella es diferente? Porque no estoy de acuerdo… ya perdí a su madre, me niego a perderla a ella también.

Lilith caminó hacia él con una gracia inhumana, haciendo que el señor Sullivan se tensara visiblemente, aunque aguantara la compostura. Sin disimular ella olisqueó directamente el aire cercano al hombre y por último le miró a los ojos durante un largo rato.

- Huelo tu miedo, cazador, pero también percibo el gran amor que sientes por tu hija. Tanto, que casi es palpable – volvió el rostro hacia la chica – Y es recíproco: aunque ella haya tomado una decisión os une un vínculo muy fuerte. Eres consciente de su cambio, pero eso no ha menguado ni un ápice de tu cariño hacia ella. Moverías cielo y tierra con tal de recuperarla.

- No te equivocas en eso, joven.

- No, no lo hago. Aunque no te lo creas, cazador, te comprendo más de lo que puedas imaginar. Y por ello seré totalmente imparcial en este juicio – dijo Lilith y súbitamente parecía conmovida o triste - Ahora bien, permíteme decirte algo; un consejo de madre a padre. Por todo el amor que sientes por ella ¿serías capaz de obligarla a acatar tus órdenes según tus propios intereses o dejarás que ella elija lo que más desee de corazón? ¿Qué elegiría un padre amoroso en este caso?

Esas palabras le pillaron con la guardia baja y el señor Sullivan guardó silencio. Siguió callado cuando Lilith se apartó a un lado, dándole la espalda y sorprendiéndole porque olía a perfume frutal y no a perro como él creía.

Lentamente se volvió hacia Chloe al cabo de un momento.

- ¿De verdad quieres formar parte de su clan, hija? – preguntó.

Ella se mordió los labios.

- Quiero, pero tampoco quiero renunciar a ti – miró a Lilith – Yo... ¿hay alguna manera?

- Sabes las normas, Hermana: jamás se revelará a los humanos la ubicación de nuestro Santuario, por nuestra propia seguridad y porque tampoco lo sería para ellos. Mucho hemos dicho ya esta noche sobre nuestra especie. Pero si tu padre está dispuesto a hacer sacrificios podría valorarse que sigas viéndole a excepción de las noches de plenilunio. No todos los días se da con un humano tan comprensivo como éste… aunque le haya costado lo suyo.

El rostro de Chloe se iluminó y Lilith le sonrió.

- Papá… sería… ¿sería muy egoísta por tu parte el que vinieras a vivir aquí a Nueva York?

- ¿EH?

- Como dice la Hermana Lilith puedo llevar una vida más o menos normal siempre y cuando tome ciertas precauciones. Había… había pensado graduarme y así podría acceder a la Universidad como quería para, ya sabes… seguir los pasos de mamá… Pero tendré lazos con la Hermandad por lo que pueda pasar. Pero si tú… si tú estuvieras dispuesto…

El señor Sullivan le puso las manos en los hombros.

- Eso no se pregunta, princesa. Sólo es cuestión de organizarse, pero por ti haría cualquier cosa ¿de acuerdo?

Las lágrimas volvieron a asomar a los ojos de Chloe y volvió a abrazarse a su padre, llena de gratitud.

Gioconda y Michelangelo se miraron encantados porque todo parecía haberse solucionado a las mil maravillas.

- Que así sea – dijo entonces Lilith en lo que Kat se reunía con Chloe con una gran sonrisa en el rostro. Miró al señor Sullivan – Deberemos hablar: no permitiré que por esta decisión mi clan corra peligro.

- Como dije, haré cualquier cosa por Chloe y si eso significa guardaros el secreto, puedes contar con mi discreción – asintió el señor Sullivan – Así que estoy dispuesto a llegar a un trato contigo, Lilith.

Ella alzó la mano para señalarle el vagón de metro abandonado. Ahora que se fijaron los licántropos que habían estado rondándoles se habían dispersado y sólo quedaban las dos escoltas de Lilith. Kat y Chloe habían ido hasta la garita para tomar unas prendas de ropa para la primera del alijo de emergencias.

- Siento si el lugar no es el más apropiado, pero es lo más cómodo que tendremos aquí abajo. En cuanto al tiempo, tenemos todo el que necesitamos.

Tiempo. La palabra golpeó la conciencia de Michelangelo con un derechazo de lo más contundente. Dando un respingo extrajo lo más rápido que pudo su caparamóvil y miró la hora.

- ¡CAPARAZONES! – exclamó soltando un gallo, provocando que tanto Lilith como el señor Sullivan le mirasen -  ¡GIO, GIO!

- ¿QUÉ, QUÉ? – preguntó ésta, sobresaltada porque estaba demasiado absorta con la otra conversación.

- ¿A qué hora habíamos quedado con los demás?

Si Gioconda se hubiera podido poner blanca, lo habría hecho.

- A las doce y media… oh-oh.

Michelangelo apretó los dientes.

- Son más de la una…

- ¡LEO NOS VA A MATAR! – exclamó Gio, llevándose a su vez las manos a la cabeza. Ya era tarde y aún debían ir hasta el distrito financiero al sur de Manhattan. 

- ¿Qué sucede chicos? – preguntó el señor Sullivan, intrigado.

- ¡Lo siento señor S, pero tenemos que irnos! – exclamó Michelangelo quitándose a toda prisa el escudo de plata y devolviéndoselo - Nosotros… nuestro hermano… ¡QUE LLEGAMOS TARDE!

El señor Sullivan le sonrió.

- Estoy en deuda con vosotros, chicos – les dijo, de corazón – Si no hubiera sido por vosotros este reencuentro no hubiera sido posible. No podré nunca agradecéroslo lo suficiente… así que si queréis podría empezar por llevaros a donde necesitéis para…

- ¡De vuelta a Manhattan! – exclamaron ambos al unísono con tanta vehemencia que sobresaltaron al señor Sullivan.

- ¡De acuerdo! – exclamó éste recuperándose y se volvió a su hija, que justo llegaba con Kat, ya vestida, que hizo el gesto de devolverle el abrigo. 

Chloe le tranquilizó.

- Estaré bien – dijo – No me iré a ninguna parte sin ti.

Miró a Lilith.

- Acompaña a tus amigos – asintió ella - Aguardaremos en el Santuario. Cuando vuelvas… lo sabremos y saldré a buscarte. Entonces hablaremos.


1 comentario:

  1. Pues sí, menos mal que las Hermanas son bastante razonables porque si no, otro gallo habría cantado. Lo del otro licántropo tendrás que leerlo en el siguiente capi ;)

    Menos mal que se acordaron sí, porque si no, se quedan ahí toda la noche xD

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