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[Teenage Mutant Ninja Turtles] Luna de Halloween - Capítulo XI

 


Tanto Michelangelo como Gioconda, por vergüenza y decoro, habían apartado la mirada de la muchacha una vez finalizada la transformación debido a su desnudez.

El señor Sullivan, en cambio, se acercó lentamente a la joven y, tras un breve instante de duda, se desprendió de su abrigo y se lo echó por encima, tapándola hasta los hombros.  Ese gesto amable permitió que los chicos pudieran acercarse.

- ¿Q-quién es? – preguntó Michelangelo porque saltaba a la vista que no estaban ante Chloe. 

- La Forastera – dijo el señor Sullivan totalmente inexpresivo, los ojos azules clavados en la joven inconsciente quien, por su aspecto, rondaría los veinte o veintipocos años.

- ¿Está seguro?

- Nunca olvidaría su cara… jamás.

-  La canción – musitó Gioconda mirándole - Era su forma de identificar a su hija ¿verdad? Pero ¿Por qué la Forastera detendría su ataque al escucharla?

- Pelaje negro – musitó el hombre, ignorándola no se sabía si a propósito o sin querer – Mi Chloe tiene el pelo castaño… cómo no me di cuenta antes.

En la otra ocasión que falló en su intento por reducir a Chloe, ahora que caía en la cuenta, también se enfrentó a un hombre lobo de pelaje negro. Todo este tiempo había sido la Forastera y el señor Sullivan entendió en ese momento la razón: ya sabían que las estaba siguiendo y se dejó ver con ánimo de asustarle para que las dejara en paz.

Apretó los puños y agachó la cabeza, apretando la mandíbula por la rabia. Entonces tomó el revólver que llevaba en su cintura. Apuntó con él a la Forastera.

- Espere… ¿Qué va a hacer? – preguntó Gioconda cuando se dio cuenta de sus intenciones.

- Ella es la responsable de todo esto – respondió él sin apartar los ojos de la chica, su voz teñida de furia a pesar de que hablaba en voz baja – Fue quien le transmitió la maldición…

- ¡Aunque así sea no puede matarla, señor S! – exclamó Mikey.

- Ya lo creo que puedo: una bala de plata directa a su corazón – sentenció, la mano sin temblarle – Le estaré haciendo un favor a la sociedad librándole de ella: así no convertirá a nadie más… jamás.

Amartilló el arma…

- ¿Papá? 

Justo en el momento en que Mikey y Gio se interponían para hacerle entrar en razón escucharon aquella voz. Se volvieron y allí había una jovencita mulata de abundante cabello castaño rizado, nariz redondeada y labios gruesos. Vestía unos jeans desgastados, unas deportivas sucias y un fino jersey gris un tanto maltratado. Iba medio inclinada, como si se hubiera estado acercando a hurtadillas o no estuviera muy segura de que fuera buena idea hacerlo… o como si fuera una especie de depredador acechando a sus presas.

El rostro del señor Sullivan se contrajo.

- ¡CHLOE!

- ¿Qué… qué estás haciendo aq…?

Su voz murió en su garganta cuando se fijó en su brazo extendido y en el revólver de gran tamaño que apuntaba a la figura yaciente. Sus ojos castaños se abrieron como platos.

- ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO? 

- Poner fin a esto, de una vez por todas. Si la mato, podré liberarte de…

- ¡NOOOOOO!

Ahora le tocaba al señor Sullivan sorprenderse cuando vio, sin dar crédito, cómo su hija corría hasta la chica inconsciente y se agachaba a su lado.

- La… la has…

- Sólo está inconsciente – intervino Michelangelo para tranquilizarla.

Chloe sujetaba a la Forastera mirándola con gran pena bajo la incrédula presencia de su padre.

- Kat… Kat. ¿Estás bien? ¿Puedes oírme?

- Hmmmmmm….

La otra joven abrió poco a poco sus ojos oscuros y cuando vio a Chloe se le iluminó el rostro a pesar de su cansancio. En su cuello aún podían verse unas marcas carmesíes allá donde la cadena de plata de Gioconda se había enroscado, y algún que otro moratón que ya iba desapareciendo.

- Sí… estoy aquí… tranquila – la consoló Chloe.

- ¿Qué es esto? – preguntó el señor Sullivan, totalmente perdido.

- ¿POR QUÉ HAS TENIDO QUE VENIR A BUSCARME? – exclamó entonces su hija súbitamente con tono resentido y lágrimas aflorando a sus ojos - ¡TE DIJE QUE NO LO HICIERAS! ¡Y TE ENCUENTRO AQUÍ A PUNTO DE MATARLA!

- ¡Claro que he venido a buscarte! ¡Eres mi hija! Y ella…¡por su culpa ha sucedido todo esto!

Chloe sacudió la cabeza y abrazó a otra chica que poco a poco iba volviendo en sí. 

- No sabes nada – susurró, su voz sofocada por tener la cara apoyada en su hombro. Entonces volvió a alzar la cabeza hacia él- Si lastimas a Kat me lastimarás a mí también – le advirtió finalmente.

- ¿Chloe? – preguntó entonces Kat, tomándola del brazo.

- Sí… Estoy aquí... y no voy a dejar que nadie te haga daño.

El señor Sullivan estaba totalmente bloqueado por la reacción de su hija. Negó con la cabeza y retrocedió un par de pasos, luego miró el revólver y lo dejó caer al suelo. 

- No… no entiendo nada…

- ¡Ella ahora es mi Hermana y… ¡oh, papá! ¿Necesitas además que te haga un croquis? – preguntó ella enfáticamente mientras ayudaba a Kat a ponerse en pie.

- ESO lo he captado. Pero lo que no alcanzo a comprender es por qué…

- ¿Había un por qué de lo tuyo con mamá? Eso surge sin más.

Michelangelo carraspeó, incómodo.

- Perdón por la interrupción, pero no me entero de nada. ¿Por qué está tan enfadado, señor S, si Chloe está bien?

- Porque cree que Kat me convirtió por la fuerza– explicó entonces Chloe sin apartar la vista de su padre.

- ¿Y no lo hizo? – preguntó éste, por primera vez con tono dubitativo.

- Como te digo, no sabes nada. Y cuanto menos sepas, mejor.

- Pues preferiría que me iluminaras: no se te olvide que sigo siendo tu padre, jovencita.

Chloe no dijo nada a eso ni reaccionó ante el tono severo de su padre, que sin duda habría adoptado en todas aquellas ocasiones que ella cometió alguna trastada o se le puso impertinente, como ahora mismo. Kat se apoyaba en ella de tal modo que ambas parecían abrazarse de una manera protectora. 

– Supongo que no pararás hasta que te dé una explicación.

- No me iré sin ti.

- Pues tienes que hacerlo. Ya no soy la misma de siempre… he cambiado, y para mal.

- Buena o mala eres mi hija y no volveré a casa solo.

Chloe le miró con una mezcla de cariño, resignación y tristeza.

- Por favor papá, no lo hagas más difícil de lo que ya es. 

- Mira, Chloe, sé que no he sido el padre del año…

- ¿De verdad piensas que me marché por eso? ¿Es que no lo entiendes? Tú… ¡corres peligro si te quedas cerca de mí!  ¿POR QUÉ NO LO ENTIENDES?

- ¡PORQUE ERES LO ÚNICO QUE ME QUEDA! – exclamó en él y al decirlo se llevó una mano temblorosa a la boca – Yo… mira, hija. Sé… sé que te dije cosas horribles aquella noche. Cosas que no debería haberte dicho en ningún caso. ¡No debí hacerlo! Lo siento… lo siento tanto…

Chloe agachó la cabeza, cerrando los ojos con fuerza y apretando los labios. Kat, viéndola, le dio un apretón en el brazo para darle ánimos.

- No debes disculparte – musitó Chloe, con voz temblorosa, levantando de nuevo el mentón, los ojos brillantes – Yo sí que dije cosas terribles. No estaba pasando por un buen momento, con todo este tema… 

- Deberías habérmelo contado…

- ¿Cómo iba a hacerlo? ¿Cómo cuentas esto, así como así? Tenía tanto miedo y estaba tan avergonzada…

- ¿Por lo que pudiera pasar?

- ¡PORQUE ME ODIARAS!

Durante esta conversación las lágrimas habían ido resbalando por sus mejillas redondeadas y llegados a este punto Chloe estalló en llanto. El señor Sullivan hizo amago de abrazarla, pero ella se apartó, acercándose al abrazo protector de Kat que, silenciosamente, la reconfortó. 

- Ahora la que no lo entiendes eres tú – dijo entonces su padre, captando su atención – JAMÁS podría odiarte. Como acabo de decirte, eres lo que más quiero en el mundo. Si pudiera cambiarme por ti, lo haría sin dudar. O si pudiera cambiarme con tu madre para que ella…

- ¡NO digas eso! – exclamó Chloe, dolida – ¿Piensas que sería más feliz si hubieras sido tú el que me faltara? – hizo una pausa – Yo no te culpo papá… tú la querías, mucho. Sé que si lo hubieras sabido… yo… lo siento, siento haberte dicho esas cosas tan feas…

Chloe rompió a llorar y entonces el señor Sullivan avanzó de nuevo hacia ella. Kat, a pesar de su aire protector, entendía perfectamente que lo apropiado sería apartarse para dejarles espacio Y entonces padre e hija se fundieron en un emotivo abrazo.

- ¡LO SIENTO DE VERDAD! ¡TODO HA SIDO POR MI CULPA!

- ¡NO, HIJA MIA, ¡ESO NUNCA! Estás aquí… estás aquí, viva y sana, te he recuperado… eso es todo lo que importa…

Ambos siguieron así unos momentos bajo la mirada de la silenciosa chica lobo, de Michelangelo y de Gioconda.

- ¿Acaso estás llorando, Mikey? – preguntó Gio en voz baja mirando a su hermano adoptivo.

- ¿Qué? ¡Qué va! – dijo él sorbiendo por la nariz y con la voz ligeramente tomada – Se me ha metido algo en el ojo…

- Pues yo sí – admitió ella y se limpió las incipientes lágrimas de ternura que se habían formado por ver tan bonita escena de reconciliación.

Momentos después padre e hija se separaron.

- Siento haberme marchado así, pero ¡Sólo quería protegerte!

- Shhh tranquila, todo saldrá bien… ya no debes tener miedo de nada. Conozco a un tipo que entiende mucho de estas cosas. Encontraremos una cura para tu condición, ya lo verás…

Chloe entonces lo miró con aquella expresión que luce alguien que va a decirte algo que no quieres oír.

- Pero es que no existe ninguna cura, papá.

- ¡Claro que sí! ¡Todo tiene remedio!

Chloe miró entonces a Kat. Ésta, con los brazos cruzados, agachó la cabeza y la sacudió. Esto hizo que el señor Sullivan se sintiera caer por un largo y profundo pozo oscuro.

- No la hay – confesó Kat hablando por primera vez, con voz ronca - Esto es para siempre. Lo siento, señor Sullivan.

Poco a poco el rostro del susodicho se crispó en un rictus de furia.

- Tú lo sabías y aún así… ¡AÚN ASÍ LA CONVERTISTE!

- Papá ¡no!

Kat dio un paso hacia atrás y arrugó la nariz, enseñando los dientes en una mueca de enfado, pero no hizo amago de atacar. Era incapaz de transformarse allí abajo, ya no sólo por la inyección de acónito sino también por no estar bajo el influjo de los rayos de la luna llena.

Michelangelo y Gioconda, por su parte, volvieron a interponerse para protegerla, a la vez que Chloe sujetaba a su padre de un brazo.

- ¡Kat no tiene la culpa, papá! ¡ESCÚCHAME! – gritó, consiguiendo que él le prestara atención – Ella sólo me ayudó a sobrellevarlo y a controlarme, pero no me pasó la condición. Fue… fue otra persona.

El señor Sullivan pareció calmarse, muy poco a poco, en lo que asumía las palabras de su hija. Miró a Michelangelo, que asentía con la cabeza despacio, pero manteniendo su posición para cubrir a Kat. Respiró hondo, se apartó de la chica lobo y se volvió a su hija con ánimo de escuchar por fin su historia.

- Si no fue ella, ¿quién lo hizo?

Chloe dudó unos instantes, pero un gesto de Kat la armó de valor.

- No me dijo su nombre – relató no sin esfuerzo, como si se avergonzara terriblemente de ello – Es decir, ni tan siquiera yo se lo pregunté; pero era bastante mayor, quizá ya entrado en la treintena. Estábamos en el pub – agregó soltando aire y el señor Sullivan cerró los ojos con disgusto.

- ¿El pub? – preguntó Michelangelo muerto por la curiosidad, sin poderse contener.

- Un antro de mala muerte – zanjó el señor Sullivan con tono seco demostrando lo mucho que odiaba ese sitio, por el motivo que fuera. En otras circunstancias había echado en cara a su hija haber ido al lugar donde él siempre le decía que evitara, pero se contuvo porque quería saber - Continúa.

- Ha-habíamos bebido… yo iba borracha y creía que él también: ahora ya sé que sólo lo fingía. Los hombres lobo queman el alcohol rápidamente por su metabolismo acelerado, por lo que necesitan una grandísima cantidad para emborracharse de verdad – agregó, mirando tanto a Michelangelo como a Gioconda - El caso es que nos fuimos al bosque buscando un sitio más íntimo… ya sabes… para enrollarnos. Pero esa noche era de luna llena y él tenía otros planes para mí.

- Y te mordió.

- No funciona así. En realidad, me hizo beber su sangre.

- ¡Puaj! – exclamó Michelangelo – Ops, perdón…

- ¡Ciertamente lo es! Pero como digo, estaba tan borracha que no sabía ni lo que hacía. Cuando desperté me encontraba desnuda y en la parte del bosque cercana a casa; estaba a punto de amanecer. No recordaba cómo había llegado hasta allí, pero tenía hojas en el pelo, los pies y las manos sucios y algún que otro arañazo en el cuerpo. Tenía la sensación de haber ido caminando en sueños. Comprendí que si aparecía así sólo me harías preguntas,  así que lo único que hice fue colarme en casa antes de que me vieras. Me di una ducha rápida y decidí actuar como si nada hubiera pasado y continuar con mi vida… pero nada ha sido igual desde entonces.

- Debiste estar muy asustada – apuntó Gioconda, sufriendo un escalofrío. Si no supiera que esa noche Chloe se transformó en lobo pensaría algo horripilante: como para no hacerlo si justo has estado con un hombre por la noche y a la mañana siguiente te despiertas sola y desnuda en otro sitio – Pero ¿por qué lo hizo? Ya sabes, pasarte la maldición.

- Represalias – dijo entonces Kat en voz baja.

- ¿Cómo? – preguntó Michelangelo - ¿Por qué? 

La forma en que Kat lo miró fue suficiente para que Gioconda lo comprendiera.

- Porque ya no formas parte del sistema – sentenció con los puños apretados, rememorando ciertos encontronazos que había tenido en su época de vivir en la calle – Si tu familia, amigos y conocidos… o cualquiera, supieran que ahora eres un monstruo ¿qué crees que harían, Mikey? Ya sabemos cómo pueden reaccionar algunos los seres humanos ante algo que no conocen y a lo que creen peligroso.

Kat miró al dúo mutante con respeto y Gio le sostuvo la mirada. Ambas licántropas sabían perfectamente que no eran humanos desde el momento en que los olieron.

- Tienes razón, no lo había pensado de ese modo – admitió Michelangelo, que en absoluto se había sentido a disgusto consigo mismo jamás, aunque intuía que Gioconda sí que lo había pasado mal por ese motivo.

- Así que tienes dos opciones: dar al sistema la espalda, como hizo Chloe o luchar contra él, como eligió aquél desconocido.

- Exacto – apuntó Kat – Algunos de mis congéneres, no muchos por suerte, odian a la sociedad humana por diferentes razones: porque les duele no poder ser parte de ellos, o porque por sus capacidades creen que deberían estar por encima y no ocultos sobreviviendo a duras penas... Todos hemos sufrido las consecuencias de cargar con esta maldición y debido a que seguimos siendo en parte humanos hemos creado nuestra propia sociedad en las sombras. Como suele decirse, la unión hace la fuerza.

- ¡Tonterías! – interrumpió el señor Sullivan – Los hombres lobo sois incapaces de convivir en harmonía... 

- Shh, papá, escucha a Kat, por favor – pidió Chloe.

- Eso es lo que creen ustedes, los cazadores de monstruos. A nosotros poco nos importa que lo hagan; de hecho, eso nos beneficia. Pero se equivoca: son sólo estos Vectores los que tienden a ser destructivos y peligrosos. Ellos no tienen cabida en nuestra sociedad y por eso son desterrados por los clanes, condenados a vivir como nómadas y solitarios. Esto a su vez, hacen que creen sus propias manadas cuyo único propósito es infectar a todos los humanos que puedan sin llamar la atención demasiado para, de paso, causar el mayor daño posible por ese resentimiento o supremacía que les consume. 

- ¿Y por qué no acabáis con ellos, maldita sea? – preguntó el señor Sullivan, enfadado.

- No es tan sencillo y yo… yo no tengo todas las respuestas. Lo que sí creo a pies juntillas es que el espécimen con el que se topó Chloe era un Vector, pero no logro comprender por qué la dejó atrás, en cualquier caso.

- ¿Por qué dices eso? – preguntó Michelangelo.

- Como he dicho, buscan crear sus propias manadas. No tiene sentido que no la llevara consigo…

Se hizo un incómodo silencio que el señor Sullivan rompió.

- Así que así recibiste la maldición… Por eso tenías esas revistas y libros de ocultismo.

- Sí… Comencé a sospechar de qué se trataba y busqué toda la información que pude, pero me sentía superada. Como te he dicho no sabía qué hacer y no me atrevía a contárselo a nadie. Lo que sí sabía con total convicción es que no podía estar cerca de ninguna persona o podría hacer algo terrible, de modo que cuando llegó el siguiente plenilunio me marché a lo más profundo del bosque.

- La acampada con Amanda – dijo entonces el señor Sullivan.

Su hija asintió con pesar.

- Ahora ya sabes que no fuimos a ver las estrellas fugaces esa noche.

- La verdad es que la excusa fue muy mala – señaló Gioconda, sin querer. Cuando todos la miraron, se encogió de hombros – Es el peor momento para verlas, demasiada luz en el cielo – dijo, en tono defensivo. Michelangelo se la quedó mirando con tanto énfasis que la obligó a admitir cómo lo sabía – Donnie.

El señor Sullivan sonrió ligeramente.

- Es cierto ¿cómo no lo vi? – entonces cayó en la cuenta de algo y su sonrisa se esfumó – No estaba a lo que tenía que estar.

Chloe le miró con cariño.

- No pasa nada, papá. En esos momentos fue una ventaja el que apenas me hicieras caso, de lo contrario, te habrías dado cuenta mucho antes y a saber qué hubiera pasado. Quizá eso hubiera precipitado aún más mi huida o quizá hubiera concluido ciertos pensamientos que me rondaban por aquella época. Pero por suerte no fue así y Kat me encontró – dijo rápidamente para que el señor Sullivan no tuviera tiempo de preocuparse. Con una sonrisa agradecida extendió una mano hacia la otra chica, que se la tomó con suavidad – Me ayudó a entenderme mejor a mí misma, a manejar mis instintos y a esquivar los núcleos urbanos para no tener la oportunidad de dañar a nadie. Me habló de las Hermanas de la Noche, de que aún tenía la opción de llevar una vida más o menos sencilla y normal, pero para ello debía dejarme ayudar y romper mis vínculos con mis seres queridos para mantenerlos a salvo… Los licántropos viven en las sombras y son muy celosos de cuidar que los humanos sepan sobre ellos.  Y precisamente fue cuando apenas entendía todo esto que justo nos descubriste: me dio tanto miedo y vergüenza que lo supieras, junto con la certeza de que así estarías a salvo, que por eso me marché.  

- ¿Las Hermanas de la Noche? – preguntaron el señor Sullivan y Mikey a la vez.

Kat apoyó en ese momento una mano en el hombro de Chloe y ésta se silenció, sorprendida, como si hubiera metido la pata.

- Un momento, un momento, hay algo que no me cuadra – intervino de nuevo Gioconda, rascándose la cabeza y miró a Kat - ¿Qué me dices de la canción de los Beatles? Era la forma en que el señor Sullivan reconocería a su hija. ¿Por qué te calmaste al escucharla?

Kat se ruborizó ligeramente; se notaba que era una chica introvertida y reservada.

- Chloe me la canta a menudo para calmarme y hacerme olvidar las cosas malas. Me gusta mucho – admitió.

- ¿Y qué me dices de esto? Si se supone que no queréis dañar a las personas ¿qué es lo que pasó en aquel callejón cuando atacaste a aquellas chicas? 

Las dos se miraron como si no entendiera nada de lo que decía.

- No he estado en ningún callejón esta noche – dijo Kat, hablando despacio– Debe tratarse de algún error; cambié de piel aquí mismo. En el túnel se filtra un poco de luz de luna…

- Pero hubo un hombre lobo en las inmediaciones que asustó a dos jóvenes – aseveró el señor Sullivan, un tanto suspicaz – Lo escuché por la frecuencia de la policía y vi a las dos chiquillas hablar con ellos cuando llegaron. Estaban aterrorizadas.

Gioconda señaló su collar.

- ¡Exacto! Y, es más: el licántropo lucía exactamente ese mismo colgante. Estoy totalmente segura – insistió Gioconda, que a testaruda no le ganaba nadie.

- Te aseguro que Kat no estuvo allí: es tal como te lo ha contado. Y que en el caso de que sea cierto que lo vieras, nadie que lleve ese símbolo dañaría a ningún ser humano – dijo Chloe despacio, pero sin dar más explicaciones.

- ¡Ah, lo había olvidado! – exclamó Michelangelo – Dentro del vagón había una cruz exactamente como esa, Gio.

- ¿Cómo?

- ¡Sí, dibujada como el símbolo del “lugar seguro”! ¡Un enorme y vistoso graffiti! ¿Será otro símbolo de licántropos?

- No… no lo sé – dijo Gioconda, meneando la cabeza y miró al señor Sullivan; en el caso de que así fuera no parecía conocerlo – Entonces, si no erais ninguna de las dos… ¿quién era?

- Creo que yo puedo responder a eso – dijo una nueva voz femenina.


Porque allí, detenida en la boca del túnel, había una mujer alta y delgada de cabello rubio largo hasta las axilas. Llevaba un vestido de mangas anchas adornado con espirales de colores y zapatos planos de estilo bailarina que parecían cómodos. Su rostro alargado y hermoso estaba adornado con tatuajes de puntos sobre sus cejas y tenía piercings en las orejas… y en el cuello relucía aquel colgante similar a una cruz de cabeza redondeada.

Pero lo más llamativo de todo es que detrás de ella como si la franquearan como fieles guardaespaldas, había otros dos licántropos más… con idénticos colgantes.

Todos se tensaron ante su aparición excepto Kat y Chloe que reaccionaron de forma muy diferente: hicieron una especie de reverencia bajando uno de sus hombros y el rostro, como si quisieran mostrar un gran respeto ante la recién llegada.

- ¿Qué es esto? – preguntó el señor Sullivan sin apartar los ojos de las dos criaturas escoltas - ¿Quién eres tú?

La mujer examinó a todos y cada uno de los presentes con sus ojos color avellana. Con un movimiento suave tomó en su mano izquierda la cadena de acero inoxidable que llevaba al cuello, alzando el colgante en forma de cruz del mismo metal. Pudieron ver que sus uñas estaban pintadas con esmalte negro.

- Este símbolo, el Nudo*, representa al Clan de las Hermanas de la Noche, cazador, símbolo de renacimiento para los antiguos egipcios – indicó la misteriosa mujer – Porque eso es lo que significa nuestra condición: renacemos con una nueva forma, dejando atrás nuestra humanidad, al menos parcialmente. Y yo soy Lilith, la Alfa o, si lo prefieres, la líder de la manada.  Y la razón de que la cruz esté grabada en este sitio es porque os encontráis en nuestro territorio… un lugar al que no puede acceder ningún ser humano.


* La versión de Lilith en Mirage (que yo sepa, no existe por el momento en ninguna otra versión de las TMNT) lleva este colgante al cuello sin ningún motivo especial aparente pero en mi versión he decidido que también sea el símbolo del clan del que es líder: era la excusa perfecta para crear la confusión entre diferentes licántropos.
El origen de la Cruz Ankh (o Anj), se remonta al Antiguo Egipto. Es "la cruz de la vida" y se cree que simboliza la inmortalidad así como la sexualidad y la reproducción, un acto que en sí da la vida a un nuevo ser. 
Por eso quizá en el cómic Lilith la lleve, para darle ese toque exótico o de femineidad, pero es sólo una teoría mía. Por otro lado, sigue llevándolo a pesar de su transformación mientras que ninguna otra de las hembras de su clan lo portan, si bien es cierto que todas las que aparecen son humanas recién convertidas. 
Si queréis leer sobre ella, deberéis consultar el nº.5 de Tales of the TMNT del Volumen 2 y, para su continuación, la serie de cuatro números de Raphael: Bad Moon Rising.

1 comentario:

  1. Esa parte la he rescrito muchas veces xD Obvio lo más interesante es, de todos modos, cómo acabó siendo un licántropo pero vemos que sigue siendo un tanto misterioso todo, ni ella misma lo sabe bien. En cuanto a lo otro... :D
    Buena pregunta, tendrás que seguir leyendo...

    ¡Un saludo!

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