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[Teenage Mutant Ninja Turtles] Luna de Halloween - Capítulo V


Aunque el hombre lobo les sacaba ventaja los dos mutantes se las apañaron para perseguirle. Era muy ágil a pesar de su tamaño y pasaba de las dos a cuatro patas según le convenía; aun así, en esencia, seguía siendo un animal mayoritariamente bípedo. A veces se detenía y olisqueaba el aire, quizá tentado por alguna presa, pero no parecía tenerlas todas consigo y terminaba optando por la retirada. Curiosamente se las apañaba bastante bien para saltar por los tejados y los chicos se preguntaron hasta qué punto podría moverse por el exterior sin que nadie le detectara.

Pero sobre todo se preguntaban de dónde había salido. Gioconda ansiaba conocer la respuesta: ese era el motivo auténtico por el cual había animado a Mikey a perseguirlo. Y no era porque pensara que estaban delante de la criatura mítica que el cine de terror había popularizado en los años cuarenta, surgiendo de diferentes formas y versiones a lo largo de los años, si no por otra razón muy distinta.

A pesar del tiempo transcurrido Gioconda seguía teniendo muy fresco en la memoria el encuentro con Dirtbag*.  Que ella y el topo mutante compartían un origen le había sido confirmado cuando vio aquel número tatuado en su antebrazo. Y Dirtbag reaccionó con asombro cuando vio el suyo, como si para él también resultara obvio que existía una relación. Estaban unidos por ese tatuaje; éste era la llave para abrir la puerta que le permitiría despejar todas las incógnitas de su pasado. Desafortunadamente jamás pudieron hablar de ello porque poco después toneladas de roca cayeron sobre el mutante, sepultándolo en una tumba sin nombre allá en las alcantarillas. Su muerte fue un duro revés para la chica porque con él quedaba igualmente socavada su oportunidad de entender quién era ella y qué hacía en ese mundo, ya que su memoria estaba fragmentada. Y aunque por un lado se moría por saber quién o qué era ella, por otro le daba miedo… miedo por lo que pudiera averiguar.

Nunca le dijo a nadie sobre los números de Dirtbag, ni siquiera Donatello, quien estaba con ella cuando lo encontraron. Gio prefirió guardárselo, como otras tantas inquietudes que le rondaban la mente, un secreto escondido a cal y canto en lo más profundo de su ser. No tenía ningún motivo real para hacerlo salvo porque se sentía incómoda por un detalle en el que había caído poco después de acoplarse en la alcantarilla: ni las tortugas ni Splinter le preguntaron jamás sobre el número. En fin, llevar un código tatuado en el brazo no es que fuera lo más normal del mundo, por lo que cabría esperar que cualquiera le hiciera preguntas al respecto… pero no había sido así. La explicación lógica para la chica era que ellos también se hacían preguntas pero optaban por no planteárselas por no importunarla: sus teorías se las guardaban y aunque era un alivio por un lado por otro era algo que no le agradaba lo más mínimo. Debido a sus propias inseguridades Gio quería saber qué es lo que opinaban ellos al respecto, como si eso la fuera a hacer menos digna de sus atenciones, a pesar de que ellos la aceptaban tal como era, sin importarles su pasado misterioso igual que no les había importado darle una oportunidad a pesar de que su relación no comenzara con buen pie por culpa de ella precisamente.

Por todo esto se había anotado otro tanto con el presunto hombre lobo, pues no tenía intención de expresar sus motivos salvo que no fuera estrictamente necesario. Pensar que esta noche quizá estaba delante de otro mutante como ella y como Dirtbag era algo que la alteraba. Cuando pensó en esa posibilidad sintió un vértigo tremendo. ¿Tendría aquel ser otro número en su antebrazo izquierdo? En la calleja había estado demasiado oscuro para verlo, por no hablar de que él no parecía muy dispuesto a iniciar una conversación: este punto era algo que también la inquietaba. Dirtbag también había reaccionado con violencia cuando se vio acorralado… es más, ella misma era violenta y errática cuando las tortugas se la cruzaron: la diferencia era que al menos tanto el topo como Gioconda fueron capaces de llegar a entablar una conversación. ¿Y si esta criatura no era un mutante, a fin de cuentas, si no otra cosa?

No sabía si le agradaba más la respuesta positiva o negativa. Lo único que quería era averiguarlo cuanto antes.


La criatura buscó finalmente refugio en las ruinas de una vieja fábrica, un edificio abandonado, colándose en la propiedad tras hacer un último examen ocular y olfativo del lugar, con las orejas alzadas en actitud de cautela. Michelangelo y Gioconda se detuvieron en la verja e inspeccionaron el lugar, que parecía desierto.

Ambos estaban agitados por el ejercicio y por dispares emociones, de modo que se permitieron un breve respiro.

- ¿Estás segura que debemos entrar? – preguntó Michelangelo, en tono dudoso – No es que tenga miedo, que conste, pero este lugar está un pelín en ruinas y puede ser peligroso…

- Eras tú el que querías hacer cosas de Halloween ¿no?  No se me ocurre nada mejor para hacer que entrar en un lugar tétrico y solitario – hizo una pausa – Me pregunto por qué aquí. ¿Quizá sea su guarida? ¿Por dónde deberíamos entrar? ¿Por el tejado?

Gio hablaba con voz monocorde y Mikey se preguntó por qué estaba tan rara. Le alivió a su orgullo el pensar que quizá era porque en el fondo también estaba asustada.

- ¿Eh? ¿Y qué más da eso? – cuando ella le miró, por fin, sin comprender, agregó – Acuérdate de la peli: los hombres lobo tienen buen oído pero mejor olfato: sabrá que vamos antes de vernos… puede que incluso ya sepa que le seguimos.

Ella pareció meditarlo y cabeceó para indicarle que comprendía. Finalmente, frunció el ceño.

- En ese caso, no tiene sentido contar con un factor sorpresa. ¿Por qué traernos hasta su guarida?

- ¡Porque está en su territorio! Es un lugar seguro para él, así que por qué no.

Gio guardó silencio y miró hacia el edificio más allá de la verja.

- Entonces, básicamente me estás diciendo que nos dirigimos a una trampa. 

Al fin lo entendía. Michelangelo sonrió.

- ¡Exacto! Hemos venido, nunca mejor dicho, a la boca del lobo. Lo que significa que no tiene sentido que entremos ¿verdad? 

Hizo amago de marcharse risueñamente, pero Gioconda le asió por los extremos de su bandana, tirando de él. Mikey hizo un mohín porque vio cuán decidida estaba.

- Todo lo contrario – corroboró Gio, y le soltó, agarrándose a la verja y comenzando a trepar - Vamos, ninja cobardica, acabemos esto cuanto antes.

- Y dale, que no soy cobardica – protestó Mikey agarrándose él también. Tragó saliva – Sólo soy precavido, una cualidad ninja muy poco valorada si quieres saber mi opinión...

- No, gracias.

Haciéndola burla comenzó a trepar.


A pesar de lo que habían hablado optaron por el sigilo, vigilando sus flancos, pues no sabían en qué momento elegiría el hombre lobo para atacar. Desde luego no parecía estar en el exterior y no se escuchaba ningún sonido salvo el de algún vehículo. Se aproximaron hacia la entrada de uno de los edificios, que parecía una especie de antigua cadena de montaje y almacenamiento, cuya fachada estaba llena de grafitis. Miraron al interior: aunque la luna llena fuera la causante de la transformación de la criatura también les permitía ver en el interior por las numerosas ventanas y agujeros. Aun así, seguía habiendo unos cuantos rincones bien oscuros con sus recovecos desde donde podían estar acechándolos, de modo que deberían andarse con ojo.

Entraron igualmente despacio y silenciosos, en especial Michelangelo, pues años de práctica no se olvidaban así sin más. Gioconda era algo más ruidosa pero su sigilo aprobaba raspado, pensó la tortuga: quizá fuera suficiente o quizá no. En cualquier caso, una parte egoísta de él lo prefería: no quería que el hombre lobo fuera a por él y le mordiera. ¡Ah, maldición! No le había advertido a Gio. La miró, pero recordó que acababan de ver una peli sobre el tema, de modo que esperó que la chica estuviera atenta a esos dientes temibles e infectos. Ahora que lo pensaba ¿podría un mutante como ellos transformarse a su vez en lobo? ¿Cómo deberían llamarlo en ese caso: tortuga-ninja-lobo?

A pesar que ese pensamiento era gracioso le seguía pareciendo una pésima idea el haber ido hasta allí: y pensar que ahora podría estar meneando el esqueleto en una discoteca rodeado de chicas guapas. A pesar de su condición mutante Michelangelo estaba acostumbrado a la fisonomía humana por verla en innumerables veces en el televisor, en los cómics y en las calles. Tenía su propia idea de “chica guapa” aunque en el fondo sabía que nada estaba por encima de una “chica-tortuga”. Por desgracia eso no existía, que él supiera, pues él y sus hermanos eran únicos... así que uno simplemente debía conformarse con lo que tenía alrededor.

Aunque ahí estaba Gioconda: era reptiliana, eso era acercarse bastante. Pero, aunque en esencia le parecía guapa con esos rasgos tan cercanos a los suyos propios no le atraía lo más mínimo en ese sentido. Ella era como una hermana para él y así la veía, igual que veía a April de la misma forma y también le parecía guapa… sacudió la cabeza. ¿Por qué se ponía a pensar en eso ahora? ¡Se supone que debía estar concentrado! Ni tan siquiera era capaz de recordar por qué había comenzado a seguir ese hilo de pensamiento sobre chicas…

Si el maestro Splinter estuviera ahí sin duda le hubiera arreado ya un buen bastonazo riñéndole por enésima vez por estar en las nubes. Su cocorota bien lo sabía: era la que más golpes se había llevado por andar mirando las musarañas cuando no debía… bueno, ahora que lo pensaba, quizá Donatello también se había llevado unas cuantos: era normal que su hermano estuviera también dándole vueltas a su próximo invento o pensando en mejoras para sus cachivaches durante los entrenamientos y como el sensei lo sabía estaba siempre dispuesto en torno a ellos, rondándoles como un buitre, preparado para hacer su entrada triunfal con un diestro movimiento de muñeca que dirigía su bastón sin piedad hacia sus cráneos de tal modo que uno podía ver las estrellas sin necesidad de salir del subterráneo. Como aquella vez en que… 

El sonido de algo cayéndose le centró de nuevo y le hizo detenerse en seco, con los nervios a flor de piel y los nunchakus alzados. Se giró instintivamente en la dirección del ruido, pero no fue capaz de ver nada. A su lado Gioconda señaló en una dirección aproximada pero un tanto incorrecta: él negó con la cabeza y marcó el lugar luchando por reprimir un tembleque y que no se le notara.

- “¡Serénate!” – se dijo en tono impaciente – “¡Un ninja asustado no vale de nada! ¿Qué pensarían todos si te vieran así de asustado? No podía ser peor que una hora de mousers o los Foot Ninja ¿verdad?

Anduvieron unos pasos en la dirección que él había marcado y entonces algo saltó en su dirección, provocando que ambos dieran un chillido de espanto cuando una forma peluda se abalanzó sobre Michelangelo, que del susto cayó hacia atrás, luchando por deshacerse de lo que tenía encima, que emitía unos chillidos como si se encontrara endemoniado. Notó unas zarpas clavándose en su piel.

- ¡AAAAH! ¡QUÍTAMELO, QUÍTAMELO QUE NO ME MUERDAA!

- ¡Calma, Mikey! – gritó Gio, guardándose los tessen en el cinto y manoteando en su dirección - ¡No es más que un gato!

Michelangelo llegó a ver al minino escabulléndose fuera del edificio con un último bufido. ¡Así que ese había sido su atacante, un gato callejero! Se sintió ridículo y más cuando Gio le tendió las manos para ayudarle a levantarse, ahogando una sonrisita.

La cara y los hombros le escocían: dichosas uñas afiladas.

- Sí, tú ríete – le dijo mientras evaluaba sus heridas, que por suerte eran superficiales – Pero a alguien de mi condición no puede permitirse que le arruinen esta hermosa cara ¿sabes? … ¿Hhmmm?

Gioconda ya no sonreía, al contrario. Retrocedió un pasito minúsculo con la cabeza alzada y los ojos fijos en un punto por encima de él, las manos volviendo muy despacio hacia los tessen. Llegó a escuchar el gruñido gutural y grave justo desde arriba. Algo húmedo y cálido le goteó en el hombro derecho con una consistencia asquerosamente similar a la de la baba.

¡Puaj!

Lo sabía, es que lo sabía. No era su noche de suerte.

- No me lo digas – susurró con voz temblorosa – Está detrás de mí. ¿Verdad?

- Ajá – concedió ella, moviendo los músculos mínimos para articular eso, dar un paso más hacia atrás, sus manos cerrándose en torno a las armas - Pues muy bien – afirmó él y tomó aire, preparándose para el movimiento que debía hacer para quitarse de en medio. 

Tenía que ser rápido y hacerlo en el momento oportuno… aliento cálido y húmedo en su cabeza. ¡A la mierda!

Más tarde le pediría insistentemente a Gioconda que no le contara a ninguno de sus hermanos, especialmente a Raphael, el grito de damisela que pegó cuando se escapó por los pelos de las fauces del hombre lobo. El que había emitido antes con el gato era apenas un gruñido en comparación. Si se enteraban no le dejarían en paz; consistía en que era él quien hacía los chistes y las bromas, no el resto y menos a su costa. No era justo, tenía una reputación que salvaguardar.

Pero de eso se preocuparía después. Por el momento su grito reverberó en la noche de Halloween presidida por la luna llena, provocando que cerca de allí unas palomas que habían hecho de un poyete de una casa vacía su dormidero salieran disparadas en medio de una nube de plumas, asustadas y aturdidas…

… Y que un hombre taciturno que husmeaba por los alrededores, de abrigo largo y mirada adusta, volviera la cabeza en esa dirección con sumo interés y apretara el paso.




* Si quieres saber más, deberías leer otro de los relatos que componen esta miniserie: El topo y el mouser

1 comentario:

  1. Sí, ahí tienes la pista necesaria y para que haya sentido de por qué se emperra en ir tras el licántropo porque Mikey hubiera salido corriendo en la dirección opuesta.

    Para esa escena realmente tenía más en la cabeza esta del Emperador y sus Locuras https://www.youtube.com/watch?v=9WLQuweSYTw

    Y sí, me baso más en la serie de 2003 pero también en la de 1987 o de los cómics originales de Mirage. En cuanto a las pelis de niña vi la primera pero la 2 (la que has puesto) la vi hace unos pocos años xD

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