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[Alien vs Predator] Un día de locos

 


Tuve este sueño de AVP una noche especialmente problemática. Al menos una parte, y ya le estuve dando vueltas al coco durante el duermevela. No le busquéis mucho sentido, es sólo un galimatías pero que me resultó divertido así que quise escribirlo por ello.

Disfruten… o no.

 

DÍA DE LOCOS

 Scar se despertó con un sobresalto de la siestaza que se estaba metiendo entre pecho y espalda tras una dura jornada de trabajo. Su primer impulso fue palparse el pecho para comprobar que todo estaba en su sitio. A su vez y en ese momento, mientras su cerebro adormecido intentaba procesar la información de lo que su sentido de la vista y el tacto le devolvía, recordaba que eso que le perturbaba había sucedido ya un tiempecito atrás, que ahora estaba de regreso a casa de la última temporada de caza y que su familia le esperaba. 

Soltó un suspiro de alivio, hundiéndose de nuevo en la silla. Todo iba bien. ¡Diablos, qué pesadilla!

¿Cuándo se había quedado dormido? Si sólo se arrellanó un poquito en la silla, con las manos tras la cabeza y una pierna cruzada, permitiéndose un descanso visual que había empezado tan sólo hacía cinco minutos (o eso se creía él).

No era nada agradable soñar de nuevo con tu ceremonia de iniciación y más cuando, en esta versión, una reina Kiande Amedha* te traspasaba de lado a lado con su aguijón. Y, por si fuera poco, debía considerar el bochorno que le provocaba imaginarse el morir en su primera cacería gestando, para más inri, Ui’stbi, una Abominación**, cuyo culmen final era abrirse paso a través de su torso hacia el exterior. Eso ya era el colmo de los colmos.


Pero por suerte para él eso nunca había sucedido.


En su lugar había sido recibido por su clan con honores ya que él había sido el único de los tres participantes que había vuelto con vida. Por su parte les había presentado a la humana-cazadora Alexa Woods, a quien había llevado consigo tras lo sucedido, marcándola como una igual por prestar su brazo para acabar con la reina Kiande Amedha, aparte de haber abatido a algunos de sus drones más por el camino. Por último, él, Scar, delante del Honorable del clan, tuvo la iniciativa un tanto impulsiva de solicitarle a Lex que fuera su compañera. 

La humana en un principio no entendía nada de lo que pasaba, pero cuando al fin comprendió lo que se proponía pareció meditarlo un rato y sorprendió a Scar diciéndole que si quería que fueran algo más que “fortuitos y forzados aliados” iba a tener que currárselo un poco más.

Scar se sonreía con suficiencia recordando cómo consiguió ganársela con unas cuantas atenciones y trofeos para que ella finalmente accediera a su petición. Ahora le esperaba en Yautja Prime con los niños… y él se moría de ganas por verles de nuevo. 

Echó un vistazo a la bodega de carga, llena a rebosar de Vor’mektes, Acechadores, unas criaturas antropomórficas de piel azul oscura casi negra, sin rastro de pelo y de ojos compuestos que podían volverse invisibles tanto a la vista espectroscópica como a la térmica. Además podían elegir a voluntad el dejar de desprender calor durante un tiempo limitado, pues podía ser arriesgado para ellos ya que quedaban sumidos en una especie de letargo y, por tanto, vulnerables ante cualquier amenaza. 

Era un reto cazarles porque siempre iban en grupo, su complexión se asemejaba a la de los Yaut’ja y también eran seres racionales e inteligentes, aunque por supuesto no tanto como un Yaut’ja… o eso es lo que ellos dicen. En cualquier caso, representaban una buena caza y estaba seguro que podría complacer a Lex con tantos trofeos como aquellos; había estado últimamente molesta con él por ir a tantas cacerías y no estar tanto tiempo allí con ella y los niños.  Así que nada como un regalo para ablandarla. Aunque se suponía que en el rato que había estado echando la cabezadita tendría que haber empezado a desmembrar al último Acechador porque en su momento no le había dado tiempo y llegaría a destino en cualquier…


Una señal acústica y luminosa le avisó que ya estaba próximo al planeta Yautja Prime por lo que en breves saldría del agujero de gusano y lo vería frente a sus ojos. De modo que ya no tendría tiempo para eso. 


Se apresuró a prepararse para desembarcar.




- ¡Gkaun-yte!*** ¡Ya estoy en casa! – exclamó abriendo la puerta de par en par de sopetón, haciendo que la hoja golpeara contra la pared, tal y como era su estilo y que disgustaba tanto a Lex. Pero no estaba para delicadezas pues venía bastante cargadito; ella tendría que aguantarse.

Olía delicioso en casa.

- ¡Papi, papi! – gritaron sus dos hijos pequeños y le asaltaron cuando traspasaba el umbral de espaldas, cargando un pesado fardo que lo atoró en la entrada un instante.

- ¡Oh, oh! 

Los niños, como era habitual cada vez que regresaba de un largo tiempo fuera le recibían aferrándose a sus piernas, uno a cada una. A pesar de que eso le dificultaba el movimiento – cada vez estaban más grandes, aunque aún no lo suficiente como para inmovilizarle – a Scar le gustaba la sensación.

Les sonrió al estilo Yautja: una expresión que le daría pavor a cualquier humano que no estuviera acostumbrado. Dejó caer el saco que portaba con pesadez en mitad del salón.

- ¿Qué nos traes? ¿Qué nos traes? – preguntaron impacientes sus hijos cerniéndose sobre su carga y Scar se encontró haciéndose a su vez la pregunta de si los niños lo que querrían de verdad era verle él o a sus trofeos.

Los miró con detenimiento: ambos habían crecido durante su ausencia, eso seguro. Sobre todo, su primogénito – su favorito, por eso de que era un macho - y eso le llenó de orgullo. A pesar de que sus hijos eran mestizos eran bien admitidos en la comunidad, aunque Scar sospechaba que en realidad a todos les parecían feos. Él no los veía así, tan sólo eran diferentes. En realidad, a él su belleza le daba igual, lo que quería era guerreros fuertes; de hecho, se moría de ganas por tener otro macho, aunque Lex no parecía estar por la labor.

- Se nota que tú no tienes ni que aguantar el embarazo ni que parirlos – le había dicho.

Se agachó para abrir el saco y reveló el cadáver del Acechador que no había descuartizado, algo que arrancó exclamaciones de admiración de sus hijos, incluso de la pequeña. 

- ¡Guauuu! ¿Qué es? – preguntó el niño.

- ¡Es muy feo! – opinó la niña, que portaba en una de sus manos su juguete favorito: un sucio oso de peluche traído de la Tierra.

- ¡Claro que lo es! – concedió y la alzó en volandas para hacerla reír– Y tu papi lo ha matado él solo… a él y a otros veinte.

Su hijo tomó su lanza de juguete, echa de madera, y le pinchó al Acechador entre las costillas con una mueca de asco.

- Huele mal – dijo.

- ¡Por supuesto! – asintió – ¡Aspira su hedor, hijo! – le animó con la niña en brazos, ya centrada en su oso y no en el Acechador – Es vital que memorices los olores de tus presas: identifícalas, acéchalas… ¡y luego mátalas!

El chico obedeció, entusiasmado y se rio con su padre. 

Entonces un carraspeo atrajo la atención de Scar y éste alzó la cabeza en esa dirección.

Allí estaba Lex, en el umbral de la puerta que llevaba hasta la cocina, portando en sus manos una manopla, un paño y esbozando su clásica sonrisa torcida que tanto confundía a Scar. Leía mejor que nadie la expresión de los humanos, faltaría más, si estaba emparejado con una, pero aun así a veces le costaba entender lo que ella quería trasmitirle. En este caso ¿qué sería? ¿Felicidad? ¿Sarcasmo? ¿Complicidad?

- N’jauka**** – le saludó ella en un tono de voz cálido. Estaba de buen humor, se alegraba por verle. Y aunque lo había dicho con un fuerte acento, se le entendía perfectamente.

Scar se acercó a ella y la saludó de manera afectuosa, sosteniéndola por la cintura y atrayéndola hacia él. Por su parte Alexa sonrió y apoyó una mano en su pecho.

- Me alegra que hayas vuelto de una pieza – dijo, pero sus ojos se detuvieron encima del hombro derecho y entonces alzó la mirada – Bueno, casi.

Y es que Scar tenía una nueva cicatriz de la que presumir. Uno de los Acechadores le había apuñalado en el hombro por la espalda antes de que él pudiera devolverle el golpe con las garras retráctiles de su muñequera.

Le quitó importancia, pero le gustaba que ella se fijara en esas cosas.

- ¿Cómo ha ido todo en mi ausencia? – le preguntó alzándola el mentón con el pulgar para que le mirase a la cara - ¿Algo interesante?

Ella se encogió de hombros a la vez que se dejaba estrechar un poco más.

- Bueno, nuestro hijo se metió en una pelea con el hijo del tipo aquel que… ya sabes, el de la cicatriz en el ojo –Lex aún tenía ciertos problemas con el lenguaje y le costaba aprenderse ciertos nombres, por lo que tendía o bien a dar una descripción o a ponerles sus propios motes a los demás Yaut’jas.

Scar estaba sorprendido, pero en plan bien. Ese crío era mayor que el suyo.

- ¿Y quién ganó?

- Pues nuestro hijo, por supuesto – Lex hizo una mueca y suspiró – Salió herido, pero definitivamente ganó la pelea.

Se la notaba que no le había hecho gracia la anécdota: cosa de mujeres, al menos de las humanas. Pero tenía que entender que era lo que los niños tenían que hacer: pelearse y ganar. Él y sus hermanos se habían metido en muchas refriegas siendo críos y ningún adulto había intercedido jamás: la única razón que tendrían para hacerlo sería que a uno de los chavales se le fuera la pinza y fuera a matar al otro. Además, también estaba el hecho de que su hijo era medio-humano y eso le hacía cierta desventaja física con lo cual su victoria aún tenía más mérito.

- ¿Ha hecho progresos entonces? – preguntó mirándole jugar con su hermana alrededor del cadáver del Acechador.

- Pregúntaselo a su instructor, te lo dirá mejor que yo – una pausa y Alexa se fijó en el cadáver - ¿Y eso es? – preguntó con evidente disgusto.

Scar se acordó de su regalo. Extrajo de una bolsa que llevaba a la cintura el cráneo de otro de los Acechadores que había matado y se lo puso a Lex en las manos, que se quedó mirando la calavera con una expresión indescifrable.

- Es para ti – le dijo él de lo más complaciente, casi ronroneando – Estos dos los abatí pensando en ti, aunque… no me ha dado tiempo a preparar el otro. Y fuera hay más.

- No irás a hacerlo aquí, ¿verdad? – preguntó su mujer con tono de advertencia sosteniendo el cráneo con las puntas de los dedos, como si quemase – La última vez que hiciste eso la casa estuvo apestando durante semanas.

- No, claro que no, mujer – mintió Scar porque eso era precisamente lo que se proponía – Lo iba a hacer en el jardín de atrás, por supuesto.

- Por supuesto – asintió Lex mirándole con suspicacia. 

En cuanto al cráneo lo depositó en la repisa de la chimenea, junto con otros regalos que Scar le había ido trayendo en cada una de sus incursiones. En el fondo los aborrecía, pero sabía que las intenciones que tenía su marido al obsequiárselos eran buenas por lo que intentaba que no se notara su repulsa; en su lugar le sonreía y se lo agradecía.  ¿Pero por qué no podía traerle unas flores o unos bombones, para variar?

Eso le recordó…

- ¡Ah! ¡La cena ya está lista! – viendo que Scar se disponía a ir a la cocina le puso una mano en el pecho para detenerle. Entonces señaló con la otra el Acechador – Pero primero quiero eso fuera de casa.



Scar estaba hambriento y la cena estaba deliciosa. Apenas se deshizo del cadáver y se puso cómodo se precipitó a la cocina. Aunque esta comida distaba mucho de la de la Tierra Lex se las había apañado bastante bien para acostumbrarse a la cocina Yautja y tenía unas cuantas recetas que eran aptas para ambas especies. Sentados uno frente al otro a la mesa redonda sus hijos se encontraban entre ambos, la niña más cerca de Alexa porque aún era demasiado pequeña para comer sola.

- Tu madre me ha dicho que el otro día te metiste en una pelea con Ta-Thota – le dijo muy serio a su hijo pasado un rato- ¿Es eso cierto?

El niño tragó su porción y le miró con timidez. 

- Sí…

- Y que ganaste tú…

- Sí…

Scar palmeó con fuerza la mesa, haciendo que los boles y platos se bambolearan.

- ¡Pues eso hay que celebrarlo, hijo mío! – exclamó contento y le echó el doble de ración en su plato, para contento del crío - ¡Sigue comiendo bien y entrenando y pronto serás todo un cazador! ¡En cuanto te descuides ya estarás listo para tu Sangrado!

- Aún falta para eso – intervino Alexa con tono de reproche. Si por ella fuera, que ese día no llegara nunca.

- Aún falta, pero el tiempo vuela, mujer – dijo Scar de buen humor y se sirvió dos cucharones más de estofado – La siguiente temporada de caza es dentro de dos lunas, de modo que podremos ejercitarnos juntos. ¿Qué me dices, chico?

- ¡Guay! 

Scar le fue a echar más comida, pero Lex le detuvo.

- Ya no más.

- Está muy flaco, debe ganar músculo y para eso tiene que comer.

- Si eso ya lo sé, pero así en vez de ganar músculo lo que va a ganar es barriga con tanta comida. Es medio humano, no tiene el mismo metabolismo que un Yautja normal – le reprendió Lex.

- ¡Comida, comida! – exclamó la pequeña, golpeando su silla de bebé con la taza de manera ruidosa para demandar la atención de su madre y que le siguiera alimentando. Alexa le metió una cuchara en la boca, pero miraba a su marido.

- Ya sé que estás ansioso por verle hecho todo un guerrero – continuó la mujer humana – Y de veras que me gusta veros practicar juntos, pero no hagas lo de la otra vez – ante la mirada de él agregó, armándose de paciencia - Sólo te estoy pidiendo que le des un respiro de vez en cuando; recuerda que aún sigue siendo un niño…

- Sí, sí, vale – gruñó Scar con la boca llena. Entonces hizo una pausa y la miró con cierta picardía– Aunque sería más producente si tuviéramos otro…

- Y dale con eso – aunque sonó a reproche Lex sonreía – Creo que con dos ya son suficientes.

- Yo tenía dos hermanos…

- Sí, ya lo sé, no hace falta que me lo recuerdes – murmuró Lex recordando su encontronazo con ellos en la Pirámide; a diferencia de ella y Scar no salieron vivos.

- Y un puñado más de medio hermanos – continuó él, impertérrito.

Lex le miró fijamente.

- Ni lo sueñes – terció.

Scar movió sus mandíbulas y entonces ladeó la cabeza.

- ¿Eso significa que a partir de ahora dormiré en el sofá?

Entonces Alexa sonrió y sus mejillas enrojecieron un poco.

- Una cosa no quita la otra – se limitó a decir, pero de una forma tan significativa que Scar sintió el deseo de agarrarla, tumbarla sobre la mesa y hacerla suya.

En su lugar chasqueó las mandíbulas para reírse y siguió dando cuenta de su cena. Ya ajustarían cuentas después.



- Y que sueñes con los angelitos, cariño – dijo Alexa con dulzura a su hija y le dio un beso en la frente – Buenas noches.

- Buenas noches, mami – murmuró la niña, más dormida que despierta, abrazada a su oso de peluche.

Lex apagó la luz y cerró la puerta. Acto seguido se dirigió al dormitorio donde, mientras esperaba a Scar, se desvistió y se puso su camisón de dormir. Se soltó la frondosa melena morena y tomó un poco de crema hidratante – ya se le estaba acabando, tendría que pedirle a Scar que la llevara un día a la Tierra a por más – y se la untó en las manos, frotando despacio pero vigorosamente para que su piel la absorbiera.

Había sacrificado mucho al venir al planeta natal de Scar pero poco a poco se había adaptado. Era una experta en eso: en su día había trabajado para guiar grupos privados de expediciones de montañismo, así como con un grupo de protección medioambiental. Las montañas podían ser lugares inhóspitos y peligrosos; cometías un error y podía significar la diferencia entre la vida o la muerte. Y desde bien pequeña que lo había aprendido, pues fue la mujer más joven en escalar el Monte Everest sin oxígeno. Una vocación que había desarrollado gracias a su padre fallecido, al cual seguía echándole de menos. Como no dejaba nada atrás en la Tierra dar el paso de marcharse fue más fácil para ella de lo que pensaba… aunque a veces añoraba el pertrecharse e ir de aventura. A pesar de lo sucedido en la Antártida no se le habían quitado las ganas, pero desde que se convirtió en madre no había vuelto a las andadas. ¿Quién le iba a decir a ella que acabaría en un planeta alienígena por amor?

Unas manos vigorosas y grandes se deslizaron por su espalda hacia sus hombros y enseguida notó detrás de ella el cuerpo más cálido de Scar.

- ¿Acostaste ya a los niños? – le preguntó éste, su voz retumbando por encima de su cabeza.

- Pues sí – ella se dio la vuelta sin permitirse distracciones - ¿Y tú? ¿Ya terminaste?

Scar asintió pesadamente con la cabeza. Mientras Alexa se encargaba de los críos él se había limitado a ordenar todos los trofeos que había traído consigo: el cadáver del Acechador ya reposaba en el cobertizo del jardín desde antes de la cena. Mañana se encargaría de él.

- Muy bien – asintió ella, complacida y se sentó en la cama, delante de él - ¿Entonces te quedarás al menos por dos lunas?

Él asintió de nuevo. Ella suspiró.

- Al menos esta vez es por más tiempo.

- Tengo un deber que cumplir y lo sabes.

- Sí, sí, lo sé. Es sólo que… en fin, los niños te necesitan. Y yo te echo de menos…

Scar gruñó. Esta era la parte complicada de su relación con una humana: tenía unas ideas muy distintas – y extravagantes - respecto a las suyas sobre lo que era la vida familiar. Le costaba entenderla, pero ya iba pillando el punto.

- Podrías venirte como hacías antes – sugirió él.

- No quiero dejar a los niños solos.

- No estarían solos – repuso él, cruzándose de brazos.

- Ya sabes lo que quiero decir.

Su marido no dijo nada. Alexa entendió que estaba perdiendo la paciencia así que suspiró de nuevo y se dejó caer sobre la cama, de espaldas. Encogió las piernas y apoyó los pies en el borde del colchón, dejando las rodillas apuntando al techo.

- Olvídalo, no dije nada.

Él entró de nuevo en su campo de visión.

- Los humanos sois de lo más extraños – opinó mirándola desde toda su estatura.

- Quizá. O quizá no y lo seáis vosotros – replicó ella, un poco enfurruñada. Parecía un hecho indiscutible que los Yuatjas no tenían problemas con las suegras como lo tenían los humanos– Creo que estoy demasiado cansada como para hablar de esto ahora. ¿Lo dejamos para mañana?

- Estoy de acuerdo.

Entonces Scar se inclinó sobre ella, apoyando una de sus manos sobre la rodilla derecha de Alexa. A ella se le puso la piel de gallina cuando él comenzó a trazar círculos en la misma y le miró, ladeando la cabeza.

- ¿Qué crees que haces? – le preguntó, pero en absoluto enfadada o molesta...todo lo contrario.

- Antes dijiste que no hacía falta que durmiera en el sofá... ¿hhmmm?

Scar deslizó con cuidado su mano desde la rodilla hacia arriba, apoyando sólo una uña, siguiendo el muslo de Lex, provocándole cosquillas. Ella se estremeció.

- ¿Y qué te hace pensar que quiero hacerlo?

- No plantas resistencia.

Como si eso fuera a servir de algo. Pero lo cierto es que Alexa no quería hacer eso. Se abandonó y suspiró de gusto, separando las piernas en lo que Scar se ponía encima de ella, las manos apoyadas en el colchón.

- ¿De verdad que no quieres…?

- Nada de críos – repuso ella en tono juguetón. Una cosa era hacerlo y otra hacerlo para engendrar un niño: ella se encargaría de que todo quedara en la primera opción.



Pero justo cuando iban a ponerse a la faena Scar se detuvo y se quedó con la mirada clavada en un punto del colchón, al lado de la cara de Lex.  Ésta se extrañó al notar el cambio en él, pero no entendía que es lo que estaba pasando: pareciera que Scar hubiera notado algo que le había puesto en alerta.

- ¿Qué sucede?

- ¡Chist! – ordenó él y ella obedeció, forzándose en prestar atención.

Entonces husmeó el aire con fuerza y sus ojos de color almendra se abrieron algo más al entender lo que estaba pasando. Su expresión se tornó furiosa.

- Vor’mekta! – exclamó y al instante se volvió y proyectó su puño derecho contra el aire que había justo detrás de él.

Se alzó un aullido inhumano de dolor y algo invisible golpeó las puertas del armario empotrado de detrás. Scar ya se había puesto de pie, dando la espalda a una asustada Alexa, que retrocedía para sentarse en el colchón y ver qué estaba pasando, reajustándose el camisón.

Algo se hizo visible en apenas unos segundos, una criatura humanoide alta y delgada pero fibrosa, de piel tan oscura como la noche y unos grandes ojos que a Alexa le hizo pensar en una mosca. ¡Un Acechador! Pero ¿cómo había llegado hasta ahí?

Quizá Lex no lo hubiera detectado, pero a Scar no se le escapó ese hedor tan característico. Vio la herida a medio cicatrizar surcando el pecho de este ejemplar, una raya que iba desde el hombro derecho al izquierdo… y entonces entendió lo que había sucedido. Había cometido un error: como estas criaturas eran capaces de cortar su calor corporal durante un tiempo cuando lo examinó, al no detectar señal térmica en él, lo creyó abatido. El ser simplemente se había limitado a quedarse muy quieto simulando estar muerto y el Yautja lo había cargado con los demás en la nave: si se hubiera encargado de descuartizarlo como tenía previsto y no se hubiera quedado dormido le habría detectado mucho antes. Así que la criatura, cuando se creyó a salvo, se limitó a “activarse” de nuevo. Estaba claro que quería la revancha.

El Acechador se plantó delante de un Scar desarmado, ya que desde que había llegado a casa lo único que llevaba puesto era un taparrabos, así que tendría que luchar a manos desnudas: bueno, un desafío interesante. Sonrió para sí. Rugió hacia su adversario para darle a entender sus intenciones y éste le respondió a la par con un sonido de lo más desagradable, distorsionado, que hizo que Alexa se tapara los oídos. 

Entonces se lanzaron uno sobre el otro, chocaron y comenzaron a propinarse una lluvia de golpes demoledores. El Acechador tampoco llevaba ningún arma, pero sus garras eran igualmente afiladas.

Alexa tuvo que saltar del colchón cuando Scar pasó volando a través de él, llevándose por delante la mesilla de noche y la cómoda de detrás. Del golpe el pesado espejo que había encima cayó directamente sobre su cabeza.

- ¡No! – gritó Lex.

El Acechador fijó entonces sus ojos compuestos en ella e hizo amago de acercársele. Lex intentó zafarse, pero la criatura le impidió el paso y la empujó, haciendo que ella trastabillara y se golpeara con la cama en toda la espalda. No se hizo mucho daño porque el colchón amortiguó parte del golpe, pero la dejó a merced del Acechador… entonces Scar surgió del otro lado y se abalanzó sobre su oponente, intentando inmovilizarle en una especie de llave de lucha libre.

Miró a la mujer humana.

- ¡Vete! – le gritó el yautja.

Entonces alzó al Acechador y lo estampó de nuevo contra el armario, cuyas puertas ya no resistieron más golpes y reventaron haciendo que saltaran trozos de madera y ropa por todas partes. Alexa no quería abandonar a Scar y, aunque quisiera irse, los dos alienígenas estaban en todo el medio. Se puso a buscar algo contundente con lo que poder golpear a la otra criatura…

Pero los gritos de sus hijos la ayudaron a decidirse. Un Acechador podría ser problemático, pero Scar sabría apañárselas: ya había matado a otros antes. Esperó el momento oportuno y saltó cuando el Yaut’ja volvía a agarrar al Acechador para golpearlo contra la pared. Alexa salió casi volando y se precipitó en el dormitorio de su hijo, que era adyacente al suyo no sin antes agarrar de la mano a su hija, que había salido al pasillo con el peluche aferrado en sus manos de uñas largas. 

- ¿Qué pasa, mamá? – preguntó el niño, asomado a la puerta, portando su lanza de prácticas. Para horror de Lex parecía listo para pelear - ¿Y papá?  

Alexa los hizo regresar a su cuarto. Quiso responderle, pero entonces la pared simplemente reventó cuando el Acechador la atravesó, ya que Scar lo había lanzado directamente contra ella. La mujer apenas tuvo el tiempo justo de apartar a sus hijos de la trayectoria del alienígena.

Entonces Scar, haciendo caso omiso de su familia se dispuso a sujetarle de nuevo para propinarle una lluvia de puñetazos. De nuevo el Acechador dio un aullido bestial que hasta desestabilizó a Scar y Alexa, que no podía taparse los oídos porque estaba demasiado ocupada por proteger a sus hijos, sintió que no podía más.


- ¡¡¡¡¡BASTA YAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!


Scar y el Acechador se detuvieron en su pelea, con los brazos alzados y los puños cerrados, dejando suspendidos en el aire sus siguientes golpes. Ambos respiraban agitadamente y sangraban por varias heridas: Scar de verde y el Acechador de azul celeste.

Miraron de hito en hito a Alexa que se había plantado de pie, con los puños apretados y a los dos niños mestizos de detrás. Tenía la cabeza gacha y la melena negra le caía ondulada hasta las axilas. Sus ojos oscuros brillaban, mostraba los dientes en una meca furiosa y entonces…

- ¡YA ESTOY HARTA DE ESTO! – gritó agitando los puños en el aire - ¡LOS NIÑOS EN PELIGRO! ¡LA CASA DESTROZADA! ¡Y TODO PORQUE TE EMPEÑAS EN HACER LAS COSAS A TU MANERA! ¡¡NO SÓLO TE TIRAS MESES FUERA SI NO QUE ADEMÁS TE TRAES EL TRABAJO A CASA!! ¿ES QUE NO PODEMOS TENER UN MOMENTO DE TRANQUILIDAD EN FAMILIA? ¡ME DEJAS SOLA, TE DA IGUAL QUE TU HIJO SEA GOLPEADO HASTA SANGRAR! TODOS LOS PUÑETEROS DIAS AQUÍ METIDA LIMPIANDO, FREGANDO, HACIENDO LA COMIDA… ¿PARA QUE LUEGO ME REGALES CRÁNEOS DE BICHOS MUERTOS Y ASÍ ECHAR UN POLVO NOCTURNO? ¿ESA ES TODA TU IDEA DEL ROMANTICISMO?

Scar fue a decir algo, pero no se atrevió. En cuanto al Acechador, viendo el cariz de la situación, parecía realmente incómodo y deseoso de que se lo tragara la tierra. Intentó escaquearse hacia la ventana, pero Alexa le pilló.

- ¿ADÓNDE TE CREES QUE VAS? – gritó, señalándole acusadoramente con el dedo. Se volvió hacia su hijo, le quitó la lanza de la mano y la usó contra el Acechador, no apuñalándole, si no golpeándole en la cabeza con ella, haciéndole retroceder de regreso a su sitio - ¡TU… NO… TE… MUEVAS… HASTA QUE… TERMINE… DE HABLAR… CON MI… MARIDO! ¡QUE LUEGO VAS TÚ! – el Acechador sólo pudo cubrirse con los brazos y exclamar algo en un idioma extraño y desconocido. Parecía pedir ayuda.

- Lex – probó a decir Scar con timidez, pero cuando su compañera le fulminó con la mirada se volvió a callar.

Ésta entonces miró a sus hijos, que la observaban boquiabiertos. Dándose cuenta de lo que estaba haciendo meneó la cabeza, como aturdida, y dejó caer la lanza al suelo. La hija la miraba con ojos tan desorbitados que Lex se sintió avergonzada.

- Perdona cariño – se disculpó con su hija, la dio un beso y la tomó en brazos. Entonces agarró la mano de su hijo y miró a Scar – Está bien. Voy a dejar a los niños en casa de tu madre (¿no era eso lo que querías?) para que puedan dormir, pero después vendré aquí y más os vale a los dos… ¡sí, a los dos! No me mires así, señor Acechador porque tú también has ayudado a montar este pifostio... Y más os vale a los dos haberlo arreglado para cuando vuelva o entonces os las veréis conmigo. ¡Vamos niños!

Dicho esto, abandonó la estancia – Scar vio cómo su hija, compadeciéndose de él, le decía adiós con la mano - escucharon sus pasos acelerados por la escalera y entonces un portazo.


Se quedaron en silencio durante unos instantes, visiblemente incómodos. Entonces Scar se levantó pesadamente y se rascó la cabeza, pensativo. El Acechador estaba tan aturdido como él. Se miraron.

- En fin – dijo Scar– Será mejor que nos pongamos manos a la obra ¿no?

El Acechador se encogió de hombros y asintió.


De modo que barrieron, repararon los muebles que pudieron y los que no, apilaron los trozos y los tiraron a la basura. Scar se hizo con pintura del cobertizo y otras herramientas y materiales mientras el Acechador terminaba de barrer el cuarto del crío y luego se pusieron a reparar el agujero de la pared… todo ello arduas tareas de lo más indignas para unos guerreros como eran ellos.

Scar suspiró y su compañero, viendo que se había detenido, hizo lo mismo.

- Mira que la quiero, pero cuando se enfada puede ser terrible – comentó. Hizo una pausa - ¿Tan malo es que le regale unos cráneos para demostrarle mi afecto? A todas las chicas Yaut’ja que conozco les pirran.

El Acechador meneó la cabeza, dándole a entender que para él su regalo era más que apropiado. Alzó las garras y dijo algo incomprensible. Su voz parecía ondular de forma extraña.

- Eso es colega, ni con ellas ni sin ellas. Estoy de acuerdo – concedió Scar. Entonces echó una ojeada y se inclinó hacia el Acechador, que le imitó. Cuando volvió a hablar, lo hizo en tono confidente apenas susurrando – Eh, creo que nos hemos ganado un descanso. ¿Te hace una c’ntlip? Invito yo.

Antes de que el Acechador pudiera aceptar de lo más satisfecho…

- ¡DE ESO NADA! – gritó Alexa desde el aseo, pues se había preparado un relajante baño con sales aromáticas - ¡HASTA QUE NO ACABÉIS NO HAY CERVEZA QUE VALGA!

Scar soltó un juramento y el Acechador agachó la cabeza. Resignados, volvieron al trabajo… 


Definitivamente había sido un día de locos.


 


FIN




* Kiande Amedha - en lenguaje Yaut'ja, Xenomorfo.

** Abominación - Así es como los Yuat'ja parecen llamar al Predalien. 

*** Gkaun-yte - Saludo en lenguaje Yaut'ja.

**** N’jauka - Bienvenido.


1 comentario:

  1. Vaya, así que te engañé xD Bueno, ahora actualicé la foto de cabecera, de modo que ya se ve de qué puede ir xD ¿En serio no pillaste todo eso? Caray jaja A ver, como ya dije, es todo en tono de broma: teniendo en cuenta el tamaño que tienen los Predator por poco nos pueden partir por la mitad en esos términos, así que ojo xD

    Te volví a engañar con la escena del postre. Así es más interesante.

    Me alegro que al menos te haya hecho pasar un rato divertido ^^ muchas gracias por leer y también por comentar.

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