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[Warcraft] Thrall y los Frostwolves - Capítulo 12

 


El ataque había sido rápido y certero, pero la acción no había tenido lugar en el corazón del asentamiento si no en el cementerio. Los ogros no se contentaron con matar a varios lobos y a dos guerreros y herir a otros tantos que ahí se encontraban, sino que además profanaron el lugar.

Habían atacado a una de esas patrullas que vigilaban desde hacía semanas los límites del territorio Frostwolf, por aquél desagradable encontronazo en la montaña y que en ese momento habían estado escoltando en una ofrenda. Lo que los supervivientes contaron es que los ogros, al atacar, gritaron que debían pagar por lo que habían hecho a su hermano caído, por lo que con eso disiparon cualquier duda al respecto sobre la motivación de su ataque.

En cualquier caso, su emboscada había enfurecido a los miembros del clan y todos clamaban venganza. Drek’Thar, por su parte, había hecho lo posible por calmar los ánimos e intentar poner orden, ya que lo que más importancia tenía ahora era atender a los heridos y honrar a los caídos. Pero a él mismo le costaba controlarse; en la reunión con el Consejo de Mayores había optado por la prudencia y la vigilancia, pero esto ya traspasaba los límites de su paciencia. Aceptó su responsabilidad por el ataque, aunque en el fondo nadie le culpaba como tal. Ahora sí que dio su beneplácito para que los Frostwolves se prepararan para la batalla.

Tuvo lugar una reunión con el Consejo de Mayores, a la que también acudieron los guerreros más curtidos y Thrall. Algunos opinaban que debían bajar directamente al territorio Crushridge y atacarlos allí, pero otros discrepaban, entre ellos el joven orco. 

- Optaron por un ataque relámpago – indicó él – Seguramente se trate de un grupo reducido, aunque bien preparado, a juzgar por lo que comentaron los supervivientes, ya que ni tan siquiera los lobos detectaron su presencia. 

Ya se había discutido la razón por la que conseguían eludir el olfato de sus compañeros de cuatro patas y es que usaran algún tipo de repelente, como aceite de muérdago. Eso era algo que debían tener en cuenta también. 

- ¿Un ataque relámpago? – preguntó uno de los mayores - ¿Y eso qué significa?

- A veces la mejor defensa es un buen ataque, anciano – repuso Thrall – El relámpago es tan rápido que primero lo vemos y luego lo oímos; cuando queremos darnos cuenta de que está aquí ya se ha marchado dejando tras de sí su destrucción– se volvió hacia los guerreros – Ignoraba que los ogros fueran capaces de aplicar estrategias como estas.

- En su día, en Draenor, supusieron una rivalidad digna – le aclaró Drek’Thar – Aparte aprendieron mucho en las guerras. Muchos de los nuestros no estaban muy contentos con su presencia, pero corrían tiempos oscuros y cualquier alianza era poca para aumentar nuestras filas.  Pero no te dejes engañar, el único lenguaje que entienden esos seres es el de la destrucción y el caos. 

- Los humanos tendían a realizar ese tipo de escaramuzas – recordó uno de los veteranos que se llamaba Utrok – Aparecían sin ningún aviso, atacaban y se perdían en la foresta. Aunque intentáramos perseguirlos los perdíamos rápido.

- Porque conocían su región, al igual que nosotros conocemos la nuestra – dijo Thrall – Mucho mejor que los ogros, que viven más al sur. Seguramente hayan establecido algún campamento base en las inmediaciones, pero por mucho que se hayan esforzado esta parte de las montañas les son ajenas. Deberíamos aprovechar esa ventaja: sumado a su número inferior aumentan nuestras oportunidades de ganar.

- ¿Cómo sabes eso jovencito? – preguntó Garula.

- Porque si tanto quieren vengarse habrían atacado nuestro hogar abiertamente y, en lugar de ello, se limitaron a la patrulla y a destrozar nuestro cementerio. Su ataque ha sido una provocación: quieren que salgamos del valle, sacarnos de nuestro terrreno. Eso es porque intentan inclinar la balanza a su favor.

Todos intercambiaron una mirada entre sí, murmurando.

- ¿Insinúas que no debemos ir a buscarlos, cachorro? – farfulló uno de los ancianos, indignado - ¿Qué no debemos hacerles pagar por lo que han hecho?

- En absoluto, Abuelo. Simplemente digo que adentrarnos en su territorio sería contraproducente como ya se dijo en la otra reunión, pues no conocemos ni su número ni su disposición. Además, está a largas jornadas de marcha y apenas tenemos provisiones, por no hablar que nos acercaríamos demasiado a los humanos y eso afectaría a los planes que tenemos para la primavera – hizo una pausa – Estoy de acuerdo en localizar y erradicar a los ogros de forma contundente e inmediata, pero sólo a aquellos que se encuentran aquí, en las montañas.

- ¡Eso no servirá de nada! – protestó un guerrero – Los mataremos y vendrán más y mejor preparados.

- No si lo evitamos – repuso el joven en tono tranquilo.

- ¿Y cómo piensas hacer eso?

- Con una advertencia – adivinó Utrok, mirando con interés a Thrall, pues comenzaba a entender lo que se proponía.

Él asintió.

- Los golpearemos rápido y de forma contundente, quizá con alguna exhibición de poder que demuestre nuestra capacidad, pero debemos dejar supervivientes para que lleven un mensaje a su líder en el territorio de su clan. Un mensaje que nos asegure que no osarán esa segura contraofensiva – apretó un puño – Les diremos que si se atreven a poner de nuevo un solo pie en nuestro hogar se las verán no sólo con el clan Frostwolf, si no con la Horda al completo. Que los barreremos sin esfuerzo, como el viento arrastra las hojas en otoño, y que por tanto no quedará un solo Crushridge en pie al final de dicha jornada. Ese ogro atacó a uno de los nuestros a pesar de que era consciente que era un cachorro que no presentaba ningún tipo de amenaza para él; si hubiera sido a la inversa cualquiera de nosotros en otra circunstancia nos habríamos limitado a dejarlo estar… y si murió fue porque tuvimos que matarlo en defensa propia. Si su líder tiene un mínimo de inteligencia entenderá que aceptarlo es la opción más sensata: su número total puede ser más o menos mayor que el nuestro, pero no tendrán ninguna opción contra un conjunto de clanes orcos sumado al muy probable hostigamiento de los humanos por otro lado – expresó, recordando cosas que había leído y oído en Durnholde - No, no creo que sean tan estúpidos como para arriesgarse a tanto. Pero en el caso de que optaran por el sendero de la sangre, sangre es lo que encontrarán.

La mayoría de los presentes quedaron conformes con su discurso así que aprobaron que se siguiera el plan de Thrall.

- ¿Cuántos ogros participaron en la emboscada?

- No estamos seguros, pues lo que contaron los supervivientes era confuso. Dijeron que había alrededor de una decena o menos, encabezados por un ogro de armadura que decía llamarse Mok’nal, un lugarteniente de Mug’thol*. Tampoco podemos saber si hay más, pero es muy seguro que así sea; ti tienen un lugar donde descansar debemos considerar que lo vigilarán. 

- Será suficiente con un destacamento de nuestros mejores guerreros – opinó Garula – Los ogros son superiores en tamaño y fuerza, pero los orcos somos más listos, contamos con la inestimable ayuda de nuestros lobos – para este momento miraba a Thrall – Y de un joven chamán. Los elementos pueden ser cruciales para demostrar ese poder superior que indicaba el joven Thrall, siempre y cuando estén dispuestos a ayudarnos – agregó mirando a Drek’Thar.

- Es algo que ya había pensado – apuntó éste - Pero no podemos hablar en su nombre ni contar con su ayuda, ya que sólo nos la presentarán si así lo consideran oportuno.

Se hizo un solemne silencio ya que todo parecía decidido. Entonces uno de los guerreros preguntó algo clave.

- ¿Dónde los buscamos? Lo único que sabemos es que tras su ataque huyeron en dirección este, pero cuando quisimos rastrarlos no pudimos conseguirlo. Y si nuestros lobos son incapaces de dar con ellos…

Esta vez fue Drek’Thar quien habló.

- Eso déjanoslo a nosotros – indicó, refiriéndose a él y a Thrall.

Éste le miró extrañado.

- ¿Cómo se supone que haremos algo así? – susurró a su maestro.

- Un chamán es capaz de eso y mucho más – fue su enigmática respuesta.


El ritual que debían hacer era simple, pero llevaría un tiempo. Para empezar Drek’Thar y Thrall se retiraron a una de las cuevas más pequeñas, adyacente al hogar del anciano y que éste usaba para sus meditaciones. La entrada estaba cubierta por una piel gruesa de oso y nadie salvo el chamán tenía permitido el acceso. Allí añadieron al fuego incienso sagaz hecho a base de saxifraga que sumió a la estancia en una atmósfera fragante que embotaba los sentidos. A continuación el chamán dejó agua calentándose próxima a la fogata, con unas hierbas tranquilizantes a mano que serían útiles para después del trance, según dijo.

- Como ya te expliqué los chamanes son también videntes y eso implica varias cosas– le expuso Drek’Thar, sentado sobre una cálida piel con las piernas cruzadas. Ahí adentro hacía bastante calor por lo que habían dejado sus torsos desnudos. Ninguno de sus lobos estaban presentes, si bien Wise-Ear llevaba misteriosamente desaparecido desde hacía ya varios días – Aparte de interpretar los sueños y tener premoniciones también podemos concentrarnos gracias a la meditación y enfocar nuestra consciencia lejos de nuestro cuerpo, bien sea hacia una localización o hacia un individuo en concreto.  

 Thrall no cabía en sí de asombro, ya que ató cabos.

- ¿Quieres decir que aquí sentados seremos capaces de ver a los ogros?

- Así es, aunque para ello precisaremos de ciertas ayudas – dijo el anciano y mostró algo envuelto en un trozo de cuero. 

Cuando lo vio Thrall lo identificó al momento.

- Es el cuerno que le extraje al ogro y le entregué a Ifta – observó.

- Así es. Nos ayudará a llevar a cabo este rito; será nuestro medio para vincularnos a los ogros – dicho esto le ofreció un cuenco de una bebida caliente – Toma. Debes beber esto. 

Thrall arrugó la nariz ante el olor fuerte de la bebida y se preguntó que sería. Como si el anciano le adivinara el pensamiento, se le adelantó.

- Es una infusión hecha a base de loto cárdeno y marregal, con un poco de Hálito de Visión. Sumada al incienso nos facilitará el trabajo. Bébetelo todo.

El aprendiz obedeció y entonces, siguiendo las instrucciones de su maestro, adoptó una postura cómoda y laxa, como siempre que hacía cuando meditaba. Dejó la mente en blanco y realizó largas y lentas inspiraciones. Esta operación hizo que Thrall se fuera sintiendo cada vez más y más relajado, casi somnoliento.

Llegado a cierto punto Drek’Thar con voz sosegada pero firme, le pidió que abriera los ojos y mirara fijamente el cuerno del ogro. Debía estudiar su forma, sus líneas, cada ínfimo detalle. Thrall percibió un cambio en los colores, algunos sobresalían sobre otros y el cuerno resaltaba en la cueva como un faro en un mar de niebla mientras que el fuego danzaba ante él de forma hipnótica: se preguntó si esto era efecto de la poción que había tomado. A continuación, le pidió cerrar los ojos, concentrándose hasta que lo vislumbrara en su mente. La voz de su maestro le llegaba profunda y ronca, reverberando en la caverna con un extraño tono casi sobrenatural. Thrall se sentía perezoso y adormilado, pero se esforzó en obedecer. Por último, Drek’Thar le pidió que pensara en el ogro dueño de aquel cuerno y en el lugar donde lo había matado, cosa que él hizo… y, por último, le pidió que abriera los ojos.


Thrall parpadeó. Se encontraba al borde de un acantilado al atardecer; el sol ya había desaparecido en el horizonte montañoso, pero aún podían verse sus últimos destellos anaranjados en el firmamento. Sin embargo, el orco percibió que había algo extraño en el ambiente, y no sabía decir el qué. Finalmente se percató de la oscuridad que se extendía por encima de su cabeza, un espacio vacío y sin estrellas. Necesitó unos segundos para darse cuenta que era imposible encontrarse en el exterior porque hacía apenas un instante estaba en la cueva con Drek’Thar. Se sentía extrañamente ligero y etéreo, así que miró hacia abajo instintivamente y se percató de que era una figura fantasmal, sus pies flotando sobre el suelo. 

Maravillado y asombrado a partes iguales no pudo evitar que se le escapara una risotada y se miró las manos y los brazos, dándose cuenta de que eran translúcidos.

- Bienvenido al plano astral, Thrall – dijo una voz a sus espaldas con una leve reverberación.

Se volvió para encontrarse con Drek’Thar aunque se le veía ligeramente distinto. No parecía renqueante ni tan débil, e igualmente levitaba en el aire. Sus ojos además tenían bien definidos sus iris castaños y sus pupilas, lo que sugería que su versión astral no era ciega.

- ¿El plano astral? – preguntó y su voz ronca sonó igualmente con eco - ¿Y eso qué es?

- Puedes considerarlo como un lugar de tránsito entre nuestro mundo y el espiritual – explicó el anciano – Se pueden llegar de diferentes maneras; nosotros lo hemos hecho mediante la meditación y la proyección. Estamos aquí… y a la vez no lo estamos.

- ¿Qué quieres decir?

- Date la vuelta – se limitó a decir el anciano.

Thrall así lo hizo y para su sorpresa se vio, a través de alguna especie de desgarro en el tejido de dicha realidad, ahí sentado en aquella cueva, en compañía de su maestro. Ambos seguían exactamente en la misma postura relajada, con los brazos extendidos sobre las piernas y los ojos cerrados. Parecían dormir.

La visión le provocó una extraña sensación de desdoblamiento y por un momento se sintió totalmente aturdido. Era una sensación extraña verse a uno mismo como si fuera un tercero.

- Nuestros cuerpos permanecen en el plano físico, pero no así nuestros espíritus. ¿Ves eso? – señaló el anciano. Thrall no lo percibió en un primer momento, pero entonces se percató del haz blancuzco que iba desde su yo físico a su yo espiritual – Es el hilo que nos une a nuestra realidad, a nuestro cuerpo físico. Gracias a él podemos encontrar el camino de regreso.

- Lo veo, sí.

- Nuestros cuerpos son meros recipientes para nuestros espíritus, de ahí que nos sintamos atraídos hacia ellos, aunque la sensación es tan leve que no lo percibimos – explicó el anciano - En este plano no podemos sufrir daño, pero eso no quita que estemos expuestos a otro tipo de riesgos. Si nuestro cuerpo es herido lo sentiremos y si muere… nos quedaríamos aquí atrapados. De modo que sólo conviene hacer esto en un lugar totalmente seguro.

- ¿Y si fuera al revés? Que nos quedáramos aquí atrapados pero nuestros cuerpos estuvieran bien ¿qué pasaría entonces?

- Quedará tal y como lo ves. Muerte en vida… el coma.

Thrall se tensó. No era una perspectiva en absoluto atractiva, pero confiaba en su mentor. Si permanecía con él y atendía a todo lo que decía estaba seguro que eso jamás sucedería.

- Tampoco conviene que pasemos aquí más tiempo del suficiente o de lo contrario nos costará reencontrar el fino hilo que nos conecta con nuestros cuerpos físicos. Por otro lado, caminar por el plano astral también tiene sus riesgos a nivel espiritual.

- ¿Qué quieres decir?

- Este lugar es una zona de paso para algunos y lugar permanente para otros, así que no estamos solos; aunque no puedas verlos hay otros espíritus ahí – señaló hacia la oscuridad insondable – Permanecer mucho tiempo aquí afecta a la esencia del alma, la corrompe y la deforma de formas inimaginables. Un destino funesto a evitar; aléjate de dichas presencias pues son peligrosas.

A pesar de que era incorpóreo Thrall sintió un nuevo escalofrío recorriéndole la columna vertebral.

- ¿Cómo luchamos contra esos seres? ¿Qué es lo que quieren?

Drek’Thar le miró con seriedad.

- Sólo pueden querer dos cosas, dependiendo de qué tan retorcidas estén sus almas… pero ninguna de sus intenciones son buenas. O quieren robarte tu cuerpo o quieren devorarte. En cuanto a luchar, es algo inútil. Sólo puedes huir de ellos – hizo una pausa - Y ahora sígueme, en silencio… como digo, no queremos despertar a esas otras fuerzas que moran aquí.

Su espíritu flotó hasta aproximarse aún más al acantilado y Thrall lo siguió. Ya se había percatado que se encontraban en el mismo lugar que Palkar fue atacado. Sin embargo, el cadáver del ogro no se veía por ningún sitio, aunque aún había nieve teñida de negro por su sangre. Había marcas de arrastre y un montón de huellas que habían derretido parte de la nieve circundante.

- Aquí – dijo Drek’Thar y posó una mano sobre las huellas de pies desnudos, mucho más grandes que las de los orcos – Ven, joven Thrall y haz lo mismo que yo hago. Piensa en los ogros, concéntrate…

Él obedeció y pareció que el paisaje cambiara en apenas un parpadeo, en otro lugar de las Alterac. Esto desubicó un poco al orco menor pero el anciano ya tenía su atención fija en un lugar que estaba por debajo de ellos. Allí podía verse un claro en medio de la foresta, pero según lo percibió Thrall supo que algo andaba mal. La carencia de árboles era artificial; no había nieve y el suelo parecía ennegrecido y lleno de todo tipo de restos. Basura.

- Están cerca – dijo Drek’Thar a su lado – Sigue concentrándote… siéntelos.

Pero Thrall estaba empezando a notar un pronunciado cansancio por lo que debía esforzarse mucho por hacer lo que el anciano le pedía. Sentía algo extraño, como si una fuerza invisible tirase de él en una dirección opuesta a la que quería seguir; luchar contra su influencia era agotador. Sin embargo, se obligó a resistir. 

Sus esfuerzos se vieron recompensados: esqueletos de cabras, ciervos y otras criaturas mayores en los alrededores de la entrada a una cueva, un estandarte con la forma de una mano ensangrentada con una podrida cabeza astada de un yeti clavada en una pica cercana, un ogro centinela en la entrada… estaba claro que habían dado con la guarida, pero necesitaban algún detalle más para saber su localización exacta. ¿Pero cómo?

- No dependas siempre de tu loba – dijo la voz de Palkar, resonando en su mente con un gran eco - Cuando quieras recordar un lugar busca una referencia y, si no la hay, créala tú. 

Era un truco que el chico le había enseñado para orientarse por el bosque cuando salía a recolectar plantas, a cazar o simplemente a pasear.

Así que se obligó a mirar en otra dirección: el sendero, más bosque, tocones de árboles talados, pilas de inmundicias… Thrall ascendió la vista y entonces vio algo que podía servir… pero justo en ese momento la visión comenzó a oscurecerse a la par que notaba una extraña sacudida.

- ¿Thrall?  – escuchó la voz de Drek’Thar, lejana y algo distorsionada, como si estuviera escuchándola debajo del agua - ¡Thrall! ¡Debes despertar! ¡Mírate! ¡Mírate y regresa!

Necesitó unos segundos para entender lo que el anciano le decía. Aquella fuerza que tiraba de él se había intensificado, pero Thrall luchó, oponiéndose con todas sus fuerzas. No sabía qué estaba sucediendo, no podía ver nada, pero comprendía que no debía dejarse arrastrar pues no podría volver con su cuerpo físico nunca más. Como si se moviera con grandes pesos colgados en sus brazos giró lenta y perezosamente; a pesar de que lo estaba pasando mal su cuerpo se veía tranquilo y sereno, en la cueva de Drek’Thar, aunque gruesos goterones de sudor le perlaban el rostro y el torso.

- ¡Resiste Thrall! ¡Regresa! 

Algo sucedió. Hubo un destello y la fuerza que parecía tirar de él se aflojó por lo que Thrall tuvo más libertad de movimientos. Se vio más y más cerca de sí mismo, pero sentía que en cualquier momento aquella entidad volvería a sujetarle y esta vez no le dejaría escapar. Estaba demasiado lejos aún, pero… saltó con todas sus fuerzas…


Se despertó bruscamente, dando un respingo, sin ninguna noción sobre su entorno. Cayó de espaldas, golpeándose la parte trasera de la cabeza con el suelo. El corazón le latía fuertemente en el pecho, se sentía desorientado y con mucho frío. Unas manos nudosas pero fuertes le aferraron por los hombros.

- ¡Thrall! – era Drek’Thar. Su tono de voz era tranquilo pero firme - ¡Thrall! ¿Estás bien? Mírame…

El joven orco obedeció y contemplar el rostro serio de su mentor le tranquilizó más de lo que hubiera creído. Despacio se recompuso y volvió a su postura anterior.

- ¿Qué ha sido eso? – preguntó con voz ronca. Se sentía exhausto.

- Como ya te dije el plano astral no es un lugar vacío, si no que sirve de paso y residencia para otras entidades – suspiró y su tono de voz ahora sonaba más calmado – Seguramente nuestra presencia atrajo a una o algunas de ellas. Debieron de percibir tu esfuerzo y por eso te atacaron. Por suerte conseguí contenerlas para que te diera el tiempo justo a salir.

- Pero ¿no dijiste que no se podía luchar contra ellas?

- Si te hubiera dicho lo contrario habrías plantado cara y eso podría haber significado tu final. No estás preparado para algo así… no todavía.

Thrall jadeó, meneando la cabeza. 

- Pero ¿qué son esas otras entidades?

- Ya te lo dije. Son espíritus de todo tipo, Thrall. Algunos son pacíficos, pero otros… sencillamente no creen que debieran estar allí. Están enfadados, perturbados… y a veces hambrientos. Debes tener cuidado porque intentarán cortar el hilo invisible para asegurarse que no puedas regresar. Y una vez hecho esto, sólo tienen que seguirlo para encontrar un recipiente donde habitar… o quizá decidan devorar tu alma. En cualquier caso, no es algo que desees que se suceda.

Thrall intentó controlar los temblores que le sacudían por completo; se sentía débil. Sudaba profusamente pero su piel seguía fría. Drek’Thar le arrojó una piel por encima, tomó el agua hirviendo y le echó unas hierbas, volcando el contenido en un cuenco que le ofreció a su pupilo. El joven orco lo tomó con las manos y dio las gracias cuando el líquido caliente le bajó por la garganta. 

- La primera vez puede ser extenuante; aunque no lo creas, han pasado varias horas desde que comenzamos– dijo el chamán mayor – Pronto pasará.

Thrall se tomó un momento para recuperarse. Cuando ya no temblaba preguntó:

- ¿Pudiste ver la guarida de los ogros?

- Sí, la vi aunque poco, pues percibí tu apuro y me dispuse a rastrear el origen de tu conmoción. ¿Qué puedes decirme sobre el cubil?

- Vi una cabeza de Yeti clavada en una pica. ¿Quiere eso decir que los yetis vivían allí y que los ogros los mataron y ocuparon su caverna? 

- He pensado lo mismo – asintió su maestro – Un detalle que puede sernos útil…

- Y se veían dos picos – continuó el joven – Dos picos gemelos, diría que en dirección este. 

Drek’Thar le prestó atención.

- Cuéntame más…


Gracias a los esfuerzos de ambos chamanes los Frostwolves estaban seguros de la localización de la cueva. Se eligió a los mejores guerreros y cazadores del clan para llevar a cabo la incursión y, a la cabeza del grupo, iría Thrall. Así lo habían decidido el Consejo de Ancianos; aunque el orco estaba sorprendido, se sintió halagado por su confianza, jurándose que estaría a la altura de la situación. Los guerreros más mayores del clan que participarían en la incursión no pusieron ninguna objeción.

Antes de partir, con la primera luz del alba, se situó en el centro del asentamiento. Se volvió hacia aquellos Frostwolves que lo seguirían y que, expectantes, aguardaban junto con sus lobos a sus palabras de arenga. Entre ellos estaban sus amigos Uthul, Ifta, Roggar e Igrim. Rekkar, de mal humor, permanecía entre los que se quedarían pues aún no había pasado su Om’riggor. Los rostros en general eran serios y expectantes, ningún sonido se alzaba en ese momento, ni natural ni artificial.

Thrall tomó aire antes de empezar. A su lado, como siempre, permanecía Snowsong como una pálida sombra silenciosa.

- Los ogros han roto la tregua silenciosa que permitía que coexistiéramos en paz y armonía en estas montañas – dijo, en voz alta – No nos importa si fue por un malentendido, no nos importa que sea por clamar venganza. En lugar de optar por un parlamento para pedir explicaciones por lo sucedido decidieron tomar las armas y atacar de forma cobarde nuestro hogar, profanando terreno sagrado para nosotros y derramando la sangre de nuestros hermanos– una pausa – Y esto es inadmisible. No vamos a permitirles que ataquen con tal impunidad lo que tanto nos ha costado construir. No vamos a dejar que destruyan nuestro hogar. ¡Les enseñaremos que los Frostwolves no se dejan pisotear ni doblegar por nada ni nadie! ¡Vengaremos la muerte de nuestros hermanos y hermanas! – vio rostros furiosos, rostros que asentían. Alzó su hacha - ¡Hoy les daremos una lección! Les enseñaremos que nadie osa dañar aquello que es nuestro y aquello que amamos. ¡Les recordaremos que este es nuestro sitio y nuestro hogar! 

Y al decir aquello dio un poderoso grito de batalla. Fue secundado por el resto del clan, tanto los que participarían en la misión como los que se quedarían; los lobos aullaron. La montaña entera tembló y reverberó con semejante coro de voces que anticipaban lo que estaba por llegar.



* En el WoW Mug’thol es el líder del clan de los Crushridge, teniendo tres lugartenientes: Targ, Muckrake y Glommus, los cuales pueden ser asesinados por el jugador en el juego. Mok’nal no existe y es invención mía.


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