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[Warcraft] Thrall y los Frostwolves - Capítulo 8

 


Cuando el ogro cargó contra ella, pura fuerza bruta, Ifta se apartó a un lado y descargó una estocada con el hacha, que el ogro paró interponiendo la suya propia. Intercambiaron varios golpes más y en uno de ellos consiguió desarmarla de lo fuerte que golpeó. Así que Ifta desenvainó su cuchillo de caza; la piel de los ogros era increíblemente gruesa por lo que no sería especialmente efectivo en una lucha de tal envergadura, aunque era de grandes proporciones. El ogro le sacaba unas cuantas cabezas y era mucho más fuerte que ella, pero más lento y estúpido. Por esa dificultad matar a uno implicaba un ascenso en el rango del clan.

Aun así, la gloria era lo último en lo que pensaba Ifta, pues ahora mismo sus aspiraciones quedaban reducidas a algo simple: proteger a Palkar. Miró de reojo su hacha y comprendió que quedaba demasiado lejos como para alcanzarla a tiempo. Por otro lado, estaba el acantilado; fue entonces cuando tuvo una idea.

Rugió para atraer aún más la atención del ogro. Como si Sharpfang pudiera leerle el pensamiento el lobo se colocó en la retaguardia de la criatura y usó sus mandíbulas para acosarle y obligarle a avanzar en esa dirección.

En un principio el ogro mordió el anzuelo porque retrocedió hacia unas rocas al verse acosado por dos frentes a la vez, pero en cuanto se vio acorralado se revolvió con inusitada furia. Ifta y Sharpfang lo atacaron a la vez, pero el ogro giró sobre sí mismo usando como punto de gravedad el hacha que portaba en las manos, blandiéndola casi como una porra. Los ojos de Ifta se agrandaron por la sorpresa y no pudo hacer nada por evitar el codo que se hundió directamente en su mandíbula: el cuchillo saltó de sus manos. Aprovechando el movimiento el ogro barrió al lobo, que rebotó soltando un gañido.

Acto seguido se volvió y vio a la joven orco retorcerse en el suelo, de modo que se dispuso a dar el golpe de gracia. Ifta rodó a un lado justo a tiempo para evitar que el hacha le seccionara la cabeza, pero el filo le alcanzó de refilón en el brazo derecho, arrancándola un aullido de dolor y furia: sangre de un color rojo oscuro, casi negro, salpicó la nieve cercana.

El ogro, no contento con el resultado, se propuso golpear de nuevo.

- ¡GRAAAAAAH!

Con un grito de batalla Palkar surgió en lo alto de las rocas y saltó a la espalda del ogro hundiéndole el cuchillo de caza de Ifta una y otra vez. El ser soltó un alarido de furia y dolor. Alargó una mano, aferró al chico y se limitó a lanzarlo por el precipicio.

- ¡NOOO! – aulló Ifta, alargando una mano hacia su dirección con sangre manando por la boca, ya que se había mordido cuando encajó el codazo.

- ¡IFTA! – llamó entonces el pequeño con la voz teñida de pánico - ¡AYUDA!

¡Estaba vivo! ¡De alguna manera no había caído al vacío! Con fuerzas renovadas la hembra apoyó las manos en el suelo y obligó a sus músculos a levantarla. De nuevo el ogro la encaró, pero Sharpfang reapareció y le mordió en una de sus piernas. El ser se volteó con violencia, lanzando un mandoble con el hacha que el lobo esquivó para volver a contraatacar, intentando por todos los medios alejarle de Ifta. Gracias a eso toda la atención del ogro se enfocaba en el animal por lo que éste le dio a su compañera un tiempo valioso.

Una parte de Ifta temía por su lobo, pero otra sólo tenía ojos para el acantilado. Pudo ver uno manos verdes asiéndose al filo. Trastabillando y con el corazón en un puño se abalanzó sobre ellas en el momento en que se soltaban…

Una mano fuerte y verde aferró al cachorro por una muñeca. Palkar se aferró con ambas manos a su fuerte brazo, colgando del risco con un vacío insondable por Cuando el ogro cargó contra ella, pura fuerza bruta, Ifta se apartó a un lado y descargó una estocada con el hacha, que el ogro paró interponiendo la suya propia. Intercambiaron varios golpes más y en uno de ellos consiguió desarmarla de lo fuerte que la atizó. Así que Ifta desenvainó su cuchillo de caza; la piel de los ogros era increíblemente gruesa por lo que no sería especialmente efectivo en una lucha de tal envergadura, aunque era de grandes proporciones. A pesar de que el ogro era más lento y estúpido le sacaba unas cuantas cabezas y era mucho más fuerte que ella. Por eso matar a uno implicaba un ascenso en el rango del clan.

Aun así, la gloria era lo último en lo que pensaba Ifta, pues ahora mismo sus aspiraciones quedaban reducidas a algo simple: proteger a Palkar. Miró de reojo su hacha y comprendió que quedaba demasiado lejos como para alcanzarla a tiempo. Por otro lado, estaba el acantilado; fue entonces cuando tuvo una idea.

Rugió para atraer aún más la atención del ogro. Como si Sharpfang pudiera leerle el pensamiento el lobo se colocó en la retaguardia de la criatura y usó sus mandíbulas para acosarle y obligarle a avanzar en esa dirección.

En un principio el ogro mordió el anzuelo porque retrocedió hacia unas rocas al verse acosado por dos frentes a la vez, pero en cuanto se vio acorralado se revolvió con inusitada furia. Ifta y Sharpfang lo atacaron a la vez, pero el ogro giró sobre sí mismo usando como punto de gravedad el hacha que portaba en las manos, blandiéndola casi como una porra. Los ojos de Ifta se agrandaron por la sorpresa y no pudo hacer nada por evitar el codo que se hundió directamente en su mandíbula: el cuchillo saltó de sus manos. Aprovechando el movimiento el ogro barrió al lobo, que rebotó soltando un gañido.

Acto seguido se volvió y vio a la joven orco retorcerse en el suelo, de modo que se dispuso a dar el golpe de gracia. Ifta rodó a un lado justo a tiempo para evitar que el hacha le seccionara la cabeza, pero el filo le alcanzó de refilón en el brazo derecho, arrancándola un aullido de dolor y furia: sangre de un color rojo oscuro, casi negro, salpicó la nieve cercana.

El ogro, no contento con el resultado, se propuso golpear de nuevo.

- ¡GRAAAAAAH! 

Con un grito de batalla Palkar surgió en lo alto de las rocas y saltó a la espalda del ogro hundiéndole el cuchillo de caza de Ifta una y otra vez. El ser soltó un alarido de furia y dolor. Alargó una mano, aferró al chico y se limitó a lanzarlo por el precipicio.

- ¡NOOO! – aulló Ifta, alargando una mano hacia su dirección con sangre manando por la boca, ya que se había mordido cuando encajó el codazo. 

- ¡IFTA! – llamó entonces el pequeño con la voz teñida de pánico - ¡AYUDA!

¡Estaba vivo! ¡De alguna manera no había caído al vacío! Con fuerzas renovadas la hembra apoyó las manos en el suelo y obligó a sus músculos a levantarla. De nuevo el ogro la encaró, pero Sharpfang reapareció y le mordió en una de sus piernas. El ser se volteó con violencia, lanzando un mandoble con el hacha que el lobo esquivó para volver a contraatacar, intentando por todos los medios alejarle de Ifta. Gracias a eso toda la atención del ogro se enfocaba en el animal por lo que éste le dio a su compañera un tiempo valioso.

Una parte de Ifta temía por su lobo, pero otra sólo tenía ojos para el acantilado. Pudo ver uno manos verdes asiéndose al filo. Trastabillando y con el corazón en un puño se abalanzó sobre ellas en el momento en que se soltaban… 


Una mano fuerte y verde agarró al cachorro por una muñeca. Palkar se aferró con ambas manos a su fuerte brazo, colgando del risco con un vacío insondable por debajo. De fondo se podía escuchar que la lucha encarnizada entre Sharpfang y el ogro continuaba.

- ¡IFTAA! – llamó, aún con el susto en el cuerpo de que había estado a punto de caer.

- ¡AGUANTA! – bufó ella por el esfuerzo: por las prisas y la dirección había ido a echarle su brazo herido. La sangre le goteaba por toda su extensión, dejando un hilillo negruzco a su paso. Por suerte no goteaba en sus palmas so pena de provocar que el niño se le resbalase… por ahora. 

- ¡NO ME SUELTES! – rogó él con los ojos castaños fuera de las órbitas.

- No… no lo haré – aseguró ella, pero sentía que el brazo le iba a estallar. 

Por culpa de la herida era incapaz de alzarlo en vilo y salvarlo. Debería usar la otra mano. El problema era que se sentía incapaz de liberarla del borde de la roca porque temía que si sentía más peso en el brazo herido el dolor provocaría que soltara a Palkar. Pero si no intentaba esto sin duda terminaría perdiéndolo… agobiada, se dio cuenta de que había llegado a una especie de punto muerto. Debía pensar una alternativa y rápido…

Un aullido de dolor proveniente de su lobo se clavó como un dardo helado en el corazón de Ifta pero no podía hacer nada por ayudar a su compañero sin condenar a Palkar. Intentó ladear la cabeza para ver qué le aguardaba, pero no pudo ver nada. Sólo sabía que si él había caído significaba que ése sería su fin. 

Unos pisotones inequívocos hicieron retumbar el suelo bajo ella y entonces tuvo la total certeza de lo que había ocurrido. Miró a Palkar.

- Con la cabeza alta – le dijo, apretando los dientes, anticipándose a sentir el hacha del ogro clavándose en mitad de su columna vertebral. 

Pero entonces…

- LOK’TAR!

El grito de batalla elevado por Thrall le dio alas a su esperanza. Por el rabillo del ojo vio al orco recién llegado encarar al ogro junto con su loba. ¡Tenían una oportunidad!

- ¡AHH, IFTA! – gritó Palkar captando su atención – ¡Me… estoy… resbalando! 

Finalmente, la sangre había chorreado hasta su unión y el sudor que emanaba de su mano no ayudaba a tener un buen agarre. Ifta resopló volcando toda su atención en él mientras que a sus espaldas parecía tener lugar una violenta pelea a juzgar por los sonidos que se escuchaban.

- No… puedo alzarte… mi brazo – jadeó - Intenta… agarrarte… con la… otra mano… allí – gesticuló con la cabeza hacia un pequeño hueco en la cornisa adyacente a donde colgaba Palkar.

- No… no sé si podré – comenzó él en tono dudoso – Tendré que balancearme…

- Rápido ¡no hay otra opción!

El chico asintió y comenzó a moverse; su balanceo le provocó más punzadas de dolor. Ifta apretó los dientes e intentó evitar los temblores que sacudían su brazo extendido, apretándose tanto como pudo a la dura piedra; no notaba el frío de la nieve de su alrededor, sólo un sabor metálico en la boca y el brazo palpitándole de dolor.

Palkar jadeó cuando su mano agarró el pequeño hueco, pero justo cuando creía tenerlo perdió agarre y gritó, pensando que se precipitaba al vacío, llevando con rapidez su mano de regreso al brazo de su amiga. Ésta gruñó; goterones de sudor le resbalaban por todo el rostro y perlaban sus brazos, aparte de la espesa sangre.

- ¡Lo-lo siento! – se disculpó Palkar, consciente de que la lastimaba.

- N-no importa… tú… tú aguanta...

En ese momento se escuchó una especie de chasquido y un gruñido gorgoteante e Ifta juró que el suelo se había sacudido más que nunca. Tampoco se escuchaba ningún sonido de trifulca a sus espaldas. ¿Significaba eso que todo había terminado? Al momento apareció de la nada una gran mano verde que asió su brazo herido a la par que un brazo poderoso rodeaba su espalda. El tacto de aquella mano era muy áspero, producto de mucho trabajo manual con el paso de los años, pero ella lo encontró reconfortante. Aquel cuerpo que estaba sobre ella despedía mucho calor. El corazón de Ifta se aceleró. Era Thrall.

El orco no pronunció palabra alguna pero sus ojos azules volaron en dirección al jovencito que aguantaba suspendido justo debajo, evaluando la situación con total celeridad y tomando enseguida una decisión: sin un ápice de vacilación se descolgó hasta el saliente de más abajo, aquél donde Palkar había sido incapaz de llegar con sus pies en un primer lugar. Alzó sus brazos, asiendo al chico por sus caderas.

- ¡Te tengo! – le dijo y lo alzó con suma facilidad.

Eso permitió que el chiquillo se aferrara con manos temblorosas al borde del abismo y trepara de vuelta a suelo firme. La liberación de su peso arrancó un suspiro de alivio a Ifta que jadeó levantando piedrecitas y polvo del filo del acantilado con su aliento.

Pero cuando Thrall se dispuso a trepar detrás de Palkar la piedra donde apoyaba la punta de su bota cedió debajo de él. Al notar que perdía pie sacudió los brazos y tuvo el tiempo justo de asirse con sus manos desnudas a la pared mientras que con un pie tanteaba buscando otra parte de aquella cornisa que le había servido antes de apoyo.

Viendo su apuro Ifta y Palkar se apresuraron a prestarle su ayuda y gracias a ellos Thrall consiguió subir de nuevo. Tras el esfuerzo se dejaron caer sobre la nieve, exhaustos, tomándose unos instantes para recuperar el aliento y reponerse a la terrible experiencia.


Al cabo de un instante Ifta buscó con la mirada a Sharpfang y sintió un gran alivio cuando vio a su fiel compañero de una pieza lamiéndose los hocicos con Snowsong. Cerca de ellos yacía el cadáver del ogro, con la cara vuelta hacia ellos contorsionada en un horrible rictus. Podía verse sobresaliendo de su cabeza el mango del hacha de cortar leña de Thrall, hundida en su cráneo fracturado. Más allá pudo ver el canastro grande que el joven orco había portado y las trampas, abandonado todo en el suelo de manera precipitada.

- Gra… gracias – dijo Palkar mirándolos a ambos – Pensé… que no… lo contaba.

Thrall le miró y asintió.

- ¿Estáis bien? –preguntó no sin esfuerzo: intentaba alejar la sed de lucha que se había adueñado de él tras el enfrentamiento con el ogro.

Ifta, ya casi recuperada soltó un gruñido y encaró al niño, agarrándole de la indumentaria sin miramientos.

- ¿Se puede saber en qué estabas pensando? – le regañó - ¿Cuántas veces te he dicho que no es seguro que te alejes? – dicho esto manoseó al sobresaltado niño, buscando heridas. Aunque había dicho que estaba bien quería comprobarlo por sí misma.

- ¡Estoy bien! – protestó Palkar en un breve gesto de rebeldía, pero ella le aferró la cara por ambas manos y apoyó su frente sobre la de él. El cachorro no se apartó esta vez, sintiéndose reconfortado por el gesto de cariño: se lo devolvió.

Thrall observó la tierna escena, pero se percató de la sangre que seguía goteando en abundancia por el brazo de la joven.

- Estás herida.

Como si le hubiera escuchado Sharpfang trotó hasta ella y casi la derribó, comenzando a llenarle el rostro de lametones, con los cuartos traseros ligeramente encogidos y meneando la cola sin parar.

- Un rasguño – siseó ella y pasó el brazo sano alrededor del cuello de su amigo lobuno, abrazándolo con cariño y alivio pues cuando le oyó gemir pensó que había salido fatalmente malparado. Por suerte no parecía tener ninguna lesión grave, aunque más tarde Ifta vería cómo perdía uno de sus colmillos, pues quedaría flojo por un contundente puñetazo del ogro.

A su vez Palkar dio un respingo y se apresuró a sacar un pedazo de tela de su bolsa y unas hierbas medicinales que le ofreció a Ifta que, con un rápido gesto, consiguió que Sharpfang la dejara espacio. Ésta las agarró y se las metió en la boca, masticándolas con total naturalidad ante la atónita mirada de Thrall mientras Palkar limpiaba su herida vertiendo un poco de agua de su cantimplora. Si le dolía ella no lo demostró en ningún momento. Acto seguido escupió la pasta resultante sobre su mano y se la aplicó directamente sobre la herida con mano experta. Sólo entonces permitió que Palkar le vendara la herida.

- No hemos traído nada para suturar de modo que esto bastará por ahora – explicó el chico a Thrall.

Él asintió y entonces recibió un pequeño empellón en su hombro. Era Snowsong demandando caricias para celebrar que todos estaban bien. El orco se apresuró a complacerla.

- Si no fuera por ti ahora mismo estaríamos muertos –dijo Ifta y cuando la miró se encontró con sus ojos castaños – Estamos en deuda contigo.

- No es nada – repuso Thrall aún con la cabeza de Snowsong apoyada en su hombro– Vosotros habríais hecho lo mismo por mí. Somos como una manada de lobos: cuidamos los unos de los otros. Somos más fuertes unidos que separados.

Ella le miró unos momentos, con los ojos brillantes, como si estuviera conteniendo alguna emoción interna.

- Así es – dijo – Lo somos – la forma en que lo dijo hizo que Thrall se extrañara, pero ella no agregó nada más. Sus ojos castaños vagaron de nuevo hasta el cadáver del ogro, cuya sangre estaba tiñendo la nieve de alrededor de color negro. Los copos que caían se iban acumulando encima suyo.

- ¿Es normal encontrarlos por aquí? – preguntó el joven orco; nadie le había dicho que los hubiera. Pero entonces recordó algo que había olvidado- ¡La apuesta! – exclamó.

Ifta le miró enarcando una ceja. Él insistió.

- ¡La apuesta que hicimos, cuando nos retamos con el arco! ¿Recuerdas?

La joven esbozó una mueca de sorpresa, miró hacia el ogro y de nuevo a Thrall. Y entonces algo en su expresión cambió, algo que su amigo no supo descifrar. 

- Cierto, la apuesta. La había olvidado – murmuró, con el ceño fruncido. ¿Por qué ahora estaba tan seria?

- Iré a buscarlo – dijo Thrall, así que se puso en pie y fue hasta el cuerpo inerte. Tras estudiarlo un momento extrajo el hacha, la limpió en un trapo que llevaba al cinto y la colgó igualmente allí. Después extrajo su cuchillo de caza, lo clavó y comenzó a cortar.

Mientras trabajaba Ifta se aproximó en silencio, seguida de Palkar.

- Por cierto ¿cómo diste con nosotros? – preguntó al cabo - ¿No te perdiste?

- Sí, un poco – admitió Thrall sin despegar la vista de su trabajo - Como nevaba todas las huellas se habían borrado y, aunque me había fijado en las referencias como me recomendasteis, terminé perdiéndome. Pero gracias a que tenía a Snowsong pude encontrar el camino de vuelta para reunirme con vosotros… entonces escuché los gritos y me apresuré.

Fue toda una suerte, pensó, a pesar de que la nevada se había interrumpido poco antes de llegar a este lugar, el borrado de las huellas era irreversible.

Ifta miró entonces a Palkar.

- Nos rastreó – dijo. El chico, que ya estaba entendiendo, asintió. Los ojos de ella se posaron en el hacha de Thrall - Matar a un ogro armado con ese arma es todo un mérito.

- No tanto, Snowsong me ayudó – apuntó Thrall. Pero no pudo evitar sentir una gran satisfacción por su hazaña: se había quitado por fin aquella espinita clavada de cuando estuvo a punto de morir a manos de un ogro en la arena – Y vosotros le heristeis con el cuchillo de caza.

- Pero sólo tú lo abatiste así que ¿a qué esperas?

- ¿Qué?

- Báñate en su sangre – señaló Ifta, de brazos cruzados con Palkar y Sharpfang a su lado. Cuando Thrall les miró vio que le observaban con aire solemne.

- Om’riggor – expresó Palkar en voz alta.

- Om’riggor – repitió Ifta – Por mucho que nos enseñes, por muy hijo de Durotan que seas y por muy nobles que sean tus intenciones si quieres ganarte un arma de verdad  y que los Frostwolves te sigan sin dudar a un campo de batalla para liberar a nuestros hermanos y hermanas debes ser un adulto a sus ojos. Has acabado con un ogro armado tan sólo con un hacha de cortar leña salvando además a dos miembros del clan, Thrall – hizo una pausa para asegurarse que el peso de sus palabras caía sobre él – Puedes reclamarlo: báñate en su sangre y pinta tu piel con ella. Nosotros te indicaremos los símbolos a trazar. Hazlo y el clan te seguirá hasta el mismo infierno.


El sol comenzaba a ponerse en el horizonte. Drek’Thar lo sabía a pesar de ser ciego y su preocupación cada vez era mayor. Thrall, Palkar e Ifta ya deberían haber regresado de su salida hacía largo rato, pero no había ni rastro de ellos. No dudaba de sus capacidades, pero era extraño que un miembro del clan se aventurara por la noche en las montañas y menos en pleno invierno. No era prudente pues el clima era tan impredecible que lo hacía de lo más peligroso, incluso aunque fueras todo un experto y salieras muy preparado.

- Iré a buscarlos – afirmó entonces Uthul, quien también compartía la preocupación del anciano líder. Ya llevaba un rato planteándose seriamente el salir.

- Voy contigo – afirmó Roggar e hizo una señal a su lobo, Whitestorm, que se apresuró a su lado.

Pero apenas los jóvenes se pertrechaban unos murmullos agitados llegaron hasta los sensibles oídos del anciano chamán. Volvió el rostro en la dirección en la que provenían y la agitación fue en aumento a su alrededor.

- ¿Qué sucede? ¿Acaso han vuelto? – preguntó Uthul cerca de su posición.

Un soplo de aire gélido agitó los cabellos blancos de Drek’Thar y una voz suave y etérea susurró en su oído, informándole de las noticias. La sorpresa inicial se transformó en orgullo profundo cuando escuchó lo que el viento le tenía que decir.

- Sí – respondió, poniéndose del pie – Ya han regresado, sanos y salvos y con un anuncio importante.

Sin más echó a andar, dejando a Uthul y Roggar detrás de él intercambiando una mirada de desconcierto. Le siguieron.

Todos observaron a los tres jóvenes y a los dos lobos entrando en el terreno del hogar: aunque iban en silencio les bastó un simple vistazo para saber qué estaba pasando. Las miradas pasaron desde Palkar, el lazarillo del jefe chamán hacia la mejor rastreadora y curandera del clan, Ifta, que portaba algo que no mostraba en una de sus manos. Ambos se hicieron a un lado para permitir a Thrall, la última incorporación, encumbrarse en una gran roca que había en la zona central destinada para anunciantes.

Los murmullos se acallaron cuando Ifta alzó una mano en señal clara de que deseaba dirigirse al clan. Sus ojos se fijaron en Drek’Thar quien justo llegaba acompañado por Uthul y Roggar.

- Yo, Ifta del hogar de Garula, vengo a actuar en calidad de testigo en el Om’riggor de Thrall, hijo de Durotan – bramó entonces provocando una oleada de cuchicheos – Palkar y yo sufrimos el ataque de un ogro cerca de Cuerno de Cabra – más comentarios en voz baja – pero Thrall hijo de Durotan nos salvó, abatiendo al ogro con nada más que su hacha de cortar leña– los murmullos se hicieron más altos – Como prueba de ello os enseño el cuerno de dicho ogro que me ha sido obsequiado en calidad de hermandad – añadió enarbolando con la otra mano el cuerno aún ensangrentado – Por ello ahora Thrall hijo de Durotan es uno más del clan, miembro de pleno derecho en su adultez. Yo Ifta, del hogar de Garula, así lo testifico.

- Yo Palkar hijo de Drogo, así lo testifico – recitó el niño, indicando por un lado que validaba el testimonio de Ifta y por otro que participaba en calidad de testigo en el ritual; sólo en este tipo de ocasiones se podía tener en cuenta su testimonio como el de un adulto.

Entonces Thrall dio un paso al frente y se despojó de la piel de lobo, dejando ver su torso desnudo cubierto por dibujos tribales trazados con la sangre seca del ogro, así como sus hombros y brazos, surcos de sus dedos gruesos cubriendo la mitad de su rostro.

- Yo Thrall, hijo de Durotan, así lo declaro – bramó y extendió una mano hacia Drek’Thar, tal como Ifta le había explicado que debía hacer – Así como le pido a mi líder que lo apruebe, si tal es su deseo.

Todos los presentes se volvieron hacia el anciano chamán quien ya enfilaba en su dirección. El silencio podía cortarse con un cuchillo, pues la solemnidad de Om’riggor era sagrada. Era uno de los rituales más importantes que un orco afrontaba en su vida y por ello todos conocían qué debían hacer.

Palkar ya estaba dispuesto con un odre que le había prestado a Thrall para recoger más sangre del ogro. Se hizo rápidamente con un cuenco que alguien le alcanzó, lo rellenó de la espesa sangre y aguardó a Drek’Thar.

El líder del clan se había situado justo delante de Thrall, quien se inclinó para facilitarle la tarea, pues era muy alto en comparación con el anciano encorvado. Lentamente el chamán llevó su mano al cuenco que se le ofrecía, probó la sangre y mojó sus dedos en el preciado líquido. Sin un ápice de vacilación llevó los dedos manchados hacia el rostro de Thrall y trazó dos líneas de sangre en la otra mitad del rostro que aún tenía limpio, sellando así el rito.

- Yo Drek’Thar – dijo, con voz potente y cargada de orgullo - Líder del clan Frostwolf declaro que este Om’riggor es válido y que Thrall, hijo de Durotan, ahora es un adulto a ojos de todos sus hermanos y hermanas.

Gritos y rugidos de celebración hendieron el aire y Thrall los recibió con una gran sonrisa en los labios. Por fin se sentía completo: por fin se sentía en casa.






Mencionado en el capítulo anterior, me gusta pensar que sólo los orcos adultos tienen ciertos privilegios, tales como ir debidamente armados como puede ser un hacha de guerra. Siguiendo esta lógica si Thrall no ha pasado el rito de adultez no tiene derecho a tener una, aunque eso no evita que pueda usar su hacha de cortar leña como arma defensiva.



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