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[Warcraft] Thrall y los Frostwolves - Capítulo 6

 


La acogida de los Frostwolves no podía haber sido más cálida que la que le brindaron a Thrall. Ni siquiera aquél gélido invierno, el más frío de toda su vida, fue capaz de reducir esa sensación, si bien había ciertas cuestiones que le mantenían atento y deseoso de zanjar.

Aun así, disfrutaba muchísimo de sus nuevos hermanos, en concreto de los jóvenes del clan, que era con quienes más tiempo pasaba. En concreto Uthul se había convertido en su mejor amigo. Iban juntos casi todo el tiempo, desde para hacer las tareas básicas hasta para comer algo. También participaban en las partidas de caza, así como a menudo practicaban juntos en los entrenamientos; el joven orco aprendía deprisa y se le contagió el entusiasmo de Thrall porque llegara el día en que tuvieran que partir.

- Amo este valle – le confesó en un momento en que holgazaneaban tras un duro ejercicio – Pero siempre me he preguntado qué habrá más allá de estas montañas. A menudo he soñado con equiparme con lo justo y necesario para sobrevivir y salir a vivir aventuras… pero nunca reuní la determinación necesaria para hacerlo. Si podemos ayudar a otros hermanos no pienso dejarlo pasar.

- Te comprendo a la perfección – admitió Thrall - Yo también tenía pensamientos similares cuando estaba en mi celda, aunque tardé mucho tiempo en albergarlos. Jamás imaginé que llegaría a cumplir esos anhelos con creces ni de haberme propuesto un plan semejante. 

- ¿Nunca pudiste salir más allá de los muros de aquel lugar?

Negó con la cabeza.

- Lo máximo que pude salir fue al patio donde entrenaba con el resto de reclutas o la arena de gladiadores. El resto del tiempo lo pasaba a la sombra…

Uthul meditó un momento.

-  Salir a campo abierto tuvo que ser toda una experiencia para ti – dijo finalmente – Si me hubiera visto en tu situación seguramente me habría vuelto loco. Hubiera aprovechado en una de esas salidas para abrirme paso a golpes, aunque eso me hubiera costado la vida. Podría sonar cobarde, pero al menos moriría luchando con honor.

Thrall torció el gesto; por mucho que explicara su historia aquellos orcos no terminaban de entenderlo.

- Nunca me dejaban ningún objeto punzante fuera de la arena de gladiadores, era examinado exhaustivamente por los guardias, por no hablar de la cantidad de personas que había en esos espectáculos. Hubiera sido imposible escapar desde allí. En cuanto a los entrenamientos, jamás me permitían esgrimir armas de verdad contra los reclutas, sólo de madera. No hubiera hecho gran cosa contra los guardias; eran demasiados.

- Pero si les hubieras atacado, incluso a manos desnudas ¿no se habrían visto forzados a usar sus armas contra ti?

Thrall se rio con amargura.

- Blackmoore es un hombre cruel incluso con su gente; te aseguro que nadie hubiera osado a matarme so pena de perder su propia cabeza. De haberles atacado se hubieran limitado a herirme o incapacitarme y lo único que hubiera conseguido es perder los escasos privilegios que ya tenía. Me hubiera cargado de cadenas y entonces sí que no hubiera vuelto a ver la luz del sol nunca más – negó con la cabeza de nuevo – No, no hubiera sido nada sensato. Durnholde es una fortaleza atestada de humanos; escapar por la fuerza era imposible. 

Uthul volvió a guardar silencio un momento.

- Si hacemos esto tarde o temprano te las verás con él – dijo.

- Lo sé.

No dijeron nada más, pero Uthul había planteado algo que ya se le había pasado por la cabeza a Thrall. Se había jurado no volver a poner un solo pie en aquel maldito lugar, pero su amigo tenía razón. Durnholde en sí tenía un recinto con orcos encarcelados, pero también era el centro neurálgico de los campos, por lo que esa campaña tarde o temprano le llevaría hasta allí… lo que significaría encarar a quien fuera su antiguo amo.

Si esto se lo hubieran planteado cuando era más joven simplemente se hubiera horrorizado ante la idea de lastimar a su señor, pero Thrall llevaba mucho a sus espaldas. Cuando era niño había llegado a admirar a Blackmoore y a desear que éste le demostrara afecto, pero lo único que éste había hecho era servirse de él mientras le despreciaba. El actual Thrall no albergaba ningún sentimiento positivo hacia su señor. 

Aun así ¿sería capaz de mirarle a los ojos una vez más? ¿Sería capaz de blandir su hacha de guerra contra él? Y es aquí cuando años y años de servidumbre y temor demostraron que aún estaba marcado por la experiencia, que aún una parte de él se revolvía inquieto y hasta temeroso ante esa perspectiva… mientras que otra parte bullía de resentimiento.

Un codazo de Uthul le sacó de su ensimismamiento.

- ¿Seguimos? – preguntó, refiriéndose a la práctica.

Thrall le sonrió y asintió. Mientras se incorporaba se dijo que no merecía la pena darle vueltas a ese asunto por el momento. Pero cuando reanudó el entrenamiento lo hizo con un ímpetu renovado.


Durante las noches solía sentarse a la luz de la fogata central y escuchaba todo tipo de historias y anécdotas que le quisieran contar, ya fuera de los ancianos o de orcos más jóvenes.

- ¡Eso no fue exactamente así! – exclamó Uthul en cierto momento durante aquella cena- ¡Cuéntalo bien, Roggar!

- ¡Pero lo maté! – aseguró el susodicho, alzando la mandíbula de tal manera que marcaba aún más sus colmillos - ¡La piel que me sirve de abrigo así lo demuestra!

- Sí, lo mataste – concedió Ifta con la boca llena – Pero admite que hiciste el ridículo.

- Pero ¿qué pasó? – preguntó Rekkar mirándola a ella y luego a Roggar. Sus ojos brillaban y una gran sonrisa estaba impresa en su joven rostro. 

- ¡Maté al oso! – insistió el protagonista de la anécdota con un gruñido – No sé de qué estás hablando de hacer ningún ridículo…

Thall no entendía a dónde querían llegar, pero ya sabía que cuando Roggar daba tantas vueltas para contar algo era porque se sentía avergonzado, así que le prestaba toda su atención, lleno de curiosidad.

- Di que rastreó el oso hasta el Promontorio del Cuervo – dijo Igrim respondiendo a su hermano– Lo que pasa que es un idiota impaciente – ese comentario final le arrancó un gruñido de queja a Roggar.

- Pensó que un oso era un buen trofeo para su Om’riggor*  – continuó Ifta – Al menos el seso le dio lo suficiente como para entender que, armado únicamente con un cuchillo, no podía ir a por él sin más.

-  Así que trepó hasta lo alto del promontorio con el cuchillo de caza entre los dientes con ánimo de pillar al animal desprevenido – siguió Uthul – Podría saltarle encima aprovechando la mayor altura y hundirle el cuchillo en el cuello tal y como ha dicho – se detuvo, aguantándose una carcajada – Pero os podéis imaginar lo que pasó cuando se lanzó con un grito de batalla sobre él…

Otro gruñido incómodo se elevó de la garganta de Roggar.

- Pensaba que era yo quien estaba contando la historia – murmuró malhumorado y con la boca llena.

- ¿Qué pasó? – preguntó Thrall lanzándole una divertida mirada e ignorando adrede su comentario. En lo que aguardaba la respuesta se llevó su vaso a los labios para beber algo de agua.

- Que te enseñe la cicatriz que le hizo el oso – propuso Igrim – Ah, no espera, que para eso debe bajarse los pantalones…

Thrall se atragantó y tosió cuando la risa afloró en su garganta. Los demás también estallaron en sonoras carcajadas menos Roggar, que intentaba mantener su dignidad todo lo posible.

- Si bueno: estaba oscuro y yo demasiado entusiasmado. Me lancé de cabeza con el cuchillo en ristre y me quedé corto. Me di de bruces contra el suelo y el oso me mordió el trasero – gruñó a regañadientes lo que provocó más risotadas, incluso de los orcos mayores. Cuando habló apenas se le escuchó por el escándalo – Fue sólo un pequeño error de cálculo… ¡Porque aun así y todo le clavé el cuchillo directamente en el cuello! – graznó para hacerse oír, imitando el movimiento en el aire con un arma imaginaria - ¡ZAAAS! ¡Y corté hasta rajarle la garganta! Lo maté y me alcé bañado en su sangre… y así fue como me hice adulto y conseguí mi estupendo abrigo y este collar de huesos– añadió, con altivez.

- Ooh – dejó escapar Palkar que, sentado a la vera de Drek’Thar, se había quedado totalmente impresionado por la historia a pesar de lo aparatoso de la misma.

El resto del grupo se seguía riendo. Uthul se limpió una lagrimilla.

- Al menos podemos concederte que tu Om’riggor es el mejor de toda la historia de nuestro clan…

- Cierra el pico – gruñó Roggar y ahogó su vergüenza en un buen trago de grog.

De nuevo esa palabra desconocida. Thrall ladeó la cabeza; a pesar de que ya hablaba orco con mucha fluidez hasta ahora nunca la había escuchado. Sin embargo, antes de que pudiera preguntar sobre ella sucedió algo maravilloso.

Uno de los lobos jóvenes se separó de la manada que solía dormir en la linde del círculo de luz de la fogata y se aproximó hasta ellos, caminando en silencio con las orejas alzadas. Al instante todos los Frostwolves presentes enmudecieron y hasta Roggar se olvidó de su escarnio.

Drek’Thar volvió el rostro ciego hacia el animal que se aproximaba y alzó el mentón.

- Esta hembra elegirá – dijo, solemnemente.

Thrall a esas alturas ya no se sorprendía ante cosas como que el anciano conociera el sexo del animal o sus aspiraciones, achacando dichas habilidades a su rol de chamán. Cuando la loba llegó a la altura de Drek’Thar éste se levantó, no sin cierto esfuerzo, y extendió sus brazos hacia ella. 

- Preciosa – dijo – te acercas porque deseas establecer un vínculo con alguien de nuestro clan. Ven y elige a aquél o aquella al que estarás unida durante el resto de tu vida.

Acto seguido la loba fue mirando uno a uno a todos los presentes con sus ojos negros, sin ningún tipo de prisa. La mayoría de los presentes ya disponían de un compañero lupino consigo, pero otros tantos no, sobre todo entre el grupo de los jóvenes. 

Thrall notó cómo Uthul se tensaba a su lado, deseoso porque aquella bonita loba blanca lo eligiera a él. Sin embargo, llegó el momento en que los ojos negros del animal se cruzaron con los azules del orco y éste sintió una especie de descarga que le recorrió todo el cuerpo.

Como si ella sufriera la misma sensación la loba trotó hacia él y se recostó a su lado. Despacio, Thrall alargó el brazo para acariciar su delicada cabeza. ¡Qué suave y tupido era su pelaje! Una dicha indescriptible lo embargó, así como una cálida oleada de afinidad por aquella criatura, a pesar de que eran de dos especies muy diferentes; en ese momento supo que permanecerían juntos hasta que uno de los dos dejara atrás esa vida.

Del grupo se elevaron varios gruñidos de aprobación e incluso Uthul, a pesar de su decepción inicial, sacudió la cabeza y fue el primero en palmear la espalda de Thrall para darle la enhorabuena.

- Dinos su nombre – pidió entonces Drek’Thar.

- Snowsong – dijo Thrall, porque de algún modo lo sabía, aunque no entendía cómo.

Cuando lo escuchó la loba cerró sus ojos y el orco podría haber jurado que sintió una gran satisfacción emanando de ella. 

La animada cena siguió su curso, pero ahora Thrall se sentía diferente a cuando comenzó. Dejó de mirar a Snowsong para echar una ojeada al viejo chamán que era asistido en ese momento por Palkar para ayudarle a sentarse con nuevas preguntas bullendo en su mente. Entonces miró a Ifta quien, en esos momentos, acariciaba a su propio compañero lupino. Cuando sus miradas se cruzaron le dedicó una leve sonrisa de complicidad: sin duda había pasado por lo mismo cuando su lobo la eligió.

Sí, aquel sería el principio de una hermosa amistad.


Los días se iban sucediendo de esta manera, lentos pero muy productivos, pues no había ni uno solo donde Thrall no aprendiera algo nuevo. Y desde que Snowsong se había unido a él lo acompañaba a todas partes, tal como viera que hacían Wise-ear con Drek’Thar o Sharpfang con Ifta. Y ahora entendía lo que la joven había querido indicarle cuando le preguntó sobre su compenetración: ahora SÍ ENTENDÍA. Podía leer en Snowsong de la misma forma que ella lo hacía con él. Enseguida supo entender su lenguaje corporal, cuando estaba alerta, agresiva o simplemente juguetona. Había veces que ella se hacía entender de tal manera que sólo le faltaba hablar con palabras. Del mismo modo el animal era capaz de responder a sus emociones e incluso podía realizar algunas acciones antes de que él siquiera se las pidiera. Se compenetraban tan bien que a veces parecían ser el mismo individuo, así de fuerte era el vínculo que los unía. Y eso lo maravillaba.

En cuanto a los entrenamientos la cosa no iba mal puesto que todos le ponían empeño y estaban más que dispuestos a escuchar sus consejos y trucos. Thrall no sólo los asesoraba en el combate, sino que también había explicado algunas cosas que los humanos hacían para facilitarse la vida y los Frostwolfes ahora las ponían en práctica. Por ejemplo, les había enseñado cómo preparar un invernáculo para poder seguir cultivando la tierra incluso a pesar de tan aciaga estación o cómo preservar de una manera más eficaz los alimentos imperecederos, mejorando la costumbre del clan de enterrarlos en la nieve sin más. La satisfacción que lo embargaba por sentirse útil era indescriptible.

- ¡Thrall! – llamó Drek’Thar una mañana nublada.

A pesar de que el cielo amenazaba tormenta el anciano chamán se había preparado para una larga caminata. Con él iban su inseparable lobo Wise-ear y Palkar, quien llevaba un canasto a la espalda.

El joven orco abandonó a sus amigos y se acercó hasta ellos con Snowsong pisándole los talones. Al llegar a la altura de su maestro le miró interrogadoramente. Palkar como siempre le dedicó una radiante sonrisa.

- Hoy vas a acompañarme para aprender la ceremonia de honrar a nuestros muertos – dijo el anciano y sin más echó a andar.


Llegaron a un desnivel situado a uno de los lados del sendero trazado por los Frostwolf que hacía las veces de camino principal, aunque, con tanta nieve, los límites no estaban visibles. La nieve estaba bastante dura ese día y hacía más sencillo abrirse paso a través de ella usando sus raquetas de nieve hechas de huesos. Drek’Thar se ayudaba además de un cayado.

El llamado cementerio se encontraba a un buen paseo al norte del asentamiento del clan, muy cerca de donde habían estado Thrall e Ifta aquella vez recogiendo las plantas ceremoniales.  Los dos lobos abrían la marcha, atentos a cualquier olor que pudiera implicar algún peligro, pero como iban tranquilos Thrall también lo estaba.

Entonces miró a Drek’Thar que caminaba a su lado.

- Pensaba que los orcos quemaban a sus muertos – observó.

- Y lo hacemos, pero también erigimos monumentos en su nombre para preservar y honrar su memoria – explicó el anciano chamán – Siempre hay que respetar a los vivos, pero no menos a los muertos.

- Los humanos también lo hacen, aunque no estoy seguro de sus ceremonias. Sí sé que ellos depositan a sus difuntos en cajas de madera y los entierran – explicó Thrall con un suspiro – Hay tantas tradiciones de nuestro pueblo que desconozco…

- Ya las irás aprendiendo con el tiempo, Thrall hijo de Durotan, así que no te compadezcas por ello. Cada clan tiene sus propios ritos y tradiciones, por lo que no esperes algo consensuado.

- ¿Algún ejemplo?

- El Rito de Purificación – dijo el anciano, tras pensar un momento– Cuando una cría nace se les lleva a un lugar donde haya abundante agua, como puede ser un lago o un río, y la madre lo sumerge delante de todo el clan. Acto seguido es presentado a su padre, que lo proclama como suyo y recibe el beneplácito del resto de los presentes para, por último, recibir la del líder del clan y la del guía espiritual. No era raro que algunas crías muriesen ahogadas, lo que se entendía como que eran demasiado débiles y, por tanto, indignas – torció el gesto – Esta práctica no la verás por aquí. 

Thrall también había quedado impactado y se alegraba porque los Frostwolves la hubieran abolido tiempo atrás.

- ¿Qué hacéis vosotros en su lugar?

- Algo inofensivo. El recién nacido es examinado por el guía espiritual y su destino se deja en manos del espíritu de la naturaleza. Sólo a él le compete la decisión de si vivirá lo suficiente como para llegar a la edad adulta; en cualquier caso, aquí también recibe la bendición del líder más una marca simbólica de que pertenece al clan.

Thrall guardó silencio unos cuantos pasos más y entonces preguntó.

- ¿Qué significa Om’riggor? 

- Ya veo que la historia de Roggar no te dejó indiferente – observó el chamán.

- La verdad es que no – no pudo evitar que se le escapara una sonrisa al imaginar las posaderas de Roggar entre las fauces de un oso.

- El Om’riggor es una ceremonia que implica la transición desde la niñez hasta la adultez: en el decimosegundo año de su nacimiento**  el aspirante partirá armado sólo con un arma y tendrá que rastrear y matar a una presa u oponente digno. Una vez hecho esto, debe ungirse con su sangre, regresar a su clan y presentarse ante el líder que, tras probar dicha sangre, decidirá si el aspirante es digno o no de completar su Om’riggor y, por tanto, ser considerado un adulto.

Así que era eso. Thrall se detuvo bruscamente, dándose cuenta de que si eso era así técnicamente él seguiría siendo un niño a ojos del resto de los orcos, a pesar de que ya tendría unos… ¿dieciséis? ¿diecisiete años?

El chamán se volvió hacia él, pues había dejado de escuchar el crujido de la nieve producto de sus pasos. No necesitaba verle para darse cuenta de su apuro, así que se acercó a él y apoyó una mano en su hombro. 

- No le des tanta importancia, Thrall – le dijo – Ya no sólo porque la situación que te alejó de tu pueblo y, por tanto, de sus tradiciones, no dependió de ti si no de otros factores. Además, tras el surgimiento de la Horda y el Consejo de las Sombras, muchas tradiciones de antaño se dejaron de practicar para dejar paso a otras nuevas, como que los Om’riggor tuvieran lugar en el campo de batalla*** … o incluso que, para algunos clanes, dejara de celebrarse. A fin de cuentas, los niños ya no tenían permitido ser niños.

- ¿Qué quieres decir con eso? 

Drek’Thar se apoyó en su cayado, pareciendo súbitamente muy triste. Palkar permanecía a su lado atento por si necesitaba ayuda.

- Gul’dan – pronunció Drek’Thar no sin cierta dificultad, como si le costara pronunciar ese nombre – Él… indicó que debido a los tiempos belicosos necesitábamos todas las manos posibles para incorporar al conflicto. No podía aprovecharse de los viejos, pero sí de los jóvenes. Por ello tomó a todos aquellos cachorros que había y los sometió a un hechizo llamado Drenaje Vital que los haría envejecer aceleradamente; en otras palabras, los convertía en adultos.

Los ojos azules de Thrall se agrandaron por la desagradable revelación.

- Pero eso es… eso es horrible.

- Lo es. Ya no sólo porque es antinatural y vil, sino porque el proceso era traumático y doloroso para ellos. Además, el brujo absorbía toda esa vitalidad y fortaleza para sí; de hecho, si el hechizo no se detenía a tiempo o se perdía el control significaba la muerte del objetivo. Pero muchos caudillos aceptaron y sus clanes cedieron a sus hijos e hijas sin ninguna objeción para someterlos a ese ritual, cegados como estaban por sus ladinas palabras y su propia codicia y sed de sangre. Por suerte tu padre nunca se dejó embaucar por sus palabras y siempre le repugnó todo lo relacionado con la brujería… algo de lo que yo lamentablemente no puedo presumir.

Ahora fue el turno de Thrall para apoyar una de sus grandes manos sobre uno de los hombros del anciano para intentar reconfortarle, pues ya conocía esa parte de la historia. En su momento un joven Drek’Thar abandonó el sendero del chamán para abrazar la práctica de la brujería vil, convirtiéndose en un brujo más durante esos tiempos oscuros. A día de hoy su arrepentimiento era de lo más sincero y doloroso, pues muchas vidas se habían perdido por culpa de semejante cruzada.

- Incluso lo más sabios comenten errores, anciano – dijo su alumno más reciente – El pasado atrás queda y por ello no ganamos nada con lamentarnos, si no estudiándolo para aprender de él y que así no se vuelva a repetir en caso de ser aciago.

Drek’Thar alzó el rostro ciego y visiblemente conmovido por sus palabras, llevó una mano arrugada sobre la de Thrall y la palmeó con aprecio.

- Tienes toda la razón, hijo mío – dijo y volvió el rostro hacia Palkar y apoyó la mano en su cabeza – Por eso es importante que las nuevas generaciones conozcan nuestra historia: sólo el conocimiento evita que creamos a los charlatanes y embaucadores. Nunca hay que perder la esperanza en las nuevas generaciones: ellos son el futuro.

Ante sus palabras Palkar sonrió con aprecio. Viendo así a los dos Thrall sintió una calidez indescriptible en el corazón y una gran ternura. Pero por otro lado sintió un terrible peso sobre los hombros porque las palabras de Drek’Thar le evocaban la responsabilidad que se había autoimpuesto por querer devolver la gloria a su pueblo. Ya no sólo debían salvarlos de sus campos, si no que tendrían que buscarse un hogar para vivir y ganarse el respeto de las otras razas, cuya memoria sería tan buena como la del chamán y sobre las que aún se proyectarían las sombras de las guerras. Thrall frunció el ceño, sintiéndose súbitamente pequeño en comparación a todo lo que se venía encima. ¿Estaría a la altura de afrontarlo o sería arrollado por las circunstancias?

- Puede que esto sirva para entender que a veces lo antiguo no significa siempre que sea lo mejor – concluyó Drek’Thar – De modo que no le des más vueltas a lo del Om’riggor por el momento, Thrall. Para mí y para el clan es más importante instruirte en la senda del chamán debidamente – hizo una pausa – Ahora será mejor que continuemos, no quiero que se haga tarde.

Dicho esto, echó a andar precedido por Palkar y seguido de cerca por Wise-ear. Thrall agradecía sus palabras, pero eso no le hizo sentir más cómodo: sentía que el Om’riggor era más importante de lo que el anciano chamán le sugería. Puede que fuera sincero, pero él dudaba que otros tuvieran ese mismo pensamiento, ya fueran de los propios Frostwolves o de los Warsong. Bajó la mirada para que sus ojos azules se cruzaran con los oscuros de Snowsong quien, pacientemente, le esperaba sentada en la nieve.

Como nada podía hacer por el momento la acarició en la cabeza, sacudió sus hombros para intentar sacarse de encima sus inquietudes y retomó la marcha.


El cementerio de los Frostwolves era realmente pequeño, con sólo unas pocas rocas talladas en runas orcas que hacían las veces de lápidas. Dos braseros apagados y casi sepultados por la nieve marcaban los límites del acceso.

Los dos lobos se quedaron apartados y observaron a los dos orcos más jóvenes trabajar. Drek’Thar se limitó a aguardar apoyado en su báculo, sumido en sus propios pensamientos. Primero despejaron la nieve de los alrededores con dos palas que había portado Thrall hasta allí y luego se pusieron con los alrededores de las piedras. El orco de ojos azules se extrañó cuando dio con una que no tenía ningún nombre grabado y se preguntó el por qué, pero no hizo preguntas, pues sentía que no era de su incumbencia. 

Finalmente cando hubieron terminado vaciaron los braseros y los rellenaron con material inflamable; entonces el niño los encendió hábilmente ayudándose de la yesca y el pedernal, agregando unas hierbas que, al arder, desprendieron una fragancia perfumada y que podía llegar a aturdir los sentidos. El calor del fuego les proporcionó algo de alivio, ya que, aunque no hacía nada de viento, el día era nublado.

- Hemos terminado – anunció Palkar al anciano.

Éste asintió y se aproximó a las lápidas. Al pasar dio un par de afectuosas palmaditas suaves sobre la cabeza del niño para indicarle que había hecho un buen trabajo.

Acto seguido se arrodilló y Palkar le acercó la cesta que había estado llevando durante el camino y que contenía las ofrendas. Le tendió una a Palkar y otra a Thrall: se trataba de una especie de figura simbólica hecha con mimbre y pedazos de tela. 

- Es tarea del líder espiritual realizar este tipo de ofrendas – le explicó – Debes evocar a los ancestros del clan para honrarles mientras la quemas. Como no es una ceremonia grupal las palabras que les dediques guárdalas para ti. Por último y ya que estás aquí puedes dedicar también la ofrenda a tus seres queridos… si quieres. Pero siempre en el último lugar. Obsérvanos a Palkar y a mí y luego lo haces tú.

Thrall asintió, sintiéndose realmente emocionado. Era la primera vez que iba a hacer algo así, pues nunca había participado en ninguno de los ritos ni festividades de los humanos; tan sólo había podido hacerse una idea en qué consistían gracias a las cartas de Taretha.

Miró cómo sus dos acompañantes, arrodillados ante las piedras, cerraban los ojos, sosteniendo los regalos en silencio durante varios minutos. Entonces Palkar abrió los ojos, hizo un gesto respetuoso y quemó su regalo, sosteniéndolo unos instantes hasta dejarlo sobre una de las piedras. Su expresión parecía un tanto melancólica, sus ojos oscuros fijos en las llamas danzantes.

Thrall intuyó que estaría dedicándoles una oración a sus padres, pues sabía que Palkar era huérfano; Drek’Thar le había contado que hacía unos cuantos años hubo unas fiebres que golpearon al clan bien fuerte y, pese a todos sus esfuerzos, muchos miembros murieron, entre ellos los padres de Palkar que, por aquél entonces, era muy pequeño. El chamán quedó muy apenado y tomó al niño bajo su protección, ya que era sabido que todo el clan cuidaba y se preocupaba por los infantes. 

El anciano se tomó algo más de tiempo, pero finalmente hizo lo mismo que su pequeño protegido. Entonces se volvió a Thrall.

- Ahora te toca a ti – dijo.

Así que cuando se puso a ello… bueno, no supo por dónde empezar. No tenía ni idea de qué debía de decir, pero cerró los ojos y dejó que sus sentimientos salieran a flote.

- Soy demasiado joven y, por eso, nunca conocí los tiempos de la Horda – pensó, evocando a un sinfín de Frostwolves sin rostro ni nombre – ni nuestro antiguo hogar. Se cometieron actos horribles, errores en el pasado que nos ha llevado a una terrible situación, con vuestros descendientes sometidos en campos de internamiento, perdidos y abandonados… pero yo os perdono y no os guardo rencor, pues fuisteis engañados. Por eso me aseguraré que lo que queda de nuestro pueblo vuelva a sus orígenes dignos y nobles. Os doy mi palabra – entonces quemó la ofrenda y pensó en dos orcos en concreto. Flaqueó, pues si antes apenas había sabido que decir ahora sí que se sintió atorado – Cómo me gustaría saber muchas más cosas de vosotros: apenas acabo de empezar, pero son tantas las que aún desconozco. Aun así, siempre he tenido claro que me hubiera gustado estar con vosotros y conoceros… ojalá todo hubiera sido distinto para nosotros. Padre… madre… yo… hay tantas cosas por hacer que temo no estar a la altura – pensó en las cosas que Drek’Thar le había contado sobre Durotan así como el camino que debería recorrer en breves – Ojalá estuvieras aquí, padre. Estoy seguro que tú sí sabrías cómo proceder y me aconsejarías con gran sabiduría… tú sí que estarías a la altura…

Sacudió la cabeza, pues no encontraba las palabras apropiadas, teniendo la sensación de que lo único que hacía era divagar tontamente. Entonces sintió la cálida mano de Drek’Thar sobre su hombro una vez más.

- No te preocupes Thrall hijo de Dutoran – le dijo – Estate por seguro que estarán orgullosos de ti, pase lo que pase. Y si ahora sientes que no los has sabido honrar no te apures, pues puedes volver todas las veces que quieras para hacerlo. Además, convendría que les dedicáramos una piedra en su honor: si no lo hicimos antes es porque siempre albergamos la esperanza de que estuvieran vivos, en algún lugar, y no es de buen agüero zanjar la muerte de un orco que luego resulte estar vivo.

- Exacto – corroboró Palkar – A fin de cuentas, el cementerio no irá a ninguna parte. No tiene patas para correr ¿sabes? Les alzaremos el monumento que se merecen.

La ocurrencia del niño arrancó una sonrisa a Thrall y una risita entre dientes a Drek’Thar.

- Ni yo mismo me hubiera expresado mejor – dijo el viejo chamán, divertido.

- Desde luego, nunca unas palabras fueron tan ciertas y tan sabias – concedió el joven orco mirando al infante – Gracias, Palkar.

El niño alzó el mentón y le dedicó una sonrisa torcida, disfrutando de los complidos.

- Bien, ahora será mejor que regresemos – dijo entonces Drek’Thar poniéndose en pie ayudado por su bastón, pero no sin dificultad. Palkar se apresuró a prestarle apoyo desde el otro lado – Odio admitirlo, pero mis viejos huesos llevan protestando desde antes de salir esta mañana – alzó la cabeza al cielo blanquecino – Será de las últimas buenas nevadas de la estación. Y aún nos queda una larga caminata para llegar al hogar...

Thrall estuvo tentado de ofrecer al anciano si quería ser llevado a cuestas, pero intuía que lo más probable que podría suceder es que se ofendiera: como aún era capaz de caminar prefería hacerlo con mucho dolor apenas ayudado por su lazarillo que rebajarse al trato de un lisiado como tal. De modo que en su lugar optó por cargar en silencio con sus cosas y con las que había llevado Palkar.

- Cuando lleguemos a casa te prepararemos un caldo bien caliente con hierbas para que entres en calor y aliviarte el dolor, maese Drek’Thar – prometió el niño y lanzó una mirada a Thrall, que asintió de buena gana.

- Sí, con corteza de abedul y carne de cabra – agregó él y se sintió de mejor humor.

- No esperaba menos de vosotros, hijos míos – dijo el anciano, no sin cierto orgullo en la voz – La vejez es la etapa más dura, pero con las atenciones y compañía de jóvenes como vosotros la carga se siente mucho más ligera… vámonos.

Un gesto de su mano bastó para que tanto Wise-ear como Snowsong se alzaran y trotaran para ponerse en la vanguardia de la marcha una vez más.  Apenas abandonaron el lugar comenzaron a caer los primeros copos.


 



* En el foro de Blizzard leí un post donde decían que los Frostwolf sí que hacían el Om’riggor (lo explicaré más adelante) y que sus presas favoritas para hacerlos eran el jabalí (en Draenor) en cuyos cuernos el orco tallaría la historia familiar como parte de su identidad. En cambio, en Azeroth usarían para este propósito los carneros de Alterac. Ahora bien, en las páginas oficiales no encontré nada de esto como tal así que lo interpreté un poco a mi manera; quizá es que Roggar también es demasiado combativo y para él un carnero era poca cosa, quién sabe.


** Me parece muy poca edad, pero puede deberse a que los orcos maduran o se desarrollan diferente a los humanos. No obstante, en la propia wowpedia me llama la atención que pongan a Thrall como “adolescente” cuando se fuga de Durnholde; tiene 17 años, ya sería un adulto desde mucho antes… yo también prefiero imaginarlo como un chaval más que adulto, pero he decidido respetar aquí el canon actual.


*** Según el lore los Om’riggor se suspendieron durante las guerras y nunca volvieron a realizarse hasta finales de WoW: Dragonflight, donde fue sustituido por el Om’gora a instancias de mi mejor amiga, Aggralan. Esto me parece absurdo y más bien creo que se debe a que, en su día, las costumbres orcas no estaban desarrolladas por los guionistas: ¿qué sentido tiene que dejen de realizar un rito que implica que eres adulto a ojos de tu clan? Son creencias y ritos muy arraigados y éste en concreto creo que es muy importante dada su connotación. Además, teniendo en cuenta que los Frostwolves fueron exiliados, nada les impedía retomar las tradiciones, igual que recuperan el trato con los espíritus (según vi en el foro de Blizzard que encontré, sí que lo hacían con los carneros de Alterac, como dije antes).  Por eso planteo una alternativa que me parece más lógica y es que ellos sí que siguen haciéndolo. Hasta Blackhand emulaba el ritual ungiendo el rostro de Doomhammer con sangre de draenei durante el genocidio de los mismos allá en Draenor, con lo cual, considero interesante que los jóvenes orcos recién “crecidos” se ungieran igualmente con la sangre de sus enemigos caídos en combate durante las dos primeras guerras.


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