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[Warcraft] Thrall y los Frostwolves - Capítulo 3


Cuando llegó el momento de reunirse con el anciano chamán en su cueva Thrall estaba agradecido; a pesar de lo melancólico que se había sentido momentos antes su perspectiva había cambiado una vez se encontraba con el estómago lleno. 

Mientras se dirigía allí ahora pensó en lo irónico que parecía que se sintiera así de frustrado, teniendo en cuenta que la mayor parte de su vida la había pasado aislado en una celda; es decir, debía sentirse agradecido por semejante cambio. Descubrió además que la salida de la mañana le había animado realmente, pues había disfrutado de la compañía de Palkar y, aunque en menor medida, de la hembra. En definitiva, había sido un alivio que alguien más aparte del anciano compartiera con él algo más que órdenes escuetas y secas. 

Lo que Thrall era incapaz de intuir era que esa noche eso podía cambiar.  


- Esta mañana, cuando salí a recolectar plantas – empezó – Me dio la sensación de que entre Palkar y – dudó, porque seguía sin saber el nombre de la hembra.

- ¿Sí? – asintió Drek’Thar.

Como no le dijo el nombre, pero le escuchaba y sin duda sabía a quién se refería, Thrall decidió continuar.

- Me percaté de algo que me despierta curiosidad y es la relación que parece haber entre todos los miembros del clan. Estando con Hellscream y los suyos… fue como… no sé, me transmitió otra cosa totalmente diferente. Es como si aquí todos os preocuparais mucho por todos.

Drek’Thar no habló enseguida.

- Es posible: cada clan tiene su perspectiva de la vida. Aunque todos seamos orcos pueden haber notables diferencias – hizo una pausa y sus comisuras se curvaron para formar una sonrisa – No puedo hablar por otros clanes, pero sí, los Frostwolves cuidamos los unos de los otros porque somos una gran familia, algo que ya se hacía en los tiempos de Draenor y yo me siento muy honrado y afortunado por ello – se señaló los ojos ciegos- En cambio hay otros clanes donde no se tolera la debilidad; en ellos simplemente me habrían ejecutado o abandonado por mi condición independientemente de lo útil que hubiera podido serles en mi papel de chamán – hizo una pausa, meditando un momento – Piensa en una manada de lobos, Thrall. Puede que cada uno de sus individuos sea de lo más fuerte y capaz pero cuando caiga el invierno su fortaleza no se medirá sólo en sus atributos individuales si no en su número. La unión hará la fuerza, apoyarse unos en los otros será vital para su supervivencia– suspiró – Para algunos clanes el buscar o esperar apoyo era un símbolo de debilidad y, por tanto, era sinónimo a llevar una marca de desprecio. Pero te diré, jovencito, que la carencia de ese sentimiento de unión sumada a la corrupción fue lo que ocasionó la caída de la Horda.

Thrall estuvo tentado de replicar que incluso un lobo solitario podía tener una ínfima oportunidad de sobrevivir ante cualquier situación, ya que pensaba en sí mismo y todo lo que había pasado, pero se mordió la lengua cuando se percató que, en mayor o menor medida, había recibido todo tipo de ayudas. Si Taretha no hubiera sido su amiga dudaba que siquiera hubiera conseguido escapar de Durnholde. Si aquel orco del campamento no hubiera distraído a todos los humanos ahora mismo estaría sufriendo en su carne la ira de Blackmoore. Si Grom Hellscream no le hubiera acogido en su seno jamás habría sido capaz de encontrar el camino hacia su antiguo hogar. Y si el mismo clan Frostwolf no le hubiera encontrado hubiera perecido en el bosque... en definitiva, él no estaría siquiera vivo de no haber sido por la ayuda de otros.

Así pues, acunó las sabias palabras de Drek’Thar en su seno, diciéndose que tenía razón. No era humillante o deshonroso dejarse ayudar por una mano amiga cuando llegaba el momento…. Ya tendería él la mano cuando fuera menester a quien pudiera necesitarlo. Aunque una vez que pensó eso una punzada de amargura se clavó en su corazón: recibir la ayuda de los demás era necesario, pero aún más su compañía.

Sin embargo, no dejó que esa observación tan triste le distrajera y enseguida tuvo otra pregunta que hacer. 

- Hablando de lobos, anciano, desde que estoy aquí me preguntaba precisamente cómo nació la relación con vuestros amigos de cuatro patas. Es decir, veo a los humanos con sus animales domesticados: perros, caballos, gatos… pero esto… esto es – intentó encontrar las palabras adecuadas, pero no fue capaz de expresar lo que quería decir – Distinto. Más profundo – concluyó.

Drek’Thar asintió y procedió a explicarle que lo que realmente quería decir es que eran amigos. Los lobos no eran las mascotas de los orcos ni mucho menos, no les pertenecían ni estaban domesticados, de modo que considerarlos como una mascota era un insulto: más bien eran sus aliados. Como chamán era su responsabilidad trabajar en armonía con la naturaleza; simplemente trasladó al espíritu de la naturaleza su oferta y éste la aceptó*  porque enseguida vio que ambas especies se beneficiaban de aquella unión simbiótica: podrían cazar juntos repartiendo el botín por lo que nunca les faltaría comida, los lobos podían proporcionarles calor cuando las pieles no fueran suficientes así cómo podían detectar gracias a sus agudizados sentidos la presencia de extraños, como hicieran con el propio Thrall. A cambio los orcos les ofrecieron cobijo, alimento, asistencia médica y protección. Por último, el anciano señaló que incluso habían llegado a un acuerdo similar con las cabras montesas, aunque obviamente la relación con estas no era tan estrecha, pero, gracias a ello, podían conseguir su leche para alimento y su lana para confeccionar prendas de ropa y vendajes.

Thrall había escuchado maravillado; cada vez sentía mucha más curiosidad por la magia de los chamanes.

- No sólo forjáis alianza con los animales, ¿no es así?

Drek’Thar asintió.

- Puedo invocar a la nieve, al viento y al relámpago si los necesito. Los árboles se inclinan ante mí si se lo pido. Los ríos corren en la dirección que yo les indique.

Fue entonces cuando Thrall hizo la deducción incorrecta.

- Si tu poder es tan grande ¿cómo es que seguís viviendo en un lugar tan inhóspito como este? Si lo que dices es cierto, podrías convertir esta cumbre yerma en un jardín exuberante. Abundaría el alimento, vuestros enemigos jamás os encontrarían…

—¡Y violaría el acuerdo primordial con los elementos, y la naturaleza no volvería a responder a mis peticiones! —aulló Drek’Thar, súbitamente alterado—. ¿Es que no entiendes nada? ¿Tanto han hundido sus garras en ti los humanos que no puedes ver en qué estriba el poder de un chamán? Todas esas cosas se me conceden porque las pido con respeto y de corazón, y porque estoy dispuesto a ofrecer algo a cambio. Y cuando pido es tan sólo lo imprescindible para cubrir las necesidades básicas de mi pueblo. En ocasiones, solicito grandes favores, pero sólo cuando la causa es justa e íntegra. A cambio, doy las gracias por estos poderes, a sabiendas de que me son prestados, no comprados. ¡Me son concedidos porque ellos quieren, no porque yo lo exija! No son esclavos, Thrall. Son entidades poderosas que acuden por voluntad propia, compañeras de mi magia, no mis sirvientes. ¡Pagh! —Soltó un gruñido y le volvió la espalda —. Nunca lo entenderás.



Thrall habría deseado poder retirar sus palabras, pero lo hecho, hecho estaba y no tenía sentido lamentarse. Sin embargo, le pesaba terriblemente su error, pues si antes se había sentido solo ahora lo estaba cada vez más: se iba alejando de los Frostwolves. El anciano no había vuelto a dirigirle la palabra y él se limitaba a lanzar miradas tristes hacia la cueva donde éste habitaba. Hasta Palkar guardaba ahora las distancias.

Se sentía tan terriblemente solo… ¿de verdad merecía haber escapado de su carcelero para esto? La pregunta le horrorizó. ¡Por supuesto que sí! ¿Cómo podía pensar siquiera algo así? Pero eso no lo hacía menos doloroso: los humanos solían tener un dicho que era “es mejor haber amado y perdido que nunca haber amado”. Thrall nunca había entendido lo que querían decir, pero ahora parecía empezar a comprenderlo.

Él se había creído feliz en determinados momentos allá en Durnholde: cuando acertaba una respuesta a una pregunta que alguien le planteaba, cuando Blackmoore lo alababa por el motivo que fuese... él se había esforzado en hacer las cosas que le pedían de la mejor manera posible porque lo único que había querido era recibir una palabra de apoyo, una muestra de afecto… lo había deseado. MUCHO. Y por eso cuando la tenía se sentía henchido de felicidad.

Pero eso no era real, nada de lo anterior lo había sido… salvo cuando había provenido de Taretha. Ella había sido la única que de verdad le había apreciado, que de verdad le quería. Le seguía doliendo haber perdido sus cartas cuando los guardias del campamento lo apresaron, pero no había podido hacer nada por recuperarlas so pena de delatarse. Sí, se las habían quitado, pero no así sus recuerdos: al menos podía atesorarlos y revivirlos una y otra vez siempre que quisiera… como recordarla a ella.

Evocó su adorable rostro, su cabello rubio recogido en una larga trenza, su sonrisa afectuosa y los ojos azules como el cielo… hermosos pero tristes. A pesar de su correspondencia por años Thrall no había sabido cuán desdichada era ella en realidad hasta la misma noche en que se escapó y cómo, aun así, no había querido fugarse con él por miedo a que su familia fuera castigada. Cuánto echaba de menos sus palabras afectuosas, ya fueran dichas de viva voz o trazadas en papel. Cómo le habría gustado poder desahogarse con ella, contarle su situación actual. Conociéndola, de seguro le hubiera aconsejado sobre qué hacer, le hubiera infundido ánimos para no desesperar y para seguir intentándolo… y pensar en ello hizo que se enfureciera consigo mismo.

Blackmoore sin duda tuvo que ponerse colérico cuando supo de su fuga y por lo que el joven orco sabía estaba buscándole persistentemente. Y si supiera que Taretha había sido cómplice de su huida** … no, no quería ni imaginar lo qué haría. Porque ella no era una simple sirvienta como el orco había creído hasta esa noche, si no su concubina, por lo que la traición sería mayor a sus ojos. 

Cuando había escuchado de los labios de Taretha semejante palabra Thrall no había entendido lo que quería decir, pues le resultaba totalmente desconocida… pero cuando comprendió lo que implicaba se sintió furioso y asqueado ante la actitud del que fuera su amo. De pensar en las lágrimas de Tari cuando ella se lo confesó le ponían casi fuera de sí. Fue ahí cuando él le dijo que huyeran juntos y ella lo rechazó por miedo a lo que pudiera sucederle a su familia. ¿Taretha había arriesgado su integridad y por extensión la de su familia para que él pudiera reunirse con su pueblo para que ahora Thrall se diera por vencido? ¿Así honraba él su enorme gesto? 

No, no pensaba decepcionarla, no iba a permitir que su riesgo hubiera sido en vano. Insistiría, tendría toda la paciencia del mundo… aguantaría lo que tuviera que venir. Así que continuó todo en la misma tónica, día tras día, ocupado en nimiedades, trabajando y trabajando, sin hablar con nadie, pero era muy duro. No paraba de preguntarse: ¿Qué podía hacer para enmendarse y recuperar el trato de buen grado con Drek’Thar? 

En eso pensaba (o intentaba) cuando una nueva vaharada de hedor le alcanzó en la nariz, sacándole de dichos pensamientos, y Thrall la arrugó asqueado. Resignado echó una nueva palada de tierra sobre la letrina

- ¡Esclavo! 

Era uno de los machos jóvenes, de más o menos su misma edad. No había pronunciado su nombre, no, si no el término en lengua orca. Se volvió lentamente en su dirección y clavó en él sus ojos azules. 

- Me llamo Thrall – le recordó.

El otro orco, cuyo nombre ignoraba, se encogió de hombros.

- Thrall, esclavo. Es lo mismo. Mi lobo***  está enfermo y se ha ensuciado el lecho. Límpialo.

- Límpialo tú – gruñó, de mal humor. Estaba harto – No soy tu siervo si no un huésped de los Frostwolf.

Su discusión había atraído la mirada de los que estaban a su alrededor, incluida la hembra, con quien tampoco había vuelto a tener ningún tipo de interacción desde aquella salida por el bosque. Los presentes observaban a ambos con interés, pero sin ánimos de intervenir.

- ¿Ah sí? ¿Llamándote esclavo? – replicó el otro, escupiendo a un lado y con tono burlón - ¡Toma humano, recógelo! – exclamó y le lanzó la manta que llevaba en la mano. 

Cuando Thrall sintió la fría humedad y el hedor de la orina envolviéndole algo se rompió en su interior. Era como si todo lo que había estado soportando hubiera estallado súbitamente, dejando tras de sí sólo cólera, que lo envolvió todo en una niebla roja. Thrall gritó, ultrajado. Desgarró la sucia manta y apretó los puños, pisoteando rítmicamente el suelo, como hiciera allá en las arenas de gladiadores para prepararse para el combate. Aunque allí no había una multitud vociferante si no un pequeño círculo de orcos silenciosos.

El joven orco, lejos de impresionarse por su arranque, alzó la barbilla con altivez.

- Te he dicho que lo limpies, esclavo – repitió, ensalzando la última palabra.

Thrall lanzó un aullido y saltó hacia él, derribándole. Apenas sintió las uñas del otro hundirse bajo su piel de lo enfadado que estaba: ¡él no era el esclavo de nadie! ¡Y si tenía que demostrarlo a golpes, vaya que si lo haría!

Pero súbitamente varios pares de manos lo agarraron y lo arrojaron contra una pila de nieve. El frío glacial caló en su cuerpo de tal modo que recuperó el sentido y ahora que la cálida ira lo había abandonado comprendió que había echado a perder cualquier oportunidad de ser aceptado en el clan. Recibió la revelación como un mazazo y por ello quedó donde estaba, hundido en la nieve hasta la cintura y con la cabeza gacha.

Estúpido… estúpido… auténtico estúpido, no hacía más que decirse así mismo.

- Me preguntaba cuánto ibas a tardar – dijo una voz sobre su cabeza. Thrall alzó la vista, totalmente devastado, aunque sabía quién lo había dicho. Era Drek’Thar – Me sorprendía que hubieras llegado hasta aquí.

Despacio se puso de pie.

- Sé lo que he hecho – afirmó no sin gran pesar – He alzado la mano contra mis anfitriones. Me marcho.

Se dispuso a dar un paso adelante, pero Drek’Thar puso una mano en su hombro, deteniéndole.

- Nada de eso – dijo y el joven orco lo miró sorprendido – La primera prueba consistía en ver si eras tan arrogante como para pedir que te aceptáramos sin más. Si hubieras llegado aquí exigiendo convertirte en el jefe porque tal es tu derecho de nacimiento, te habríamos expulsado… y habríamos enviado a nuestros lobos para asegurarnos de que no regresabas. Tenías que demostrar tu humildad antes de que te admitiésemos, pero tampoco podríamos respetar a alguien capaz de soportar el servilismo por tiempo indefinido. Si no hubieras respondido a los insultos de Uthul no habrías demostrado ser un auténtico orco. Me alegra ver que eres tan humilde como orgulloso, Thrall. Ambas cualidades son necesarias para quien ha de seguir la senda del chamán. 



* En su día cuando leí esto en el libro, me dio la sensación de que este vínculo era único de los Frostwolves, si bien luego en los juegos se ve a los orcos montando ya en lobos. Quizá la diferencia puede ser que en ese caso sí que sean mascotas y no amigos como tal. Supongo que, además, antes nadie había hecho ninguna solicitud a este espíritu de la naturaleza de Azeroth, de ahí que resulte novedoso en sí.



** Me parece super curioso que Thrall no deduzca que las cartas no puedan implicar que esto se destape; le veo muy tranquilo al respecto y nunca se lo mencionará a Taretha más adelante. Entiendo que no convenía al guion, ya que, de ser así, me lo imagino regresando a Durnholde con tal de ayudarla.



*** En el libro literal es así, para luego unas páginas más adelante se nos diga que no tuviera. Esto es o bien un fallo de Golden o se me ocurren que quizá mandaran expresamente a este orco a importunar a Thrall. Lo mismo es porque, si se lo propone, es especialmente irritante xD



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