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[Crossover: Medievil x Corpse Bride] La voz es más fuerte que la espada - Epílogo

 

EPÍLOGO


A pesar de no saber adónde iba, pues tan sólo se guiaba por su instinto, Emily volvió a sentir un ligero tirón hacia un lado. Por un momento se enfurruñó, incrédula, pero entonces recordó la poción. “Ayudarte a conseguir aquello que más deseas” fueron las palabras de la bruja junto con “Déjate llevar”. ¿Y si…? Decidió seguir sus consejos.

Al cabo volvió a adoptar su forma de novia cadáver y, asombrada, se dio cuenta de que estaba de pie encima de una nube… porque estaba en lo alto del cielo, rodeada por nubes de color amarillo, naranja y rosa.

- ¿Dónde estoy? – preguntó en voz alta.

Sintió a Maggot empujando y tuvo los suficientes reflejos para atrapar el ojo al vuelo cuando éste se salió de su órbita.

- ¡Oh no! – se quejó éste, mirando en todas direcciones - ¿No me digas que volvemos a empezar?

- Shh, calla. ¿Oyes eso? – preguntó ella, aguzando el oído.

Efectivamente, se escuchaba música que procedía de algún lugar. Siguiendo su procedencia Emily caminó con cuidado y se encontró con un edificio que se alzaba entre las nubes. Estaba formado por tres naves, dos de ellas de cúpulas puntiagudas y entre ambas se alzaba una bandera que ondeaba majestuosamente.

- ¡Qué me aspen! – exclamó Maggot, mirando boquiabierto el lugar - ¡Un castillo flotante!

Emily tuvo un presentimiento. Avanzó decidida hacia la puerta doble. Ahora la música era mucho más fuerte. Fue a agarrar el picaporte de una de las puertas pero se detuvo ante la alarma de Maggot.

- Altoaltoalto ¿de verdad vas a entrar ahí? – preguntó él con voz estridente - ¿Y si nos matan o algo así?

- Nadie nos va a matar, so tonto. ¿No ves que están festejando? Me tomé la poción y… la poción me ha traído hasta aquí. Hacia aquello que más quiero…

Maggot guardó silencio, comprendiendo y salió del cráneo de Emily, quien se colocó el ojo en su sitio, mientras él se colocaba sobre el hombro de la chica. A continuación tomó el pomo de la puerta y tiró despacito… sólo para abrir una rendija y ver qué había dentro. Se asomaron a mirar.

La música no podía ser más animada. En el interior vieron un pequeño hall circular y más allá una sala amplia con dos filas de columnas de madera tallada y con antorchas. En el centro había una mesa alzada con numerosas sillas ricamente labradas. Había mucha gente que aplaudía, reía, bebía, cantaba y bailaba.

Emily y Maggot contemplaron sorpendidos a los hombres y mujeres que allí había: distinguieron a un alto y musculoso caballero vestido como un herrero que se apoyaba con un codo sobre el mango de un enorme martillo. Se llevó una enorme jarra de cerveza al gaznate y se volcó buena parte encima. A su lado había un hombre más bajito y delgado, con un sombrero extraño y que portaba un hacha a la espalda que parecía contar al herrero algo muy animado. Se quedaron sin palabras cuando vieron a un centauro, con su carcaj de flechas y un arco colgados del pecho, dar palmadas mientras agitaba su cola de caballo al son de la música. No pudieron más que admirar la gran belleza de una alta mujer de piel oscura y cabeza rapada, con el cuello más largo que Emily había visto jamás y que llevaba ataviado con un sinfín de aros dorados, que reía a mandíbula batiente mientras miraba el espectáculo que se estaba dando sobre la mesa... Emily siguió la mirada de la mujer y ahogó una exclamación. Porque allí estaba sir Daniel Fortesque, danzando enérgicamente con una copa de vino en una mano. Su pareja era un joven alto y larguirucho de aspecto jovial vestido con una túnica verde, calzas marrones, y un sombrero puntiagudo a juego.


Dan y su amigo bailaban al más puro estilo medieval: un brazo extendido hacia el compañero sosteniendo sus copas de vino, el otro a la espalda, los pies tamborileando bien alto y dando vueltas sin parar en un sentido y luego en otro a la par que invertían la posición de los brazos pasándose la copa de una mano a la otra. La comida y bebida que había sobre la mesa saltaba con el son de sus pasos pero a nadie parecía importarle que pudiera caerse todo al suelo. Notó cómo encima de su hombro Maggot se mecía al son de la música. Emily empezó a animarse pero cuando se dispuso a pasar…

- ¡ALTO! – dijo la cabeza de una gárgola que estaba en la pared franqueando la entrada – Lo siento señorita pero no tiene permitida la entrada ni usted ni su acompañante.

- ¿Por qué? – preguntó Maggot, indignado.

- Porque esto – dijo su compañera de la pared opuesta – es la Galería de Héroes de Gallowmere. La entrada sólo está permitida aquellas heroicas personas que hacen historia con sus hazañas, un lugar donde pasar la eternidad festejando y pasándoselo en grande. Absolutamente nadie más puede pasar…

- Pero – dijo Emily - conozco a Sir Daniel Fortesque y…

- Eso no es suficiente. Lo lamento pero debe marcharse. Gracias por su visita.

Maggot soltó una palabrota y se hubiera abalanzado contra la gárgola más cercana si Emily no le hubiera detenido.

- Es inútil Maggot, vámonos.

- Pero Daniel…

Ella alzó la vista viendo cómo sir Fortesque parecía pasárselo en grande. Por mucho que le doliese porque volvía a repetirse una historia muy similar a la de Víctor su voz no flaqueó cuando volvió a hablar.

- Daniel es feliz y con eso me basta. Da igual lo que yo desee… anda, vámonos.

Cuando se disponía a retirarse, cerrando la puerta con cuidado, se produjo un gran estruendo en la sala del interior y las risas se convirtieron en carcajadas. Emily empujó de nuevo la hoja de la puerta y volvió a asomarse. A Dan se le habían enredado los pies y se había caído de la mesa volcando un par de sillas. El resto de los héroes se reían con regocijo y uno de ellos, un hombre embutido en una armadura de caballero, le ayudó a levantarse… y en ese momento Dan se fijó en Emily, lo que provocó que el resto volviera la cabeza y la mirasen también. La música se detuvo en seco.

Emily ahogó una exclamación y se sobresaltó cuando se sintió terriblemente avergonzada porque la habían visto fisgoneando. Se apresuró a cerrar la puerta y salió corriendo bajando la escalera, maldiciéndose por ser tan descuidada, pero entonces…

- ¡EMILY ESPERA!


Era Dan. Ella se dio la vuelta y le vio de pie sujetando aún la puerta con la mano. Emily se dijo que ya no tenía remedio por lo que se colocó la diadema del velo y adoptó una pose casual.

- Hola – dijo y como se sintió un poco estúpida meneó la cabeza – Siento haberme inmiscuido en la fiesta, no quería estropeártela…

- Eso sería imposible – repuso Dan y bajó un par de escalones - ¿Cómo has llegado aquí?

- Las brujas me dieron una poción que…

Emily se interrumpió, mordiéndose los labios y agachando la cabeza. Unos segundos después Dan estaba a su lado y, tomando su mentón con la mano, la hizo alzar el rostro.

- ¿Y?

- Una poción que… me ayudaría a llegar a… a hasta aquello que más quiero.

Una sonrisa se fue formando poco a poco en el rostro de Dan – ya sabéis, de aquella manera - y ella se la devolvió. Entonces él se inclinó un poco y ella alzó la cabeza para darle un beso. Poco después Fortesque tomó su mano y echó a andar hacia la galería.


- ¡Oh! Pero si no puedo entrar – repuso Emily – Las gárgolas lo dijeron…

- Con que sí ¿eh? – dijo él sin detenerse y la hizo entrar en el hall.

La fiesta se había reanudado como si nada hubiera pasado pero el muchacho con el que Dan bailaba les estaba esperando al lado de la puerta.

- ¿Va todo bien señor? – le preguntó y luego enmudeció al ver a Emily.

- Si la sigues mirando así Tim se te van a saltar los ojos de las órbitas – le dijo Dan en un tono un tanto seco.

- ¡Oh, lo siento señor! Es sólo que…

- ¿Qué?

- ¡Nada, señor! – repuso el llamado Tim y se marchó con pies en polvorosa.



Emily miró a Dan enarcando una ceja y éste se encogió de hombros.

- Es mi subordinado – explicó – Un poco bocazas a veces pero es buen chaval… A ver, vosotras dos – dijo, dirigiéndose a las gárgolas - ¿Qué problema tenéis con Emily?

- Quería colarse en la fiesta sin estar invitada, señor – repuso una de ellas pero con menos seguridad que la que había mostrado antes por llamarle la atención a la novia cadáver.

- Ella viene conmigo y, para vuestra información, es una heroína – entonces volvió su cabeza hacia Emily y dijo con voz tierna – Sin ella yo no habría conseguido llegar tan lejos.

Emily se hubiera vuelto a ruborizar de poseer sangre en las venas así que bajó la vista con los ojos entornados. Dan volvió de nuevo la cabeza para hablar con las gárgolas.

- Así que ella tiene el mismo derecho que yo a estar aquí. ¿Entendido?

- ¡Pero ella no es natural de Gallowmere señor! – protestó la otra gárgola – Las normas son muy claras al respecto…

Dan iba a decirle dónde podía meterse las normas pero fue interrumpido por otra persona.

- En efecto, las normas son muy claras – dijo una dulce voz femenina – Pero en el artículo treinta y cinco, punto dos, se indica que la Galería puede albergar a un héroe extranjero siempre y cuando la mayoría absoluta de los héroes alojados vote a favor. ¿Debo recordaros que contamos ya con tres héroes foráneos?

Las gárgolas guardaron silencio, resignadas, porque no había contestación posible a esa réplica.

La mujer que había hablado era muy guapa, observó Emily, e iba igualmente vestida con una túnica blanca de mangas anchas. Su pelo rubio, que le recordó a Emily el que ella había tenido en vida, lo llevaba recogido en un apretado moño adornado por una corona que simbolizaba cuatro rayos cruzados.

- De momento hay dos votos a favor contando con el de Sir Daniel y el mío, pero no habrá ningún problema en conseguir los restantes, yo me encargo. Soy Megwynne Stormbrinder. Bienvenida a la Galería de Héroes, Emily.

- Gracias – dijo Emily pasándole a Dan un brazo por la cintura y apoyando el otro en su pecho mientras que él la rodeaba sus hombros.

- Buscaremos un sitio para ti para que te quedes todo el tiempo que desees…

- Si nos permites un rato a solas Meg, te lo agradecería – pidió Dan y miró a Emily – Tenemos mucho de lo que hablar.

- Lo que necesitéis...

- ¡BIEN! ¡FIESTA! – gritó Maggot saltando del hombro de Emily al de Mewynne, quién le miró sorprendida.

- ¡Sí! ¡Fiesta! – exclamó Morten y saltó al otro hombro de la heroína de los rayos.

Ambos gusanos empezaron a reírse, a balancearse siguiendo la música y a bailar.

- Esto… - empezó a decir la heroína.


- Oh, soy Maggot, la voz de su conciencia – repuso el gusanito con tono altivo y le guiñó sugerentemente un ojo a Megwynne.

- ¡Maggot! Compórtate, hazme el favor – advirtió Emily.

Dan no le dijo nada a Morten pero su mirada era de lo más elocuente.

- Relájate niña – le dijo Maggot, quitándole importancia – Vosotros encargaros de vuestros asuntos que nosotros nos encargaremos de los nuestros…

Megwynne sonrió y se encogió de hombros, dándose la vuelta para regresar al banquete.

 

Fue así como Dan y Emily se sentaron en una de las salas privadas de la Galería, al fin a solas. Él sosteniendo las manos de la novia cadáver entre las suyas mientras ella le miraba encantada, con la rosa roja aún en su pecho.

- Tengo tantas cosas que contarte, Emily…

- Puedes llamarme Em… Dan. Y yo también tengo mucho que contarte a ti… ¿quién empieza?

- Tú por favor.

Ella parpadeó, coqueta.

- ¿Estás seguro? ¿No quieres empezar tú?

- No, quiero saberlo todo sobre ti…

Emily fingió que meditaba unos instantes pero entonces se echó a reír, una risa que sonaba como campanillas porque era sincera y verdaderamente feliz como no lo había sido en largos años.

- A ver, veamos… ¿por dónde empiezo?




FIN



[Crossover: Medievil x Corpse Bride] La voz es más fuerte que la espada - Capítulo 10 - Descanse en paz

 


Capítulo 10  
DESCANSE EN PAZ


Todo comenzó a temblar a su alrededor y diferentes piedras de todos los tamaños empezaron a desprenderse del techo. Dan entendió que era momento de salir pitando de allí.

Con el último hechizo malogrado de Zarok toda la estructura subterránea que albergaba su dispositivo comenzó a desintegrarse, provocando temblores que pusieron a prueba las máquinas que mantenían en funcionamiento el dispositivo. Por supuesto se trataba de una de esas pruebas extremas y no pudieron soportar las diferentes tensiones y ondulaciones del terreno, lo que dio lugar a que muchas de ellas comenzaran a explotar provocando más derrumbamientos e incendios.

Algunos fragmentos saltaron por los aires y un engranaje partido especialmente grande rebotó a toda velocidad contra el suelo de metal de la pasarela por la que iba corriendo Dan, haciendo que éste trastabillara y clavara la rodilla en el suelo. Se volvió para echar una ojeada y entonces tuvo lugar una explosión realmente grande. La onda expansiva le golpeó de lleno y aunque se cubrió con sus brazos esqueléticos de manera instintiva para protegerse de los proyectiles no pudo evitar salir despedido fuera de la plataforma… para caer sobre uno de los engranajes flotantes. Se aferró con sus brazos, dando vueltas sobre sí mismo y ascendiendo hasta una repisa desde la que pudo ver el cielo. Dan se concentró en la misma y cuando el engranaje pasó cerca se impulsó con todas sus fuerzas, consiguiendo asirse al borde por los pelos. Notó cómo los huesos de su hombro izquierdo crujieron, protestando porque les sometieran a semejantes ejercicios, pero aguantaron en su sitio. Se alzó en el mismo momento en que una gran explosión hacía retumbar todo el lugar, provocando una onda expansiva llameante que arrasó todo el lugar. A pesar de estar más alto Dan no contaba con que estuviera a salvo y echó a correr por la cueva, sintiendo un temblor cada vez más grande bajo sus pies.

¡Apenas le quedaban unos metros para alcanzar la salida! Fue en ese momento cuando la onda expansiva le alcanzó de nuevo. A pesar de que se había debilitado y apagado el vapor era caliente y le hizo alzarse, haciéndole girar en el aire sin ningún control. Asustado vio cómo salía disparado hacia el exterior donde no había más que un precipicio… Cuando lo daba todo por perdido notó un movimiento por encima de él y unas garras fuertes le agarraron por los hombros.

- ¡Sí! ¡Te tengo! – gritó triunfal Rokh - ¡Sigo estando en forma, sí!

- ¡Uuff! ¡Gracias! – repuso Fortesque pasándose la mano por el cráneo -  Esto… ooh…

Mientras Rokh surcaba los cielos en dirección norte fueron sobrepasados por un sinfín de auras plateadas y blancas. Dan observó cómo se alejaban, maravillado, mientras el sol del amanecer le acariciaba con sus rayos.

- Las almas cautivas – susurró solemnemente Rokh – Por fin son libres y vuelven a donde deben estar.

Dan contempló, sintiéndose reconfortantemente bien, cómo las almas se dispersaban por los diferentes rincones de Gallowmere. Poco después sobrevolaron el Pueblo Durmiente y vieron cómo sus habitantes quedaban libres del oscuro hechizo que les había lanzado Zarok, recuperando sus propias almas y recuperando así su personalidad y su propia voluntad. Sir Fortesque se fijó en un aldeano grueso, que portaba un hacha, elevarse en el aire un par de metros mientras su alma penetraba en su carcasa mortal, tocar de nuevo el suelo con los pies y mirar confuso en todas direcciones. Acto seguido miró el enorme hacha que portaba en sus manos y la arrojó, soltando una risita como si hubiera estado haciendo alguna travesura.

Rokh y Dan se alejaban volando pero éste último sonreía y más cuando el hombre alzó la vista al cielo y los saludó con la mano.

Pero eso no era todo;  a lo largo de viaje pudo ver cómo las plantas y los animales volvían a despertar de su letargo, cómo la oscuridad parecía ir cediendo poco a poco espacio a la luz en el firmamento conforme el sol se iba alzando en el cielo; volvería a lucir sobre Gallowmere como siempre lo había hecho. Los vivos recuperaban su libertad y poco a poco volvía todo a la normalidad.

Y allá a lo lejos distinguió la Colina del Cementerio. Según Rokh fue descendiendo Dan pudo observar cómo los muertos vivientes volvían a sus tumbas y criptas, somnolientos y cansados, deseando estar cubiertos de nuevo por la tierra o la piedra como tenía que ser. Él mismo se sintió terriblemente exhausto y empezó a notar que echaba de menos su cripta, con telarañas incluidas.

- Y aquí me despido – digo Rokh mientras volaba cada vez más rasante – Ha sido un placer trabajar contigo, sir Fortesque, y de verdad muchas gracias por salvar nuestro reino.

- ¡Gracias a ti! – repuso Dan alzando el pulgar hacia el ave.

- Creo que te has ganado un merecido descanso. ¡Adiós buen amigo!

Rokh aflojó sus garras y Dan cayó al suelo, hincando las rodillas. Se incorporó alzando una mano para despedir al gran pájaro que, con un chillido rapaz, se alejó volando en dirección a su hogar en las montañas. 

El caballero contempló la verja un tanto oxidada que daba acceso al terreno reservado para el mausoleo de los Fortesque y vio más almas que iban descendiendo poco a poco mientras buscaban a sus propietarios. Se sorprendió porque con la luz del día todo lucía diferente. Los árboles ya no eran amenazadores, la extraña neblina enfermiza que cubría el cementerio se había desvanecido y las flores volvían a abrirse para saludar al sol. De camino hasta la colina donde se alzaba su cripta admiró un rosal, cuyas rosas rojas lucían un aspecto espléndido con el rocío de la mañana aun resbalando por sus pétalos. Pudo ver que a su alrededor muchos zombies seguían ocupados buscando sus lápidas, metiéndose en los hoyos que habían abierto con sus propias manos y volviéndose a echar la tierra por encima, procurando dejarlo lo más liso posible. Las cosas volvían a la normalidad  ¡y todo gracias a él!

- Lo has hecho bien, amigo mío - dijo una voz a sus espaldas.

- ¡Mi Rey! - exclamó Dan.

El espíritu del Rey Peregrino se había materializado por última vez en el reino de Gallowmere y sonreía gentilmente a su antiguo caballero. Dan no perdió tiempo y, aproximándose hasta él, le saludó como correspondía: con una rodilla hincada en tierra.

- Creía que… el castillo…

- ¡No, Fortesque! Al contrario; con la destrucción de esas viejas ruinas los grilletes que me unían a ella se rompieron y con la derrota de Zarok ya no hay nada que amenace al reino, por lo que he quedado libre. Por fin puedo descansar en paz. Gracias, gracias por todo. 

Dan, henchido de orgullo, bajó modestamente la cabeza. El rey sonrió. Poco a poco se volvía más traslúcido y su luz fantasmal perdía brillo pero aun así pudo decir una última cosa antes de desvanecerse.

- Te nombro héroe de Gallowmere por lo que abraza la gloria venidera que se te concede. Sin embargo acepta el consejo de un viejo como yo: no dejes ningún cabo suelto antes de retirarte. Ve en paz, amigo mío.

Dan pudo sentir una brisa que mecía las hojas de los árboles cercanos y una vez que alzó la vista vio que el rey había desaparecido para siempre. En frente tenía el acceso a su cripta y justo en el camino una figura alta y delgada le aguardaba.


Él apenas se sorprendió, pues había sospechado que ella le esperaría. Le observaba de pie, con las manos cruzadas sobre el regazo; a estas alturas debía saber la verdad. Intentó discernir algún gesto que delatase que ella estaba molesta o enfadada pero no lo halló, lo cual no significaba que no fuera así. Dan por su parte ahogó un suspiro y se acercó con paso firme, pues había meditado seriamente las palabras que le diría cuando volviera a encontrársela. Victoria le sonrió ligeramente y también se aproximó. Cuando estuvieron a unos a tres pasos de distancia se detuvieron. Él espero que ella dijera algo pero como no fue así, decidió ser el primero.

- Hola – dijo él sin que le temblara la voz.

- Hola - respondió ella.

Dan carraspeó, sintiéndose incómodo. A pesar de llevar el discurso preparado se había quedado en blanco nada más empezar.

- Victoria, yo... yo no…

Se interrumpió cuando ella alzó la mano y la puso con suavidad en el sitio donde deberían ir sus labios. 

- No debes decir nada, sir Daniel Fortesque. Lo sé todo.

Dan agachó los hombros y sintió que se le quitaba un peso de encima. Efectivamente ella LO SABÍA.

- Siento haberte mentido - consiguió decir.

- Bueno, yo tampoco he sido del todo sincera. No me llamo Victoria Everglot si no Emily.

- Es… es más bonito aún que Victoria.

Ella le sonrió un poco más pero entonces sus delgadas cejas bajaron un tanto.

- Sólo me gustaría saber exactamente por qué no me dijiste quién eras en realidad.

- Tú esperabas a alguien muy distinto de lo que yo soy - respondió él - Pensé que te decepcionaría mucho saber que sir Fortesque era... yo. Además en vida nunca fui un héroe: era presumido, un farsante y...

Enmudeció cuando ella alzó la mano, entornando los ojos.

- Fui un fraude – concluyó a pesar de eso - Si tú supieras...

- Si tú supieras - repitió Emily, señalándose a sí misma - Pero lo pasado, pasado está. ERES un héroe, todo esto lo has conseguido tú, aquí y ahora.

Emily estiró los brazos para abarcar todo, para dar más énfasis a sus palabras. 

- Tú también has contribuido a que esto suceda - repuso él extendiendo una mano - Si no hubiera sido por ti jamás habría llegado tan lejos.

- Eso dicen, pero no puedes saberlo. Estoy segura de que igualmente lo hubieras conseguido.

- He recibido mucha ayuda en mi viaje, así que estoy seguro, sí – hizo una breve pausa- De modo que ¿no estás enfadada porque te haya mentido?

- Yo misma mentiría si afirmase que no es así… entiendo por qué lo hiciste. No, no estoy enfadada contigo- terminó, esbozando una pequeña sonrisa.

Él la sonrió ampliamente pero entonces sintió vértigo. Se llevó una mano al cráneo y se tambaleó. Emily ahogó un grito y le sujetó, impidiéndole que cayera al suelo.

- ¡Daniel! ¿Qué te ocurre? - le preguntó preocupada.

- Es... la hora - susurró él y levantó la mirada hacia su cripta.

Ella lo observó y súbitamente entendió a qué se refería. ¿Acaso él…? Pero… pero… No, no protestó, no dijo una palabra de lo que realmente sentía, si no que luchó por no sucumbir a la amargura que la afligía. Se mordió los labios y dijo:

- Entiendo. Te ayudaré.

Dan se sintió agradecido. Consiguió incorporarse, venciendo la debilidad y la somnolencia cada vez mayores que se apoderaban de él y se apoyó un tanto en Emily para dar los pasos que le separaban de su cripta.

Una vez Emily abrió la puerta de la cripta Dan se separó al sentirse algo mejor y fue cuando se percató del pesar que a ella le embargaba.

- Emily ¿qué te ocurre?

- Vas a morir. ¿Verdad? – esperó una respuesta pero como él no se la dio, insistió – Debí suponerlo. El hechizo… al derrotar a Zarok lo has roto. Has salvado Gallowmere pero ya has cumplido tu cometido…

- ¿Tú no? – preguntó.

Ella negó con la cabeza.

- Yo no pertenezco a este sitio, el hechizo de Zarok no fue lo que me alzó de la tumba. 

Dan la miró sorprendido pero, efectivamente, tenía razón. Entonces recordó las palabras que el Rey Peregrino le había dicho antes de desvanecerse “No dejes ningún cabo suelto antes de retirarte” y entendió que, efectivamente, él y Emily debían separarse llegados a este punto.

- Será mejor que te des prisa – convino Emily, demasiado serena a juicio de Dan –  Puedo acompañarte hasta abajo pero si te mueres no creo que pueda arrastrarte hasta tu cripta.

- Emily, he de decirte que…

Se interrumpió. Emily no le miraba pero le interrumpió.

- Lo sé, con el hechizo roto el vínculo se rompió igualmente – susurró, volviéndose a mirar hacia atrás – Esa sensación como si una cuerda hubiera estado tirando de ambos para unirnos… ahora se ha roto y somos libres. Tú morirás en tu cripta y yo podré seguir el camino que me fue interrumpido…

Dan se sintió desolado. Quiso decirle de que a pesar de que no sentía esa atracción mágica de antes sí que sentía igualmente algo especial por ella pero ¿de qué serviría decírselo si no tenían opciones? La miró acongojado y sintió como su corazón – sabía que no tenía en el sentido físico de la palabra pero a pesar de estar muerto aún podía sentir ciertas cosas – se hacía trizas. Si hubo esperanza ya no era así, todo había terminado. Aun así estaba decidido a despedirse de ella, al menos darle las gracias como merecía. Decidido, tomó fuerzas y en vez de dirigir sus pasos para bajar la escalera y entrar en su cripta se volvió descendiendo de nuevo la cuesta.

- Daniel ¿qué haces? – preguntó Emily y le siguió.

No tuvo que andar mucho. Se acercó al arbusto que había visto antes y cortó una de las rosas rojas, entregándosela. Emily miró la flor con ojos como platos y luego le miró a él. Porque esa rosa roja… ella recordó sus lecciones: lirios símbolo de pureza, azahar como promesa de fidelidad, las rosas blancas para comprometerse eternamente… pero las rosas rojas en cambio tenían otro significado; quizá fuera un regalo muy atrevido porque significaba que quien te las regalaba es que estaba perdidamente enamorado de ti.

Emily se quedó paralizada por el pudor que sintió pero se dijo que a lo mejor él no conocía esos significados. Además se percató, con un vistazo fugaz, de que no había otras flores disponibles salvo margaritas y vulgares amapolas. Aun así alargó la mano y posó sus dedos sobre la rosa, sosteniéndola entre sus dedos fríos.

Dan había esperado que ella dijera algo pues las rosas rojas eran un regalo perfecto para indicarle lo que sentía hacia ella, pero se preguntó si Emily conocería su significado. Lástima que no pudiera preguntárselo porque sintió cómo se iba debilitando cada vez más. Se tambaleó y Emily, alarmada, se acercó hasta él. Sirviéndole de apoyo volvieron a ascender la colina hasta la cripta y le acompañó en el descenso de las escaleras.  

Atravesaron la primera estancia, un tanto afectada por el paso del tiempo, por lo que Emily dedujo que ningún familiar acudía a adecentarla. Al fondo del todo, pasada una reja abierta, estaba el lugar de reposo del caballero. Cuatro pilares se alzaban en el centro, albergando en su centro un altar que, sin duda, era donde había yacido el cuerpo de Dan pues sobre el mismo había una vidriera que recreaba a un hombre ataviado con un yelmo y armadura – sin duda una representación de Fortesque – luchando contra una dragón. El cristal de colores permitía que la luz del sol lo iluminara solemnemente en su muerte. 

A la visión de su lugar de descanso Dan se separó de ella y llegó por su propio pie. Apoyó las dos manos esqueléticas sobre la madera y dejó su espada y su escudo apoyados a un lado. Luego se dio la vuelta y se acostó de espaldas. Se sentía terriblemente cansado pero infinitamente feliz, porque había conseguido por fin ser un héroe de verdad y porque había conocido a Emily… aunque no pudieran permanecer juntos, se alegraba al menos de llevarse su recuerdo. La miró por última vez, de pie en la entrada con la rosa roja aferrada entre sus manos. Sonrió, volvió de nuevo la cabeza para mirar al techo… y expiró.


Emily vio cómo Dan exhalaba su último aliento y cerró los ojos. Se acercó hasta él, los tacones de sus zapatos blancos repiqueteaban en el suelo de mármol blanco y negro, sucio por tierra y hojas secas que habían entrado desde el exterior. Se acercó hasta su lecho y le observó, apesadumbrada. Ahora que él ya no estaba podía dejar de fingir entereza. Se permitió derramar lágrimas.

Sintió movimiento en su interior y Maggot emergió del cráneo por su oído. Como buen amigo que era había permanecido silencioso e inmóvil para no molestar a la pareja en sus últimos momentos juntos. Sin embargo no pudo esperar más y salió al exterior, descendiendo hasta su hombro derecho. 

- ¿Te encuentras bien? – le preguntó con suavidad mientras echaba una ojeada al cadáver de Dan.

- Sí… creo que sí. 

Pero en vez de preguntarse qué había hecho ella para que el destino le negara siempre el amor verdadero se cuadró y miró el cadáver de sir Fortesque con determinación.

- A pesar de todo no me arrepiento de haber venido – susurró e, inclinándose, posó suavemente sus labios sobre la calavera de Dan, allá donde debieran haber estado los suyos – Te quiero – dijo sin voz, sólo articulando con los labios.

Dicho esto se dio la vuelta y subió las escaleras para salir al exterior.


Afuera tuvo que cubrirse con el brazo porque los rayos del sol al amanecer le parecían muy intensos. El cementerio ahora estaba realmente tranquilo, con todos los no muertos de vuelta en sus tumbas. El canto de un ruiseñor se elevó quebrando el silencio.

- Había olvidado lo que se siente al estar bajo los rayos del sol – murmuró Emily pero no encontró la sensación nada agradable. Eran demasiado brillantes, demasiado cálidos.

- Yujuu – escuchó, desde algún punto a su izquierda.

Entonces vio a las dos brujas que le saludaban con la mano. Delante de ellas bullía un caldero que la Bruja Buena del Bosque se afanaba en remover. Emily se acercó hasta ellas agradeciendo que se hubieran puesto a la sombra. El cementerio estaba de lo más silencioso y lo único que se oía era el sonido de la brisa meciendo las hojas y el bullir de la poción.

- ¿Qué hacéis aun aquí?

- No queríamos que te fueras sin despedirnos de ti  – dijo la Bruja Buena del Bosque sin parar de remover – y sin agradecerte todo lo que has hecho por nosotros.

- No hay de qué… Entonces, se acabó – agregó poniendo los brazos en jarras.

- Se acabó – asintió Emelda - El Rey Peregrino descansa en paz y el reino de Gallowmere está completamente a salvo. Zarok ha muerto y todo su trabajo ha sido destruido. Nadie más amenazará este reino, nosotras nos encargaremos de que así sea.

- Me alegro muchísimo – asintió Emily pero a pesar de su sinceridad su expresión desolada la delataba.

- Pero querida ¿qué te aflige? – preguntó la Bruja Calabaza dulcemente.

- ¿No lo ves, Wartilda? – dijo la Bruja Buena señalando la rosa roja que portaba Emily – Nuestra pequeña novia vino hasta aquí para ayudar pensando que ni ganaría ni perdería nada en el proceso pero así ha sido. Se nos ha enamorado pero por desgracia se nos ha quedado descompuesta… oh, perdona la expresión.

- No pasa nada – respondió ella con un hilo de voz. Luego cerró los ojos un segundo – Supongo que éste es mi destino.

- Nosotros somos nuestro propio destino, querida – constató la Bruja Calabaza y echó unos polvos a la poción que preparaba la Bruja Buena del Bosque. Esto provocó que la poción chisporroteara y que pasara de un color amarillo a uno rojizo.

- ¿Qué quieres decir con eso? – preguntó Maggot mirando con cierta aprensión la pócima.

- Quiere decir que Emily debe proseguir su camino – aclaró la Bruja Buena. 

Extrajo de los bolsillos de su túnica una ampolla y la llenó con la poción. Luego se la alargó a Emily pero la retuvo cuando ella alargó la mano para cogerla.

- ¿Qué es lo que más deseas? – le preguntó.

- Pues… precisamente lo que Wartilda ha dicho: seguir mi camino, naturalmente – respondió Emily un tanto sorprendida por la pregunta y con la mano aún alzada – Encontrar mi lugar, ser feliz.

Las brujas intercambiaron una mirada y asintieron.

- Entonces bébete esta poción– dijo la Bruja Calabaza y Emelda se la entregó – Considéralo nuestro regalo por causarte tantas molestias, querida niña.

Emily sostuvo la ampolla con la poción rojiza, que emitía un ligero fulgor y lanzó una mirada de soslayo a  Maggot.

- ¿Qué hará? – preguntó.

- Ayudarte a conseguir aquello que más deseas – respondió la Bruja Buena guiñándole un ojito – Anda, bébetela Emily.

Ella obedeció y la bebió de un trago. Ni le supo a nada ni le hizo sentir nada en especial. Se encogió de hombros y le devolvió el frasquito de cristal a Emelda.

- Buena suerte y cuídate mucho querida – le dijeron las brujas y Emily, sonriente, las abrazó a las dos – Déjate llevar.

La novia asintió y se volvió de espaldas mientras Maggot se apresuraba a meterse en su cabeza otra vez. Pasó el tallo de la rosa roja por el encaje de su vestido, quedando así sujeta en el centro de su pecho. Antes de cerrar los ojos miró la cripta sobre la colina durante unos segundos y murmuró para sus adentros una cariñosa despedida. Entonces deseó ser libre de nuevo y las mariposas blancas surgieron de debajo de su vestido, envolviéndola en un remolino que se alzó hacia los cielos.




[Crossover: Medievil x Corpse Bride] La voz es más fuerte que la espada - Capítulo 9 - Confrontación final


Capítulo 9  
CONFRONTACIÓN FINAL


Dan se afianzó en el suelo, listo para continuar la pelea, cuando percibió algo grande moverse en las sombras. Entonces sintió el suelo retumbar y una criatura enorme salió por la puerta de la derecha del palco.

Se trataba de una especie de dragón pero uno que Fortesque nunca había visto pues era producto de un complejo hechizo de magia negra. Sin duda se trataba de Zarok pues la criatura tenía su rostro, si bien con una tonalidad verdosa y una textura escamosa. Su cuerpo estaba cubierto igualmente de escamas y plumas y llevaba una coraza metálica en el pecho que, sin duda, resistiría cualquier proyectil y hasta puede que el filo de una espada.

Zarok se alzó sobre sus patas traseras, que estaban rematadas en garras de dos dedos y miró a Fortesque desde las alturas que le proporcionaba su largo cuello.

- ¡Nadie! – gritó - ¡Nadie derrotará al poderoso Zarok! ¡Cococó cocoricó! – exclamó descontroladamente, y cuando lo hizo imitó la postura de una gallina, doblando los brazos sobre los costados. Entonces sacudió la cabeza y carraspeó, agitando una cola repitiliana rematada en una uña afilada - ¡Así que prepárate a morir Sir Fortesque!

Dicho esto escupió un líquido verde hacia el caballero, que corrió a un lado para esquivarlo. Hizo bien pues se trataba de un ácido de lo más corrosivo. Zarok se puso a cuatro patas y recorrió la estancia sin quitarle los ojos de encima a Fortesque.

Giró sobre si mismo proyectando unos cristales afilados como cuchillas en dirección al héroe, que saltó para evitar sus daños… y entonces vio que tenía a Zarok justo al lado. Se apartó y usando su técnica de giro y contraataque, proyectó la espada contra una de las patas de Zarok pero fue rechazada por el escudo mágico azulado que lo envolvía. 

- ¡No puedes tocarme, caballero! – río Zarok usando sus garras, que Dan esquivó por los pelos – Mi magia me protege. No tienes escapatoria…

Dicho esto alzó la cabeza y agitándola soltó una llamarada de fuego. Fortesque pudo evitarla a duras penas y trastabilló contra la pared, desesperado. ¿Acaso estaba ante algo invencible?

- ¡Vamos sir Fortesque! – le animó la voz de Victoria, débil pero firme - ¡Puedes hacerlo, sé qué puedes!

Dan se aferró a su voz, asiendo con más fuerza la espada y su escudo. ¡Claro que podía vencerle! Pero primero tenía que familiarizarse con el estilo de luchar de Zarok. Éste peleaba completamente seguro de sí mismo, subestimándole, de modo que su arrogancia le impedía proteger su vulnerabilidad. Algo típico de muchos luchadores, recordó Dan, incluso él mismo había sido así al principio. De nuevo recuperó un recuerdo aislado y se encontró repitiéndose las palabras que le dijera en su momento su instructor de combate.

- No dejes que tu arrogancia natural te nuble el juicio, milord – le había dicho - Sé de valientes guerreros que han caído en combate por sobrestimar su fuerza y menospreciar a su contrario. Debes ser fuerte, debes ser rápido pero también debe ser listo. Conoce a tu contrincante, camufla tus puntos débiles, busca los suyos ¡y aprovéchate de ellos! – un brusco movimiento de muñeca, un golpe con el escudo y la espada de Dan había saltado por los aires. La del instructor se detuvo con la punta en su cuello. Su yo juvenil había soltado una palabrota – En tu caso es que, cuando entras en combate, te crees mejor que el oponente y eso, como te acabo de decir, nubla tu juicio. Por eso has perdido este duelo, milord. Eres más joven, más ágil y más rápido que yo pero sé también más listo… venga, otra vez.


Era exactamente lo que le pasaba a Zarok… más o menos. Era más grande, más fuerte y más rápido que Dan (que no más joven) pero no por eso sería más listo. Fue en se momento cuando se dio cuenta de que el escudo de Zarok había desaparecido, justo cuando le lanzaba aquellas llamaradas. Fue sólo un momento porque de nuevo volvió a resplandecer con un destello azul. ¿Acaso perdía su escudo cuando usaba la magia? Podía ser pero tenía que estar completamente seguro sin que el hechicero sospechara nada.

A Dan le llevó varios intentos pero pudo corroborar sus sospechas. Entendió que el escudo desaparecía cada vez que Zarok realizaba un ataque potente con su magia. Gastaba una gran cantidad de sus energías en realizarlo de ahí que el escudo flaqueara; no podía usar la magia en semejante explosión y mantenerla al mismo tiempo por otro lado. Sin embargo era demasiado peligroso acercarse a Zarok directamente de modo que sin parar de moverse Dan esperó un nuevo ataque potente del hechicero, que se tomaba sus precauciones a risa.

- ¿Tienes miedo? – le preguntó socarronamente - ¡Pues aún no has visto nada!

Alzándose en el aire sobre sus patas traseras el monstruo se irguió y comenzó a formar una bola de energía. Dan no se lo pensó dos veces; recuperó la ballesta que le diera Puntería Tim y apuntó contra la cabeza de Zarok. En cuanto el escudo azul se disipó disparó.

Zarok emitió un aullido inhumano, detuvo su ataque y empezó a zarandear la cabeza a un lado y a otro. Dan inició una carrera aproximándose y vio, para su consternación, que había errado el tiro y en vez de darle en la frente había clavado su flecha en el largo cuello de Zarok. Sin embargo aprovechando que el brujo estaba distraído intentando sacarse la flecha le propinó golpes con su espada en sus patas traseras. A pesar de que tenían escamas éstas no eran del todo acorazadas y un líquido verdoso comenzó a rezumar de las heridas abiertas. Zarok volvió a lanzar un aullido y golpeó con sus garras delanteras pero Dan, quien había contado con eso, ya había retrocedido fuera de su alcance.

- ¡Maldito seas! – exclamó Zarok arrancándose la flecha, partiéndola y lanzándola a un lado. Su escudo volvía a estar en óptimas condiciones. 

Echó a correr en dirección al caballero, serpenteando como un reptil gigantesco e intentó agarrarle con sus garras. A pesar de ello Dan era más ágil y se las apañó para mantenerse fuera del alcance del hechicero, que dio un brinco para interponerse en su retirada. Fortesque frenó en seco y se agachó para esquivar la cola de Zarok, quien se había dado la vuelta proyectándola contra él.

- ¡Puedes correr pero no puedes esconderte! – siseó rabioso el hechicero.

Volvió a erguirse en el aire e invocó el poder del rayo, haciendo que cuatro haces de electricidad surgieran justo debajo de sus pies y a su vez, extendiendo sus brazos en el aire, comenzó a lanzar esferas de electricidad contra Fortesque. Éste se las apañó para esquivar todo lo que el hechicero le lanzaba y cuando éste se detuvo un momento a recuperarse su escudo mágico cayó. Dan volvió a enarbolar su ballesta y le disparó nuevamente a la cabeza… esta vez acertando.

El brujo se posó en el suelo de nuevo sobre sus patas traseras, zarandeando la cabeza con la flecha clavada en la frente. La piel que le cubría se volvió de piedra, que se resquebrajó por todas partes en finas líneas verdes brillantes. A continuación se derrumbó y estalló por los aires la cubierta de piedra, dejando a Zarok malherido en el suelo con su apariencia normal.

- Maldito seas, caballero – dijo con voz débil, apoyándose débilmente en su vara aunque en apariencia no pareciera herido – Finalmente he sido derrotado… uugh.

Haciendo un esfuerzo se incorporó, apoyándose en la vara que quedó relegada a un mero bastón. 

- ¡Y si yo caigo todo se destruirá! – exclamó furioso, recuperando algo de su carácter natural -¡Estás maldito Fortesque! ¡Nunca saldrás de estos dominios! ¡Jajajaja!

Con las últimas fuerzas que le quedaban alzó la vara, que destelló con un resplandor verdoso y un rayo surgió de la gema rojiza y que se extendió por las otras dos puntas. Entonces una enorme roca cayó sobre Zarok, aplastándole y su vara saltó por los aires yendo a clavarse en el suelo tras dar varias vueltas al lado de Fortesque, que se sobresaltó ligeramente porque se había librado por poco de ser empalado. Delante de él la mano de Zarok que había quedado visible se agitó en el aire con un estertor y luego cayó inerte.