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[Crossover: Medievil x Corpse Bride] La voz es más fuerte que la espada - Epílogo

 

EPÍLOGO


A pesar de no saber adónde iba, pues tan sólo se guiaba por su instinto, Emily volvió a sentir un ligero tirón hacia un lado. Por un momento se enfurruñó, incrédula, pero entonces recordó la poción. “Ayudarte a conseguir aquello que más deseas” fueron las palabras de la bruja junto con “Déjate llevar”. ¿Y si…? Decidió seguir sus consejos.

Al cabo volvió a adoptar su forma de novia cadáver y, asombrada, se dio cuenta de que estaba de pie encima de una nube… porque estaba en lo alto del cielo, rodeada por nubes de color amarillo, naranja y rosa.

- ¿Dónde estoy? – preguntó en voz alta.

Sintió a Maggot empujando y tuvo los suficientes reflejos para atrapar el ojo al vuelo cuando éste se salió de su órbita.

- ¡Oh no! – se quejó éste, mirando en todas direcciones - ¿No me digas que volvemos a empezar?

- Shh, calla. ¿Oyes eso? – preguntó ella, aguzando el oído.

Efectivamente, se escuchaba música que procedía de algún lugar. Siguiendo su procedencia Emily caminó con cuidado y se encontró con un edificio que se alzaba entre las nubes. Estaba formado por tres naves, dos de ellas de cúpulas puntiagudas y entre ambas se alzaba una bandera que ondeaba majestuosamente.

- ¡Qué me aspen! – exclamó Maggot, mirando boquiabierto el lugar - ¡Un castillo flotante!

Emily tuvo un presentimiento. Avanzó decidida hacia la puerta doble. Ahora la música era mucho más fuerte. Fue a agarrar el picaporte de una de las puertas pero se detuvo ante la alarma de Maggot.

- Altoaltoalto ¿de verdad vas a entrar ahí? – preguntó él con voz estridente - ¿Y si nos matan o algo así?

- Nadie nos va a matar, so tonto. ¿No ves que están festejando? Me tomé la poción y… la poción me ha traído hasta aquí. Hacia aquello que más quiero…

Maggot guardó silencio, comprendiendo y salió del cráneo de Emily, quien se colocó el ojo en su sitio, mientras él se colocaba sobre el hombro de la chica. A continuación tomó el pomo de la puerta y tiró despacito… sólo para abrir una rendija y ver qué había dentro. Se asomaron a mirar.

La música no podía ser más animada. En el interior vieron un pequeño hall circular y más allá una sala amplia con dos filas de columnas de madera tallada y con antorchas. En el centro había una mesa alzada con numerosas sillas ricamente labradas. Había mucha gente que aplaudía, reía, bebía, cantaba y bailaba.

Emily y Maggot contemplaron sorpendidos a los hombres y mujeres que allí había: distinguieron a un alto y musculoso caballero vestido como un herrero que se apoyaba con un codo sobre el mango de un enorme martillo. Se llevó una enorme jarra de cerveza al gaznate y se volcó buena parte encima. A su lado había un hombre más bajito y delgado, con un sombrero extraño y que portaba un hacha a la espalda que parecía contar al herrero algo muy animado. Se quedaron sin palabras cuando vieron a un centauro, con su carcaj de flechas y un arco colgados del pecho, dar palmadas mientras agitaba su cola de caballo al son de la música. No pudieron más que admirar la gran belleza de una alta mujer de piel oscura y cabeza rapada, con el cuello más largo que Emily había visto jamás y que llevaba ataviado con un sinfín de aros dorados, que reía a mandíbula batiente mientras miraba el espectáculo que se estaba dando sobre la mesa... Emily siguió la mirada de la mujer y ahogó una exclamación. Porque allí estaba sir Daniel Fortesque, danzando enérgicamente con una copa de vino en una mano. Su pareja era un joven alto y larguirucho de aspecto jovial vestido con una túnica verde, calzas marrones, y un sombrero puntiagudo a juego.


Dan y su amigo bailaban al más puro estilo medieval: un brazo extendido hacia el compañero sosteniendo sus copas de vino, el otro a la espalda, los pies tamborileando bien alto y dando vueltas sin parar en un sentido y luego en otro a la par que invertían la posición de los brazos pasándose la copa de una mano a la otra. La comida y bebida que había sobre la mesa saltaba con el son de sus pasos pero a nadie parecía importarle que pudiera caerse todo al suelo. Notó cómo encima de su hombro Maggot se mecía al son de la música. Emily empezó a animarse pero cuando se dispuso a pasar…

- ¡ALTO! – dijo la cabeza de una gárgola que estaba en la pared franqueando la entrada – Lo siento señorita pero no tiene permitida la entrada ni usted ni su acompañante.

- ¿Por qué? – preguntó Maggot, indignado.

- Porque esto – dijo su compañera de la pared opuesta – es la Galería de Héroes de Gallowmere. La entrada sólo está permitida aquellas heroicas personas que hacen historia con sus hazañas, un lugar donde pasar la eternidad festejando y pasándoselo en grande. Absolutamente nadie más puede pasar…

- Pero – dijo Emily - conozco a Sir Daniel Fortesque y…

- Eso no es suficiente. Lo lamento pero debe marcharse. Gracias por su visita.

Maggot soltó una palabrota y se hubiera abalanzado contra la gárgola más cercana si Emily no le hubiera detenido.

- Es inútil Maggot, vámonos.

- Pero Daniel…

Ella alzó la vista viendo cómo sir Fortesque parecía pasárselo en grande. Por mucho que le doliese porque volvía a repetirse una historia muy similar a la de Víctor su voz no flaqueó cuando volvió a hablar.

- Daniel es feliz y con eso me basta. Da igual lo que yo desee… anda, vámonos.

Cuando se disponía a retirarse, cerrando la puerta con cuidado, se produjo un gran estruendo en la sala del interior y las risas se convirtieron en carcajadas. Emily empujó de nuevo la hoja de la puerta y volvió a asomarse. A Dan se le habían enredado los pies y se había caído de la mesa volcando un par de sillas. El resto de los héroes se reían con regocijo y uno de ellos, un hombre embutido en una armadura de caballero, le ayudó a levantarse… y en ese momento Dan se fijó en Emily, lo que provocó que el resto volviera la cabeza y la mirasen también. La música se detuvo en seco.

Emily ahogó una exclamación y se sobresaltó cuando se sintió terriblemente avergonzada porque la habían visto fisgoneando. Se apresuró a cerrar la puerta y salió corriendo bajando la escalera, maldiciéndose por ser tan descuidada, pero entonces…

- ¡EMILY ESPERA!


Era Dan. Ella se dio la vuelta y le vio de pie sujetando aún la puerta con la mano. Emily se dijo que ya no tenía remedio por lo que se colocó la diadema del velo y adoptó una pose casual.

- Hola – dijo y como se sintió un poco estúpida meneó la cabeza – Siento haberme inmiscuido en la fiesta, no quería estropeártela…

- Eso sería imposible – repuso Dan y bajó un par de escalones - ¿Cómo has llegado aquí?

- Las brujas me dieron una poción que…

Emily se interrumpió, mordiéndose los labios y agachando la cabeza. Unos segundos después Dan estaba a su lado y, tomando su mentón con la mano, la hizo alzar el rostro.

- ¿Y?

- Una poción que… me ayudaría a llegar a… a hasta aquello que más quiero.

Una sonrisa se fue formando poco a poco en el rostro de Dan – ya sabéis, de aquella manera - y ella se la devolvió. Entonces él se inclinó un poco y ella alzó la cabeza para darle un beso. Poco después Fortesque tomó su mano y echó a andar hacia la galería.


- ¡Oh! Pero si no puedo entrar – repuso Emily – Las gárgolas lo dijeron…

- Con que sí ¿eh? – dijo él sin detenerse y la hizo entrar en el hall.

La fiesta se había reanudado como si nada hubiera pasado pero el muchacho con el que Dan bailaba les estaba esperando al lado de la puerta.

- ¿Va todo bien señor? – le preguntó y luego enmudeció al ver a Emily.

- Si la sigues mirando así Tim se te van a saltar los ojos de las órbitas – le dijo Dan en un tono un tanto seco.

- ¡Oh, lo siento señor! Es sólo que…

- ¿Qué?

- ¡Nada, señor! – repuso el llamado Tim y se marchó con pies en polvorosa.



Emily miró a Dan enarcando una ceja y éste se encogió de hombros.

- Es mi subordinado – explicó – Un poco bocazas a veces pero es buen chaval… A ver, vosotras dos – dijo, dirigiéndose a las gárgolas - ¿Qué problema tenéis con Emily?

- Quería colarse en la fiesta sin estar invitada, señor – repuso una de ellas pero con menos seguridad que la que había mostrado antes por llamarle la atención a la novia cadáver.

- Ella viene conmigo y, para vuestra información, es una heroína – entonces volvió su cabeza hacia Emily y dijo con voz tierna – Sin ella yo no habría conseguido llegar tan lejos.

Emily se hubiera vuelto a ruborizar de poseer sangre en las venas así que bajó la vista con los ojos entornados. Dan volvió de nuevo la cabeza para hablar con las gárgolas.

- Así que ella tiene el mismo derecho que yo a estar aquí. ¿Entendido?

- ¡Pero ella no es natural de Gallowmere señor! – protestó la otra gárgola – Las normas son muy claras al respecto…

Dan iba a decirle dónde podía meterse las normas pero fue interrumpido por otra persona.

- En efecto, las normas son muy claras – dijo una dulce voz femenina – Pero en el artículo treinta y cinco, punto dos, se indica que la Galería puede albergar a un héroe extranjero siempre y cuando la mayoría absoluta de los héroes alojados vote a favor. ¿Debo recordaros que contamos ya con tres héroes foráneos?

Las gárgolas guardaron silencio, resignadas, porque no había contestación posible a esa réplica.

La mujer que había hablado era muy guapa, observó Emily, e iba igualmente vestida con una túnica blanca de mangas anchas. Su pelo rubio, que le recordó a Emily el que ella había tenido en vida, lo llevaba recogido en un apretado moño adornado por una corona que simbolizaba cuatro rayos cruzados.

- De momento hay dos votos a favor contando con el de Sir Daniel y el mío, pero no habrá ningún problema en conseguir los restantes, yo me encargo. Soy Megwynne Stormbrinder. Bienvenida a la Galería de Héroes, Emily.

- Gracias – dijo Emily pasándole a Dan un brazo por la cintura y apoyando el otro en su pecho mientras que él la rodeaba sus hombros.

- Buscaremos un sitio para ti para que te quedes todo el tiempo que desees…

- Si nos permites un rato a solas Meg, te lo agradecería – pidió Dan y miró a Emily – Tenemos mucho de lo que hablar.

- Lo que necesitéis...

- ¡BIEN! ¡FIESTA! – gritó Maggot saltando del hombro de Emily al de Mewynne, quién le miró sorprendida.

- ¡Sí! ¡Fiesta! – exclamó Morten y saltó al otro hombro de la heroína de los rayos.

Ambos gusanos empezaron a reírse, a balancearse siguiendo la música y a bailar.

- Esto… - empezó a decir la heroína.


- Oh, soy Maggot, la voz de su conciencia – repuso el gusanito con tono altivo y le guiñó sugerentemente un ojo a Megwynne.

- ¡Maggot! Compórtate, hazme el favor – advirtió Emily.

Dan no le dijo nada a Morten pero su mirada era de lo más elocuente.

- Relájate niña – le dijo Maggot, quitándole importancia – Vosotros encargaros de vuestros asuntos que nosotros nos encargaremos de los nuestros…

Megwynne sonrió y se encogió de hombros, dándose la vuelta para regresar al banquete.

 

Fue así como Dan y Emily se sentaron en una de las salas privadas de la Galería, al fin a solas. Él sosteniendo las manos de la novia cadáver entre las suyas mientras ella le miraba encantada, con la rosa roja aún en su pecho.

- Tengo tantas cosas que contarte, Emily…

- Puedes llamarme Em… Dan. Y yo también tengo mucho que contarte a ti… ¿quién empieza?

- Tú por favor.

Ella parpadeó, coqueta.

- ¿Estás seguro? ¿No quieres empezar tú?

- No, quiero saberlo todo sobre ti…

Emily fingió que meditaba unos instantes pero entonces se echó a reír, una risa que sonaba como campanillas porque era sincera y verdaderamente feliz como no lo había sido en largos años.

- A ver, veamos… ¿por dónde empiezo?




FIN



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