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[Warcraft] Thrall y los Frostwolves - Capítulo 17


Días después del incidente con los yetis ya todo estaba dispuesto y aquellos guerreros que habían escogido seguir tanto a Thrall como a Doomhammer marcharon del hogar y se adentraron en el bosque, montaña abajo. Semanas después se reunieron con los Warsong, aunándose bajo un mismo estandarte, con Orgrim Doomhammer como Jefe de Guerra y Grommash Hellscream y Thrall como sus dos lugartenientes.

Al principio ambos clanes se observaron con cierta reserva, producto de los años que habían vivido aislados y de todo lo sucedido tras las dos guerras: los Frostwolves fueron calumniados por Gul’dan para que todos los clanes les dieran la espalda, pero ahora por boca de Doomhammer sabían que esto sólo había sido una táctica sucia para desacreditarlos y librarse así de una amenaza para sus planes. Aunque el encuentro había sido tenso poco a poco esa desconfianza se fue desvaneciendo y sus miembros colaboraban en armonía, contentos por haber retomado un contacto perdido casi dos décadas atrás.

La alianza se fraguó en pleno florecimiento de la primavera, momento en el cual Thrall, siguiendo el plan estipulado, se adentró hasta una aldea de campesinos donde simuló un ataque. Cuando le lanzaron una red para inmovilizarlo fingió rendirse, lamentándose de tal modo que sus captores pensaron que habían diezmado su espíritu; los orcos ya no eran las bestias temibles que se conocieron antaño.

Tampoco dejó de actuar cuando le dejaron en aquel campo, manteniendo su apatía de cara a los guardias, aunque se permitía aquí y allá ir susurrando avances a todos aquellos orcos que estuvieran dispuestos a escuchar. En muy poco tiempo supo cuáles eran los más predispuestos a ello por lo que por la noche, mientras los vigilantes dormitaban en sus puestos, Thrall les contó toda su historia, así como les habló sobre el poder de los chamanes.

Algún escéptico tuvo el carácter suficiente como para cuestionarle, algo que él ya había esperado. Así que el joven chamán, en lugar de fanfarronear con algún espectáculo de relámpagos y truenos, tomó un poco de tierra, en la cual buscó trazos de vida.

- Incluso lo que parece muerto y feo aún alberga poder y belleza – les dijo, y de ese pedazo de terrón brotó un pequeño y delicado tallo verde, que creció hasta dar hojas e incluso una flor.

Poco a poco los fue convenciendo, ganándose tanto su confianza como el apoyo que necesitaba para sacarlos de allí, aunque le llevó más tiempo del que habían estimado.

Una vez conseguida toda su atención y con la certeza que estos prisioneros llegarían hasta el final el siguiente paso que debía dar era hacer la señal previamente convenida al ejército que acampaba en los alrededores del campo de internamiento.

Así fue como, con el alba, momento en que todo estaba quieto y calmo, Thrall pidió ayuda a los espíritus del fuego y del agua. El cielo se cubrió de nubes y comenzó a llover; entonces una sucesión rápida de relámpagos y truenos hizo retumbar el suelo: ahí estaba la señal. Y en medio de todo ese estrépito, por encima del retumbar de los truenos, se alzó un aullido salvaje e indomable, haciendo que tanto los orcos próximos a Thrall como su corazón se estremecieran de emoción: era Hellscream, respondiendo.

- ¿Oís eso, hermanos y hermanas? ¡Son nuestros aliados, a las afueras de estas murallas! – exclamó el joven chamán, arengándolos - ¡Han venido a ayudarnos! ¡¡Sentid cómo se agita en vuestro interior! ¡Vuestros espíritus pugnan por la lucha, pugnan por ser libres! ¿Me seguiréis ahora?

Los guardias sobresaltados corrían por las murallas, buscando el origen de aquel bramido. Thrall los ignoró y llamó, una vez más al relámpago… y éste acudió, cayendo en forma de rayo aserrado sobre la muralla principal, en el punto donde los guardias oteaban el horizonte. La sección estalló en mil pedazos y Thrall jadeó, alzando un puño al aire, volviéndose hacia los otros orcos que, armados con piedras y palos, lo miraban boquiabierto.

- ¡Adelante, adelante! – bramó y echó a correr hacia la recién creada salida.

Los guardias supervivientes se apostaron para cortarles el paso, pero cuál fue su sorpresa cuando se encontraron ante una acometida por dos frentes, la de los orcos libres y la de los orcos que pugnaban por serlo. A pesar de su arrojo su resistencia fue en vano. 

Thrall no ordenó la retirada hasta estar completamente seguro de que no quedaba ningún orco rezagado. Poco después el ejército y los prisioneros llegaron hasta el lugar de reunión previamente pactado: un crómlech de ocho piedras. 

Jadeando por el esfuerzo el joven chamán miró a su alrededor y comprobó, satisfecho, que decenas y decenas de orcos recién liberados se arremolinaban en el lugar.

- ¡Lo conseguimos! – exclamó Doomhammer a su diestra, con la armadura empapada de sangre escarlata - ¡Sois libres, hermanos y hermanas! ¡Al fin sois libres!

Y para corroborar sus palabras se alzó hasta el cielo sin lunas un coro atronador de recias voces que llenó de júbilo el corazón de Thrall. 


Y así repitieron, hasta en tres ocasiones, la misma operación. Aunque la seguridad en los campamentos se había reforzado tras el primer motín ésta no resultó ser lo suficientemente eficaz como para frenar todo lo que venía después. Mas los orcos perdieron a esas alturas el factor sorpresa, pues Thrall terminó siendo reconocido en la última incursión, de modo que tuvieron que cambiar la estrategia. Esto no le agradó.

- Quedas demasiado expuesto – le había dicho Hellscream – Estos humanos están especialmente interesados en ti: si te atraparan correríamos el riesgo de que te lleven lejos, a un lugar del que no podamos rescatarte. Eres demasiado valioso como para perderte. Debemos valorar otras opciones.

- ¿Y qué me decís de vosotros? – preguntó Thrall, malhumorado - No puedo quedarme de brazos cruzados mientras los demás asumís todo el peligro.

- No es eso lo que queremos que hagas – explicó Doomhammer – Pero Grom tiene razón. Debemos pensar en otra táctica.

Thrall resopló, pero entendía lo que querían decir y tenían razón. Seguramente Blackmoore ya supiera quién estaba detrás de todo esto y más seguro era que no le haría ni pizca de gracia. Estaba claro que, aunque quisiera aplastar la resistencia orca, su principal objetivo sería él. Y como consiguiera capturarle… bueno, quizá lo más amable que le haría si lo capturaba sería arrancarle la piel a tiras.

- Los humanos hablan. Mucho – dijo, recordando los días de entrenamiento con los reclutas y con los gladiadores. Éstos no se mordían la lengua a la hora de comentar rumores e historias delante de él pues como era un orco creían que por definición era estúpido. A Thrall esto siempre le había dolido en su orgullo, pero ahora lo agradecía – Por ello los orcos de los campos ya sabrán a estas alturas que otros han sido liberados. Aunque yo no pueda espolearles con el chamanismo cabe la esperanza que nuestro mensaje les llegue igualmente y que sólo esperen el momento idóneo para rebelarse.

- Esperemos que así sea – dijo Doomhammer. 


Llegó el momento de asaltar el cuarto campamento y de comprobar si el pronóstico de Thrall se había cumplido. Éste aguardaba impaciente, en compañía de los dos orcos mayores, la llegada de unos exploradores que habían mandado por orden de Doomhammer para evaluar la defensa de dicho campo. A su vez, detrás de ellos, esperaba el grueso de su ejército, debidamente pertrechados y más que dispuestos a entrar en combate.

- Ahí vienen – indicó Hellscream cuando vieron a dos figuras corriendo hacia ellos, una de ellas seguida por un lobo: Ifta y Sharpfang. 

Thrall se alegró de verla, aunque no lo expresó en voz alta, y ella, en cambio, no demostró ninguna emoción especial si bien sus ojos se demoraron un instante más sobre él.

- ¿Y bien? – preguntó Grom mientras los recién llegados les saludaban, agachando la cabeza y llevándose un puño cerrado al corazón - ¿Qué habéis visto?

- Tal y como el Jefe de Guerra predijo, han reforzado considerablemente la seguridad – informó el otro orco, un cazador Frostwolf mayor – No importa por qué dirección optemos, tienen todos los flancos cubiertos. 

- La oscuridad seguirá siendo nuestra mejor aliada – agregó Ifta - Pero una vez que les ataquemos estaremos expuestos. El terreno no ayuda, pues no hay árboles circundantes que nos ofrezcan parapeto.

Doomhammer meditó unos instantes.

- Pues tendremos que ser aún más rápidos en derribar sus muros – se volvió hacia Thrall - ¿Crees que podrás hacerlo?

- Todo depende de la voluntad de los espíritus – respondió éste. Hasta ahora ellos habían respondido de buena gana por lo que Thrall creía tener la certeza de que su causa era justa y digna, porque de lo contrario, jamás les hubieran prestado su ayuda.

- Bien, haz la prueba. Si esto falla sólo nos quedará usar la fuerza bruta. 

No fue necesario, los elementos prestaron su ayuda cuando el joven chamán los llamó y, gracias a ellos, la victoria se consiguió rápidamente y causando las mínimas bajas posibles, aunque esto no evitó que éste fuera el campo más difícil de someter hasta la fecha. Otro factor que habían tenido a su favor, tal y como Thrall había previsto, fue que los orcos cautivos habían respondido con entusiasmo a su carga por propia iniciativa.

Así las filas de la nueva Horda crecían por momentos, pero por suerte tenían todo cubierto: entre los suministros que habían aportado ambos clanes y que la caza abundaba en esos parajes, no pasaron hambre. Al principio tanto los Frostwolves como los Warsong pensaban que tendrían que ayudar a los cautivos a recordar cómo era valerse por uno mismo, pero pronto vieron lo equivocados que estaban.

- Apenas le alargué el arco su expresión se iluminó – explicaba Uthul. Thrall le había encargado que le informara del progreso del grupo que le había asignado – Tomó la iniciativa en la cacería, rastreando con ojo experto el más mínimo rastro y, por último, derribando a la presa de un único disparo. Fue increíble.

El joven chamán asintió satisfecho. Para los cautivos la libertad resultó ser de lo más estimulante, como un soplo de aire fresco que alejaba la niebla que se había estado arremolinando en su mente durante tantos años. Uniéndose a los Frostwolves y a los Warsong poco a poco recuperaron su voluntad, su orgullo, sus ganas de vivir, de seguir adelante: por primera vez en veinte años tenían ganas de luchar contra la apatía que empañaba su voluntad.

Aún había esperanza.


- Todos han sido debidamente pertrechados, Jefe de Guerra. Podríamos partir mañana al alba.

- Bien. Puedes retirarte.

Lo que el guerrero le había dicho era bueno. Todo marchaba mejor de lo que había creído, pero por experiencia Orgrim sabía que eso no duraría. Sí, con cada ofensiva el número de guerreros aumentaba, pero igualmente sabía que no debía subestimar a los humanos. La última vez que lo hizo, les costó todo. Aun así, confiaba en que la estrategia que estaban usando hasta ahora les seguiría funcionando, contando con el apoyo de los elementos convocados por Thrall. 

Suspiró, con las manos apoyadas sobre la mesa donde descansaba un mapa de la región. Ver desatados estos espíritus elementales le había traído lejanos recuerdos de Draenor, de cuando aún era un cachorro. En esa época y debido a su corta edad no había entendido completamente la importancia de los chamanes para su pueblo, tanto por sus labores per se como por el hecho de que eran un tronco central de su cultura. Pero cuán fácil habían sido seducidos por los poderes demoníacos que los brujos de Gul’dan les ofrecieron, tan alejados de la naturaleza chamanística… tan antinaturales. Qué fácil habían abandonado esa senda, entregándose a sus poderes oscuros, infames y viles. 

La primera vez que vio con sus propios ojos una demostración de los mismos sería algo que jamás olvidaría. Gul’dan de pie en el centro del círculo, rodeado por los integrantes de su clan, los Blackrock, ya que Blackhand insistió en que todos estuvieran presentes. Era de noche y el lugar sólo estaba iluminado por las hogueras, a las que habían agregado unas sales para darles un efecto más sobrenatural, tiñéndolas de un tono verde, o eso había creído él: aún no sabía que esos eran los fuegos del auténtico infierno. Los tambores sonaban lentos y acompasados, creando un ritmo constante y solemne. Orgrim, quien por esa época apenas había alcanzado la edad adulta* , no tenía ni idea de qué iba todo esto. 

Entonces vio cómo el brujo extendió una mano hacia Blackhand quien, acompañado por toda su prole, parecía aguardarlo.

- Que se acerquen – había pedido Gul’dan – Que se acerquen para recibir los dones. El ritual va a comenzar.

Orgrim vio a los hijos mayores, Dal’rend** y Maim dar un paso hacia el brujo, con el mentón alto. Sólo Griselda, con la otra hermana menor en brazos, Rhea***, permaneció en su posición, indecisa. Blackhand la había fulminado con la mirada y dedicado un gruñido amenazador entre dientes; sólo entonces ella avanzó. Orgrim no pudo evitar sentir una punzada de rabia por ello, ya que sabía que el líder del clan era especialmente duro con ella. Estaba claro que, a Griselda, como niña que era, le daba algo de miedo el brujo; no la culpaba, pues éste era un tanto desagradable de por sí, pero bajo la iluminación verdosa parecía un ave de rapiña, con su figura encorvada envuelta en esa tela negra. El joven había lanzado una mirada alrededor, curioso por ver los rostros del resto de presentes: todos parecían igual de confusos que él, pero también miraban con fascinación y curiosidad a Gul’dan.

Los tres cachorros (la cuarta iba en brazos) se situaron delante del brujo, en hilera, y éste avanzó hasta ponerse justo delante de Dal’rend, el más mayor. Al recordarlo Orgrim sintió un escalofrío, porque entonces Gul’dan había alzado una mano como una garra, poniéndola encima de la frente del cachorro… y entonces los ojos del niño se agrandaron y comenzó a chillar. Cuando el brujo alzó la otra mano comenzó como a agitarse, a convulsionar, y los chillidos se convirtieron en aullidos producto de una terrible agonía. Se escucharon siseos y algunos retuvieron el aliento ante lo que sucedía ante sus ojos. Porque sus vestimentas se rasgaron conforme el cuerpo del crío comenzó a crecer. 

Horrorizado, Orgrim vio como aquel cachorro iba creciendo de tamaño, ganando más y más musculatura … hasta que Gul’dan bajó ambas manos súbitamente y el proceso se detuvo. Más adelante vería con sus propios ojos los efectos que tenían lugar si el contacto se prolongaba por más tiempo.

Dal’rend, ahora con una apariencia totalmente adulta, cayó al suelo de bruces y así quedó durante unos momentos, totalmente exhausto. Los tambores seguían sonando, sin interrumpirse ni un instante, inflexibles ante lo extraordinario y dantesco de lo que estaba sucediendo.

El brujo lo contempló desde su altura, totalmente impasible, como si no le importara más su sufrimiento que el vuelo de un insecto.

- Ahora eres un guerrero hecho y derecho, joven Dal’rend, gracias a los dones de la brujería – dijo, antes de volverse hacia Maim – Tus hermanos recibirán el mismo honor…

Todo fue tan impactante para él que lo sucedido se quedó grabado a fuego en su memoria, cada ínfimo detalle, cada rasgo de dolor; en contraposición estaba el rostro complacido de Blackhand, a pesar que todos y cada uno de sus hijos fueron sometidos al Ritual de Drenaje de Vida, uno de los principales hechizos que los brujos usarían a menudo en las batallas… y también para abrir el Portal Oscuro. La Horda no quería infantes, no quería débiles ni ancianos, sólo guerreros plenos y útiles; esta magia de crecimiento acelerado era una forma de asegurarse de ello. Ni siquiera la más pequeña de todos, Rhea, quien no llegaba a los dos años, se libró de semejante horror. Orgrim la había visto pasar de bebé a adulta en apenas unos instantes en medio de la misma agonía que el resto de sus hermanos. No pudo borrar jamás de sus recuerdos las manos nervudas y fuertes crispadas en el suelo, como garras. Sus ojos castaños, similares a los de un talbuk asustado, mirando en todas direcciones con pavor y desconfianza, mientras temblaba hecha un ovillo para cubrir sus vergüenzas. Orgrim no sabría hasta mucho más tarde que el proceso traumático podría llegar a dañar sus mentes; aunque no fuera lo más habitual, unos pocos lo pagarían caro. Esos cachorros y los que los siguieron perdieron toda su infancia por obra de una magia vil, antinatural y por una ambición sin límites de sus líderes. Eso era algo que nunca debieron haber aceptado. En ese mismo instante, debieron haber condenado a Gul’dan y haberlo expulsado, pero eso no sucedió. En cambio, todos y cada uno de los presentes le ofrecieron de buen grado a sus hijos e hijas para que corrieran la misma suerte, hambrientos de prestigio.

- Y tú lo sabías, amigo mío – susurró, pensando en Durotan – Tú lo supiste desde el principio, mucho antes que yo… 

Sabía que Durotan había cedido al ritual por presiones pues no había estado en absoluto de acuerdo, quedando aún más impactado, horrorizado y asqueado que el propio Orgrim. Gul’dan lo había llamado “regalo” y “privilegio” … ¡ja! Menudo privilegio. Y lo peor es que él mismo cedió a muchas cosas por las lealtades que le movían en esos tiempos, aunque para sus adentros pensara que todo eso era una locura; una que no había hecho nada más que empezar.

Intentaría remediarlo más tarde, reparar el daño causado, pero sólo conseguiría fracasar estrepitosamente, como Rhea le vaticinó que sucedería. 

- Ya has visto de lo que es capaz – le había siseado, furiosa – Ya has visto todo lo que nos hizo… lo que me hizo. ¿Y aun así vas a volver a confiar en él? Deberías matarlo como hiciste con mi padre****, no tenderle la mano; él la tomará y la devorará hasta el tuétano, subiendo hasta tu hombro. Pero si aun así esa es tu voluntad, Ogrim Doomhammer, Jefe de Guerra, adelante, hazla realidad. Mas no cuentes con mi apoyo, no quiero saber nada de todo esto. Eso sí, recuerda mis palabras: un día verás adónde llevó tu insensata decisión y ese día lo lamentarás… cargarás con ese peso en tu conciencia, porque todo habrá sido por tu culpa.

¡Cuánta razón había tenido! Pero en ese momento él sólo se fijó en el desprecio de su voz, en aquellas palabras cargadas de veneno que le hirieron y enfurecieron a partes iguales, en lugar de quedarse con el contenido de las mismas. Seguía maldiciéndose por haber sido tan débil... Por eso, efectivamente, cargaría con la culpa hasta el fin de sus días; era una penitencia justa por una ambición absurda. Sólo encontraría la paz viendo a su pueblo libre de nuevo.

- ¿Acaso has visto un fantasma, Jefe de Guerra? Estás pálido.

La voz del anciano chamán le sacó de sus sombríos pensamientos. Se volvió hacia él y lo vio apoyado en su cayado, acompañado por su inseparable lobo, Wise-ear y por su lazarillo, Palkar.

- Sí – dijo – Más bien se trataban de fantasmas del pasado.

Drek’Thar inclinó la cabeza, pero no dijo nada más.

- ¿Cómo se recuperan los heridos? – le preguntó Orgrim al cabo, ya que por eso le había hecho llamar.

- Van bien.

- ¿Crees que estarán listos para partir mañana a primera hora?

- Mi aprendiz Ifta, Palkar y yo haremos todo lo posible porque así sea. 

Ante la mención de la joven, Doomhammer esbozó una media sonrisa, recordando la pequeña aventura en la que había participado con ella; si era tan buena curandera como rastreadora entonces esos heridos estaban en buenas manos. A su vez Drek’Thar ladeó ligeramente la cabeza y por un momento Orgrim creyó que le leía la mente. 

– Me gustaría hablar contigo de otro asunto, si me lo permites – dijo el anciano chamán.

- ¿Relacionado con las batallas que están por venir?

- En realidad se trata de algo de índole más personal.

- ¿Tiene que ver con Thrall?

- No.

Orgrim lo miró, intrigado.

- Habla.

Drek’Thar volvió su rostro ciego hacia Palkar.

- Déjanos ahora – pidió – Te llamaré cuando te necesite.

El niño, obediente, se marchó no sin antes dedicar una muda despedida a Doomhammer con el debido respeto. El anciano escuchó y, una vez se hubo cerciorado que el cachorro había salido de la tienda, volvió toda su atención hacia el caudillo. Suspiró.

- Llevo dándole vueltas sobre si contarte o no algo que sólo yo sé, desde hace años, y confieso que hasta hace bien poco no había tomado una decisión al respecto. Pero te veo aquí – esta afirmación hizo que Orgrim enarcara las cejas – y he llegado a la conclusión que es algo que deberías saber. No obstante, debes prometerme que esta conversación quedará entre nosotros, pues implica a alguien más a quien tengo un gran aprecio y que desconoce todo esto. Si lo supiera, ignoro cómo podría reaccionar. ¿Me das tu palabra de honor que guardarás este secreto tal y como hice yo?

Cualquier otro orco hubiera puesto alguna objeción, indicando que no podía prometer nada sobre algo que era una incógnita, que primero necesitaba alguna pista sobre qué sería aquello que el viejo chamán quería compartir para a su vez comprometerse a guardar silencio. Quizá fuera algo comprometedor, quizá algo imposible de ocultar. Además ¿quién era él para pedirle algo así al mismísimo Señor de la Horda?

Pero Orgrim Doomhammer tenía su propio modo de encarar las situaciones. Sí, sentía curiosidad y sí, estaba sorprendido por la ocurrencia del chamán. Algo en el tono de voz de Drek’Thar le decía que era realmente importante, si bien él desconocía qué podía ser, por qué de pronto había sentido la necesidad de confesárselo y por qué él debería saberlo. ¿Acaso era algo que le involucraba de alguna manera? 

Sin embargo, Doomhammer estimaba al viejo orco; él había sido quien lo había convocado, él lo había traído hasta las Alterac para que conociera a Thrall, el hijo de su mejor amigo, un prometedor y apasionado guerrero. Había movido los hilos para que este plan, la liberación de su pueblo, se pusiera en marcha. Si todo esto estaba sucediendo era gracias a su iniciativa… así que confiaba en él.

- La tienes – asintió.

Drek’har suspiró de nuevo.

- Bien ¿por dónde empiezo?


A pesar de que todo marchaba bien Thrall pronto tuvo que intervenir ante un hecho deleznable que no pudo pasar por alto. La noche previa a la partida le vieron avanzar a grandes zancadas a través del campamento, completamente furioso. A sus oídos había llegado que, a pesar de que nada les faltaba, un grupo de orcos había irrumpido en una aldea fronteriza y había atacado a varios civiles desarmados, la mayoría mujeres y niños. En cuanto lo descubrió quiso saber quién había liderado esa incursión y en cuanto tuvo el nombre se puso a buscarlo. 

Apenas lo encontró, lo agarró y lo arrojó al suelo bajo la estupefacta mirada de todos los presentes.

- ¿En qué estabas pensando atacando aquella aldea? – gritó, soltando perdigones de saliva - ¡No somos carniceros de humanos! ¡Luchamos para liberar a nuestros hermanos prisioneros contra soldados armados, no contra hembras y cachorros indefensos que no suponen amenaza alguna!

- P-pero la comida…

El orco fue silenciado al momento de un brutal revés. Cuando volvió el rostro sangraba por el labio.

- ¡Tenemos alimento en abundancia en estos bosques, por no hablar de la comida que obtenemos de los campamentos! El ataque ha sido algo innecesario, llevado a cabo sólo por una retorcida y abyecta diversión – se volvió mirando alrededor – Estas incursiones genocidas se terminaron. Pelearéis cuando yo os lo diga, contra quienes yo os diga, y si a partir de ahora cualquier orco agrede a un humano desarmado, se las verá conmigo. ¿Queda claro?

El orco amonestado asintió, con la cabeza gacha, sin mirarle a los ojos. Los demás lo imitaron. Thrall se apaciguó.

- No podemos emular el comportamiento de la antigua Horda, dirigida por brujos que no respetaba a su propio pueblo. Esto fue lo que nos llevó a la situación actual, a los campos de internamiento, casi a desaparecer como cultura; su energía demoníaca nos volvió dependientes, generándonos una deuda que aún estamos pagando; casi fuimos destruidos. Pero, como digo, eso se acabó: ahora somos guerreros orgullosos, no asesinos indiscriminados. No hay honor en matar niños indefensos.

Dio media vuelta y se marchó, dejando tras de sí un pesado silencio. Al poco una risita entre dientes atrajo su atención y, girándose, vio a Orgrim Doomhammer y a Grom Hellscream observándole.

- Es difícil abandonar antiguas costumbres – opinó Orgrim, separándose del árbol en el que se había apoyado. A pesar de que era él quien había reído, su expresión era seria - Llevan la muerte diluida en la sangre, ensortijada alrededor de sus músculos, meciéndolos para que les resulte sencillo dar el golpe final. No conocen otro idioma diferente al suyo.

Thrall lo miró. 

- No, no lo creo así – negó con la cabeza - Lo que pasó es que la corrupción nos hizo pasar de guerreros nobles a simples matarifes, marionetas de cuyos hilos tiraban traidores y demonios, haciéndoles bailar al son marcado por sus ominosos designios. Una vez desaparecidos somos capaces de alzar la cabeza y recordar lo que fuimos una vez… lo que podemos volver a ser de nuevo.

- Es… es un baile peligroso – dijo una voz débil y atenuada. Si no lo hubiera tenido delante, no hubiera reconocido en ella a Hellscream– Orgrim tiene razón, es un baile difícil de abandonar cuando te aprendes sus pasos. El poder… el poder que confieren es el más dulce de los néctares, la más jugosa de las carnes. Una vez que la saboreas quieres más y más… Tienes suerte de no haber probado nunca su sabor, Thrall. Su carencia es… es casi insoportable – concluyó con un estremecimiento.

Entonces el joven orco apoyó una mano en su hombro.

- Así y con todo, tú lo has soportado, como un valiente – aseveró – Mi coraje palidece ante el tuyo.

Ante sus palabras los ojos de Grom refulgieron en la oscuridad, como dos ascuas al rojo vivo. Y a su luz Thrall pudo ver que sonreía.


Se encaminaron hasta la parte más concurrida del campamento, discutiendo algunos detalles de la marcha del día siguiente que los llevaría hasta el quinto campamento. Fue entonces cuando una figura que corría se aproximó hasta ellos acompañada por un lobo. Se trataba de Ifta.

Se detuvo y saludó con respeto al Jefe de Guerra y a sus dos lugartenientes. Thrall aún se sentía algo extraño porque ella demostrara semejante respeto hacia él, sensación que se acrecentaba por el hecho de que llevaban tiempo sin hablar. En realidad, apenas se relacionaba con sus amigos Frostwolves, pues continuamente acompañaba a los otros dos orcos mayores supervisando toda actividad y estrategia. Pensar en ello hizo que le asaltara un ramalazo de nostalgia.

- Me envía Drek’Thar – dijo ella, dirigiéndose principalmente a Orgrim – Quiere que te haga saber que está todo dispuesto para trasladar a los heridos que quedan. Sin embargo, hay dos que están en una situación delicada y requieren de un cuidado especial así que quiere plantearte las opciones que hemos pensado para que su traslado sea lo menos perjudicial posible para ellos.

Doomhammer por algún motivo, no respondió enseguida. Thrall lo miró y en esos momentos se dio cuenta de que él parecía más cansado de lo habitual, incluso algo mayor. Estudió su perfil: llevaba el largo cabello grisáceo recogido en tres largas trenzas, la barba recortada y sus ojos grises miraban fijamente a Ifta, a pesar de que ella ya había terminado de hablar. Pero su poderoso ceño se juntaba, acentuando una serie de arrugas perpetuas, producto de los largos años de preocupaciones que llevaba a sus espaldas. Y entonces Thrall se preguntó si así es como lucían todos los líderes, mayores y agotados, pero aun esforzándose por mantenerse firmes, dispuestos a dar todo de sí para mejorar las condiciones de su pueblo. Le hubiera encantado saber si su padre tendría un aspecto semejante de haber seguido vivo.

- Cierto es que este mediodía le encargué que me informara debidamente– admitió, cuando su silencio comenzaba a resultar desconcertante – Pero yo no soy chamán ni curandero, sino un guerrero – no sin esfuerzo volvió su rostro hacia él. A pesar de lucir una expresión neutra sus ojos brillaban – Thrall puede encargarse de esto mejor que yo.

Dicho esto, continuó adelante sin decir nada más, seguido por Hellscream.

 



* He leído que Doomhammer pasó su Om’riggor durante la guerra con los dranei, pues el mismo Blackhand embadurnó su rostro con la sangre de los draenei asesinados. No estoy segura si esto fue antes o después de que los brujos aplicaran el crecimiento acelerado, pero teniendo en cuenta que Orgrim nunca lo sufrió, quiero pensar por eso que ya era adulto.


** Originalmente su nombre era Rend a secas. Ignoro por qué ahora siempre viene como Dal’rend, aunque quizá se deba a por el mismo motivo que a Grom le cambiaron el nombre a Grommash; ese nombre ya era una marca registrada o algo así. Movidas de copyright.


*** Sí, lo sé, esa hija no existe. Es de mi propia cosecha. Recordemos que esto sucede en un universo alternativo (típica excusa xD).


**** Permitidme comentar algo curioso. Actualmente en el lore está indicado que Doomhammer mata a Blackhand en un Mak’gora, básicamente un duelo a muerte en igualdad de condiciones, aplastándole la cabeza con el martillo. Pero en el lore original una ilustración de Metzen le representa sosteniendo la cabeza cercenada de Blackhand, que no aplastada. Nunca especificaban literalmente cómo lo mató, pero parece ser que fue en una mera emboscada. Pero ¿qué sucede? Que por esta acción Doomhammer fue apodado como Backstabber (Traidor) por los seguidores de Gul’dan. Pero, por algún motivo que desconozco (¿false friend?) en español lo tradujeron como “Apuñalador” y, literalmente “El que apuñala por la espalda”, así que yo por eso creía que lo mató traicioneramente, por la espalda. Pero ya digo, no sé si es un error de traducción o no; pero da igual porque esta parte en el lore la cambiaron, supongo que porque no era tan noble ni épico como un Mak’gora (básicamente ese concepto en esa época no existía). Pero aquí decidí expresarlo basándome en esta última idea; básicamente Rhea está expresando su deseo de que Gul’dan tenga una muerte indigna y traicionera, ya que él es todo eso.



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