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[Warcraft] Thrall y los Frostwolves - Capítulo 20

 


- ¿Qué te preocupa?

- ¿A qué te refieres?

Habían estado caminando en silencio durante todo aquel día y no fue hasta ese momento en que Uthul se decidió encarar a Ifta, ya que la notaba especialmente distante en los últimos tiempos. Habían llegado a su destino, una zona forestal virgen y poco frecuentada que Thrall había elegido para acampar. Al poco el capataz les había asignado en el grupo de los taladores para obtener leña y ambos Frostwolves trabajaban algo apartados del resto. Mientras, Sharpfang les observaba entre cabezada y cabezada.

- Apenas has hablado desde la última batalla – le respondió Uthul – Eso es poco incluso para ti. Y también pareces especialmente malhumorada.

- Eso es porque no tengo nada interesante que decir – resopló ella, con un fastidio que a su amigo no le pasó desapercibido – Y no estoy malhumorada.

- Pues yo creo que sí – insistió él – Hemos crecido juntos, sé muy bien cuándo algo te perturba.

Ella bufó.

- Otro igual que la abuela – refunfuñó Ifta, provocando que él esbozara una sonrisa - ¿Y ahora qué te hace gracia?

- Pues tú, qué si no.

Ifta descargó con fuerza su hacha y la mantuvo abajo, observándole con irritación.

- No hay nada que me perturbe ¿de acuerdo? – le respondió finalmente. Pareció que quiso decir algo más pero no lo hizo, y retomó su trabajo.

Ahora fue Uthul quien se detuvo.

- Todos tenemos preocupaciones. Y yo ahora quiero saber cuál o cuáles son las tuyas – hizo una pausa - ¿Es por Thrall?

- No – atajó ella secundando su respuesta con otro hachazo.

- Si no es por él ¿es por Garula y por Morga?

Ella gruñó de frustración e interrumpió su tarea.

- ¿Por qué debería preocuparme por ellas? – tras esa pregunta, suavizó su voz - Están en casa, estarán bien – suspiró – Aunque sí que me gustaría volverlas a ver – se calló, esperando a ver si su amigo decía algo más, pero eso no ocurrió – Uthul. ¿Qué harás cuando esto termine? 

- ¿Qué quieres decir?

- Me refiero a que si volverás al valle o seguirás a la Horda.

- ¡Ah! Pensaba que era lo mismo.

- No te hagas el tonto. Sabes perfectamente que el valle es insuficiente para tantos de nosotros. Responde de una vez.

- ¿Tú qué crees? Siempre quise encontrar una excusa para ver mundo y nunca habrá mejor ocasión que ésta. ¿No estás ansiosa por eso mismo? – el entusiasmo que colmaba sus facciones se diluyó cuando se volvió para mirarla - ¿Lo estás? – preguntó de nuevo, anticipándose a que iba a escuchar algo que no le gustaría.

Ella le observaba con una sonrisa triste y resignada, el hacha de cortar madera sujeta con ambas manos.

- Quiero volver al valle cuando terminemos con los campos – confesó y, sin ser capaz de sostenerle la mirada, quiso renovar su tarea, pero Uthul la detuvo, sujetándola por un brazo.

- ¿Por qué?

- Porque eso implicaría dejar el valle atrás; nuestro hogar.

- Ese valle apesta, Ifta, y lo sabes. No es que no le tenga cariño, pues es ahí donde crecí, mas es un lugar inhóspito y hostil, donde sobrevivir es toda una hazaña – extendió los brazos – Mira este lugar e imagina las posibilidades: en un sitio como este todo sería más sencillo y podríamos prosperar, no mantenernos a duras penas en una situación precaria. 

- He tomado mi decisión – zanjó ella – Sé de otros Frostwolves que piensan como yo, además de algunos de los que se quedaron, como la abuela. Ese es nuestro hogar.

- No, no lo es – sostuvo Uthul - Ya oíste a Thrall, nos exiliaron injustamente y por eso fuimos a vivir a ese rincón apartado. Nos merecemos más; nuestro auténtico hogar está fuera de nuestro alcance* ¿acaso lo has olvidado? - Sonó más contundente de lo que pretendía y el pensar en ello sólo le trajo ira y dolor. Así que decidió regresar al punto anterior - ¿Y qué me dices de todos nosotros? Porque ya sabes que Roggar e Igrim también vienen. ¿Les vas a abandonar? ¿Qué me dices de Thrall?

Ifta dio un tirón para soltarse, adelantando el mentón y se volvió dándole la espalda con la excusa de retomar su trabajo.

- Thrall no tiene nada que ver en esto – dijo, y descargó un fuerte golpe contra el tronco que tenía a medio cortar – Y vosotros habéis tomado vuestra decisión; yo la respeto y la acepto. Haz tú lo mismo y deja de intentar hacerme sentir culpable.

Uthul gruñó, pero no se iba a rendir tan fácilmente. La rodeó y se puso de tal modo que ella tendría que mirarle sí o sí. Parecía tener ganas de soltar algo para rebatirla, pero no lo hizo; se tomó unos instantes para volver a hablar. Ignoró el breve vistazo iracundo que le dedicó.

- ¿Lo sabe Roggar?

- No. Eres el primero de todos vosotros a quien se lo digo.

Uthul sopesó esas palabras y, aunque en cierto modo se sintió halagado por semejante revelación, enseguida tuvo otra pregunta que hacerle. Sin embargo, no tuvo ocasión de formularla puesto que su amiga interrumpió el trabajo y ya no sólo parecía triste, si no que directamente se mostraba abatida.

- ¿De veras quieres saber qué me perturba, Uthul? – preguntó – Pues que nunca había sentido tanta frustración en toda mi vida, quizá salvo cuando fui rechazada en el Rito de Iniciación por los espíritus – una pausa - Doomhammer…

Uthul se tensó, entendiendo súbitamente al recordar una conversación que tuvo con ella unos días antes de la muerte del caudillo. Olvidó la confesión anterior y la cuestión que quería hacerle y, simplemente, la miró compungido.

- No llegaste a preguntarle por tus padres ¿verdad?

No necesitó una respuesta vocal de ella, con mirarle a los ojos era suficiente. Como Uthul bien sabía la única información que su amiga tenía segura de su madre era que había sido una guerrera perteneciente al clan Blackrock, que tenía los ojos rojos y que su nombre empezaba por R. Mientras que, de su padre, directamente carecía de detalle alguno, pues en el campamento donde las retenían nunca había estado con lo cual no sabía siquiera si estaba vivo o muerto. Doomhammer había hecho una buena carrera en dicho clan, convirtiéndose en su momento en uno de los lugartenientes de su jefe Blackhand, por lo que la joven había albergado la esperanza de interrogarle por si el caudillo la había conocido y podía contarle cosas sobre ella o incluso sobre su padre. Mas nunca había reunido el valor suficiente para hacerlo y ahora era demasiado tarde.

Buscó las mejores palabras para reconfortarla.

- No tienes forma de saber con seguridad que él hubiera conocido a tus padres en persona o, si así fuera, que los recordara –dijo – Por lo que contaban ese clan era de lo más grandes y seguramente no todos los miembros se reconocían entre sí. Además, mira a tu alrededor: hay tantos orcos nuevos ahora con nosotros, que seguro que hay algún Blackrock más entre ellos. Todo es cuestión de preguntar y seguro que damos con alguno que pudiera haberles conocido o incluso compartido campo con vosotras.

Ifta no recordaba o ni sabía de cuál de todos los campamentos habían escapado ella y su madre.

- Puede que tengas razón, pero aun así casi no tengo nada con qué empezar – señaló la joven hembra – Ya escuchaste lo que contaban los Abuelos; apenas se preocupaban los unos por los otros, inmersos como estaban en las guerras, en las intrigas… en su propia sed de lucha – hizo una pausa y su compañero continuó con su trabajo – Puede que te resulte extraño lo que te voy a decir, pero, cuando miraba a Doomhammer, tenía la sensación de que él podía ayudarme a despejar esa incógnita, a ayudarme a saber algo más sobre quién eran ellos y quién soy yo… aunque no sé por qué. Llámalo intuición.

Uthul no supo que responderle a eso, de modo que guardó silencio, deteniéndose de nuevo en su faena. Ifta estaba visiblemente contrariada; ninguno de los dos estaba ya enfadado.

- No quiero que pienses que soy egoísta por pensar así – agregó ella súbitamente con la cabeza gacha – Dejando de lado el tema de mis padres, lamento sinceramente su muerte. Era más noble de lo que había imaginado, dispuesto a ayudar a cualquiera que lo necesitara, dejando de lado su rango y posición. No obtendré nunca la información que pudiera tener de mis padres, pero tampoco podré saldar jamás la deuda que tenía con él por haber ayudado a rescatar a Morga con vida.

Uthul alzó una mano y la puso en su hombro, sin decir nada más, sólo buscando demostrarle que no estaba sola y que la apoyaba. Cuando ella alzó la mirada él no apartó la suya.

Fue entonces cuando Sharpfang alzó una oreja y comenzó a trotar para saludar a alguien que se aproximaba y, cuando volvieron las caras, vieron que se trataba de Snowsong y, detrás de ella, estaba Thrall. Este se detuvo, consciente de que interrumpía algo y los otros dos se separaron, por un lado, visiblemente cohibidos y, por otro, para hacer el saludo protocolario.

Thrall se apresuró a detenerlos; seguía costándole asumir que Doomhammer no estuviera, pero por otro se le hacía harto extraño ver a sus dos mejores amigos reaccionar con tanto respeto hacia su persona.

- He ideado un plan que tal vez nos permita alcanzar nuestro objetivo sin derramar sangre – les explicó finalmente, con voz ronca y el ceño ligeramente fruncido, intentando entender por qué se sentía molesto. ¿Tenía que ver con el modo en que se los había encontrado o por trato deferente? ¿Quizá por todo a la vez? En cualquier caso, ellos le escuchaban atentamente – Sin embargo, antes de que eso suceda, tengo algo más que hacer, pero eso implica acercarme peligrosamente a las inmediaciones de Durnholde… es aquí cuando vosotros podéis ayudar.

- Con mucho gusto, para nosotros será un honor – asintió Uthul y viendo la mueca de Thrall, se permitió darle una palmada amistosa en el hombro, como siempre hacía. Eso le arrancó a su amigo una sonrisa – Pero ¿en qué estás pensando?

Por toda respuesta Thrall les mostró una cadena de plata de la cual colgaba una luna creciente. 

En cuanto lo vio, Ifta, quien conocía toda su historia al detalle, supo lo que se proponía.



Era noche cerrada y Thrall aguardaba en aquella cueva, con la vista fija sobre la pequeña colina de enfrente. Detrás de él los dos exploradores que habían seleccionado para que le acompañaran se mantenían atentos y vigilantes, preparados por si sonaba la señal acordada: el aullido de un lobo.

Y es que en la floresta cercana permanecía oculto un pequeño grupo de Frostwolves, entre los que estaban Uthul e Ifta, llevando a cabo el favor que él les había pedido. Se encargarían de cubrirle las espaldas por si tenía lugar una emboscada. No es que Thrall desconfiara de Taretha, antes muerto, pero sí cabía la posibilidad que alguien la hubiera descubierto y delatado e intentara una emboscada. No olvidaba lo que Langston le había contado; si Blackmoore estaba tan desesperado por echarle el guante no perdería ninguna ocasión que pudiera planteársele.

Sus amigos mostraron esa misma preocupación cuando les contó su idea mientras enarbolaba el colgante que Tari le diera meses atrás y que usaría para convocar a la muchacha tal y como habían acordado cuando se separaron.

- No sé yo, Thrall – había dicho Uthul - ¿Estás seguro de esto? 

- Tan seguro como que el sol sale por el este y se pone por el oeste – se volvió a Ifta – Te hablé en detalle de Taretha allí en el valle. Tú sabes todo lo que hizo por mi… lo que ella significa para mí. Y que jamás me traicionaría.

- Lo recuerdo – admitió ella, aunque la duda y la reserva estaban grabados en su semblante – Y lo tengo en cuenta, pero, aunque pongamos la mano en el fuego por tu hermana humana ¿y si la han descubierto y la usan para llegar hasta ti, aunque ella no lo sepa?

- Yo también lo he considerado y es por eso que os estoy pidiendo este favor – insistió Thrall – Quiero algo discreto y para ello, no se me ocurre nadie mejor para darme apoyo. Por supuesto vosotros escogeréis a los que creáis más capaces, sólo dentro de nuestro clan. ¿Puedo contar con vosotros?

Ifta le miró a los ojos y, aunque Thrall sabía que albergaba sus reservas, fue lo bastante respetuosa como para guardárselas para sí.

- Siempre – fue su respuesta.

Uthul, en cambio, había resoplado esbozando una mueca. Aun así…

- Nada de esto me termina de convencer, pero si tú estás tan seguro… cuenta conmigo.

Y Thrall se había sentido agradecido con ellos por eso. Sin embargo y a pesar de la seguridad que había mostrado en todo momento le preocupaba el hecho de que con esta acción exponía a Tari, pero debía avisarla de lo que estaba por venir, prevenirla para que se pusiera a salvo por si su plan para evitar un enfrentamiento armado fallaba. Por eso se había acercado hasta aquel árbol hueco y había depositado allí el colgante que ella le diera meses atrás: Taretha le prometió que todos los días lo miraría y si veía el collar allí, significaría que Thrall necesitaba su ayuda por lo que esa misma noche quedarían en el mismo lugar donde se reunieron cuando él escapó.

Pero Thrall acabó dándose cuenta que sus nervios no se debían solo a todas estas preocupaciones. Hacía meses que no la había visto pero la recordaba perfectamente, pues nunca antes habían estado tan cerca como aquella vez y menos aún de cruzar palabra alguna. ¿Estaría bien o la encontraría desmejorada? No olvidaba las penurias por las que la joven debía pasar a diario, siempre por obra de Blackmoore.

Así que cuando finalmente la vio coronando la colina, teñida de plata su esbelta figura por la luz de la luna grande, Thrall apenas pudo contener un grito de alegría antes de salir corriendo a su encuentro. 


Ifta frunció el ceño cuando vio, desde su escondrijo, la figura recortada contra el cielo de la noche. Era menuda, iba encapuchada y cargada con una bolsa, apretando el paso para llegar cuanto antes a su destino. Así que esa era la humana llamada Taretha Foxton, a quien Thrall consideraba como una hermana mayor. Por lo que le había contado, ella tenía unos cinco años cuando él llegó a Durnholde y fue su familia quien se encargó de acogerle hasta ser lo suficientemente mayor. Entonces se separaron, pero siguió viéndola en instantes fugaces, aquí y allá… y la muchacha siempre le sonreía. ¿Quién iba a decir que un orco y un humano pudieran tener una relación como aquella? 

- Ahí está – murmuró Uthul a su lado, observando con tanta curiosidad como ella la pequeña figura. 

Ifta gruñó a modo de asentimiento. Vieron entonces a Thrall surgir de la caverna y correr a su encuentro; la humana se detuvo un instante y entonces lo imitó. Cuando se alcanzaron sus manos se entrelazaron y permanecieron sujetos así durante un rato, murmurando palabras que ni tan siquiera sus oídos agudos podían captar.

Algo se agitó en el interior de Ifta, un sentimiento amargo, pero a la vez cálido. Cuando se separaron llegó a escuchar sus voces, pero no entendía nada de lo que decían, pues hablaban el idioma común usado por los reinos de la Alianza. Se le hizo extraño escuchar a Thrall usando esa lengua, aunque hablando orco con algunas palabras adoptaba un exótico acento, si bien muy sutil. A Ifta le había llegado a encantar.

- ¿Entiendes algo de lo que dicen? – susurró Uthul.

- No. Cállate – le exigió.

A pesar de que le costaba se obligó a apartar la vista de ambos y otear en derredor, apretando el arco en sus manos, aunque no veía a más humanos por ahí. No había ninguna emboscada, todo estaba tranquilo. Se volvió e hizo una señal a los otros cazadores Frostwolves que aguardaban más retirados para que supieran que todo estaba en orden y ellos se la devolvieron, corroborando sus sensaciones.

Cuando Thrall les contó este plan Ifta tuvo sentimientos encontrados. Sabía que él no era ningún incauto, pero temía que su cariño hacia Taretha le nublara el juicio; no obstante, ella había escuchado toda la historia de boca de un Thrall ansioso por enfrentarse a su rito de iniciación con los espíritus. Le había comprendido, pues él no se había criado con su auténtica familia, al igual que ella misma, pero eso no les había impedido crear unos lazos fuertes. Thrall quería a Taretha igual que ella quería a Morga o a Roggar y la joven orco no albergaba ninguna duda que, al igual que ella, sería capaz de desvivirse por proteger a la muchacha humana como ella a sus hermanos adoptivos. Eran manada, eran familia… por siempre.

Evocar aquella tarde en la cueva hizo que Ifta tuviera la sensación de que habían pasado decenas de años desde entonces, momento en que aún no había tomado la decisión de alejarse de él. Atesoraba otros buenos ratos con él, pero ese en concreto era uno de sus favoritos, pues Thrall se había abierto a ella sin reservas y le había contado todo sobre él. Ella se había sentido muy afortunada y agradecida por ello… sintió una punzada en su corazón. ¡Cuántas cosas habían cambiado desde entonces! Ahora apenas intercambiaban palabra alguna y no era sólo porque él estuviera tan atareado.  Se repitió por enésima vez que era lo mejor.

Prestó atención de nuevo a lo que sucedía allá delante, ahora que los exploradores habían emergido de la cueva. La muchacha, que desde esa posición le daba la espalda a Ifta, se aproximó a ellos con las manos extendidas, y uno la rechazó, provocando una amonestación de Thrall en idioma orco.

- Esta es la hembra que arriesgó su vida para librarme del hombre que se hace llamar nuestro dueño – dijo en orco y en un tono de voz más alto - Ahora vuelve a arriesgarla para acudir a nuestro auxilio. Taretha es de confianza. Es distinta… es especial – agregó, mirándola con gran ternura.

Sólo entonces los dos guerreros le dieron la mano por turnos, algo que en su día Ifta hubiera pensado como algo delirante. Thrall volvió a adoptar el idioma humano, por lo que de nuevo la conversación fue ininteligible para ella. Y Taretha se colocó de tal modo que ahora Ifta podía verla con claridad. Su cabello claro lo llevaba sujeto en una larga y simple trenza que caía por su espalda, brillando como la plata bajo la luz de la Dama Blanca. Sus ojos eran igualmente claros, casi como los de Thrall. Éste la había descrito como hermosa, aunque a la joven hembra orco todos los humanos le parecían iguales: sin colmillos prominentes, mandíbulas suaves, ojos grandes, cuerpos pequeños… de hecho Taretha era tan pequeña que parecía frágil como una ramita. ¡Eran tan diferentes! Y entonces cayó en la cuenta que ese tipo de facciones, como las de ella, eran con las que Thrall había crecido y pasado buena parte de su vida, así que Ifta se preguntó si para él, capaz de ver la belleza en dichos seres, podría encontrarla igualmente en los rostros de su auténtico pueblo. Si para ella los humanos eran feos ¿no serían para él feos los rostros de los orcos?

- ¿Sigues dándole vueltas a los que hablamos por la mañana? – le murmuró Uthul en ese preciso momento.

¿Ahora quería sacar el tema de nuevo? Ifta no iba a morder el anzuelo.

- Sólo estaba pensando en que ojalá sepa lo que está haciendo – dijo para esquivar su pregunta y cambiar de tema, refiriéndose a Thrall. 

- ¿Dudas de su criterio?

Ella lo meditó. En ese momento el joven chamán hablaba largamente e intuyó que por fin le estaba explicando a Taretha lo que iba a suceder.

- No – concluyó escuetamente - ¿Y tú?

Uthul también meditó su respuesta.

- ¿Quién soy yo para cuestionar al mismísimo Jefe de Guerra? – preguntó, haciendo que Ifta esbozara una sonrisa torcida – Pase lo que pase, es mi amigo así que le apoyaré.

Ifta solía pensar igual, pero ¿y si tu amigo se equivocaba en algo? ¿No era lo suyo advertirle de su error y hacerle recapacitar? Desde luego, pero no si era por algo razonable. Para la mayoría de los orcos que Thrall se reuniera en secreto con una humana sería cualquier cosa menos eso, pues chocaba con todas sus ideas preconcebidas. Y eso Thrall lo sabía y por eso les había pedido específicamente a ellos que le ayudaran, expresando su deseo que su plan no saliera de los Frostwolves... ni de Hellscream ni Drek’thar, quienes también estaban enterados; a ellos no les gustó.

Ifta no pudo evitar esbozar una media sonrisa. 

- Corren tiempos extraños – dijo finalmente – Además Thrall haría lo mismo por nosotros.

Uthul estudió su perfil.

- ¿Se lo has dicho ya? – preguntó al cabo.

- No – le espetó, irritada por su insistencia. Uthul era terco como él solo.

- ¿Acaso vas a cambiar de idea? 

Ifta le miró.

- ¿A qué viene esto? – replicó, hastiada - Ya sabes mi respuesta.

- Está bien, pero cuanto más esperes, más difícil será para ti. 

- Eso es asunto mío – zanjó.

Guardaron silencio unos instantes.

- A mí me gustaría que vinieras.

La forma en que lo dijo hizo que Ifta volviera el rostro para mirarle de nuevo y lo que vio hizo que se ablandara. Su expresión se suavizó un tanto, pero estaba decidida.

- Lo siento Uthul, pero he tomado mi decisión y no cambiaré de idea – afirmó, volviendo a fijar su atención sobre Thrall y Taretha, que seguían conversando tras una intervención de uno de los exploradores.

- Lo sé; cuando algo se te mete en la cabeza, no hay forma de sacártelo. Eres terca como tú sola – sentenció éste y ella gruñó al ver que pensaban igual con respecto al otro. Tras una pausa añadió – Pero deberás hablar con Thrall antes o después. Y si no lo haces, lo haré yo…

Ifta se giró hacia él con los ojos relampagueándole.

- ¡Ni se te ocurra! – siseó.

- ¿Es que no te das cuenta? – le preguntó – Le importas… y él a ti. Y si no se lo has dicho ya es porque temes su reacción ¿verdad? Temes ser una decepción para él, pero como bien dijiste, tomaste una decisión: pues afróntala de una vez en lugar de huir.

Ifta estaba furiosa y si no hubiera sido por la situación en la que se encontraba habría iniciado una pelea. En su lugar, frustrada, se obligó a calmarse, aunque no le fue fácil.

- ¿Desde cuándo te has convertido en un entrometido, Uthul? – preguntó, con ánimo de devolverle el golpe, al menos figuradamente.

Él no mordió el anzuelo ante su provocación y jugó su última baza.

- No lo soy – repuso con voz calmada y casual - Simplemente me he fijado en cómo reaccionas cuando él está cerca, el modo en que lo miras... en realidad está todo bastante claro.

Y ahora a Ifta le tocó ruborizarse. Quiso rebatirle, pero no fue capaz, en su lugar emitió una serie de balbuceos apenas ininteligibles. Terminó dándose por vencida y meneó la cabeza.

- Así que todo este acoso y derribo es porque sólo eres un mero observador – masculló en tono burlón.

Él le sonrió socarronamente.

- Es que soy un cazador, debo ser observador – afirmó. 

Ifta meneó de nuevo la cabeza, poniendo los ojos en blanco. Contempló a Thrall.

- Sí, temo decepcionarle – admitió, de mala gana – Pero también tiene demasiadas cosas en la cabeza como para molestarle por algo así…

- Eso sólo son excusas – protestó Uthul entre dientes.

- Pero sí, se lo diré una vez acabe todo este asunto de Durnholde. ¿Contento?

Uthul no parecía del todo conforme, pero terminó asintiendo.

Por su parte Taretha se estaba desprendiendo del collar de plata y se lo estaba devolviendo a Thrall, colocándolo en la palma de su mano abierta. Le dijo algo que ella no pudo entender y entonces lo rodeó con los brazos, y Thrall le devolvió el gesto, quedando fusionados en un cálido abrazo.

El corazón de Ifta se agitó con fuerza en su pecho y se encontró preguntándose, dolorosamente, qué se sentiría al ser estrechada por aquellos brazos. Una vez se separaron Taretha se despidió igualmente de los guardas, se arremangó sus faldas y enfiló regresando por la colina. La cazadora a su vez se incorporó y se puso en movimiento, siguiéndola desde la floresta, como le había prometido a Thrall. Éste le había pedido que se cerciorara que ella marchaba sana y salva hasta donde le fuera posible sin delatarse, así que la siguió, pero con cuidado de no hacer ruido para que la chica no la detectara.

Apenas estuvo fuera de la vista de Thrall, la muchacha se detuvo bruscamente e Ifta se tensó, mirando a los alrededores, anticipando un ataque. Pero nadie apareció. Entonces Taretha se inclinó un instante, llevándose el dorso de la mano a la boca, la otra mano aferrando el borde de su capa en un paroxismo de ansiedad. Ifta frunció el ceño, intentando comprender qué la sucedía y cuando la muchacha alzó el rostro hacia el cielo descubrió que estaba llorando. Ifta se preguntó por qué, pero estaba claro que era por algo que no quería que Thrall supiera. 

Taretha, ajena a que era observada, tomó unos instantes para recuperarse, se enjugó las lágrimas y retomó su paso rápido. Ifta no la siguió más porque quedaría expuesta, de modo que confió conque la muchacha sería capaz de regresar igual que había venido.

Justo cuando se volvía para marcharse escuchó un crujido próximo y se volvió, conteniendo la respiración y mirando alrededor, los dedos de su mano bailoteando sobre la empuñadura de su hacha. Pero allí no había nadie más que ella; ni siquiera estaba su fiel compañero Sharpfang, pues Thrall pidió a los Frostwolves que no llevaran a ningún lobo consigo. Poco a poco se fue enderezando a la par que alejaba la mano de su arma, considerando que estaba tardando mucho en volver y que no hacía otra cosa que perder el tiempo.

Sólo cuando se perdió de vista una sombra se separó de las demás, desvelando una figura delgada ataviada totalmente de negro, mirando en la dirección por la que la joven cazadora se había marchado. Su rostro al completo estaba sumido en tinieblas entre la capucha y la bandana, pero debajo de esta sus labios se curvaron en una pícara sonrisa. Entonces se volvió y, sin hacer sonido alguno, se deslizó en pos de Taretha.



A su regreso Ifta los encontró a todos juntos, esperándola, Thrall algo más apartado. Uthul lo miraba de reojo, pendiente por si necesitaba algo, pero dejándole un respetuoso espacio. Parecía meditabundo, con el colgante aún en sus manos. 

- No he podido seguirla mucho so pena de ser descubierta, pero todo fue bien – le informó Ifta, aproximándose tras intercambiar una mirada breve con Uthul – Nadie la ha emboscado.

Él asintió secamente, la mirada clavada en algún punto lejano y ella intentó leer su expresión para adivinar su estado de ánimo. Sintió deseos de preguntarle, pero optó por imitar a Uthul y dejarle tranquilo. Sin embargo, cuando apenas había dado un paso para reunirse con su otro amigo…

- No ha querido venir con nosotros – dijo, expresando una obviedad, una expresión desolada en su rostro mientras bajaba la vista para posarla en el colgante – A pesar de tener una certeza casi segura de que Blackmoore se negará a parlamentar y que sabe que atacaremos, ella ha tomado la decisión de quedarse, aún a sabiendas que si estalla el conflicto no podré protegerla – la miró – Dime por qué no debería volver y traerla hasta aquí a la fuerza por miedo a perderla.

Estaba esperando unas palabras de aliento y quería que fuera ella quien se las dijera. Ifta meditó unos instantes antes de hablar, ya que apenas estaba conociendo el contenido de la conversación que habían mantenido. Tal como en el fondo él se temía Taretha había confirmado sus sospechas: su idea de resolver todo pacíficamente era una quimera. Sólo gracias a que Thrall le había contado en su momento toda la historia Ifta sabía que la muchacha humana era íntimamente cercana a Blackmoore, por lo que su valoración venía de primera mano. Y a su mente también acudió la reciente escena de Taretha llorando bajo la luz de la luna; ahora lo comprendía. Esa negativa la honraba y por ello mejoró la opinión que la joven orco tenía de ella.

Así que Ifta suspiró, y cuando habló lo hizo mirando a un lado.

- Cuando me hablaste de Taretha allá, en el hogar, interpreté su sumisión como un acto de debilidad – explicó – Me asqueó. ¿Cómo dejarte avasallar de aquella forma tan repugnante sin plantar cara?  – notó los ojos dolidos y furiosos de Thrall sobre ella, pero no se achantó – Pensé que yo en su lugar le hubiera cortado la garganta antes de permitirle que me pusiera una mano encima, aunque eso significara mi propia muerte. Sin embargo, también dijiste que se sometía por su familia. Eso me hizo comprender, pensando en cómo me comportaría yo si de mi elección dependiera la vida de Morga, o la de la abuela o la de Roggar… quiero decir, que la comprendo. Y ahora vuelve a elegir quedarse con los suyos a pesar de la amenaza que supone una batalla – hizo una breve pausa - Eso demuestra que tu hermana no es una cobarde, ni una debilucha… si no leal a su familia, valiente y fuerte. Es muy fácil opinar desde una posición cómoda y privilegiada como la mía, donde siempre he estado protegida y a salvo de tales abusos. No todos son capaces de hacer semejantes sacrificios llegado el momento, ni tan siquiera por aquellos que aman – finalmente le miró – No te compadezcas de ella, al contrario, siéntete orgulloso. Tu hermana es libre de tomar sus propias decisiones y por eso debes respetarlas; como el guerrero que eres, debes entenderlo. Que sea lo que ha de ser, sólo el destino decidirá.

La expresión de Thrall hasta ese punto era indescifrable y se limitó a asentir despacio. Por su parte Ifta se mordió la lengua, cayendo en la cuenta del cinismo que encerraban sus palabras, pues ¿acaso no estaba aprovechando la situación para allanar el terreno para cuando le hiciera su confesión? ¿Y quién era ella para hablar sobre aceptar el sino si estaba empeñada en cambiar el suyo? “El destino es como un río; no importa cuánto nades a contracorriente, es más fácil fluir con él” Y aquí estaba ella, intentando dar lecciones sobre algo que no aceptaba afrontar. Uthul tenía razón; no encaraba sus conflictos de frente como sí hacia Taretha, si no que intentaba posponerlos, huir de ellos, evitarlos. Aquí la única débil era ella misma.

Por suerte Thrall no se dio cuenta de su agitación interna si no que, sin más, dio orden de regresar al campamento.




* Siempre me pareció muy cogido con pinzas que Draneor (más conocido como Terrallende si jugáis WoW) no fuera del todo destruido, y que quedaran trocitos donde había supervivientes (pero bueno, esto a fin de cuentas es ficción). Y no recuerdo, así como tampoco he encontrado, hasta qué punto los orcos de Azeroth saben o no si ha sido destruido su mundo o sólo saben que el Portal Oscuro se cerró por acciones de la Alianza. Teniendo en cuenta que se construyó y abrió usando magia vil, se puede pensar que la idea de reabrirlo para regresar a casa sea considerada como algo muy improbable. Por eso he decidido ser prudente con la observación de Uthul.


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